jueves, 10 de febrero de 2011

Mente y cerebro

LA MENTE NO PERTENECE AL CEREBRO Y EL CEREBRO NO EXPLICA LA MENTE.

En los últimos años, la neurociencia sufrió una explosión en el campo de la investigación. Cada día, surgen nuevas técnicas, como mapas cerebrales, que pueden tirar fotos instantáneas del flujo sanguíneo del órgano, y tubos de vidrio microscópicos, que inyectan pocas moléculas de un medicamento, directamente, en el neurónio. “Todas esas innovaciones ayudaran a revelar la organización del cerebro con detalles.”

    Nuestro cerebro representa, apenas, 2% del peso total del cuerpo, más posee, según investigaciones actuales, aproximadamente, 100 billones de neurónio [células nerviosas cerebrales], siendo que, en algunas de sus partes, para realizar sus funciones, aglomera, hasta, 5 millones deneuronios de una sola vez y es capaz de producir cerca de 1000 trillones de conexiones. Como los neurónio están en actividad permanente, el consumo de energía es grande, motivo por el cual el cerebro consume 20% de oxigeno diario, necesario para el cuerpo. Se sabe, hoy, que el cerebro contiene 78% de agua, 10% de grasa, 8% de proteína, 1% de carbohidrato, 1% de sal y 2% de otros componentes. La mitad del cerebro está constituida de sustancia blanca y, si esa sustancia de un único cerebro humano fuese desarrollada, formaría un cordón, largo lo suficiente para dar dos vueltas alrededor del globo terrestre.

Cuando está ligado y consciente, el circuito gelatinoso se agita en un tráfico de pensamientos, impresiones, ansias, conflictos, preocupaciones, curiosidades e intenciones. Desde el latir del corazón, al movimiento del intestino, la producción de nuevas células sanguíneas y, hasta, el erizar de los pelos de nuestro brazo, cuando nos asustamos, es controlada por el sistema nervioso y, en última instancia, por el cerebro. “En las estancias de semejante cabina, de cuya intimidad la criatura expide las ordenes y decisiones con que traza el propio destino, tenemos, en el cortex [corresponde a la camada más externa del cerebro], los centros de la visión, de la audición, del tacto, del olfato, del gusto, de la palabra hablada o escrita, de la memoria y de múltiples automatismos en conexión con los mecanismos de la mente, configurando los poderes de la memoria profunda, del discernimiento, del análisis, de la reflexión, del entendimientos y de los multiformes valores morales de que el ser se enriquece en el trabajo de la propia sublimación.”

En los planos de los “lóbulos frontales, silenciosos aun para la investigación científica del mundo, yacen materiales de orden sublime, que conquistaremos, gradualmente, en el esfuerzo de ascensión, representando la parte más noble de nuestro organismo divino en evolución. “ .

 A pesar de ese silencio, actualmente, los neurocientistas no tienen más miedo de hablar, públicamente, sobre conciencia y como el cerebro produce la mente. Según pesquisidores, la experiencia espiritual de las personas puede ser explicada por la “ausencia” de actividad en una de las regiones del cerebro, más, especialmente en el lóbulo parietal derecho, donde se procesa las preferencias y gustos personales, y donde se “reconocen las habilidades y los intereses amorosos de la persona, por tanto, responsables por la afirmación de la identidad individual, según Brick Johnston, de la Universidad de Missouri-EUA. “.

 El estudio sugiere que las personas que tienen esa región menos activa, con menos “definidores propios”, son las más susceptibles para llevar vida espiritualizadas. Lo expuesto también sugiere que una de las principales características de la experiencia espiritual es la abnegación, un comportamiento anti egoísta, según Johnston. (5) En verdad, “el cerebro es el instrumento que traduce a la mente, el manantial de nuestros pensamientos. A través de ella, pues, nos unimos a la luz o a las tinieblas, al bien o al mal.”

Aunque intenten explicar (solo por los fenómenos físicos), por la práctica de los neurologuitas, toda clase de fenómenos intelectuales, y, hasta “espirituales”, a través de las acciones combinadas del sistema nervioso; y, en que pese a la Ciencia haber tenidos certezas irrefutables, como, por ejemplo, la de que una lesión orgánica hace cesar la manifestación que le corresponde, y que la destrucción de una red nerviosa hace desaparecer una facultad, ella, sin embargo, está infinitamente limitada para explicar los fenómenos del espíritu. En razón de semejante situación, no podemos apartar la verdad de la influencia de orden espiritual e invisible en el cerebro. Se hace menester, también, comprender, no al alma aislada del cuerpo, más ligada a ese cuerpo, el cual representan su forma objetiva, con un aglomerado de materias imprescindibles a su condición de tangibilidad, animadas por su voluntad y por sus atributos inmortales.

Sobre la cuestión de la mente, esta no pertenece al cerebro y el cerebro no explica la mente, aunque exista una interacción entre los dos. La mente es una entidad independiente, es una segregación cerebral. El cerebro es el medio que expresa la inteligencia en el mundo material. Por eso, la mayoría de los estudiosos de la mente humana hace de la inteligencia un atributo del cerebro. Hay una diferenciación significativa entre la investigación académica con bies, nítidamente, materialista, y la ciencia espirita, pues, mientras la ciencia humana hace del cerebro el excretor de la inteligencia, la ciencia espirita hace del cerebro un instrumento del espíritu, que es el ser inteligente individualizado. Mientras, es importante que el Espiritismo y la Ciencia se complementen, hasta porque, las leyes del mundo espiritual y las leyes del mundo material son fases de una realidad común, - la vida.

El cerebro se asemeja a complicado laboratorio “donde el espíritu, prodigioso alquimista, efectúa inimaginables asociaciones atómicas y moleculares, necesarias a las exteriorizaciones inteligentes.”

 Todo el campo nervioso de la criatura constituye la representación de las potencias periespiritico, vigorosamente, conquistadas por el ser, a través de milenios y milenios. “El cerebro real es un aparejo de los más complejos en el que nuestro <> refleja la vida. A través de él, sentimos los fenómenos exteriores según nuestra capacidad receptiva, que es determinada por la experiencia; por eso, varia el de criatura a criatura, en virtud de la multiplicidad de las posiciones en la escala evolutiva. 

Existen los que reciben las sensaciones exteriores y los que recogen las impresiones de la conciencia. “En todo el cosmos celular, agitándose interruptores y conductores, elementos de emisión y de recepción. La mente es la orientadora de ese universo microscópico, en el que billones de corpúsculos y energías multiformes se consagran a su servicio. Nuestro mundo interno, del punto de vista mental, no es estático, y las ideas no están, rígidamente, establecidas. “La Mente tiene la dinámica de un mosaico de luces que se proyectan por la conciencia que se contrae o expande delante de lo que nos emociona.”

     De ese Universo abstracto, “emanan las corrientes de la voluntad, determinando vasta red de estímulos, reaccionando ante las exigencias del paisaje externo, o atendiendo a las sugestiones de las zonas interiores.”
Nervios, zona motora y lóbulos, en el cuerpo carnal, traduciendo impulsividad, experiencia y nociones superiores del alma, constituyen campos de fijación de la mente encarnada o desencarnada. “Para que nuestra mente prosiga en la dirección de lo alto, es indispensable se equilibre, valiéndose de las conquistas pasadas, para orientar los servicios presentes, y amparándose, al mismo tiempo, en esperanza que fluye, cristalina y bella, de la fuente superior del idealismo elevado; a través de esa fuente, ella puede captar, del plano divino, las energías restauradoras, construyendo así el futuro santificante.”

El alma es el centro de todo – emociones, pensamientos, etc.; el cerebro es su instrumento, facilitando la coordinación del cuerpo y sirviendo de canal para las múltiples manifestaciones del alma. La experiencia de cada uno de nosotros es medida por el referencial de imágenes mentales que creamos y almacenamos sobre el mundo donde vivimos. Cada objeto, cada palabra, cada sensación es cargada de un potencial simbólico que desencadena en nosotros la capacidad de crear imágenes vivas de la realidad. La ciencia sobretodo la neurociencia, a pesar de los nítidos avances, aun no admite, integralmente, esa conclusión, insistiendo que todo está en las funciones cerebrales: el lenguaje, el pensamiento, la coordinación motora, la emoción, y mucho más. Eso, porque insiste en tomar el efecto por la causa. En la cuestión 370 de “El Libro de los Espíritus”, tenemos la solución para los problemas creados por el reduccionismo materialista: “¿De la influencia de los órganos se puede deducir la existencia de una relación entre el desenvolvimiento del cerebro y el de las facultades morales e intelectuales? Indaga Kardec. Y los Emisarios de Cristo nos explican: “No confundáis el efecto con la causa. El Espíritu dispone siempre de las facultades que le son propias. Por tanto, no son los órganos los que dan las facultades, y si  son estas las que impulsan el desenvolvimiento de los órganos.”

El hombre no puede ser el cerebro. Innumerables experiencias de casi muerte, de sonambulismo, de hipnosis conducida, de regresión a vidas pasadas, y la extensa bibliografía de fenómenos mediúmnicos, desmienten, categóricamente, esa idea de que los neuronio cerebrales responden por el ser humano. “Por tanto, el pensamiento, así como la conciencia, no moran en los neuronio, más viven en lo intimo del alma inmortal, que lleva para todo el siempre, como conquista inalienable, el amor y la sabiduría.”

Jorge Hessen

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