domingo, 7 de mayo de 2017

Condiciones de la niñez




Contenido de este blog para este dia:

-Causalidad y finalidad
-La Vibración de los Espíritus
- La Caridad, ancora de la salvación
-  Condiciones de la niñez



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                CAUSALIDAD Y FINALIDAD 


Señoras y señores: 

Los dos puntos filosóficos sobre los cuales gira la moral dinámica del Espiritismo son, sin disputa, la causalidad y la finalidad, sin los cuales toda conducta carece de verdadero fundamento. La causalidad responde al por qué de las acciones, mientras que la finalidad explica el para qué de las mismas. Si falta uno de estos dos términos, no existen, no pueden existir verdaderas acciones morales: en el primer caso porque sin antecedente causal, sin causa o serie de causas, que influyan en las determinaciones de la voluntad, de acuerdo con el proceso moral de cada individuo, ninguna acción se explica, y en el segundo, porque si a este antecedente causal y sus efectos consiguientes, les falta un poder directriz, selectivo y telético, una dirección, un fin moral perfectible hacia el cual ajustar las acciones con arreglos a principios éticos inherentes a la conciencia de cada individuo, se caería en el determinismo fatalista o en el fatalismo determinista, es decir, en el materialismo o en la teología. 

Porque y conviene dejarlo establecido- el fatalismo teológico no excluye el determinismo, antes bien lo supone: pues si las acciones se realizan, en tal supuesto, de acuerdo con la presciencia de un Dios que las ha previsto y dispuesto desde toda la eternidad, necesitan para que así resulten del encadenamiento de las causas que las han de producir, sin el cual no se realizarían; y si, por el contrario, se realizan en virtud de un determinismo ciego, sin sujeción a principios morales inherentes al espíritu ni a la dirección finalista que este les trace de acuerdo con una finalidad de bien y de justicia perfectibles, tal determinismo es fatalista, de un fatalismo más funesto y desgraciado que el primero, por cuanto este se cumple de acuerdo a una voluntad, a una inteligencia, a un propósito, a un fin divino, aunque en este caso, el hombre no resulte más que un instrumento de la Providencia, que tiene la pretensión de creer que es él el que voluntariamente camina, siendo Dios el que lo arrastra a su oculto destino, según un plan preestablecido. 

La filosofía espírita es determinista, pero no fatalista, ni en el sentido teológico, ni en el materialista. En el primero, porque no admite que las acciones humanas ni las causas que las producen estén fatalmente dispuestas por Dios para la realización de cada fin individual, y porque este fin no es un límite en el cual se cierre la evolución del espíritu ni está fuera de ser, ni es opuesto a su esencia ni a su voluntad, sino que es dinámico, indefinido y libre en la elección de los medios y de las acciones que han de realizarlo: es el ser realizándose a si mismo en el proceso sin limites de su evolución, superándose en las nociones y en la práctica del bien, de la justicia y del amor, desarrollando las potencias y facultades de su espíritu, elevándose a una mayor comprensión de su personalidad y de la naturaleza en medio de la cual se desarrolla. 

El principio inteligente o causa primera que rige el destino de los seres y de las cosas y al cual por hábito de lenguaje llamamos Dios, no está fuera del Universo y de la vida, ni por consiguiente, fuera del hombre, que también es vida e inteligencia y parte integrante del Universo, sino que es el principio mismo de la acción universal en todos los órdenes de la vida, la causa activa, viviente, diversificada en los seres, alma dinámica que todo lo llena y todo lo comprende en su propia esencia, que todo lo determina y enlaza valiéndose para ello de los mismos seres que crea, sin impedir, las determinaciones de cada uno, las que, por lo demás no pueden ser impedidas arbitrariamente, porque cada ser es un agente de sus propios designios, una ley que se cumple dentro de la complejidad de las leyes antinómicas que dan existencia al mundo e impulso a la evolución. 

Obre bien u obre mal, tampoco el hombre puede ir en contra de los designios de Dios, porque, siendo la creación resultante de estos designios, no puede hacer ni siquiera pensar nada arbitrario a ellos; y de ahí que los actos del hombre, como sus mismos pensamientos, sean buenos o sean malos, sean morales o inmorales, libres u obligados están siempre dentro de las leyes naturales o, si se prefiere, divinas. 

Si el hombre fuese capaz de obrar contra todas las leyes de la naturaleza sería un ser sobrenatural, muy superior al mitológico Lucifer, y entraría en conflicto con el mismo Dios, a quien superaría por haber descubierto leyes y realizado actos que no eran posibles dentro de la naturaleza. 

El hombre dentro de su relativa inteligencia y sus limitadas facultades no puede sino estar en armonía (en armonía dinámica, entiéndase bien) con la Causa creadora que rige los destinos de los seres, y cualesquiera que sean sus determinaciones morales, encajan siempre en la armonía dinámica del Universo. 

Esto podría hacer suponer la justificación de situaciones o sucesos que reputamos como malos. Pero téngase en cuenta que estas situaciones y sucesos, en nuestro concepto dínamo-genético de la vida y de la historia, ni son justificables ni son fatales: son el resultado de un proceso en el que entran factores conscientes e inconscientes, voluntarios e involuntarios, resultado que, en los términos opuestos de la armonía social, representan la parte negativa y que lleva, en la parte positiva, los elementos de su propia destrucción; tienen la duración de un ciclo de la evolución social; cuya caída puede producirse, y se produce, en última instancia, por la voluntad y por las fuerzas morales puestas al servicio de un bien y de una justicia mayores. 

El hecho de que una cosa exista, no significa que haya tenido fatalmente que existir, ni que sea justificable por el mero hecho de su existencia. 

No hay, pues nada fatal en la evolución moral, según la doctrina espiritista, fundada en el conocimiento del espíritu humano: cada ser realiza sus propios fines dentro de las posibilidades de cada momento de su existencia, actuando en la creación y modificación de las condiciones favorables a su desarrollo e imprimiendo a éste, según el grado de perfeccionamiento alcanzado, la dirección moral y social que conviene a sus fines. 

Tampoco es fatalista en el sentido materialista; no puede admitir, porque los hechos y los razonamientos se oponen a ello, que las acciones y los sucesos humanos estén necesariamente determinados por una causalidad fenomenal y ciega y que la voluntad y la conciencia estén subordinadas a esta causalidad. 

El materialismo, y hablo del materialismo dialéctico que es determinista y, en el sentido expuesto, fatalista, coloca la causalidad atrás, y por delante el azar. Niega finalidad a la vida y, particularmente a la vida individual. El individuo, como ser biológico, no es más que un mero accidente, una forma pasajera de la materia organizada; como ser psíquico, la resultante del funcionamiento cerebral y de los reflejos exteriores en el cerebro, como ser moral y social, el producto del medio y de la sociedad; sólo le concede deseos y propósitos inmediatos, cuyos resultados anula en el choque o conflicto de los opuestos.

Escrito por: Manuel S. Porteiro 
En: Octubre de 1935 

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            LA VIBRACIÓN DE LOS ESPÍRITUS

     Ellos, los Embajadores Divinos, Espíritus capacitados en la escuela de la evolución, cuando se acercan hasta nosotros nos hacen vibrar con sus armonías superiores.
    Muy raramente se expresan respetando la estructura del lenguaje humano, pero si facilitan que artistas de sentimientos elevados alcancen a imaginar la idea mediante alegorías de lo abstracto o por la expresión de los símbolos. 
     Se manifiestan casi siempre con la influencia de la sabiduría y de la belleza, del amor y de las lecciones provechosas.
     Son cánticos de esperanza, palancas intangibles de gran poder, claridad relampagueante en el firmamento del alma que se refleja en nuestro pensamiento como ideas sublimes, sueños majestuosos y visiones interiores de magnificencia intraducible cuyo fulgor recuerda a la aureola solar disipando las tinieblas!
        Se aproximan a las madres fatigadas por el llanto y les fortalecen la ternura para que vuelvan a acariciar a sus hijos ingratos ; se acercan a los corazones exhaustos por el sacrificio,impulsándolos a convertir los sollozos de sufrimiento en cánticos de alegría; envuelven el cerebro de aquellos que se consagran espontáneamente a la felicidad de sus semejantes y les transmiten la luz de la inspiración, la que se les transfigura en el campo mental en colores y melodías, invenciones y descubrimientos, composiciones literarias y revelaciones científicas, poemas y voces , himnos a la bondad y planes de servicio que atiendan las ansias y los anhelos de los seres hambrientos por ascender a los reinos superiores del Espíritu; abrazan a los trabajadores del bien y les reaniman los corazones para que no se detengan bajo el granizo de la calumnia ni se entorpezcan con el verbo helado y ostentoso de las filosofías estériles; besan la frente amarillenta de los agonizantes que esperan serenos la muerte, les rocían los ojos con lágrimas de júbilo y les allanan el camino glorioso hacia la libertad; abrazan a los servidores humildes que sudan y sufren en los campos abasteciendo al mundo de pan y les levantan la cabeza para la contemplación del cielo...
        Cuando el huracán de la adversidad te estimule el desaliento o cuando las tinieblas de la prueba te sumerjan en nubes de tristeza, recurre a ellos, a los Embajadores Divinos del Amor Eterno y sentirás, de inmediato, el calor de la fe alimentándote y fortaleciéndote en la vida .
       Para ello basta con que te recojas en la paz del silencio, encendiendo en tu interior la llama viva y vigilante con el acto sublime de la oración.

Espiritu Benefactor Emmanuel
Medium Francisco Cándido Xavier.


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La caridad, ancora de la salvación
Aun cuando el hombre haya adelantado desde el punto de vista moral, es menester convenir, empero, en que ese progreso se operó más acentuadamente en el sentido intelectual. Cuando el hombre da unos pasos adelante en uno de ellos, se retrasa en el otro. Sin embargo, más tarde recobrará el terreno perdido y ambas fuerzas terminarán por equilibrarse, a lo largo de sucesivas reencarnaciones. El hombre ha llegado a una etapa en que ciencias, artes e industrias alcanzaron un límite que hasta hoy no se había conocido. Pero, si la satisfacción que de ellas extrae es bastante para la vida material, deja en cambio un vacío en el alma.
El ser humano aspira a algo superior, sueña con instituciones más perfectas, desea la vida y la felicidad, la igualdad y la justicia para todos. Más, ¿cómo alcanzar todo eso, si siguen imperando los vicios en la sociedad y, principalmente, el egoísmo? El hombre siente, pues, la necesidad del bien para ser dichoso, comprende que sólo el reinado del bien puede concederle la ventura a que aspira. Y por instinto presiente que ese reinado llegará, cree en la justicia de Dios y una voz secreta está diciéndole que va a iniciarse una nueva era.
En ella, sin la caridad no hay institución humana estable. Y no pueden existir caridad ni fraternidad, en las acepciones auténticas de los términos, sin creencia. Cuando la caridad haya penetrado en las masas, cuando se haya convertido en la fe, en la religión de la mayoría, entonces vuestras instituciones se tornarán mejores, por la fuerza misma de las circunstancias. Desaparecerán los abusos que el individualismo exacerbado engendra. Así pues, enseñad la caridad y, sobre todo, predicad con el ejemplo. La caridad es el áncora de salvación de la sociedad humana. Sólo ella puede instituir el reinado del bien sobre la Tierra, porque ese reino es asimismo el de Dios. Si prescindimos de la caridad, por mucho que llegásemos a hacer, no crearemos sino utopías, de las cuales sólo resultarán desilusiones.
Si el Espiritismo es una verdad, si debe él regenerar al mundo, ello ocurre porque tiene por base la caridad. El Espiritismo no ha venido para derribar ningún culto ni establecer uno nuevo. Proclama y prueba verdades que son comunes a todos, que constituyen la base de la totalidad de las religiones, y no se preocupa de detalles. Sólo una cosa ha venido a destruir: el materialismo, que significa la negación de toda religión. Únicamente un templo derruirá: el del orgullo y el del egoísmo... Llega hasta nosotros para dar una sanción práctica a estas palabras de Cristo, que son toda su ley:
Ama a tu prójimo como a ti mismo.
El Espiritismo nos muestra ese Mundo Invisible poblado de seres dichosos o infelices, pero prueba que la caridad, soberana ley de Cristo, puede asegurar la paz y la alegría AQUÍ EN LA TIERRA. La difusión de la idea espírita tiende, por fuerza, a hacer mejores a los hombres en sus relaciones mutuas. Y lo que el Espiritismo está realizando hoy con los
individuos lo hará mañana con las masas, cuando se haya difundido de una manera general. Tratemos, entonces, en provecho de todos, de hacer que se le conozca.
Espiritistas, vosotros sois los impulsores de esa obra grandiosa. Haceos dignos de tan gloriosa misión, cuyos primeros frutos estáis ya recogiendo. Predicad, sí, con las palabras, pero hacedlo, sobre todo, con el ejemplo. Comportaos de suerte que, al veros, no puedan alegar que las máximas que enseñáis son en vuestros labios palabras vanas. A la manera de los apóstoles, obrad milagros, ya que para eso os ha concedido Dios el don... No milagros que choquen a los sentidos, sino milagros de caridad y de amor. Sed buenos con vuestros hermanos, sed buenos con el mundo entero, y sedlo también con vuestros enemigos.
A ejemplo de los apóstoles, echad fuera demonios. Tenéis poder para esto, y ellos pululan en torno de vosotros: los demonios del orgullo y de la ambición, de la envidia y los celos, de la codicia y la sensualidad, que alimentan todas las pasiones viles y siembran entre vosotros los frutos de la discordia. Expulsadlos de vuestros corazones, a fin de que adquiráis la fuerza necesaria para arrojarlos fuera de los corazones ajenos. Obrad tales prodigios y Dios os bendecirá, y las generaciones del futuro harán lo propio, como las de ahora bendicen a los primeros cristianos, muchos de los cuales tornan a vivir entre vosotros, para asistir y cooperar a la coronación de la obra de Cristo.
- Merchita-
Extraído del “Viaje Espirita de 1862” de Allan Kardec

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"La prepotencia te hace fuerte por un día; la humildad para siempre".
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            CONDICIONES DE LA NIÑEZ

J Herculano Pires 

Las condiciones de aprendizaje de la niñez varían en una escala progresiva, según su desenvolvimiento psicosomático. Determinar una edad-límite en que estas fases se suceden es temerario. Actualmente las escalas ontogenéticas son bastante flexibles. En el campo específico de la psicogenética se verifica una continuidad (y no una sucesión discontinua) entre la percepción y el desenvolvimiento de la representación. Por otro lado, el desenvolvimiento del lenguaje, como observa René Hubert (La Croissance Mentale) equivale al desenvolvimiento de la inteligencia. 

Veamos su afirmación textual: 

En particular, el lenguaje humano será ciertamente el factor más poderoso del paso de la inteligencia práctica a la inteligencia representativa. Tanto Piaget como Wallon concuerdan con esto y son citados por Hubert. (I parte: la Infancia, obra citada.) La inteligencia infantil se manifiesta progresivamente, pasando de la fase sensorio-motora para la fase práctica, de esta para la representativa y de esta para la abstracta. Pero estará siempre actuante en el desenvolvimiento orgánico y psíquico. Enfrentando el problema en la posición materialista podremos negar al niño la capacidad de comprensión de ciertos principios abstractos, pero enfrentándolo en una posición espirita tendremos que admitir sus posibilidades latentes. La captación intuitiva, subliminal, anticipa la comprensión racional y prepara su desabrochar en el futuro. 

La contribución actual de la Parapsicología, en este sentido, abre nuevas perspectivas al revelar mayor dinamismo del inconsciente, tanto en la niñez cuanto adultez. 

Las ciencias de hoy se aproximan rápidamente a las rechazadas conclusiones espiritas. Pero, más allá de esto, será preciso recordar que la evangelización de la infancia no será ni podrá hacerse en términos puramente abstractos, lo que sería ilógico. De ahí el llamado muy justo y muy pedagógico, pero innegablemente didáctico, a las historietas figuradas. Se trata de una técnica audio-visual de innegable eficacia. Y su objetivo no será la transmisión de los principios doctrinarios, sino el despertar de la niñez para la comprensión de las realidades que ella ya trae en el inconsciente, en la memoria profunda que guarda las vivencias del pasado. 

La función de la historieta es la misma de la mayéutica de Sócrates y recuerda el despertar de la reminiscencia platónica en la mente del espíritu encarnado. Esta función, por señal, corresponde precisamente al objetivo real de la educación, que no es transmitir enseñanzas sino predisponer a la mente a recibirlos a través de la instrucción y asimilarlos en la formación cultural. Por todo esto la evangelización de la niñez no podría ser encarada como un acto impositivo o de violencia. Ninguna aula de evangelización espírita impone dogmas de fe ni pretende realizar la internalización de los principios espiritas, puesto que su finalidad es lo contrario: despertar en la niñez sus fuerzas interiores y hacerlas aflorar en el plano de la consciencia. Lo que se podría sería enriquecer estas aulas con las contribuciones del Método Montessori, creando un ambiente estimulante y juntando a las historietas otros elementos sensoriales, de acuerdo con las fajas etárias de los alumnos. 

Los trabajos de Maria Montessori y su teoría educativa corresponden en gran parte a las aspiraciones y a los objetivos de la evangelización espirita de la niñez. No seria dejando a la niñez entregada a si misma, a título de respetar su libre-albedrío, que la podríamos conducir a la libertad de consciencia y a la responsabilidad personal sustentadas por el Espiritismo. El conocimiento de la psicología infantil, particularmente acrecentada por la contribución espirita — que nos ofrece una interpretación psicológica de la infancia mucho más profunda y real — exige que nos interesemos por su evangelización. 

J Herculano Pires. 
Extraído del libro “Educación Espírita”
                                                 
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