martes, 10 de julio de 2018

Puntos básicos de la Doctrina Espírita


   
 Para hoy veremos aquí......

- Sócrates
-Todos venimos desde muy atrás en el tiempo
-Puntos básicos de la Doctrina Espírita
-La mesa y el pan


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SÓCRATES
  Sócrates (470-399 A.C.) es sin duda uno de los grandes personajes de la historia que más huella ha dejado en el pensamiento y la concepción de la moral humana. No escribió nada, y sabemos de su vida a través de su discípulo y gran filósofo Platón, el cual refleja en sus Diálogos el pensamiento socrá­tico y su forma de entender el mundo. 

  Fue un personaje singular que simbolizó la con­ciencia de todo un pueblo, el ateniense, y que denun­ció los abusos de poder y las injusticias; defendió a los desheredados y fue acusado de “introducir nue­vos Dioses” y de “orientar a la juventud por cami­nos equivocados”. Esto, y el llevar sus convicciones hasta el final le costó la vida y fue condenado por el pueblo de Atenas a morir envenenado en el 399 A.C. 
  Su defensa ante el tribunal y la forma en que ésta se produjo es sin duda todo un alegato sobre la libertad de pensamiento y el derecho del ser huma­no a expresar sus opiniones por críticas que éstas sean. 
  El pensamiento socrático puede basarse en varios puntos esenciales: 
  • lº) La auténtica sabiduría está en la virtud. “El hombre sabio es el hombre virtuoso”. 
  • 2º) Fue el primer moralista de la historia. “Quien sepa lo que es bueno, también hará el bien”. 
  • 3º) Explicó la inmortalidad del alma. “Nuestras almas existían antes de este tiempo, antes de aparecer bajo esta forma humana; y mientras estaban así, sin cuerpo, ya sabían, ya tenían conocimiento”. (Fedón). 
  • 4º) “El verdadero conocimiento es el que sale del interior de cada uno”. 
  Pero más allá de la importancia del personaje, nos interesa reseñar algunas de sus convicciones y de sus actitudes ante la vida como grandes ejemplos a seguir. 
  Su punto de partida fue la humildad, pues él no estaba seguro de nada hasta el punto de afirmar que “yo solo sé que no sé nada”. A través de la razón intentó averiguar lo que estaba bien y lo que estaba mal. Y no sólo se contentó con eso sino que denunció públicamente los comportamientos inmo­rales de su época. Para el pueblo ateniense, la ente­reza y rectitud moral de Sócrates resultaba muy incómoda. 
  Fue la voz de la conciencia moral de Atenas, y continuamente se veía impelido a denunciar los abusos y las condenas a muerte a las que se oponía siempre. Sócrates decía que no tenía elección: una “voz divina” en su interior le obligaba constante­mente a denunciar lo que estaba bien y aquello que no lo estaba. 
  Si realizamos un paralelismo histórico con Jesús, comprobaremos la similitud de características entre estos dos personajes. Ninguno de los dos escribió nada, ambos tuvieron la moral como actitud ejem­plar en su vida, ambos fueron grandes oradores que fascinaban a aquellos que les escuchaban. 
  Tanto Jesús como Sócrates hablaban en nombre de algo superior a ellos mismos (Dios). Ambos denunciaron la injusticia y el abuso de poder; ambos desafiaron al poder de su sociedad, y los dos fueron condenadas a muerte por difundir ideas “peligro­sas”. 
  En el mito de la caverna de Platón, Sócrates es representado como el ser humano que se atreve a salir de las sombras de la caverna (mundo material de los sentidos) a la realidad exterior (el mundo de la luz, el de la espiritualidad o de las “ideas”). Aquí nos demuestra Platón el gran sentido espiritual de sus ideas y de Sócrates, explicando que el mundo real es el de los espíritus; que el cuerpo humano es una cárcel para el alma y que lo que vemos no es más que un pálido reflejo de la auténtica realidad del ser: “la realidad espiritual”. 
  Antes de beber la cicuta, Sócrates, recomendó a sus discípulos que cuando falleciese no dijeran:“Enterramos a Sócrates” sino “Enterramos el cuer­po de Sócrates”. 
REDACCIÓN DE AMOR,PAZ Y CARIDAD


                       “Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia” 

 “Es peor cometer una injusticia que padecerla, porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no” 
- Sócrates-


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TODOS VENIMOS DESDE MUY ATRÁS EN EL TIEMPO

La persona, en su evolución hacia Dios a través de las experiencias en la infinidad de existencias que tiene que vivir, se va volviendo consciente del ser espiritual que lleva dentro y desenvuelve esos atributos que lleva latentes en su espíritu. 


Ampliando, todavía diremos que ese espíritu, conteniendo ya en desarrollo las facultades superiores de la Divinidad Creadora, y presionado por la Ley de Evolución, irá surgiendo lentamente desde los abismos de la inconsciencia en las primeras fases humanas, a través de las vidas sucesivas y múltiples, animando diversas personalidades encarnadas en los mundos materiales, en concordancia con su grado de adelanto; adelanto que irá conquistando grado a grado, mediante el propio esfuerzo. Aún cuando sorprenda, debemos decir que somos los mismos (espiritualmente) que hemos animado vidas salvajes en la prehistoria. 



El genio y el hombre más civilizado de hoy, es el salvaje del ayer, el que emergió como tal en las primeras edades; el que de allá vino evolucionando, desnudo de conocimientos, primero, y va vistiendo su desnudez con el ropaje conciencial que hoy posee, obtenido en las luchas y experiencias adquiridas en las múltiples vicisitudes superadas y realizaciones cada vez más amplias en el devenir de los milenios. Y en el porvenir, mediante la firme determinación de progresar y el propio esfuerzo, podremos elevarnos a la altura de los espíritus angélicos, cual faros luminosos alumbran la marcha de las humanidades. 



Sebastian de Arauco.



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  PUNTOS BÁSICOS DE LA DOCTRINA                                   ESPÍRITA


El Espiritismo no viene, pues, con su autoridad privada, a formular un código de fantasía. Su ley, respecto al porvenir del alma, deducida de las observaciones tomadas de los hechos, puede resumirse en los puntos siguientes: 

1. El alma o espíritu sufre en la vida espiritual las consecuencias de todas las imperfecciones de que no se ha despojado durante la vida corporal. Su estado dichoso o desgraciado es inherente al grado de su depuración o de sus imperfecciones. 

2. La dicha perfecta es inherente a la perfección, es decir, a la depuración completa del 
espíritu. Toda imperfección es a la vez una causa de sufrimiento y de goce, de la misma manera que toda cualidad adquirida es una causa de goce y atenuación de los sufrimientos: 

3. “No hay una sola imperfección del alma que no lleve consigo sus consecuencias molestas e inevitables, ni buena cualidad que no sea origen de un goce.” 
La suma de penas es, de este modo, proporcional a la suma de imperfecciones, de la misma manera que la suma de goces está en razón de la suma de buenas cualidades. 
El alma que tiene, por ejemplo, diez imperfecciones, sufre más que la que tiene tan sólo tres o cuatro. Cuando de estas diez imperfecciones no le quede más que la cuarta parte o la mitad, sufrirá menos. Y cuando no le quede ninguna ya no sufrirá y será enteramente dichosa. Así sucede en la Tierra con aquel que, teniendo muchas enfermedades, sufre más que el que no tiene más que una o el que no tiene ninguna. Por la misma razón, el alma que posee diez cualidades tiene más goces que la que posee menos. 

4. En virtud de la ley del progreso, teniendo el alma la posibilidad de adquirir el bien que le 
falta y de deshacerse de lo malo que tiene según sus esfuerzos y voluntad, se deduce que el porvenir no está cerrado a ninguna criatura. Dios no repudia a ninguno de sus hijos, recibiéndolos en su seno a medida que alcanzan la perfección, y dejando así a cada uno el mérito de sus obras. 

5. El sufrimiento, siendo inherente a la imperfección, como el goce lo es a la perfección, el 
alma lleva consigo misma su propio castigo en todas partes donde se encuentre. No hay necesidad para eso de un lugar circunscrito. Donde hay almas que sufren está el infierno, así como el cielo está en todas partes donde hay almas dichosas. 

6. El bien y el mal que se hace son producto de las buenas y malas cualidades que se poseen. 
No hacer el bien cuando se está en disposición de hacerlo es resultado de una imperfección. Si toda imperfección es una causa de sufrimiento, el espíritu debe sufrir no sólo por todo el mal que ha hecho, sino también por todo el bien que pudo hacer y no hizo durante su vida terrestre. 

7. El espíritu sufre por el mismo mal que hizo, de modo que estando su atención incesantemente dirigida sobre las consecuencias de este mal, comprende mejor los inconvenientes y es incitado a corregirse de él. 

8. Siendo infinita la justicia de Dios, lleva una cuenta rigurosa del bien y del mal. Si no hay 
una sola mala acción, un solo mal pensamiento que no tenga sus consecuencias fatales, no hay una sola buena acción, un solo movimiento bueno del alma, el más ligero mérito, en una palabra, que sea perdido, aun en los más perversos, porque constituye un principio de progreso. 

9. Toda falta cometida, todo mal realizado es una deuda que se ha contraído y que debe ser pagada. Si no lo es en una existencia lo será en la siguiente o siguientes, porque todas las existencias son solidarias las unas con las otras. Aquel que ha pagado en la existencia presente, no tendrá que pagar por segunda vez. 

10. El espíritu sufre la pena de sus imperfecciones, bien en el mundo espiritual o bien en el 
mundo corporal. Todas las miserias y vicisitudes que se sufren en la vida corporal son consecuencia de nuestras imperfecciones o expiaciones de faltas cometidas, ya sea en la existencia presente o en las precedentes. 
Por la naturaleza de los sufrimientos y de las vicisitudes que acontecen en la vida corporal 
se puede juzgar la naturaleza de las faltas cometidas en una anterior existencia, y las imperfecciones causantes de ellas. 

11. La expiación varía según la naturaleza y gravedad de la falta. Así es como la misma falta puede dar lugar a expiaciones diferentes, según las circunstancias atenuantes o agravantes en que se cometió. 

12. No hay ninguna regla absoluta y uniforme en cuanto a la naturaleza y duración del 
castigo. La única ley general es que toda falta recibe su castigo, y toda acción buena se 
recompensa, según su valor. 

13. La duración del castigo está subordinada a la mejora del espíritu culpable. No se 
pronuncia contra él ninguna condena por un tiempo determinado. Lo que Dios exige para poner término a los sufrimientos es una mejora seria, efectiva, y una vuelta sincera al bien. 
Una condena por un tiempo determinado cualquiera tendría dos inconvenientes: El de seguir castigando al espíritu que se mejoró, o cesar cuando éste perseverase en el mal. Dios, que es justo, castiga el mal mientras existe, cesa de castigar cuando el mal no existe. O si se quiere, siendo el mal moral por sí mismo una causa de sufrimiento, éste dura tanto tiempo como el mal subsiste. Su intensidad disminuye a media que el mal se debilita. 
2. Véase Cáp. VI, n.º 25, cita de Ezequiel. 

14. Estando subordinada la duración del castigo a la mejora, resulta de ello que el espíritu 
culpable que no se mejorara nunca, sufriría siempre, y que para él la pena sería eterna. 

15. Una condición inherente a la inferioridad de los espíritus es la de no ver el término de su situación y creer que sufrirán siempre. Para ellos es un castigo que les parece que debe ser eterno. 

16. El arrepentimiento es el primer paso hacia la mejora. Pero no es suficiente. Son precisas aún la expiación y la reparación. 
Arrepentimiento, expiación y reparación son las tres condiciones necesarias para borrar las 
huellas de una falta y sus consecuencias. 
El arrepentimiento endulza los dolores de la expiación, puesto que da la esperanza y prepara los caminos de la rehabilitación, pero sólo la reparación puede anular el efecto destruyendo la causa. El perdón es una gracia y no una anulación. 

17. El arrepentimiento puede tener lugar en todas partes y en cualquier tiempo. Si es tardío, el culpable sufre mucho más tiempo. 
La expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales, que son consecuencia de la falta cometida, bien en esta vida o después de la muerte en la vida espiritual, o bien en una nueva existencia corporal, hasta que queden borradas las huellas de la falta. 
La reparación consiste en hacer bien a aquel a quien se hizo daño. Aquel que no repare en 
esta vida las faltas cometidas por impotencia o falta de voluntad, en una posterior existencia se hallará en contacto con las mismas personas a quienes habrá perjudicado y en condiciones escogidas por él mismo que pongan a prueba su buena voluntad en hacerles tanto bien como mal les había hecho antes. 
Todas las faltas no ocasionan siempre un perjuicio directo y efectivo. En este caso, la 
reparación se verifica haciendo aquello que debía hacerse y no se ha hecho, cumpliendo los deberes descuidados o desconocidos, las misiones en que ha faltado, etc. En fin, practicando el bien en contra del mal hecho anteriormente, siendo humilde si antes se fue orgulloso, dulce si se fue duro, caritativo si se fue egoísta, benévolo si se fue malévolo, laborioso si se fue perezoso, útil si se fue inútil, sobrio si se fue disoluto, de buen ejemplo si se fue de mal ejemplo, etc. Así es como el espíritu progresa aprovechando su pasado. 

4. La necesidad de la reparación es un principio de rigurosa justicia, que puede considerarse como la verdadera ley de rehabilitación moral de los espíritus. Es una doctrina que ninguna religión ha proclamado todavía. 
Sin embargo, algunas personas la rechazan, porque hallarían más cómodo borrar sus malas acciones con un sencillo arrepentimiento, que no cuesta más que palabras ayudadas por algunas fórmulas. Libres son de creerse satisfechas, más tarde verán si esto les basta. Pregúnteseles si ese principio no está consagrado por la ley humana, y si la justicia de Dios es inferior a la de los hombres. ¿Se darían por satisfechos de un individuo que, habiéndose arruinado por abuso de confianza, se limitase a decir que lo siente infinitamente? ¿Por qué 
retroceden ante una obligación, que todo hombre honrado tiene el deber de cumplir en la medida de sus fuerzas? 
Cuando esta perspectiva de la reparación se inculque en la creencia de las masas, será un freno mucho más poderoso que el del infierno y de las penas eternas, porque se refiere a la actualidad de la vida, y el hombre comprenderá la razón de ser de las circunstancias penosas en que se encuentra colocado. 

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo ( Cáp. 7)
Allan Kardec 

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                                LA MESA Y EL PAN 
 Autor: J. Herculano Pires
      Kardec explicó el problema de la mesa en las sesiones espiritas con su habitual naturalidad: es el mueble más cómodo para sentarnos a su alrededor. Apartaba así cualquier resquicio de misticismo  y magia, de rito y sacramento en el acto mediúmnico. No obstante, hay quien considere ese acto puramente místico y mágico, recordando la evocación y la oración. No nos sentamos en torno de la mesa apenas para conversar o escribir, también para alimentarnos. La alimentación que obtenemos en la mesa espirita no es material, sino espiritual. La evocación no es un rito, sino una invitación.
Antes de sentarse a la mesa las invitaciones ya fueron hechas, pues basta pensar en un espíritu para evocarlo. Él atiende o no a  nuestra invitación, pues es libre y no esta sometido a ningún poder humano. Más el pan que ponemos sobre la mesa es el pan espiritual de la oración, que será partido y servido a la hora de la adoctrinación.
 Nos cuenta el Evangelio de Lucas el episodio conmovedor de los discípulos en la carretera de Emaus. Después de la resurrección de Jesús, Cleófas y un compañero iban, al atardecer, para esa aldea, apartándose del escenario angustioso de Jerusalén. Un extraño los alcanzó y acompañó, conversando sobre la muerte y la resurrección de Jesús. Se detuvieron en un albergue para alimentarse. Y se sentaron a la mesa con aquel extraño. Más, en el momento en que él partió el pan, los discípulos lo conocieron: era el Maestro resucitado. Más seguidamente el Señor desapareció y en la mesa sólo quedaron ellos. Es fácil imaginarse el asombro de los discípulos. El vacío de la mesa y el silencio del anochecer, que ya comenzaba deben haberles parecido mucho más llenos de rumores y alegrías que las mesas de los banquetes festivos del mundo.
      Es precisamente lo que pasa en la mesa sencilla, sin aparatos, de unaverdadera sesión mediúmnica. El color del mantel poco importa. El color blanco no interesa más al acto mediúmnico que el rojo o el negro. La pureza exigida es apenas la de las intenciones. Los comensales están alrededor y no son conocidos. Surgen del camino, en la penumbra del crepúsculo, como extraños. Más en el  momento de partir el pan ellos se revelan. Hecha la oración simple de inicio e las tareas podemos ver, por la manera de ellos partir el pan, quienes son. Iniciamos entonces la conversación necesaria y luego después ellos desaparecen así como aparecieron, retornando a lo invisible, en el seno de la noche.
      ¿Cómo pueden los cristianos de todas las denominaciones censurar este simple banquete y atribuirlo a influencias diabólicas?  ¿Cómo pueden decir que todo eso no pasa de ser una ilusión, locura o mistificación? ¿Nunca leyeron, ni mismo por acaso, el tópico sobre los dones espirituales en la I Epístola de Paulo a los Corintios? ¿No vieron que el apóstol confirma la simbología conmoverte del Camino de Emaus, relatando las sesiones mediúmnicas de la era apostólica? Si quisiéramos deformar y ridiculizar la práctica espirita, basta exigir el mantel blanco en la mesa, vestir a los médiums de ropas blancas y rituales, obligarlos a formar la corriente de manos agarradas y otras muchas tonterías de esa especie. Es lo que hacen los espíritus mistificadores, a través de dirigentes supersticiosos y crédulos.
 Para comer el pan de la verdad sólo necesitamos de los dientes y del buen sentido. Por eso el comensal de la estrada de Emaus simplemente desapareció después de partir el pan. Todas las añadiduras de técnicas inventadas por hombres vanidosos, de disciplinas rígidas a la hora de la sesión, de palabras mágicas y gestos misteriosos no pasa de cizaña en la cosecha. La práctica espirita debe ser racional y simple, pues toda escenificació n y aparataje sólo sirve para estimular mistificaciones.
 Hay personas que desean hacer sesiones a plena luz del día, por entender que la penumbra habitual da motivo a desconfianza y representa una modalidad de formalismo. Más la penumbra es necesaria para la buena concentración de los médiums y de los asistentes. La iluminación normal de la sala provoca distracciones, penetra en las ideas y rompe el ambiente de recogimiento.  Claro que no se debe hacer una oscuridad excesiva y mucho menos completa, pero la penumbra del ambiente no es un aparato formal, es una exigencia natural de la concentración serena. Además de esas razones evidentes, conviene recordar que el exceso de luz ejerce influencia INHIBITORIA sobre los médiums y la EMANACIÓN FLUÍDICA DEL ECTOPLASMA. En todas las reuniones mediúmnicas el ectoplasma se libera para ayudar a las uniones periespirituales entre médiums y espíritus. Tenemos que saber distinguir entre lo necesario y lo superfluo,  entre lo conveniente y lo inconveniente, sin hacer concesiones a la ignorancia o a la desconfianza de los que no entienden del asunto.
 El problema de la CONCENTRACIÓN MENTAL es también uno de los menos comprendidos. La concentración de los pensamientos en una reunión mediúmnica no corresponde al tipo de concentración individual de una persona en un determinado problema a resolver o en un estudio a hacer. Se trata de una concentración colectiva de pensamientos hacia un mismo fin. Cuando todos piensan en Dios o en Jesús, todos los pensamientos se concentran en una sola idea. La palabra concentraciónsugiere un esfuerzo mental continuo para mantener el pensamiento fijo en una imagen. Eso perjudicaría los trabajos mediúmnicos, creando un ambiente de tensión mental exhaustiva. No es de tensión, de esfuerzo cansón que se necesita, sino de aflojamiento y despreocupació n. Todos deben volcar su pensamiento hacia un blanco superior, generalmente hacia Jesús (pues pensar den Dios es más difícil) y todos deben mantener la idea de Jesús en la mente, sin esfuerzo o preocupación, como quien recuerda con cariño a un amigo distante. Ese estado mental de recuerdo, no de una imagen o figura de Jesús, más de su persona, de sus actos, de sus enseñanzas y de lo que él representa para nosotros, debe ser mantenido durante el transcurrir de la sesión. Cuando se note que el pensamiento se desvía hacia otros rumbos, lo que es natural, se debe hacer que el retorne suavemente a la idea centralizadora. El ambiente de una sesión es tanto más favorable cuanto menos tensiones y preocupaciones existieren en la reunión. Las evocaciones mentales de asistentes y médiums, solicitando la manifestación de entes queridos o de espíritus amigos SON PERJUDICIALES, pues rompen y llenan el ambiente mental de la sesión. Pensar en un espíritu es evocarlo, como enseña Kardec.  Quien va a una sesión con la esperanza de recibir una comunicación de este o de aquel espíritu, YA LO EVOCÓ. Él atenderá si le fuera posible. Mas durante la sesión sólo se debe pensar en el blanco escogido.  Creándose en el ambiente un clima tranquilo y confiado, se puede esperar la posibilidad de los mejores resultados.
 No hay reglas específicas y formales para la realización de las sesiones espiritas. Entre la oración de inicio y la de cierre se desarrollan las manifestaciones mediúmnicas, bajo la orientación y muchas veces la interferencia de espíritus dirigentes. El sistema autoritario, en que el director determina a los médiums recibir las comunicaciones, una por vez, proviene de la recomendación del apóstol Paulo a la comunidad de Corinto. En las reuniones de Kardec, mismo en las psicográficas, había amplia libertad, permitiendo las comunicaciones entre espíritus comunicantes, a veces a través de varios médiums. León Denis usaba libertad en sus sesiones.  Compete a los espíritus protectores determinar cuales son los espíritus que deben comunicarse y cuales los médiums que están en condiciones de recibirlos. El director o dirigente humano de la sesión tiene la función de mantenerla equilibrada, orientar y dirigir los trabajos e intervenir, cuando sea necesario, en las adoctrinaciones  y en el reajustamiento de la concentración. Si hay muchos médiums activos en la mesa, hay naturalmente la posibilidad de atender a mayor número de espíritus comunicantes, a través de varios adoctrinadores. Lo que importa en la adoctrinación no es el mucho hablar, sino el hablar con propiedad y con amor, procurando alcanzar la consciencia y el sentimiento del espíritu.  Cuando se va aproximando el fin del horario destinado a la sesión, el director avisa, para que los médium lo ayuden en el control de la reunión. Las comunicaciones de espíritus violentos, deseosos de alborotar los trabajos, exigen actitud enérgica para que sean contenidos y apartados. Energía serena sin agresividad, más con firmezaNo se debe olvidar que se trata de entidades sufridoras, necesitadas de ampara y orientación. No es la fuerza la que actúa contra el espíritu, ni la elevación de voz, sino la intención de ayudarlo, el deseo sincero de hacerlo mejorar y volverlo nuestro compañero.
Porque esa disposición nos da la autoridad moral sobre los espíritus inferiores. Es importante que no falte en nuestra mesa espirita el pan de la oración y la luz del amor. Basta casi siempre una sola palabra de amor sincero para calmar al espíritu más violento. El amor brota de la comprensión humana, de nuestra capacidad de colocarnos en pensamiento en el lugar y la situación de la criatura que se lleno de odio y violencia en existencias brutales en que el amor no floreció en su corazón.
      Una sesión espirita es un acto de amor. No es una ceremonia destinada a la finalidad egoísta de librarnos de espíritus-pará sitos, atraídos y alimentados por nosotros mismos, sino el objetivo de llevar ayuda espiritual a los que padecen. El espiritismo nos enseña, como enseñó Jesús, que somos todos hermanos y compañeros, creados por Dios para el mismo destino de trascendencia, de elevación espiritual. Ese es el pensamiento central de la comprensión espirita y precisamos darle eficacia, traducirlo en acción.
      Tratamos aquí de la sesión mediúmnica común, no de la sesión especifica de desobsesion. La sesión rutinaria de los Centros es la que se realiza todas las semanas, en días y horas fijadas, disponiendo de frecuencia regular. Hay quien discorda de esos trabajos públicos, alegando las exigencias de Kardec en la Sociedad Parisiense, cuando no permitía en las sesiones a personas que no tuviesen algún conocimiento doctrinario. La medida de Kardec era justa y necesaria, en una fase en que el Espiritismo nacía, bajo un alarido universal de protestas y amenazas.
 Hoy estamos a más de siglo y medio de esa fase y el Espiritismo sólo es combatido por personas sistemáticas o ignorantes. La mayoría absoluta de las personas que procuran las sesiones es necesitada, tratándose generalmente de médiums en franco desenvolvimiento de sus facultades. Negarles acceso a las sesiones sería como negar a un sediento el acceso a una fuente. La Mediumnidad no de desenvuelve por acaso y mucho menos bajo el poder mágico de la vara de Moisés, que sacó agua de la roca. En general, el desenvolvimiento mediúmnico comienza por DIVERSAS PERTURBACIONES y no raro por PROCESOS OBSESIVOS.
No se puede pretender que una persona en estado de alteración PSÍQUICA vaya primero a estudiar una doctrina a través de cursos demorados para después someterse  a los métodos de cura. Por eso, en las instituciones bien dirigidas las sesiones mediúmnicas normales no se restringen a la práctica mediúmnica. Se inician los trabajos con lecturas de las obras de la Codificación. Seguidamente, hay una exposición doctrinaria que prepara a los frecuentadores para los trabajos prácticos. Los médiums en desenvolvimiento reciben los mensajes y enseñanzas doctrinarias dosificados apropiadamente y, seguidamente, participan del trabajo mediúmnico. Eso concurre hacia una comprensión simultánea de la doctrina, de su naturaleza espiritual, de su moral y de sus relaciones directas y necesarias de teoría y práctica en Espiritismo. Las críticas a ese método se refieren a la duración de las sesiones. Más es evidente que la preparación de las materias permite reducir la parte oral a los límites necesarios. El aprovechamiento verificado en los Grupos y Centros que usan ese método probarán su validez. En los Centros que realizan varias sesiones por semana, la división de la materia puede ser hecha con más amplitud, en las varias sesiones. Eso no impide que, además de ese proceso sinérgico o gestáltico, en que el iniciante adquiere desde luego una visión global de la doctrina y de su práctica, el Centro mantenga, cuando posible, un curso especial de doctrina en otro día y horario.
 Cuando sea posible, es conveniente intercalar los PASES después del adoctrinamiento. Si eso prolonga demasiado la sesión, se puede establecer una sesión especial para los pases, siempre iniciada con una exposición sobre el asunto.
 La ventaja de hacer todo en secuencia, en una única sesión, es la de dar al iniciante, en dosis apropiadas y en la secuencia natural del tiempo, en la práctica, la comprensión de la unidad del problema espirita. Esa comprensión, infelizmente, falta hasta mismo a veteranos del trabajo espirita, en virtud de la dispersión y hasta mismo de la restricción de las prácticas tradicionales apenas a un aspecto de la doctrina. Claro es que el problema de la DESOBSESIÓN, en casos graves, no puede ser tratado en sesiones de esa naturaleza. Para eso, los Centros bien orientados disponen de SESIONES ESPECIALES, privadas, con médiums y adoctrinadores capacitados, y, siempre que sea posible, con la participación de médicos espiritas conocidos por su desinterés profesional en casos de orden doctrinario. Colocamos estas cuestiones con base en la experiencia propia y del conjunto, observadas atentamente en el transcurrir de los años de trabajo y estudio incesantes. Cuando el sistema es bien aplicado, contando con elementos humanos dedicados, los resultados son siempre sorprendentes. No se trata de una innovación, sino apenas de una conjugación de prácticas tradicionales que, reunidas y articuladas, producen más y mejor.                 
En lo tocante a la Mediumnidad es necesario el más riguroso criterio kardecista, basados en los libros específicos e Kardec: Instrucciones Prácticas sobre Manifestaciones Espiritas y El Libro de los Médiums. Esa es la base necesaria e insustituible del estudio y de la enseñanza de la mediumnidad. Libros como En Lo Invisible, de León Denis, y los libros de orientación mediúmnica de André Luiz y Emmanuel, pueden también ser utilizados como subsidiarios, más jamás colocarlos como obras básicas de la doctrina.
 Sin ese criterio, muchos Centros y Grupos, y hasta mismo grandes instituciones, caerían en un plano de misticismo  eclesial y de autoritarismo sacerdotal que desfiguran y ridiculizarían al Espiritismo. Precisamos comprender que lidiamos con una doctrina revolucionaria, que debe modificar la rutina espiritual de la Tierra, abriéndole las perspectivas de una nueva concepción del espíritu. Sin eso, nuestra mesa sólo tendrá pan marchito y envejecido.
 Traducido del libro “MEDIUMNIDAD (Vida y Comunicación)

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