viernes, 19 de octubre de 2018

Grandes trabajadores de la verdad


 Hoy os presento:

-Los venenos para el Alma
1-La iniciación de Allan Kardec al Espiritismo
2-Grandes trabajadores de la Verdad
3-Historia relacionada con el artículo anterior
4-El Más Allá de la vida.
5-La Ley de Justicia



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             LOS  VENENOS PARA EL ALMA

El egoísmo, el orgullo, la vanidad, la ambición, la codicia, el odio, la envidia, los celos, la maledicencia, son para el alma hierbas venenosas de las cuales es necesario arrancar cada día algún pie y tienen como antídoto: la caridad y la humildad.. 


El Espiritismo en su más simple expresión 
Allan Kardec. 


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LA INICIACIÓN DE  ALLAN KARDEC                          AL ESPIRITISMO 

Mi iniciación en el Espiritismo (Parte III) 
Allan Kardec 

Pasado cierto tiempo, en el mes de mayo de 1855, fui a la casa de la sonámbula Sra. Roger, en compañía del Sr. Fortier, su magnetizador. Allí encontré al Sr. Pâtier y a la Sra. de Plainemaison, que me hablaron de aquellos fenómenos en el mismo sentido que el Sr. Carlotti, pero en un tono muy diferente. El Sr. Pâtier era un funcionario público de cierta edad, muy instruido, de carácter grave, frío y reposado; su lenguaje pausado, exento de todo entusiasmo, produjo en mí una viva impresión, y cuando me invitó a asistir a las experiencias que se realizaban en casa de la Sra. de Plainemaison, en la calle Grange- Batelière, n.º 18, acepté de inmediato. La reunión fue marcada para el martes 9 de mayo a las ocho de la noche. 

9 La fecha quedó en blanco en el manuscrito. (Nota de la primera edición francesa.) 

Allí presencié por primera vez el fenómeno de las mesas que giraban, saltaban y se trasladaban, en condiciones tales que no dejaban lugar a ninguna duda. Presencié también algunos ensayos bastante imperfectos de escritura mediúmnica en una pizarra, con la ayuda de una cesta. Mis ideas estaban lejos de definirse, pero había allí un hecho que forzosamente provenía de una causa. Pude vislumbrar en aquellas aparentes futilidades, en esa especie de juego en que habían convertido a aquellos fenómenos, algo serio: la revelación de una nueva ley que me propuse estudiar en profundidad. 

Inmediatamente después se me presentaron otras oportunidades para observar los hechos con mayor detenimiento, como aún no había podido hacerlo. En una de las reuniones de la Sra. de Plainemaison conocí a la familia Baudin, que por entonces vivía en la calle Rochechouart. El Sr. Baudin me invitó a que asistiera a las sesiones semanales que se realizaban en su casa, de las que de inmediato me convertí en un asiduo concurrente. Estas reuniones eran bastante numerosas. Aparte de los frecuentadores habituales, eran admitidos fácilmente todos aquellos que solicitaban autorización para asistir. Las dos señoritas Baudin eran las médiums, que escribían en una pizarra con la ayuda de una cesta, denominada trompo, descrita en El Libro de los Médiums 10. 

10 Véanse los §§ 153 y 158 de dicha obra. (N. del T.) 

Ese procedimiento, que requiere la colaboración de dos personas, excluye toda posibilidad de intromisión de las ideas del médium. Allí tuve oportunidad de ver comunicaciones continuas y respuestas a preguntas formuladas, y algunas veces incluso a preguntas mentales que denotaban, de modo evidente, la intervención de una inteligencia extraña. Los asuntos tratados en las reuniones por lo general eran frívolos. Los concurrentes se ocupaban sobre todo de cosas relativas a la vida material, al porvenir, en suma, de cosas que nada tenían de realmente serio. La curiosidad y la diversión eran los móviles principales de todos. El Espíritu que solía manifestarse respondía al nombre de Zéphyr, nombre perfectamente compatible tanto con su carácter como con el de la reunión. De todos modos, era muy bueno y se presentaba como el protector de la familia. Así como con frecuencia hacía reír, también sabía en qué momento era preciso dar prudentes consejos, y cuando se presentaba la oportunidad empleaba el epigrama ingenioso y mordaz. Pronto trabamos relaciones y me ofreció constantes pruebas de gran simpatía. No era un Espíritu demasiado adelantado, si bien más tarde, asistido por Espíritus superiores, me ayudó en mis primeros trabajos. Con posterioridad manifestó que debía reencarnar, y no volví a escuchar acerca de él.

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    GRANDES TRABAJADORES DE LA                                  VERDAD


Nuestra querida Amalia en su manuscrito dictado desde el espacio por mediación de la médium Maria, nos decía a la humanidad que la redención del hombre es muy sencilla. Solo consiste en amar al prójimo como a si mismo.

Cuando el hombre desciende a la Tierra prometiendo a esa “Naturaleza Divina” llamada Dios que ya nunca más volverá a caer, si la promesa es enérgica y firme, para transitar desde el “mal” hasta el bien, le envuelven unas fuerzas superiores a las suyas y reencarna desconocedor de todo cuanto ha prometido, pero entre la promesa y el yo, se constituye una ley, y esa ley es la que rige durante nuestro paso por la Tierra. Y así empieza para el Espíritu una existencia de lucha y de progreso. Y como en nuestro planeta todo se ignora y lo achacamos a la casualidad, vamos viviendo dentro de la oscuridad y la ignorancia, sin conocer esa ley que nuestro arrepentimiento ha creado y que es la que nos conduce al puerto de salvación.

Todas las religiones dan un plazo corto para la reconciliación pero el hombre tiene una eternidad; el hombre ha sido, el hombre es, y el hombre será y los dardos y desengaños que recibe en las diversas existencias le van enseñando el camino de su propia regeneración. Así cuando el hombre cansado de sufrir, carga el peso de sus culpas, que conscientemente o inconscientemente pesan en su conciencia dice ¡ no puedo más!. Entonces sin que nadie le recrimine, sin que nadie le juzgue, sin que nadie le castigue, él solo invoca su redención. Cuando el acto de contrición es absolutamente verdadero, entonces es cuando el Espíritu ya no puede retroceder por lo que ha prometido.

El hombre no puede bautizar al hombre; el hombre no puede redimir al hombre; el hombre solo se bautiza cuando retira el velo del orgullo que lo domina; entonces ve la verdad y es cuando se redime por el sufrimiento que sus mismas pequeñeces le han proporcionado. Por el llanto que brota de su alma se redime y se bautiza y ese trabajo es propiamente suyo.

Entonces es cuando se prepara una nueva existencia, dando a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es de Cesar. Cuando un Espíritu de verdad se ha redimido, no le importan a su paso por la Tierra, el escarnio ni la mofa de los humanos, porque ha descendido prometiendo sufrir y vencer: justo es que quien ha hecho sufrir y llorar se encuentre luego en las mismas condiciones.

El hombre debe trabajar para redimirse a si mismo y cuando esté limpio de pecado podrá empezar a conocer a Dios. Todos los que niegan a Dios y su existencia, tienen razón son almas pequeñas que aun no han comprendido de donde emana esa inspiración que los alienta y los guía por el destierro de la vida, y por lo tanto si no se conocen ellos mismos ¿Cómo van a conocer a Dios?

Al Espíritu le es imposible llegar a la felicidad cuando los placeres materiales absorben todos sus pensamientos. Es triste y amargo describir lo que le sucede a un alma cuando en un momento dado, pasan por delante de sus ojos, como una visión cinematográfica, tantas y tantas costumbres, tan variadas posiciones sociales, tantas y tan diferentes formas de pensar, siendo todo, en conjunto obra de uno mismo.

¡Cuan grande es Dios! ¡Que grande es su obra, su amor, y misericordia! ¡Dando al hombre la eternidad para que vaya poquito a poco, limando la cadena de sus imperfecciones. La tierra es un vergel de flores. Solo en sus troncos guarda las espinas y esos troncos y esas espinas no son confeccionados por Dios, sino que es la obra de la imperfección del hombre. Cuando el hombre quiera ser feliz, lo será: su felicidad consiste en el sagrado cumplimiento de sus deberes. El Espíritu, en sus principios, es un tosco trozo de hierro. Este trozo de hierro, para convertirse en un objeto artístico, tiene necesariamente que pasar por la fragua, en donde, después de mil tormentos, completamente purificado, convertido en un objeto de arte, es la admiración de los que lo contemplan. Pues lo mismo sucede con los Espíritus. Todos absolutamente todos, “sienten la necesidad” de pasar a la Gran Fundición, dejando en ella, a costa de sus justos tormentos, las imperfecciones adheridas a su Espíritu, purificándose con el fuego de los sufrimientos.

El hombre con el Espiritismo aprende a caminar, a reconocer que nada es hijo del azar, que todo es obra de uno mismo y que cuanto más se sufra y llore, más cerca se está de la felicidad. En todos los días borrascosos que el hombre encuentre  en el camino de la vida, debe bendecir a Dios, pidiendo tener fuerzas y resignación; si en vez de revelarse se domina como un niño dócil, la hiel no le será tan amarga, pues será endulzado si tiene la resignación debida para llevar el peso de su cruz.

En el siglo en que estamos, aun al hombre no le ha sido concedido el contemplar de cerca las maravillas. Para realizar  ese deseo tiene antes que purificarse por medio del sufrimiento. ¡Benditos los justos! ¡Dichosos los humildes y limpios de corazón! Para ellos será la felicidad eterna…

Todos los que se consagran al ideal espirita no deben aspirar a ningún provecho material, como pueden ser las consideraciones de la sociedad que los alberga y que toman parte en su propaganda porque ¿Quiénes son? La mayoría pertenecen a las primeras clases sociales y con títulos, abogados, escritores, ingenieros, médicos de renombre. Estos hombres no han conocido la pobreza, e ignoran que entre los pobres hay almas sedientas de luz y que tienen intuiciones maravillosas.
El ser Espirita no nos obliga a salir de la esfera en que siempre hemos vivido, por eso entre muchos espiritas no existe entendimiento porque está la barrera de la distinta posición social. No desdeñan con intención, es que no hay atracción entre los grandes y los pequeños. Entre los verdaderos Espiritas el progreso moral tiene más valor que el intelectual, el valor bien entendido es apreciar al sabio por su ciencia y al humilde ignorante por su sentimiento. En el campo espiritista todos tenemos la obligación de sembrar la semilla de la observación y del adelanto. El de los más influyentes dará mieses y el de los más insignificantes, humilde musgo; los primeros sembrarán arbustos que un día serán árboles enormes y los pequeños serán la hiedra que se enlazará a ellos.

La humanidad se regenera, el trabajo la ennoblece, la vida cambia de forma y lentamente el progreso sale de su crisálida para convertirse en mariposa como el humilde gusano, y este proceso resulta como el polen fecundante que deja el fruto en todas las regiones de la Tierra, en el fondo de los mares, en el seno de la montañas, en el espacio, en los talleres, en las fabricas, en las escuelas y principalmente en la cámara oscura del pensamiento.

Hoy el hombre expone sus ideas sin ser castigado como fueron los Sacerdotes, Cristo, Galileo y todos los hombres que han iniciado algo nuevo. Desaparecieron las hogueras y las semillas que ellos sembraron (mártires de la tierra) nos han dado abundantes cosechas. Un Espíritu Superior infiltró en las almas de doce hombres, el germen de la civilización, estos cruzaron la Tierra, repitieron las parábolas de Cristo y su Santa Doctrina, a través de 20 siglos, que se conservan latentes en una gran parte de la humanidad.

Desgraciadamente, estando muy manipuladas por la humanidad y por las distintas religiones, muchas fracciones de la sociedad ignoran lo que Cristo fué, edifican casas en la arena de la tierra y no en la montaña de la Eternidad, pero los obreros que dependen de esos Maestros de obras, los creyentes automáticos que creen porque ven creer, esas maquinas humanas que obedecen sin replicar, no son tan responsables de la debilidad de sus actos como lo es el pastor que guarda y conduce el rebaño.

El que no tiene inteligencia para analizar y comparar, y obra por instinto de imitación, pero que no tienen conciencia de sus actos, el Padre los mira con la compasión que se mira a un niño cuando da sus primeros pasos en la senda de la vida.

Es bueno compadecer a las falanges de  fieles de todas las religiones positivas, que van hacia Dios, pero por un camino largo. Cristo dió la libertad de la razón al hombre y del Universo por templo, sin altares, sin ritos, sin ceremonias clericales, le dejó al hombre por herencia el espacio y el tiempo y como ejemplo a imitar su modo de morir.

¡Cuan pocos comprendieron a Cristo!
¡Como hemos empequeñecido su memoria!
¡A la sombra de su gran figura cuantos crímenes se han cometido!...

Cristo que fue la humildad personificada, que sufrió resignado la burla y el escarnio, hecho un día a los mercaderes del templo a latigazos. Pues para nosotros los Espiritas nuestro templo deberá ser todo lugar, todo paraje, todo sitio donde se rinda culto a la civilización, debemos unirnos todos los espiritas de este globo y decir por medio de la palabra, el libro, el periódico, de los cuadros, de las estatuas, de todos los objetos y artefactos que el hombre no puede hacer, que el Espíritu no es juglar de oficio. Que no posee con las comunicaciones de ultratumba el oráculo de Napoleón. Que lo único que ha conseguido es convencerse de sus pasadas existencias y conformarse, resignarse con sus penalidades presentes. Que el verdadero espírita solo se ocupa del título del templo de Belfos, “conócete a ti mismo” y el conocimiento de nuestra niñez nos hace mucho más indulgentes con los demás.

El Espiritismo es grande por si solo, no necesita de pequeños accesorios ¡Espíritas! No nos asemejemos al siervo que guardó el talento que su señor le dio. Seamos como su compañero  que le dieron cinco y devolvió diez. No tengamos la Luz debajo del celemín. La unión es el símbolo de la fuerza moral y material, demostremos que el Espiritismo no es un arte de hacer fortuna, es sencillamente el arte de “Conócete a ti mismo!

Aquellos que estudian en los libros de la Codificación no caminan a ciegas, porque no importunarán a los sabios con preguntas insignificantes aunque para ellos sean importantes y en las reuniones familiares, donde el vocabulario es sencillo, no sentirán la sed de no encontrar lo que buscan. El estudio del Espiritismo no nos hace libres, nos hace honrados, despertando en nosotros los más nobles y elevados sentimientos, porque nos demuestra que prácticamente somos desgraciados porque queremos serlo, y solo seremos felices cuando sembremos con nuestras virtudes las semillas de la felicidad.

    Nuestra gran Amalia ese Espíritu de luz nos decía que las comunicaciones con los Espíritus había que mirarlas con profundo respeto y evitar el engaño. La impaciencia en el Espiritismo es el mayor escollo que podríamos poner los médiums en nuestro camino. Ella huía de preferir las comunicaciones firmadas con nombres célebres, de la religión o de la ciencia. Para ella estaban demás las santidades de unos y la sabiduría de los otros. Creía en que los Espíritus debían estar en relación directa con el grupo formado para escucharlos, por eso en una reunión familiar compuesta de mujeres humildes y en su mayoría ignorantes, ella no aceptaba como buenas las comunicaciones de sabios doctores de la iglesia, ni de santos ilustres como Teresa de Jesús. Decía que en la tierra las mujeres honradas, modestas, educadas, no acuden en las horas de asueto a las tabernas. Van al teatro, de paseo, a las reuniones buscando amigas afines, con sus sentimientos y costumbres. La juventud no busca para su esparcimiento a los viejos. Buscan a los jóvenes. Los hombres rudos del campo no buscan a los sabios o académicos, cada cual se suele mantener dentro de su esfera de acción.

Los Espíritus de igual manera, por ley natural ven más claro que los encarnados, cuando se dan cuenta de la continuidad de su vida no acuden a los centros donde no tienen el menor lazo de atracción. Podrán acudir de vez en cuando, por ejemplo, como acuden los catedráticos a las escuelas para ver el estado de adelanto de los alumnos, pero estar a disposición de los niños jamás.

La comunicación de los Espíritus es innegable, en ciertas ocasiones se obtiene el nombre pero esto es porque la aproximación de un alma querida nos produce todas las sensaciones conocidas y otras muchas de las que no tenemos idea.

Amalia sintió un placer que nunca había sentido, al escuchar hablar a Miguel Vives. Mientras el médium hablaba, ¡ella sentía el calor de la vida! Calor que después no volvía a sentir ¡ Ella sintió a su madre y fue tal la sensación y el sentimiento que no pudo dudar de que realmente su madre estaba allí y era realmente la que le estaba hablando.

En otras ocasiones otros mediums, por consolarla y animarla le decían: “tu madre está aquí”; ella agradecía la buena intención de esos mediums que para consolarla lo decían, pero ella por dentro sabía que su madre no estaba allí.

En la sesión de  Tarrasa que es la que hemos mencionado en la comunicación, esta fue espontánea, con lenguaje sencillo lleno del más puro sentimiento, le hizo creer que era su madre el Espíritu que Hablaba. Ella se preguntaba a si misma ¿es ella?. Amalia sintió un alivio muy grande al sentirse amparada por el Espíritu de su madre que la hacia no sentirse sola en brazos de la adversidad.

Todos los mediums tienen una labor que hacer y cuando llega su tiempo, todos notan algo diferente, algo que no es natural (lo de todos los días) y es entonces cuando deben dichos mediums tomar decisiones y si estas son acertadas reafirmarse y entregarse a ellas porque si no lo hacen pasará como cuando a Jesús  le preguntaron por la venida de Elías y El contestó que había venido y no lo habían reconocido. Pobres ciegos que por su terquedad y pereza, por su desmesurado orgullo reniegan y dan de lado los lazos que tienen con la espiritualidad para que vean la verdad de la vida, no la presentada por el fanatismo, hecha para fines e intereses mundanos y que a ningún sitio verdadero lleva, pero a nadie hay que  obligar ni empujar. Cada uno por si mismo debe procurarse su gloria o su infierno; somos hacedores de todo cuanto nos acontece.

- Mercedes Cruz-

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HISTORIA RELACI0NADA CON EL                   ARTÍCULO ANTERIOR


                                                        Amalia Domingo Soler

Entre los espiritistas que se reunían en las sesiones de la Buena Nueva en Barcelona había un joven maestro llamado Eduardo, que habiendo perdido a su madre, estudió el Espiritismo con el noble afán de ver si su madre vivía. Al comienzo de las sesiones Eduardo se levantaba y se iba a la galería a un pequeño huerto y al preguntarle porque no se quedaba a la sesión contesto:
 Porque en cuanto los mediums comienzan a hablar me entra un sueño irresistible, y yo reconozco que este sueño no es natural, porque siento frió, calor, angustia, ganas de gritar, un peso en la cabeza como si la tuviera llena de plomo. Y como no quiero ser médium por eso no quiero estar en la sesión, el caso es que me hago siempre el propósito de no acudir hasta que la sesión concluya, y estando en el café, me levanto maquinalmente y me vengo, pero como a mi nadie me hará hacer las cosas contra mi voluntad, lo que es ser médium no lo seré.
 Todos escuchaban y Luis sonriendo nos contestó. Eduardo será un gran médium, a su tiempo. Los espíritus le dominarán. Si se le hubiera dicho quiero que seas médium, da media vuelta y no vuelve más al centro. No le digáis  nada, dejadle que entre y salga, suba y baje y que repita hasta la saciedad que no quiere ser médium, Eduardo es una buena adquisición para el espiritismo, pero si fuéramos impacientes todo se perdería, demos tiempo al tiempo.
 Eduardo estuvo luchando con su mediumnidad más de un año, cuando una noche, terminada la sesión, estaba sentado junto a la mesa que había en el centro del salón de sesiones, hablando y riendo a más y mejor. De pronto palideció, inclino la cabeza sobre el pecho, cerró los ojos y exhalo un profundo suspiro, todos enmudecieron, y al poco tiempo se despertó diciendo:
 Cuando yo digo que no quiero estar en este salón…
 Vamos a tu cuarto, no me harán dormir.
 Diez o doce personas siguieron a Eduardo, que al entrar en el aposento se sentó, quedándose dormido instantáneamente. Todos lo rodeamos, y el médium, después de guardar silencio largo rato, dijo con voz conmovida lo siguiente:
 Eduardo era un gran médium y daría buenos resultados y refiriéndose a Amalia le dijo que era Benisia un Espíritu que la dio a conocer donde no la conocían y le pronostico que llevaba un mundo en su cabeza, que trabajaría con afán, porque ella estaba con ella. Que le habían concedido la dicha de presentar al nuevo médium, porque ella había sido  la que le había cabido la gloria de vencer la tenaz resistencia del médium. Aconsejándoles que se reunieran el grupo por el amor. Los que no se aman viven desterrados del Cielo. Dios es amor, el amor nos acerca a Él, el amor nos engrandece, el amor nos regenera. ¡Bendito sea Dios, que todo Él es amor!
 La comunicación de la madre de Amalia y la de Basania le hicieron sentir profunda satisfacción y lloró dulcemente, ella recordaba a Besania con inmensa gratitud. A el, debió que hicieran a sus humildes escritos en la revista espírita Española un apartado. Le fue útil en la Tierra, y se lo seguía siendo en el espacio proporcionándole a Amalia un buen médium, para hacer más fácil su trabajo y más agradable su vida.
Cuando Eduardo despertó, le contaron lo ocurrido y el preguntó a Luis que es lo que debería hacer. Luis le contestó, ¡muy sencillo! Acudir a las sesiones y dar tu comunicación pero solamente allí, porque te lloverían peticiones, unas para saber del padre, otras de la madre, o del nieto y siendo de buenas condiciones lo echarían a perder. La mediumnidad es un tesoro, que si se sabe conservar, dura toda la vida en cambio el abuso se convierte en pesadilla, y pobre de aquel que llega a ser juguete de los Espíritus.
 Eduardo a los dos o tres días entregó a Luis varias comunicaciones escritas muy buenas, más Luis le dijo que se dedicara a solo la mediumnidad parlante que con ella tenia bastante para dar luz a muchos ciegos. Desecha la escribiente, porque llegaría a serte muy perjudicial.
 Vives de tu trabajo, necesitas las noches para descansar, los días para tus planos y medidas, la tarde del domingo es la que te queda libre y es l que puedes dedicar a las sesiones. Siguiendo mis instrucciones nunca te arrepentirás de ser médium parlante, harás mucho bien a la humanidad, y te lo harás a ti mismo.
 Eduardo apreció mucho lo que valían los consejos de Luis médium puramente mecánico, no recuerda jamás ni un solo pensamiento de sus discursos. Sus comunicaciones mejoran día a día. Esposo modelo y padre cariñoso cumplió una gran misión en la existencia que estamos relatando. Solo por enfermedad o atenciones perentorias de su carrera o de su destino dejaba de dar comunicaciones los días de la sesión mediumnica, aunque estuviera  en un banquete de familia, o reunión política, a la hora señalada todo lo dejaba para acudir al centro y dar su comunicación, sin obtener por este trabajo retribución alguna.
 Con la adquisición de tan buen médium en la Buena Nueva, Amalia comenzó a oír comunicaciones sensatas profundas consoladoras. Sin ser de carácter científico, no llegaban tampoco a la sencillez de las familiares;  eran instrucciones al alcance de todas las inteligencias sin llegar a la vulgaridad.
 Amalia inspirada por el Padre Germán recibió la comunicación de que él la protegería y que a través del médium Eduardo  le dictaría “Sus Memorias” y que en ellas aprendería a resignarse con la soledad de su alma, y daría lecciones a los desgraciados de la Tierra.  No hay que impacientarse por entrar en el templo de la ciencia, es decir tratar de llegar a obtener la sabiduría que en otros vemos, el camino no se puede recorrer todo, en una existencia. Contentémonos con ser en esta encarnación unos obreros de buena voluntad.
El progreso debe ser íntimo, el mejoramiento que pasa desapercibido a los ojos de la generalidad, porque todos tenemos muchos defectos que se asemejan a millones de átomos que solo se ven con un microscopio de los más avanzados, pero que a simple vista no se adivinan siquiera, porque no hay la menor sombra de ellos. Esos defectos no los ve la multitud que nos rodea, pero el individuo siente sus efectos, puesto que obra dominado por ellos, y existen muchas personas celebres por su talento, por su ciencia, y hasta por sus virtudes, pero que miradas por dentro, son como decía Jesús, “sepulcros blanqueados”.
 Decía nuestra querida Amalia, que cada defecto que se pierde, por pequeño que sea, es una hoja de laurel siempre lozana que se une a la gloriosa corona de nuestras virtudes. Nada vale el incienso del aplauso cuando uno se reconoce tan pequeño como los demás. No basta hacer el bien por rutina y por egoísmo, para adquirir fama de bueno. Es necesario sentir íntimamente el dolor de los demás y enjugar sus lágrimas diciendo: ¡que felicidad! ¡Aun sirvo de algo en la tierra, aun doy sombra a pesar de mi pequeñez!
 Hay que hacer un estudio de uno mismo y decir sin menosprecio: tengo tantos defectos, que con todos ellos no puedo ir por la senda del progreso. Es necesario destruir los más pequeños, por ejemplo, no es tarea fácil arrancar viejos vicios, porque tienen ondas raíces en nuestro modo de ser, y sucede muchas veces que se destruye un defecto infinitesimal y se crea uno nuevo de gran magnitud, lo que adelantamos ayer lo desandamos hoy y vuelta a empezar.Pero no hay mas remedio, sin el mejoramiento propio no se puede conseguir el progreso universal.
 Si el hombre mirara continuamente tal como hace el científico, el mundo de lo infinitamente pequeño, sí muchos terrenales trabajaran en su progreso intimo, resultaría el conjunto de un gran numero de virtudes puestas al servicio de la fraternidad y de la unión de razas y pueblos .Uno mismo ha de corregir sus defectos, ningún redentor podrá conducirlo al reino de los cielos.La verdad es muy amarga, su sabor muy desagradable, pero solo el conocimiento de las verdades eternas nos da la libertad que ambicionamos y los efectos que necesitamos para vivir relativamente tranquilos y gozar de las dulzuras de la vida ,por eso el estudio razonado del espiritismo es tan útil porque solo él nos dice:
 Nadie te salvará, no hay bastantes sacerdotes en la tierra para elevar plegarias y cantar responsos en bien del alma; todos los tesoros de la creación no son bastantes para comprar tu salvación eterna.
 Es el hombre quien teje la tela de su negro ropón o de su blanca túnica; es él mismo quien ha de pulimentar las piedras preciosas que han de brillar sobre sus cabellos, es el mismo quien ha de sembrar las flores odoríferas que han de brindarle su aroma embriagador; es el mismo hombre quien ha de amar a los pequeñitos, para que los niños salgan a su encuentro. El mismo ha de escribir su historia, porque de nada le sirven las crónicas escritas por escritores, ni las grandiosas mentiras de las historias de los pueblos. Es el mismo hombre quien tiene que escribir en su conciencia las memorias de su ayer.
 Estos consejos se los daba el Padre Germán a nuestra querida Amalia con una paciencia como  no hay en la Tierra.
 Solo uno mismo puede ganar su propia batalla. Nadie puede darnos ni bueno ni malo que afecte a nuestro espíritu, pues nosotros tenemos siempre la libre decisión de elegir y crear en nosotros lo bueno que nos hace crecer y ver cada día un horizonte más amplio y atrayente, o por el contrario elegir lo malo y hacer el mal, cegandonos y tropezando con los obstáculos o piedras que nos harán caer y sufrir con las heridas de nuestra mala elección y nuestros malos hechos.
 La siembra es libre, la cosecha obligatoria, y siempre esta producirá los frutos de las semillas que el hombre haya plantado.
- Mercedes CRuz-

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El Más Allá de la vida


¿Qué nos espera después de la muerte física?

Esta es una pregunta que muchos se hacen. Ante el desconocimiento de lo que nos aguarda, alimentan el terror ante la muerte. 
Personas hay, que ni siquiera osan mencionar la palabra, como si eso fuese a atraer el deceso para sí o para los suyos. Pero eso no impide que la muerte llegue.
El miedo a morir, en gran parte está en función del desconocimiento de que del más allá de la vida corporal, existe la verdadera, la vida espiritual.
Todavía algunos aún dudan, y es una certeza. El Dr. Raymond Moody Jr., con residencia en la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia, en los Estados Unidos, posee larga experiencia sobre el asunto.
Con varios libros publicados, él relata los casos de pacientes que tuvieron Experiencias de Casi Muerte, esto es, personas que sufrieron problemas graves que casi les llevaron a la muerte, pero retornaron, contando lo que les aconteció durante aquel periodo.
Todavía hay quienes tratan tales relatos como de alucinación, no se puede concebir que, al retornar al cuerpo, después de la muerte aparente, tales criaturas relaten hechos y situaciones, casi siempre confirmados.
Pero recientemente, el Dr. Moody pasó a analizar el caso de niños que sufrieron muerte aparente.
Porque- dice él- si el adulto tuvo tiempo para ser influenciado y modelado por las experiencias de su vida y creencias religiosas, los niños no están profundamente influenciados por el ambiente cultural y en ellos la experiencia adquiere un cierto frescor.
Es el caso de la niña de siete años que, al atravesar un trecho congelado de un río, cayó y se golpeó en la cabeza.  Desmayada, permaneció inconsciente durante doce horas.
Durante ese tiempo, el médico no sabía si ella iría a morir o a vivir. La niña se vió en un jardín extraordinariamente bello. con flores semejantes a dálias enormes.
Miró a su rededor y vió un ser. Se sintió amada y acogida calidamente ante su presencia. Fue una sensación deliciosa, como jamás había experimentado en su vida.
El Ser entonces, le dijo: ¿Tu vas a regresar?. Y ella respondió:
El le preguntó por qué ella quería retornar a su cuerpo y ella dijo: Porque mi madre me necesita.
Después ella se sintió descendiendo por un túnel. Despertó en la cama, se levantó y dijo: ¡Hola mamá !
Esa es una buena evidencia de que hay vida después de la muerte.
Proseguiremos viviendo, sí, porque el Espíritu es inmortal y habrá de retornar muchas veces aún, al escenario de la Tierra, hasta su completa depuración.
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Cuando los niños relatan sus Esperiencias de Casi Muerte, se constata que un número sorprendente de ellos se ven en cuerpos espirituales de adultos.
Tal hecho está llevando a exponentes de la Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis, a la conclusión de que el hombre no es un ser físico viviendo experiencias espirituales, sino que es un ser espiritual, temporalmente ligado a un cuerpo físico.
La Ciencia está llevando al hombre a reconocer las verdades ya propagadas desde la remota Antigüedad y divulgadas por Cristo.
Redacción de Momento Espírita, con base en el cap. 3,
del libro La Luz
 del Más Allá, de Raymond Moody, Jr.,

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Pietro Ubaldi
   LA LEY DE JUSTICIA


Contra el método de ataque y defensa, del mundo, solo el de la no resistencia, el del Evangelio,  lo resuelve. Nuestro ofensor, es el instrumento de la Ley de Justicia.


La sabiduría del mundo consiste en gran parte en el arte que practican los  astutos, seguidores del camino más corto, con la intención de escapar de la Ley. La lucha nace de esa forma de encarar la vida, y la finalidad  que explica esa lucha es la de desenvolver la inteligencia en sus niveles más bajos.

 Nuestra vida actual  está regida  por la ley de la lucha, en donde el más fuerte vence y domina. Esto significa que en todo momento estamos sujetos a recibir ataques. De ahí  la necesidad de una defensa. ¿Qué nos dice la ley al respecto? ¿Cómo resuelve ella el problema?  ¿Cuáles son nuestros derechos y deberes?  ¿Cuál es la conducta que nos  conduce a resultados mejores?  ¿Cuál debe ser nuestra reacción y ataque? ¿Cuál es el medio más sabio y ventajoso para resolver el caso?

Este es el punto donde más resalta la oposición entre el sistema del Evangelio y el del mundo. El primero sustenta la regla de la no resistencia, el segundo el uso de la reacción violenta. Se trata de leyes que pertenecen a dos niveles evolutivos diferentes, leyes verdaderas, cada una en su respectivo plano de la vida, al cual están adaptadas. Se trata de dos maneras de concebir, en función de puntos de referencia diferentes.

¿Cuándo recibimos un golpe, Sabemos de donde viene? Su origen puede, al principio, encontrarse  en una de estas tres causas: 1ª) El acaso, 2ª) la voluntad del agresor, 3ª) La voluntad de Dios. Observémoslas:

1ª) la teoría del acaso es inaceptable para quien sabe que el universo es un organismo cuyo funcionamiento es regulado por la Ley. Ningún sistema de esta naturaleza no puede haber dado lugar  para el acaso, sobretodo en lo que respecta al dolor, cosa tan importante, por sus causas y sus efectos, en el destino del hombre.

2ª) hemos visto que la voluntad del hombre  cerrada entre limites, es como la libertad del pez en el rió o el de un coche en una camino del cual no puede salir.

3ª) Quien establece  esos limites in transponibles es la regla cierta de todo movimiento dentro de ellos, es la voluntad de Dios, por El mismo escrita en Su Ley. Traspasar esos limites da origen al dolor.

Es posible, de ese modo, establecer la causa de lo que acontece y también de los ataques recibidos.

¡) Ella no está en el acaso.

2) Dentro de los límites marcados por la Ley o voluntad de Dios, la causa está en la voluntad del hombre. Esto le es permitido escoger entre lo cierto, permaneciendo en el orden de la Ley, y el errado saliendo de ese orden con la desobediencia.  Todo lo que es debido a la voluntad del hombre, se podría llamar de causa próxima. En este punto su vista miope se detiene, y no ve más allá, asegura haber atendido el punto final del problema.

3) Más, allá de las causas encargadas de dirigir el caso particular, dejando al hombre en libertad de manera que aprenda, para más allá de esas causas secundarias y periféricas, existe una causa mayor, principal y central, una causa de todas las otras causas menores,  que las dirige y domina, entonces, aquella que se juzga ser la única es la primera fuente  de los acontecimientos de la vida, no es sino una causa relativa, momentánea y aparente, un medio en que se realiza una causa mucho más distante verdadera, fundamental, absoluta y definitiva. Es lógico que esta otra causa tan diferente solo se pueda encontrar en el seno del último término, esto es, en Dios y en su voluntad, por encima de todas las cosas.

Acontece que esa causa mayor abraza y coordina  todas las causas menores movidas por el hombre, inclusive su libertad de oscilación entre la verdad y el error, el bien y el mal etc.…que tiene que obedecer y están sujetas a aquella causa mayor, que es la justicia de Dios. De ese modo, el hombre está libre para actuar  cierta o erradamente, sin embargo, más allá de eso su libertad no alcanza, pues actúa otra causa que es la Ley, esto es, la justicia de Dios con sus fatales reacciones contra la desobediencia.

No hay duda, el ataque que nos golpea es movido por  un ser, llamado, por eso, nuestro enemigo. Más, el es solo la causa próxima y es contra esta que, en nuestra miopía, comenzamos a luchar. ¿Más, como  se puede corregir el hecho hasta que  atendamos  sus causas profundas, practicando en ellas la actividad correcta?  Se explica así, el motivo por el cual el mundo, operando en la superficie, no recoge sino los resultados superficiales. En verdad, a pesar  de las armas pará la defensa  estar siempre en acción, los ataques vuelven a surgir continuamente de todos lados, quedando el problema sin solución. Y lo que siempre continua permaneciendo en pie  es la lucha continua de todos contra todos. Más, es lógico, no se puede curar una dolencia solo con el tratamiento de sus síntomas exteriores.


Así, el mundo queda en la superficie  del problema. Cada uno procura destruir sus enemigos, más no la causa que genera enemigos: procura apartar los golpes más no acusa lo que los produce. Para que el problema sea resuelto, eliminando en definitiva los efectos, lógicamente es necesario que sea removida no solamente la causa próxima  de ellos, más también su causa primera, de la que todo deriva. Sin embargo, el mundo de los hombres prácticos, que quedan apegados a la realidad, prefiere cuidar de las cosas próximas, porque estas son consideradas positivas, se tocan con las manos, mientras  se desconocen  las causas primeras, juzgadas teóricas, fuera de la realidad, no percibidas por los sentidos. Más, la causa del problema, que nació con el hombre y fue siempre encarado con este criterio, aun no está resuelto, después de tantos milenios, y aun subsiste, nos prueba que en estos casos esos hombres están herrados.
Ningún sistema centro periférico como el de nuestro universo, no puede haber camino que no lleve para Dios. ¿Solo en El, se puede encontrar la causa de todo?. ¿Más, como puede Dios ser la causa de los golpes que recibimos?  No hay duda, ellas salen de las manos de nuestros enemigos. ¿Más, si existe una Ley general del orden, como nos parece claramente demostrado, quien fue quien los dejo revelarse contra nosotros y por qué de una determinada forma y no de otra? ¿Como puede Dios dejar  que una función tan importante como la de Su justicia , quede abandonada en las manos de nuestros agresores, dejando a ellos el poder de juzgar  y punir, lo que solo a El puede pertenecer, porque es el único que sabe lo que hace? La reacción de la Ley ha de ser conforme a la justicia,  proporcionada a la calidad y extensión de nuestro error. ¿En un trabajo tan importante, que exige tanto  conocimiento, puede Dios, que todo lo dirige, ser dirigido por nuestros ofensores y tener que obedecer a la voluntad e ignorancia de ellos? ¿Qué pueden ellos saber de nuestros merecimientos? Desmoronaría todo el edificio de la Ley, basado en el orden y la justicia. Seria el caos en el seno de Dios. De todo eso se sigue que no puede surgir un ataque contra nosotros si no lo hubiéramos merecido. El hombre que lo ejecuta, sea quien sea,  es solo una cosa secundaria. Cualquier individuo, funcionando como instrumento, puede realizar eso cuando, por las cualidades que posee, se encuentra en las condiciones apropiadas. Entonces, aparecerá en nuestra vida un ofensor. Si esto no fuera posible de un modo, acontecerá con otro. Cualquiera que sean  nuestros poderes humanos, nadie podrá paralizar  el funcionamiento de la Ley en su punto fundamental “la justicia de Dios. Conforme esta justicia, nadie podrá llegar  hasta nosotros, si no hubiésemos, por nuestros errores, dejado las puertas abiertas.  Quedaremos. así, a merced de todos los atacantes, cualquiera que ellos sean, si lo hubiéramos merecido por la reacción de la Ley, que los hizo sus instrumentos.

Cuando el problema está encuadrado en esos términos, parece claro que la defensa que el mundo practica, limitada solo contra el ofensor, no solamente es inútil, más representa un nuevo error que se junta al viejo, aumentándolo. El remedio, entonces, es solo uno: no merecer, esto es, tener cuidado en preparar nuestro futuro no errando en ir contra la Ley y no mereciendo, así su reacción. Y si lo hubiéramos merecido, no hay que huir: es necesario pagar.  Podremos destruir con la fuerza todos los enemigos. Otros surgirán para perseguirnos, mientras no hayamos pagado todo.  Si construimos la casa de nuestro destino sobre las arenas movedizas de la prepotencia y de la injusticia, es lógico que ella caiga sobre las rígidas piedras de la justicia. Mientras tanto, todo depende de nosotros mismos y no de los otros. El enemigo que nos agrede somos nosotros mismos, que con error provocamos la reacción de la Ley que, por su vez, moviliza los elementos  apropiados para ejecutar esa reacción. Ahora se puede comprender mejor lo que tantas veces dijimos: quien hace el bien, como quien hace el mal, lo hace para si mismo. Por la justicia de Dios no puede haber un mal que no haya sido merecido. Esto no quiere decir  que la justicia de Dios, sola, por si misma,  quiere ejecutar el ataque contra nosotros. La divina justicia representa apenas la norma que regulariza y el poder que impone el desencadenamiento del ataque conforme la Ley, cuando lo hubiéramos merecido.

Por eso, nuestro enemigo, contra el cual apuntamos nuestras armas, no tiene poder alguno contra nosotros, más allá de aquel que nosotros mismos le conferimos con nuestras obras contra la Ley de Dios. Si nosotros destruyéramos  con  la fuerza ese enemigo, crecerá nuestra deuda ante la justicia de la Ley y con eso concederemos, a un número mayor de enemigos, poderes mayores  contra nosotros. ¿Qué se gana entonces utilizando el método del mundo? Aparece aquí la necesidad lógica de practicar el método de la no resistencia, porque el es el único que representa un verdadero sistema de defensa; paralizar al enemigo no paraliza el ataque, más si empeora nuestra posición, porque el: verdadero enemigo no es aquel que vemos. Se trata de una ilusión de nuestros sentidos, ilusión que cabe a la inteligencia deshacer.

Quien comprendió como funciona el juego de la vida que estamos explicando, cuando recibiera una ofensa, no reacciona contra su ofensor, porque sabe esto: el no tiene valor alguno, a no ser el de representar un instrumento ciego en las manos de Dios. Por eso, no merece ni odio, ni venganza. Quien comprendió esto, al recibir el ataque, lo acepta como lección de las manos de Dios, que con eso no quiere vengarse, ni punir, más si dirigirnos, para que salgamos, así del error y del sufrimiento. Que volvamos de ese modo, al orden de la Ley; mientras que usando el método del mundo, nos salimos más aun fuera de la dirección, aumentando deudas y sufrimientos. . y si alguien nos ofende sin haberlo merecido, el ataque no nos alcance, no nos penetre, y quien nos hiciera mal, no lo hace a nosotros, más si a si mismo. Todo vuelve a su origen. Quien es verdaderamente inocente es invulnerable a todos los asaltos. ¿Más, se encuentra por ventura, en nuestro mundo, alguien que sea completamente inocente?

Entonces, cuando alguien nos ataca, eso acontece conforme a la justicia de Dios. Nuestras cuentas son con Dios y no con nuestro enemigo. Si el nos hace mal, él rendirá también cuentas a Dios, y tendrá que pagarlas; más, eso no nos pertenece. Surgirán para él otros enemigos y ataques, para que siempre se cumpla, en relación   a todos, la justicia de Dios. Quien practique el mal, solo por eso, cualquiera que sea a pesar de funcionar como instrumento de Dios para corregir a su hermano y haberse aprovechado de la flaqueza de este, que dejó sus puertas abiertas, haciéndole mal, abre a su vez sus propias puertas, por las cuales otros enemigos están prestos a entrar, empleados por Dios como instrumentos de Su  justicia. Así,  también los malos son utilizados por Dios para generar el sufrimiento, cuya tarea es la de purificar a los buenos. La conclusión es que nadie puede recibir ofensa que no tenga merecida. En este caso, no nos resta sino henchir el pecho, procurando, antes de todo, pagar nuestra deuda, dejando a nuestros enemigos, cuando llegue su vez, pagar igualmente sus cuentas por el mal que nos hubieran hecho, porque la Ley es igual para todos. Hay una Divina Providencia para cada uno. Mas para ser justa, ella providencia el bien para los buenos y el mal para los malos.
- Pietro Ubaldi-

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