lunes, 25 de diciembre de 2023

Los milagros

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La obsesión

2.- Los Ángeles Guardianes

3.- Nuestra realidad

4.- Los milagros

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                                                      LA OBSESIÓN

                                      


   A todas las causas de trastornos mentales, que están oficialmente reconocidas, la Doctrina Espírita incorpora otra causa, cuya comprensión y aceptación resulta indispensable para poder atender con absoluta eficacia las enfermedades mentales, y esta no es otra que la obsesión espiritual.

   El término obsesión se emplea habitualmente en los documentos de la psicopatología para indicar una alteración mental caracterizada por pensamientos insistentes que dominan y atormentan a una persona, que no puede desechar o liberarse de ellos, aun cuando sabe que no tienen fundamento. En el léxico espírita, el término adquiere mayor profundidad, puesto que abarca toda la sintomatología y extiende la etiología, hasta los agentes espirituales que la provocan.

  Si bien es cierto que no se puede desconocer todo el elenco de causas no propiamente espirituales, so pena de analizar el trastorno espiritual de modo unilateral, también lo es que la psiquiatría oficial incurre en un grave error al no tomar en cuenta la posible intervención espiritual en determinados casos de trastorno de las facultades mentales y donde no se evidencian causas orgánicas. Por ello, la mejor actitud científica es analizar estas enfermedades como resultado de una combinación de factores materiales y espirituales que se enlazan profundamente. La ciencia espírita no se opone a la ciencia médica en ningún campo, siendo su propósito complementarla con sus descubrimientos y comprobaciones.

   La obsesión es la influencia perniciosa que un espíritu ejerce sobre otro, por diversos motivos y empleando variados recursos, provocando efectos psicológicos y morales, alterando la conducta y los efectos orgánicos, afectando su salud física. Además del contexto social del hombre encarnado y de sus deficiencias corporales, se debe considerar como factores causales de enfermedades mentales, a las entidades espirituales, mayormente desencarnadas, que pululan a su alrededor en un clima de vibraciones negativas.

  Vivimos sumergidos en un océano de vibraciones, aunque solo tenemos conciencia de una fracción casi infinitesimal de las realidades a que corresponden. Por encima y por debajo de las gamas sensoriales humanas, quedan fuera de nuestra apreciación innumerables dimensiones, a las cuales acceden los médiums y los sensitivos paranormales gracias a sus facultades. Los espíritus, o sea, las almas desencarnadas nos rodean por doquier, influenciándonos de múltiples maneras. Todos somos más o menos sensitivos, y en consecuencia susceptibles en cierta medida de ser influenciados para bien o para mal, por los seres invisibles que nos cercan. Así lo registró Kardec  en sus enseñanzas: " ¿Influyen los espíritus en nuestros pensamientos y acciones ?".- En este aspecto su influencia es mayor de lo que creéis, porque a menudo son ellos quienes os dirigen"

  Cuando estas influencias adquieren carácter pernicioso en vez de provechoso, hablamos de obsesión.

  El Espiritismo no admite la existencia del demonio o de los demonios, a los cuales algunas religiones les atribuyen la responsabilidad de estas perturbaciones. Lo que existen son espíritus de escasa evolución moral, que actúan perversamente o como burlones, engañando o manipulando a sus víctimas. La obsesión es un hecho natural y no sobrenatural, relacionado con la patología física y espiritual, cuyas raíces y mecanismos, se hallan en la inferioridad moral de la mayoría de los seres que pueblan nuestra humanidad. Bien lo estableció Kardec con tanta simplicidad como verdad: "Si no existiesen hombres malos en la Tierra, no habría espíritus malos alrededor de la Tierra".

- Jon Aizpúrua- ( de su obra "Tratado de Espiritismo")


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             LOS ÁNGELES GUARDIANES

Comunicación espontánea obtenida por el Sr. L..., uno de los miembros de la Sociedad Espiritista de París

  Existe una doctrina que por su encanto y su dulzura , debería convertir a los más incrédulos: la de los Ángeles Guardianes. Pensar que siempre tenéis junto a vosotros a Seres que os son superiores y siempre están ahí para aconsejaros, ampararos y ayudaros a escalar la áspera montaña del bien; que son amigos más seguros y más apegados que los vínculos más íntimos que se puedan contraer en la Tierra. ¿ No es una idea consoladora?. Esos Seres están allá por orden de Dios, ha sido Él quien los ha puesto cerca vuestro; ahí están por amor a Él y cumplen a vuestro lado una bella pero penosa misión. Sí, donde quiera que estéis estarán con vosotros: en las cárceles, en los lugares de vida disoluta, en la soledad; nada os separa de este amigo que no podéis ver, pero que vuestra alma siente en los más suaves impulsos y escucha sus más sabios consejos.

  ¡ Ah, si conocierais mejor esta verdad , ¡ Cuántas veces os ayudaría en los momentos de crisis y cuantas veces os libraría de manos de los espíritus malos !. Pero con toda claridad, ese Ángel del Bien os dirá con frecuencia:  "¿ No te lo he dicho?, y tu no lo has hecho, ¿No te he mostrado el abismo?, Y tu te has despeñado en él. ¿ No te hice escuchar en tu conciencia la voz de la verdad?, Y has seguido los consejos de la mentira". ¡ Ah, interrogad a vuestros  Ángeles Guardianes!. Estableced entre ellos y vosotros esa tierna intimidad que reina entre los mejores amigos. No penséis en esconderles nada, porque ellos tienen la mirada de Dios y no podéis engañarlos. Pensad en el porvenir, tratad de adelantaros en esta vida y vuestras pruebas serán más cortas, vuestras existencias más felices. ¡ Vamos hombres de coraje!, de una vez por todas, desechad los prejuicios y las segundas intenciones; entrad en la nueva senda que se abre ante vosotros; ¡ marchad, marchad !. Tenéis Guías, seguidlos: el objetivo no os puede faltar, porque ese objetivo es el propio Dios.

  A aquellos que piensan que es imposible que Espíritus verdaderamente elevados se consagren a una tarea tan laboriosa y de todos los instantes, les diré que nosotros intuimos en vuestras almas, aun estando a millones de leguas de vosotros: para nosotros el espacio no es nada y aunque vivamos en otro mundo, nuestros Espíritus conservan sus vínculos con el vuestro. Poseemos cualidades que no podéis comprender, pero tened la certeza de qie Dios no nos ha impuesto una tarea por encima de nuestras fuerzas, y que no os ha abandonado solos en la Tierra sin amigos y sin apoyo. Cada Ángel Guardián tiene su protegido por el que vela, como un padre vela por su hijo: es feliz cuando lo ve seguir el buen camino y se compadece cuando sus consejos son ignorados.

  No temáis cansarnos con vuestras preguntas; por el contrario, permaneced siempre en relación  con nosotros, seréis más fuertes y más felices. Son esas comunicaciones de cada hombre con su Espíritu familiar que hacen a todos los hombres médiums, hoy médiums ignorados, pero que se han de manifestar más tarde y se han de derramar como un océano sin límites para hacer retroceder la incredulidad y la ignorancia. ¡Hombres instruidos, instruid !; ¡ Hombres de talento, elevad a vuestros hermanos !. ¿No sabéis que obra cumplís así?, la del Cristo, la que Dios os impone. ¿ Por qué Dios os ha dado la inteligencia y la ciencia, si no es para compartirlas con vuestros hermanos, para hacerles avanzar en la senda de la dicha y la felicidad eterna?

- San Luis, San Agustín -

Nota.- La doctrina de los Ángeles Guardianes que velan por sus protegidos a pesar de las distancias que separan a los mundos, nada tiene que pueda sorprender: por el contrario, es grande y sublime. ¿ No vemos en la Tierra un padre velar por su hijo, aunque esté lejos de él, ayudándole con sus consejos mediante la correspondencia?. Por tanto, ¿ qué habría de sorprendente en que los Espíritus puedan guiar a los que toman bajo su protección, de un mundo a otro, puesto que para ellos la distancia que separa los mundos es menor de la que en la Tierra separa los continentes?

- Allan Kardec- Revista Espírita 1859-


                                                                  *******************************



                                NUESTRA REALIDAD

Hernani Guimaraes Andrade



    Para evaluar correctamente nuestro destino final, sería indispensable conocer nuestra verdadera realidad. Nos hallamos en la misma situación que los pasajeros de un inmenso navío, que hubiesen nacido, crecido y adquirido ciertas experiencias, durante un largo viaje.

    Supondríamos que varias generaciones de pasajeros, se sucediesen dentro del gran navío, transmitiendo a sus descendientes las experiencias conquistadas, a lo largo de la jornada, mientras la embarcación no llegase a su  destino.

    Los viajeros del navío, conseguirían con el tiempo, aprender  mucho acerca de él y acerca del inmenso océano, sobre el cual flota.

 Pero los pasajeros ignorarían todo el itinerario, e incluso la  geografía del mundo, en que se encuentra el mar.

Ellos podrían llegar a conocer minuciosamente su realidad relativa; el navío. Se conocerían también, hasta cierto punto.

Podrían formular hipótesis adecuadas a su situación particular, incluso aquella concerniente a su destino, pero difícilmente tendrán   certeza absoluta, acerca de la realidad mayor, o sea del Universo en que viven, ni del exacto destino que buscan.

Supongamos que algunos de esos pasajeros, consiguiesen  comunicarse, gracias a cualquier medio desarrollado por ellos, con  personas que habiten en las tierras firmes, de los continentes, que  hablen su lengua y conozcan su condición 
de viajeros.

Digamos además que los comunicadores continentales, ya hubiesen pasado por condiciones semejante a las de los pasajeros.

Está claro que los habitantes del navío podrían entenderse con los de afuera, en todo aquello que se relacionase con su limitada realidad; la de la embarcación.

Para ellos las ideas referentes a los árboles, casas, planicies,  automóviles, etc., sonarían como cosas sin sentido.

Más sin sentido aún, sería la perspectiva de llegar, en el porvenir, a habitar ciudades o países, con sus problemas típicos, tales como embotellamientos de tránsito, cuestiones sociales, inflación, guerras y otros acontecimientos típicos de las sociedades humanas.

Dentro del navío, surgirían los incrédulos que pondrían en duda, las informaciones obtenidas por los compañeros, que consiguiesen las comunicaciones. Los propios comunicadores  del navío, tendrían las mayores dificultades en convencer a sus compañeros de viaje, de la existencia de los continentales.

Peor aún sería la situación de unos pocos pasajeros, que por suerte pudiesen abandonar temporalmente la nave, visitar una región continental y volver a la embarcación.

 Ellos no sólo se sentirían imposibilitados, de dar una información correcta, a sus colegas de viaje, sino que correrían el riesgo  de ser malentendidos y hasta segregados.

Nuestra situación se asemeja a la de los ocupantes del navío.

Aquí nacemos, aquí vivimos, morimos, volvemos a nacer y vamos aprendiendo cada vez más, acumulando conocimientos y  trasmitiéndolos a las generaciones que nos suceden. Sin embargo, nuestro conocimiento estará siempre limitado, por las circunstancias en que nos  encontramos. Será el conocimiento de una realidad particular.

Volviendo al ejemplo de los navegantes confinados al gran navío, supongamos que cuando se aproximasen al puerto de destino, comiencen a observar los primeros signos de tierra firme. Algunos de los tripulantes podrán levantar el nivel del puesto de vigía, aumentando  su radio de visión.

Avistaran colinas, planicies, matas, etc. y algunos pocos  viajeros se irán  convenciendo de que la realidad-navío, es apenas una parte, de la realidad mayor que los circunda.

Sus hipótesis acerca del mundo, serán en consecuencia más amplias y se aproximaran a la verdad. Sin embargo, aún así, estarán lejos del modelo ideal, de la imagen correcta a su alrededor.

Actualmente los fenómenos paranormales, equivalen para nosotros a las primeras señales de tierra firme. Vamos a tener que reajustar  muchos conceptos de nuestra realidad.

Lo que ya conquistamos como conocimientos, es válido, sin duda, pero no definitivo, aunque nos sirva mucho para atender las  necesidades, en la vida dentro del <navío>

Por esta razón, es muy posible que tengamos una respuesta  aproximada para la pregunta: ¿para qué vivimos?

 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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                                                         LOS MILAGROS   

Cualquier espírita de mediana formación, conoce perfectamente y tiene asumido, que “los milagros” tal como se entienden, sencillamente no existen.

Por milagro se entiende aquello que rompe con las normas de lo que es “natural”, o sea que a lo que no se le encuentra explicación es tenido como “sobrenatural”, o  “fuera de lo natural”. Así los milagros entrarían en el campo de lo sobrenatural y serían un acontecimiento que por sí mismo derogarían el orden natural establecido, o sea, las leyes naturales.

Si realmente existiese lo “sobrenatural”, o sea, “Sobre la naturaleza”, ello significaría que Dios habría hecho dos creaciones paralelas: Una fija e inmutable en su funcionamiento, que conocemos como Naturaleza o natural, y otra creación variable e inestable que podría actuar caprichosamente sobre la creación estable o natural.

Vamos a recordar algunos de los atributos que se reconocen en ese Principio Supremo de todo cuanto existe, que llamamos Dios: Dios es Inmutable y Eterno, lo cual contradice que haya creado esas dos formas de creación, fenómenos o normas para todo cuanto existe: lo natural y lo sobrenatural.

   Lo natural es lo fijo y estable, como fijo, estable e inmutable es su Creador, mientras que lo sobrenatural, sería lo inestable, lo caótico, algo que no reflejaría sino el capricho de un Creador inestable que jugaría frecuentemente con esa parte de creación estable que llamamos Naturaleza.

Sin embargo, ha sucedido frecuentemente, como así ha quedado constancia en la historia humana, que hemos presenciado hechos sorprendentes y extraordinarios, que realmente parecían “sobrehumanos” o “sobrenaturales”, por la sencilla razón de que , en apariencia, rompen con las normas habituales y corrientes que vemos comúnmente en la Naturaleza. No es por otro motivo que el que el ser humano, debido a su prepotencia y orgullo, hace tiempo que cree saberlo todo, y por eso, cuando algo se desarrolla a la evidencia de su vista o comprobación, que se sale de las normas naturales conocidas o establecidas, ha creído que se trataba de manifestaciones extrañas e inexplicables, a las que ha calificado como “paranormales”, esto es, más allá de lo que es normal.

Y llegados a este punto, me pregunto: ¿En base a qué podemos creer que conocemos todo lo que existe en la Naturaleza?. ¿ Realmente creemos que el conocimiento del ser humano en todos los campos de la Ciencia y en todos los rincones del Cosmos, está tan avanzado como para afirmar esto sin ruborizarnos al asumirlo?.

Seamos consecuentes con lo que la propia razón y conciencia nos indican, y si somos sinceros amantes de la Verdad, llegaremos a la indudable conclusión de que el tema de los milagros y de lo sobrenatural, no es sino una falacia para cubrir o justificar la ignorancia humana.

La Naturaleza y todos los fenómenos de cualquier orden que se producen en su seno, existen dentro de un orden establecido, que es permanente, fijo e inmutable como la Fuente de Origen de donde emanan. Entonces, ante lo extraordinario que podamos encontrar, no asumamos ni la actitud anticientífica e ilógica de negar lo evidente, ni de crear “paranormalidades”, ”Milagros”, ni “demonios” inexistentes en la realidad.

Sin embargo, busquemos el auténtico milagro, en la fe en ese mundo espiritual que sabemos que nos rodea, nos ayuda, nos inspira y nos protege. Cuando sintamos esta presencia y estas ayudas en torno a nosotros mismos, estaremos descubriendo el verdadero milagro del Amor que existe entre los seres de ambos lados de la Vida.

Busquemos también los milagros en los resultados de nuestro trabajo, nuestro tesón y nuestro esfuerzo, pues sin duda, antes o después nos dejarán sus frutos como algo absolutamente normal y natural.

Recordemos que la Ley de ¨Consecuencias , p de Causa y Efecto  más popularmente conocida también como Ley del Karma, no deja de funcionar permanentemente como reconductora del alma durante nuestra existencia, tanto para reajustar y corregir por la vía del dolor los equívocos de los actos negativos de nuestras existencias, como también para premiar el esfuerzo, la fe y el tesón en nuestros actos guiados y dirigidos desde el Amor, que es la Esencia misma de Dios.

- José Luis Martín-

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