viernes, 25 de febrero de 2011

Momento espírita


UN BRAZO AMIGO


Aquella era una noche como otra cualquiera para aquel mozo que volvía para casa por el mismo camino de siempre, desde hacía tres años.

El seguía con su bengala para identificar los accidentes en el camino, que eran sus puntos de referencia, como todo deficiente visual.

Más, aquella noche, un cambio significativo había acontecido en su camino: un pequeño arbusto, que le servía de punto de referencia y estaba allí por la mañana, había sido arrancado.

La calle estaba desierta y el no conseguía encontrar el camino de casa. Andó por algún tiempo, y percibió que se había apartado bastante de su ruta, pues verifico que estaba en un puente sobre el rio que separa la ciudad de la ciudad vecina.

Era preciso encontrar el camino de regreso. ¿Más como, sin el auxilio de la visión?

Comenzó a tantear su bengala, cuando una voz trémula de mujer le pregunto:

¿El señor está encontrando alguna dificultad?

-Me parece que me perdí, respondió el rapaz.

-Fue lo que pensé, comento la mujer.

-¿Quiere que lo acompañe a algún lugar?

El rapaz le dió la dirección y ella, ofreciéndoles el brazo, lo condujo hasta la puerta de su casa.

-No sé como agradecerle, dijo el mozo.

-Yo es que le debo un sincero agradecimiento, respondió ella, con voz firme.

-No comprendo, respondió el chaval.

Y la joven señora entonces explico:

-Hace una semana mi marido me abandono. Yo estaba en aquel puente para suicidarme, pues generalmente a aquella hora está desierto. Ahí encontré al señor tanteando sin rumbo y cambie de idea.

La mujer dijo buenas noches, agradezco una vez más, y desapareció en la calle desierta.

*** ***********
También, en nuestras vidas, tal vez hayamos pasado por experiencias semejantes a la de los personajes de esta historia.

¿Cuántas veces hemos sentido el deseo de desaparecer, para poner fin al sufrimiento que nos visita y un brazo amigo nos sustenta antes de la caída?

O, quizá, ya tengamos nuestros sentidos perdido, sin rumbo, sin esperanza, y una voz se hizo oír y nos indicó una salida.

¿Quién no ha sentido en esa situación, viviendo ahora como el alivio que viene, o como socorrido?

Todo eso nos da la certeza de que nunca estamos solos.

Alguien invisible vela por nosotros y nos ofrece un brazo amigo en las horas de desesperación. O, entonces, nos inspira para ofrecer nuestro apoyo a alguien que está a la vera del abismo.

A ese alguien es el que algunos llaman ángel de la guarda y otros espíritus protectores. No importa el nombre que les demos, lo que importa es que sigan con nosotros por la vida, sin cansancio.


¡Piense en eso!

¿Usted acostumbra mirar a su alrededor, en el día a día?

¿Acostumbra a prestar atención a aquellos que siguen con usted por el mismo camino?

Si ya tiene el hábito y la sensibilidad de preocuparse por sus semejantes, tal vez haya sido un ángel de esos para alguien en desesperación.

Y si aun no había pensado en eso, piense ahora. Y comience a ser un brazo amigo siempre dispuesto a conducir a alguien con seguridad.


Redacción de Momento Espirita.

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