lunes, 3 de enero de 2011

Los Indigo ¿Un ejército salvador ?


Heloisa Pires

Un ejército salvador?


Heloísa Pires

¿Seres azules, privilegiados, escogidos,

podrán cambiar el planeta?, ¿Dónde están?

El ser humano adora lo mágico; en el tiempo y en el espacio ha creado historias, mitos y las cualidades y los defectos del individuo en la Tierra aparecen en mensajes fabulosos.

Jung explica que tenemos en nuestro psiquismo algunos arquetipos, entre los cuales la sombra y el héroe surgen incluso en las fábulas. No entendemos que somos responsables por la extinción de la sombra por el héroe, nuestra luz interior, encendida por nuestra capacidad de amar.

Divinizar a los médiuns en el tiempo y en el espacio y sobretodo en las casas espíritas, es fruto del deseo de un milagro, de la intervención espectacular del mundo espiritual para resolver nuestros problemas. Una varita mágica transformaría nuestro planeta de sufrimiento en un mundo de paz. La guerra y el sufrimiento desaparecerían, no gracias a nuestra madurez y trabajo, sino por procesos misteriosos.

Libros que presentan ángeles, viajes libertadores por caminos especiales, súper héroes, venden más que cualquier otra cosa en todo el mundo. En esa línea surgió un libro: “Niños índigo”, que traía seres especiales, con el cuerpo energético azul, preparados para acabar con los problemas de nuestro planeta, que aún azul no consiguió resolverlos. Algunos dicen que los fumadores quedan con el espíritu azul, lo que muestra que el color no es tan favorable como se pensaba el creador de la absurda teoría de los niños índigo.

Lo interesante es que los espíritas, los últimos invitados de la parábola del Festín de las Bodas, quedaron apasionados por los niños azules. ¡Ah! Finalmente seríamos salvos de nosotros mismos; no por la sangre de Jesús, ni por los espíritus de la luz que nos protegen, estimulándonos al desarrollo espiritual…No, solamente un grupo de espíritus vestidos de azul (mi suerte ha cambiado), que empezarían auxiliando a los padres en la grand transformación del mundo de pruebas y expiaciones para un mundo feliz. Políticos corruptos, profesionales incompetentes, egoísmo y orgullo, serían barridos de la Tierra simplemente con el trabajo de un puñado de niños y chavales especiales.

¿Dónde está este ejército de seres luminosos y azulados? ¿Entre los monjes tibetanos, algunos tan necesitados? ¿Escondidos en el Amazonas? ¿Esperando con sus vivaces ojos y sus flechas embebidas de la esencia del amor, el momento de alcanzar a los habitantes aún necesitados moralmente de este planeta del color del cielo? ¿Y qué ocurriría entonces? Todos se transformarían en ángeles y toda la Tierra seria un escenario maravilloso en el cual permaneceríamos abrazados, sumergidos en nuestro sueño color del mar. Los pájaros comenzarían a cantar, los animales irracionales quedarían con los ojos llenos de emoción e incluso las serpientes, antes venenosas, serían dóciles y cariñosas. Si fue por los hechos de Eva que perdimos el paraíso, ahora los niños índigo van a devolverlo; sentemos y esperemos que el milagro en breve vendrá. Pues como diría Raul Seixas (cantante famoso en Brasil); “Sentados, con la boca llena de dientes esperando los cambios llegar…”

Pero los definitivamente rebeldes, aquellos que renegasen de poner su perispíritu azul, ¿qué pasará con ellos? ¡Ah! Existe en otro libro, que algunos espíritas adoran, que presenta el “Gran planeta Chupão”, que, como un aspirador, les transportará para un mundo atrasado. Perderán el paraíso que espera al azulado, sin lograr la liberación traída por el ejercito índigo. Mientras tanto, nosotros, los buenos, pero todavía no azules, seguimos sentados, sin hacer nada porque los muchachos han venido para cambiar; que ellos hagan todo.

¿Pero dónde están? Salí para buscarlos. No los encontré en los hogares económicamente favorecidos, en las mansiones maravillosas de Brasilia o de otra provincia. Tampoco estaban en los hogares de clase media, en las buenas escuelas consideradas de todo Brasil. ¿Será que estarían en la periferia? ¿En los suburbios? ¿Dónde estarían nuestros jóvenes azules escondidos, responsables por la transformación milagrosa de la Tierra? No los encontré. Los niños más desarrollados intelectualmente que las otras generaciones si que los encontré, pero necesitados moralmente, deprimidos, angustiados, rotulados de hiperactivos u otros nombres especiales, necesitando urgentemente una verdadera educación, que por solemos llamar de espírita, que viene ya desde los druidas, antes de Jesús. Necesitan despertarse la conciencia del Maestro Nazareno, del “Amar al próximo como a si mismo”

He visto niños y jóvenes sin esperanza, ojos enrojecidos, tropezando, dopados por varias drogas, muriendo como si fuesen frágiles pájaros. Encontré ojos vacíos de amor, fríos, crueles, empuñando armas, intentando obtener a hierro y fuego el amor que les falta y que juzgan esté en la ropa cara o en las zapatillas importadas. He visto un ejército de muchachas embarazadas, incompetentes para lidiar con sus propias emociones e incapaces de educar a los hijos que llevan en su útero. Escuché hijos gritando a sus padres y asustada percibí que los responsables por la educación de esos reencarnados no sabían que hacer. Encontré en las noticias hijos matando a sus padres o abuelos. ¿Pero dónde estaban los índigos? ¿Se habría confundido el “planeta Chupão” y llevado al grupo especial hacia los planetas primitivos? ¿Será que el comandante índigo habría pensado que la Tierra ya no tenía solución? ¿Dónde están nuestros índigos?

Continué mi búsqueda y encontré a niños y jóvenes normales, muy inteligentes, porqué estaban trabajando sus posibilidades de pensar a través de los siglos, pero con necesidades morales, exigiendo amor y trabajo de sus padres. Sentí la importancia de la presentación adecuada del trabajo de Jesús para despertar la fuerza interior; de las explicaciones de libros básicos de Kardec a respecto del “Orar y Vigilar” del Cristo. Sonreí feliz, recordando que el futuro será de luces, no por milagros, ni por la presencia de grupos azules, amarillos o rojos, pero por la educación ejercida a través del esclarecimiento de la Doctrina Espírita, en la concienciación de que todos somos especiales, creados de la misma forma por Dios, necesitando del esfuerzo propio y de la educación que dilata la capacidad de amar, la humildad y extingue el orgullo y el egoísmo…