INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Los recursos ignorados del Alma
2.- Los extremismos pueden ser como un puñal
3.- El tránsito
4.- Posibles causas que generan deudas con la Ley de Consecuencias
Frase de Platón
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LOS RECURSOS IGNORADOS DEL ALMA
( Sócrates- Filósofo y Pensador griego)
“Todas mis pertenencias se encuentran en mi alma”
“Todos mis bienes están conmigo, e irán donde yo vaya. Mis valiosos tesoros nunca me abandonan, no los dejo en el olvido ni a merced de quien quiera apropiárselos”. Los interrogadores preguntaron: “¿Cuales son esos bienes que te hacen rico y siempre te acompañan?” Bias respondió sin jactancia: “Las conquistas morales de la paciencia, la sabiduría, la bondad, el amor, el perdón y la resignación que he almacenado en mi mente y corazón durante esta vida“. (Bias, uno de los Siete Sabios de Grecia, ante el inminente saqueo de Briene (Jonia) por Ciro el Grande, Rey de los Persas, s.VI a.C.).
Ciertamente, ya los griegos conocían la naturaleza del alma en profundidad, como es notorio por las máximas de Sócrates, Platón o Aristóteles, e incluso mucho antes, con las máximas de los famosos sabios de Grecia, una de las cuales inicia este artículo.
Desde antiguo se conocen características y cualidades del alma humana que constituyen su fuerza y la dotan de recursos especiales para sustentar al ser humano. No solo hablamos de la vitalidad que otorga al cuerpo y que es esencial para la vida orgánica, sino también de los recursos de nuestro ser inmortal que trascendiendo a la muerte, posee y lo caracterizan. Siendo el alma humana el origen del pensamiento que proviene de la mente y que es reflejado por el cerebro, y a la luz de los últimos descubrimientos de neurólogos bioquímicos y biólogos, ¿alguien podría afirmar o categorizar los límites del pensamiento?
Hoy sabemos que el pensamiento es una energía que, al igual que la emoción, interactúa en un campo universal del que formamos parte y en el que todo está interconectado.
“Cuando tus pensamientos van acompañados de una implicación emocional, se transmite una señal electromagnética al campo universal que atrae hacia ti la realidad que coincide con la que tú deseas” (Dr. Joe Dispenza – Libro “Deja de ser Tú”).
Por el mismo motivo, ¿acaso el sentimiento y la emoción pueden ser contenidos en una urna? El hombre es un haz de emociones desde sus primordios evolutivos como “homo sapiens”, donde la primera emoción (el miedo) tuvo su preponderancia en la supervivencia. El pensamiento y la emoción son cosas distintas, pero muchas veces van juntas; unas veces el primero precede a la segunda, y en otras ocasiones ocurre al contrario. Cuando ambos se sincronizan se produce lo que se conoce por coherencia, y nuestra mente tiene la capacidad de modificar la realidad a nuestro alrededor. Sea como fuere, ambos son productos o recursos del alma en función del uso que les damos y la naturaleza que poseen.
“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”. (Albert Einstein (1879-1955) Premio Nobel de Física).
Un tercer recurso del alma humana es la voluntad. ¿Acaso la voluntad tiene límites? Cuántas gestas imposibles, heroicidades y vidas singulares han salvado muchas vidas y almas a lo largo de la historia basados simplemente en la férrea voluntad de hombres ejemplares. Sin duda, la voluntad es una fuerza que instalada en el alma y con su desarrollo adecuado consigue cosas imposibles en multitud de ocasiones. En las sociedades de excesivo bienestar, donde las generaciones están acostumbradas a tener todo lo necesario desde la cuna, el ejercicio y desarrollo de la voluntad se ve mermado muchas veces por la falta de necesidad. Sin embargo no quiere decir que el hombre acomodado no la posea, tan solo “la guarda en el bolsillo”, y no la utiliza porque le es más cómodo y le supone menos esfuerzo no tener que ejercitarla si ya tiene sus necesidades básicas cubiertas. Ahora bien, incluso en estas sociedades los ejemplos de hombres y mujeres con voluntad excepcional se desarrollan igualmente cuando no la usan para su propio bien, sino para el del prójimo. Y en estos casos, a la voluntad se une la caridad y la fraternidad del alma elevada que viene y se entrega a su compromiso en la Tierra con ansias de ayudar y de hacer el bien. Los resultados son extraordinarios, y la estela de luz y ejemplo de superación que ofrecen al mundo también lo son.
“Un alma no se puede comprar, pues es libre gracias a su propia naturaleza”
. Sin duda alguna, uno de los recursos más importantes del alma humana es la libertad. Y más concretamente el libre albedrío, que subyace en la naturaleza del alma desde que es creada por Dios. No existe el fatalismo ni el ciego determinismo que el materialismo ha querido imponer; existe la capacidad de decidir por nosotros mismos. Otra cosa es que las decisiones sean más o menos acertadas. Por ello, somos los “dueños de nuestro propio destino”. Y en función de cómo actuamos, pensamos y sentimos, así creamos a nuestro alrededor las causas y circunstancias que determinan nuestro futuro feliz o desdichado.
“Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. ¿A qué se refiere el maestro de Galilea con esta frase? Nos explica que solo con la verdad podemos ser libres verdaderamente; libres de la ignorancia que nos conduce al error, libres de las pasiones y vicios que degeneran el cuerpo y ensucian el alma, libres de las imperfecciones que nos dominan y debemos conocer para superar. Y así sucesivamente. La verdad se encuentra en nuestro interior, en cada uno de nosotros, y en diferentes grados según nuestra evolución y progreso moral. El alma elevada comprende mejor y en mayor amplitud los conceptos de “la verdad una” que reside en Dios.
El alma endeudada goza de menos libre albedrío por sus constantes equivocaciones, y como consecuencia de ello se ve sometida por su propia imperfección y debilidad moral. “Si no alimentas tu alma con amor, solo habrá odio en tu corazón”. Pero sin duda ninguna, el recurso más poderoso del alma no es otro que el amor. La moderna ciencia de la neuropsicología nos presenta un aspecto del funcionamiento de nuestro cerebro desconocido hasta hace unas pocas décadas.
“La base de un cerebro sano es un cerebro bondadoso”. Esta frase del Dr. Richard Davidson, uno de los más eminentes científicos en esta área de la neurociencia afectiva, coloca la bondad y el amor no solo como un elemento de salud y mejoría cerebral, sino como una necesidad para el equilibrio mental y cerebral del ser humano. El mayor psicoterapeuta de la humanidad lo explicó y lo demostró hace ahora más de dos mil años: “El amor es terapéutico”. Toda la vida y enseñanza del maestro de Nazaret se puede resumir en la importancia que concedía al amor a Dios, a uno mismo y al prójimo como fuente de salud, felicidad y armonía del alma.
“El alma está en el cuerpo como si fuese un diamante; no olvides cuidarlo y sacarle brillo”.
Por ello, cuando hoy las ciencias de la conducta humana, junto a las ciencias biológicas y de la salud, ponen en evidencia la importancia del amor, el perdón, la compasión y la tolerancia como recurso de equilibrio mental y salud física, no hacen más que ratificar la luminosa enseñanza del maestro Jesús en su paso por la Tierra. El amor es sin duda el recurso más poderoso del alma, no solo porque trasciende las fronteras del tiempo y el espacio, sino, sobre todo, porque vincula al alma inmortal por toda la eternidad con aquellos en los deposita sus afectos más profundos.
Es el amor el reflejo de la luz interior que todo ser humano posee como consecuencia de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Dios es amor y el amor es Dios; por ello su obra más excelsa, que es el alma humana inmortal, posee como naturaleza principal el amor divino que deberá desarrollarse al tiempo que el hombre crece y progresa en el desenvolvimiento de las virtudes que posee como recursos latentes instalados por Dios en su interior.
Redacción de Amor, Paz y Caridad-
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LOS EXTREMISMOS PUEDEN SER COMO UN PUÑAL
El profeta, médico y pintor Mani - fundador del Maniqueísmo-, nacido en Mesopotamia, vivió en el siglo III y su religión tuvo millares de adeptos, perdurando por más de mil años.
En aquella lejana época, Maní gozó de gran prestigio, atrayendo la simpatía de reyes como Sapor y Hormidas.
Mani intentó reunir las más conocidas religiones: Cristianismo, Islamismo, Budismo, Zoroastrismo, todas en torno al pensamiento de que hay un dualismo dirigiendo a todas las criaturas. De un lado el bien y de otro el mal, dos fuerzas antagónicas que se esgrimen para controlar el Universo: Dios y el demonio , Bien y mal, lo cierto y lo Errado. Un antecesor de la dialéctica hegeliana y su búsqueda por una síntesis de opuestos.
De ideas ambiciosas, predicaba la igualdad de las castas y la extinción de privilegios de las clases dominantes.
Obviamente, al contrariar los intereses de los poderosos atrajo intensos enemigos. No es difícil imaginar lo que ocurrió con el profeta en aquellos tiempos tan rígidos, digámoslo así. Mani fue hecho prisionero y condenado a muerte por el mago Kirdir y el rey Vahram, y, como Sócrates y Jan Hus, tuvo el destino de los que tenían discursos anti-hegemónicos.
Pero si Mani estuviera entre nosotros, encarnado, vería que su visión del mundo, pasados tantos siglos, ganó adeptos fervorosos, un carácter hegemónico de organizarnos por la dualidad incomunicable. Y en los días de hoy, aunque el Maniqueísmo haya sido extinguido como religión, tenemos impregnado en nuestro modo de pensar, esa cultura dualista, de polarización de héroes y villanos.
El gobierno es malo, el pueblo es bueno.
El gobierno dice que es bueno y que los malos son los miembros de la oposición.
La oposición a su vez, señala lo contrario.
El empleado se juzga maltratado y afirma que el jefe está equivocado, pero el jefe opina lo contrario.
Son palabras dichas en determinado espacio-tiempo, que llevan a los grupos a esas visiones, que obviamente tienen un grado de fragmentación, pero surgen como verdades para ellos, alimentando una fe ciega en sus presupuestos inamovibles de sus pintos de vista, ignorando que en el mundo todo cambia con un soplo, sin pedir permiso. Incluso Jesús indagaba que sería la Verdad.
Por cuestiones diversas, y algunas aún ignoradas, actualmente vivimos en un mundo, y también en un país, dominados por los extremos. Usted es de derechas o izquierdas; le gusta el azul o el rojo; aprecia la montaña o la playa, etc. Nosotros nos polarizamos como un reflejo de rotulaciones y categorizaciones, como un efecto, también por una profusión de informaciones, que en la búsqueda de dictaminar lo que es bueno o malo, se exaltan en reacciones, muchas veces bien violentas, como cuchillos afilados.
Una sociedad un tanto maniquea, que perdió ( tal vez nunca tuvo), el gusto por la reflexión de que hay vida más allá de los "muros" de sus concepciones.
Podemos apreciar el color negro, sin dejar de gustarnos el blanco, y en esta mezcla, obtendremos el gris, o sea, "el camino de en medio" que puede ser representado por la ponderación para que se alcance el buen sentido.
Podemos, de igual forma, gustar del azul, pero debemos respetar el derecho de a quien gusta el verde, entendiendo que cada uno tiene su visión.
Y cuando se abandona la ponderación, se abre espacio para los desentendimientos en cuestiones que podrían ser resueltas de manera inteligente y respetuosa. En realidad los desentendimientos tienen enormes proporciones porque los extremistas no son diferentes, sino semejantes en su forma de pensar y de obrar.
Obviamente que estamos hablando de ideas en torno a principios, pero es muy simple vaticinar la empatía y la comprensión en temas amenos, siendo sin embargo, más difícil cuando estos afectan intereses y valores de las personas, como en las recientes discusiones sobre la laicidad, los crímenes, la sexualidad, el género, etc.
Son dilemas en los que tenemos argumentos válidos y concepciones consistentes en ambos extremos, cada uno según su visión del mundo, y siguen otros temas causando polarizaciones y vemos poca esperanza de que sobre ellos haya consenso.
Pero la cuestión no son los temas, las verdades, y si lo que estamos haciendo con ellas en nuestra esfera de existencia. Los grandes obstáculos suceden, no con los diferentes, sino con los semejantes que actúan de forma similar, o sea, maniqueista. ¿Por qué ocurren peleas?, porque esas verdades son el motor de la pelea, cuando se quiere pelear y no buscar mediaciones.
La historia de la sociedad, también es una trayectoria de intentar puntos de equilibrio, esferas de armonización y conciliación de cuestiones introvertidas, por medio de debates, consejos, revistas, programas de auditorios, todos ellos instrumentos que buscan dar baza a esa pluralidad de ideas y argumentos para que maduremos, y como grupo vengamos a escoger nuestros caminos. Esa es, inclusive, una de las bases de la democracia y de construcción de espacios de diálogo y de consenso, para que los límites se construyan.
Pero cuando ese tejido de equilibrio se debilita, surgen iniciativas apasionadas para defender el unto de vista y en ese sentido Kardec habla de hacerse concesiones. En realidad utiliza el término "mutuas concesiones" para que haya reconciliación y la paz reine. El problema es que la búsqueda de verdades ha suplantado al deseo de armonía.
Ese largo y filosófico preámbulo , viene para reflejar sobre la realidad de que inmersos en este mundo polarizado, nosotros, como Movimiento Espírita, nos vemos invadidos por esa postura, sea por cuenta de la política partidaria que se refleja en nuestros temas, sea por polémicas que ya nos son conocidas, algunas con nuevo ropaje y que rellenan nuestras páginas en las redes sociales.
Y ese movimiento de disensiones, se hace a veces agresivo, ciego y afilado, negando diálogos y cortando relaciones, haciendo que se pierda el sentido racional, reflexivo del Espiritismo, y en cambio se valora una idea de convencimiento, de censura, de proscripción, extraño a nuestro carácter distintivo y que ya llevó a mucha gente a la hoguera en otras épocas.
Si Kardec estuviera entre nosotros, encarnado, ¿Cómo reaccionaría delante de ese enjambre de obras espíritas en las librerías, algunas de ellas cuestionables en sus proposiciones?, ¿Y cómo se portaría Jesús ante la defensa por espíritas, del linchamiento de criminales en las calles de grandes ciudades ? ¿ Irían estos dos ejemplos a las redes sociales, con textos para fomentar largos y cansados debates polarizados?. Bien, en la época de ellos ya existían esas polémicas, algunas aun actuales, y no nos parece que ellos reaccionaron así. Vean en El Libro de los Espíritus, como Kardec trata de temas como el Aborto y la Pena de Muerte, y verificad si ese abordaje se refleja en ese modelo de discusión que vivimos actualmente.
La revolución de las informaciones, de la tecnología. aproximó ideas y paradigmas, la globalización juntó pueblos y culturas, y eso nos agrede de alguna forma, por nuestra propia pluralidad y por el carácter inconciliable de determinadas visiones, y por traumas y dolores que traemos en el interior de nuestra alma, pero no se alimenta en ese breve texto la ilusión de que conseguiremos la armonización de todas las tensiones humanas, pero sí que sabremos lidiar con ellas, pautados en los principios del diálogo y del respeto, escuchando, siendo escuchado, y posicionándose como cada uno juzgue mejor, respetando los ejemplares para los que converge cada una de ellas, como punto de partida y solución de casos concretos,
Ante libros dudosos, estudiemos más. Ante posiciones polémicas sobre cualquier tema, guardemos nuestro posicionamiento íntimo a la luz de la vida inmortal. Apelo a las soluciones radicales; recordemos que la vida es eterna. Solo así nos resguardaremos de los peligros y de las manipulaciones venidas de posturas extremas, y más del desperdicio de energía que podría ser utilizado en la construcción por el estudio y en el perfeccionamiento por el amor al semejante, De hecho, muchas de esas tensiones terminan por minar valiosos trabajos espíritas.
Si Dios nos quisiera así, extremos radicales, no nos daría sucesivas reencarnaciones para avanzar. Pero si también nos quisiera siempre pasivos pasivos, no nos daría el dolor para impulsarnos.
La vida es lucha, pero es preciso saber luchar.
- Marcos Vinicius de Acevedo Braga y Welington Balboa-
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EL TRÁNSITO
No se excluyen por la confianza en la vida futura los temores del tránsito de esta vida a la otra. Muchos no temen la muerte por el hecho de morirse, lo que temen es el momento de la transición. ¿Se sufre o no se sufre en el tránsito? He aquí lo que les ocupa más, y la importancia de este asunto es tanto mayor cuanto con toda seguridad nadie puede evitarlo.
Puede uno dejar de hacer un viaje terrestre, pero aquel camino han de recorrerlo todos, ricos y pobres, y por doloroso que sea, ni la clase social, ni la fortuna, pueden endulzar su amargura.
2. Al ver la calma de ciertas muertes y las terribles convulsiones de la agonía en algunas otras, se puede ya considerar que las sensaciones no son siempre las mismas. Pero,¿ quien puede hacernos una reseña respecto de esto? ¿Quién nos describiría el fenómeno fisiológico de la separación del alma y del cuerpo? ¿Quién nos dirá las impresiones que se sienten en este instante supremo? Sobre este punto, la ciencia y la religión enmudecen. ¿Y por qué? Porque falta a la una y a la otra el conocimiento de las leyes que rigen las relaciones del espíritu y la materia; la una se detiene en el umbral de la vida espiritual; la otra en el de la vida material. El Espiritismo es el lazo de unión entre las dos. Él solo puede referir cómo se opera la transición, y sea por las nociones más positivas que da de la naturaleza del alma, ya sea por lo que informan los que han dejado la envoltura material. El conocimiento del lazo fluídico que une el alma y el cuerpo es la clave de este fenómeno, así como de muchos otros.
3. La materia inerte es insensible, éste es un hecho positivo. Sólo el alma experimenta las sensaciones del placer y del dolor. Durante la vida, cualquier separación de la materia se refleja en el alma, quien recibe por ello una impresión más o menos dolorosa. El alma es la que sufre y no el cuerpo. Éste no es más que el instrumento del dolor, el alma es el paciente.
Después de la muerte, estando el cuerpo separado del alma, puede ser impunemente mutilado, porque nada siente. El alma, cuando está aislada, no sufre por la desorganización de este último. Tiene sus sensaciones propias, cuyo origen no está en la materia tangible.
El periespíritu es la envoltura fluídica del alma, de la cual no se separa ni antes ni después de la muerte, con la que no forma, por expresarlo así, más que uno, porque no puede concebirse el uno sin el otro. Durante la vida, el fluido periespiritual penetra en el cuerpo en todas sus partes y sirve de vehículo a las sensaciones físicas del alma. Por este intermediario obra también el alma sobre el cuerpo y dirige sus movimientos.
4. La extinción de la vida orgánica causa la separación del alma y del cuerpo por la rotura del lazo fluídico que los une, pero esta separación jamás es brusca. El fluido periespiritual se separa poco a poco de todos los órganos. de modo que la separación no es completa y absoluta sino cuando no queda un solo átomo del periespíritu unido a una molécula del cuerpo. La sensación dolorosa que el alma experimenta en semejante momento está en razón de la suma de los puntos de contacto que existe entre el cuerpo y el periespíritu, y de la mayor o menor dificultad y lentitud que ofrece la separación. Es preciso, pues, entender que, según las circunstancias, la muerte puede ser más o menos penosa. Estas diversas circunstancias son las que vamos a examinar.
5. Sentemos, desde luego, como principios los cuatro casos siguientes, que se pueden mirar como las situaciones extremas, entre las cuales hay una multitud de matices:
1.º Si en el momento de la extinción de la vida orgánica estuviese operada completamente la separación del periespíritu, el alma no sentiría absolutamente nada.
2.º Si en este momento la cohesión de los dos elementos está en toda su fuerza, se produce una especie de rasgadura que obra dolorosamente sobre el alma.
3.º Si la cohesión es débil, la separación es fácil y se verifica sin sacudidas.
4.º Si después del cese completo de la vida orgánica existen todavía numerosos puntos de contacto entre el cuerpo y el periespíritu, podrá el alma sentir los efectos de la descomposición del cuerpo hasta que el lazo se rompa enteramente.
De esto resulta que el sufrimiento que acompaña a la muerte está subordinado a la fuerza de adherencia que une el cuerpo al periespíritu. Que todo lo que pueda menguar esta fuerza y favorecer la rapidez de la separación hace el tránsito menos penoso. En fin, que si la separación se opera sin ninguna dificultad, el alma no experimenta ninguna sensación desagradable.
6. En el tránsito de la vida corporal a la vida espiritual se produce también otro fenómeno de una importancia capital: es el de la turbación. En este momento, el alma experimenta un sopor que paraliza momentáneamente sus facultades y neutraliza, en parte al menos, las sensaciones. Está, por expresarlo así, cataléptica, de modo que casi nunca es testigo consciente del último suspiro.
Decimos casi nunca, porque hay un caso en que puede tener conciencia de ello, como veremos después. La turbación puede, pues, considerarse como el estado normal en el instante de la muerte. Su duración es indeterminada, varía de algunas horas a algunos años. A medida que se disipa, el alma está en la situación de un hombre que sale de un sueño profundo. Las ideas son confusas, vagas e inciertas. Se ve como al través de una niebla, poco a poco la vista se le aclara, la memoria vuelve, y se reconoce.
Pero este despertar varía según los individuos. En unos es tranquilo y experimentan una sensación deliciosa, mientras que en otros está lleno de terror, de ansiedad, y produce el efecto de una terrible pesadilla.
7. El momento del último suspiro no es, pues, el más penoso, porque, ordinariamente, el alma no tiene conciencia de sí misma. Pero antes sufre por la desagregación de la materia durante las convulsiones de la agonía, y después, por las angustias de la turbación.
Apresurémonos a declarar que este estado no es general. La intensidad y la duración de este sufrimiento están, como hemos dicho, en razón de la afinidad que existe entre el cuerpo y el periespíritu. Cuanto más grande es esta afinidad, mayor es y más penosos son los esfuerzos del espíritu para separarse de sus lazos.
Pero hay personas en las cuales la cohesión es tan débil, que la separación se opera por sí misma y naturalmente. El espíritu se separa del cuerpo como un fruto maduro cae de su tallo. Esto sucede con las muertes tranquilas y de apacible despertar en la otra vida.
8. El estado moral del alma es la causa principal que influye sobre la mayor o menor
facilidad de la separación. La afinidad entre el cuerpo y el periespíritu está en razón de la adhesión del espíritu a la materia. Está en su máximum en el hombre cuyas preocupaciones se encuentran todas en la vida y goces materiales, y es casi nula en aquel cuya alma purificada se ha identificado con anticipación con la vida espiritual. Puesto que la lentitud y la dificultad de la separación están en razón del grado de depuración y desmaterialización del alma, depende de cada uno hacer el tránsito más o menos fácil o penoso, agradable o doloroso.
Sentado esto, a la vez como teoría y como resultado de la observación, nos queda por
examinar la influencia de la clase de muerte sobre las sensaciones del alma en el último momento.
9. En la muerte natural, la que resulta de la extinción de las fuerzas vitales por la edad o la enfermedad, la separación se opera gradualmente. En el hombre cuya alma está desmaterializada y cuyos pensamientos se han desprendido de las preocupaciones terrestres, la separación es casi completa antes de la muerte real. El cuerpo vive todavía con vida orgánica cuando el alma ha entrado ya en la vida espiritual, y no está ligada al cuerpo sino por un lazo tan débil. que rompe a la última palpitación del corazón. En este estado, el espíritu puede haber recobrado ya su lucidez y ser testigo consciente de la extinción de la vida de su cuerpo, considerándose feliz por haberse librado de él. Para él la turbación es casi nula. Esto no es más que un momento de sueño pacífico, de donde sale con una indecible impresión de dicha y de esperanza.
En el hombre material y sensual, aquel que ha vivido más para el cuerpo que para el espíritu, para quien la vida espiritual es nada, ni siquiera una realidad en su pensamiento, todo ha contribuido a aflojarlos durante la vida. Al aproximarse la muerte, la separación se hace también por grados continuos. Las convulsiones de la agonía son indicio de la lucha que sostiene el espíritu que, a veces, quiere romper los lazos que le retienen, otras se aferra a su cuerpo, del cual una fuerza irresistible le arranca violentamente, como si dijéramos a pedazos.
10. El espíritu se adhiere tanto más a la vida corporal cuanto no ve nada más allá. Siente que se le escapa y quiere retenerla. En lugar de abandonarse al movimiento que le arrastra, resiste con todas sus fuerzas, pudiendo así prolongar la lucha durante días, semanas y meses enteros. Sin duda en este momento el espíritu no tiene toda su lucidez. La turbación ha comenzado mucho tiempo antes de su muerte, pero por esto no sufre menos, y la vaguedad en que se encuentra, la incertidumbre de lo que vendrá a ser de él, aumentan sus angustias. Llega la muerte, y no se ha acabado todo. La turbación continúa, siente que vive, pero no sabe si es de la vida material o de la vida espiritual. Lucha todavía hasta que las últimas ligaduras del periespíritu se rompen. La muerte ha puesto término a la enfermedad efectiva, pero no ha tenido sus consecuencias. Mientras existen puntos de contacto entre el cuerpo y el periespíritu, el espíritu siente los achaques de aquél, y sufre.
11. Muy diferente es la posición del espíritu desmaterializado, aun en las más crueles
enfermedades. Los lazos fluídicos que le unen al cuerpo, siendo muy débiles, se rompen sin ninguna sacudida. Después su confianza en el porvenir, que ha entrevisto ya con el pensamiento, algunas veces también en realidad, le hace mirar la muerte como una libertad y sus males como una prueba. De lo que resulta para él una tranquilidad moral y una resignación que endulzan el sufrimiento. Después de la muerte, rotos estos lazos en el mismo instante, ninguna reacción dolorosa se opera en él. Siente su despertar libre, dispuesto, aliviado de un gran peso, sobre todo contento porque no sufre ya.
12. En la muerte violenta, las condiciones no son exactamente las mismas. Ninguna desagregación parcial ha podido traer una separación anticipada entre el cuerpo y el periespíritu. La vida orgánica, en toda su fuerza, se para repentinamente. La separación del periespíritu no comienza, pues, sino después de la muerte, y en este caso, como en los otros, no puede operarse instantáneamente.
El espíritu, sorprendido, está como aturdido, pero sintiendo que piensa, se cree aún vivo, y esta ilusión dura hasta que se da cuenta de su posición. Este estado intermediario entre la vida corporal y la vida espiritual es uno de los más interesantes para el estudio, porque presenta el singular espectáculo de un espíritu que toma su cuerpo fluídico por su cuerpo material, y que experimenta todas las sensaciones de la vida orgánica. Ofrece una variedad infinita de matices, según el carácter, los conocimientos y el grado de adelanto moral del espíritu. Es de corta duración para aquellos cuya alma está depurada, porque en ellos había un desprendimiento anticipado, y la muerte, incluso la más súbita, no hace más que apresurar su realización. En otros puede prolongarse durante años. Este estado es muy frecuente incluso en los casos de muerte ordinaria, y para algunos no tiene nada que sea penoso, según las cualidades del espíritu. Pero para otros, es una situación terrible. En el suicidio, sobre todo, ésta es la situación más penosa. El cuerpo, reteniendo al periespíritu por todas sus fibras, todas las convulsiones del mismo repercuten en el alma, y por esto siente atroces sufrimientos.
13. El estado del espíritu en el momento de la muerte puede resumirse así: El espíritu sufre tanto más cuanto el desprendimiento del periespíritu es más lento. La prontitud del desprendimiento está en razón del grado de adelanto moral del espíritu. Para el espíritu desmaterializado, cuya conciencia es pura, la muerte es un sueño de algunos instantes, exento de todo sufrimiento, y cuyo despertar está lleno de suavidad.
14. Para trabajar en su depuración, reprimir sus tendencias malas, vencer sus pasiones, es preciso ver sus ventajas en el porvenir. Para identificarse con la vida futura, dirigir a ella sus aspiraciones y preferirla a la vida terrestre, es necesario no sólo creer en aquella, sino comprenderla. Es necesario representársela bajo un aspecto satisfactorio para la razón, en completa concordancia con la lógica, el buen sentido y la idea que uno se forma de la grandeza, de la bondad y de la justicia de Dios. De todas las doctrinas filosóficas, el Espiritismo es la que ejerce, bajo este aspecto, la más poderosa influencia por la fe inquebrantable que da.
El espíritu formal no se limita a creer, cree porque comprende, y comprende porque se
dirige a su entendimiento. La vida futura es una realidad que se descorre sin cesar a su vista. La ve y la toca, por expresarlo así, en todos los instantes. La duda no puede entrar en su alma. La vida corporal, tan limitada, se borra para él ante la vida espiritual, que es la verdadera vida. De ahí el poco caso que hace de las sinuosidades del camino y su resignación en las vicisitudes, de las cuales comprende la causa y la utilidad. Su alma se eleva por las relaciones directas que tiene con el mundo invisible, los lazos fluídicos que le adhieren a la materia se debilitan y así se opera un primer desprendimiento parcial que facilita el tránsito de esta vida a la otra. La turbación inseparable del tránsito dura poco tiempo, porque tan pronto como se ha franqueado el paso se reconoce a sí mismo. Nada le es extraño y se da cuenta de su estado.
15. Ciertamente el Espiritismo no es indispensable para obtener este resultado. Así es que no tiene pretensión de que sólo él puede asegurar la salvación del alma, pero la facilita por los conocimientos que procura, los sentimientos que inspira y las disposiciones en la cuales coloca el espíritu, a quien hace comprender la necesidad de mejorarse. Además, da los medios de facilitar el desprendimiento de otros espíritus en el momento en que dejan la envoltura terrestre, y de abreviar el término de la turbación por la plegaria y la evocación. Por la oración sincera, que es una magnetización espiritual, se provoca una desagregación más pronta del fluido periespiritual, por una evocación dirigida discretamente y con prudencia, y animando con palabras de benevolencia, se saca al espíritu del sopor en que se encuentra y se le ayuda a reconocerse más pronto. Si está sufriendo, se le incita al arrepentimiento, el único que puede abreviar los sufrimientos.
EL CIELO Y EL INFIERNO. ALLAN KARDEC
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Posibles causas que originan deudas con la Ley de Consecuencias
Muchas y diversas son las cosas que los humanos solemos hacer erróneamente por tener unas consecuencias negativas sobre nosotros mismos.. Por ejemplo, el abuso y mal uso del cuerpo físico en la forma que sea, siempre tiene consecuencias negativas, como podría ser, por ejemplo, el tener que afrontar después, en una vida posterior, una existencia más o menos larga (o corta), en un cuerpo defectuoso o enfermo, o con algún órgano de funcionamiento problemático como consecuencia del abuso que del mismo se hizo anteriormente, en la presente existencia o en otra anterior. Tengamos en cuenta que en vidas anteriores tuvimos otros cuerpos físicos, pero el periespíritu que acompaña al Ser durante sus diferentes reencarnaciones, es siempre el mismo, y en él quedan registrados los abusos cometidos en nuestra parte física.
Los propios defectos espirituales con los que ya nacemos porque aun no están superados, si no los corregimos, e incluso cuando los incentivamos más, también generan consecuencias negativas, como suele acontecer en el caso de ciertas personas orgullosas durante su vida, por su nivel social, su poder o sus riquezas, que después se ven abocados a renacer en condiciones humildes de servidumbre o de mucho menor nivel social, con el fin de poder corregir y rebajar su orgullo; igualmente los perezosos y ociosos que, para reequilibrar la balanza de la Justicia Divina, en otra existencia tal vez tendrán que afrontar, una vida penosa soportando duros trabajos; otro caso es el de quien hace padecer a alguien y después él mismo, ( en esta vida o en alguna posterior), se ve abocado a padecer del mismo modo que hizo sufrir anteriormente a otros; también están los que cometen abusos y excesos sexuales y después como consecuencia se ve abocados en otra existencia a verse ellos mismos abusados, impotentes o estériles. La actuación de la Ley de Consecuencias viene a ser el devolvernos el daño causado por nuestros errores y así aprender definitivamente a no cometerlos más, por eso cuando se ha abusado de una característica física, en perjuicio de los demás o de uno mismo, después se tendrá que afrontar una existencia humana con un defecto físico que suele ser lo contrapuesto a la anterior característica física de la que se abusó. Es como si la propia naturaleza del ser espiritual quisiera nivelar o compensar las experiencias más extremas.
La inteligencia mal usada y el crimen causan una deuda espiritual que se puede expiar reencarnando en cuerpos defectuosos o tarados física o mentalmente, aunque ello no significa de ningún modo que todos los casos existentes de estas personas así nacidas tengan esos motivos u orígenes. Se puede dar el caso frecuente de que vengan a este mundo bajo esa deficiencia física o psíquica, no por un determinismo kármico negativo, sino porque previamente a su nacimiento lo solicitaron o aceptaron ellos voluntariamente como pruebas para su mejora espiritual evolutiva, o con el fin de ayudar a evolucionar a quienes van a ser sus padres, familia o cuidadores, porque se van a ver precisados a desarrollar para con él su Amor, Caridad, ternura y paciencia. Los que cometen este voluntario sacrificio de sufrir una vida en estas condiciones tan duras por Amor a los demás, dan un gran paso en su evolución personal.
Los vicios que dañan la salud del cuerpo, tal como el tabaco, los tóxicos o el alcohol actúan como una especie de lento suicidio, casi siempre consciente, y dejarse arrastrar por ellos supone dejar una huella de responsabilidad en el periespíritu de la persona que abusó de estos vicios, sobre la que se imprime como una matriz o aura de energía negativa de la que más adelante se tendrán que liberar a través de los estados depurativos que causa el dolor humano y las enfermedades,
Los actos y sentimientos crueles de los que seamos autores, cometidos contra las personas como contra los demás seres de la Creación, antes o después terminan por afectarnos a nosotros mismos, de modo que también tendremos que sufrir en proporción a lo que hayamos hecho sufrir nosotros ( efecto boomerang).
Quien se burla de defectos ajenos, de la clase que sean, antes o después termina por probar de su propia medicina, sufriéndolos él mismo.
En resumen, podríamos sintetizar que todo lo que es contrario a la ley del Amor, siempre es motivo de un efecto corrector, lo cual nos conduce a comprender más claramente cual es el camino que todos debemos seguir en cada paso y circunstancia de la vida, así como que los errores e incumplimientos de la Ley Moral, a veces pueden suponer muchas vidas y hasta siglos de sufrimientos.
En consecuencia, no maltratemos a ningún ser vivo de la Naturaleza y hagamos siempre por los demás como quisiéramos que se hiciese para nosotros mismos.
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