lunes, 9 de agosto de 2021

Espiritismo y Mediumnidad

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Movimiento Espírita

2.- Saludo matinal de Merchita

3.,. El espírita y el mundo 

4.- ¿Qué sentido tiene el sufrimiento y el dolor humano?

5.- Espiritismo y Mediumnidad



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         El Movimiento Espirita y el Espiritismo


"Los espíritus anuncian que los tiempos designados por la Providencia para una manifestación universal han llegado ya, que siendo ministros de Dios y agentes de su voluntad, su misión es la de instruir e ilustrar a los hombres, abriendo una nueva era a la regeneración de la Humanidad".

(Allan Kardec - El Libro de los Espíritus - Prolegómenos)

 
Lo que es...
  • Movimiento Espirita es el conjunto de las actividades que tienen por objeto estudiar, divulgar y practicar la Doctrina Espirita en toda su amplitud, con base en las obras de Allan Kardec, colocándola al alcance y al servicio de todos los hombres.
  • Las actividades que componen el Movimiento Espirita son realizadas por personas que constituyen las Instituciones Espiritas, las cuales pueden ser de pequeño, medio y grande porte, y que adoptan diversos nombres, tales como: Grupos, Centros y Sociedades Espiritas.
            -  Aikanaro Mhitos- (Para Espiritismo Estudios)-

El Espiritismo

"Así como Cristo dijo: "No vengo a destruir la ley, sino a cumplirla.", el Espiritismo dice también: "No vengo a destruir la ley Cristiana, sino a cumprirla.". No enseña nada contrario a lo que enseñó Cristo, pero desarrolla, completa y explica, en términos claros para todo el mundo, lo que se dijo bajo la fórmula alegórica; viene a cumplir, en los tiempos predichos, lo que Cristo anunció y a preparar el cumplimiento de las cosas futuras. Es, pues, la obra de Cristo, que él mismo preside, así como  la regeneración que se opera y prepara el Reino de Dios en la Tierra, como igualmente lo anunció."

(Allan Kardec - El Evangelio Según el Espiritismo - Capítulo 1 )

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          Saludo matinal de Merchita

Lunes  9 de  Agosto de 2021

Queridos amigos, hola buenos días,  el apego a las cosas de la tierra nos imanta a ellas, los Espíritus Superiores respondieron a Allan Kardec que el alma nada lleva de este mundo a no ser el recuerdo y el deseo de ir para un mundo mejor, recuerdo lleno de dulzura o de amargura, conforme el uso que hizo de la vida. Cuanto más pura fuera, mejor comprenderá la futilidad de lo que deja en la Tierra.

En el Evangelio Según el Espiritismo, Blaise Pascal dicto un mensaje que resume bien este aspecto:

“El hombre no posee en si sino lo que puede llevar de este mundo. Lo que encuentra al llegar, y que lo deja al partir, goza de ello durante su permanencia en la Tierra; más, una vez que es forzado a abandonarla, de ello no tiene sino el gozo y no la posesión real. ¿Qué posee en fin?  Nada de aquello que es para el uso del cuerpo, y si todo lo que es de uso del alma: la inteligencia, los conocimientos, las cualidades morales; es lo que trae y es lo que se lleva, y que no esta en el poder de nadie arrebatarle, lo que le servirá más aun en el otro mundo que en este; de el depende ser más rico a su partida  que a su llegada, porque de aquello que hubiera adquirido en bien depende su posición futura.”

Por tanto comprendemos que el Espíritu sufre las consecuencias de todas las imperfecciones que no consiguió corregir en la vida terrena. El alma lleva  dentro de sí el infierno o el paraíso, no importa donde  se encuentre.

“A cada uno según sus obras, en el Cielo como en la Tierra: tal es la Ley de la Justicia Divina”, Ya lo decía Allan Kardec.

Si durante la vida terrena, la Entidad Espiritual  la paso solamente preocupada  en satisfacer su propio egoísmo, después en la muerte no puede ultrapasar los planos groseros, las zonas de las tinieblas, las regiones más densas del mundo espiritual.

“la adaptación “al otro lado” de la vida varía de acuerdo con el grado evolutivo del Espíritu.

Para la inmensa mayoría de desencarnados de evolución espiritual mediana, ella no se hace sino lentamente, influenciada por innumerables factores.

Para los de condición inferior, la permanencia en los planos de sombra representa sufrimiento en diversos grados, vida desorganizada, actos crueles o profundización en los caminos improductivos de la ignorancia, con excesos de maldad.

 

Los asuntos pendientes de todo orden – financieros, emocionales, afectivos y, principalmente, el complejo de culpa – traídos de la costra, van a ejercer el papel preponderante en el estado de animo de los convalecientes espirituales, influyendo directamente, en la adaptación de ellos a la Vida Nueva.

Otros factores que dificultan la adaptación del espíritu en esta fase de transición en el Nuevo plano, son la salud de los entes queridos que quedaron, y su formación religiosa.

La influencia de los pensamientos y acciones de los que permanecen en la costra es tan significativa que, muchas veces, los desencarnados no consiguen adaptarse a la nueva vida, vagando sin rumbo, perturbados, sin condiciones de asumir sus funciones en la verdadera patria.

Eso acontece porque hay una falta de preparación generalizada ante la crisis de la muerte. Encarnados y desencarnados sufren profundos desequilibrios psicológicos y espirituales, ante la separación que juzgan definitiva, porque para la inmensa mayoría, sin “ojos para ver”, solamente el silencio dolorido responde a las llamadas de parte a parte.

Todo pasa como si los primeros llorasen desesperadamente en un compartimiento de la casa, y los últimos en el otro, más incapaces de entenderse, a pesar de la proximidad, por la absoluta falta de preparación en lidiar con ese tipo de comunicación. Todos gritan, más nadie se entiende.

Muchos encarnados claman desesperadamente por los que partieron, vertiendo lagrimas de hiel, cuando no alentando ideas de suicidio e la engañosa  ilusión de reencontrarlos.

Hay mucho desasosiego en la vida psíquica  de los desencarnados, toda vez que los familiares no aceptan la separación o procuran la venganza, en los casos de desencarnación por asesinato, alimentando los sentimientos inferiores muchas veces envueltos en ese proceso.

Innumerables otros comunicantes hablan de la dificultad de adaptación al mundo espiritual por causa de la perturbación de los familiares. Ese desequilibrio, muchas veces  intenso, no les permite la propia renovación en el plano en que se encuentran.

“Evidentemente que no vamos a cultivar falsa tranquilidad, considerando natural que alguien muy querido parta al plano espiritual. Por muy grande que sea nuestra comprensión, con seguridad sufriremos mucho. No en tanto, debemos mantener la serenidad, la confianza en Dios, no por nosotros mismos, más sobretodo en beneficio de aquel que partió. Más que nunca el precisa de nuestra ayuda, y principalmente de nuestras oraciones.

Amigos os deseo un feliz  día, con mucho amor y cariño de vuestra amiga Merchita  


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El Espírita Y El Mundo



La visión global del Espiritismo, abarcando desde las causas primarias hasta la armonía del Universo, ofrece elementos capaces de llevar al hombre a situarse en la vida. 

Situarse en la vida significa comprender lo que es, lo que está haciendo y cuál es su destino. Ello supone resolver el más intrigante y desafiante problema que las personas afrontan. Al respecto, las posiciones suelen ser extremas. De un lado la visión fisiológica, que define al hombre como un organismo, un animal dotado de razón, formando parte del medio ambiente, como un elemento dinámico y sin dudas modelador, actuante, pero sin ser nada más que un producto circunstancial o eventual del proceso biológico. Esa visión, como es obvio, rechaza toda naturaleza extrafísica para las actividades de la inteligencia y el sentimiento. 

  Una y otro serían resultantes de secreciones hormonales y funciones nerviosas todavía no perfectamente conocidas en su causa y esencia, pero que, de todas maneras, limitarían al ser humano al campo exclusivamente físico. El mundo es el comienzo y el fin. La contrapartida espiritualista proporciona como base para el hombre la existencia del alma.

 Las distintas corrientes, no obstante, divergen sobre cómo es esa alma, por qué es y hacia dónde va. Como el espiritualismo en general es más bien una creencia, una revelación atomizada por muchos reveladores, no existe una preocupación en ordenar científicamente las ideas.

 Hay una especulación sobre los orígenes y el destino humano. De un modo panorámico las diversas corrientes encaran la vida terrena como un tributo, una especie de caída o degeneración del espíritu o alma, que se rebajaría al contacto con la “materia”, entendida como cuerpo con sus funciones biológicas. Otra es la comprensión espírita: El hombre es considerado por ella como un complejo tridimensional, en que entran el espíritu, ser inmortal, inteligente, perfectible; el periespíritu, organismo extrafísico, vehículo de manifestación transitoria, compuesto por fluído (modificación de la materia) imponderable para nuestros sentidos, pero real, concreto y circunscrito , cuanto está sometido a la voluntad del espíritu; y el cuerpo físico, compatible con las vibraciones de orden material, sometido a las leyes de la herencia, pero modelado a partir de las realidades del espíritu. 

Tenemos en el hombre entonces, una parte esencial y dos transitorias, ajustadas a las necesidades de manifestación del espíritu, en los dos planos de vibración en que se divide la realidad física de la Tierra: plano material o físico y plano extra-físico o espiritual. El espíritu es perfectible, o sea, que tiene potencialidad para alcanzar la perfección, que representa el equilibrio total y armónico de los factores creativos que le son propios en relación con la Ley. Para acceder a tal estado el espíritu vive; vive en los dos planos de la realidad de la Tierra. Esto es, encarna, ligándose a un cuerpo sometido a los condicionamientos propios de la materia y desencarna, permaneciendo en el plano extrafísico, ligado al periespíritu.

 La Tierra es para el espíritu el local, la “morada de la Casa del Padre”, donde ejercita su condición de ser viviente y perfectible. No es lugar de ostracismo, condena o castigo. La sociedad refleja la media evolutiva de los espíritus que aquí viven. El ambiente es adecuarlo al proceso de crecimiento a que todos están sometidos. Dentro de ese principio podemos reevaluar la posición del hombre en el mundo y comprender la importancia del mundo para el hombre. Tal reevaluación es necesaria porque la transitoriedad de la vida terrena no puede ser tomada como un factor de desestímulo o alienación.

 De hecho que cada uno vive aquí un tiempo muy corto, si bien todo parece indicar que en el futuro la existencia terrena se irá alargando. Hay sin embargo, otros elementos a considerar. 

La Tierra es nuestro campo de perfeccionamiento, de crecimiento. Aquí desenvolvemos la pasión que nos conduce a la creatividad, al amor. Como humanidad dominamos a costa de mucho sudor, lágrimas y angustias, todas las latitudes del globo, dilatándole los horizontes. Sacamos, con aciertos y equivocaciones, a la Tierra de la situación de planeta primitivo, embrionario, llevándolo a las conquistas de la civilización actual. Es verdad que acumulamos errores. Los cuales, entre tanto, no son meramente proyecciones del pecado, de la maldad. En muchas ocasiones fueron la respuesta natural de la inmadurez de la mayoría, de la inexperiencia generalizada. Aquí, presionados por los desafíos de la vida y por la angustia interior que nos acicateó, desenvolvimos nuestra inteligencia, originamos condiciones para que el pensamiento fluyese cada vez con mayor continuidad y fuese más productivo, creativo. En la lenta ascensión para el florecimiento del amor construimos la casa, transformándola en hogar; creamos la familia, elevando el instinto sexual por la dignidad de la paternidad y la maternidad. 

Es rutina en las grandes religiones y en los profetas la condenación del mundo, como una serpiente tentadora, presta a enrollarse en el alma, destruyendo sus más caros ideales. El anatema de Sodoma y Gomorra fluye por la boca acusadora de muchos reveladores. En verdad, pocos tuvieron palabras dóciles y suaves como el Maestro de Nazaret; el joven predicador de la verdad supo apuntar la magnificencia del lirio del campo y exaltar la bellota del roble. Si repasamos todas las épocas, veremos como una constante las predicciones del fin del mundo, las esperanzas de un Salvador, las leyendas del fuego eterno, del gran cataclismo, del diluvio. Todo concurriendo en la idea de que la vida es un castigo, una condenación, en lugar de una extraordinaria experiencia de crecimiento y creatividad. Esas ideas derrotistas, macabras, dolientes, como nos indica el Espiritismo, forman parte de las reminiscencias profundas de las primeras civilizaciones que poblaron la Tierra. Ellas estaban formadas por espíritus transmigrados de otros planetas, por no haber acompañado el progreso moral de las humanidades en ellos vivientes.

Las condiciones del planeta terreno permitieron y estimularon las creencias, los mitos, de la caída del espíritu, de la expulsión del paraíso, del pecado original, que todavía hoy forman parte del repertorio mental sedimentado en la mayoría, a pesar de las múltiples encarnaciones y la renovación espiritual de la población. 

Al establecer las bases de la Doctrina, Kardec descartó ese aspecto de caída y punición. Justamente esta es una de las tareas del Espiritismo: valorizar la vida, hacer resaltar que el mundo, la Tierra, es obra de Dios, que la materia es uno de los componentes esenciales del Universo y que no puede ser tomada como sinónimo de pecado, mal o prisión. Esas ideas sobre el “valle de lágrimas”, caída del espíritu, condenación del mundo, pertenecen al conjunto de concepciones inmaduras, simple error de apreciación, justificables a su debido tiempo, pero insustentables hoy. 

Sería lo mismo que continuar defendiendo actualmente las ideas de Ptolomeo sobre la Tierra y el Sol y mantener la condenación de Galileo por haber afirmado que nuestro mundo se mueve en el espacio. La Tierra es nuestra morada, laboratorio en el que investigamos nuestra naturaleza y creamos nuestro futuro. En ella necesitamos construir una sociedad justa, humana, basada en la fraternidad, en el respeto a la dignidad del hombre, con sus derechos inalienables a la libertad, de participación en la riqueza que produce y en las decisiones políticas. En fin, todo el conjunto de necesidades a que se hace acreedora la criatura para desenvolver sus potenciales.

 El ser humano se debate en la búsqueda de la felicidad, palabra que encierra un sentido muy relativo, debido a la variedad de apetitos, de expectativas y de circunstancias que delinean el umbral de lo que la felicidad es, en cada momento de la vida.

 El Libro de los Espíritus nos da una orientación que nos parece de valor definitivo para nuestro entendimiento. La encontramos en la pregunta Número 922, así formulada por Kardec: 922 – P: La felicidad terrestre es relativa a la posición de cada uno. Lo que es suficiente para la dicha de uno, constituye para otro motivo de desventura. No obstante ello, ¿existe una medida de la felicidad que sea común a todos los hombres? R: “Con relación a la vida material es poseer lo necesario. Y para la vida moral, la conciencia tranquila y la fe en el futuro”. 

Tal es la condición a que deberá llegarse para construir un mundo mejor, siendo verdad que nadie confundirá lo “necesario” con la idea de privación, de simple sobrevivencia o como un límite de pobreza o miseria. Se trata, como se observa, de una directriz saludable, claramente en sintonía con las mejores perspectivas del hombre, librándolo del peso de lo superfluo, del consumismo y de todas las extravagancias, que acaban por desgastarlo. 

Descartando las ideas punitivas acerca de la vida, el Espiritismo nos muestra que un ansia inembargable domina al individuo, estimulándolo a la procura de niveles vivenciales cada vez mejores, esto es, en los que encuentre el propio equilibrio, se sienta participe, creativo, relacionándose compensatoriamente con los otros, expandiendo su emotividad, en fin, amando. 

El espíritu, en su caminata evolutiva, con un comienzo casi exclusivo en el mundo físico, donde se identifica y se siente seguro, aprende por los mecanismos de encarnar – desencarnar – reencarnar, a penetrar, lentamente, en el plano extrafísico inmediato, a los efectos de percibirse como espíritu y cultivar los valores que se combinan con la Ley que, en síntesis, es la expresión de la voluntad de Dios, en cuyo pensamiento estamos sumergidos y que establece los principios de equilibrio, reciprocidad y compensación en que cada uno y todos precisamos vivir, alcanzando la plenitud interior, o sea, la felicidad.

 No pretendemos sintetizar todo el complejo proceso de decisión en que el espíritu se compromete, trazando el rumbo de sus pasos a través del tiempo. Podemos decir, empero, que a partir de un determinado momento adquiere la libertad de escoger, el libre arbitrio, que significa también el nacimiento de la responsabilidad. De ahí en adelante el uso de los instrumentos de la vida es, cada vez más, de su directa incumbencia. Experimentando necesariamente en el camino de la ignorancia, puede desvincularse o no, desde luego, de actitudes que le comprometan el andar. Es cierto que atraviesa invariablemente los senderos del egoísmo natural y de las pasiones. Los hay que siguen hacia el frente y los que se atrasan. Es de estos últimos que hablaremos.

   Decir que son mayoría sería precipitarnos en un terreno meramente especulativo. En ese aprendizaje el espíritu, tanto encamado como desencarnado, pero en especial en la primera condición y por lo menos inicialmente, crea principios morales, desencadena procesos de acción y reacción, se sumerge en conflictos emocionales, se ejercita en el orgullo, se estanca en el egoísmo, en ciclos de dificultades, conflictos y respuestas angustiantes, que la vida siempre da. En ese cuadro aparentemente caótico, como el buscador de diamantes entre los cascajos, selecciona primero lentamente y luego cada vez con mayor celeridad las propias emociones, crece en sí mismo buscando la meta del amor, que signifique estados de paz, que le permitan crear, porque sólo en la actividad creativa, aún en su plano inferior, es que la vida se justifica. 

Encontramos en la estructura social del mundo fundamentos éticos como, entre otros, la moral cristiana, que establecen conceptos altamente equilibrantes para la vida humana. El comportamiento personal y colectivo resulta sin embargo, igualmente conflictivo con esos valores. ¿Cómo comprender el abandono, individual o colectivo, de tales elementos positivos, en favor de actitudes negativas y disgregadoras? 

El análisis espírita del hombre y de la vida permite desplazar el centro de apoyo de la estructura social hacia dimensiones dinámicas, deshaciendo el circuito cuna-tumba, mostrando el antes y el después del presente, formando enlaces de comprensión del porqué de las cosas.

 El espírita ve la sociedad compuesta de espíritus en vías de exteriorizar estados evolutivos propios, en los actos diarios, en las esquematizaciones sociales y percibe las ansias de esos mismos espíritus en buscar, aunque no sea más que en el plano teórico, comportamientos más satisfactorios, personales y colectivos. Por eso, el espiritista niega los valores del mundo, en cuanto permanezcan en el nivel de la inmediatez y en el desconocimiento de los componentes espirituales de la vida; esa negación no significa condenación. Niega en el sentido de trascender, de reevaluar y de salir hacia comportamientos renovadores, que exterioricen su manera de ver la vida. Para conseguir eso, él conforma su propia conciencia y se mantiene en ella independientemente de que sea o no aceptada por la mayoría, porque se sabe minoría, porque entiende que asumió una posición definida y trabaja para concretarla como hecho real en la propia existencia.

 Por Jaci Regis Tomado del libro Comportamiento Espíritaº

(Artº tomado de Zona Espírita)


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¿Qué sentido tiene el sufrimiento y el dolor humano?

 Antes de profundizar debemos aclarar que el dolor puede ser físico, psíquico y espiritual o moral,  siendo estos últimos un sufrimiento interior que puede experimentar el alma y la mente humana, mientras que  el dolor físico, es consecuencia de nuestra sensibilidad, porque es un aviso necesario de que algo anda mal en nuestro organismo, y un estimulante para la actividad del ser humano.

  El dolor nos obliga a reconcentrarnos en nosotros mismos y a reflexionar, ayudándonos a vencer nuestras pasiones, por lo que resulta un camino para el perfeccionamiento espiritual

 El dolor físico puede tener un origen kármico en esta vida o en vidas anteriores, bien por haber llevado una vida desordenada y antinatural, por excesos de alimentación, vida sedentaria, abuso de alcohol o de drogas, abuso y mal uso de la actividad sexual y situaciones desarmónicas en general, causadas por uno mismo.

 Los males psíquicos, como las depresiones, las psicosis y las psicopatías, son en gran medida el resultado de tensiones emocionales, sentimientos y actitudes mentales negativas y desacertadas ante la vida, así como de intensos deseos de baja naturaleza. Otras veces, sin embargo, son causadas por un mal Espíritu.

 Los males espirituales son las  sensaciones de reproche y acusación íntima que el Ser experimenta  a través de su conciencia, en forma de angustia y mal estar interior y al que de inmediato se etiqueta como depresión y se intenta soslayar con medicamentos neurológicos que las más de las veces no hacen ningún efecto o si lo hacen es negativo y empeoran aún más la situación. Este mal estar o esa angustia interior, vienen como resultado de haber sido débil ante su propio egoísmo o por cualquier  otro sentimiento negativo como el rencor, etc. A veces estos pueden ser tan intensos que pueden generar también sufrimientos psíquicos como la desesperación o una auténtica depresión psíquica.

 La base del sufrimiento moral es el apego hacia las personas u objetos hacia los que se siente un afecto mezclado con un sentimiento de posesión  cuando se experimenta el miedo  a perder esos apegos.

  También existen sufrimientos provocados por desequilibrios internos del Ser humano, cuyo origen está en una disfunción entre  las demandas del Ser espiritual, y las de su parte material, dando origen a la enfermedad de la  Depresión. Esto sucede cuando  se provocan ansias psicológicas e infelicidad al  no atender el llamado interior del espíritu que a través de la conciencia pide una cosa, mientras que la persona se deja llevar  por las tendencias materiales que le  inclinan hacia algo bien distinto. 

    El sufrimiento ante el dolor  es obra de la mente, por eso lo trágico de la vida humana no es el dolor o el sufrimiento en sí mismos, sino el tiempo que perdemos mientras nos dedicamos a sufrir  o a quejarnos, sin hacer otra cosa, porque nos implicamos en demasía como protagonistas en un problema, abandonando mientras otras realizaciones que tenemos  comprometidas. El sufrimiento surge cuando nos enfrentamos al dolor, oponiéndonos a su  realidad, y cuanto más se sufre, más incapacitado se está para afrontar la causa del sufrimiento.

   Ante los dolores y sufrimientos irrevocables, solemos pasar por una serie de etapas que van desde la negación o el rechazo, seguido de un estado de rebeldía contra Dios y contra la vida, hasta que finalmente intentamos una “negociación” con Dios para modificarlo o disminuirlo. Finalmente terminamos con la aceptación de lo que debemos atravesar, al intuir que ahí está precisamente  el aprendizaje que esa dolorosa situación nos aporta.

  Como antes se expuso, el dolor y el sufrimiento humano, no son un castigo o una venganza divina, sino un reajuste de nuestra conciencia y una depuración de nuestro cuerpo espiritual, enfermo y lastrado con las energías negativas originadas por actos contrarios a la Ley del Amor. El dolor proporciona al Ser que lo padece la oportunidad de rescatar deudas del pasado, limpiando mediante el mismo su Cuerpo Espiritual (Periespíritu),  y de probarse a sí mismo su fortaleza interior ante las dificultades de la vida.

 El dolor supone siempre una señal de alarma porque indica una violación del orden establecido por las leyes que rigen  al Ser y a su cuerpo.  Es un aviso de que algo va mal o que falla, y si se desoye esta llamada de atención, se intensifica cada vez más y llega a ser muy pertinaz e intenso cuando la ley del Amor ha sido violada muy intensamente, extendiéndose ese efecto desagradable, incluso hasta vidas posteriores, con arreglo a la ley de Consecuencias.   Cuando violamos las leyes Divinas se produce un desajuste  que nos lleva por el dolor a reencontrarnos con nosotros mismos y a reflexionar, indicándonos que nos hemos equivocado con el fin de que rectifiquemos.

 Desde un normal punto de vista humano, el dolor  es algo negativo que todos naturalmente rechazamos, pero desde el punto de vista del conocimiento espiritual sabemos que  el dolor no es ni una maldición ni un castigo Divino;  cuando se presenta se deben tener en cuenta sus aspectos positivos, tal como la función benéfica para el progreso espiritual  y a veces sirve también para ayudarnos a vencer nuestras pasiones, por lo que resulta una herramienta útil para forjar nuestra mejora espiritual y nuestra enseñanza moral. Entre las funciones benéficas del dolor,  está la de tener un efecto ablandador del alma en personas soberbias, dominantes y orgullosas.  Por este motivo, ciertas circunstancias de la vida  que calificamos como desgracias, tal como enfermedades incurables o dolorosas, resultan espiritualmente benéficas. Ello no significa que no se deba luchar humanamente por erradicarlas o al menos aliviarlas, y precisamente en ese esfuerzo para prevenir y curar con paciencia  y entereza estas enfermedades, es en donde radica su acción benefactora para el Ser.

   Además, durante el transcurso de esas enfermedades dolorosas, el Ser usa de su cuerpo físico y de su mente, como válvulas de escape y de drenaje del magnetismo mórbido que impregna su periespíritu y le incapacita para poder elevarse hasta planos más sutiles .

 Por remarcar lo anterior, repito que el dolor y el sufrimiento causados por la enfermedad, suelen ser el resultado de un necesario proceso purificador y depurativo del alma, pero jamás es un castigo de Dios. Otras veces estas enfermedades, dolores y sufrimientos, que se pasan en la vida humana,  los elige el Ser desde antes de nacer con el fin de afianzar o conquistar algún valor necesario para su evolución, tal como la resignación, la fe, la esperanza, la bondad, la paciencia, etc.  Cuando el dolor  y el sufrimiento aparezcan, por muy duro que resulte afrontarlo, debemos aceptarlo considerando que es una oportunidad única y una enseñanza que se nos brinda para nuestro bien espiritual, porque  salvo en los casos de aceptación voluntaria de la enfermedad y del dolor para fortalecer el espíritu y evolucionar, las dolencias del cuerpo físico y psíquico  tienen una relación directa con el estado enfermizo del alma, y por eso el sufrimiento comienza a partir de un estado mental y anímico desequilibrado, pero significa que se produce un drenaje y un saneamiento del alma.

  Se podría afirmar que el dolor  tiene para nuestra alma una función pedagógica porque lleva implícita una enseñanza que nos permite crecer espiritualmente.   Por lo dicho, el dolor, del tipo que sea, debe ser encarado sin rebeldías porque  comprendemos ya que, siempre, y en todo caso, es para nuestro bien, pues generalmente se trata de  rescates o pruebas necesarias para el adelantamiento del espíritu. La aceptación de los propios dolores causa un alivio moral y ayuda a la solución definitiva del problema que los generó.

 En definitiva, podemos estar seguros de que  solamente sufrimos o padecemos lo que necesitamos para impulsar nuestra evolución, crear experiencias y aprender en el desarrollo de los sentimientos de bien.

- Jose Luis Martín- 

 “Las enfermedades, sobre todo las de larga duración, representan un aprendizaje en  el arte de vivir y en la educación del carácter”

                                                        - Novalis- (1772-1801)



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                    ESPIRITISMO Y MEDIUMNIDAD

                                  


Sucede a menudo, que incluso entre las personas que se dicen espíritas, confunden el Espiritismo con la Mediumnidad, y viceversa, siendo estos dos principios diferentes el uno del otro, aunque los veamos caminando juntos la mayoría de las veces. Efectivamente, la mediumnidad, o sea el hecho de que el Ser humano pueda acceder a comunicarse con otros planos de existencia, con el mundo espiritual, se ha dado siempre, ya que desde que hay seres humanos hay Espíritus, y las relaciones entre ambos mundos se han producido siempre.


  Desde la más remota antigüedad encontramos vestigios de la mediumnidad en todos los pueblos de la Tierra, independientemente de los progresos técnicos, niveles de civilización y de moral de dichos pueblos.


  Mirando muy atrás en el tiempo, nos encontramos en el Antiguo Testamento con los mensajes que recibían los profetas de los Espíritus; de  como Saúl persiguió a muerte a los evocadores de Espíritus; cuando un día tuvo necesidad de comunicarse con el Espíritu de Samuel no tuvo inconveniente en consultar una pitonisa. Son numerosos los casos de comunicación con ángeles, profetas, etc. La Biblia es un libro rico en el tema mediúmnico. En el Nuevo Testamento, vemos a los Espíritus en relación con los hombres en todo momento: Anunciación a María, aparición a los pastores para decirles del nacimiento de Jesús, esclarecimiento a José para decirle que María no había estado con otro hombre, y luego en sentido más profundo, vemos a Jesús en constante relación con los Espíritus que le ayudan en el camino, en el Monte de los Olivos, en la crucifixión, etc.


  En la antigua Roma también se comunicaban con lo que ellos llamaban dioses, que no eran otra cosa que Espíritus más o menos adelantados: Mercurio, Marte, Júpiter, etc.


  Y en la otra gran cultura, la Griega, encontramos a Sócrates en comunicación con su Daimon.


  Y fuera del contexto, digamos religioso, pues en los pueblos primitivos y atrasados han existido y aun existen lo que llamamos hechiceros, chamanes, etc.


  Pues bien, esto es Mediumnidad, comunicación con el Más Allá, canalización, o como se le quiera llamar, pero no es Espiritismo, aunque repito, que está muy relacionada con él, y gracias a la Mediumnidad tenemos la Doctrina Espírita o Espiritismo.


  Por consiguiente, ambos pueden muy bien ir cada uno por su camino, aunque lo ideal es que vayan juntos; sobre todo a la Mediumnidad le conviene que sea así, mientras que al Espiritismo no le hace falta para nada la Mediumnidad. Todo esto puede parecer paradójico o contradictorio, pero no lo es; lo vamos a ver a continuación:


  El neologismo Espiritismo fue ideado por Allan Kardec, para diferenciar este de otros espiritualismos y no dar lugar a confusiones, puesto que como muy bien dejó  aclarado Kardec en su introducción al estudio de la Doctrina Espírita en el Libro de los Espíritus: Para las cosas nuevas se necesitan palabras nuevas. Como ya sabemos los espíritas, esto lo hizo Kardec para no confundir Espiritualismo con Espiritismo, pues si bien todo espiritista es espiritualista, todo espiritualista no es siempre espiritista, y a dicho texto me remito.


  Llegados a este punto, vemos que el Espiritismo nació cuando  Allan Kardec publicó su famoso Libro de los Espíritus, exactamente el 18 de Abril de 1857, pudiéndose decir con toda seguridad, que es esta fecha y no antes, cuando nace el Espiritismo o Doctrina de los Espíritus, y por tanto hablar de Espiritismo como algo anterior a esta fecha, es totalmente erróneo, puesto que antes no existía como tal.


  Pero no es este el único error al tomar por la misma cosa Espiritismo y Mediumnidad, no es solo un error de fechas. A mi modo de ver la equivocación mayor es confundir Doctrina con facultad, pues como hemos visto a lo largo de este artículo, la Mediumnidad es una facultad.


  El Espiritismo es una Doctrina consoladora, puesta en orden y codificada por el insigne pedagogo francés Allan Kardec; es la Doctrina que trata del origen, naturaleza y destino de los Espíritus y sus relaciones con los humanos. Es a la vez, Ciencia, Filosofía y Moral Cristiana. Los espiritistas son los que estudian esta Doctrina, y lo más importante: tratan de vivir de acuerdo a la moral que propugna: el Amor y la Caridad.


  En fin, aunque a menudo vemos a espiritistas con Mediumnidad, también hay por desgracia, Médiums que no conocen la Doctrina Espírita.


  Resumiendo, podemos decir que ni todos los Médiums son Espíritas, ni todos los Espíritas son Médiums, pero no se puede ser un buen Médium sin conocer la Doctrina Espírita.


- Juan Luis Sanchez-


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