domingo, 10 de diciembre de 2023

Los enemigos desencarnados (2ª parte)

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Los Espíritus durante las batallas

2.- Los enemigos desencarnados ( 1ª parte)

3.- Los muertos vivos

4.- Los enemigos desencarnados (2ª parte)


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LOS ESPÍRITUS DURANTE LAS BATALLAS


                                                     



        
541 ¿En una batalla hay espíritus que asisten a ella y sostienen a cada bando?             «Si, y estimulan su valor.»

Así en otros tiempos nos representaban los antiguos a los dioses tomando parte a favor de tal o cual pueblo. Estos dioses no eran más que espíritus bajo figuras alegóricas.

542 En una guerra siempre está la justicia de parte de uno de los beligerantes,       ¿ cómo los espíritus se interesan por el que no tiene razón?

«Ya sabes perfectamente que hay espíritus que solo procuran la discordia y la destrucción. Para ellos la guerra es la guerra, y poco se cuidan de la justicia de la causa.»

543 ¿Ciertos espíritus pueden influir en el general para la concepción de sus planes de campaña?

«Sin duda alguna pueden los espíritus influir para este objeto como para todas las concepciones.»

544 ¿Los espíritus malos podrían sugerirle malas combinaciones para perderle?

«Sí; ¿pero no tiene su libre albedrío? Si su juicio no le permite distinguir la idea exacta de la falsa, sufre las consecuencias, y mejor le sentaría obedecer que mandar.»

545 ¿Puede a veces ser guiado el general por una especie de doble vista, vista intuitiva que le presente anticipadamente el resultado de sus combinaciones?

«Así sucede generalmente en el hombre de genio, a lo que llama su inspiración y hace que obre con cierta exactitud. Esa inspiración procede de los espíritus que le dirigen y aprovechan las facultades de que está dotado.»

546.- En la confusión del combate, ¿ qué se hace de los espíritus de los que sucumben? ¿Continúan interesándose en la acción después de la muerte?

«Algunos se interesan, otros se alejan.»

En los combates sucede lo que en todos los casos de muerte violenta; en el primer momento el espíritu está sorprendido y como aturdido, y no se cree muerto. Les parece que aún toma parte en la acción, y solo poco a poco encuentra la realidad.

547 Los espíritus que combatían cuando vivos, ¿se reconocen después de muertos como enemigos y están aún encolerizados entre sí?

«En semejantes momentos nunca está apacible el espíritu y en el primer instante puede aún acometer a su enemigo y hasta perseguirle; pero cuando recobra las ideas, ve que su animosidad carece de objeto. Puede, no obstante, conservar vestigios más o menos pronunciados según su carácter.»

– ¿Percibe aún el ruido de las armas?

«Si, perfectamente.»

548 ¿El espíritu que asiste impasible como espectador a un combate, es testigo de la separación del alma y el cuerpo, y cómo se le presenta este fenómeno?

«Hay pocas muertes completamente repentinas. La mayor parte de las veces el espíritu cuyo cuerpo acaba de ser mortalmente herido no tiene de pronto conciencia de ello; cuando empieza a reconocerse, es cuando puede distinguirse al espíritu agitándose alrededor del cuerpo, lo que le parece tan natural que la presencia del cadáver no le ocasiona efecto alguno desagradable. Reconcentrada toda la vida en el espíritu, solo él llama la atención, con él se habla o a él es a quien se manda.»
Allan Kardec

Traducido por José María Fernández Colavida

Extraído de “El Libro de los Espíritus”

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LOS ENEMIGOS DESENCARNADOS 

primera parte (1/2)


     Los espiritas sabemos que la maldad es una enfermedad que alguna vez terminará  definitivamente  y que de hecho así será porque así lo establece la inexorable ley de Evolución Universal que afecta a todas las formas de existencia, [espíritu y materia], por la que todo lo inferior e imperfecto, está llamado a ascender a lo superior que es la perfección. Por tanto la tolerancia y el perdón nacen de esta conciencia de lo transitorio del mal, que viene a ser como un periodo de enfermedad en la infancia del ser espiritual, pero que del cual se curará y sanará, transmutándolo por el bien.                                                                                       

Sabemos que con la muerte no se acaba la vida y que por ella si acaso nos podemos librar de la presencia material de un enemigo, pero no de él, pues su espíritu nos podrá acompañar durante mucho tiempo, buscando nuestro mal. Por eso la venganza es un error enorme, pues con ella no solo no solucionamos la negativa relación con respecto a la persona enemiga, sino que normalmente se empeora porque los sentimientos no se diluyen con la muerte sino que siguen vivos con el espíritu desencarnado, y este, irritado por la inútil venganza de que ha sido objeto, se puede irritar y pasar a ser él mismo el vengador de su propio ser.

   

El odio y la venganza suelen durar más allá de la muerte, por tanto si el odio se pretendiese apagar con sangre o con más odio, sería como si el fuego lo quisiéramos apagar con combustible o con más fuego. Por tanto comprendemos como el perdón que Cristo nos enseñó y recomendó, tiene una razón de ser fundamental. Muy pocas personas devuelven bien por mal, pero los que a ejemplo del Maestro son capaces de hacerlo, desarman con ello al enemigo, porque rompe los lazos de odio que les tenían ligados. Es normal que quien se siente enemigo de otro y capaz de hacerle daño, cuando percibe de este un bien- no esperado., sus malas intenciones se enfrían y llegan  a cambiar de actitud en sentido totalmente opuesto al odio o al ensañamiento que albergaban al principio. Sin embargo cuando no se sabe otorgar un perdón sincero, devolviendo bien por mal, se cierra el círculo del odio que es causa de largos sufrimientos a veces durante años o hasta vidas enteras. Así, esa falta de perdón al enemigo por falta de humildad que le impide el querer perdonar y hasta amar al enemigo recalcitrante, convierten a estas personas en su propio yugo, como instrumentos de la Justicia Divina contra sí mismos, a causa de su falta de amor que le causa el dolor de recibir el odio y el sinvivir que supone el ser blanco de una vibración negativa por una enemistad, en el transcurso del tiempo, hasta que finalmente, alguna vez, inspirado por sus Guías Espirituales y cansado de tanto sufrimiento y dolor, decide cambiar de actitud comenzando por dar paso al deseo del perdón a los enemigos, encarnados o desencarnados, como una necesidad que a él mismo le conviene sobretodo, y que es su propia liberación.

( Prosigue y finaliza en la 2ª parte)                                   

Jose Luis Martín-

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                                     LOS MUERTOS VIVOS

                                     


» Si existe una prueba penosa es la pérdida de los seres queridos, cuando uno tras otro se les ve desaparecer, arrebatados por la muerte, entonces comienza a nuestro alrededor la soledad llena de angustias.
Estas separaciones, aunque momentáneas, nos ponen de manifiesto la puerilidad de nuestras preocupaciones materiales, y nos invitan a prepararnos para emprender nuestro gran viaje hacia la vida espiritual.
En esas horas desoladas cuando vemos que los ojos que nos contemplaron con amor se cierran para siempre, la Filosofía Espiritista nos presta un gran socorro. Portadora de consuelo y esperanza, nos muestra con hechos y pruebas irrefutables, que esos seres que creemos irreparablemente perdidos, están a nuestro lado, su pensamiento nos envuelve, su amor nos protege y podemos, incluso, algunas veces comunicarnos con ellos y recibir sus consejos. Nos exhorta a apartar de nosotros esa vana tristeza, esos pesares estériles que repercuten en ellos y los hace desgraciados. Nos suplican que trabajemos con valor y perseverancia en nuestro mejoramiento, a fin de que volvamos a encontrarnos y nos reunamos con ellos en la vida espiritual. «
En una síntesis magistral, León Denís, el poeta del Espiritismo, nos describe en su extraordinaria obra » Después de la Muerte» , la perdida de los seres queridos, la inutilidad del dolor y sufrimientos exagerados ante la tumba del padre querido, de la esposa que acompañó nuestra vida, del hijo amado y desaparecido prematuramente, o ante nuestra madre que nos acunó y amó desinteresadamente mientras estuvo con nosotros. Así como ante el amigo que nos acompañó en nuestras locuras de la juventud. Es una noble y querida tradición honrar los restos de todos ellos en el día de difuntos, sin embargo, no busquemos en en los cementerios a aquellos que partieron antes que nosotros al Más Allá; en las tumbas sólo quedan los restos mortales de los cuerpos que les sirvieron para progresar y avanzar en su última encarnación.(Aunque también y para el pensador atento, una gran lección podemos sacar de las necrópolis, la de la igualdad ante la muerte que a todos nos une y de la que nadie podrá sustraerse jamás) Sólo eso y el polvo de los años se encuentra en el campo santo, pues Ellos hace tiempo que se fueron de allí para iniciar una nueva fase de su existencia, más real que la física, por ser la vida espiritual, la verdadera y eterna.
El espíritu en su forma fluídica, invisible e imponderable, se prepara a nuevas y futuras reencarnaciones, hallando, recién llegado a la Vida Espiritual, el fruto dulce o amargo de la existencia que acaba de dejar. El culto, el recuerdo de nuestros antepasados y el dedicarles honras fúnebres, existe desde muy antiguo, pues el Ser, a pesar de todo, intuye que es un alma inmortal; que somos seres espirituales en cuerpos perecederos, y por eso, siente en lo más hondo de su ser, que la llamada muerte no existe. Es nada más que un tránsito, un cambio a otra forma de existencia más real y más clara. El miedo, el pavor a ella, también está presente en aquellos que viven sus vidas de forma superficial, mundana, primitiva, materialista en suma y que mientras vivieron no se preocuparon de nadie más que no fueran ellos y que ante la palabra muerte, se encogen de hombros y enmudecen ante el miedo a lo desconocido que les invade.
Mucha culpa de ello la tienen las iglesias, con su tenebroso aparato de ritos fúnebres, de ver la muerte como un castigo al pecado, cuando tan solo es una Ley de la Naturaleza y una herramienta formidable del progreso y la evolución de los seres, en sus dos aspectos: el material y el espiritual. Cuando se les dice a los seres que nuestro futuro queda fijado irremisiblemente después de una sola existencia para un cielo beatifico o lo más probable, para un infierno de fuego y sufrimientos eternos, considerando que casi la totalidad de los humanos somos unos pecadores y desobedientes recalcitrantes. ( En lo poco que acierta la iglesia Católica es en el llamado Purgatorio o lugar de purificación para poder alcanzar un estado espiritual más feliz, estando todavía muy lejos de la realidad de la vida de las almas en el Más Allá, abre un poco la puerta a la esperanza) Con cosas así, cómo no se va a temer a la muerte. Termino este escrito como lo empecé, con la pluma del maestro de Tour y de nuevo cedo el espacio a León Denís , cuando nos exhorta de nuevo a buscar a nuestros seres amados desencarnados fuera de esos recintos deprimentes y melancólicos que son los cementerios y de los túmulos vacíos de vida, solitarios, fríos y silenciosos:
«La tumba sólo encierra polvo vano. Elevemos más alto nuestro pensamiento y nuestros recuerdos, si queremos encontrar el rastro de los seres que amamos.
No pidáis a las piedras del sepulcro el secreto de la vida. Sabedlo, los huesos y las cenizas que allí reposan no son nada. Las almas que los animaron han abandonado esos lugares. Ellas reviven en formas más sutiles, más afinadas. Desde el seno de lo invisible, donde vuestras plegarias les alcanzan y les conmueven, os siguen con la mirada, os contestan y os sonríen.
La revelación espirita os enseñará a comunicar con ellas, a unir vuestros sentimientos en un mismo amor, en una misma e inefable esperanza. Los seres llorados que buscáis en los cementerios están a menudo a vuestro lado. «
León Denís 

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LOS ENEMIGOS DESENCARNADOS ( 2ª Parte)

Se pueden tener tanto amigos como enemigos en ambos planos de la existencia. Los del mundo invisible manifiestan su enemistad con acciones de obsesión y subyugación hasta los más altos grados posibles. Estas acciones de los enemigos ocultos son una variedad de las muchas pruebas que debemos afrontar en la vida y que finalmente redundan en nuestro progreso y mejora espiritual. Por eso, cuando las acciones negativas de estos enemigos desencarnados se presenten deberán ser aceptadas con resignación sabiendo que son consecuencia del estado evolutivo inferior en que aún nos encontramos en este mundo. Como se afirma en el Evangelio Espírita, si no hubiese hombres malvados no habría espíritus malvados tan cerca de nosotros al acecho de nuestros defectos que son su puerta de entrada hacia nosotros para ejercer su influencia.

A la vista de lo complejo que es poder defenderse de los obsesores, enemigos desencarnados, lo más coherente es el no tenerlos, no provocando su enemistad desde esta vida en el plano material. Así, en la medida que podamos, deberemos no dar lugar a que ningún enemigo encarnado pase a otro lado de la vida sin antes habernos reconciliado con él, pues la reconciliación cuando se hace desde un mismo plano de la existencia, es mucho más fácil, pero cuando damos lugar a tenerlo que intentar nosotros desde aquí, una vez que nuestro enemigo con su odio ya pasó al plano espiritual, entonces es más difícil, aunque no imposible, de lograr. Mientras tanto no nos quedará más remedio que afrontar sus envites negativos con resignación conscientes de la prueba expiatoria que atravesamos sin poder culpar a nadie sino a nosotros mismos.

En épocas remotas, se sacrificaban a los dioses para agradarlos o apaciguarlos, cosas materiales, animales y hasta víctimas humanas, pero esos dioses enfadados, no siendo otra cosa que espíritus negativos, irritados o con deseos de venganza, no se pueden apaciguar sino por el sacrificio de los propios defectos espirituales que nos hagan superiores a ellos, especialmente el del odio, que sustituye por la caridad, pues esta no solo impide el mal, sino que por lo contrario supone hacer un bien.

 

Por esto, es fácil comprender que cuando se promueve la idea del amor y del perdón a nuestros enemigos, a los de aquí y a los del otro plano, de este modo se cumple la ley de solidaridad y fraternidad que debe reinar en todos los planos del universo.

Concluyo señalando lo triste que es ver a veces como a personas que ya se fueron de este mundo, se las recuerda con cierta rabia y resentimiento porque perjudicaron a alguien o porque se equivocaron en algo que afecta a la vida y a la relación que tuvieron con alguna persona. Cuando

encontremos casos así, debemos hablar del amor y del perdón como una necesidad, a quien esté cayendo en este error, haciéndole comprender que debe esforzarse en perdonar y en amar a los demás, no solo en vida, sino también cuando ya se hayan ido de este mundo, aunque solo sea por su propio interés.

 

- Jose Luis Martín –

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