sábado, 8 de enero de 2022

¿Espiritismo laico ?, ¿Por qué ?

     INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- ¿Espiritismo laico ?, ¿Por qué ? (2ª)

2.- Obsesores en acción. Cómo tratar con ellos (I)

3.- Reencarnación de los espíritus terrestres en otros planetas

4.- Los "Niños Prodigio "





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         ¿ESPIRITISMO LAICO ?: ¿ POR QUÉ ?

(2ª )

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Pero, ¿Qué es exactamente el laicismo? Herivelto Carvalho (2019), refiriéndose al término “laico” informa que “Este adjetivo proviene del término griego laikós que significa ‘del pueblo’ o, en otras ocasiones, ‘mundano’. En los escritos cristianos fue, a partir del siglo III, muy utilizado con el objetivo de calificar a los fieles que no eran dotados del conocimiento sagrado de los clérigos. En otros contextos, el término laikós se utilizó en oposición a hagios (sacrum), especificando todo lo que presentaba una naturaleza profana. 

En la Europa del siglo XIX, el adjetivo laico llegó a tener un significado equivalente a la manera como se entiende actualmente: la calificación de una actividad humana que no tiene implicación directa con asuntos religiosos o cuestiones dogmáticas de cualquier creencia.”3 Para este pensador espírita, durante más de un siglo después del comienzo del espiritismo, rara vez hubo la asociación del adjetivo laico con la Doctrina Espírita: “Los primeros registros de esta asociación se remontan a los años 1860, cuando el espírita francés Charles Fauvety creó el epíteto ‘religión laica’ en referencia a la capacidad del Espiritismo para ser un promotor de la vivencia de una espiritualidad de siglos.”3 Señala, también, que: “Algunas publicaciones doctrinarias de este período también registraron esta calificación, como, por ejemplo, en el momento en que el francés Jules-Jacques-Toussaint Lessard, editor del periódico L’Anti-matérialiste, de Nantes, informó en la edición de noviembre de 1883 de la Revista Espírita que había celebrado una conferencia sobre ‘la superioridad de la moral laica del espiritismo sobre la moral del catolicismo’, o también en un mensaje de autoría espiritual, psicografiado por un médium simplemente identificado como ‘N.M.´, publicado en la edición de agosto de 1888, de la Revista de Estudios Psicológicos, de Madrid, donde se lee que: ‘La enseñanza colectiva del espiritismo es laica, porque enseña, como Jesús, que quien quiera ser el primero, será el último y el siervo de todos, un hecho único que le da superioridad moral’. 3 

Según Carvalho, fue después de la publicación del libro Espiritismo Laico, de David Grossvater, en 1966, que se popularizó la expresión “espíritas laicos”.4 

Sin embargo, la conexión del espiritismo con el laicismo viene de sus primordios. Como bien señala Jon Aizpúrua, en el artículo “La CEPA y el Laicismo”, publicado en el libro “Espiritismo: El Pensamiento Actual de CEPA, en el I Congreso Internacional de Espiritismo”, en 1888, recomendó “la difusión del laicismo en todas las esferas de la vida”.5 

Como muy bien aclara Salomón Jacob Benchaya, en su libro De la Religión Espírita al Laicismo  La Trayectoria del Centro Cultural Espírita de Porto Alegre, “ el laicismo es una doctrina filosófica que proclama la autonomía de las actividades humanas en relación con la religión” 6 (p.133). Este principio, que alcanzó su culminación en la segunda mitad del siglo XIX, en el momento del surgimiento del espiritismo, tenía como objetivo poner fin, definitivamente, a la intromisión de la Iglesia en las cuestiones del Estado. No se trataba, absolutamente, de una predicación antirreligiosa, sino, simplemente arreligiosa. Benchaya, con propiedad, recuerda la definición dada por el Diccionario Aurélio, del adjetivo laico, es decir: “lo que vive en, o es propio del mundo, del siglo, secular (por oposición a eclesiástico)”. El sustantivo que le corresponde, “laicismo”, se define allí como la “doctrina que proclama la laicidad de las instituciones sociopolíticas y de la cultura, o que al menos exige para estas la autonomía frente a la religión”.

Es precisamente esta autonomía con respecto a las cuestiones antes enyesadas en dogmas religiosos, en el misterio, en lo sobrenatural, lo que el espiritismo reivindica, desde su origen. 

Temas fundamentales a la propia naturaleza humana y a la reflexión filosófica a su alrededor, como la existencia del alma o espíritu, su inmortalidad, su comunicabilidad y el proceso evolutivo, deberían tratarse, según Kardec, racionalmente, incluso si las religiones siguieran cuidando de ellos como artículos de fe, e incluso si muchas personas prefirieran mantenerlos en el campo de las creencias con todos los envoltorios creados por las religiones, tales como los cultos, las jerarquías sacerdotales e institucionales, los actos litúrgicos, etc. Para ellos, el espiritismo sería un auxiliar, confiriendo racionalidad a sus creencias. 

Sin ninguna pretensión de convertirse en una nueva religión, el espiritismo se proponía a actuar en la condición de “alianza entre la ciencia y la religión”, según propuso Allan Kardec en el libro El Evangelio Según el Espiritismo8 , anteponiéndose como un enlace entre esas dos vertientes. La fe religiosa, gracias a la ciencia experimental y la racionalidad aplicadas a las cuestiones fundamentales del espiritualismo, se trasmutaría en fe razonada. 

Está claro, por lo tanto, que el espiritismo nació como una propuesta laica, sin ninguna connotación religiosa. Es decir, como señaló su fundador, aunque recurriendo a cuestiones históricamente abordadas por las religiones, la nueva ciencia de ellas se ocuparía bajo otro sesgo, sometiéndolas, como hechos presentes en la naturaleza, recurriendo los caminos conductores del conocimiento. 

Las propias consecuencias morales resultantes de estos principios no se darían por imposiciones de la fe, o por la fuerza de normalizaciones de carácter religioso o sobrenatural, sino por convencimiento personal, libre y autónomo, del individuo capaz de asimilar ese conocimiento y que, así, concluyera por direcciones éticas compatibles con ellos. 

Los verdaderos espíritas, por lo tanto, no deberían colocarse en la categoría de los “creyentes”, sino en la de los “librepensadores”. Y, así como fuera enfático situando el espiritismo como una propuesta ahora entendida como laica, Kardec lo fue igualmente para designarlo como una filosofía librepensadora. 

En un artículo que publicó en la Revista Espírita de enero de 1867, Allan Kardec, en plena sintonía con las tendencias del nuevo tiempo en el que se afirmaba la autonomía del pensamiento, aclamó el advenimiento de una “nueva denominación por la cual se designan a los que no se someten a la opinión de nadie en materia de religión y de espiritualidad, que no se consideran obligados por el culto en el que el nacimiento los puso sin su consentimiento, ni a la observación de cualquier práctica religiosa” 9 (p.6). Esta nueva categoría de hombres y mujeres, según él, eran los “librepensadores”. Y allí situaba a los verdaderos espíritas, señalando: “Todo hombre que no se guía por la fe ciega es, por esto mismo un librepensador”, para agregar: “A este título los Espíritas también son librepensadores” (p.6). Con estas breves, pero meridianamente claras conceptuaciones del fundador del espiritismo, no parece dar lugar a dudas de que  concebía la doctrina que sistematizó, a partir de un amplio intercambio mantenido con los espíritus, como una propuesta: a) laica, es decir, no religiosa;  y b) librepensadora, es decir, producto de la experiencia y de la razón, y no impuesta por nadie. 

Una cosa, sin embargo, sería la propuesta teórica de Allan Kardec, un respetado pedagogo, librepensador, insertado en las ideas iluministas y revolucionarias del pensamiento, provenientes del siglo XVIII y maduradas en el siglo XIX, y otra sería la manera como esas ideas serían asimiladas por el Occidente cristiano. 

Por el simple hecho de que esas cuestiones, en el curso de toda la llamada “civilización cristiana”, habían sido del dominio exclusivo de la religión, sería difícil al hombre común retirarlas de allí, para ubicarlas en el campo del secularismo y del laicismo. Incluso porque, por fuerza de la predicación religiosa del clero, preocupado con el avance del racionalismo, del librepensamiento y del laicismo, tales movimientos de ideas estaban, en ese justo momento, siendo deliberadamente confundidos con ateísmo y antirreligiosismo. Decididamente, no interesaba a la religión – como todavía no interesa – perder el dominio exclusivo hasta entonces mantenido sobre el terreno del espiritualismo. 

En resumen: las ideas de una explicación racional para la existencia de Dios y del espíritu, así como, y especialmente, para la posibilidad de la comunicación del espíritu con el mundo material y su evolución, por el proceso de la reencarnación, fueron bien recibidas en amplios sectores de Europa y, luego, de las Américas. Pero, disociarlas de la religión no sería fácil. Se trataba de un fenómeno cultural demasiado arraigado en la mente de la mayoría de las personas. 

Se imponía, así, según pensaron algunos, el formateo de la “religión espírita”, algo que había estado lejos de la intención de su fundador. Fuera como fuera, sin embargo, era la manera de hacer al espiritismo ir adelante, avanzar entre los crédulos, ganar espacio y respetabilidad en el campo de lo sagrado, donde, en oposición a lo profano, se situaban todas las religiones. 

Un nuevo camino, de esta manera, se trazaba para el movimiento espírita. Sin duda, este nuevo aspecto, el religioso, añadido a los otros dos concebidos por Allan Kardec – el científico y el filosófico/ moral –, traerían consecuencias para su desarrollo e identidad en los países que pasaron a conocerlo. 

Brasil, con sus fuertes raíces católicas, heredadas de los colonizadores portugueses, ejerció una influencia particular en el formateo de la “religión espírita”. Esta luego también sería adoptada por algunos segmentos espíritas en los países de habla hispana, aunque España, en las décadas siguientes a la desencarnación de Kardec, fue un fuerte baluarte de resistencia a las tendencias místicas y religiosas que surgieron en el seno del movimiento. 

En línea con el pensamiento de la CEPA – Confederación Espírita Panamericana, fundada en Argentina en 1946 (hoy CEPA – Asociación Espírita Internacional) y contrariamente a los amplios sectores del propio espiritismo, sentimos que esta concesión, con el objetivo de su vulgarización, disintió de la propuesta de Kardec y, de cierta manera, perjudicó la progresiva asimilación, en términos de contemporaneidad, del proyecto que él había soñado.   Kardec estaba por delante de su tiempo y sabía del creciente desprestigio de las religiones, en los segmentos más cultos de la sociedad, de la laicización de la cultura occidental y de la búsqueda de una nueva espiritualidad no subordinada a las jerarquías religiosas. 

Analizando este fenómeno, el filósofo espírita brasileño, José Herculano Pires, a pesar de identificar un aspecto religioso en el espiritismo, reconoció: “Lo que impidió la expansión del Espiritismo en la Europa del siglo pasado (Siglo XIX), para poder renovar la antigua concepción de mundo todavía dominante, fue simplemente su aspecto religioso. Al igual que el Cristianismo Primitivo, el Espiritismo fue acogido con ansiedad por los sectores pobres de la población que lo convirtieron en todas las partes en una nueva secta cristiana”.10 (p.79) Con este breve análisis, podemos comenzar, ahora, a formular respuestas o, al menos, ensayar hipótesis explicativas para la pregunta inicialmente planteada: Por fin, ¿por qué “espiritismo laico”? ¿Así que hay varios espiritismos? ¿O es el espiritismo, de hecho, y solamente, aquel cuyas líneas maestras y cuya identidad fueron puestas en las obras de su fundador? ¿Sería correcto verlo como una religión? Aunque las páginas siguientes de este pequeño libro*, {se refiere al libro del que ha sido extraído este artículo} exponiendo y contextualizando aspectos históricos y culturales de este recurrido, no sean capaces de formular respuestas definitivas para esta pregunta, presente desde los primordios de la formación del movimiento espírita, al menos tenemos la pretensión de justificar nuestras posiciones, no desconsiderando la llamada “religión espírita”, pero en una señal de respeto a Allan Kardec y de fidelidad al gran proyecto por él lanzado, a mediados del siglo XIX. 

-FIN -

Por Milton Rubens Medran Moreira, de su obra "El Espiritismo en su perspectiva laica y librepensadora

( Articulo obtenido de Zona Espírita )

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 OBSESORES EN ACCIÓN. CÓMO TRATAR CON ELLOS (1ª parte)

                                


    Existe una cuestión que genera bastante debate en la Doctrina. Se trata del tema de la obsesión, sobre el que se ha escrito mucho. En el presente artículo vamos a desarrollar este asunto desde una perspectiva un tanto diferente, ayudándonos de la aportación de la psicología, que como ciencia de la conducta tiene que decir mucho al respecto, pues después de todo, nos situamos frente a una dificultad que afecta al pensamiento tanto del que genera el problema obsesivo como de aquel que lo padece. Por último, entrecomillo los términos “obsesor” y “obsesado” porque el Diccionario de la lengua española no los reconoce como tales y sin embargo, son muy utilizados en la literatura espírita. Dedicaremos tres capítulos a desarrollar esta materia, porque es importante tanto describir cómo se origina y mantiene este proceso como luego, saber cómo operar para combatir su influencia y librarnos definitivamente de tan acosadora presencia.

    Para entender este fenómeno, debemos partir del concepto de existencia de una sola realidad aunque en dos planos: el espiritual y el material. La interacción entre ambas dimensiones es total y continua. Aunque la mayoría de nosotros tan solo apreciamos lo que atañe al mundo físico, lo cierto es que el espacio espiritual se imbrica, atraviesa permanentemente lo tangible y sobre todo, lo afecta. Del mismo modo y al mismo tiempo, se produce el fenómeno inverso. Todo cuanto hacemos, decimos o incluso pensamos ejerce un considerable influjo sobre lo inmaterial. Esto se asemeja al aire, al que no podemos ver ni tocar pero del cual tenemos clara conciencia de que existe.

    Los conocidos como “obsesores” son espíritus que ejercen una influencia especialmente negativa sobre las almas encarnadas que habitamos en este planeta. Es obvio, que dada la naturaleza de las criaturas que transitan por nuestro orbe, la inmensa mayoría de ellas vinculadas a diferentes clases de pruebas y expiaciones, no podía ser de otro modo. Mas no todo resulta perverso en este mundo que poblamos. También se produce sobre nosotros un influjo positivo, como el de muchos hermanos que nos aman o que desean nuestro bien (véase el caso de los ángeles guardianes) pero gracias a Dios, este efecto es benefactor y por tanto, no solo no debe preocuparnos sino que debemos hacer todo lo posible para que se desarrolle e intensifique, pues resulta muy recomendable recibir su guía y su consejo en esta dimensión tan tosca como es la material y en la que nos desenvolvemos.

    Al producirse este hecho que hemos descrito como de constante interacción, el proceso de obsesión es recíproco y se efectúa en todos los sentidos. Unos espíritus “obsesan” a otros, ellos a nosotros, nosotros a ellos y no olvidemos, por supuesto, porque todos somos espíritus aunque unos con envoltura carnal y otros sin ella, que también los seres de “carne y hueso” nos estamos influyendo de modo permanente no solo con la acción sino también con el pensamiento. La obsesión, por tanto, entre seres humanos encarnados es tan real como la que habitualmente se describe en los libros espíritas. Hace ya muchos años que la psicología demostró el formidable efecto que los pensamientos tenían para uno mismo y en la relación entre las personas. Sin embargo, con ser interesante este último aspecto, nos vamos a centrar exclusivamente en el proceso más conocido, o sea, en la influencia negativa que los espíritus “obsesores” realizan sobre nosotros y en cómo combatirla, ya que puede llegar a resultar muy perjudicial para nuestro camino evolutivo, sobre todo por el efecto de malestar, angustia y estancamiento que genera en quien lo recibe.

    Recordemos en breve resumen lo que nos manifiesta la Doctrina acerca de este fenómeno. Se reconocen tres grados de influencia que van de menos a más en cuanto a la intensidad de ese influjo negativo: desde la obsesión simple  (1º) a la que todos estamos expuestos y en la que los efectos no dejan de ser leves y el sujeto receptor puede emplear aún con entera libertad su capacidad decisoria, pasando por la fascinación (2º) , donde las consecuencias aparecen con una mayor fuerza negativa con los resultantes efectos perjudiciales para la víctima que va viendo cómo disminuye su impulso para librarse de la entidad que le está afectando, hasta el caso más grave que es el de la subyugación (3º), donde el “obsesor” controla a placer la voluntad del “obsesado” resultando este último  prácticamente un “juguete” en sus manos.

    En cualquier caso, conviene efectuar una serie de aclaraciones al respecto de todo este procedimiento, pues alguien no muy experto en la materia podría pensar que este hecho es una especie de condena o sufrimiento añadido que recae sobre algunas personas sin una explicación aparente. Si bien es cierto que muchos casos de obsesiones tienen que ver con la reencarnación y con cuestiones del pasado (enemigos del ayer o del presente pero que ya han “desencarnado”) y que se relacionan con el engranaje de la ley de causa y efecto, tanto en estas como en las restantes obsesiones, siempre debemos contar con un elemento fundamental: el libre albedrío del que padece esa influencia. En otras palabras, lo mismo que la entidad que pretende perjudicarnos tiene la libertad de influirnos, así nosotros también gozamos del perfecto derecho y de la posibilidad de rechazar o anular ese efecto intimidatorio.

    Como todo espírita conoce, existe la denominada ley de afinidad, mediante la cual todos los espíritus se atraen mutuamente en función de unos patrones vibratorios similares y que incluyen por ejemplo la similitud de gustos o inclinaciones o si se quiere llamar de otra forma, la semejanza de caracteres o tendencias. Este tipo de almas son propensas a unirse, a vincularse y a realizar gran número de tareas de forma conjunta. Consideremos un ejemplo sencillo que nos ilustre. Es posible que la primera vez que vaya a una licorería a tomar unos tragos y salga del local ebrio, algún ente que se deleita en absorber los vapores del alcohol que desprendo se me acerque. Pero no nos engañemos: lo que de verdad refuerza y ata a ese “obsesor” conmigo es mi regreso a ese bar con asiduidad, mi marcada querencia al consumo y al abuso de las sustancias tóxicas. Es precisamente este último y decisivo factor el que aproxima mis vibraciones a las de las entidades que se mueven como “peces en el agua” en esos antros donde reinan la insensatez y la evasión de las pruebas vitales que nos atañen. Antiguamente, solía decirse que las personas “bebían para olvidar”, pero desde luego la amnesia de los problemas duraba tan solo unas horas, pues cerrar los ojos a los desafíos de la vida no eliminaba los obstáculos de nuestra carrera por el progreso. Se trataba de una mera ilusión en la que se envolvía el sujeto y que le golpeaba en el rostro con la fuerza de un martillo en cuanto recuperaba el sentido de la realidad. Parece obvio que no podemos engañar ni aletargar a la conciencia sin sufrir serios disturbios internos. Afirmamos pues, sin temor a equivocarnos, que en estas situaciones de abandono y de falta de vigilancia consigo mismo, el individuo abre de par en par sus puertas al dominio por parte de los “obsesores”.

    Hay que dejar entonces muy clara nuestra responsabilidad en el inicio, mantenimiento y consolidación de los procesos de obsesión, no vaya a ser que algún ingenuo pretenda contemplarlos tan solo desde la perspectiva de la “mala suerte” o lo atribuya a los vaivenes de la vida cuando estamos comprobando diariamente que no es así. Como en otras tantas enfermedades (pues el proceso obsesivo no deja de ser una “patología espiritual”), el efecto de prevención es probablemente el mejor seguro para eludir ese tipo de “intervenciones” negativas sobre nuestro psiquismo, sobre todo alejándonos física y moralmente de lugares y personas que nos atraen tanto con su fatídico magnetismo como el anzuelo a la presa.

    Partiendo pues del efecto nocivo de este lance, cabe preguntarse cuántas veces al cabo del día, tenemos la sensación de que un pensamiento negativo se instala en nuestra cabeza resultando dañino para nuestros intereses y difícil de expulsar. Veamos un caso revelador: estoy hablando con alguien que me pide ayuda y cuando tengo que decidir qué actitud adoptar ante esa tesitura, empiezan a llegarme pensamientos a la mente como… “no merece la pena”, “él no lo haría por ti”, “se trata de una pérdida de tiempo”, “tienes asuntos más importantes que atender”…Hay que tener en cuenta un aspecto esencial que concierne a esta cuestión. Como se observa en las expresiones citadas, el “ataque” que efectúan los “obsesores” se caracteriza por su sutileza intelectual, por el uso de una estratagema que implica una gran carga de argucia sobre el “obsesado”. Si su influencia fuera manifiestamente lesiva, resultaría más fácil rechazar esos argumentos que se posan en nuestro juicio, ya que implicarían un embate demasiado evidente contra nuestra integridad. Y el ser humano, cuando es agredido frontalmente y de un modo palmario, se defiende mejor que cuando no capta directamente de dónde procede la acometida y qué armas se están empleando contra él.

    Solo en los casos en los que el espíritu “obsesor” se ha apoderado casi de su víctima (como son las coyunturas citadas de fascinación y subyugación), aquel halla ya un terreno tan abonado para ser maléfico influjo que ya presiona al afectado de forma meridiana, sin cortapisas, porque sabe que la persona se halla bajo su control y que no va a ejercer ningún tipo de filtro crítico a su dominio sobre la mente del receptor. Por fortuna y aunque resulten supuestos muy llamativos cuando se producen, estos casos constituyen una minoría, por lo que lo más común es que el espíritu en cuestión tenga que conformarse con desplegar una coacción pero de carácter sutil, perspicaz, a fin de no despertar excesivas sospechas en el damnificado, no vaya a ser que se disparen las alarmas y al final, lo que era un impulso decidido de someter al “obsesado” se transforme en un rechazo frontal a sus deseos de mandar en él. Insisto que por este motivo, es mucho más frecuente comprobar la existencia de este proceso pero realizado desde la agudeza. Esta muestra nos aporta la verdadera significación de lo que supone toda esta técnica de la obsesión y cómo opera, casi siempre a través de la “presión inteligente” y no desde la confrontación directa, pues en el primer caso las posibilidades de irse apoderando paulatinamente de la voluntad de la víctima son mayores.

    ¿Qué expresa esto? Pues que luchamos en general contra un enemigo listo, preparado (sabe lo que hace y disfruta haciéndolo) y que emplea una gran carga de avispada maldad en sus actuaciones. En definitiva y como cualquier estratega sabe, para defenderse eficazmente contra algo hay que utilizar las mismas armas que el atacante. Es como si quisiéramos rechazar la embestida de un gigantón de cien kilos de peso y de complexión fuerte con nuestros débiles puños pertenecientes a una persona de estatura baja y aspecto frágil. La derrota es previsible salvo que echemos mano de la inteligencia. Así pues, llega el momento de repeler el ataque que el “obsesor” de turno lanza sobre nosotros ¿Qué hacer? Si la ofensiva que estos seres realizan sobre nosotros se introduce por el pensamiento, habrá que utilizar indefectiblemente esta misma herramienta, a fin de que el ente atacante tome conciencia de que no se halla ante un rival endeble sino ante un opositor de entidad que va a contraatacar con las mismas armas con las que ha sido provocado.

    En la segunda parte, estudiaremos con la ayuda de la psicología, (el Espiritismo no está reñido con ninguna ciencia) un método práctico para llevar a cabo una respuesta eficaz y contundente contra el asalto de estas formas “obsesoras” que tanto pueden llegar a amargarnos la existencia.

    - Jose Manuel Fernández-                                                                                            …continuará…

( Trabajo tomado de su blog "Entre Espíritus ")

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REENCARNACIÓN DE LOS ESPÍRITUS TERRESTRES EN OTROS PLANETAS

                                  


  Monsieur Flournoy, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Ginebra, publicó un extraño libro, "Desde la India al planeta Marte", que, o no tiene valor alguno, o es una irrecusable prueba de la pluralidad de existencias del alma humana.

  Mr. Flournoy expone el caso de una señora de 30 años de edad, de moralidad y costumbres irreprochables, la cual, en sus accesos de sonambulismo, refiere las vicisitudes de tres existencias pasadas; una en la India, otra en el planeta Marte, y la última en Francia, a fines del siglo XVIII, durante la Revolución.

  Es ocioso decir que esta señora en su estado normal, no se acuerda de nada, y que en su actual existencia no ha adquirido más que los conocimientos generales propios de su sexo, insuficiente de todo punto para abrigar la más leve sospecha de que sea autora consciente de superchería o engaño; conviene advertir que no se limita a la narración de sus vidas anteriores, sino que también habla y escribe con sus caracteres propios los idiomas indio, martiano y francés.

  Si se estudia bien el caso de la Sra. X, y por  las circunstancias que en él concurren, se admiten como ciertas las revelaciones que nos dicen que el alma humana puede ir a encarnar a otro mundo análogo. Ya anteriormente expuse las causas que abonaban la opinión de que los espíritus de la Humanidad terrestre han tenido su origen y  desarrollo en la Tierra, y no les era fácil reencarnar en otros mundos, ahora me creo obligado a señalar algunas reflexiones que me surgen de las revelaciones de la Sra.X.

  El mayor mérito del libro "Desde la India al planeta Marte", es que Mr. Flournoy no es espiritista y que probablemente nunca ha estudiado a fondo  la Doctrina Espírita y su relación, por tanto, no es sospechosa para el mundo científico. Pero si bajo este  concepto el relato de Mr.Flournoy es de un valor inestimable, el Espiritismo nos enseña con cuanta prudencia hemos de andar antes de admitir como ciertas las revelaciones de la Sra. X.

  Y no es porque dudemos ni un momento de la realidad de los fenómenos, ni de la honradez científica del ilustrado profesor al referir con fidelidad cuanto ha presenciado; antes al contrario, nos complacemos en tributarle nuestro aplauso por su independencia y hasta por su valor al exponerse a la burlona crítica de los pseudo sabios.

  Pero por poco conocimiento que se tenga de los fenómenos espíritas, se sabe cuan fácil es ser mistificados, y el relativo valor que puede conceder a la revelación de los Espíritus.

  En el caso que nos ocupa, el Espiritismo debe poner en tela de juicio los relatos de la  Sra. X mientras no sean observados con todas las precauciones que la experiencia aconseja, pues no sería extraño que Mr. Flournoy haya sido engañado, de buena fe, por supuesto, bien porque la Sra. X sea sugestionada en sonambulismo, o porque sea médium de encarnación y se sirvan de esa mediumnidad algunos Espíritus.

  Pero aunque pudiera probarse hasta casi la evidencia las dos existencias anteriores en la ´Tierra de la Sra. X, y esta prueba lo fuese también referente al planeta Marte, no creemos que esto desvirtúe la opinión que hemos sustentado, ni los motivos de orden social, psicológico y hasta fisiológico en que la apoyamos, pues no hemos negado la posibilidad de reencarnar en otros mundos similares al nuestro, sino solo poner de manifiesto la posibilidad de que esto suceda.

  Por si entonces no tradujimos con claridad nuestro pensamiento, y aun a riesgo de hacernos pesados, lo repetimos de nuevo:

  Los  Espíritus de la humanidad terrestre han tenido su origen y  desarrollo en la  Tierra, no siéndoles posible, hasta alcanzar cierto grado de progreso, reencarnar en otros mundos.

  En los trabajos que sobre este asunto hemos escrito, decíamos, coincidiendo con la opinión de Allan Kardec y de las personalidades más ilustres del Espiritismo, que la reencarnación se efectúa generalmente en la  Tierra, en la misma raza, nación y hasta familia, obedeciendo a afinidades psíquicas y orgánicas. Pero esto no excluye que ciertos Espíritus reencarnen en diferente familia, nación y hasta raza, bien sea por expiación, por misión, o porque su grado de progreso sea muy superior al que tenía en su anterior existencia corporal.

  La esfera de acción de la reencarnación del Espíritu es tanto más limitada cuanto menor es su progreso, correspondiendo a lo que se observa en un todo en la vida terrestre.

  En efecto: los individuos de las razas y pueblos atrasados realizan su vida limitándola a un pequeño círculo, y por el contrario, los pueblos civilizados tienden a ensanchar su esfera de acción, relacionándose con otros pueblos y trasladándose los individuos de una a otra nación.

  La solidaridad espiritual, que primero es muy limitada, se  agranda hasta abarcar toda la Humanidad -aspiración que hoy comienzan a sentir muchos Espíritus- y que por la misma Ley de Progreso se extiende a todos los Espíritus del Universo, empezando por los de mundos afines al nuestro.

  La Ley de la Reencarnación es paralela a la Solidaridad, y ambas a la de Progreso.

  Y ya estamos en los linderos del interesante problema del porvenir del Espíritu cuando ha alcanzado todo el progreso posible en la Tierra, asunto del que nos ocuparemos en otro artículo, no tanto para exponer nuestra opinión, que poco vale, sino por responder a  las consultas que se nos han hecho.

- Dr. E. García Gonzalo-

( Art. tomado de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 42)

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                     Los “Niños  Prodigio”

 

Esta denominación se les da a algunos casos de niños que han nacido con ciertas habilidades innatas, totalmente naturales, que no pueden ser explicadas por la educación ni por la genética, ni por el medio social en donde se desarrollan, pues  demuestran poseer unos conocimientos o un desarrollo de habilidades o de artes, que no han podido ser aprendidos en sus cortas vidas, y que enseguida desarrollan en alto grado y con suma facilidad. Así, se revelan geniales en edades inapropiadas por lo tempranas, cuando no hay razón  humana alguna que justifique su talento, sus habilidades o su sapiencia. El psiquismo de estos artistas y genios desde el nacimiento, tan diferente del de las demás personas comunes, es siempre la resultante de los recuerdos que duermen en su inconsciente desde vidas anteriores,  aunque  a veces también, al menos en parte, procede de los aprendizajes y de las visiones sublimes que tuvieron en la vida espiritual antes de su encarnación en este mundo. Ciertos grandes pintores, músicos o genios de cualquier clase, que han pasado a la historia como notables por su arte o por su ciencia, trajeron con ellos sus conocimientos  a partir de las recordaciones de esa misma actividad, que se pierden en su inconsciente desde vidas anteriores.

   Asimismo los escritores y los amigos de la ficción literaria no deben siempre a la fantasía sus concepciones y sus historias, o a las inspiraciones que reciben de amigos del plano espiritual, sino que  a veces  estas  ideas son hijas de recuerdos innatos con los que vienen a este mundo recomponiendo un retazo de los dramas vividos en existencias pasadas. El mundo impresionista de los artistas innatos tiene una gran relación con su pasado espiritual, del que extraen el material necesario para el desarrollo de sus obras a partir de los impulsos de su espíritu.

    El fenómeno  de los “niños prodigio “viene a ser  una evidencia “casi a gritos” de que la Reencarnación no  es simplemente  una teoría, sino una auténtica realidad que en estos casos se hace palpable y evidente, como única explicación posible  para esta clase de fenómenos.

 El hecho de la existencia de las desigualdades desde la cuna entre unos Seres y otros, no se puede explicar satisfactoriamente si no es por la pluralidad de vidas, y por eso los “niños prodigio”  simplemente  son casos de niños que recuerdan y exteriorizan en esa vida lo que aprendieron en otras anteriores.

 Todo este acopio  de conocimientos o aptitudes que demuestran a muy tempranas edades, como ya hemos dicho, no se explica satisfactoriamente en todos los casos  por la herencia genética, por lo que lógicamente solo los han podido  adquirir y desarrollar  tiempo atrás, y si en esa época aun no existían en este mundo, solo queda admitir que lo obtuvieron en otras existencias  anteriores, y los traen a este mundo  almacenado en su mente espiritual  que es el archivo del subconsciente y del inconsciente ; estos  afloran  fácilmente  con mas o menos intensidad  en los primeros años de su vida, y después, poco a poco se van mezclando en su mente consciente junto a los nuevos conceptos y aprendizajes que adquiere en su nueva personalidad humana. Estos casos son programados por la Espiritualidad Superior a fin de que el hombre materialista como el de ciencia o el religioso, analice ,estudie y llegue a la verdad del espíritu inmortal, destinado a la perfección, y que necesita de muchas existencias para lograr cierto grado de pureza espiritual al mismo tiempo que se libera de los errores del pasado.

 Hace unas décadas, la aparición de alguno de estos niños era una excepción extraordinaria, pero en la actualidad, cada vez nacen más seres humanos que presentan estas características de adelanto en tantos sentidos, lo que viene a significar unos motivos  cósmicos que determinan este fenómeno que ya no es nada extraordinario. La explicación aportada por el Espiritismo es la de que ya estamos accediendo con paso firme a un nuevo mundo de Regeneración, de modo que de ser la Tierra un planeta de expiaciones y pruebas, está pasando progresivamente a ese mundo superior y más avanzado,  que es su próximo destino, en el que estos niveles mentales y morales serán el factor común de la nueva humanidad que poblará la Tierra en los próximos años.

 “Niños prodigio” célebres en  la Historia:

     Han  habido y hay – cada vez más- abundantes casos de esta clase de niños, entre los cuales muchos de ellos han pasado a la Historia , no por el hecho de haber sido “niños prodigio”, sino por otras  artes o méritos que desarrollaron después a lo largo de sus vidas, pero que comenzaron a manifestarse a una edad sorprendentemente temprana.

Por señalar algunos como muestra de estas habilidades, se pueden citar algunos de estos personajes que por diversas facetas lograron la celebridad, tal como André M. Ampere, físico que con cuatro años ya dominaba complejas operaciones de cálculo mental.

El célebre  músico español,  Isaac Albeniz, que también a los cuatro años comenzó a dar conciertos por diversos países y a componer algunas de las obras que al final de su vida quedaron para la posteridad.


El gran Mozart, que ya tocaba el Clavicordio a los tres años, a los cuatro cualquier clase de música y compuso su primera sinfonía a los ocho años. 

Rembrant en su infancia ya destacó como un verdadero artista de la pintura  aun   antes de aprender a leer ;

        Lope de Vega que   escribía versos a los cinco  años de edad ;

Mondeaux que resolvía cualquier problema aritmético a los ocho;

Miguel Angel que con sus pinturas y esculturas conquistó la fama a los doce años, ya era un técnico perfecto a los ocho ;

Hamilton que conocía  el hebreo y mas de once lenguas a los trece años;

Ericson , que a los doce años ya tenía bajo su responsabilidad a seiscientos hombres, como inspector responsable del canal  marítimo de Suez;                        

Pascal a la misma edad escribió sobre Geometría sin haberla estudiado previamente ;

Rubinot a los cuatro años hablaba cuatro idiomas y sabía Matemáticas, Astronomía, Geografía e Historia ;


 Pepito Arriola a los tres años de edad ya era un buen pianista y compositor; y a los diez ya dirigió la Escala de Milán; y así se podrían citar tantos y tantos mas   o menos célebres que han quedado reflejados en la historia humana, además de los muchísimos que han presentado en su infancia estas características, y han quedado en el anonimato de la Historia.

                                                                                                - Jose L. Martín-

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