domingo, 29 de julio de 2018

Concepto actual de la muerte


Para hoy tenemos :

- Los enemigos invisibles
-Concepto actual de la muerte
-La comprensión de las cosas espirituales
-Las oraciones para los obsesados

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LOS ENEMIGOS INVISIBLES

Tras la muerte del Maestro Jesús, el cristianismo naciente trató de organizarse para divulgar a los cuatro vientos la buena nueva. Seguidores del Maestro se pusieron manos a la obra para trabajar en la nueva concepción del mundo. Era la luz que disipaba las tinieblas, un rayo de esperanza que llenaba los corazones de aquellas almas nobles y sencillas. Se trataba del reino de Dios; sin embargo, el trabajo se presentaba duro y muy difícil.
La religión dominante, que se encontraba en clara decadencia, reaccionó en primer lugar con rechazo y hasta con violencia para, posteriormente, en base a intereses políticos, sociales y territoriales, adoptar la nueva religión cristiana, pero adaptándola a su conveniencia. Era cuestión de tiempo perfilar la doctrina que debía envolver al evangelio, su nueva interpretación y su puesta en escena.
Las nuevas autoridades eclesiásticas arrebataron la sencillez y la simplicidad de los primeros días. Se arrogaron el privilegio, la potestad de decidir sobre los demás, estableciendo jerarquías religiosas con poder para administrar e interpretar lo que consideraban la palabra de Dios escrita en unos Evangelios seleccionados entre distintas obras y también en el Antiguo Testamento. Durante las primeras etapas, los distintos emperadores del Imperio Romano fueron los encargados de promover los diversos Concilios que habrían de regular y distinguir lo verdadero de lo falso, amenazando de excomunión y de anatema a aquellos disidentes que osaran cuestionarlos o contradecirlos.
Aquellos religiosos dogmáticos y autoridades de la época, como muchos otros posteriores, al desencarnar continuaron con los mismos vicios y actitudes, fruto de sus pasiones y defectos descontrolados. No les importó desviar a las masas confiadas e ignorantes del verdadero camino predicado por el Maestro Jesús. Aquel comportamiento religioso pervivió, salvo notables excepciones, durante siglos, adaptándose a las distintas épocas y circunstancias. Afortunadamente los tiempos han cambiado, y las mentalidades de las gentes, también.
No obstante, algunos de ellos, al dejar su cuerpo físico, comprendieron su error, el rumbo equivocado que les había llevado al precipicio, solicitando a la misericordia divina volver para nuevas tentativas de reparación, bien dentro de las religiones a las que perjudicaron o al abrigo de la doctrina espiritista. Sin embargo,  las imperfecciones morales siguen jugando malas pasadas, sobre todo a aquellos que, por sintonía espiritual, se dejan arrastrar psíquicamente por aquellas autoridades eclesiales retrógradas, enemigos invisibles que continúan desde el espacio tratando de manipular para que fracase cualquier tentativa de cambio o renovación espiritual.
Es en la obra de Manuel P. de Miranda “Senderos de Liberación”, psicografiado por Divaldo Pereira Franco, donde nos encontramos con lo siguiente: “Sucede que gran número de esos conductores religiosos están vinculados a los sicarios espirituales, que los mantienen en dependencia psíquica, explotados, para que preserven el estado de cosas conforme se encuentra”.
Y añade: “Cuando las doctrinas libertadoras se presentan empuñando las antorchas del discernimiento, sus más fervorosos seguidores, divulgadores y realizadores, son perseguidos, asediados con aflicciones y tormentos, para que desistan, desanimen o se sometan a los mentirosos patrones de los triunfos terrenales”.
En otra obra titulada “Diálogo con las sombras”, de Herminio C. Miranda, profundiza aún más en este último punto: “El movimiento espirita moderno, especialmente en Brasil, cuenta con enorme cantidad de antiguos sacerdotes, arrepentidos de sus desatinos pasados, procurando, en nueva encarnación, lavar las manchas de crímenes hediondos que cometieron. Para los antiguos compañeros, entretanto, son tránsfugas despreciables que hay que aplastar, apóstatas que tienen que ser destruidos, heréticos que precisan callar a toda costa”.
Esos antiguos compañeros, como denomina H.C. Miranda, que se sienten traicionados por sus colegas del pasado ante ese cambio de actitud, buscan denodadamente incentivarles sus defectos, sus debilidades, generándoles entorpecimientos de todo tipo, conflictos para que se desanimen o caigan en las redes del fanatismo, del personalismo o el endiosamiento; y de ese modo, fracasen en sus buenos propósitos de renovación espiritual.
Además, debido a su sensibilidad mediúmnica, cuando fallan la vigilancia y el trabajo interior, especialmente los dirigentes espiritas corren el riesgo de convertirse en presa fácil de esas entidades fanáticas que sutilmente los pueden llegar a manipular. Sin levantar sospechas, los  pueden encaminar hacia conductas excluyentes y exclusivas traduciéndose en, por ejemplo, un excesivo celo por el control doctrinario, marcando unas pautas a sus afiliados, tanto en las asociaciones de carácter local como en las federaciones y confederaciones de grupos que dirigen, con una ausencia de tolerancia o flexibilidad; buscando una unificación sumisa entre asociaciones y no una verdadera unión, aquella que respeta la idiosincrasia, las características particulares de cada lugar y cultura, olvidando muchas veces la necesaria libertad de actuación y  de democracia, que significa valorar y contar con todos a la hora de decidir; incentivando un sometimiento ciego que anula la creatividad nacida del discernimiento y del análisis, en una vuelta a los orígenes de las religiones dogmáticas, aquellas que fracasaron y que actualmente buscan su lugar en la sociedad.
Otros se caracterizan por su tendencia al intelectualismo, donde sobrepuja la razón al sentimiento, dejando los valores morales en un segundo plano. Son estudiosos y teóricos ortodoxos, no obstante, consecuencia de sus fuertes tendencias de su pasado dogmático, están acostumbrados a trabajar sobre unas directrices y estructuras rígidas; por ese motivo, se sienten muy incómodos e inseguros con las innovaciones. Cuando les llegan otras formas de ver las cosas, aunque no afecten a los principios básicos doctrinarios, lo consideran como una amenaza y no como una posible aportación enriquecedora, inherente al progreso.
Son los mismos que fomentan el mercantilismo, olvidando la gratuidad de la mediumnidad, de la divulgación altruista que permite dar un ejemplo de generosidad y de entrega a los demás, y no una mera especulación con el argumento de que es necesario financiar proyectos cada vez más ambiciosos.
Aquellos espíritus ahora desencarnados, que en épocas pretéritas condujeron a la religión cristiana de forma equivocada, buscan denodadamente conducir a la doctrina espirita hacia ese mismo destino fatal, puesto que la consideran producto del diablo. Son los enemigos camuflados del Cordero, del Cristo redivivo.
El espíritu  Emmanuel también incide en este aspecto, recordando los compromisos y deberes, muchas veces olvidados por algunos médiums y dirigentes espiritas: “Casi siempre, los médiums son espíritus que caen de las cimas sociales, por los abusos de poder, de autoridad, de fortuna y de inteligencia, y que regresan al planeta terráqueo para sacrificarse en favor del gran número de almas que desviaron de las sendas luminosas de la fe, de la caridad y de la virtud”.
Precisamente, el espiritismo nos habla de un problema que está llegando a ser pandémico en nuestros días: se trata de la obsesión y las diferentes formas en que se puede manifestar, sobre todo en su grado de fascinación, que es aquella ilusión inducida por un espíritu en el pensamiento del médium y que distorsiona o llega a paralizar el juicio sano y equilibrado.
Desde el momento en que bajamos la guardia y alimentamos pensamientos contrarios a nuestro prójimo, aquellos que generan desconfianza y división, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que hemos entrado en sintonía mental con esas fuerzas negativas.
Ante este problema, no queda otro antídoto que la oración y la vigilancia. Apelar al sentimiento; tener la suficiente humildad para comprender que podemos estar equivocados, y la necesidad de escuchar a los demás a través de un diálogo constructivo y enriquecedor. Solo así será posible evitar grandes errores que pudieran arrastrarnos a nosotros y a los demás.
Estamos en plena eclosión que marca el signo de los tiempos, la Gran Transición de la que nos hablan desde hace muchos años; la selección de los de “la derecha” y los de “la izquierda”.
Por ese motivo, los compañeros en el ideal no pueden actuar con tibieza alegando que el problema es de otros; sobre todo si las consecuencias de dichas acciones negativas arrastran a todo un grupo o a una institución. Si se observan comportamientos desviados de la fraternidad y el entendimiento mutuo, hay que exponerlos y aclararlos para reconducir la situación, de lo contrario nos convertimos, aun sin quererlo, en cómplices, con una cuota de responsabilidad de la que tendremos que dar cuentas el día de mañana.

Los enemigos invisibles por: José Manuel Meseguer Amor, Paz y Caridad
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    CONCEPTO ACTUAL DE LA MUERTE



                               

    La Educación para la Muerte no es ninguna forma de preparación religiosa para conquistar el Cielo. Es un proceso educacional que tiende a ajustar a los educandos para la realidad de la Vida, que no consiste apenas en el vivir, mas también en el existir y en el trascender. La vida y la muerte constituyen los límites de la existencia. Entre el primer grito del niño al nacer y el último suspiro del viejo al morir, tendremos la consciencia del ser y de su destino. 
    Mas la criatura humana es un ser definido, que se refleja en el mundo en su consciencia y se ajusta a él, no para permanecer en él, mas para conquistarlo, sacar de él el jugo de las experiencias posibles y transcenderlo, o sea, pasar más allá de él. Gracias a esto existen las civilizaciones, el desenvolvimiento histórico de la sociedad y el cúmulo de conocimientos en el proceso de las sucesiones de los períodos históricos. El hombre que vive sin tomar conocimiento de este proceso no ha vivido, pasó apenas por la vida, como dice el poeta: “Pasó por la vida y no vivió”. Una criatura así no ha entrado aún en la especie humana, no se ha integrado en ella. La integración se hace por la educación, y por esto la Educación para la Vida será la primera en serle dada. En esta educación el ser se amolda al mundo, comenzando por la educación familiar, en el hogar, y pasando después por la educación social en la escuela y por la educación profesional o experiencial, en la cual se hace ciudadano del mundo, apto para escoger su oficio o su que hacer y dedicarse a él. También por esto Simone de Beauvoir observó, con razón, que la Humanidad no es una especie, sino un devenir. 
     Es, podemos decir, el flujo de la consciencia en la búsqueda de su propia realización. El negativismo de Sartre lo llevó a afirmar que el hombre se frustra en la muerte, pues en ella acaba su aventura existencial. Mas Heideggar encaró el problema con más profundidad y concluyó: “El hombre se completa en la muerte”. Aquello que para Sartre parecía el fin definitivo, para Heideggar es la ruptura de la existencia para lanzarse en la trascendencia. Esto concuerda con las aspiraciones humanas en todos los tiempos y con la afirmación de Richet: “Mors janua vitae”, o sea, “La muerte es la puerta de la Vida”. Tendremos así definido aquello que constituye realmente el fin de la Educación, su objetivo único y preciso. Desde el momento de la fecundación en el vientre materno el ser humano avanza en la trascendencia natural del crecimiento, del cual todas las cosas y seres participan. Esta es la trascendencia horizontal de Jaspers, que la define especialmente en el plano social. Mas la trascendencia vertical, que no proviene simplemente de las leyes de la vida, sino de las aspiraciones de realización conciencial, esta solo se puede realizar en el plano existencial, en que el desenvolvimiento de la consciencia lo lleva a buscar la Consciencia Suprema, que es Dios. En este plano el hombre supera la fragilidad de la existencia y se proyecta en la conquista de si mismo, en el control integral de sus pensamientos, sentimientos y acciones. De esta manera, la muerte libera al ser de las condiciones de la existencia y en él se completa la realidad del ser. 

Herculano Pires.



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          LA COMPRENSIÓN DE LAS COSAS                           ESPIRITUALES

8. Para la comprensión de las cosas espirituales, es decir, para que nos hagamos de ellas una idea tan clara como la que nos formamos de un paisaje que tenemos delante de los ojos, nos falta en realidad un sentido, exactamente como al ciego de nacimiento le falta el sentido necesario que le permita comprender los efectos de la luz, de los colores y de la visión prescindiendo del contacto. 

     A eso se debe que solamente lleguemos a conseguirlo por un esfuerzo 
de la imaginación y por medio de comparaciones con cosas materiales que nos sean familiares. Las cosas materiales, sin embargo, no nos pueden dar de las cosas espirituales más que ideas muy imperfectas, razón por la cual no se debería tomar al pie de la letra esas comparaciones y creer, por ejemplo, que la amplitud de las facultades perceptivas de los Espíritus depende de la efectiva elevación de ellos, ni que precisen estar sobre una montaña o por encima de las nubes para abarcar el tiempo y el espacio. 

     Esa facultad es inherente al estado de espiritualización o, si 
se quiere, de desmaterialización del Espíritu. Esto significa que la espiritualización produce un efecto que se puede comparar, aunque muy imperfectamente, con el de la visión de conjunto que tiene el hombre en lo alto de la montaña. Esta comparación tendía simplemente a mostrar que acontecimientos que para algunos todavía pertenecen al futuro, para otros están en el presente y, por lo tanto, se pueden predecir, lo que no implica que el efecto se 
produzca de la misma manera. 

     Por consiguiente, para gozar de esa percepción, el Espíritu 
no precisa transportarse a un punto cualquiera del espacio. Aquel que se encuentra en la Tierra, a nuestro lado, puede poseerla en toda su plenitud, tanto como si se hallase a mil leguas de distancia, 
mientras que nosotros no vemos nada más allá de nuestro horizonte visual. Como la visión de los Espíritus no se produce del mismo modo ni con los mismos elementos que la del hombre, el horizonte visual de aquellos es muy distinto. Ahora bien, precisamente ese es el sentido que nos falta para que podamos concebirlo. El Espíritu, comparado con el encarnado, es como el vidente comparado con el ciego. 

9. Además, debemos considerar que esa percepción no se limita 
a la dimensión, sino que abarca la penetración de todas las cosas. 

     Es, reiteramos, una facultad inherente y proporcional al estado 
de desmaterialización. La encarnación la amortigua, sin que llegue a anularla por completo, porque el alma no queda encerrada en el cuerpo como en una caja. El encarnado la posee, aunque siempre en un grado menor que cuando se halla completamente desprendido; eso es lo que confiere a ciertos hombres un poder de penetración que a otros les falta totalmente; una mayor agudeza de la visión moral; una comprensión más fácil de las cosas extramateriales. 
     El Espíritu encarnado no solamente percibe, sino que también conserva el recuerdo de lo que ha visto en el estado de Espíritu libre, y ese recuerdo es como un cuadro que se proyecta en su mente. Durante la encarnación el Espíritu ve, aunque vagamente, como a través de un velo; en el estado de libertad, ve y comprende claramente. El principio de la visión no es exterior a él, sino que está en él; por eso no necesita la luz exterior. Por efecto del desarrollo moral, el círculo de las ideas y las concepciones se amplía; por efecto de la desmaterialización gradual del periespíritu, éste se depura de los elementos densos que alteraban la delicadeza de las percepciones. 

De ese modo, resulta fácil entender que la ampliación de 
todas las facultades acompaña el progreso del Espíritu. 
* La Génesis - Capítulo XVI 386* 
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                             LAS ORACIONES PARA LOS
                                OBSESADOS
"La oración es un auxilio poderoso en todo. No obstante, debéis saber que no basta con murmurar algunas palabras para obtener lo que se desea. Dios asiste a los que actúan, y no a los que se limitan a pedir. Es preciso, pues, que el obseso haga por su parte lo necesario para destruir en sí mismo la causa que atrae a los Espíritus malos.” 
Libro de los Médiums, 
ALLAN KARDEC.

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