lunes, 11 de febrero de 2019

Casamiento religioso y Espiritismo

ESPIRITISMO

Hoy os presento:

1.-"Nacer, morir, renacer,,,,"
2.- Bienaventurados los que lloran
3.- Olvido de víctimas y verdugos
4.-Planeamiento reencarnatorio
5.-Casamiento religioso y Espiritismo


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                      “NACER, MORIR, RENACER...” 

                       ADOLESCENCIA Y SUICÍDIO

 - Jorge Hessen-  


 La juventud es una gran fase de descubrimientos y de experiencias de nuevas emociones y sensaciones. Es comprensible, en este periodo de transición entre los estadios infantil y adulto, que el vendaval de los más diversos anhelos y pensamientos, se torne presente en la mente del joven, argumentando opiniones, preconceptos, tabúes y otros temas que eran tenidos como ciertos e inalterables.   La carretera sedimentada con la presencia de los padres, hasta entonces se va disipando bajo sus pasos, estableciendo que él, deprisa, construya los cimientos de su propio camino. 

    En ese contexto de deliberación y meditación, el joven ingénuo o el adolescente inmaduro, que jamás tuvo una pavimentación firme y estructurada por donde pudiese caminar, se desorienta y busca, en actitudes extremas, desvelar su perturbación y tedio con el mundo. 

    Ante el desafío de vivir con las diferencias, puede brotar entonces la conducta suicida que se conforma a través de los accesos psicológicos a los ensayos para la muerte. 

    La depresión es, seguramente, el diagnóstico psiquiátrico más notado en jóvenes que intentan el auto-exterminio. Desfallecimiento, consumo de drogas, desarmonía en el hogar, desórdenes de conducta, hechos estresantes, violencias físicas, sexuales o psicológicas y causas fisiológicas, pueden ser evaluados como los fundamentales agentes generadores de ese disturbio. Aun con el avance significativo de la ciencia médica, algunas manifestaciones permanecen oscuras en el campo de la psicología. La mente humana guarda misterios aun no desvelados. 

    Casi siempre el joven que piensa en el suicidio da señal de esa idea a través de un comportamiento diferente en su modo de vivir, pasando a buscar refugio en la soledad, aislándose de todo y de todos. La mayoría de las tentativas y de las realizaciones de suicidio entre jóvenes, acontece sobre todo en hogares desarmonizados, con familias desestructuradas, o procedentes de grupos familiares que presentan herencia de enfermedades somáticas y/o mentales. Los actos de los jóvenes buscando la autoeliminación pueden ser formas desesperadas de pedir cariño, de llamar la atención para sí. De ese modo, la función de la familia debe funcionar como un decidido antídoto contra el suicidio. 

    El autocidio es una transgresión de las leyes de Dios, considerado de los más graves que el ser humano practica ante su Creador. Muchas son las consecuencias para los que atentan contra la propia vida; son, sin embargo, variadas para cada espíritu, pues se ha de llevar en cuenta los pretextos de la opción por el exterminio y las formas empleadas en practicarlo. 

    Los espíritus de los suicidas son enfáticos y unánimes en declarar la intensidad de los sufrimientos que experimentan, la agonía de la situación en que se hallan, en consecuencia a su impensado gesto. Como actitud suprema de rebeldía ante el Creador, aun con atenuantes o agravantes, ningún suicida se librará del resultado siniestro de la acción que practicó desobedeciendo las leyes de la Creación, y fatalmente una nueva reencarnación lo esperará, seguramente en condiciones más problemáticas que aquella en la que se destruyó a sí mismo. 

    El suicidio está rodeado de complejos y sutilezas imprevisibles, cercado por circunstancias y consecuencias gravísimas, aunque puedan variar de grado e intensidad ante las ocurrencias. Las leyes de Dios son incorruptibles y presentes , solicitando de cada uno de nosotros el máximo buen sentido para analizarlas y aprenderlas sin descomponerlas a través de nuestros deseos y pasiones. 

     Bajo el punto de vista espírita, recordamos que la obsesión espiritual igualmente se constituye en una de las causas por las que se matan los jóvenes. Casi siempre la persecución espiritual expresa  la desconfianza que un espíritu ejerce y que, con obstinación, se enraiza en las relaciones que el obsesado mantuvo con el obsesor en vidas pasadas. Por tanto, la idea recurrente de autocidio, que de vez en cuando surge en la mente de muchos jóvenes, puede ser reflejo de experiencias de encarnaciones precedentes. 

    En debate, garantizamos que el Espiritismo es uno de los mayores preservativos contra el suicidio. Cuando el joven consigue asimilar las lecciones de los Buenos Espíritus, el suicidio deja de tener sentido para él, mayormente cuando el adolescente reflexiona de forma madura la máxima: "Nacer, morir, renacer aún, y progresar sin cesar, tal es la ley". ¡ Si !. El mozo percibirá que está ante un Codigo Divino que encierra la transcendencia de la vida, siendo, por tanto, el mayor defensor contra el suicidio.

               
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                               BIENAVENTURADOS LOS QUE                                                 LLORAN.....

Con estas palabras: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación", indica Jesús al mismo tiempo la compensación que se reserva a los que están padeciendo y la resignación que hace bendecir al sufrimiento como preludio de la curación.
Incluso esas expresiones pueden traducirse de esta otra manera: "Debéis conceptuaros dichosos de padecer, porque vuestros dolores de este mundo son la deuda que habéis adquirido a causa de vuestras pasadas faltas, y si soportáis con paciencia en la Tierra esos dolores, os ahorrarán siglos enteros de sufrimiento en la vida futura. Por tanto, debéis sentiros felices por el hecho de que Dios reduzca vuestra deuda permitiéndoos pagarla hoy, lo cual os asegura tranquilidad en el futuro."
El hombre que sufre es semejante a un deudor que debe una gran suma y a quien su acreedor dice: "Si me abonáis ahora mismo el uno por ciento del importe total os doy por pagado el saldo
y quedaréis libre. En cambio, si así no lo hacéis, os perseguiré hasta que me hayáis abonado hasta el último centavo. " Este deudor, ¿no se sentirá feliz soportando toda clase de privaciones con tal de poder pagar sólo ese uno por ciento del importe total de su deuda y quedar con ello libre? En vez de quejarse de su acreedor, ¿no le dará las gracias? .
Tal es el sentido de esas palabras: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación." Son dichosos porque están pagando, y después de este pago quedarán en libertad.
Pero si pagamos por un lado y nos endeudamos por el otro no alcanzaremos jamás nuestra liberación. Pues bien, cada nueva falta en que incurrimos va aumentando nuestra deuda, porque no hay una sola, sea cual fuere, que no traiga consigo su punición forzosa o inevitable. Si no es hoy, será mañana. Si no en esta vida, habrá de serlo en otra. Y entre esas culpas hay que colocar en primera fila a la falta de sumisión a la voluntad de Dios. Por tanto, si en medio de nuestras tribulaciones protestasmos, si no la aceptamos con resignación y como cosa merecida, si acusamos a Dios de injusto para con nosotros, estamos contrayendo una nueva deuda,que nos hace perder el beneficio que hubiéramos podido extraer del sufrimiento. De ahí que debamos recomenzar del mismo modo que aquel que, teniendo un acreedor que le presiona, le va abonando parte de lo adeudado pero al mismo tiempo solicita nuevos créditos.
A su ingreso en el mundo de los espíritus, el hombre es como los obreros que se presentan para percibir sus haberes en el día de pago. A unos se les dirá: "Este es el importe que os corresponde por los días trabajados:" En cambio, a los otros, a los felices de la Tierra, aquellos que han vivido en la ociosidad, poniendo su dicha en las satisfacciones del amor propio y en los placeres mundanos, a éstos habrá de decírseles: " No os toca nada, porque habéis recibido vuestros haberes en la Tierra. Marchaos de aquí y recomenzad vuestra tarea".

El Evangelio según el Espiritismo.

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         OLVIDO DE VÍCTIMAS Y VERDUGOS


Cuando vivimos encarnados, nuestra alma no recuerda conscientemente lo que hizo ni lo que fue en otras vidas. Algunos argumentan que esto es un punto en contra de la reencarnación, pues según ellos todo sería más fácil si pudiéramos recordar de dónde venimos y qué hicimos. Nada más lejos de la coherencia y la realidad que este argumento.
La soberbia del hombre, que cree saberlo todo, intenta responder los interrogantes del alma humana sin contar con la sabiduría de aquel que la ha creado. Dios ha colocado unas leyes que rigen el proceso y trayectoria del alma hacia su plenitud y perfección (ley de evolución, de reencarnación, de consecuencias o causa y efecto, etc.); y precisamente estas leyes impiden al alma humana recordar sus actos del pasado en este estadio evolutivo en el que nos encontramos, porque sería enormemente perjudicial para nuestro avance.
En etapas posteriores, cuando el espíritu alcanza un grado de conciencia superior la maldad ya no anida en él, y aunque todavía no ha alcanzado la perfección, ya le está permitido el conocimiento de aquello que fue y los motivos que condicionan sus reencarnaciones en mundos superiores. Pero nuestra humanidad es todavía una escuela de infantes espirituales. Estamos apenas comenzando el recorrido que nuestra alma precisa. Hace muy poco, algunos cientos de años, que acabamos de salir del primitivismo de los instintos, la violencia, de las actitudes inconscientes que nos hacen dañarnos a nosotros mismos y los demás.
Esto es motivo más que suficiente para que esas leyes que rigen de forma perfecta el desarrollo del alma inmortal, equilibren las necesidades espirituales de los espíritus que encarnan en un determinado planeta, en función del nivel de evolución que poseen los habitantes de ese mundo. 
Si observamos a nuestro alrededor comprenderemos que, aunque el planeta Tierra ha progresado enormemente en ciencia, tecnología y conocimiento, en el apartado moral una gran cantidad de espíritus se encuentran estancados en el primitivismo de eras pretéritas, lo que les condiciona hacia actitudes de violencia, codicia, avaricia, egoísmo y materialismo profundo, impidiéndoles reconocer sus propios errores y viviendo únicamente para satisfacer sus instintos primitivos sin preocuparse del daño que causan a otros con su actitud.
Imaginemos pues que nuestros errores y acciones delictuosas del pasado, así como las de todos los habitantes del planeta estuvieran al alcance del conocimiento de todos. Encontraríamos a una mayoría incapaz de perdonar las vejaciones sufridas, comenzando una espiral de odio y violencia inigualable que nacería en primer lugar en las propias familias. Siendo precisamente en el entorno familiar donde las leyes espirituales aprovechan los lazos consanguíneos de la reencarnación (padre, hijos, madres, abuelos, etc.) para pulir sentimientos de odio y de rencor que nacieron entre esos espíritus en el pasado y sustituirlos por otros de afecto mutuo que los vínculos familiares suelen facilitar.
El olvido del pasado es así una bendición, una dádiva que Dios concede al alma humana en sus primeras etapas evolutivas para que, en la ignorancia de su procedencia delictuosa, tenga la oportunidad de partir de cero, reconstruyendo afectos donde había odio, reconciliando enemigos, ayudando así a la evolución del alma de todos.
Este desconocimiento de quienes fueron víctimas y verdugos suele ayudar, y con ello nuestra alma tiene las fuerzas necesarias para cambiar sus actitudes, para regenerar sus sentimientos innobles o rencorosos por otros de amistad y perdón.
La ignorancia de lo que hicimos es importante para no condicionar nuestro presente ni nuestro futuro. Algunos, con un pasado criminal importante, serían incapaces de regenerar su alma, acosados por el remordimiento o el hostigamiento de aquellos que fueron sus víctimas, al reconocerlos de inmediato en la Tierra. 
¿Fuimos víctimas o verdugos? Si fuimos víctimas y somos capaces de perdonar, sin duda nuestra alma se eleva, crece, se libera, se llena de luz y sube un peldaño extraordinario en la escalera de su propia sublimación. Si fuimos verdugos, necesitamos del perdón, reconociendo con anterioridad nuestra falta, arrepintiéndonos e intentando repararla en todo lo que nos sea posible.
Nadie está libre del error, y todos necesitamos ser perdonados, pues con toda  seguridad, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente, nuestros actos, nuestros pensamientos o sentimientos, en definitiva nuestras almas, cometieron errores que perjudicaron a otros y por los que debemos dar cuenta, rectificar y pedir perdón, demandando así también el perdón de los demás.
Sin duda, casi todos hemos sido víctimas y también verdugos. Esta lección, aunque pueda parecernos incomprensible en el momento actual, pues no nos reconocemos a nosotros mismos con esas tendencias, es fruto de nuestra imperfección, y las venimos arrastrando desde épocas pretéritas.
Así pues, el dicho de Jesús a los fariseos respecto a la mujer adúltera :”el que esté libre de pecado que lance la primera piedra”, es real, auténtico, y todos necesitamos del perdón, aunque ahora mismo en el momento que vivimos no veamos necesidad de ello.
Nuestra alma, en su recorrido inmortal, sabe y conoce perfectamente nuestra propia trayectoria, siendo consciente de sus errores cuando recupera la lucidez después de una existencia en la carne. Y allí, en plena claridad espiritual, comprende con nitidez la necesidad del perdón para todos los seres que, aun imperfectos, necesitamos nuevas oportunidades de progreso. 
Incorporar la indulgencia, la compasión, el perdón y la misericordia al acervo espiritual de nuestra alma es una tarea que a todos nos compete. Y esta es una de las mayores caridades que podemos hacer a los demás y a nosotros mismos. 
Una caridad basada en el amor al prójimo y a nosotros mismos, a fin de evitar ya, de una vez para siempre, convertirnos en verdugos de nadie nunca más, ni por acción ni omisión, impidiendo así que nuestra alma caiga en las perturbaciones y entorpecimientos de la venganza a pesar del olvido del pasado.
Antonio Lledó Flor
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          PLANEAMIENTO REENCARNATORIO



    Toda vida y cada individuo son producto de una planificación biológica y espiritual. No venimos al mundo por azar sino, antes bien, por el más puro determinismo. Partimos de la hipótesis filosófica y espiritual que nos dice que la vida no es un proceso aleatorio o casual que surja por una especie de combustión biológica espontánea, sino de un continuum existencial que se configura en una serie de etapas en nuestro mundo, a donde vamos y venimos no por cómputo fortuito, sino en la proporción directa a nuestras necesidades evolutivas. Es por eso que el vivir es tan relevante, y no precisamente porque dispongamos de una sola existencia carnal, sino por lo que significa el aprovechamiento del tiempo en la adquisición de virtudes y en llevar a cabo las experiencias previamente planificadas. 

   Teniendo esto en cuenta, no se trata de apurar la vida como si de algo para gastar y/o consumir se tratase, sino de procurar alcanzar su sentido profundo, y, con el mismo, poner en práctica las tareas y compromisos que cada hombre y mujer trae... 

Espiritualmente no “nacemos” en este mundo (en este lado de la realidad), sino que renacemos; es decir, nuestro ser (eterno) busca una envoltura biológica (temporal) que le da cuerpo, apropiada a nuestro programa de vida y las experiencias que debemos sortear...,

Somos hijos/as del Más allá.

Espiritualmente no “nacemos” en este mundo (en este lado de la realidad), sino que renacemos; es decir, nuestro ser (eterno) busca una envoltura biológica (temporal) que le da cuerpo, apropiada a nuestro programa de vida y las experiencias que debemos sortear..., experiencias más o menos dolorosas, más o menos probatorias, que son el producto kármico exacto de los abusos y/o desatinos que cometimos en las pasadas etapas reencarnatorias. 

     Encarnados o desencarnados (es decir, con envoltura somática o como entidades espirituales) somos individualidades eternas vinculadas a la Divinidad y destinadas a la luz y la felicidad, aunque estos estados de dicha y realidad superiores no se hacen sino con el esfuerzo propio, desarrollando los campos del intelecto y la renuncia, y para esto, con el asesoramiento de los Espíritus superiores, se diseña/planifica todo un organigrama de rutas principales, estrategias a seguir, estudio de antecedentes kármicos (negativos y ennoblecedores) que cada cual tiene; todo en vistas a una nueva incursión carnal que nos permita ir “depurando” instintos (agresivos, ególatras, etc.), dependencias, etc., que atan al ser a la animalidad, haciendo que con cada existencia seamos un poco menos imperfectos, más evolucionados. 

     Nuestra misma biología se configura en respuesta exacta a las necesidades kármicas que cada cual necesita, agregándose desde el espíritu el diseño de cada fisiología, el campo molecular requerido, la carga genética concreta, la predisposición a determinadas enfermedades, etc. El Espiritismo nos instruye en la serenidad de saber que no existen caprichos de la naturaleza, buenos o malos destinos, y (menos aún) castigos divinos. Un cuerpo sano, uno tullido, otro con predisposición a la esquizofrenia, etc., no son sino valiosos campos de experiencia para cada alma encarnada, algo ya pactado en los espacios superiores. 

    Salud, equilibrio o desequilibrio mental, patologías varias, herencia genética, etc., son necesarios campos de expresión del alma, que toman la forma de transitorios reajustes que nos auxilian tanto en la eliminación de impurezas como en el saneamiento de los injustos comportamientos del pasado. Y es que necesitamos librarnos de exceso de “equipaje”, en nuestro milenario caminar hacia más altas cotas de la existencia y de la felicidad... felicidad que, en su acepción plena, no es de este mundo. 

    Las pruebas y expiaciones nunca son algo impuesto.... responden a códigos de merecimiento y justicia, siendo su objetivo la instrucción de nuestros espíritus y jamás el castigo (como suelen interpretar las religiones oficiales).  

Conciencia: comprendiendo y aceptando 
   Un signo de estar en el camino del despertar de conciencia, o ejecutando una labor que nuestra alma asumió antes de encarnar (la elección de determinada actividad laboral, compromiso con algún ideal que persiga la justicia social y el progreso, el apoyo a un familiar conflictivo, el afrontamiento de una enfermedad, etc.) es comprender que estamos en el lugar exacto del universo, con la familia adecuada y ante los problemas y desafíos que más nos ayudarán a crecer. 

    No es que se planifiquen todas las circunstancias y actos (pues éstas pueden variar según nuestra manera de reaccionar y utilizar nuestro libre albedrío), pero si se trazan las líneas maestras. 

   Y después de comprender... el otro signo de una espiritualidad despierta es la aceptación (que en términos espirituales nada tiene que ver con la rendición o el no luchar), que es esa especie de madurez y temple que nos hace sentir que todo marcha como debe marchar (con aquello que nos gusta y con lo que nos gusta menos, con los que nos motiva y lo que nos da miedo, etc.) y que nos hace no exigir nada de nadie y nos convierte en seres serenos y agradecidos. 

    Si espontáneamente pudiésemos recordar el tiempo empleado en el mundo espiritual en compañía de nuestros guías... la dedicación y el esfuerzo empeñados, el cariño invertido para cada renacimiento en la Tierra... de seguro, aprovecharíamos cada minuto de nuestra existencia para poner en práctica los valores superiores, así como las tareas asumidas en aquellas áreas (afectivas, sociales, etc.) que dejamos desatendidas en otras existencias y que hoy forman parte de nuestro presente. Aprovecharíamos el tiempo que nos resta antes de regresar a la patria espiritual y no lo malgastaríamos con tantas lamentaciones y/o escapismo moral. Reflexionemos en esto: Uno de los mayores sufrimientos de las almas en el otro lado de la vida es la conciencia del tiempo perdido y las oportunidades desperdiciadas entre las invitaciones y los falsos valores del mundo. 

    Se hace, por lo tanto, primordial acallar nuestro ego caprichoso e invertir prioridades, dejando a un lado aquellas que nos estén apartando del sendero. Muchos pensarían que quizá sería oportuno disponer de ese recordatorio súbito para no apartarnos de las tareas asumidas antes de nacer, pero en realidad no se hace preciso, puesto que todos tenemos la guía de nuestra conciencia, ese sabio guardián que nos habla desde nuestro templo interno y auxilia nuestro desarrollo espiritual como una “alerta” que pulsa cada vez que no estamos haciendo lo correcto. 

    Todos los días, un contingente expresivo de la humanidad regresa al mundo espiritual una vez finalizada su etapa en la Tierra, habiendo malgastado el tiempo que se le concedió en perseguir los placeres mundanos y fugaces, anestesiados por los reclamos de la sociedad del bienestar. Es duro regresar al otro lado y descubrir que lejos de asumir ideales y proyectos ennoblecedores, desviamos o paralizamos nuestros recursos internos a golpes de materialismo, vanidad y fuga de los sentidos.

     Aunque sean nuestros hermanos menores, nos diferenciamos de los animales en nuestro mayor grado de conciencia y compromiso ante la ley de progreso. No sólo aparecemos en el mundo para ocuparnos de la alimentación y la procreación, sino para construir entre todos una civilización más humana, auxiliando al progreso y prestando el apoyo a aquellos con menos recursos que nosotros. Es para esto que nos preparamos antes de (re) nacer, por lo que regresamos una y otra vez a los escenarios del mundo, llevando con nosotros los recursos suficientes para encarar los desafíos y problemas que nos salgan al paso. 

    En nuestra conciencia reside el más efectivo manual de instrucción para nuestra correcta trayectoria en la Tierra... sin olvidar todos los “recordatorios” que vienen en forma de sueños, intuiciones y señales cotidianas. 

     ¡Qué valioso es escuchar la voz de nuestra conciencia! Es sensato, prudente y dichoso el que logra apartarse un momento del ruido y las mil distracciones vanas que nos atan a las sensaciones inferiores, aquel que escucha las señales íntimas de su ser hablándole de que existen otros motivos que expresan su presencia en los escenarios de esa escuela de almas que es la Tierra.

Juan Manuel Ruiz 
Revista Espírita de la FEE 17 

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              Casamiento religioso y Espiritismo





          Vamos a abordar aquí la cuestión del casamiento, más específicamente del casamiento religioso. Para este tema, debemos recordar que el Espiritismo Kardeciano no tiene ningún ritual. Absolutamente, ninguno.  No solo del casamiento, sino de ningún otro.


    La practica religiosa Espírita está basada unicamente en el Amor a Dios y en la Fe razonada. Para el Espírita Kardeciano, tener religión significa “estar ligado a Dios, pues la palabra “religión” significa exactamente eso: ligarse a Dios.


    Si analizamos el Evangelio del Maestro Jesús, veremos que no está instituido, en ningún momento en él, el casamiento como un acto de ligación a Dios (acto religioso) o de fe. Veremos que Cristo habla, al respecto de la unión del Hombre y la Mujer    “…no separe el hombre lo que Dios unió…”, que fue tomado como base teológica para el ritual (sacramento) del casamiento y de la indisolubilidad eterna del casamiento religioso.


    En verdad, lo que Cristo pretendía decir, es que el amor verdadero entre el Hombre y la Mujer, es consecuencia del Amor Divino que es, verdaderamente bendecido por Dios, y que el Hombre (ser humano), no debe intentar separar a las personas que se unen por el AMOR  Verdadero, pues  esos son los que de verdad están unidos por Dios (AMOR )  .


    En verdad, el casamiento religioso fue, durante muchos siglos, la única forma de “legalizar” y de “Oficializar” la unión estable entre el Hombre y la Mujer, de establecer reglas de conducta y de responsabilidad  para la vida familiar. Debemos acordarnos que en  esas épocas, no había registros, no había documentos, ni leyes reguladoras, etc.


    Inicialmente, solo existía  el poder moral de la Religión y el miedo al “castigo Divino” como garantía a los derechos y deberes en el casamiento. El sacerdote o el pastor o el curandero o el monje, ejercían el papel de “ testigo” del compromiso, en nombre de la Divinidad o  del Ser Superior.


    Más tarde, las Iglesias, las Ordenes Religiosas, los Templos, cuando ya existía la  ley o costumbre escrita, mantenida solo en grupos herméticos y de iniciados, pasaron también a proceder y a mantener el registro formal de las uniones (casamiento), ampliando la estabilidad de las mismas, por la posibilidad de encontrarse controlado y registrado, quien era o no era  casado.


  En muchas culturas y religiones, antiguamente y hoy en día, el casamiento no es un ritual religioso, sino una ceremonia familiar, donde el compromiso del Hombre y la Mujer es asumido, por los novios, delante de la comunidad, delante de la familia y delante del representante de la Religión, siendo el casamiento celebrado por el Patriarca o Matriarca de la familia, y no por el Sacerdote o representante religioso. De este modo también  cumple su papel  de “testigo” y estabilizador de la unión.


    También es importante recordar una realidad estadística: - todas las religiones Judaico – Cristianas del mundo, sumados todos sus adeptos declarados, constituyen cerca de 1/3 (33%) de la población mundial. Por tanto, cerca de 2/3 de la población mundial no sigue al Cristianismo, y tiene otros conceptos a respecto del casamiento y de la forma de celebrarlo.


    Con la evolución de la sociedad, con la creación de las constituciones de los países y de las Leyes, del avance y el perfeccionamiento del registro publico, el casamiento civil paso a ser el controlador de la estabilidad, de los derechos y de los deberes del matrimonio, de la protección de la mujer y de los hijos, de la garantía de herencia y sucesión.


    El casamiento religioso quedó como el rito o Sacramento especifico de las Religiones, especialmente las Judaicas Cristianas. Más modernamente, va transformándose mucho más en una ocasión social que en un acto de fe verdadera, lo que está sobradamente demostrado por el enorme número de separaciones que ocurre entre uniones con menos de cinco años de duración, casi todos ellos casados también en ceremonia religiosa.


    Cuando el Espiritismo surgió, el casamiento civil ya era una realidad. Ya no había más necesidad del casamiento religioso como “regulador”. El Espiritismo, basado en la fe razonada, en la fe verdadera, en la razón, en la lógica, no trajo para su seno ningún ritual. La sociedad ya podia dispensar los casamientos. La ligación con Dios (Religión) nunca preciso de estos rituales . El Evangelio de Cristo era para ser practicado en el día a día, y no para ser transformado en rituales.


  No estamos hablando negativamente  del casamiento religioso. Muy por el contrario. El extremo respeto que el Espiritismo tiene por las Religiones, ya nos impide eso. Cada uno debe seguir lo que preceptúa su creencia religiosa. Solo estamos explicando por qué el Espiritismo Kardeciano no tiene ceremonias o ritual en el casamiento, y por qué los espiritas formalizan su unión en lo civil, no necesitando del casamiento religioso en cuanto a ritual, ceremonia o precepto religioso alguno.


    Para los espiritas, existe un guía seguro para que  los casados aprendan a consolidar su unión en el día a día. Es la practica de la propia Doctrina Espirita, en su integridad. Y todo puede ser resumido con tres palabras: Amor, Tolerancia y Perdón. Y un ejercicio diario: el del aprendizaje constante.


    Al decir por el casamiento, el Hombre y la Mujer están asumiendo una gran responsabilidad, un gran compromiso. Están iniciando una nueva familia. La familia es, y siempre será, la gran escuela de la evolución, del aprendizaje, del crecimiento espiritual, si es bien aprovechada. Cabe a cada pareja hacer de su familia que sea la mejor de las escuelas, que enseñe el camino para aprender a ser feliz.


    Para eso, deben tener en mente que en su nueva familia deben enseñar amor y caridad. Para enseñar, es necesario practicar. Practicar diariamente. Aprender con los errores. Aprender a no errar más. Aprender a acertar cada dia más. Aprender a ser feliz.


Ese es el casamiento verdaderamente bendecido por Dios. Es independiente de las religiones.


Carlos Augusto Parchen
Centro Espirita Luz Eterna 

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