martes, 20 de noviembre de 2018

La vida y la muerte

Temas para hoy:

1.- ¿Por qué conocer el Espiritismo?
2.- Terapias regresivas
3.- La Indulgencia
4.- Comunicación con los Espíritus (Palabras de aliento)
5.- La Vida y la Muerte



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   ¿ POR QUÉ CONOCER EL ESPIRITISMO ?

    Aun entre las personas que se dicen espíritas, pocas conocen realmente el Espiritismo. La gran mayoría prefieren oír de los demás, antes que leer las informaciones en fuentes seguras. Y tratándose de la Doctrina Espírita, la fuente reconocidamente segura son las obras de Allan Kardec.
  Pero, ¿Por qué las personas debieran conocer el Espiritismo?. La mayor parte de la gente, viviendo la vida atribulada de hoy, no está interesada en los problemas fundamentales de la existencia. Antes se preocupan de los negocios o de sus placeres, o de sus  problemas particulares. Piensan que cuestiones como la existencia de Dios o la inmortalidad del alma, les corresponden a los sacerdotes, los ministros religiosos, los filósofos, o los teólogos. Cuando todo va bien en sus vidas, ellos ni se acuerdan de Dios, y cuando se acuerdan, es apenas solamente para hacer una oración o ir a la iglesia, como si tales actitudes fuesen simples obligaciones que todos tienen que seguir de una forma u otra. La religión para ellos es una mera formalidad social, algo que las personas deben tener, y nada más; como máximo será para descargar la conciencia, para sentirse bien con Dios. Tanto es así, que muchos ni tan siquiera alimentan una firme convicción en aquello que profesan, sosteniendo serias dudas respecto a Dios y a la continuidad de la Vida después de la muerte. Pero cuando tales personas son sorprendidas por un gran problema, una desastrosa caída financiera, la pérdida de un ser querido, una enfermedad incurable- hechos cotidianos y normales que suceden en la vida de todo el mundo-, no encuentran en sí mismos la Fe necesaria, ni la comprensión, cayendo invariablemente en la desesperación.
    El conocimiento Espírita nos abre una visión amplia y racional de la Vida, explicándola de una manera convincente y permitiéndonos iniciar una transformación íntima, aproximándonos a Dios.

( Texto extraído de  "Iniciación al conocimiento de la Doctrina Espírita" editada por el grupo "Alborada Espírita Cristiana", de Huelva-España.)

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       TERAPIAS REGRESIVAS

¿ Por qué pueden curar ciertos traumas del pasado  las llamadas  terapias regresivas  ?


                                             

“ He demostrado que la Regresión a vidas pasadas es considerablemente útil, dando como resultado, frecuentemente, la remisión inmediata de síntomas crónicos que ya no vuelven incluso después de meses o de años.”

Dra. Edith Fiore -

          Parece ser que al revivir el paciente las emociones relacionadas con  momentos concretos del pasado, este adquiere una toma de conciencia  de unas causas u orígenes que sucedieron en aquel entonces,  de modo que este recuerdo consciente hace que se borren  definitivamente los traumas y efectos indeseables  de aquellas causas.
        Los sentimientos de  terror, fobias, angustias inexplicables, manías, remordimientos, etc, desaparecen porque el sujeto aprende a desligar lo que es su vida actual, del recuerdo traumático de  lo negativo que le aconteció en aquel pasado, clasificándolo debidamente en el tiempo.
          Estas terapias vienen a  funcionar como una reorientación cronológica, porque el origen de las neurosis radica en los motivos  que originan el  trauma, su causa,  con lo que en este proceso se desliga la emoción exacerbada que le causó el hecho en sí mismo, descargando de su psiquismo la energía negativa que quedó acumulada a consecuencia de aquel hecho, con lo cual los síntomas patológicos se pierden y su psiquismo queda equilibrado. Se puede afirmar que es como si la vivencia de las antiguas causas, anulase los actuales efectos de las mismas.
Como ya se dijo anteriormente, la Terapia de Vidas Anteriores, combina la Hipnosis con el  Psicoanálisis, porque es una terapia de sugestión que con ayuda del psicoanálisis ataca directamente la raíz del problema.
Quizás, aun sea pronto para extraer  conclusiones  sobre el valor científico y terapeútico de este método, pero sin embargo funciona,       porque el caso es que existen muchas personas que sometiéndose al mismo, han restablecido totalmente su salud o han resuelto sus problemas psíquicos.

- Jose Luis Martín-

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                         LA INDULGENCIA



La indulgencia es ese sentimiento dulce y fraternal que todo hombre debe alimentar para con sus hermanos, más del cual bien pocos hacen uso.
La indulgencia no ve los defectos del otro, o si los ve, evita hablar de ellos, para no divulgarlos.
Al contrario, los oculta, a fin de que no se tornen conocidos sino de ella únicamente.
Y, si la malevolencia los describe, tiene siempre  enseguida una escusa para ellos, escusa plausible, seria,  no de las que, con apariencia de atenuar la falta, más evidencian con pérfida intención.
La indulgencia jamás se ocupa  con los malos actos del otro, a menos que sea para prestar un servicio.
Más, aun mismo en este caso, tiene cuidado de atenuarlos tanto como sea posible.
No hace observaciones chocantes, no tiene en los labios la censura. Apenas consejos y, las más de las veces velados.
Al hacer una crítica cualquiera, ella siempre pensará antes: ¿Qué consecuencias se habrá de sacar de estas palabras?
¡Hombres! ¿Cuándo será que juzgareis vuestros propios corazones, o vuestros propios actos, sin ocuparos con lo que hacen vuestros hermanos?
¿Cuándo solo tendréis miradas severas sobre vosotros mismos?
Sed severos para con vosotros, e indulgentes para con los otros.
Acordaos de que, tal vez, hayáis cometido faltas más graves.
Sed indulgentes, amigos míos, por cuanto la indulgencia atrae, calma yergue, al paso que el rigor desanima, aparta e irrita.
Es más una virtud fundamental para aquellos de nosotros que deseamos vivir  la Nueva Era, la era del bien.
La indulgencia no se entiende por connivencia con la cosa errada, de forma alguna, más si,  de una forma benevolente, de tratar a un alma equivocada.
Nuestra severidad excesiva con los otros poco resuelve. Y, por el contrario, esta ferocidad en nuestro juzgamiento solo nos trae perjuicios morales.
Casi siempre nuestra crítica, nuestra condenación, no visa el bien del otro, más si una satisfacción, desequilibrada en simplemente hablar mal, o condenar.
Mecanismo psicológico de proyección, muchas veces nos muestra  en el otro aquello que detestamos en nosotros, y como fuga desastrosa, al acusar, imaginamos que podemos librarnos del mal intrínseco  a nuestra alma enferma.
Acusar por acusar nunca nos traerá el bien que deseamos, la paz que anhelamos tanto.
La maledicencia es provocadora de placer mórbido que atesta la deficiencia del carácter humano.
Seamos así, indulgentes, de la misma forma que el Creador lo es siempre con nosotros, viendo lo que tenemos de bueno, y siempre dándonos nuevas oportunidades de acertar después de nuestros errores.
Señalar el error de otro es valorizar lo negativo. Es darle un destaque mayor de lo que es necesario.
La indulgencia es caridad, es comprensión y perdón.
El verdadero carácter de la caridad es la modestia y la humildad, que consisten en ver cada uno apenas superficialmente los defectos de otro, es esforzarse por hacer que prevalezca lo que en el hay 
de bueno y virtuoso.
Aunque el corazón humano sea un abismo de corrupción, siempre hay, en alguno de sus dobleces más ocultas, el germen de los buenos sentimientos, centella  viva de la esencia espiritual.
Redacción del Momento Espirita.
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        COMUNICACIÓN CON LOS ESPÍRITUS 
             (Palabras de aliento)

        Mediumnidad: ¿Para qué es la mediumnidad? O más bien, ¿qué creen la mayoría de los seres qué es la mediumnidad? Para muchos es un raro fenómeno que despierta curiosidad; para los que la aceptan como un hecho patente, es la posibilidad de hablar con los “muertos”, expresión habitual. Y aun piensan que se puede hacer a nuestro antojo, cuando nos viene bien y a la hora o momento que lo necesitamos. Esto los espiritistas sabemos que es un error.
          Yo voy a relatar mi propia experiencia y lo que aprendí en cuanto a la comunicación con los espíritus desencarnados.
          Cuando desencarnó mi padre, espiritista comprometido y trabajador, tanto mi madre como yo sentíamos el deseo y la necesidad de comunicar con él. Mi madre, conocedora de la doctrina, nunca en mucho tiempo mostró ese deseo, pero yo, a mis catorce años, sí me mostraba un tanto impaciente. Acudíamos a nuestras reuniones clandestinas y los hermanos espirituales se comunicaban con cierta asiduidad, dado que las  circunstancias que atravesábamos eran profundamente dolorosas, y precisábamos de su asistencia, de sus consejos, de su consuelo… ¿Por qué nunca venía? ¿Por qué nunca se comunicaba? Habían transcurrido cinco años y aún no habíamos tenido la oportunidad; yo, impaciente, le pedía a mi madre que preguntara si habría alguna posibilidad. Ella siempre me decía lo mismo: -Cuando Dios quiera. O bien –quizá no le den permiso…
          Al fin, un día en el que ni siquiera pensábamos en ello, pues nuestra reunión no era sino la de estar juntos, cuando menos lo esperábamos, Isabel, nuestra médium (excelente, por cierto) entró en trance espontáneo y un hermano espiritual se manifestó con un saludo general y una mención especial; dijo: -“Que la paz del Supremo Amor sea con vosotros, -y volviendo la cara hacia nosotros, añadió – Peque”. ¡Era papá! Nadie excepto yo sabía que mi padre siempre se dirigía a mi madre llamándola “Peque”. Nada puede expresar lo que yo sentí en aquellos momentos; fue breve su mensaje pero intenso; quedó grabado para siempre en mi memoria y en mi corazón.
          Así transcribo: -“Queridos míos: solo dispongo de unos minutos para daros testimonio de mi amor y deciros que jamás os olvidé; que siempre estuve a vuestro lado y siempre contaréis con mi amparo; nunca olvidéis la bondad de Dios. Debo irme; que el Señor quede con vosotros.”
           Este fue su mensaje. Confieso que, a pesar de la brevedad, yo me sentí plena; había podido escuchar a mi papá cinco años después de su desencarnación.
          Mi madre tenía otra inquietud, anhelaba saber más de él, y antes de que se retirara, le dijo: -¿Puedo hacerte una pregunta antes de partir? –Tras unos instantes de silencio, respondió- .
-¿Puedes decirme cómo es tu situación en el mundo de los espíritus? –Otro segundo de silencio.
Dios, el Amor Supremo, ha sido inmensamente misericordioso conmigo. Adiós.
          Hasta aquí una de mis experiencias, y que fue decisiva en toda mi existencia; experiencia que junto a otras muchas, me han enseñado algo, que todos los que creemos en el espiritismo, a nuestra vez, tenemos la obligación de enseñar para erradicar el falso espiritismo que tanto daño hace a esta hermosa filosofía: que la mediumnidad no es un juego, que es un compromiso, que los espíritus no están a nuestra disposición; que se manifiestan cuando entienden que puede ser útil e instructivo; pero jamás por nuestro interés o capricho ni curiosidad y, por supuesto, nunca se venden.
          He dicho que todo espiritista debe enseñar lo que es en verdad la mediumnidad; nosotros, conocedores de ella, tengamos siempre presente que Dios, nuestro Padre Celestial, más pronto o más tarde, de una forma u otra, nos da satisfacción.
          Aprendí algo muy importante: que la comunicación de los espíritus está exenta de vanidad; es sobria, breve pero con un contenido intenso y moralizador.
 Comunicación con los espíritus por:     María Luisa Escrich
( Extraído de la Revista Espírita "Amor,Paz y Caridad")
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     "Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena"    
  - Proverbio árabe-             

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                                  LA VIDA Y LA MUERTE
     Nacimiento y muerte son fenómenos biológicos que se interpenetran. 
     La vida y la muerte constituyen el elemento básico de todas las vidas, que, por esto mismo, son también mortales. El infierno mitológico de los paganos debería haber desaparecido con el advenimiento del Cristianismo, pero fue sustituido por el infierno cristiano, más cruel y feroz que el pagano. Las plañideras antiguas dejaron de llorar profesionalmente en los velorios, mas las ceremonias funerales de la Iglesia sustituyeron de manera más desgarradora y desesperada, con pompas sombrías y latinajos lastimeros, prolongados en semanas y meses, el lamento por aquellos que apenas cumplieran una ley natural de la vida. La idea trágica de la muerte sobrevive en nuestro tiempo, a pesar del avance de las Ciencias y del desenvolvimiento general de la Cultura. Hace millones de años que morimos y aún no aprendemos que vida y muerte son ocurrencias naturales. Y las religiones de la muerte, que vampirescamente viven de los gordos rendimientos de las celebraciones fúnebres y de los rezos indefinidamente pagados por los familiares y amigos de los muertos, se empeñan en un combate contra quienes pesquisan y revelan el verdadero sentido de la muerte. La idea fija de que la muerte es el final y el terror de las condenas después de la muerte sustentan este comercio necrófilo en todo el mundo. 
     Contra este comercio simoniaco será necesario que se desarrolle la Educación para la Muerte, que, restableciendo la naturalidad del fenómeno, dará a los hombres la visión consoladora y plena de esperanzas reales de la continuidad natural de la vida en las dimensiones espirituales y la certeza de los retornos a través del proceso biológico de la reencarnación, claramente enseñado en los propios Evangelios. 
     Conociendo el mecanismo de la vida, en que nacimiento y muerte se reversan incesantemente, los instintos de muerte y sus impulsos criminales se atenuarán hasta desaparecer por completo. Los deseos malsanos de extinción de la vida, que originan los suicidios, los asesinatos y las guerras, tenderán a transformarse en los instintos de la vida. La esperanza y la confianza en Dios, como también la confianza en la vida y en las leyes naturales, crearán un nuevo clima en el planeta, hoy devastado por la desesperación humana. El miedo y la desesperación desaparecerán con el esclarecimiento racional y científico del misterio de la muerte, este enigma que la resurrección de Jesús y sus enseñanzas, como también las del Apóstol Páblo, ya deberían haber esclarecido hace dos mil años. 

    Herculano Pires.
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