sábado, 3 de junio de 2017

La Doctrina Secreta


Sumario de temas para hoy:

-¿Usted que quiere de la vida?
- Esperanza, impulso de vida
-Lo que has venido a curar
-La Doctrina Secreta


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¿ Usted que quiere de la vida ?


¿Alguien ya le hizo esta pregunta: "Qué quiere usted de la vida ?. Si eso ya aconteció es una señal de alerta que no puede ser despreciada, o sea, están descubriendo que usted no tiene objetivos para vivir, que usted es de aquellas personas que van tocando la vida según los acontecimientos, sin visión de futuro. Si esto está sucediendo, ¡cuidado!.
No estamos reencarnados para "vivir por vivir", sino para combatir en nosotros las malas tendencias y trabajar incesantemente para hacer crecer nuestras virtudes. Entonces podemos decir que nuestro primer objetivo en la vida es aprender a amarnos.
Otro objetivo en cuanto a vivir, que es muy importante, es que estamos en esta existencia para aprender también a amar a nuestro prójimo. Por ese motivo el Espiritismo nos incentiva a trabajar la convivencia, cuando tenemos oportunidad de aprender a ejercitar la comprensión, la renuncia, la compasión, la gratitud, la cooperación y otras cualidades morales que nos ayuden a reparar el mal que por ventura hicimos a nuestros familiares en el pasado, o sea, en existencias anteriores.
Y aún tenemos un tercer objetivo para vivir: aprender a amar a Dios. Eso se da en la medida en que auxiliamos al planeta en su equilibrio natural; cooperando con el advenimiento de la justicia social; combatimos la guerra con la no violencia; estancamos la corrupción con la honestidad, o sea, cuando colocamos en acción la gran enseñanza de Jesús: hacer al otro solamente lo que nos gustaría que otro nos hiciese.
Ahora ya da para pensar con más profundidad sobre lo que estamos haciendo en la Tierra y responder mejor a la pregunta título de este texto: ¿ Usted que quiere de la vida ? 
Como espíritu inmortal, encarnado y sabedor de que la muerte no existe, no da más para dejar que la vida me lleve, ¿ No es lo mismo?, Y si usted está pensando que el dinero nace en un árbol y que la felicidad cae del cielo, no se engañe más. La ley divina es ley de evolución, pero quien acelera el proceso o se estaciona, somos nosotros mismos, y no existe nada peor que desencarnar y, en el mundo espiritual, recibir la noticia de que vamos a tener que recomenzar todo de nuevo.
Marcus De Mario es Educador; Escritor; Conferenciante y Consultor Empresarial.



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                ESPERANZA, IMPULSO DE VIDA


San Agustín: “La esperanza es imposible, si no hay algún amor”.
La fe es la confianza que tiene el hombre en su destino, teniendo una fe razonada nos ilumina el camino que tenemos que recorrer y nos da la voluntad y fuerza necesaria para salvar incluso, los mayores obstáculos que nos podamos encontrar a lo largo de nuestro transitar en la tierra. La esperanza es un sentimiento que impulsa el ánimo en aquello que deseamos o aspiramos y nos parece posible lograrlo.
La esperanza, muchas veces sirve como asidero moral para no caer en el desaliento, para no perder la serenidad, ni perder de vista aquello que se anhela alcanzar.
La esperanza es uno de los sentimientos más positivos y constructivos que pueda tener el ser humano. Nos ayuda a recorrer el camino que nos hemos trazado a la hora de vivir en la materia, con paciencia y confianza.
En la sociedad de hoy en día, con tanta tecnología, donde se vive tan deprisa hay poco espacio para la esperanza, donde todo lo que queremos se consigue apretando un botón, obteniéndolo con rapidez, teniendo la sensación de que el tiempo pasa muy deprisa y hay que aprovecharlo para conseguir las cosas que necesitamos o deseamos. Estableciendo relaciones superficiales, que no nos llenan, sin valorar todo lo que tenemos y lo que nos rodea.
En el momento que algo falla, que los planes no salen como queríamos, nos surge el pesimismo, las dudas, incluso la desesperación, creciendo dentro de nosotros el escepticismo pues, si nada esperas no hay decepción posible.
Lo que hay que entender es que no es malo caer en la lucha, sino el no ser capaz de ponerse en pie y volver a intentarlo. Nuestra vida es imperfecta, porque nosotros somos los imperfectos y tenemos mucho que trabajar para ir perfeccionándonos; nunca nos debemos cansar en esta guerra íntima que tenemos.  En estas batallas que libramos podemos encontrarnos con dos enemigos que nos pueden hacer mucho daño; el orgullo cuando nos va bien y la desesperación cuando las cosas nos van mal, siendo ésta segunda la peor, porque quien desespera ya ha perdido la mitad de la lucha y las sombras empiezan a crecer dentro de uno mismo, siendo más difícil sobreponerse a los obstáculos, trabas o pruebas con las que nos vamos encontrando durante nuestra envoltura carnal.
Siempre hay que dar un primer paso para llegar al final del camino que nos hemos trazado, y esos pasos es mejor darlos con disciplina y voluntad, para evitar los bandazos o vaivenes  que la irresponsabilidad nos pueda ocasionar por no tener las ideas claras de dónde quieres llegar. La disciplina es la responsable de que salgan con éxito todas las realizaciones elevadas, siendo la voluntad el motor que nos ayuda a realizarlas; de esta forma conseguimos ir cambiando, haciéndonos mejores, despertando interiormente el amor que nos guiará por la senda del bien.
La fe y la esperanza tienen un mismo objetivo, creer en algo que no se ve con los sentidos físicos.  Mientras que la fe  es un sentimiento innato que se tiene en el destino futuro. La esperanza es un sentimiento de espera en  cosas buenas que sucederán en el futuro, y con esa ilusión aguardamos el mañana.
Cuando no hay nada que nos mueva, esta virtud te anima a ir hacia adelante, es como una palanca que te impulsa a seguir el camino, a pensar que hay salida, te da la seguridad en momentos de obstáculos, de dificultades, donde la vida se hace dolorosa. Cuando pensamos que las pruebas que pasamos son superiores a nuestras fuerzas, nos da la convicción de que estas situaciones tienen fin y que vendrán tiempos mejores, proporcionándonos paz en el alma y fortaleza para seguir luchando. Teniendo la certeza de que nuestra vida no es estéril, que tiene un ¿por qué? y un ¿para qué?
La esperanza se aloja en nuestras creencias más íntimas, es como una conexión que nos une al Padre, que nos ayuda a sobreponernos a los desatinos, errores, a las caídas que podemos tener en nuestro peregrinar terrestre. Nos dice que por muchas pruebas u obstáculos que podamos encontrar en el camino, y que pase lo que pase, hay una luz al final del túnel.
Sólo cuando nos sentimos derrotados, cuando nos dejamos arrastrar por nuestros defectos, nuestras debilidades, con el peligro que supone dejar las puertas abiertas a los hermanitos oscurecidos, nos embarga el sentimiento de derrota, rompemos esa conexión y nos hunde en nuestra soledad, alejándonos de los demás y perdiendo el sentido de la vida. Es en ese momento cuando debemos parar y volver la vista hacia nosotros, analizar por qué nos encontramos en ese estado de ánimo y luchar por salir. Creyendo y sabiendo que,  renunciar a nosotros mismos y centrándonos en el compromiso de ayuda hacia los demás, nos dará el sentido que necesitamos a nuestra existencia; el ayudar a nuestro prójimo cubriendo sus necesidades y dándole comprensión, conseguiremos que se haga más grande el amor en nuestro interior.
Sólo nos tenemos que fijar en nuestros hijos pequeños, para ver la esperanza; son niños que aman a sus padres, y ese amor les hace confiar, no tener dudas en el porvenir; se sienten queridos, protegidos, cuidados. Que pase lo que pase nos tienen a su lado, en las ilusiones y en las decepciones, apoyándoles, animándoles, ayudándolos para que sigan adelante, sin miedo a cualquier derrota que pudieran sufrir, porque las caídas, si se vuelven a levantar, son enseñanzas que adquieren, en las que aprenden a ser mejores.
Es uno de los sentimientos más positivos y constructivos que puede experimentar el hombre, pues quien espera algo, se le abre el futuro para poder cimentar su camino en acciones positivas, dirigidas a los demás.
La paciencia es una característica importante de la esperanza, nos orienta para no precipitarnos por tomar decisiones, hacer cosas. Nos da tiempo para reflexionar sobre nosotros mismos, sobre la actitud que tenemos a la hora de acometer las responsabilidades y deberes que debemos asumir, analizando los posibles efectos que resultan de todas nuestras acciones o decisiones, pudiendo actuar en consecuencia.
Cuando se tiene fe, se tiene esperanza, que nace del amor y éste cuando lo ponemos en movimiento hace que surja la caridad.
Pensemos en una escalera con una barandilla, donde podemos pensar que los peldaños son la fe que nos invita a subir, apoyándonos en el posamanos que es la esperanza para no caernos o pararnos; mientras vamos tejiendo estos dos sentimientos dentro de nosotros, iremos desarrollando de forma natural el otro gran sentimiento la caridad;  en lo alto, al final de la escalera alcanzaríamos la plenitud.
En el sermón de la montaña Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá“. (Mateo. 7:7-11).
Acordémonos de pedirle al Padre por las necesidades de los demás y por las nuestras, porque Él siempre está ahí, ofreciéndonos toda la ayuda que podamos necesitar en nuestro tránsito por el mundo material.
La esperanza nace de la fe, de la fe en Dios y el amor que va creciendo en cada uno de nosotros, ese amor nos despierta la creencia de que Él está ahí, Fiel a sus promesas y está para ayudarnos, para proporcionarnos toda la asistencia que necesitamos en nuestro caminar hacia el desarrollo espiritual. Podemos necesitar más o menos tiempo, pero nuestra meta es llegar a la perfección.
 Gloria Quel ( Amor, Paz y Caridad)
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         LO QUE HAS VENIDO A CURAR
por Bruno J. Gimenes
Comprendo que no es tarea fácil descubrir exactamente qué es lo que hemos venido a curar en esta vida. Cuando me refiero a curar quiero decir que todos nosotros, entre nuestras diversas tareas, tenemos asimismo una misión más específica que cumplir en una experiencia de vida, que es la cura de nuestras emociones inferiores.
Cada uno de nosotros vivenciamos nuestra jornada envueltos en situaciones y acontecimientos que naturalmente nos llevan a la sintonía de las emociones específicas que tenemos. En suma, esas emociones son de dos naturalezas: positivas y negativas.
Dentro de las emociones positivas tenemos muchas, como la alegría, la satisfacción, la motivación, la iniciativa, el coraje, el ánimo, entre otras. En las negativas tenemos la ira, el miedo, la frustración, la ansiedad, la angustia, la desesperación, entre otras.
Cada ser humano es único en su conciencia y personalidad. La personalidad no es del cuerpo sino del alma. Eso quiere decir que nuestro temperamento nos acompaña hasta después de la muerte, o incluso antes de nacer. Aparte de eso, con el pasar de los años en una experiencia física, vamos creciendo, vamos haciéndonos adultos y así nos vamos impregnando con nuestras creencias personales acerca del mundo y de las cosas que nos pasan.
Como consecuencia de los acontecimientos seguimos reaccionando emocionalmente a todo lo que encontramos por delante, amigos, relaciones, trabajo, familia y diversión, porque todas las actitudes que adoptamos en nuestra vida, realmente todas, son para que tengamos unas emociones más controladas o más satisfactorias. Aunque no lo percibamos, todo lo que hacemos está influido por la forma en cómo nos sentimos emocionalmente respecto de absolutamente todo.
De esa forma, si una persona tiene fobia al tráfico, todos sus actos y planes de vida irán en el sentido de alejarse de situaciones que impliquen tráfico de vehículos y atascos. Si una persona tiene miedo a la soledad, todos sus actos y planes de vida irán en el sentido de alejarla de situaciones que tengan que ver con la soledad. Y la pregunta importante que debe hacerse es: ¿no podría ocurrir que una oportunidad increíble en la vida de una persona que sufre fobia al tráfico estuviese en la ciudad de São Paulo? ¿Y si esa oportunidad, que haría iluminarse la vida de esta persona, estuviese realmente en la “capital del tráfico”? ¿Perdería esa oportunidad por culpa de su fobia? ¿Perdería la posibilidad de ser enteramente feliz y de realizarse en diversos aspectos de su vida?
En el segundo caso supongamos que la persona tuviese que vivir sola, por ejemplo en el exterior, donde no conoce a nadie, y en esa situación se le presentase una increíble oportunidad de expansión de vida en todos los aspectos ¿qué haría la persona que sufre con la soledad? ¿Aceptaría ese reto o renunciaría sin pensarlo siquiera?
Leyendo el texto creo que puedes analizar cuáles situaciones no podrías siquiera pensar en enfrentar, debido a miedos, inseguridades y otras inferioridades. Ese es el objetivo de este artículo, que puedas hacer un análisis sincero, a fin de advertir si estás o no desperdiciando la oportunidad de ser feliz. En esos miedos están reveladas las principales emociones que hemos venido a curar, por tanto ¡atención!
No estoy aquí pasando por alto las emociones negativas que a menudo nos paralizan hasta el punto de no permitirnos actuar. Solo estoy previniendo que contemplamos el mundo por la lente de nuestras emociones inferiores, por tanto esas emociones contaminan nuestra vida.
Entonces, si ellas contaminan nuestra existencia, para ser más felices hemos de comprender cuáles son nuestras emociones inferiores más prominentes, a fin de apuntarnos a una propuesta personal de cura y auto-conocimiento.
¿Qué has venido a curar? O mejor, ¿qué emociones has venido a curar? ¿El miedo a la soledad? ¿La necesidad de ser aceptado y reconocido? ¿Has venido a curar el sentimiento de abandono? ¿Has venido a curar el sentimiento de rechazo? ¿Has venido a curar la ansiedad? ¿El miedo a la pérdida? ¿La dependencia emocional? ¿La falta de paciencia? ¿La irritación?
Procura descubrir qué es lo que has venido a curar, para seguidamente percibir que tomas todas las actitudes en el sentido de mantenerte lo más lejos posible de las emociones que aún tienes que cincelar.
Con ese nuevo prisma y con esa consciencia, estoy seguro de que poco a poco empezarás a alinearte cada vez más con el sentido de la misión de tu alma, y con ello encontrarás un camino de felicidad naturalmente.
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                     La Doctrina Secreta


      ¿Cuál es la verdadera doctrina de Cristo? Sus principios esenciales se encuentran claramente enunciados en los Evangelios. Es la paternidad universal de Dios y la fraternidad de los hombres, con las consecuencias morales que de ahí resultan; es la vida inmortal a todos concedida y que a cada uno permite en sí mismo realizar «el reino de Dios», esto es, la perfección, por el desprendimiento de los bienes materiales, por el perdón de las injurias y el amor al prójimo.
Para Jesús, en una sola palabra, toda la religión, toda la filosofía consiste en el amor:
"Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian y orad por los que os persiguen y calumnian; para ser hijos de vuestro Padre que está en los cielos, el cual hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos. Porque, si no amáis sino a los que os aman, ¿qué recompensa debéis tener por eso?" (Mateo, V, 44 y sigts.).
De ese amor el mismo Dios nos da el ejemplo, porque sus brazos están siempre abiertos para el pecador:
"Así, vuestro Padre que está en los cielos no quiere que perezca uno solo de esos pequeñitos."
El sermón de la montaña resume, en trazos indelebles, las instrucciones populares de Jesús. En él es expresada la ley moral bajo una forma que jamás fue igualada.
Los hombres ahí aprenden que no hay mas seguros medios de elevación que las virtudes humildes y escondidas.
"Bienaventurados los pobres de espíritu (o sea, los espíritus simples y rectos), porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados.
Bienaventurados los que son misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. - Bienaventurados los limpios de corazón, porque esos verán a Dios." (Mateo, V, 1 a 12; Lucas, VI, 20 a 25).
Lo que Jesús quiere no es un culto fastuoso, no es una religión sacerdotal, opulenta de ceremonias y practicas que sofocan el pensamiento, no; es un culto simple y puro, todo sentimiento, consistiendo en la relación directa, sin intermediario, de la consciencia humana con Dios, que es su Padre:
"Es llegado el tiempo en que los verdaderos adoradores han de adorar al Padre en espíritu y verdad, porque ellos, también, serán los que lo adoren. Dios es espíritu, y en espíritu y verdad es que deben adorar los que lo adoran."
El ascetismo es cosa vana, Jesús se limita a orar y a meditar, en los sitios solitarios, en los templos naturales que tienen por columnas las montañas, por cúpula la bóveda de los cielos, y de donde el pensamiento mas libremente se eleva al Creador.
A los que imaginan salvarse por medio del ayuno y de la abstinencia, dice:
"No es lo que entra por la boca lo que mancha al hombre, y sí lo que de ella sale."
A los rezadores de largas oraciones:
"Vuestro Padre sabe de lo que carecéis, antes de que lo pidáis."
El no exige sino la caridad, la bondad, la simplicidad:
"No juzguéis y no seréis juzgados. Perdonad y seréis perdonados. Sed misericordiosos como vuestro Padre celeste es misericordioso. Dar es mas dulce que recibir".
"Aquel que se humilla será exaltado; el que se exalta será humillado".
"Que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, a fin de que tu limosna quede en secreto; y entonces tu Padre que ve en el secreto, te la retribuirá".

Y todo se resume en estas palabras de elocuente concisión:
"Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos y sed perfectos como vuestro Padre celeste es perfecto. En eso se encierran toda la ley y los profetas. "


     Bajo la suave y tierna palabra de Jesús, toda impregnada del sentimiento de la naturaleza, esa doctrina se reviste de un encanto irresistible, penetrante. Ella está saturada de tierna solicitud por los débiles y por los desheredados. Es la glorificación, la exaltación de la pobreza y de la simplicidad. Los bienes materiales nos tornan esclavos; engrillan al hombrea la Tierra. La riqueza es un estorbo; impide los vuelos del alma y la retienen lejos del «reino de Dios». La renuncia, la humildad, desatan esos lazos y facilitan la ascensión hacia la luz.
    Por eso es que la doctrina evangélica permaneció a través de los siglos como la expresión máxima del espiritualismo, el supremo remedio a los males terrestres, la consolación de las almas afligidas en esta travesía de la vida, sembrada de tantas lagrimas y angustias. Es todavía ella la que hace, a despecho de los elementos extraños que vinieran a mezclarle, toda su grandeza, todo el poder moral del Cristianismo.


  La doctrina secreta iba mas lejos. Bajo el velo de las parábolas y de las ficciones, ocultaba concepciones profundas. en lo que se refiere a esa inmortalidad prometida a todos, le definía las formas afirmando la sucesión de las existencias terrestres, en las cuales el alma, reencarnada en nuevos cuerpos, sufriría las consecuencias de sus vidas anteriores y prepararía las condiciones de su destino futuro. Enseñaba la pluralidad de los mundos habitados, las alternancias de vida de cada ser: en el mundo terrestre, en que él reaparece por el nacimiento, en el mundo espiritual, al que regresa por la muerte, cogiendo en uno y otro de esos medios los frutos buenos o malos de su pasado, Enseñaba la íntima ligación y la solidaridad de esos dos mundos y, por consiguiente, la comunicación posible del hombre con los espíritus de los muertos que pueblan el espacio ilimitado.
De ahí el amor activo, no solamente por los que sufren en la esfera de la existencia terrestre, mas también por las almas que en torno a nosotros vagan atormentadas por dolorosos recuerdos. De ahí la dedicación que se deben las dos humanidades, visible e invisible, la ley de fraternidad en la vida y en la muerte, y la celebración de lo que llamaban «los misterios», la comunión por el pensamiento y por el corazón con los que, Espíritus buenos o mediocres, inferiores o elevados, componen ese mundo invisible que nos rodea, y sobre el cual se abren esos dos pórticos por donde todos los seres alternativamente pasan: la cuna y la tumba.
      La ley de la reencarnación se encuentra indicada en muchos pasajes del Evangelio y debe ser considerada bajo dos aspectos diferentes: la vuelta a la carne, para los Espíritus en vías de perfeccionamiento; la reencarnación de los Espíritus enviados en misión a la Tierra.
En su conversación con Nicodemos, Jesús así se expresa:
"En verdad te digo que, si alguien no renace de nuevo, no podrá ver el reino de Dios." Le objeta Nicodemos: "¿Como puede un hombre nacer, siendo ya viejo?" Jesús responde: En verdad te digo que, si un hombre no renace del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. El que es nacido de la carne es carne, y el que es nacido del espíritu es espíritu. No te maravilles de que te diga: os importa nacer otra vez. El viento sopla donde quiere y tu oyes su voz, mas no sabes de donde viene ni para donde va. Así es todo aquel que es nacido del espíritu." (Juan, III, 3 a 8).Jesús acrecienta estas palabras significativas:
"Tu eres maestro en Israel y no sabes estas cosas?"
Lo que demuestra que no se trataba del bautismo, que era conocido por los judíos y por Nicodemos, y sí precisamente de la reencarnación ya enseñada en el «Zohar», libro sagrado de los hebreos .
Ese viento, o ese espíritu que sopla donde le place, es el alma que escoge un nuevo cuerpo, nueva morada, sin que los hombres sepan de donde vienen, ni para donde van. Es la única explicación satisfactoria.


     En la Cábala hebraica, el agua era la materia primordial, el elemento fructificador. Cuanto la expresión Espíritu Santo, que se encuentra en el texto y que lo torna incomprensible, es preciso notar que la palabra santo en él no se encuentra en su origen y que fue ahí introducida mucho tiempo después, como se dio en varios otros casos. Es preciso, por consiguiente, leer: renacer de la materia y del espíritu.


    En otra ocasión, a propósito de un ciego de nacimiento, encontrado de paso, los discípulos preguntan a Jesús:
 Ver nota complementaria nº 5.
 Ver Bellemare, "Espirita y Cristiano", págs. 351 y siguientes.
"Maestro, quien fue el que pecó? Fue este hombre, o su, padre, o su madre, para que él haya nacido ciego?" (Juan,IX. y 2).
    La pregunta indica, antes de todo, que los discípulos atribuían la enfermedad del ciego a una expiación. En su pensamiento, la falta precediera a la punición; había sido su causa primordial. Es la ley de la consecuencia de los actos, fijando las condiciones del destino. Se trata ahí de un ciego de nacimiento; la falta no se puede explicar sino por una existencia anterior.


     De ahí esa idea de la penitencia, que reaparece en cada momento en las Escrituras: «Haced penitencia», dicen ellas constantemente, o sea, practicar la reparación, que es el fin de vuestra nueva existencia; retificad vuestro pasado, espiritualizáos, porque no saldreís del dominio terrestre, del círculo de las pruebas, sino después de «Que hayaís pagado hasta el último ceitil.» (Mateo, V, 26).
      En vano han buscado los teólogos explicar de otro modo, que no sea por la reencarnación, ese pasaje del Evangelio. Llegaran a razonamientos, por lo menos, extraños. Así fue que o sínodo de Amsterdarn no pudo salirse de la dificultad sino con esta declaración: «El ciego de nacimiento había pecado en el seno de su madre» .
Era también opinión corriente, en esa época, que Espíritus eminentes venían, en nuevas encarnaciones, a continuar, a concluir misiones interrumpidas por la muerte.


    Elías, por ejemplo, volvió a la Tierra en la persona de Juan el Bautista. Jesús lo afirma en estos términos, dirigiéndose a la multitud:
"¿Que salisteis a ver? Un profeta? sí, yo os lo declaro es más que un profeta. Y, si lo queréis comprender, él es el propio Elías que debía venir. - El que tenga oídos para oír, oiga." (Mateo, XI, 9, 14 y 15.)
Mas tarde, después de la decapitación de Juan el Bautista, él lo repite a los discípulos:
"Y sus discípulos lo interrogan, diciendo: ¿Porque, pues. dicen los escribas que importa que haya venido primeramente Elías?
- El, respondiendo, les dice:
Elías, ciertamente, debía venir y restablecer todas las cosas. Mas os lo digo: Elías ya vino y ellos no lo conocieron antes le hicieron cuanto quisieron. - Entonces, entendieron sus discípulos que de Juan el Bautista es que él les hablara." Mateo. XVII,10, 11, 12 y 15).
Así, para Jesús, como para los discípulos, Elías y Juan el Bautista eran la misma y única individualidad. Ahora, habiendo esa individualidad revestido sucesivamente dos cuerpos, semejante hecho no se puede explicar sino por la, ley de la reencarnación.
En una circunstancia memorable, Jesús pregunta a sus discípulos: ¿Que dicen del hijo del hombre?
Y ellos le responden:
"Unos dicen: es Juan el Bautista; otros, Elías; otros, Jeremías u otro de los profetas." (Mateo, XVI, 13, 14; Marcos, VIII, 28).


    Esa parábola adquiere mayor relevancia por el hecho de ser el agua, para los judíos cabalistas, la representación de la materia, el elemento primitivo, lo que llamaríamos hoy el éter cósmico.

    Jesús no protesta contra esa opinión como doctrina, del mismo modo que no protestara en el caso del ciego de nacimiento. Además, la idea de la pluralidad de las vidas, de los sucesivos grados a recorrer para elevarse a la perfección, no se encuentra implícitamente contenida en estas palabras memorables: «Sed perfectos como vuestro Padre celeste es perfecto» ¿Cómo podría el alma humana alcanzar ese estado de perfección en una única existencia?
De nuevo encontramos la doctrina secreta, disimulada bajo velos mas o menos transparentes, en las obras de los apóstoles y de los padres de la Iglesia de los primeros siglos. No podían estos de ella hablar abiertamente, De ahí las oscuridades de su lenguaje.
A los primeros fieles escribía Barnabé:
“Tanto cuanto pude, creo haberme explicado con simplicidad y nada haber omitido de lo que puede contribuir para vuestra instrucción y salvación, en lo que se refiere a las cosas presentes, porque si os escribiese respecto a las cosas futuras, no comprenderíais porque ellas están expresadas en parábolas.”


    En observancia a esas reglas es que un discípulo de San Pablo, Hermas, describe la ley de la reencarnación bajo la figura de “piedras blancas, cuadradas y lapidadas”, sacadas del agua para servir en la construcción de un edificio espiritual. (Libro del Pastor, III, XVI,3,5).
“¿Porque fueran esas piedras sacadas de un lugar profundo y enseguida empleadas en la estructura de esa torre, pues que ya estaban animadas por el espíritu? - Era necesario, me dijo el señor, que, antes de ser admitidas en el edificio, fuesen trabajadas por medio del agua. No podrían entrar en el reino de Dios de otra manera que no fuese despojándose de la imperfección de su primera vida."


   Evidentemente esas piedras son las almas de los hombres; las aguas (16) son las regiones oscuras, inferiores, las vidas materiales, vidas de dolor y pruebas, durante las cuales las almas son lapidadas, pulidas, lentamente preparadas, a fin de tomar lugar un día en el edificio de la vida superior, de la vida celeste. Hay en eso un símbolo perfecto de la reencarnación, cuya idea era aun admitida en el siglo III y divulgada entre los cristianos.
Entre los padres de la Iglesia, Orígenes es uno de los que mas elocuentemente se pronunciara a favor de la pluralidad de las existencias. Respetable su autoridad, San Jerónimo lo considera, «después de los apóstoles, el gran maestro de la Iglesia, verdad, dice él, que solo la ignorancia podría negar». S. Jerónimo tiene tal admiración por Orígenes que asumiría, escribe, todas las calumnias de las que él fue blanco, ya que, por ese precio, él, Jerónimo, pudiese tener su profunda ciencia de las Escrituras.


    En su célebre libro, «De los Principios», Orígenes desarrolla los más vigorosos argumentos que muestran, la preexistencia y la sobrevivencia de las almas en otros cuerpos, en una palabra, en la sucesión de las vidas, el correctivo necesario para la aparente desigualdad de las condiciones humanas, una compensación al mal físico, como al sufrimiento moral que parece reinar en el mundo, si no se admite mas que una única existencia terrestre para cada alma. Orígenes yerra, todavía, en un punto. Es cuando supone que la unión del espíritu al cuerpo es siempre un castigo. Él pierde de vista la necesidad de la educación de las almas y la laboriosa realización del progreso.


    Esa parábola adquiere mayor relevancia por el hecho de ser el agua, para los judíos cabalistas, la representación de la materia, el elemento primitivo, lo que llamaríamos hoy el éter cósmico.
Una errónea opinión se introdujo en muchos centros, respecto a las doctrinas de Orígenes, en general, es de la pluralidad de las existencias en particular, que pretenden haber sido condenadas, primero por el concilio de Calcedonia, y mas tarde por el quinto concilio de Constantinopla. Ahora, si nos remontamos a las fuentes (17), reconoceremos que esos concilios rechazaron, no la creencia en la pluralidad de las existencias, y sí, simplemente la preexistencia del alma, tal como la enseñaba Orígenes, bajo esta manera particular: que los hombres eran ángeles caídos y que el punto de partida había sido para todos la naturaleza angélica.
En realidad, la cuestión de la pluralidad de las existencias del alma jamás fue resuelta por los concilios. Permaneció abierta a las resoluciones de la Iglesia en el futuro, y es ese un punto que se hace preciso resolver.
Como la ley de los renacimientos, la pluralidad de los mundos se encuentra indicada en el Evangelio, en forma de parábola:
"Hay muchas moradas en la casa de mi Padre. Yo voy a prepararos un lugar, y, después que haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo, a fin de que donde yo esté, vosotros estéis también."(Juan,XIV,2 y 3).
La casa del Padre es el infinito cielo; las moradas prometidas son los mundos que recorren el espacio, esferas de luz ante las cuales nuestra pobre Tierra no es mas que un mezquino y oscuro planeta. Es para esos mundos que Jesús guiará a las almas que se unieren a él y a su doctrina, mundos que le son familiares y donde nos sabrá preparar un lugar, conforme a nuestros méritos.
Orígenes comenta esas palabras en términos positivos:
"El Señor hace alusión a las diferentes estaciones que deben las almas ocupar, después que se hubieren despojado de sus cuerpos actuales y se hubieren revestido de otros nuevos."

- La Luz del Porvenir-

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