viernes, 25 de febrero de 2011

Espiritistas sin Cristo

Aun encontramos hermanos “espiritas” que cuestionan el aspecto cristiano de la Tercera Revelación. Niegan la excelsitud de Jesucristo con evidente y enfermo descontrol emocional, refiriéndose al Maestro como si Él fuese un hombre vulgar. Para esos seres atontados en sus fanfarronerías imaginarias, alertamos lo siguiente: El Espiritismo es Cristiano, Si!


El gran maestro espiritual Emmanuel elucida la cuestión diciendo que “solamente el Cristianismo restaurado puede salvar el mundo que se pierde. Nuestra misión es esencialmente cristiana, en la restauración de la fe viva y en la re vivencia de las tradiciones simples de los tiempos apostólicos. No tenemos la presunción de pedir el atestado de óbito de escuelas religiosas, ni deseamos establecer la lucha dogmatica y el sectarismo. Deseamos tan solo reavivar la creencia pura, a fin de que el hombre, en la calidad de heredero divino, pueda entrar en la gloria espiritual de la comprensión de Jesucristo. (1)

Si aceptamos los preceptos de la Doctrina Espirita, no podemos negarle fidelidad. Previniendo esos indeseables movimientos en nuestras huestes, las falanges de las tinieblas han organizado e investido curo contra el Espiritismo Cristiano. Los genios de las sombras del más allá desean desintegrar a Cristo y el Cristianismo del contexto Espirita. No podemos permitir eso JAMÁS. Han surgido, últimamente, muchas practicas absurdas en el movimiento espirita y precisamos orar y vigilar más. Espiritismo sin Cristo pierde sentido como proyecto de evangelización humana.

El Espiritismo sin Cristo pierde el rumbo. El iluminado Chico Xavier advirtió: “Si quitamos a Cristo del Espiritismo, será comedia. Si quitamos el aspecto cristiano del Espiritismo, será un negocio. La Doctrina Espirita es ciencia, filosofía y religión. ¿Si quitamos la religión que es lo que queda? Jesús está en nuestra vivencia diaria, por cuanto en nuestras dificultades y pruebas, el primer nombre del que nos acordamos, capaz de proporcionarnos alivio y confort, es JESÚS.” (2)

Algunos cofrades despreocupados de la reforma moral, que se vanaglorian de sus dúctiles y frágiles conocimientos académicos, que se titulan laicos (Kardequólogos, PhD's espiritas"), distantes de cualquier argumento racional y/ o inteligibles, persisten en diseminar la cansativa cantinela de que si es preciso huir del Cristianismo (o Espiritismo-Cristiano), del réligiosismo, del iglesismo en la Doctrina Espirita. Insisten y quieren fundar un “Espiritismo” académico compuesto de “notables” de la ilusión que me perdonen los lectores!

Bajo el sesgo de esta sandez conceptual sobre el maestro lionés, escriben libros, y artículos, hacen “congresos”, palestras, invariablemente esclavizados a los impulsos telepáticos de los “genios de las tinieblas”. Mientras tanto, por las tendencias de esos llamados “espiritas laicos”, se percibe que el Cristianismo, redivivo en el Espiritismo, aun encontrará, por algún tiempo, la resistencia de las mentes vulcanizadas en la prepotencia, en la mala fe, en la arrogancia, a pesar del Evangelio representar la gran síntesis de todas las propuestas filosóficas que visan mejorar al hombre. Los “genios desmemoriados”, portadores de ideas primarias, se olvidan de que Cristo es el modelo de virtudes sobre-humanas. Nada se compara a la dedicación y santidad que el Maestro Mayor dispensa a la Humanidad.

Nosotros, que aun estamos sumergidos en el vicio y en la corrupción, nos alertan los Benefactores, no tenemos parámetros para evaluar Su magna importancia para el Espiritismo, porque Su perfección se pierde en la noche indivisible de los siglos. El Espiritismo sin Cristo puede alcanzar las mejores expresiones académicas más no pasará de una actividad destinada a modificarse o desaparecer, con todas las conquistas transitorias del mundo. Y el espirita, que no reflexiona en su iluminación a través del Evangelio del Príncipe de la Paz, puede ser intelectual, un doctor y un filosofo, con las más elevadas adquisiciones culturales, más estará sin brújula y sin derrotero en el instante de la tempestad inevitable en la probación.


Jorge Hessen -

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