sábado, 16 de julio de 2016

¿ QUÉ ES EL ESPÍRITU ERRANTE Y LA ERRATICIDAD ?



ENSAYO TEÓRICO SOBRE LA SENSACIÓN EN LOS ESPÍRITUS.

257 – El cuerpo es el instrumento del dolor; si no su causa primera, por lo menos, su causa inmediata. El alma tiene la percepcióndel dolor, pero esa percepción es un efecto. El recuerdo que de él conserva puede ser muy penoso, pero, no puede tener acción física.
En efecto, ni el frío, ni el calor pueden desorganizar los tejidos del alma, que no puede helarse ni quemarse. ¿No vemos cada día que el recuerdo o temor de un mal físico produce el mismo efecto que la realidad, ocasionando hasta la muerte? 
El periespíritu es el lazo que une el Espíritu a la materia del cuerpo, él lo toma del medio ambiente, del fluido universal; contiene a la vez, de la electricidad, del fluido magnético y hasta cierto punto de la materia inerte. Se podría decir que es la quinta esencia de la
materia. El principio de la vida orgánica, pero no de la vida intelectual,ya que ésta reside en el Espíritu. Es, por otra parte, el agente de las sensaciones externas. Semejantes sensaciones están localizadas, en el cuerpo, en los órganos que le sirven de conductos. Destruido el cuerpo, las sensaciones se generalizan.
He ahí porque el Espíritu no dice que sufre más de la cabeza que de los pies. Es preciso, además, no confundir las sensaciones del periespíritu, independiente ya, con las del cuerpo, que sólo podemos tomar como término de comparación y no como analogía. Liberado del cuerpo, el Espíritu puede sufrir, pero ese sufrimiento no es corporal, aunque no sea exclusivamente moral como un remordimiento, puesto que se queja de frío y de calor. No sufre más en invierno que en verano,y puesto que hemos visto a algunos atravesar las llamas sin experimentar ningún sufrimiento; la temperatura no les causa, pues,ninguna impresión. El dolor que siente no es propiamente un dolor físico, sino un vago sentimiento íntimo que el mismo Espíritu no siempre entiende, precisamente porque el dolor no está localizado y no es producido por agentes externos; es más bien un recuerdo que una realidad, pero un recuerdo tan penoso como ésta. Sin embargo, a veces, es más que un recuerdo, según vamos a ver.
La experiencia nos enseña que en el momento de la muerte, el periespíritu se desprende más o menos lentamente del cuerpo. Durante los primeros instantes, el Espíritu no entiende su situación: no se cree muerto porque se siente vivo; ve su cuerpo a un lado, sabe que le
pertenece y no comprende que esté separado de él. Este estado perdura mientras existe un lazo entre el cuerpo y el periespíritu. Un suicida nos dijo: No, no estoy muerto –y añadía– y sin embargo, siento como me roen los gusanos. Ciertamente, los gusanos no roían el periespíritu, y mucho menos el Espíritu; tan sólo roían el cuerpo. Pero, como la separación del cuerpo y del periespíritu no era aún completa, resultaba de ello una especie de repercusión moral que le transmitía la sensación de lo que pasaba en el cuerpo. Quizá repercusión no sea la palabra adecuada, pues, haría suponer un efecto muy material; era más bien la visión de lo que pasaba en el cuerpo, unido aún a su periespíritu, lo que producía en él una ilusión que tomaba por la misma realidad. Así, pues, no era un recuerdo, porque, durante la vida, no había sido roído de gusanos, sino el sentimiento de un hecho actual. De este modo se ven las deducciones que se pueden hacer de los hechos, cuando son observados atentamente. Durante la vida, el cuerpo recibe las impresiones exteriores y las transmite al Espíritu por mediación del periespíritu, que probablemente constituye, lo que se llama fluido nervioso. Muerto el cuerpo, nada siente, porque carece de Espíritu y de periespíritu. El periespíritu, desprendido del cuerpo, experimenta la sensación, pero, como no la recibe por conducto limitado, se hace general la sensación. Luego, como en realidad no es más que un agente de transmisión, pues en el Espíritu es donde está la conciencia,
resulta que, si pudiese existir un periespíritu sin Espíritu, no sería más sensible que un cuerpo muerto. De la misma forma, si el Espíritu no tuviese el periespíritu, sería inaccesible a toda sensación penosa, como ocurre con los Espíritus completamente purificados. Sabemos que, cuanto más se purifican, más etérea se hace la esencia del periespíritu, de donde se sigue que la influencia material disminuye a medida que el Espíritu progresa, es decir, a medida que el mismo periespíritu se hace menos grosero.
Pero, se dirá, las sensaciones agradables son transmitidas al Espíritu por el periespíritu, de la misma forma que las sensaciones desagradables; ahora bien, si el Espíritu puro es inaccesible a unas, debe serlo igualmente a las otras. Indudablemente que sí, respecto de
las que provienen únicamente de la influencia de la materia que conocemos: el sonido de nuestros instrumentos y el perfume de nuestras flores no le causan impresión alguna. Entre tanto, experimenta sensaciones íntimas, de un encanto indefinible, que no podemos ni imaginar, porque sobre ese punto somos como ciegos de nacimiento respecto de la luz: sabemos que existe, pero, ¿de qué modo? Hasta aquí llega nuestra ciencia.
Sabemos que existen en ellos percepciones, sensaciones, audición y visión; que estas facultades son atributos de todo el ser y no como en el hombre de una parte del ser; pero, volvemos a preguntarlo; ¿por qué medio? Eso es lo que no sabemos. Los mismos Espíritus no pueden explicarlo, porque nuestro idioma no está en condiciones de expresar ideas que no tenemos, como la lengua de los salvajes carece de términos para expresar las de nuestras artes, ciencias y doctrinas filosóficas.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.

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    REENCARNACIÓN Y CRISTIANISMO

La reencarnación a lo largo de la historia de Occidente no ha gozado de oportunidades de análisis y desarrollo. Los poderes políticos y religiosos han controlado casi siempre los postulados doctrinarios que consideraron adecuados a su forma de pensar y de sus intereses. El pueblo llano se debía someter a las resoluciones de sus mandatarios. La libertad de pensamiento y sobre todo, de expresión de ideas diferentes a las corrientes oficiales, han resultado punibles  en casi todas las épocas de la humanidad.
La creencia en las vidas sucesivas desde la óptica de los poderes establecidos nunca ha convenido, porque cuestiona los privilegios y las jerarquías, y porque nos indica la transitoriedad de nuestra situación en la vida, sea buena o mala, así como la responsabilidad total de nuestros actos, sin intermediarios con la gracia divina para salvarnos o perdonarnos los pecados.
Las referencias históricas nos hablan de la creencia generalizada en la reencarnación por parte de los primeros cristianos. Así lo confirman algunos pensadores cristianos de los primeros siglos de nuestra era como fueron Tertuliano u Orígenes. Todo nos hace pensar que el Maestro Jesús la transmitía abiertamente  y no la escondía. Es lógico, un concepto tan importante, tan fundamental no podía quedar en una ambigüedad, en una idea confusa. Sin embargo, tal y como nos han llegado los evangelios, (fueron seleccionados entre varios escritos de la época, muy posteriores a la muerte de Jesús),  parece como que ni afirman ni desmienten. No se recoge ningún pasaje que explícitamente el propio Maestro condene las vidas sucesivas. No obstante los hay que sí lo sugieren, pero no de una forma clara y rotunda que no se preste, en dichos escritos, a otras interpretaciones. Como podrán imaginar no tiene mucho sentido, puesto que una idea que compromete radicalmente el origen y destino del hombre y el sentido de la vida presente, no debió quedar relegada sin que hubiera existido un debate abierto, profundo que aclarase las ideas en pos de la auténtica verdad.
Fue en el siglo IV cuando el cristianismo pasó de ser marginal, de ser perseguido a formar parte del estado. El emperador Constantino I el Grande (272-337) adoptó las creencias cristianas en una época de cambios socio-políticos. El problema surgió con las distintas tendencias que impedían poner de acuerdo al cristianismo de oriente con el de occidente. Se convocó un Concilio en Nicea, en el año 325. La intención no fue solo religiosa sino sobre todo política, se trataba de evitar una fractura política del Imperio. Posteriormente otro emperador Justiniano I (483-565), con la misma intención de evitar cismas religiosos de consecuencias políticas también convocó otro concilio, el de Constantinopla II, donde fueron consolidando ciertas ideas que consideraron fundamentales, como por ejemplo; la Santísima Trinidad,  la supuesta divinidad de Jesús, y sobre todo la abolición de la reencarnación en favor de la resurrección; el Papa fue encarcelado porque se negó a firmarla. Sus disidentes (aquellos que estaban a favor de las vidas sucesivas) fueron perseguidos y anatematizados. Por supuesto, si alguno había escrito en favor de dichas ideas eran quemadas y eliminadas.
Para entender la mentalidad y los usos de la época hay que tener en cuenta que el poder político y el religioso eran prácticamente lo mismo. Los primeros concilios, los más importantes que dieron cuerpo a la doctrina que conocemos hoy los convocaron los emperadores; al mismo tiempo, los obispos no podían negarse a su voluntad imperial; de tal forma que, si alguien pensaba diferente o no convenía era apartado, condenado o conminado a retractarse.
Estas ligeras referencias históricas tienen la intención de situar, respecto al cristianismo primitivo, la mentalidad de una época y la evolución de las ideas, sobre todo a lo que respecta a la reencarnación. Su falta de desarrollo y aceptación social no se basó en la debilidad de sus argumentos sino en su prohibición radical.
Otro aspecto muy importante a valorar para comprender el origen y evolución del cristianismo, al menos, el que nos ha llegado hasta nuestros días, es la diferencia que debemos de establecer entre religiosidad y espiritualidad. No necesariamente van unidas. Aquellos que tomaron decisiones doctrinarias como aquellos que continuaron manteniéndolas, muchas veces eran políticos y religiosos desconectados del verdadero mensaje renovador predicado por Jesús. Los fanatismos, los intereses materiales, las ansias de notoriedad, aumentar su cuota de poder, de escalar posiciones con privilegio social, eran el verdadero móvil de sus acciones. Por contrapartida, los bienintencionados, aquellos que buscaban la verdad y el bien común, muchas veces eran marginados o condenados. Por tanto, cuando nos hablan de “la inspiración divina” de aquellos que sentaron las bases de la doctrina cristiana, hay que ponerlo más que en duda, porque fueron hombres comunes, con sus defectos y virtudes. Aunque hay que reconocer que, al menos, el mensaje evangélico, sus parábolas y algunos hechos de la vida del Maestro recogidos en el Nuevo Testamento han perdurado con el paso de los siglos.
Por desgracia no hace falta irnos muy lejos para entender la naturaleza humana y nuestro atraso moral y espiritual. Los escándalos por corrupción política destapados por los medios de comunicación, las malas prácticas que existen hoy día, son un reflejo del modus operandi de la inmensa mayoría de los círculos de poder. Por tanto, hace 1600 años aproximadamente, que es la época a la que estamos haciendo referencia y en base a los datos históricos que nos han llegado, nos demuestra que no eran precisamente mejores.
¡Qué difícil va a ser para los ricos entrar en el reino de Dios!… (Marcos 10:17-31)
Sin duda,  el problema que plantea la idea de la reencarnación a los poderosos es inasumible para una mayoría. El poder económico, político y social, y hasta el religioso queda comprometido cuando hay una idea, la de las vidas sucesivas, que nos habla de la igualdad entre todas las almas. Una igualdad que tan solo les puede interesar después de la muerte, cuando ya no puedan gozar de sus bienes y privilegios. Por esa razón, tuvo más fuerza la idea de una sola vida, una sola oportunidad.
De tal manera que la idea de un infierno y la condenación eterna por un lado, y por otro la posibilidad de un paraíso contemplativo,  debía de ser el temor o el consuelo en este mundo para los enfermos y pobres, para los sufrientes. Sin embargo, los otros, sobre todo los de las clases altas, incluida la  religiosa, se creían con una gracia divina donde, si era necesario podían comprar las indulgencias divinas para lavar sus pecados que dan derecho al perdón de Dios y el acceso  al supuesto Cielo. Por esa razón, muchos de ellos vivían instalados en las creencias superficiales, alejados del verdadero mensaje renovador de sacrificio y renuncia; solidario  unos con otros. Era la forma de acallar su conciencia, y al mismo tiempo de controlar las necesidades espirituales del pueblo sometido.
La historia de la humanidad es la historia casi siempre del predominio de los fuertes sobre los débiles. Lacras sociales como por ejemplo la esclavitud pervivió durante muchísimos siglos. Las discriminaciones por raza, sexo o incluso religión ha sido una constante en el devenir de todas las épocas; incluso hoy día. Por tanto, una idea tan profunda como la reencarnación, que cuestiona la superioridad, el sometimiento de unos hombres sobre otros, que combate  las raíces del orgullo y egoísmo humano no podía tener cabida en dichas sociedades.
No solo son otras filosofías las que apoyan la idea de los renacimientos, desde Platón, el budismo,  pasando por la doctrina espírita, sino que la ciencia viene al encuentro de esta idea, vigorizándola y aumentando su fuerza a través de sus investigadores y descubrimientos.
La certeza de que lo sembrado con nuestros actos es lo que vamos a recoger, no sólo cuando desencarnemos (cuando no es en esta misma vida), sino en vidas posteriores. Que la riqueza mal empleada puede desembocar en otra vida en la miseria, que todo el mal que hacemos revertirá más pronto o más tarde sobre quien lo ha ejecutado; son ideas que transfieren toda la responsabilidad de los actos a nosotros mismos. Somos juez y parte, la siembra es voluntaria pero la cosecha obligatoria.
La reencarnación es la explicación lógica a las desigualdades humanas, a la justicia divina, justicia perfecta sobre la que descansan nuestras acciones y sus repercusiones futuras. Nada queda al azar. No existen privilegios, todas las almas somos creadas iguales. Con nuestro trabajo y esfuerzo nos vamos labrando un futuro cuyo destino final es invariablemente la felicidad y la perfección…. Así de simple y así de profundo.
La ley de la reencarnación o renacimientos nos hace responsables absolutos de nuestros actos. Nos coloca, cara a cara con nuestra realidad espiritual. Lo que no hagamos ahora lo tendremos que hacer en el futuro. Atravesando todas las etapas como hombre y mujer, blanco y negro, etc.
Por lo tanto,  la vida tiene una finalidad superior. Todos venimos con un compromiso espiritual a desarrollar, las particularidades de cada uno; salud, enfermedad, riqueza, pobreza, etc., forman parte de nuestro aprendizaje y trabajo interior. Superar las malas inclinaciones es el fin fundamental en la vida y la llave que nos abrirá la puerta al progreso y a la evolución. Así es como lo entendieron los primeros cristianos y así es como debemos de verlo ahora.
 Reencarnación y cristianismo por:  José M. Meseguer-2016, Amor paz y caridad
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C Giennense De Estudios Espíritas's photo.
¿Puede explicarse la consciencia desde la ciencia?
A lo largo del tiempo, los filósofos han fraguado muchas teorías y múltiples argumentos para razonar que la consciencia humana escapa a una explicación científica. El fondo de la cuestión se halla en «el resistente problema de la consciencia», indica David Chalmers, especialista en filosofía de la mente y del lenguaje. Se trata de la cualidad vivencial subjetiva, o qualia, es decir, del hecho de que las experiencias individuales se perciben de una manera determinada, ya sea comer un trozo de tarta, sufrir dolor de muelas o sentir miedo a las arañas [véase «Los placeres de los qualia», por Volkart Wildermuth; Mente y Cerebro n.o 46, 2011].
Los hallazgos neurocientíficos sobre el modo en que trabajan las neuronas no explican, hasta la fecha, por qué sentimos dolor, miedo o placer. Ni tan siquiera saben por qué experimentamos esas emociones. Metzinger señala: «Si nos encontrásemos con un ser dotado de un sistema nervioso totalmente diferente al nuestro no tendríamos ni idea de cómo ese ente experimenta la vida. Tampoco sabríamos de qué modo podríamos averiguarlo».
Por el contrario, neurocientíficos como Stanislas Dehaene, del Colegio de Francia en París, se muestran convencidos de que ese vacío puede llenarse explicando los mecanismos neurológicos que marcan la diferencia entre percepción consciente e inconsciente. En su libro La consciencia en el cerebro, escribe: «El estudio de la consciencia se ha convertido en una ciencia experimental». El investigador no ve motivo alguno para considerar el asunto desde una perspectiva sobrenatural.
- Centro Giennense de Estudios Espíritas-

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     ¿ QUÉ ES EL ESPÍRITU ERRANTE Y 

                     LA ERRATICIDAD ?

¿ Qué es el Espíritu errante?


Son los Espíritus desencarnados que todavía precisan reencarnar para perfeccionarse. Los Espíritus puros que alcanzaron la perfección no son errantes, porque no precisan reencarnar más.

¿ Qué es la erraticidad?

Los Espíritus (desencarnados) que todavía precisan reencarnar, mientras aguardan (en el plano espiritual) una nueva encarnación se encuentran en erraticidad. Entonces, erraticidad es el intervalo en que se encuentra el Espíritu de una encarnación para otra.

¿ El Espíritu progresa en la erraticidad ? 

Puede mejorarse mucho, depende de la voluntad y del deseo que tenga de conseguirlo. Luego, en la existencia corporal puede poner en práctica las ideas que adquirió( cuestión 230). O sea, en la erraticidad ( en cuanto el Espíritu aguarda una nueva encarnación), él estudia, aprende y después tiene que reencarnar para poner en práctica lo que aprendió en este intervalo, es el caso de André Luiz. Ejemplo: El estado que alguno pone en práctica lo que aprendió en la escuela.
Richard Simonetti responde: 

¿ Existe un tiempo señalado para reencarnar?

No. Podemos aguardar un año o un milenio. Depende de nuestras necesidades y opciones. 

¿En general, quedamos más tiempo en la Tierra o en el Más Allá?
Tendemos a quedar más tiempo en el mundo espiritual, incluso por una cuestión de disponibilidad reencarnatoria. La población desencarnada es bastante mayor, cerca de los 20 billones. No están equivocados los cofrades que hablan de la necesidad de valorar la experiencia humana, considerando que hay grupos en el Más Allá, aguardando la inmersión en la carne.
¿ El retorno a la carne es decidido por el propio interesado?
Depende de su estado evolutivo. Espíritus más maduros, conscientes de sus responsabilidades planean la época de retorno. Espíritus inmaduros son orientados y conducidos por mentores espirituales.
¿ Y si el Espíritu se negase a reencarnar?
Habiendo necesidad apremiante, sus mentores le proporcionarán la reencarnación obligatoria. 
Obligado a reencarnar.
¿ No será natural que el Espíritu venga a rebelarse y que no asuma sus responsabilidades?

Probablemente, tanto en cuanto el sentenciado que no se conforma con la prisión en que fue confinado . Pero, así como la penitenciaría trata de contener el comportamiento criminal, la reencarnación obligada corrige las imperfecciones más groseras del Espíritu reencarnante. Entre " lloros y rechinar de dientes", según la expresión evangélica, él Espíritu madurará.
- Claudia Dantas -
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¿Los Espíritus  tuvieron  un

inicio y tendrán  un  final?

          Nuestro Espíritu se creó cuando por Voluntad Divina se empezó a formar a partir de una energía cósmica de origen divino, a través de su desenvolvimiento repetido tantas y tantas veces en un larguísimo proceso evolutivo que se fue forjando  en su esencia psíquica sucesivamente a través de los tres reinos de la Naturaleza durante millones de años, hasta llegar a alcanzar finalmente la madurez evolutiva necesaria en la escala evolutiva animal, para tras un necesario “reciclaje” en el plano espiritual ,por el que  pasó para proseguir su desarrollo en una determinada especie    genéticamente próxima al ser humano, pues ambas especies, en cuanto a lo corporal e incluso lo psíquico, procedemos de un mismo tronco, de unos antepasados tan remotos como comunes. Estos humanos, en su incipiente andadura como tales, comenzaron a habitar este planeta hace algunos miles de años.
        Esta posibilidad se apoya en que en la historia del planeta, tal como afirma la Ciencia, la evolución de la vida unicelular que surgió en los mares, fue dando paso a muy diferentes y variadas especies, de las que muchas evolucionaron y abandonaron el medio acuático para proseguir su multiplicidad y evolución en el medio terrestre. En su diversificación, a partir de las almas grupales de cada especie iban evolucionando hacia otras especies grupales de psiquismo cada vez más desarrollado, y en las cuales, finalmente comenzaron a individualizarse hasta alcanzar un grado de desarrollo psíquico apto para tomar conciencia de sí mismas como individuos recién llegados a la especie humana. Entre las especies más evolucionadas y aptas para dar el gran salto evolutivo, estaban las diversas clases de primates, de los que parece ser, que en tan solo una de ellas, a causa de albergar un alma lo suficientemente madura para su transformación en el plano espiritual, se produjo ese “milagro” evolutivo de la transformación gradual desde la escala animal, en seres humanos, dotados de una “Chispa Divina” en su alma, recién salida de la Voluntad del Creador. Quizás se trate del gran salto más importante que el Espíritu humano tendrá que experimentar en su historia evolutiva.
     La naciente especie humana a causa de su mayor capacidad cerebral respecto al resto de su masa corporal, se diferenció inmediatamente de sus demás congéneres de otras familias de primates, pues este maravilloso órgano que nos diferencia de las demás especies animales,  le facultó el poder desarrollar su inteligencia con el pensamiento continuo o filosófico del que las demás especies animales carecen
     Tal vez en esa determinada especie de simios antecesores del ser humano, “alguien” llegado a este planeta desde fuera de la Tierra con la divina misión de preparar el albergue en la misma a espíritus  humanos, significativamente  más evolucionados que los de los primates terrestres cuya psíquis y cuerpos físicos estaban designados para acoger a estos humanos, “animales divinos”, procedentes de otros mundos que llegaban por oleadas a la Tierra para  seguir su evolución en este planeta, mucho más atrasado que en el mundo de procedencia;  para llevarlo a cabo, dado su mucho mayor desarrollo intelectual, científico y técnico que traían consigo,  supieron acondicionar el ADN  de esa determinada especie de primates terrícolas, para poder albergar a esos nuevos espíritus que llegaban a este planeta  con el fin de  no perturbar la evolución de otros espíritus más adelantados que quedaron allá, siguiendo su caminar evolutivo en esos mundos de “Regeneración” de donde procedían estos recién llegados.
   De ese modo pudo ser que el Espíritu humano recién llegado a este planeta , se uniese por vez primera a esa especie animal que antes ya había sido adecuada genéticamente, dejándola después evolucionar por el periespíritu que modelaba esas materias, hasta llegar al prototipo humano actual..
    Paralelamente a esta masiva llegada de espíritus para reencarnar aquí, muchos de esos humanos extraterrestres, fueron también traídos corporalmente posiblemente desde alguno de los planetas que circundan la estrella Capella, en la constelación de Orión, de donde llegaron a través de naves espaciales, que entonces ya existían en esos mundos de regeneración y tenían capacidad para poder visitar otros mundos diseminados por  el espacio, mientras que otros planetas, como la Tierra, se encontraba todavía en una fase de mundo primitivo, en el que la vida aun hacía sus primeros ensayos. En la Tierra se mezclaron con los terrícolas humanoides existentes, y su aporte genético se fue diseminando a partir de las nuevas generaciones nacidas de esta mezcolanza entre ellos ( que después aparecieron en la Biblia como ángeles caídos, expulsados del Paraíso),  y los humanos terrestres.
  Desde el primer momento el ser humano, nuevo en este mundo, tomó consciencia de la individualidad o Ego  que diferencia a unos de los otros y de la identidad que les diferencia entre ellos y respecto al resto de los animales, entrando así en la etapa humana , o sea la consciencia del Yo y la capacidad de desarrollar el pensamiento prolongado y abstracto; es por lo que , efectivamente, el ser humano tuvo un comienzo en cuanto espíritus que somos y que se forjó en la historia evolutiva del planeta, pero sin embargo, al estar inmersos en el divino Plan evolutivo que es infinito, nuestro espíritu no tiene final de existencia, porque la misma evolución nos conduce siempre hacia una nueva etapa en una ascendencia gradual, sucesiva, ilimitada y eterna , aproximándonos más y más a Lo Absoluto, nuestra Fuente de Origen-
- Jose Luis Martín-
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