martes, 15 de febrero de 2022

El Pase espírita

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- ¿ La idea de volver a nacer, será por un apego a este mundo?

2.- El Pase espírita

3.- El olvido del pasado

4.- Amor filial




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¿La idea de volver a nacer  será por un  apego a este mundo?

                                


       Podría parecer que la idea del regreso del Ser espiritual múltiples veces a este mundo nuestro, podría ser otra superstición más nacida de un apego al mismo o a lo material.

Sin embargo, la idea de la Reencarnación, se explica por la existencia de una fuerza de atracción que nos impele a regresar repetidamente a la Tierra en tanto que nuestro Ser necesite experimentar nuevas lecciones y enseñanzas que todavía no ha aprendido o asimilado, porque recordemos que el sentido de la vida es la perfección del Espíritu, a través  de un aprendizaje continuo que llamamos evolución espiritual y este mundo nuestro es como una escuela en la que venimos precisamente a aprender y a crecer espiritualmente.

Esta fuerza de atracción es precisamente la Ley de Evolución que junto a la Ley de Causa y Efecto, nos encauzan e impulsan siempre en un continuo proceso de perfeccionamiento.

Además, también nos podríamos plantear, qué apego a lo material pudieron tener en la antigüedad algunos grandes personajes que sí la admitían y promulgaban,  como Buda, Jesús, Sócrates, Platón, etc?. 

Por otra parte están esos comprometidos científicos que durante años han  dedicado al estudio e investigación, experimentado y confirmado esta realidad, haciendo que sea algo más que una simple creencia; analizando y estudiando los casos de recuerdos espontáneos, los traumas del pasado descubiertos durante estados de sofronización, coincidiendo detalles "recordados" muchas veces, con la presencia de “marcas de nacimiento, etc.  ¿ Realmente,  estos dedicados investigadores científicos se han  dejado engañar o nos han querido engañar ellos en sus conclusiones, por algún oculto motivo?. Verdaderamente  para dudar con estos datos, habría que tener una imaginación mucho mayor que la necesaria para admitir la Reencarnación.

La Ley de Causa y Efecto que rige en el devenir humano, hace que las deudas contraídas en este escenario físico, se deban saldar para aprender de ello, precisamente es en este mismo escenario en donde se cometieron los posibles errores o las faltas, y no en otro, por lo que mientras tengamos algo pendiente por aprender en la Tierra, o debamos equilibrar en justicia con alguien en este mundo, tendremos que regresar precisamente al mismo escenario en donde tenemos pendiente algún aprendizaje, alguna deuda, o algún pago para equilibrar la justicia y de paso aprender con ello y seguir nuestro caminar evolutivo. Es sobretodo una cuestión de lógica y  de justicia.

Comenzamos así a comprender los por qué que la filosofía de la reencarnación contesta, con respuestas  llenas de  lógica de, porque resultan totalmente coherentes con un concepto más amplio de la Justicia Divina.

Cada vez que regresamos a este mundo, lo hacemos encarnando muy diversas personalidades humanas; unas veces como hombres y otras como mujeres; unas como ricos y otras como pobres, arrastrando tantas veces con nosotros las huellas y traumas del pasado de otras vidas pretéritas, y lo hacemos indistintamente en muy diversas situaciones y escenarios; y en cada una de las vidas humanas que vivimos aprendemos nuevas  lecciones que no podríamos experimentar y asimilar si no tuviésemos nada más que un único paso por la Tierra, por muy larga que fuese nuestra existencia humana.

- Jose Luis Martín-

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                             EL PASE ESPÍRITA

                                                             


El biólogo Richard Monezi, maestro de la fisiopatología experimental de la Facultad de Medicina de la USP e investigador  de la unidad de Medicina Comportamental de la Unifesp, estudió a fondo la técnica de imposición de manos [pase]. Recordemos en la actualidad el pase es empleado por otras religiones, que lo presentan bajo nombres y diversas apariencias (bendición, unción,  Johrei, Heike, bendiciones), señalando que las personas sin ninguna relación con movimientos religiosos también  lo emplean. 

Para Monezi, los datos preliminares apuntan a que la práctica del pase genera cambios fisiológicos, como la disminución de la depresión, de la ansiedad y de la tensión muscular, además del aumento del bienestar y de la calidad de vida.

 Resaltamos que la Doctrina de los espíritus clarifica mejor  y explica las funciones del periespiritu, que “es el órgano sensitivo del espíritu, por medio del cual este percibe cosas espirituales que escapan a los sentidos corpóreos”, además de que  interactúa de forma profunda  con el cuerpo biológico, razón por la cual las energías transmitidas por el pase y recibidas inicialmente por los centros de fuerza, afectan  al cuerpo físico a través de los plexos, proporcionando la renovación de las células enfermas.

“Así como la transfusión de sangre representa una renovación de las fuerza físicas, el pase es una transfusión de energías psíquicas, con la diferencia de que los recursos orgánicos (físicos) son retirados de un reservatorio limitado, y los elementos psíquicos  son del reservatorio ilimitado de las fuerzas espirituales.” – explica  el Espíritu Emmanuel.  Recordemos  que Jesús utilizó el pase “imponiendo las manos” sobre lo enfermos  y los perturbados espiritualmente, para beneficiarlos. Y enseñó  esa práctica a sus discípulos  y apóstoles, que también la emplearon  largamente. Entretanto, es en las huestes espiritas que el pase  es mejor comprendido, más también largamente difundido y utilizado, “dispensando  cualquier contacto físico en su aplicación.” 

Según Ricardo Monezi, “uno de los centros que  avalan el asunto es la respetada Universidad de Stanford, en los Estados Unidos. La física actual no consigue  clasificar   la naturaleza de esa fuerza, más varios estudios indican que se trata de energías electromagnéticas de baja frecuencia.”  Tiago escribió: “toda buena dadiva y don perfecto viene de lo alto”.  Si, las energías magnéticas y la práctica del bien pueden admitir las expresiones más diferentes. Sus esencias, con todo, son continuamente las mismas ante el Soberano de la Vida.

Los pases podrán ser espirituales, en función del magnetismo proviniendo de hermanos desencarnados que participan de los procesos, y humanos, a través del magnetismo animal del propio pasista encarnado. “la cura se opera mediante la sustitución de una molécula enferma por  una molécula sana. El poder curativo estará, pues, en razón  directa de la pureza de la substancia inoculada; más  depende, también, de la energía, de la voluntad que, cuanto mayor fuera, tanto más abundante emisión fluídica provocará y tanta mayor fuerza de penetración dará al fluido. “  Es importante explicar, sin embargo, que el tratamiento espiritual a través del pase, ofrecido en la Casa espirita, no  dispensa el tratamiento médico.

Infelizmente toda la belleza de las lecciones espiritas, que provienen de la fe racional en el poder de las energías magnéticas por el pase, desaparece ante las gimnasticas pretensiosas y burlescas de tratamientos espirituales actualmente practicados en algunas instituciones  espiritas mal dirigidas. El pase no podrá, en tiempo alguno, ser aplicado con movimientos bruscos, ni sirviéndose  de los malabarismos manuales, estallidos de dedos, canticos extraños y, mucho menos  aun, estando incorporado y,    psicotónicamente, verbalizando “consejos” para el receptor. Eso no es práctica espirita.

“El pase deberá siempre ser administrado de modo silencioso, con sencillez y naturalidad.“  En la casa espirita no se admiten las escenas y gesticulaciones  en las que hoy se envolvieron terapia exquisitas tales como la apometria, la desobsesión por corriente magnética, los “choques anímicos", cristal terapias (poderes de las piedras???) cromoterapias (poderes de los colores???) y otras “terapias” mitológicas,  generalmente    vinculadas  a antiguas corrientes  espiritualistas de Oriente o de origen místico, ilusionista  y fetichista.   Es siempre bueno recordar  a tales adeptos fervorosos que todo el poder y toda la eficacia del pase genuinamente espirita dependen del espíritu y no de la materia, de la asistencia espiritual del médium pasista y no del mismo.

 Por consiguiente, en la aplicación del pase no se  hacen necesarios la gesticulación violenta, la respiración sofocante o el bostezo continuo, y que tampoco hay necesidad de tocar al asistido. “La transmisión del pase dispensa cualquier recurso  espectacular”.  

Los escenarios de preparación - "las manos erguidas  a lo alto y abiertas,  para la supuesta captación de fluidos por el pasista; las manos abiertas sobre las rodillas del paciente, para la mejor asimilación fluídica; los brazos y piernas  sin cruzar para no impedir el libre acceso de los fluidos, y así   en adelante, solo sirven para ridiculizar el pase, al pasista y al paciente.”  La formación  de las llamadas “corrientes” mediúmnicas, con el acoplamiento del  médium en torno del paciente; las “corrientes” con las manos dadas o dedos  tocándose sobre la mesa – condenadas por Kardec, no son nada más que residuos del mesmerismo del siglo XIX, inútiles, supersticiosos y ridículos.” 

El pase es oración, concentración y donación. “La oración es un prodigioso baño de fuerzas, tal  como la vigorosa corriente mental que atrae”.  Por ella, consigue el pasista dos cosas importantes y que aseguran el éxito de su tarea: expulsar del propio mundo interior  los sombríos pensamientos renacientes de la actividad común durante el día en las luchas materiales y sorber del plano espiritual las sustancias renovadoras de que se repleta, a fin de conseguir operar con eficiencia, a favor del próximo presente o distante del local de su aplicación.

  Pese a los místicos que aun no comprenden y crean confusiones al aplicar el pase, reconocemos que muchos encarnados y desencarnados  son beneficiados por él, pues sabemos que es una manifestación del amor de Dios, ese sentimiento sublime que abarca a todos y los alivia.  Es importante recordar, no obstante, un pensamiento de Chico Xavier: "el pase, tal como terapia, no modifica necesariamente las cosas para nosotros,  pero si puede modificarnos  a nosotros en relación a las cosas".

Jorge Hessen

 

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                            EL OLVIDO DEL PASADO

                                   


    Dada la importancia capital que tiene para el ser humano el fenómeno de la reencarnación, es lógico que los que nos interesamos por ella, nos preocupemos por explicar uno de sus puntos más esenciales. En este sentido, una de las críticas más frecuentes en boca de sus detractores es que si esta existiese, tendríamos que poseer forzosamente recuerdos de nuestras existencias anteriores.

    Este argumento tiene su raíz en el sentido común, al igual que cuando has visitado un lugar, por muy lejano que esté o mucho tiempo que haya transcurrido, siempre guardas una cierta imagen en tu mente de cómo era ese sitio, de sus gentes o de qué impresión te llevaste.

    En esto como en otras cosas de la vida, hemos de romper con el encasillamiento al que a veces nos somete la tosca dimensión material en la que nos desenvolvemos y tratar de “ver” un poco más allá con nuestro razonamiento. Vamos a comprobar de este modo cómo, a pesar del supuesto misterio, las piezas del rompecabezas encajan con gran precisión.

   Antes que nada y ateniéndonos a la clasificación de los diversos orbes que efectúa el Espiritismo, nuestra Tierra se sitúa en la actualidad en el segundo escalón evolutivo, empezando por abajo, es decir, lo que denominamos planetas de “pruebas y expiaciones”. Una vez superado el ancestral período de la etapa primitiva con mucho aprendizaje y sacrificios, la raza humana logró introducirse en el presente período. A lo largo de siglos y siglos, este fenómeno se ha constituido en un gran examen de purificación para todos nosotros, prueba necesaria e ineludible por la que todo espíritu debe atravesar y en la que se hace preceptiva, por voluntad del Creador, la necesidad de paso por las diversas encarnaciones físicas.

    Pensemos por un momento qué ocurriría si pudiéramos tener acceso a esa “base de datos” que supone la memoria de todo el conjunto de existencias anteriores por las que hemos transitado.

    Un buen ejemplo para conocer ese “pasado” remoto que nos antecede es el estudio de nuestras tendencias. Cualquiera que realice un pequeño esfuerzo intelectual, se dará cuenta de cómo personas sometidas a idénticas condiciones estimulares de aprendizaje, familiares o sociales, presentan sin embargo notables diferencias en cuanto a la forma de encarar dichas circunstancias. Surgen, en este sentido, sujetos totalmente diferentes procedentes de parentescos, sin embargo idénticos.

    ¿Cómo explicar entonces la diferencia abismal entre hermanos gemelos criados por los mismos padres, educados en el mismo colegio e incluso vinculados a las mismas amistades? Su aspecto físico puede que resulte similar pero el “alma” que llevan dentro es completamente distinta y han llegado a la actual existencia trayendo un bagaje de experiencias pasadas probablemente muy diferente la una de la otra. Llegará el día pues en los que aquellos que incluso han compartido el vientre materno durante nueve meses se separen, porque cada uno de ellos ha llegado al plano físico con retos y misiones dispares. Puede que no y que sigan juntos a lo largo del periplo físico, pero en este caso, es muy probable que haya sido determinado de esta manera desde antes de “descender” a la dimensión material por el compromiso de trabajar unidos.

    En cualquier caso, y esto ha de quedar meridianamente claro, una cosa son las tendencias y otra el libre albedrío. Aunque a veces nos veamos inclinados a realizar determinada clase de actos, la libertad de decisión siempre estará presente y nunca se pierde. Uno de esos hermanos puede terminar en prisión pagando deudas con la justicia mientras que el otro puede elevarse hacia las más altas cotas del esfuerzo y el sacrificio por los demás. La distinción radica tanto en el bagaje con el que reaparecemos en la Tierra (experiencias acumuladas por el espíritu desde que fue creado) como en el proceso continuo de toma de decisiones que llevamos a efecto en cada momento (libre albedrío).

   Muy bien, pero aparte de las “tendencias” del alma que me empujan a desempeñar ciertos trabajos o a vincularme con determinadas personas o lugares ¿por qué no se manifiestan esos recuerdos del pasado?

   La respuesta es muy sencilla. Dado el nivel evolutivo en el que se halla actualmente el ser humano, la convivencia entre nosotros resultaría insoportable, por no decir imposible. Veamos un ejemplo conflictivo para entenderlo mejor.

   “Tengo un compañero de trabajo al que no soporto. Es tan solo mencionar su nombre o contemplarlo desde la distancia y empiezo a sentirme nerviosa, incómoda, como si temiera el que fuera a realizar algo en contra de mis intereses o de mi integridad. Procuro evitarlo a toda costa y él hace lo mismo aunque cuando no queda más remedio y debemos coincidir se muestra de lo más sarcástico conmigo y procura ridiculizarme con sus comentarios”.

    Retrotrayéndonos en el tiempo, contemplamos a la actual mujer como esposa de ese individuo en otra encarnación, habiendo ejercido este sobre aquella un cruel acoso que desembocó en su separación tras años de sufrimiento. En este caso, las tendencias están claras y con un mayor o menor grado de conciencia de esa antipatía (en este lance muy evidente), los implicados propenden a evitarse o cuando coinciden, las predisposiciones de ambos continúan intactas.

   Tal vez ya hayamos tomado conciencia de por qué el Creador ha corrido el velo de la “ignorancia” sobre nuestros recuerdos del pasado. En el actual estado evolutivo de las personas, su conocimiento tan solo haría imposible en muchos casos la convivencia con los que nos rodean y muy probablemente dificultaría tanto nuestro aprendizaje como nuestro progreso evolutivo. Preguntémonos: si pudiéramos reconocer a nuestro asesino en otra vida ¿ quién golpearía primero ahora? ¿Sería yo el que primeramente ejecutaría mi venganza o tal vez él volvería a "rematarme" de nuevo? La existencia se convertiría en un dislate y el reconocimiento del “ayer” se constituiría en un grave obstáculo para seguir avanzando.

   Ahora sí que les diría a los escépticos que “gracias a Dios” y a su perfecta sabiduría, tengo “olvido” del pasado y que ya considero suficiente tarea el esfuerzo por concentrarme en el presente y seguir aprendiendo, como para preocuparme en exceso por quién fui o dónde estuve antes. Lo curioso es que pese a esa “amnesia”, el Padre no hiló la cortina del pasado con un tejido demasiado grueso, ya que sigo encontrándome con personas que nunca antes había visto y que sin embargo me perturban con su presencia. En cambio otras, con tan solo mirarlas, despiertan en mí la mayor de las simpatías. ¿Por qué será?

    No pretendamos recorrer a excesiva velocidad el camino evolutivo. Todo a su tiempo. Además, no resta mucho para retirar la cortina. Pues ¿ qué es una vida en la inmensidad de la historia? Tan pronto como abandonemos la envoltura física, nuestras preguntas serán desveladas. ¿A qué tanta prisa?

- Jose  Manuel Fernandez - ( de su blog "entreespíritus" )

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                                                 AMOR FILIAL




En el Evangelio según el Espiritismo, capítulo XIV, ítem 3, podemos leer:

El mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre», es una  consecuencia  de  una  ley  general  de  caridad  y  de  amor  al prójimo,  porque  no  se  puede  amar  al  prójimo  sin  amar  a  su padre y a su madre; pero la palabra honra encierra un deber más respecto  a  ellos:  el  de  la  piedad  filial.  Dios  ha  querido, manifestar con esto, que al amor es preciso añadir el respeto, las  consideraciones,  la  sumisión  y  la  condescendencia,  lo  que implica la obligación de cumplir respecto a ellos, de una manera aún más rigurosa, todo lo que la caridad manda con respecto al prójimo.  Este  deber  se  extiende  naturalmente  a  las  personas que están en lugar de padres, y que por ello tienen tanto más mérito cuanto menos obligatoria es su abnegación. Dios castiga siempre  de  un  modo  riguroso  toda  violación  de  este mandamiento.

Honrar a su padre y a su madre, no es solo respetarles, es también asistirles en sus necesidades, procurarles el descanso en  su  vejez;  rodearles  de  solicitud,  como  lo  han  hecho  con nosotros en nuestra infancia.

En cualquier situación o circunstancia que se pueda presentar, tanto si nuestros padres están todavía en plena madurez o ya han entrado en la llamada tercera edad, mantenernos cerca de ellos, amarlos, cuidarlos y cuando lo necesiten protegerlos, es un deber de hijos agradecidos. Ellos hicieron por nosotros lo mismo o más en los primeros años de nuestra vida. Una existencia material que tan generosamente nos brindaron para poder realizar los progresos necesarios en el camino de la evolución. Y también agradecidos por ofrecernos una oportunidad que perfectamente nos la podría  haber negado, en función del uso de su libre albedrío.

Este mandamiento de “Honrar a los padres” recuerda a los hijos los deberes y responsabilidades para con los progenitores. Es el amor que debemos sentir por ellos, aquel que atiende a su bienestar, con la responsabilidad de prestarles ayuda material y moral cuando sus fuerzas y sus recursos disminuyan; en los momentos de soledad o de abatimiento, y también compartiendo con ellos los momentos de felicidad y alegría.

El respeto a los padres y lo que representan para nosotros nunca se debe perder, independientemente de nuestra edad o circunstancias. El respeto también significa el saber aceptar sus consejos con humildad, ya que la experiencia de vida que ellos tienen nos puede ayudar en circunstancias difíciles o a tomar decisiones delicadas.

Cuando contemplamos a nuestros padres y estos están sanos y fuertes, la alegría, la satisfacción, el gozo se abren paso en nuestro interior y nos hacen sentir dichosos. Si, por el contrario, ellos se hallan enfermos, hemos de sentir la obligación, la responsabilidad como hijos, de cuidarles, de ocuparnos de ellos, de protegerlos, de asistirlos y darles el apoyo que necesitan. El mayor tesoro de piedad filial que se puede ofrecer a los padres es dedicarles el tiempo que necesitan y merecen.

En el Libro de los Espíritus, en el ítem  681, podemos leer:

¿La ley natural impone a los hijos la obligación de trabajar por sus padres?

Ciertamente, como los padres deben trabajar por sus hijos, y por esto Dios ha hecho del amor filial y del paternal un sentimiento natural, con el fin de que por medio de este afecto recíproco los miembros de una misma familia fuesen inducidos a ayudarse mutuamente, lo cual se olvida con frecuencia en vuestra actual sociedad.

Hay que recordar que los lazos de la sangre no constituyen obligatoriamente los lazos afectivos entre los espíritus, y que Dios permite, dentro de una misma familia, dos situaciones distintas: tanto encarnaciones de espíritus simpáticos unidos por una verdadera afinidad, con la satisfacción de estar juntos, pero también bajan espíritus antipáticos o extraños, que no se terminan de acomodar dentro de la familia carnal, creando conflictos más o menos graves. Esto último cumple con un doble objetivo, el de prueba para los unos y de avanzar aunque sea poco para los otros. La convivencia dentro de la familia les ayuda a mejorar el carácter, y los hábitos y las antipatías se van suavizando. Por lo tanto, la convivencia puede aportar las circunstancias necesarias para ir limando las imperfecciones con el cincel de la fraternidad que la dignifica. El comportamiento que reciben de sus padres ha de servirles de ejemplo para el futuro, para cuando ellos hayan envejecido.

Por otro lado, el problema de la ingratitud en las familias es una de las consecuencias más sobresalientes del egoísmo; indigna siempre a los corazones honestos; pero la de los hijos con respecto a sus padres tiene aun una naturaleza más detestable: es la ingratitud uno de los peores sentimientos que pueden demostrar a los padres, de los más graves errores que puede manifestar el espíritu en su marcha hacia la elevación.

Sobre todo en la etapa adolescente, por los conflictos de identidad que experimenta, olvida que tienen ciertas responsabilidades hacia sus padres, ignorando el cariño que recibe de la familia y sus atenciones permanentes. Aun así, hay ocasiones donde los choques generacionales y el sentirse incomprendido provocan la invisibilidad de ese amor que los padres sienten por él, pues en esas edades la visión que tienen de sí mismos les lleva a observar más aquello que consideran sus derechos, y, a la par, disminuyen o ignoran las responsabilidades y obligaciones para con los demás. Incluso algunos jóvenes, en esos momentos de rebeldía descontrolada, abandonan el calor familiar, para posteriormente, cuando se enfrentan a la cruda realidad y comprenden su desatino, vuelven al seno familiar.

Partiendo de la base de que ante todo los padres tienen que ser padres, se debe buscar con los hijos una relación de amistad fraterna para que la interrelación entre todos los miembros de la familia sea más fácil, evitando las incomprensiones producto de la diferencia generacional. Esto facilitará la confianza y el acercamiento entre los padres e hijos a la hora de solucionar problemas, adversidades, enfermedades… y dará paso también a la alegría, felicidad o dicha ante las buenas noticias, los éxitos, la culminación de algún logro, etc.

Por otro lado, la ayuda en las tareas de la casa paterna cuando se vive en ella, tanto si son mayores como pequeños, también debe ser una obligación moral. Hacerles comprender que el hogar y su mantenimiento espiritual, pero también físico, es tarea de todos. La repartición de tareas fomenta la cooperación y les hace comprender que las cosas no se organizan o se hacen solas. Es, en definitiva, una invitación a la responsabilidad y a pensar no solo en las propias necesidades sino también en las de los demás, de aquellos con quienes se comparte espacio y se necesita convivir armónicamente.

Por las exigencias que nos impone la sociedad actual, para los padres que tienen niños pequeños, es de agradecer que los abuelos ayuden y colaboren altruistamente para cubrir convenientemente todas las necesidades de la familia.

No obstante, hay que evitar el abuso que con frecuencia se observa cuando se sobrecarga en exceso a los abuelos; cuando por comodidad o ciertas tendencias materiales se les transfieren unas tareas que no les corresponden. Es ahí donde debe existir conciencia espiritual de la responsabilidad a la que nos comprometimos, evitando delegar en aquellas cosas que son intransferibles y que requieren de toda la atención, mucho más de los progenitores que de los abuelos. Porque esta delegación de tareas puede llevar a la tentación de abusar de la abnegación de los abuelos, y este abuso sí que puede tener consecuencias negativas en el futuro.

Como vamos viendo, y en función de la Ley del Amor que regula todas las relaciones, los hijos, cuando son mayores de edad, tienen deberes intransferibles para con los padres; no se les puede descuidar por el hecho de tener una vida muy ocupada. O abandonarles porque algunos padres olvidan sus deberes, sus responsabilidades, y no ejercen como tales ante sus  hijos. Pero es a Dios a quien corresponde castigarlos, no a los hijos; por tanto, no juzgar a los progenitores en su comportamiento, siendo el respeto y la gratitud una actitud que siempre hay que tener presente por la dichosa oportunidad obtenida de volver a la Tierra, y a la familia que necesitamos, para desarrollar los planes de evolución.

Hemos de tener en cuenta además que, en el transcurso de las pruebas, es la Ley de Afinidad la que favorece los reencuentros y los desencuentros en el círculo familiar, de acuerdo a los periodos evolutivos y a los grados de conciencia de los miembros que componen la familia.

Todos los actores que conforman el hogar, tanto hijos como padres, abuelos, etc., han de pasar y desempeñar los diferentes roles en algún momento de su vida, en el transcurso de las diferentes existencias evolutivas. Todos, absolutamente todos, tienen deberes y obligaciones. Nos compete asumir la responsabilidad del papel y el lugar que en este mismo momento nos corresponda asumir y desempeñar, desarrollando los valores imperecederos del espíritu: poniendo amor donde exista odio, comprensión donde exista intolerancia, afecto donde exista frialdad o distancia. Asumiendo, en pocas palabras, el fardo de las pruebas y circunstancias momentáneas que nos haya podido corresponder, sabiamente planificadas antes de encarnar por los mentores espirituales.

Para concluir, recordemos que “los hijos de ahora serán los padres del mañana, y corresponde a la reencarnación proporcionarles un futuro de acuerdo con la siembra del presente” 

(Constelación familiar, cap. IV, pág. 41, Divaldo F. por Joanna de Ângelis).

- Gloria Quel  (2020 Amor, Paz y Caridad ).


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