viernes, 25 de febrero de 2022

Escollos de lo paranormal

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1- Automatismo y Perispíritu o Cuerpo bioplasmático.

2.- Los escollos de lo paranormal

3.-Religiones cristianas: Dogmas, Sacramentos y Cultos ( 6 )

4.- Reflexiones de Merchita



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AUTOMATISMO Y PERIESPIRITU, O                        CUERPO BIOPLAMÁTICO


     La primera vez que en la Doctrina Espírita aparece el concepto de periespíritu es en la cuestión nº 93 de El Libro de los Espíritus, donde éstos nos informan de que «El Espíritu está revestido de una substancia vaporosa para ti, pero muy grosera aún para nosotros». Allan Kardec, a partir de ello, en el comentario que sigue a esta respuesta, nombra “periespíritu” a esa envoltura que reviste al Espíritu.

     Cien años después de esa primera definición de El Libro de los Espíritus, en enero de 1958, en la obra Evolución en dos mundos, el Espíritu André Luiz nos ofrece, entre otros, el siguiente apunte sobre el periespíritu (cuerpo espiritual): «En el cuerpo espiritual poseemos todo el equipamiento de recursos automáticos que son conquistados muy lentamente por el Ser durante milenios y milenios de esfuerzo y recapitulación en los múltiples sectores de la evolución anímica.» (cap. II)

     Por otro lado, sabemos que el Espíritu no se puede concebir sin la idea de la forma o del cuerpo que lo reviste, formando, por tanto, el periespíritu parte integrante del Espíritu. De ello se deduce y entiende, claramente, que la evolución espiritual no puede desligarse de la evolución de la forma que, en todo momento, la acompaña.

     Efectivamente, por su esencia espiritual, el principio inteligente (después Espíritu) no puede obrar directamente sobre la materia, necesitando de un vehículo intermediario que “amortigüe” la diferencia de vibraciones que existe entre esa condición espiritual y la materia, permitiéndole poder interactuar en el medio físico. Por tanto, para comprender correctamente esa serie de recursos automáticos del cuerpo espiritual (automatismos del periespíritu) de los que nos habla André Luiz, debemos, inevitablemente, remontarnos a los orígenes del Espíritu. Cuando el espíritu fue creado, empezó su larguísimo peregrinaje en contacto con la materia, en dirección al elevado fin al que Dios le había destinado, «tejiendo, con los hilos de la experiencia, la túnica de su propia exteriorización, conforme al molde mental que lleva consigo» (Evolución en dos mundos, cap. 3).

     A partir de sus primeras manifestaciones en el plano material, el principio inteligente avanzó a través de los reinos inferiores de la naturaleza, construyendo formas y cuerpos cada vez más complejos y perfectos para su manifestación, en variados niveles de aprendizaje y en las diferentes esferas de la vida, a medida que sentía la necesidad de expresar mayores avances y nuevas facultades, conforme a las directrices que lleva en su intimidad desde su creación. De manera que, en ese prolongado y progresivo desenvolvimiento del espíritu en los múltiples laboratorios de la naturaleza, se plasmaron los diversos sentidos, órganos y sistemas, donde las células se “fueron especializando”, surgiendo paulatinamente, cada vez más nítida y definida, esa estructura astral intermediaria entre el mundo invisible y el mundo material que, milenios después, en la unidad Espíritu/Ser humano, se consolida como el periespíritu. Y todo ello siempre ha sido a base de experiencias, esfuerzos, sacrificios y aprendizajes adquiridos durante milenos de pruebas, de “sufrimiento”, de entrenamiento, de repeticiones y de más repeticiones, creando, con el paso del tiempo, una serie de automatismos biológicos de defensa, de supervivencia y de inmunidad, que sedimentaron en el cuerpo astral del principio inteligente.

     El proceso evolutivo, por tanto, no ha sido sólo un paso de unas formas a otras. Es mucho más: significa un íntimo perfeccionamiento de funciones psíquicas y de las correspondientes estructuras astrales/físicas que permiten expresarlas, desde las más simples formas a los organismos más complejos, donde las facultades rudimentarias se desenvolvieron sucesivamente, actuando sobre esa estructura extrafísica, modificándola y dejando en ella, en cada paso y en cada etapa, los trazos y señales del progreso realizado.

     Con el transcurso del tiempo y la repetición de las experiencias, el espíritu adquiere aprendizajes en todo y de todo, en las vicisitudes de sus luchas constantes por progresar, en los pormenores de las experiencias sucesivas y en todas las actitudes que, a fuerza de vivirlas una y otra vez, después de “tanto entrenamiento”, las incorpora en su intimidad, convirtiendo los movimientos y esfuerzos que en un principio resultaban “penosos” y “voluntarios”, en fáciles, inconscientes y mecánicos, para mejor y más rápidamente defenderse de las adversidades del medio y sobrevivir en la lucha por la necesidad, enraizándose todo ello como automatismos en los engranajes de la fisiología anímica, es decir, en el cuerpo astral.

     Cada vez que el principio inteligente tenía que ejecutar una acción o una serie de movimientos por primera vez, debía hacerlo “de manera voluntaria”, es decir, requiriendo de un esfuerzo consciente para poder realizarlo. A base de repetir esos movimientos y acciones en numerosas ocasiones, se fueron creando una serie de asociaciones dinámicas y estables en el cuerpo astral, que se activan de manera automática en cuanto se precisa de ello, al vivir las mismas situaciones y experiencias tantas veces ya vividas anteriormente. De este modo, leemos en el cap. 4 de Evolución en dos mundos que «el principio inteligente plasmó en su propio vehículo de exteriorización las conquistas que fundamentan su crecimiento, facultando, con el transcurso del tiempo, el automatismo fisiológico por el cual, sin ningún obstáculo, ejecuta todos los actos primarios de la manutención, preservación y renovación de su propia vida». Este automatismo presente en las funciones fisiológicas es el resultado de la suma de experiencias del principio inteligente en su cuerpo astral, a través de los siglos. Así pues, formado durante miles de años en los talleres de la naturaleza, el periespíritu heredó el automatismo permanente que lo mantiene actuante, gracias a lo cual el ser humano no necesita programarse o pensar para respirar, dormir, promover fenómenos digestivos, excretar, etc.

     Es decir, que el ser humano, por su periespíritu, es poseedor, por así decirlo, de una “memoria biológica (anatómica y fisiológica), que se ha ido construyendo pacientemente en toda la ascensión del principio espiritual por la escala zoológica de la vida orgánica, en la que en esa estructura extrafísica indefinida, rudimentaria y amorfa en los seres iniciales y que en el ser humano se consolida como el periespíritu, se han fijado todos los recursos, beneficios, mecanismos y leyes de esa vida orgánica, de supervivencia y de adaptación y que hoy se encuentran perfectamente estructurados y definidos en el ser humano y, gracias a lo cual, todos nosotros ejecutamos, de forma natural y completamente automática, todos los actos primarios y básicos del funcionamiento fisiológico de nuestro organismo y un sinfín de funciones que nos pasan desapercibidas. De manera que el cuerpo físico obedece a esos automatismos periespirituales incluso cuando el equipo Espíritu/periespíritu se emancipa parcialmente de él, quedando unido tan sólo por algunos lazos fluídicos, suficientes para preservar las funciones biológicas sin ningún perjuicio.

     En el Plan Divino de la evolución era necesario que el espíritu pasase primero por toda una serie de experiencias básicas, a fin de ir fijando en su envoltura extrafísica las leyes que dirigen la vida orgánica, para entregarse, después, a los trabajos propios de perfeccionamiento moral e intelectual, que se inician en el Espíritu/ ser humano. Una vez ya plenamente conquistada esa etapa inicial, algún día llegará, sin duda, en que también el ser humano conquistará e interiorizará actitudes de amor, para exteriorizarlas sin esfuerzo alguno. Porque, también, a base de entreno, aprendizajes y experiencias, formarán parte de su intimidad espiritual, no necesitando esforzarse para amar porque, después de tantos errores y rectificaciones, lo hará como un automatismo más.

Nota:    Se llama periespíritu al vehículo intermediario entre el Espíritu y el cuerpo físico, a partir de la especie humana. Antes, en los reinos inferiores, ese cuerpo intermediario lo he nombrado como cuerpo /estructura astral, envoltura extrafísica, vehículo intermediario. Del mismo modo, el Espíritu (individualidad con conciencia propia) empieza su trayectoria a partir, también, de la fase humana. Ese psiquismo, antes de la etapa humana, lo he nombrado como espíritu (con minúscula) o principio inteligente.

Alfredo Tabueña
Revista Espirita FEE

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 LOS ESCOLLOS DE LO PARANORMAL

                                                  


     En los medios espiritualistas de la videncia o de la New Age, existen efectos de moda que se suceden a partir de diferentes conceptos extraídos de antiguas creencias, y que acaban por confundir a todo el mundo. Y entre estas ideas que están en boga, recordemos una que es propagada por videntes, médiums o curanderos, la de una supuesta influencia de los Espíritus y que se resume más o menos así: “Ustedes están perturbados, deprimidos, tienen la piel enferma. Pues bien, son Espíritus parásitos que se pegan a ustedes y les sacan toda su energía”. Por supuesto, la información habrá sido dada por un vidente o médium patentado que no duda en afirmar a su consultor que está bajo la influencia de varios Espíritus perturbadores, por lo general en número de cuatro, cinco o seis. Eso significaría entonces en lenguaje espírita, que estas personas serían víctimas de la obsesión de muchas entidades, sin que se puedan determinar las razones. 

     Nos sucede que encontramos a estas personas supuestamente víctimas de obsesiones plurales y después del análisis, a menudo comprobamos la existencia de desórdenes psíquicos, perfectamente identificables en cuanto se conoce bien la trayectoria de vida de la persona. Y fuera de verdaderas perturbaciones con efectos físicos (Poltergeist, raps o apariciones fantasmales) con la mayor frecuencia se ven verdaderos problemas psico-afectivos que se traducen en desagradables sensaciones o malestares físicos. 

     Sin contar con que el entusiasmo por lo paranormal puede inducir a las personas frágiles a imaginar que sufren de persecuciones espirituales, y condicionarse así a una forma inconsciente de autosugestión; lo cual puede conducir a sensaciones o visiones totalmente subjetivas.

      El papel del espírita “cazador de fantasmas” es entonces separar el desorden psíquico de la manifestación obsesiva, lo que a veces parece complejo en el primer intento. De todas maneras, el desconocimiento del sujeto dentro de la mala interpretación que se hace, conduce a muchos desórdenes psíquicos, donde se esperarían manifestaciones más objetivas. 

     No obstante, en algunos casos estas últimas existen, allí donde muy a menudo hay efectos físicos externos a la persona y que igualmente son comprobados por el entorno. Puede tratarse entonces de manifestaciones provocadas por el espíritu de un antiguo arrendatario o propietario, que no comprende o no soporta, la presencia de nuevos habitantes en los lugares a los cuales se ha quedado apegado y que sigue frecuentando. 

     Ocurre igualmente, que los fenómenos se desencadenan después de una tentativa de comunicación con el más allá, que ha atraído a un espíritu perturbador. Y si a veces hay obsesión de una influencia que subyuga a la persona involucrada, eso se manifiesta por desórdenes de la personalidad y el comportamiento. Cuando se trata de picor, hormigueo en todo el cuerpo, zumbidos y silbidos en los oídos o sentir como una presión sobre un lugar del cuerpo, una opresión, etc., es preciso ser más cauteloso en la medida en que estos no son propiamente los signos distintivos de una obsesión. La mayoría de los testimonios toma en cuenta todos estos tipos de sensaciones que, en general, no son acompañados por desórdenes de la personalidad. Entonces el único inconveniente es el temor que engendra, luego de un condicionamiento auto sugestivo que puede provocar diversas sensaciones (subjetivas en cuanto a su origen). 

Los malos consejeros 

     El problema en esta circunstancia, es que los llamados videntes o médiums, solicitados por las personas perturbadas, tienen para cada una el mismo discurso, para una conclusión fácil: Por  “Si están perturbados, es porque son médiums y los Espíritus están pegados a ustedes”. supuesto, no se trata de una información recibida sino de una deducción apresurada que se acompaña de algunos consejos como las tradicionales protecciones con agua bendita, sal u otros amuletos. O bien otros consejos más turbadores: “Déjense ir a la escritura automática y pregunten al espíritu lo que quiere”. En cuyo caso, si la persona tiene cierta sensibilidad, se arriesga a abrir la puerta a una presencia importuna que ya estaba allí o que no estaba. Y cuando se conoce la realidad de los Espíritus en turbación o mal intencionados, ellos son incapaces de la menor coherencia en sus palabras pudiendo arrastrar al intermediario humano a falsas interpretaciones. Además, no es tratando de comunicarse con un espíritu que se consigue su liberación, y no se hace sino atraerlo más sin saber qué hacer con él. 

   Es obvio lo que ciertos videntes y médiums ignoran, incitando a los que consultan a lanzarse en la boca del lobo sin darles la solución, pero agravando el problema. He aquí la situación para una persona sensible que realmente haya vivido los fenómenos o sufrido una obsesión. 

    Y luego, hay los casos de personas cuyas perturbaciones son únicamente psicológicas, a quienes se les dice que tienen varios Espíritus pegados a ellas. Y este error de diagnóstico agrava aún más la situación, pues el miedo a los Espíritus conllevará una amplificación de los desórdenes psíquicos. Detengámonos un instante en esta palabra “pegado” que se ha convertido en común. ¿Habría que imaginar entonces que los Espíritus, varios, estarían prendidos de alguna manera a una persona como sanguijuelas o vampiros que se nutren con la energía vital de su víctima? Con lo que se ha sugerido, uno se aproxima, con una imagen chocante que tiene con qué desestabilizar a las personas frágiles, pues al oír la palabra “pegado”, la gente genera naturalmente una terrible angustia, igual que lo haría el anuncio de una enfermedad irremediable. 

    Sería pues deseable que los profesionales de la videncia asumieran sus responsabilidades a partir de un verdadero conocimiento de los principios espíritas. Y puesto que han aceptado un papel, que éste sea por lo menos el de tranquilizar antes que asustar; que sea una ayuda que ofrecer a las personas desamparadas y no decirles que son médiums perturbados por entidades, sino dando muestras de un espíritu de análisis, y luego hacerse cargo si realmente hay un problema.

   Los escollos del elitismo 

    Dentro de la complejidad de estos asuntos, también se ha visto surgir otro tipo de problema. Personas atraídas por lo paranormal, o a quienes se les hecho creer en una sensibilidad mediúmnica, muy a menudo desean que las cosas no se detengan allí y que una perturbación pasajera pueda abrir otras posibilidades de contactos más tranquilos con los Espíritus. Y allí, nuestros consejos espíritas de prudencia son muy mal aceptados.

     Nuestro principio de precaución consiste en indicarles no intentar el contacto, o suspenderlo si ya se ha entablado. Se observa entonces una rebelión por parte de las personas que, persuadidas de su mediumnidad, ante todo no quieren abandonarla, deseando sólo que se venga en su ayuda para quitarles los Espíritus que las perturban.

     Estas mediumnidades, reales o supuestas, son como regalos del cielo que habría que preservar a toda costa. Se ve entonces a personas “pegadas” (no ya en el sentido anterior) sino aferradas a lo que les daría una función particular, singularizándolas respecto a las demás. “Tener un don”, eso se convierte entonces en sentirse portador de una misión especial, eso se convierte en parte integrante de una nueva personalidad que se le da, es una aptitud que no puede ser abandonada. Y entonces, cuando aconsejamos detener todo, tenemos la impresión de que se despoja a la gente de lo que le es más precioso. Se entra allí en una fase psicológica que se explica muy simplemente: singularizarse por una facultad, es darse una personalidad diferente, es alcanzar lo que parecía inaccesible, y al final es muy a menudo señal de un complejo de inferioridad que se transforma en complejo de superioridad, lo que más sencillamente se llama el orgullo del que finalmente puede decirse: “¡Yo existo!”. 

    Pero existir como médium, es muy diferente, es la aceptación de lo bueno y de lo menos bueno, y es también una pesada carga que debe ser acompañada por otros y controlada en el seno de un grupo espírita. Ahora bien, los candidatos a médiums, a quienes algunos han hecho creer que tienen grandes posibilidades, mayormente no quieren ser objeto de análisis ni control dentro de un grupo, sino que quieren bastarse a sí mismos con la certeza de que, por sus propias sensaciones e intuiciones, la verdad se liberará por sí misma. 

   Estamos frente a una desviación que, desde luego, no data de ayer sino que, a través de varios médiums o pseudo-médiums, ha dado lugar a toda una literatura en la que un espírita ya no puede reconocerse. En todo eso se han olvidado los principios básicos que fueron definidos por el fundador del espiritismo. Allan Kardec insistía en el conocimiento de la filosofía espírita antes de cualquier otro paso. Ponía el acento sobre la formación de los espíritas, significando con ello que se necesitaban espíritas instruidos, conscientes, reflexivos y comprometidos con una causa a ser defendida. Y si había mediumnidad que desarrollar, era necesario de antemano que las personas involucradas fueran ya verdaderos espíritas. 

    Y es allí donde duele, cuando nuestros contemporáneos desinformados se imaginan que primero hay que convertirse en médium para asegurar mejor su avance espiritual. He aquí todavía un concepto que desnaturaliza completamente el sentido de una verdadera espiritualidad. ¿Habría pues que ser médium para sentirse evolucionar? Por consiguiente, ¿habría entonces que suponer que si no se es médium, la evolución se nos escapa? Tenemos que descartar esta idea turbadora que revela insidiosamente una forma de elitismo espiritual a partir de facultades. 

    Los principios espíritas son los mismos para todo el mundo, médium o no médium; son humildad, don de sí, compartir, sin que se tenga que venerar a un médium que desempeñaría el papel de guía de pensamiento. 

    Las mediumnidades, en su diversidad, son particularidades inherentes a las sensibilidades humanas. Pueden corresponder a misiones elegidas antes de la encarnación pero, de todas maneras, deben inscribirse dentro de un marco colectivo adecuado, a saber, el marco espírita, no conocemos otro. Por supuesto podemos excusar a las personas que, ingenuamente, imaginan que la mediumnidad les haría hacer un gran bien en la evolución, en la medida en que eso se dice y se escribe en todas partes en palabras espiritualistas influenciadas por diferentes modelos: son las altas espiritualidades de la canalización, son las creencias en una evolución rápida y artificial para llegar más pronto a las puertas del Nirvana. 

    No, la evolución no será el fruto de un método personal para llegar más rápido a la serenidad. Muy por el contrario (y, además, no se trata de serenidad) la ley de la evolución universal enseñada por el más allá, es el camino áspero y difícil de la lucha en la humanidad y por la humanidad. Es volver a poner los pies bien sobre la Tierra, aunque se mantenga la cabeza en las estrellas, a fin de participar en el avance de una idea esencial. Hay allí un principio espírita de fondo que no tiene que ser pervertido por la influencia de espiritualidades elitistas y personales. 

    Y para volver a los médiums, pero “los verdaderos”, evidentemente su función forma parte de su evolución, de su camino elegido en esta vida para esa función. Lo que no significa que eso sea la camino ideal para alcanzar el absoluto divino más pronto que los demás.

     No hay camino ideal para nadie, sino la de un progreso lento y difícil para todo el mundo, que se realiza de vida en vida. Realizarse en esta vida haciendo lo que se debe, es una etapa importante para el progreso de cada uno, pero esa no es la realización total y trascendente de la pureza del espíritu. 

Por Jacques Peccate – Traducción de Ruth Neumann 

(Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 95 Enero – Marzo de 2014).

( Art. Obtenido de Zona Espírita )

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     RELIGIONES  CRISTIANAS

                                 Dogmas, Sacramentos y Cultos ( 6 )   

( Viene del anterior ) ...//...

" El hombre es sembrado en la corrupción y se reconstituye en la incorruptibilidad. Es sembrado en la flaqueza y se reconstituye en el poder. Es sembrado cuerpo animal y se reconstituye cuerpo espiritual.... Os lo digo hermanos míos, la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorruptibilidad."

   Varios teólogos adoptan esta interpretación, dando a los cuerpos resucitados propiedades ajenas a la materia carnal, haciéndolos luminosos, ágiles como Espíritus, sutiles como el éter e impasibles.

   Tal es el verdadero sentido de la resurección de los muertos, como lo entendían los primeros cristianos. Si en una época posterior se ve aparecer en ciertos documentos y en particular, en el credo apócrifo de los apóstoles, es siempre en el sentido de la reencarnación, esto es, de regreso a la vida, nueva carne, para recorrer el campo de sus existencias terrestres.

   El Cristianismo, bajo el triple aspecto de que se ha revestido en nuestros días: Catolicismo romano, material, acto por el que el alma se reviste de Protestantismo Ortodoxo o religión griega, no se ha constituido pues, todo de una pieza y en un solo momento, como creen algunos, sino lentamente, a través de los siglos, en medio de tanteos, luchas encarnizadas y profundos desgarramientos Cada dogma, edificándose  sobre otro, venía a afirmar lo que los tiempos anteriores habían negado. El mismo siglo XIX vio promulgar dos dogmas que han dado lugar a más controversias y disputas: el de la Inmaculada Concepción y el de la Infalibilidad Papal, de los cuales un famoso sacerdote católico dijo: "inspiran poca veneración cuando se ha visto como se hacen."

   Sin embargo, esta doctrina de los siglos, que la tradición eclesiástica ha convertido en una doctrina ininteligible, hubiera podido ser la vestidura de una religión razonable, conforme a los datos de la ciencia y a las exigencias del sentido común, si en lugar de tomar cada dogma a pie de la letra, se hubiese querido ver en él una imagen, un símbolo transparente.

   Despojando al dogma cristiano de su carácter sobrenatural, se podría casi siempre hallar en él una idea filosófica, una enseñanza sustancial.

   Por ejemplo, la Trinidad, definida por la Iglesia un solo Dios en tres personas, no sería, considerándola así, mas que un concepto del Espíritu representando la Divinidad bajo tres aspectos esenciales: La Ley, viva e inmutable, es el Padre, la razón o sabiduría eterna es el Hijo, y el Amor, potencia creadora y fecundante, es el Espíritu Santo.

   La encarnación del Cristo, es la divina sabiduría descendiendo del Cielo a la humanidad y tomando cuerpo en ella para formar un tipo de perfección moral ofrecido como ejemplo a los hombres.

   Así se podrían explicar, e una manera sencilla, clara y racional, todos los dogmas del Cristianismo, los que se desprenden de la doctrina secreta enseñada en los primeros siglos, y de la que se ha perdido la clave, desconociendo su sentido.

  En cuanto a los dogmas modernos, no se puede ver en ellos más que un producto de la ambición sacerdotal. Han sido promulgados para hacer más completa la esclavitud de las almas.

   Pero, por muy profundo que fuese el pensamiento filosófico cubierto bajo el símbolo, no podría bastar en lo sucesivo para una restauración de las creencias humanas. Las leyes superiores y los destinos del alma nos son reveladas por voces más autorizadas que las de los pensadores de la antigüedad; son las de los Seres que habitan el espacio y gozan de la vida fluídica, que será la nuestra algún día.

   Esta Revelación servirá de base para las creencias del porvenir, pues trae una demostración brillante del Más Allá, de la que está sedienta al alma, y del mundo espiritual al que aspira, y al que las religiones han presentado hasta ahora bajo formas tan incompletas y tan quiméricas.

  La explicación racional de los dogmas puede aplicarse a los sacramentos, instituciones respetables si se las considera como figuras simbólicas, como medios de entusiasmo y de disciplina religiosa, pero que no es posible tomar a pie de letra. en el sentido impuesto por la Iglesia.

  Lo que hemos dicho del pecado original, nos lleva a considerar el bautismo como una simple ceremonia de iniciación, porque el agua es impotente para lavar las manchas del alma.

  La Confirmación o imposición de manos es el acto de transmisión de los dones fluídicos, del poder del apóstol a otra persona. Este poder no se justifica más que por méritos adquiridos en el curso de vidas anteriores.

  La Penitencia y la remisión de los pecados dieron origen a la Confesión, pública al principio my hecha directamente a Dios; auricular después en la Iglesia Católica, y dirigida al sacerdote. Este, erigido en único árbitro, ha juzgado indispensable este medio para poder discernir con claridad los casos en que la absolución es merecida. Pero, ¿es posible que decida alguna vez con incertidumbre?. La contribución del penitente, nos dice la Iglesia, es necesaria. ¿Y cómo se puede asegurar que esa contricción es real y suficiente?. La decisión del sacerdote resulta de la confesión de las faltas, ¿ alguna vez está seguro de que la confesión ha sido completa?.

   Si consultamos todos los textos en que se funda la institución de la confesión al hablar de la comunión, no encontramos más que una cosa, y es que el hombre debe reconocer sus faltas respecto al prójimo y confesar sus culpas ante Dios. De estos textos resulta más bien la siguiente consideración: la conciencia individual es sagrada, Dios es su único juez y nada hay que justifique la pretensión del sacerdote de constituirse como tal.

   ¿ Qué dice S. Pablo de la Comunión y de los que son dignos de ella? Examínese cada cual a sí mismo (1,Epist. a los Corintios, XI 28).

  Nada dice respecto a la confesión , considerada en nuestros días como indispensable en semejante   circunstancia.

  San Juan Crisóstomo en un caso semejante exclama: Revelad vuestra vida a Dios, confesad vuestros pecados a Dios; confesadlos a vuestro juez, explicándole, si no con la voz, al menos mentalmente y orad de tal manera que alcancéis el perdón. (Homilía sobre la Epist. a los hebreos).

  La confesión auricular jamás ha sido practicada en los primeros tiempos del Cristianismo; no viene de Jesucristo, sino de los hombres-

...//...  (Continua y finaliza en el siguiente publicado)

- León Denis- (Cristianismo y Espiritismo)

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       REFLEXIONES DE MERCHITA


Queridos amigos, si miramos un poco para atrás, y abrimos de par en par nuestra ventana al exterior, vemos que las cosas no son iguales, el horizonte es distinto, se ha mejorado o empeorado, seamos optimistas y veamos la vida como un precioso regalo, una gran oportunidad para luchar en el campo de nuestras propias batallas.

Sabemos que la historia  nos muestra los  numerosos siglos que fueron precisos  para llegar al grado de civilización que hemos llegado. Sin embargo observamos que el avance material ha sido grandioso, pero los hombres aún seguimos siendo imperfectos, espiritualmente aún hemos avanzado muy poco, las virtudes escasean aún en muchos hombres y el vicio es el causante de que ellas no florezcan; el egoísmo sofoca el amor. Todos mantenemos una lucha en la sociedad donde nos desarrollamos, siendo muchas veces victimas o mártires; y en eso consiste el mérito y el progreso  para los Espíritus encarnados en la Tierra.

Todos hemos de procurar hacer el bien  para progresar y en eso estamos, manteniendo una lucha  interna, del hombre nuevo que somos ahora, con el hombre viejo que fuimos, y es cierto que todos los que nos rodean  se benefician de ese esfuerzo pues poco o mucho ellos progresan también con nuestros buenos ejemplos y con nuestra buena forma de actuar y de comportarnos.

Un día,  no muy lejano, cuando volvamos al otro lado de la vida, si hemos trabajado y hemos conseguido ser mejores personas, no necesitaremos  volver más al planeta Tierra a no ser que sea con una misión, como guía de la humanidad.

El Espiritismo es una ciencia eminentemente práctica, que enseña a los hombres las dos grandes virtudes sobre las cuales reposa toda la moral humana y sabemos que esta es la justicia  y la solidaridad, y ello no es otra cosa,  que el progreso en el orden moral.

Muchos nos preguntamos alguna que otra vez, ¿Dónde está la recompensa del bien cumplido? Y  esta es el propio bien,  un bien hecho, nos da un estado de gozo, de alegría interna, de satisfacción. Al igual que cuando hacemos el mal, nuestra conciencia se encarga de martirizarnos, el remordimiento, nos hace estar inquietos, pesarosos, amargados, sin tranquilidad.

El hombre  es para sí mismo su propio  compensador o su propio verdugo. Dios no castiga ni recompensa a nadie. Sabemos que una ley inmutable, una justicia inmanente presiden el orden del universo y las acciones del hombre. Todo los actos que cometemos encierran sus consecuencias. Dios deja al tiempo el cuidado de realizarlas.

El cielo o el infierno están en nuestras conciencias, todos traemos en el alma  nuestra alegría o sufrimiento,  la gloria o la miseria, conforme a los méritos o deméritos.

El Espiritismo nos torna mejor al darnos una noción clara de la vida, de nuestro destino, y esto hace que poco a poco estemos educándonos moralmente en sí mismos, individualmente  y también socialmente, tratando ser mejores con nuestros hermanos.

Nosotros como espiritas sabemos que nos podemos  poner en comunicación con el mundo invisible, estamos desarrollando la mediúmnidad pues sabemos que ella está en germen en cada uno de nosotros.

La mediúmnidad constituye  una serie de fenómenos psíquicos y espirituales. Recordemos que las leyes del universo están en total armonía, y que, consecuentemente, nosotros que somos espíritus, solo nos podemos comunicar  con el mundo de los espíritus por los sentidos del espíritu.  Es un sexto sentido, que completa la naturaleza humana, es la percepción espiritual, es la mediúmnidad.

Todos podemos perfeccionar la mediúmnidad, si la poseemos ostensivamente, que es cuando en realidad nos podemos catalogar de médiums. Ella es desenvuelta por el ejercicio, por el entrenamiento, por la experimentación. Pero es preciso para eso dejarnos dirigir por los propios Espíritus; porque son ellos los que preparan y forman a sus médiums, como un maestro sabio forma  al operario que lo debe ayudar y servir.

El Espiritismo es el futuro de la religión y poco a poco sus adeptos aumentan y se expanden sus enseñanzas. Como su nombre indica el Espiritismo es la más alta  y la más científica forma del espiritualismo. El es, al mismo tiempo, una ciencia positiva, una filosofía moral, una solución social. Bajo todos esos títulos, responde admirablemente a las exigencias del pensamiento moderno, a las necesidades del corazón humano, a las aspiraciones elevadas del alma. Los progresos del futuro confirman cada día más sus enseñanzas y su doctrina: podemos, pues, afirmar que el espiritismo es el Credo futuro de la humanidad.

- Merchita-

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