- Un deber de conciencia
-Conocerse a uno mismo
-¿Los Espíritus tienen libertad para acceder a cualquier punto del espacio espiritual?
- Atributos de la Divinidad
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Un Deber de Conciencia
El hecho lo protagonizaron médicos y hospitales de varios municipios de Río Grande do Sul (Brasil), cuando estos se negaron a practicar el aborto a una adolescente de 14 años, a pesar de la autorización judicial que traía consigo. Este caso fue noticia de los medios de comunicación en el año 2005.
Según las noticias, la joven dijo que su gravidez era fruto de un estupro y obtuvo del juez el permiso para realizar el aborto, pero eximiendo a médicos y hospitales de que se dispusiesen a eliminar la vida que latía en su vientre.
Aunque el juez haya autorizado el aborto, no le cabría el derecho de obligar a nadie a realizar el asunto, pues no siempre la legalidad de un acto lo convierte en moral.
Lo que es de resaltar en la actitud de esos médicos es la conciencia del deber. El deber de defender la vida, asumido ante sí mismos.
El deber es la obligación moral de la criatura para consigo misma primeramente y después para con los demás.
Al concluir la carrera, los médicos hacen un juramento, el mismo juramento hecho por Hipócrates, un sabio griego que vivió en el siglo V antes de Cristo, y es considerado como el Padre de la Medicina.
El juramento dice lo siguiente:
Yo, solemnemente, juro consagrar mi vida al servicio de la Humanidad.
Daré, como reconocimiento a mis maestros, mi respeto y mi gratitud. Practicaré mi profesión con conciencia y dignidad.
La salud de mis pacientes será mi primera preocupación.
Respetaré los secretos a mí confiados. Mantendré, a toda costa, en lo máximo posible, la honra y la tradición de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos.
No permitiré que concepciones religiosas, nacionales, raciales, partidarias o sociales, intervengan entre mi deber y mis pacientes.
Mantendré el más alto respeto por la vida humana, desde su concepción.
Incluso bajo amenaza no usaré mi conocimiento médico en principios contrarios a las leyes de la Naturaleza.
Hago estas promesas, solemne y libremente, por mi propia honra.
Al hacer tal juramento, el médico pasa a tener un deber moral consigo mismo. Y si lo violase, estará hiriendo su propia conciencia.
Al comprometerse con ese ideal, el médico también establece el deber para con los otros, que es el segundo paso del deber ético-moral.
Es lamentable que muchos de esos hombres y mujeres que juraron, solemne y libremente, que mantendrían el más alto respeto por la vida humana, desde su concepción, usen sus conocimientos médicos para eliminar la vida que late en el santuario del vientre materno.
Por otro lado, es admirable el coraje y la honra de esos hombres y mujeres que no se permiten ensuciar sus manos con sangre inocente, aun bajo cualquier presión.
Eso es por que saben que si actúan en desacuerdo con el juramento hecho por libre voluntad, no tendrán como mirarse en el espejo de la conciencia y sentirse como un ciudadamo honrado.
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El deber es la ley de la vida. Con él deparamos en las más ínfimas particularidades, como en los actos más elevados.
En el orden de los sentimientos, el deber es muy difícil de cumplirse, cuando entra en antagonismo con las atracciones del interés y del corazón. No tienen testimonios de sus victorias y no están sujetas a represión sus derrotas.
El deber comienza, para cada uno de nosotros, exactamente en el punto en que amenazais la felicidad o la tranquilidad de vuestro prójimo; termina en el límite que no deseamos que nadie trasponga con relación a nosotros.
El deber es el más bello laurel de la razón; desciende de esta como un hijo de su madre.
El hombre tiene el deber de amar, no porque preserve de males la vida, males de los que la humanidad no puede sustraerse, pero que confiere al alma el vigor necesario a su desenvolvimiento.
El deber crece e irradia bajo la más elevada forma, en cada uno de los estadios superiores de la Humanidad.
Jamás cesa la obligación moral de la criatura para con Dios. Tiene esta que reflejar las virtudes del Eterno, que no necesita esbozos imperfectos, porque quiere que la belleza de Su obra resplandezca a sus propios ojos.
Redacción de Momento Espírita, con base en el item 7 del cap. XVII de El Evangelio según el Espiritismo, de Allan Kardec,
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CONOCERSE A UNO MISMO
El hombre consciente y responsable de sus actos, comprende que los mismos han de ser lo más acertados y positivos posibles de cara a sus semejantes. Así, procurará ante todo, comportarse de forma que lejos de perjudicar, ayude.
Se necesita de un constante esfuerzo y dedicación para ir cada día a más dentro del terreno de la ayuda y la superación. Para ello son muchos los medios y formas de conseguirlo. Lo primero que debiéramos hacer, sería conocer la naturaleza de nuestros pensamientos, sentimientos y actuaciones. Es útil saber si éstos son del todo positivos, si se pueden mejorar, si ayudan a otras personas o sólo satisfacen nuestros deseos y, en definitiva, cualquier otra pregunta que nos ayude a conocernos mejor a nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás.
Seguidamente, procurar mejorar al máximo aquellas actuaciones o comportamientos que por nuestra parte sean inadecuados. Resulta difícil en ocasiones distinguir lo positivo de lo negativo, pues muchas actuaciones que tenemos son reprensibles por otras personas e ignoramos hasta qué punto son en realidad perjudiciales. No es una tarea fácil, pues a ello se ha de consagrar toda la vida si queremos obtener buen fruto; sin embargo, desde siempre hemos contado con ejemplos y enseñanzas que personajes ilustres nos han ofrecido, las cuales nos facilitan el camino. A este respecto, el Evangelio de Jesús nos muestra claramente un sendero más a seguir, no el único, pero sí uno que de ser llevado a la práctica nos beneficiará tanto a nosotros como a los demás, enormemente.
Cada uno en su caso particular ha de adecuar las normas morales que crea más eficaces, a fin de ser los verdaderos forjadores de una personalidad más digna conforme pase el tiempo. Asimismo, es conveniente que estemos plenamente convencidos de lo que vamos a realizar, para que en todo momento surja de nosotros la iniciativa de ir aspirando a más.
Se piensa en cierto fanatismo cuando se oye hablar de una idea espiritual determinada, y en ocasiones se puede incurrir en ello si vamos arrastrados y no pensamos las cosas por nosotros mismos. Es vital para la persona escoger y hacer las cosas por ella misma, sin dejarse llevar por los prejuicios, condicionamientos sociales o el “qué dirán”.
Conocemos muy poco de nuestro interior, sólo una pobre parte de lo que manifestamos. Además, confundimos lo que son nuestros deseos, hábitos y pensamientos, con esa personalidad escondida que pide “a gritos” salir a relucir. Sería positivo que la conociéramos e incentiváramos más, a fin de que se vaya desarrollando a fuerza de práctica.
Ahora bien, cuando empecemos a mostrarnos tal como somos, no creamos que todo está hecho, al contrario, nos saldrán comportamientos y actuaciones que no son correctos, y que será preciso corregir a la vez de incentivar aquellas manifestaciones que sean positivas. Si nuestro deseo es avanzar y progresar a nivel interno, sabiendo que esto también entraña el ayudar más y mejor a los demás, entonces llegaremos a la conclusión que hemos de aportar a todos lo que de verdad somos y sentimos, procurando no conformarnos nunca con lo realizado, a fin de mejorarlo constantemente. Así, no tendremos temor a actuar, pues sabremos que cada día nuestro comportamiento es más correcto y no tendremos nada de lo que avergonzarnos.
Unos de los principales inconvenientes con los que el ser humano se enfrenta son el temor y la comodidad. Ambos coartan a la persona, impidiendo que se manifieste tal como debe y piensa que ha de hacer.
Si tememos equivocarnos, lo más probable es que rehuyamos las situaciones y perdamos claras oportunidades para colaborar con los demás, yendo en detrimento de nosotros mismos. Anularemos así nuestra ilusión y nos sentiremos incapaces de hacer nada bien. Hemos de desterrar ese miedo; pongamos ganas y corazón y si nos equivocamos, que no sea por falta de buena intención; será la única forma de ir adquiriendo seguridad en nosotros mismos. Muchas veces comprobaremos que hacemos mejor las cosas de lo que pensábamos, y que poniendo lo mejor de nosotros en todo momento, seremos capaces de brindar una ayuda positiva a los demás.
Por otro lado, hemos de alejar la comodidad de nosotros, pues ésta nos hace fijarnos en nuestra conveniencia en vez de en la ayuda que necesitan los otros. Por causa de la comodidad, enormes cualidades y posibilidades de muchas personas pueden ser desaprovechadas, de ahí el dicho: “Hace más el que quiere que el que puede”.
Además, el miedo al “qué dirán” tampoco ha de coartar nuestro libre albedrío. Sólo ha de hacerlo cuando nuestros pensamientos, sentimientos o actuaciones no sean correctos, pero mientras no sea así, hemos de tener seguridad en lo que estamos haciendo.
Ser uno mismo, tampoco consiste en imponer a los demás, en pretender que acepten nuestros criterios o ideas; no debemos olvidar que los demás también tienen derecho a ser ellos mismos y que hemos de respetarles. El saber ceder en cosas de poca importancia, tolerar y comprender a los demás, no nos resta personalidad; al contrario, nos la da. La base de la consideración y el respeto mutuos ha de edificar nuestro carácter a mejor.
Asimismo, no pensemos que para ser uno mismo hemos de dar rienda suelta a nuestras imperfecciones. No significa esto, pues así lo único que conseguiremos será enturbiar nuestra imagen y no dejar que se manifieste ese interior que constituye nuestra real e imperecedera personalidad.
Seremos de verdad nosotros mismos cuando demos paso a esas cualidades internas que llevamos, las cuales nos encauzarán hacia el constante perfeccionamiento; por una parte, de nuestras relaciones con el semejante y, por otra, del propio progreso, para que dichas relaciones, lejos de estancarse, sean día a día más completas y ofrezcan a todos mayor clima de simpatía y confianza.
J.G.-( Artículo libre) - Redacción de Amor, Paz y Caridad
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¿Ocurre también que un espíritu desencarnado tiene libertad para viajar por las diferentes franjas del mundo astral?
Los espíritus de los niveles superiores gozan de mayor libertad de movimiento y pueden descender a los niveles inferiores, aunque para ellos resulte tan incómodo como para vosotros lo sería caminar por dentro de un lodazal. Los espíritus de niveles inferiores no pueden ascender a niveles superiores hasta que no logren aumentar su nivel vibratorio, y esto sólo se consigue cuando evolucionan espiritualmente.
Por lo tanto, los contactos entre espíritus de diferente nivel siempre se realizan descendiendo el más avanzado a la región del menos avanzado. Los espíritus que habitan en las zonas densas del astral inferior encuentran mayor dificultad para moverse en su entorno, pareciendo casi que viven con las mismas limitaciones que tiene un humano
encarnado, ya que la vibración de la “materia astralina” de esa zona es tan baja que se asemeja mucho a la de la materia física. No ocurre así con los espíritus del astral superior, que pueden viajar libremente, aunque para que éstos se manifiesten en el astral inferior y puedan ser vistos por sus habitantes deben ajustar su vibración, y esto les resulta tan
penoso como lo es para vosotros el respirar en una habitación llena de humo.
- ¿Por qué hay esta separación entre niveles?
* Esta separación es inherente a la naturaleza del mundo astral e impide que los espíritus poco avanzados puedan infiltrase en las regiones de alta vibración, donde impera el amor, y causen daño a sus moradores.
- ¿Hay algún tipo de conexión entre estas franjas vibratorias o están completamente separadas entre sí?
*Las separaciones no son abruptas sino graduales. Al igual que la densidad de la atmósfera disminuye de forma progresiva al alejarnos de la superficie terrestre, así lo hace también la densidad de la materia astralina. Las diversas comunidades del astral están conectadas entre sí y existe un tránsito de espíritus, con la limitación que hemos indicado anteriormente. Es decir, mientras los más avanzados pueden moverse libremente por su nivel y los niveles inferiores, los menos avanzados sólo pueden alcanzar niveles superiores aumentando su nivel vibratorio, a través de la evolución espiritual. Las comunidades del astral medio son ayudadas por las comunidades del astral superior, de las que reciben
asesoramiento espiritual y técnico para organizar sus comunidades conforme a las leyes espirituales más avanzadas. A su vez, de estas comunidades del astral medio, parten misiones de ayuda a los espíritus del astral inferior que están en condiciones de salir de esa franja vibratoria, por haber tomado conciencia del daño que hicieron, porque han mostrado arrepentimiento y voluntad de mejora, y por haber pedido ayuda sincera para salir de esa situación.
Sebastián de Arauco.
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*Atributos de la Divinidad*
10. ¿Puede el hombre comprender la naturaleza íntima de Dios?
- No. Le falta un sentido para ello.
11. ¿Será dado al hombre, algún día, comprender el misterio de la Divinidad?
- Cuando su Espíritu no se halle ya oscurecido por la materia y por su perfección se haya acercado a Ella, entonces la verá y comprenderá.
La inferioridad de las facultades del hombre no le permite comprender la íntima naturaleza de Dios. En la infancia de la humanidad, el hombre lo confunde a menudo con la criatura, cuyas imperfecciones le atribuye. Pero, conforme el sentido moral se va desarrollando en él, su pensamiento penetra mejor en el fondo de las cosas y se forma acerca de Dios una idea más justa y más de acuerdo con la sana razón, si bien siempre incompleta.
12. Si no nos es posible comprender la naturaleza íntima de Dios, ¿podemos tener una idea de algunas de sus perfecciones?
- De algunas, sí. El hombre va comprendiéndolas mejor a medida que se eleva sobre la materia, ya las entrevé mediante el pensamiento.
13. Cuando decimos que Dios es eterno e infinito, inmutable e inmaterial, único y todopoderoso, soberanamente justo y bueno, ¿no tenemos una idea completa de sus atributos?
- Desde vuestro punto de vista, sí, porque vosotros creéis abarcarlo todo. Pero sabed que hay cosas por encima de la inteligencia del más inteligente de los hombres, y para esas cosas vuestro lenguaje, que se limita a vuestras ideas y sensaciones, no posee expresiones. La razón os dice, en efecto, que Dios debe poseer esas perfecciones en el grado supremo, porque si careciera de una sola de ellas, o bien no la poseyese en grado infinito, no sería superior a todo y, en consecuencia, tampoco habría de ser Dios. Para estar por encima de la totalidad de las cosas, Dios no debe sufrir El Libro de los Espíritus 66
ninguna vicisitud y no ha de tener ninguna de las imperfecciones que la imaginación puede concebir.
Dios es eterno: Si hubiera tenido principio, habría surgido de la nada, o bien hubiera sido creado por un ser anterior a Él. Así, poco a poco, nos remontamos hasta lo infinito y la eternidad.
Es inmutable: Si Él se hallara sujeto a mudanzas, las leyes que rigen el Universo no poseerían ninguna estabilidad.
Es inmaterial: Vale decir, que su naturaleza difiere de todo lo que llamamos materia. De lo contrario no sería inmutable, debido a que se encontraría sujeto a las transformaciones de la materia.
Es único: Si hubiera varios dioses, no existiría ni unidad de propósitos ni unidad de poder en la ordenación del Universo.
Es todopoderoso: Porque es único. Si no poseyera el soberano poder habría algo más poderoso que Él o tan poderoso como Él. No hubiera creado la totalidad de las cosas, y aquellas que Él no hubiese hecho serían obras de otro dios.
Es soberanamente justo y bueno: La providencial sabiduría de las leyes divinas se pone de relieve así en las cosas más pequeñas como en las más grandes, y esa sabiduría no permite dudar ni de su justicia ni de su bondad.
EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC
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