martes, 9 de mayo de 2017

Suicidio




                                                                           
Orden del día:

- Suicidio
-Recordando el pasado: Hoy y mañana del hombre
-Un enfoque sobre el Trabajo
-Anotaciones saludables


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SUICIDIO

Era la mañana del sábado. Toco el teléfono y lo atendió alguien.
Una voz masculina, embargada por la emoción, a duras penas, comenzó el dialogo.
Deseaba saber lo que la doctrina espirita decía sobre el suicidio. Cual sería, según el espiritismo, la suerte de aquellos que acaban con la propia vida.
Dijo que estaba con el firme propósito de poner fin a la vida miserable que estaba llevando hacia cerca de dos meses.
Resaltó que su quiebra  fue decretada en una ciudad distante en otro estado de Brasil. Y, para huir del escándalo, se cambio de ciudad en busca  de una oportunidad, más fue en vano.
Ahora, según afirmo, deseaba huir definitivamente de la vida, para resolver de una vez por todos sus tormentos.
Escucho, de la persona que lo atendió, en rápidas palabras, la posición espirita sobre el suicidio.
Que esta es una puerta falsa, y que aquellos que la buscan en el intento de acabar con los problemas solamente los agravan aun más.
Que solo se consigue salir del cuerpo, sin salir de la vida, que continua latiendo más allá del túmulo. Y que solo quien nos coloco, en el mundo tiene el derecho de sacarnos de el. Y que ese alguien es Dios, nuestro padre creador.
Escucho, aun, que su quiebra solo podría ser decretada por el mismo, ahora si, a través del suicidio. Que hombre alguno podría hacerlo.

Que la quiebra decretada fuera de su empresa y que, seguramente, si continuase con disposición conseguiría reverter la situación.
Que Dios jamás nos abandona, mucho menos en las horas difíciles de nuestra caminata. Que todos nosotros, sin excepción, tenemos un ángel guardián interesado en nuestra victoria. En la victoria del espíritu inmortal sobre la materia, sobre los vicios y equívocos.
El hombre dijo que había perdido todo, que estaba en la miseria, que nada más le restaba.
Y la voz del otro lado de la línea torno a la carga diciendo que la miseria verdadera es la miseria del alma. Y que solamente podremos asegurar que nada más  nos resta  cuando perdemos la dignidad.
El mundo nos puede quitar todo, todo lo que tenemos, más jamás nos quitará lo que somos, jamás logrará retirar conquistas verdaderas como la dignidad. Solamente solamente si nosotros lo permitimos, aceptando el invite a la indignidad.
El hombre reflexionó un poco, hablo que aun le restaban  los amigos  y su casa, que estaba en la de los padres, ya fallecidos. Resolvió, por fin, volver a su ciudad y recomenzar nuevamente.
Casos como ese que acabamos de narrar, son constantes en la faz de la tierra.
Si usted está enfrentando problemas semejantes, no deje de tomar en consideración las orientaciones de los espíritus superiores.
Huya del convite al suicidio como solución a sus problemas.
El suicidio es un terrible engaño, por ser una puerta falsa.
Así que la persona consume el acto del suicidio, percibe el precipicio que se abre a su frente.

¿Lo sabia usted?
¿Usted sabia que, de forma general, son los suicidas los que más sufren después de la muerte?
Y qué cuando llegan al mundo espiritual se dan cuenta  de que no lograron el intento, que era poner fin a la vida.
Siguen viviendo y perciben que a los problemas, de los cuales deseaban huir, otros se suman, por la falta de fe en Dios y por la rebeldía.
En la muerte natural los lazos que unen al espíritu al cuerpo son desatados lentamente, mientras que en el suicidio son violentamente rotos, sin, con todo, permitir que el espíritu se libere.
Por ese motivo, no nos dejemos tentar por la invitación al suicidio. Nunca valdrá la pena. Antes, roguemos a Dios las fuerzas para soportar el fardo que cargamos.

Redacción de Momento Espirita


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                          RECORDANDO EL PASADO 

         HOY Y MAÑANA DEL HOMBRE 


Consecuencia del ayer es el hoy en el espíritu humano. Su vida, como hemos dicho, es una labor comenzada en el principio y que ha de durarle hasta el fin ignoto de lo eterno. En ella empezándose por arrancar malezas, se termina por tejer guirnaldas. 
      Quien es perezoso para la faena ruda, tarda en ser obrero de la delicadeza; más siendo su labor exclusivamente suya, no puede eximirse de operación alguna, y hoy empezará donde ayer terminó y mañana donde termine hoy. De aquí el que sea aspiración noble de todos los espíritus antes de empezar, cumplir como buenos obreros en la tarea del día; y si es cierto que no a todos les alcanzan las fuerzas para tanto, débese, no a que la labor sea insoportable, sino a que, o bien quieren recuperar muchas de las jornadas perdidas, o bien se imponen mayor tarea de la que buenamente pueden desempeñar. De todos modos, el espíritu trabaja en su propiedad, y según sea la diligencia y la cordura que en el trabajo emplee, así serán los rendimientos que le ofrezca. Nadie es acreedor a más de lo que en justicia le pertenezca, y si en el orden material este axioma puede ser violado, en el orden moral puede asegurarse se cumple con estricta equidad. En efecto; el cumplimiento moral de la ley de justicia, lo tenemos evidenciado en nosotros mismos; y si tendemos la mirada a nuestros semejantes, en ellos veremos también las huellas del implacable juez, acusador y verdugo que en nosotros funciona y del que no podemos separarnos jamás: la conciencia. ¿Qué importa la salud, qué la fortuna ni la gloria, si constantemente nos corroe el remordimiento? ¿Será nadie feliz, ni aun en medio de báquicos placeres, si esa voz misteriosa le acusa? ¿Conciliará el sueño mientras ella le atormente? No. Por eso el mayor de los castigos es el que nos proporcionamos sin flagelación alguna; por eso la mayor de las miserias es la miseria del alma. Podrán los Cresos ocultar sus desnudeces con sedas cuajadas de oro y pedrería; pero no podrán jamás reír con satisfacción mientras su proceder tenga armado el brazo vengador de la conciencia. ¡Y qué imparcial es en todos sus fallos’. ¡Con qué severidad recluye al delincuente! ¡Cómo le arroja y le fuerza!... No tiene penitenciarias de piedra con gruesas rejas y sendos candados; pero ¡ay! tiene a su mano el horror que inspira toda acción proterva, y propinando la dosis conveniente al que debe castigar, le ahuyenta de sus semejantes más dignos para mezclarle con los de su rango, le prepara a la reparación por medio del arrepentimiento, y le hace resarcir con creces la falta cometida, una vez arrepentido, mediante obras de verdadero desinterés y sacrificio. Sólo a este precio cesa en su enemistad; sólo a este precio le deja gozar del sol de la dicha. Aspirar a este goce es el objeto formal del espíritu. Su trabajo le redime; su amor le ensalza: con estas dos prendas de inestimable valia, la conciencia le abre las puertas del reino de la felicidad, en el cual, seguramente, no hay más que uno que puede penetrar sin llevar polvo en sus sandalias; pero no por esto nos está vedado a los demás su goce relativo, equiparado siempre con el polvo que llevemos en los pies. 
         Así como el hoy es consecuencia natural del ayer, así el mañana lo será del hoy; un paso más en la escala de la vida, una operación más en la labor eterna, y ¡un nuevo motivo de júbilo o remordimiento! Empero con el mañana más o menos remoto, va adunada una nueva empresa para el espíritu: la de ser mentor de otro que no ha llegado a su grado de perfección. Sin dejar de cumplir su labor propia de jardinero, el que es guía de otro le instruye, le corrige, le ayuda, en una palabra; siendo motivos a su júbilo el que su auxiliado avance sin tropiezo, cumpla sin esfuerzo y con deleite y reconozca pronto los beneficios de la laboriosidad. Entonces protector y protegido se entrelazan con los indisolubles lazos de la gratitud y del cariño, y extendiendo sus benéficos efluvios a otros seres, repiten la labor para tener la satisfacción de repetir también los motivos de alborozos. De este modo se cumple la ley de solidaridad. Tales son el ayer, el hoy y el mañana en la vida eterna del espíritu.             
      Como hemos visto, sea cualquiera el modo con que este proceda, cumple con la ley; pero le es tanto más beneficioso adaptar en lo posible sus acciones a la bondad, la verdad y la belleza, cuanto que, según las adapte, mayores satisfacciones se proporciona y antes llega a la categoria de espíritu elevado. Por consiguiente, cumplirá mejor su misión quien mejor desarrolle el sentimiento, la inteligencia y la voluntad: el sentimiento para amar el bien por ser bien y objeto formal del espíritu, la inteligencia para darse cuenta de sí y de cuanto le rodea por ser el único medio de dirigir el sentimiento y la voluntad por seguros derroteros; y la voluntad para decidirse a practicar lo bueno y verdadero por ser lo único que redime al hombre. Este trino constituye a la vez una religión natural a la que todo espíritu debe rendir culto: la religión del amor, de la virtud y del bien, de la que es síntesis Dios. 
QUINTÍN LÓPEZ GÓMEZ 

Conmemoramos con este artículo el nacimiento y la desencarnación de este insigne escritor, que tuvieron lugar, respectivamente, el 22 de mayo de 1.804 y el 13 de mayo de 1.936.
 Amor paz y caridad 11 

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               UN ENFOQUE SOBRE EL TRABAJO 


“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” ( La Bíblia) 


    Esta alegoría bíblica que nos señala algo tan natural como lo el impulso y la necesidad del trabajo y del esfuerzo personal y colectivo para lograr metas cada vez mas altas de bienestar, pero cuya base elemental es la simple supervivencia, lo cual supone el esfuerzo añadido de la coexistencia y convivencia grupal, para formar el equipo que a veces solamente puede alcanzar sus metas de progreso gracias al esfuerzo compartido y repartido. 

     La citada frase bíblica suele ser interpretada comúnmente como un “castigo divino”. Nada más lejos de la realidad si consideramos al ser humano como una entidad espiritual en pleno proceso de perfección y evolución, y al trabajo como la palanca impulsora para llevar a cabo el esfuerzo necesario para este proceso. La evolución espiritual y humana es un proceso personal e intransferible, en el que nos podemos y debemos ayudar unos a otros, pero que en definitiva, nadie puede hacer por nosotros. 
Mirando el refranero español,- tan rico en sentencias-, encontramos “A Dios rogando pero con el mazo dando”. No basta solamente la fé y la plegaria,- por otra parte tan importantes y necesarios-; sino que debemos aplicar simultáneamente el trabajo y el esfuerzo, pues ellos nos llevan a crecer como personas y a evolucionar como espíritus que somos todos. Otro dice: “ Al que algo quiere, algo le cuesta”. O sea, que todo en la vida se logra en base a un trabajo y al sacrificio que conlleva muchas veces el mismo. 

      La mayoría de las personas trabajamos en principio, en base a un salario por la necesidad que todos tenemos del mismo para sobrevivir en medio de una sociedad de consumo de la cual formamos parte. Sin embargo cuando se comprende que este esfuerzo , además de proporcionarnos el nivel de bienestar social que necesitamos, es también útil y necesario para mantenernos en forma, física y mentalmente, las perspectivas cambian y junto a ellas, las motivaciones que nos llevan a ejecutar el esfuerzo y la energía psíquica y física que ponemos en ello. Por eso el trabajo no solamente es una obligación, sino que también es un derecho humano que ya muchas legislaciones y Constituciones reconocen. 

      A nivel popular se tiene la idea de que hay que disfrutar de la vida, pero se identifica este disfrute con la ociosidad. El trabajo se siente como una necesidad física y mental porque obedece a una ley natural, creada por Dios para nuestra evolución, por lo que como ya se puede apreciar, esto transciende sobre la simple motivación del salario o la ganancia económicas. ¿ Quién no ha experimentado alguna vez, como la ociosidad tras el trabajo, en principio y en su justa medida puede suponer un necesario descanso, pero cuando este se prolonga demasiado, resulta insoportable?. 

      “ Mente sana en cuerpo sano”; viene a significar: “ Mente activa en cuerpo activo”. La actividad es movimiento y el movimiento es vida; por el contrario la inactividad es lo inerte y la inercia supone ausencia de vida, o sea, la muerte. 

      Comúnmente se dice: “ trabajar para vivir; no vivir para trabajar”. Esta frase está referida a que hay que trabajar lo justo para subsistir y “ gozar de la vida” con el ocio. Los que piensan así, no pueden concebir la vida como una actividad y trabajo constantes, que no siempre tiene por qué ser remunerado. La vida activa; los logros y metas conquistadas por el trabajo y con la satisfacción del esfuerzo realizado, por sí mismos ya son en cierta medida una remuneración porque pueden llegar a ser un gozo que cuando se experimenta llega a convertirse en una necesidad. La propia actividad en sí misma del trabajo, puede ocasionar satisfacciones de tal modo que vienen a ser como un salario inmaterial. Esto es el vivir para trabajar que todos debemos experimentar y gozar con la experiencia de modo consciente. 
Muchos dirán que el trabajo cuando no gusta es como un castigo, o una esclavitud. Lo ideal es un trabajo cuya actividad sea un disfrute, pero muchas veces esto no es así. No es un castigo. Pensemos que si Dios en la vida de determinada persona le pone la circunstancia de una obligación o trabajo de una clase que no gusta, pero que se ve abocado a ejecutar necesariamente, es porque ello le supone una experiencia necesaria; un sacrificio al hacer una actividad que le desagrada, pero por la cual va a adquirir o a poder adquirir algún conocimiento o virtud necesarios de alcanzar en esta vida que es como un crisol en donde aprendemos y crecemos y a la que llegamos con el compromiso adquirido de realizar, desde antes de venir a este mundo de nuevo. Esta circunstancia del trabajo como simple obligación que se cumple pero que no agrada, viene a ser como la medicina amarga de tomar, pero saludable para nuestra salud. 

       Todo trabajo es digno, porque digno es todo esfuerzo por superarnos en nuestras capacidades, para bien de los demás y de nosotros mismos. No hay trabajos mejores ni peores. Los hay mejor o peor remunerados. Los hay mas o menos sacrificados o duros. Cada actividad y esfuerzo está en la medida de quien lo afronta. Pero por eso precisamente, la dignidad de todo trabajo sea de la clase que sea, está en el hecho de afrontarlo con dedicación y esfuerzo, y llevarlo a cabo con valor e ilusión, de la mejor forma que seamos capaces, por encima del mero interés financiero. 

     Por lo dicho, desde estas líneas invito a todos a que siempre, cada día que amanezca, tras agradecer al Padre por la nueva oportunidad que nos brinda, dediquemos nuestro mejor esfuerzo para realizar aquellos deberes profesionales, familiares y sociales  que nos competan de la mejor forma que sepamos hacerlo; no como una esclavitud, sino como un servicio al entorno social que nos acoge, sabiendo que en ello no está simplemente la remuneración económica, sino nuestro personal crecimiento humano y espiritual, para nuestro propio bien y por ende, para el bien de la sociedad. 

José Luis Martín 

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         ANOTACIONES SALUDABLES 

La victoria contra las vicisitudes está al alcance de todos aquellos que se empeñan honestamente por conquistarla. No debemos quejarnos ya que al hacerlo traducimos rebeldía a los códigos superiores de la vida. La queja es hija de la irritación y de la mala voluntad que contribuyen poderosamente para empeorar el cuadro de desequilibrio de aquel que debería ser candidato al esfuerzo de renovación mental, aplicando todos los recursos para preservar las fuerzas en el bien y en la esperanza, mediante cuyo método aspira a una psicoesfera benéfica y libertadora. Todos los males que padece el cuerpo proceden del Espíritu, desde el plano espiritual inspiran a los encarnados a recetar menos drogas, evitando así intoxicaciones orgánicas, para reequilibrar mejor el psiquismo del enfermo, que deben ajustar a la salud y preservarla. 

La mayor incidencia de las enfermedades es derivada de los problemas socio-morales, del hombre, de las distonias nerviosas, de la falta de higiene, con alta incidencia parasitaria en niños y adultos. El esclarecimiento y la reeducación, encaminando al enfermo a otros sectores donde se pueda beneficiar, recuperándose con mayor seguridad debe ser la medida a tomar por los que se deciden a socorrer al alma enferma. 

Depende mucho de la aptitud mental del enfermo, el que esa ayuda resulte beneficiosa, pues no ignoramos, que el pensamiento genera energías que transportan cargas vibratorias de acuerdo con la calidad moral de que se revisten las ideas. Manteniéndonos en ideas positivas y albergando optimismo, nos moveremos cada vez más en canales vibratorios que nos dejaran inmunes a la perturbación, pasando a sintonizar con otros géneros de ondas en las cuales se encuentran campos de vida propiciadores de bienestar, mereciendo mejor asistencia espiritual. Es de ley, que querer es lograr, desde que se sepa lo que se quiere y se mantenga firme el deseo por conseguirlo. Nunca falta apoyo a quienes ansían la ascensión. 

Es fácil observar que los Espíritus conscientes del mal que hacen a los que persiguen cuando saben que a los que obsesionan están recurriendo a la ayuda medica para aminorar sus males, envisten contra sus posibles bienhechores, a fin de influirles; generando antipatía por el paciente y, cuando hay afinidad moral entre el médico y el verdugo desencarnado, este le lleva a equivocarse en el diagnostico o por lo menos a no dar la debida atención al problema, quedando en la superficialidad, que no le permite la correcta evaluación para un tratamiento eficiente. 

Las inteligencias espirituales negativas son muy hábiles en la elaboración y práctica de los métodos de cobranza que se imponen, en la saña loca de conseguir los pérfidos resultados a que se agarran. Quien posee el conocimiento de la vida espiritual, no debe caminar entre las sombras, a tenor de la luz que debe estar implantada en su razón, conduciendo los sentimientos y perfeccionándose. La sistemática predominancia de los instintos más agresivos, que fomentan el egoísmo en detrimento de otros valores más elevados, hace que se pierda el valor en la rampa de la insatisfacción con los consecuentes efectos de la rebeldía constante, sin el apoyo de la humildad que calma, ni de la legítima fraternidad que armoniza. El problema de la evolución es pauta del deber personal, intransferible, no pudiendo nadie crecer en lugar de otro…Nadie debe desconsiderar la responsabilidad, de los deberes morales, ya que son ellos los agentes que propician el crecimiento del ser, en el rumbo de la liberación de las aflicciones que lo prenden al potro del sufrimiento. 

El odio no se encuentra inscrito en página alguna del Libro de la Vida, es de origen humano, en la franja limítrofe con la línea animal, en la que predomina el instinto… La inteligencia mal conducida, transforma la agresividad primitiva en programa de venganza y la racionaliza mediante sistemática compulsión siniestra, que transforma el impulso primitivo en odio que aguarda a la presa y piensa devorarla. Los animales, todavía, atacan, cuando son atacados o cuando tienen hambre y, muy raramente, por la preservación de la vida. El hombre, no. El elabora el plan, enloquece, poco a poco, hasta el momento de la venganza en la que dice complacerse. ¿Y después? La sensación del vació que le asalta la mente, antes repleta de lúgubres ideas, constituye para el, también una forma de reparación que le lleva al desvarió completo, hasta que la reencarnación le lleva de vuelta a la bendición del olvido. Los crímenes que se practican claman al Cielo y no son olvidados por la Divina Providencia. Sin embargo, los recursos reparadores se harán presentes por intermedio de otros métodos, los cuales no generan nuevas calamidades, ni desarmonizan los códigos de amor, que están vigentes en todas partes. Nadie tiene el derecho de levantar la maza de la justicia, haciéndose regularizador de débitos, porque casi todos tenemos compromisos en la retaguardia esperando por nosotros. 

El amor ha de apagar las atizadas llamas del odio. No extinguiéndose jamás la vida, todo el empeño debe ser aplicado para disfrutar cuantos antes de la paz. No hay que perder la oportunidad de ser el que perdona, el que inicia el nuevo programa de la fraternidad que nos beneficiara muchos más que si lo hace otro, siendo siempre mejor dar que recibir. Y no olvidando nunca que el tiempo ofrece solución para las más difíciles situaciones. 
Meditemos en todo ello y sepamos ver en nuestro cuerpo el arpa sublime en la que la sabiduría del señor nos enseña, siglo a siglo, existencia a existencia, día a día, la bendita ciencia del crecimiento y de la ascensión hacia la Vida Inmortal. 

Trabajo realizado por Merchita 
Extraído del Libro de Divaldo Pereira Franco “Cuadros de la Obsesión”

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