Recomendado para hoy:
- Curación Divina (1ª Parte)
- Exorcismo
-El Padre y el Quinto
-Los bienes del hombre
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CURACIÓN DIVINA
( Parte 1)
Dios educa a las almas a través de las propias almas.
Ninguno de los espíritus de alta categoría viene al mundo para impedir el sufrimiento de la humanidad. Como el agua que tomamos hoy, sabiendo que mañana tendremos sed nuevamente, surgen como alivio, orientándonos en el sentido de encontrarnos con la verdadera fuente, dentro de nosotros mismos. Debemos recordar a Jesús al lado de la samaritana, en el viejo pozo de Jacob: “Dadme de esta agua que yo te daré una, que tomándola nunca más tendrás sed” – ¡agua de la sabiduría, de la pureza espiritual, agua de la verdad!
Bien sabemos que nuestra naturaleza es animal, que nuestros instintos son inferiores y agresivos y que la educación solamente parte de uno mismo, pues los valores del alma, después que Dios nos lo dio, son conquistas de nuestro propio esfuerzo de cada día. Dios y Cristo nunca nos abandonan, pero Ellos no pueden y no deben hacer lo que a nosotros nos corresponde realizar.
Existen muchos métodos de curar, desde masticar hierbas entre los indios, a las más sofisticadas invenciones en el reino de Hipócrates, desde los siropes de larga vida en el área iniciática, a la medicina homeopática, fundada por Samuel Hahnemann, en las concentradas gotas de energismo curativo, desde las bendiciones de los campesinos con ramos específicos, a la flora medicinal, desde los masajes de los antiguos egipcios, a las famosas agujas orientales, desde los soplos de los Padres del Yoga, a los pases en los templos espiritas. En fin, hay un sin número de modalidades de curaciones, por todos los ángulos que podamos imaginar. Y, hoy en día, hay muchas personas curando por la alimentación; no obstante, todas las curaciones mencionadas y de las que no necesitamos hablar, carecen de la fuerza del pensamiento, cuya energía se convierte en aquello que quisimos transformar, por la luz del corazón.
Las enfermedades, sean las que sean, son estados anómalos del espíritu, que las exterioriza en el cuerpo como un hecho depurador que se le hace necesario, con el fin de equilibrarse delante de la Vida Activa de la cual procede y en la que se encuentra.
No siempre la ausencia de enfermedad puede significar salud, instalada en el Espíritu deudor, lentamente viaja en la dirección del cuerpo donde más tarde o más temprano, se revelará, y al ser identificada por sus síntomas y por el dolor que provoca, el individuo ya era enfermo sin saberlo. No obstante, aunque mantenga el bienestar físico, mental y transito social armónico, podrá considerarse una persona con salud y cuando determinados comportamientos enfermizos se le presenten, mediante la buena dirección de la mente podrá proseguir feliz, sin permitirse caer en el desanimo o en los estados mórbidos que representan las enfermedades del alma.
De ese modo la salud es el estado natural de la vida.
En lo recóndito del ser espiritual. Se encuentran pues, las matrices de las enfermedades y, ahí, por tanto, deberán ser tratadas, sin que puedan cesar los efectos momentáneamente, postergando empero, la persecución de esos sucesos perniciosos y destructivos.
El pensamiento es el agente catalizador de los acontecimientos que involucran al ser humano. Si por acaso, las acciones no encuentran el agente mental desencadenante en la actualidad, es porque permanece en el ayer sombrío del viajero espiritual.
Al ser así, es indispensable que renovemos los pensamientos constantemente, para mejor, creando hábitos saludables y dinamizando las actividades enriquecedoras de bendiciones, a fin de que el estado de bienestar permanezca como divisor de los diferentes estados de la actividad humana.
Muchos episodios de carencia en el área de la salud se presentan en todas las vidas, pero no debe constituir un motivo de preocupación, ya que forma parte del desarrollo de las funciones orgánicas vitales, de las auto recuperaciones de las piezas internas de la maquina física, sin ningún perjuicio por la armonía general del cuerpo y de la mente.
El ser humano es el resultado de todo aquello que elabora, cultiva y realiza. La cura real es una operación profunda de transformación interior, que ocurre solamente cuando los factores propiciadores del mandato dañino se modifican para mejor, dando lugar al equilibrio de sus variadas funciones en el campo de la energía.
Es preciso que la mente enferma procese los contenidos emocionales y morales de manera adecuada, a fin de la recuperación de la salud a través de la terapia utilizada produzca la cura real, evitando las secuelas que surgen exactamente de la falta de composición vibratoria de los delicados elementos por los cuales el Espíritu inter-actúa en el cuerpo.
En la gran mayoría de las personas enfermas, está presente el efecto de determinada conducta vivida anteriormente, en la cual hubo renuncia de las referenciales de la vida, aunque de forma inconsciente, como resultado de acontecimientos que podrían haber sido encarados de manera menos pesimista, menos auto-destructiva.
Es inevitable la sucesión de problemas, de frustraciones, de desencantos existenciales, porque la propia existencia humana es rica en manifestaciones de ese orden. Sin embargo, la actitud del individuo frente a ellas, es quien define su futuro, aun cuando cambie de conducta emocional. Por lo general, los daños ya están causados en las tramas delicadas de los instrumentos generadores de las células, en el área de la energía que elabora las moléculas.
Se puede observar que, antes del surgimiento o instalación de diversas dolencias, el enfermo se permitió desaciertos íntimos, anhelo por abandonar la lucha material, se sintió agotado por la sucesión de tormentos y dolores morales, permitiéndose el desánimo desgastante.
La conciencia de la realidad espiritual del ser auxilia a esforzarse para continuar viviendo en el cuerpo, cuando le esté destinado, sabiendo, no obstante, que desencarnará, como es natural, empero haciendo uso de todos los valiosos recursos de la propia existencia, a fin de tornarla más digna y deseable.
Ese comportamiento contribuye de manera importante para su restablecimiento, para su recuperación inmediata y su cura más tarde, aunque llegue a liberarse de la maquina física en el momento apropiado.
El médico debe cuidar de descubrir en el enfermo el ser que se encuentra bajo la imposición enfermiza, pasando a cuidar de la persona, en vez de solo dedicarse a asistir su deficiencia y ofrecerle la terapia correspondiente. Tal conducta medica servirá también de valiosa contribución para la auto confianza del paciente, para su identificación como criatura humana y no solamente como alguien que ocupa un lecho de un hospital o se encuentra sometido a la problemática del desgaste orgánico donde quiera que esté.
La complejidad del ser humano tiene raíces ben afincadas en su emocional, en la forma como se siente cuidado, amado, respetado o por otro lado, olvidado, desconsiderado, una pesada carga sobre los hombros ajenos…
Son varias las maneras por las cuales se procesa la curación de los enfermos. En los casos realizados por Jesús y los apóstoles, fueron curaciones instantáneas, en las cuales, como por encanto, las enfermedades desaparecían rápidamente. Para realizar esa operación, es necesario tener un gran conocimiento espiritual, conocer los fundamentos de la vida del enfermo, y, a veces, modificar algo en su mente. A fin de que el cambie su forma de actuar y pensar. La enfermedad es la fermentación de muchas existencias vividas desordenadamente; es la respuesta, la consecuencia. Por eso, el dolor, en ciertas circunstancias, es la propia curación. Los duros padecimientos son indicio de elevación del alma, porque ella ya comenzó a pagar los débitos pasados, por el guante de la enfermedad.
El enfermo, al ser curado, se abre como la flor unida al tallo y sus centros de fuerza activan toda su sensibilidad, facilitándole la absorción de los fluidos donados por el operador. En muchos casos Jesús decía: “Tu fe te ha salvado” Eso es porque ciertos enfermos hacen el trabajo casi ellos mismos. Así tener fe, es algo muy importante en la vida. Cuando no existe fe, en la curación a distancia, de cuya operación curativa no participa el enfermo y que a veces ignora por encontrarse inconsciente, el operador se desdobla, de un modo impresionante, en todas las direcciones del saber, para encontrar la ecuación deseada, es decir, la cura. Examina, por la clarividencia, el tipo de enfermedad, sus causas y busca en el gran manantial divino elementos para sustituir a los que ya están cansados y gastados. Observa y activa los puntos energéticos del cuerpo y del alma, hace una transfusión inmediata de fuerza vital, tranquiliza la mente enferma y adapta en su más sensible departamento, ideas favorables a la curación. Pensamientos positivos, alegría de vivir y una gran paz caen en su conciencia limpia. Hay el enfermo favorece el trabajo, como si fuese a someterse a una operación y como si se relajase en una mesa de cirugía, por las bendiciones de la anestesia completa. Pero todo eso ocurre en minutos, dependiendo de la elevación del espíritu encargado de la curación y, en muchos casos, del tipo de enfermo. La variación es infinita. Entra en acción, como ya se ha dicho, la ley del karma.
( Continúa y finaliza en la siguiente publicación)
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El casi total desconocimiento de la vida espiritual o la ignorancia al respecto, son responsables de las extrañas prácticas de exorcismo desde épocas remotas. La presunción y falso conocimiento de las personas que se creen capacitadas para imponer su falsa autoridad sobre otro, hacen que transfieran el mismo sentimiento a los espíritus sufrientes o perversos que embisten contra aquellos a quienes afligen con insistente crueldad.
La obsesión es el resultado del intercambio psíquico, emocional o físico, entre dos seres que se aman o se detestan. La raíz del fenómeno se encuentra, en la identificación vibratoria que facilita el proceso perturbador. Aquel que se sintió engañado o traicionado por su opositor, busca retribuir el mal que sufrió, imponiéndole la crueldad de la persecución sin cuartel, desde el mundo espiritual donde hoy se encuentra.
Disponiendo de mayor campo de comprensión mental y de técnicas sofisticadas para imponer su voluntad, sobre aquel a quien detesta y desea martirizar, establece el intercambio nefasto, que culmina con la instalación de disturbios, que se convierten en sufrimiento de corto o largo curso, siempre dolorosos. Otras veces, son vinculaciones amorosas de cualidad inferior, en las cuales ambos intercambian sentimientos vulgares, que los llevan a una convivencia mental de torpes satisfacciones o de deseos inconfesables, que la muerte de uno de ellos no permite realizar más.
La obsesión solamente se instala, porque hay receptividad del paciente, que lo envuelve en las mallas constrictoras. Cualquier tentativa de tratamiento, deberá iniciarse con el conocimiento de las razones que desencadenaron el acontecimiento infeliz. No hay razón para que alguien imponga su voluntad sobre la de otra, y especialmente en lo que respecta a las ingratas obsesiones, también, a nadie se le ha dado el derecho de afligir a su prójimo sin incurrir en la auto punición, de cara a las soberanas leyes que se establecen en la vida de todos.
La imprudencia y las pasiones que predominan en la naturaleza humana, lo llevan a desviarse en el cumplimiento de sus deberes, transformándose en insensato enemigo de su compañero de jornada, quien entonces, sufre la crueldad o persecución sistemática, afligiéndolo, y generándole situaciones embarazosas mediante las cuales se siente feliz…
Esa conducta nefasta, que muchas veces pasa inadvertida para la víctima, luego de su desencarnación pasa a entender lo que le ocurrió, y mediante procesos de sintonía y afinidad, se vincula a su verdugo, y al no poseer valores ético-morales para comprender el perdón, toma la maza de la justicia en sus manos y se cree con el derecho de desquitarse de aquel que tanto daño le hizo. Si tuviese otro conocimiento de la vida, de sus leyes y de la Justicia Divina, que jamás engaña o desvía, y se apoyara en el olvido del mal para tornarse feliz, se liberaría mentalmente de quien lo ha atormentado y ha sido responsable por su desdicha.
Sin embargo, la inferioridad moral de la víctima, cualidad peculiar en la mayoría de los temperamentos humanos, impone la venganza como el mejor mecanismo para cobrar el mal que padeció, tornándose, a su vez, en perseguidor, cuando podría continuar siendo creadora del respeto, en su condición de acreedor compasivo. Siendo así, la práctica del exorcismo resulta inútil, particularmente en lo atinente a los llamados gestos sacramentales y las palabras cabalísticas, que producen risa en los Espíritus perseguidores, más aún cuando los Espíritus burlones, se complacen acompañando al ridículo de aquellos que pretenden expulsarlos con comportamientos extraños, sin ningún requisito moral que los acredite en la terapéutica curativa.
Cuando ocurren resultados positivos en el tratamiento de la obsesión por medio de ese recurso, se debe a las cualidades espirituales del terapeuta y no a los rituales extraños que realiza, por cuanto, solamente las energías elevadas, que devienen de una conducta moral y mental, pueden apartar a los Espíritus infelices de aquellos que padecen la imposición penosa. A pesar de eso, para que el proceso curativo se de correctamente, son indispensables la transformación ética del paciente, en sus actividades de beneficencia y de fraternidad y en el compromiso con el amor y la oración, a fin de revestirse de valores elevados que le permitan la sintonía con otras fajas vibratorias, evitando la influencia de nuevas perturbaciones.
Es ahí el porque, en el tratamiento de las obsesiones, el diálogo con el enfermo espiritual se torna esencial, a fin de esclarecerlo en cuanto al mal que ejecuta, cuando podría ser feliz liberando a su opositor y entregarlo a su propia conciencia y a la Conciencia Divina. Prosiguiendo en la obstinación de hacer el mal a quien lo perjudicó, permanece sufriendo, afligiéndose sin cesar, cuando tiene el derecho de disfrutar de paz y renovación, ya que todos nos enrumbamos hacia la felicidad a la que estamos destinados.
El proceso de iluminación interior es la meta fundamental de todas las experiencias espirituales, por proporcionar direccionamiento saludable y equilibrado a quien experimenta el infortunio, resbalando por las rampas del odio y de las pasiones más primitivas.
Cuando Jesús, exhortaba a los Espíritus inmundos y a la Legión a que abandonasen a aquellos a quienes atormentaban, había en el Maestro la energía liberadora que interrumpía el flujo de la obsesión. Además, el Señor sabia cuando terminaba la deuda del antiguo verdugo, liberándolo del dolor. A su vez, las Entidades infelices lo veían aureolado de luz y se conmovían ante su irradiación, alterando su conducta y descubriendo la necesidad de cambio en su comportamiento.
A través de los tiempos, algunos seguidores de la doctrina cristiana, enfrentando a los Espíritus enfermos y vengativos, intentaron repetir las hazañas del Nazareno, muy distantes sin embargo, de las cualidades vibratorias indispensables para el acometimiento superior, fracasando de inmediato en sus objetivos. Y cuando eso acontecía sin poseer resistencias psíquicas propias, se irritaban, pasando a exigencias descabelladas, cuando no se entregaban a griterías y pugnas verbales injustificables con los obsesores, que se fortalecían en dichos combates.
Con el conocimiento del Espiritismo, gracias a las seguras informaciones ofrecidas por los mismos desencarnados, se pueden descubrir las saludables terapias para atender las obsesiones y sus víctimas, atendiendo no sólo al encarnado, sino también al hermano que sufre más allá de la cortina carnal, quien sufre la influencia perversa y continua, experimentando sinsabores y amarguras.
La criatura humana, sedienta siempre de novedades, y sufriendo las consecuencias de su conducta arbitraria, resbala en los profundos fosos de las obsesiones, pero deseando recibir ayuda sin el mayor esfuerzo, se adhiere a los procesos de exorcismo, en escenas grotescas de debates entre los presuntuosos terapeutas y los Espíritus, provocando admiración y creciente fascinación. Sucede que, en muchos casos, aquellos que aturden a los negligentes, a fin de volver a la carga posteriormente, fingen estar arrepentidos del mal que están practicando, y abandonan a su compañero espiritual, sólo por algún tiempo, volviendo después con mayor carga de aflicción y rebeldía.
En cualquier situación de enfermedad espiritual, las conductas terapéuticas a adoptar son la compasión y la caridad, el amor y el perdón en relación a la víctima, así como a su perseguidor, ambos incursos en los soberanos códigos de la Vida de los cuales ninguno consigue huir.
Espíritu: Manoel Philomeno de Miranda
Médium: Divado Franco.
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EL PADRE Y EL QUINTO
Al principio de la guerra de Italia, en 1859, un negociante de París, padre de familia, que
disfrutaba de la estimación general de todos sus vecinos, tenía un hijo que tenía que ser soldado.
Encontrándose, por su posición , en la imposibilidad de librarle del servicio, tuvo la idea de
suicidarse a fin de eximirle como hijo único de viuda. Fue evocado un año después en la Sociedad de París, a petición de una persona que le había conocido y que deseaba saber de su suerte en el mundo de los espíritus.
A san Luis:
P. ¿Queréis manifestarnos si podemos hacer la evocación del hombre de quien se acaba de hablar?
R. Sí, tendrá mucho gusto en ello, porque se sentirá un poco aliviado.
1. Evocación.
R. ¡Oh! ¡Gracias! Sufro mucho, pero... es justo. Sin embargo, me perdonará.
El espíritu escribió con gran dificultad. Los caracteres eran irregulares y mal formados. Después de la palabra pero se detuvo, trató en vano de escribir, y no hizo más que algunos rasgos indescifrables y puntos. Es evidente que no pudo escribir la palabra Dios.
2. Llenad el espacio que acabáis de dejar.
R. Soy indigno de hacerlo.
3. Decís que sufrís. Sin duda habéis hecho mal en suicidaros, pero el motivo que os ha conducido a este acto, ¿no os ha merecido alguna indulgencia?
R. Mi castigo será menos largo, pero la acción no es por esto menos mala.
4. ¿Podríais describirnos el castigo que sufrís?
R. Sufro doblemente en mi alma y en mi cuerpo. Sufro en este último, aunque no lo poseo,
como el amputado sufre en el miembro ya separado.
5. ¿Vuestra acción ha tenido por único motivo vuestro hijo, y no habéis sido inducido por
ninguna otra causa?
R. Sólo el amor paterno me ha guiado, pero me ha guiado mal, y en consideración a esa
causa, mi pena será abreviada.
6. ¿Prevéis el término de vuestros sufrimientos?
R. No sé el término, pero tengo la seguridad de que existe, lo cual es un alivio para mí.
7. Ahora mismo no habéis podido escribir el nombre de Dios. Hemos visto, sin embargo,
espíritus que sufrían mucho escribiéndolo. ¿Forma esto parte de vuestro castigo?
R. Lo podré con grandes esfuerzos de arrepentimiento.
8. Pues bien, haced grandes esfuerzos y procurad escribirlo. Estamos convencidos de que si lo conseguís, os será de alivio.
El espíritu acaba por escribir en caracteres irregulares, temblones y muy gruesos: “Dios es muy bueno.”
9. Estamos muy contentos con que hayáis venido a nuestro llamamiento, y rogaremos a Dios por vos a fin de alcanzar su misericordia.
R. Sí, si me hacéis el favor...
A san Luis:
10. ¿Queréis darnos vuestra apreciación personal sobre el acto del espíritu que acabamos de evocar?
R. Este espíritu sufre justamente, porque no ha tenido confianza en Dios, lo cual es una falta siempre punible. El castigo sería terrible y muy largo si no tuviese en su favor un motivo laudable, que era el de impedir a su hijo que fuese a buscar la muerte.
Dios, que ve el fondo de los corazones y que es justo. no le castiga sino según sus obras.
Observaciones. Desde luego, este suicidio parece excusable, porque puede ser considerado como un acto de abnegación. Lo es, en efecto, pero no lo es completamente. Como explica el espíritu de san Luis, este hombre no tuvo confianza en Dios. Puede que por su acción haya impedido que su hijo cumpliera su destino. No es seguro que su hijo hubiese de morir en la guerra, y quizás esta carrera debía presentarle la ocasión de hacer algo útil para su adelanto.
Su intención era buena, sin duda, y también se le ha tenido en cuenta. La intención atenúa el mal y merece indulgencia, pero no impide que el mal sea mal. Sin esto, a favor del pensamiento, podrían excusarse todas las maldades y también se podría matar bajo el pretexto de hacer un servicio. Una madre que matase a su hijo en la creencia de que le envía derecho al cielo, ¿dejaría de estar en error porque lo hiciera con buena intención? Con este sistema se justificarían todos los crímenes que el fanatismo ciego hizo cometer en las guerras de religión.
Es un principio que el hombre no tiene derecho a disponer de su vida, porque se le ha dado con la mira de los deberes que debe cumplir en la Tierra. Así es que no debe abreviarla voluntariamente bajo ningún pretexto. Como tiene su libre albedrío, nadie puede impedírselo, pero sufre siempre las consecuencias. El suicidio más severamente castigado es aquel que se ejecuta en un acto de desesperación y con la idea de librarse de las miserias de la vida. Siendo semejantes penalidades a la vez pruebas y expiaciones, sustraerse a ellas equivale a retroceder ante la tarea que se había aceptado, y ante la misión que se debía cumplir.
El suicidio no consiste solamente en el acto voluntario que produce la muerte instantánea.
Consiste también en todo aquello que se hace con conocimiento de causa para precipitar la extinción de las fuerzas vitales.
No se puede asimilar con el suicidio la abnegación de aquel que se expone a una muerte
inminente por salvar a sus semejantes. En primer lugar porque no hay en este caso ninguna intención premeditada de sustraerse a la vida, y, en segundo, porque no hay peligro del cual la Providencia no pueda sacarnos, si la hora de dejar la Tierra no nos ha llegado. La muerte, si tiene lugar en tales circunstancias, es un sacrificio meritorio, porque es una abnegación en provecho de otro.
El Evangelio según el Espiritismo. Allan Kardec.
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El hombre sólo posee como propio aquello que consigo pueda llevarse de este mundo.. Lo que encuentra a su llegada a él y lo que deja al partir, lo disfruta durante su permanencia en la Tierra. Pero, puesto que se ve forzado a abandonarla, sólo le cabe el usufructo y no la posesión real.
Por consiguiente, ¿qué posee? Nada de lo que se destina al uso del cuerpo y todo lo que pertenece al uso del alma: Inteligencia, conocimientos, cualidades morales, he ahí lo que trae consigo y consigo se lleva, lo que no está en manos de nadie quitarle, lo que le servirá todavía más en el otro mundo que en éste.- De él depende ser más rico a su partida que cuando llegó, por cuanto su situación futura dependerá del bien que haya adquirido.
El Evangelio según el Espiritismo.
Allan Kardec
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