viernes, 1 de julio de 2016

LOS MÉDIUMS INVOLUNTARIOS O NATURALES.



CAMINANDO PARA DIOS

El gran objetivo de la vida del hombre es crecer para Dios, todos caminamos en dirección a El, porque  el fin primordial es alcanzar la perfección, para poder comulgar con las altas esferas, la sede del Padre.
Es necesario conseguir un criterio concluyente acerca de la necesidad  que todos tenemos  establecernos en la Tierra con fundamentos  en solidas bases racionales de entendimiento cristiano.
Siempre se dice y se repite, que vivir todos vivimos, más que es muy difícil saber vivir, nos olvidamos  que para vivir bien, existe la necesidad de que instauremos en la vida normas y principios. Principios  de intachable conducta  que no siempre  son introducidos  en las relaciones diarias, y que no permiten el que le demos un cuño macizo de imperiosa cristalización.
Acontece que por haber infringido la moral cristiana, muchos se sienten desacreditados para asumir, más tarde, actitudes de mayor responsabilidad. Para desviarse  del camino de las sombras, en el que se sumergieron, para seguir el camino  con paso firme  en el amplio camino de la iluminada vida, pues siempre  hay tiempo.
Otros en cambio por estar sumergidos en la sociedad, en grupos profanos, se habituaron a la frívola convivencia, a las  conversaciones vanas, a las diversiones perniciosas, y se dejan arrastrar por el curso de la vida, sin protestar, sin reaccionar, por el mero comodismo.
Entre esos, hay almas  que podrían sacudir el polvo de la indolente resignación, para dar a la propia conciencia la satisfacción, que ella espera, de la compenetración al buen uso que deberían hacer de sus reservas morales.  Tal vez, lo que les falta es el estimulo, una palabra amiga, una expresión inspirada  para que caigan en sí, desarrollando fuerzas adormecidas, a favor de una alborada redentora.
Para que surja el esclarecimiento, los libros Racionalistas Cristianos claman, en sus enseñanzas, por la utilización del raciocinio, por la investigación apasionada, por la sinceridad en la apreciación de los hechos y argumentos.
La espiritualidad es la fuente emanante de la verdad en la que se reflejan la ciencia y la sabiduría, sabido cómo es que sin la presencia de esos dos atributos espirituales en la composición de la vida terrena, la espiritualidad no se manifestaría.
En estas condiciones, nadie, se exima de procurar la Verdad para con ella afirmarse, retener la sabiduría y, aun con ella, penetrar en el dominio de la ciencia. En el sector de la filosofía, procurar el racionalismo cristiano haciendo prevalecer la Verdad sobre todos los embustes en los que se ve envuelta la humanidad explorada.
Esta es una de las conclusiones a que deberían haber llegado los estudios, pues cada cual  deberá seguir el camino que más le agrade, sin recelo de que pueda haber condenación eterna.
Todo mensaje que la Doctrina dirige al lector amigo es de fraternidad, de amor cristiano, y es ofrecido sin segundas intenciones, sin intención de egoísmo, todo volcado para el bien al prójimo, para la felicidad  del ser afín, co-participante de la evolución universal.
En este lenguaje franco y simple, en que se reconoce la igualdad de todos, no puede haber lugar para un sentimiento que no sea envolvente y de confraternización. Reconocida la ley de las encarnaciones, no se puede, ante ella, menospreciar la posición desfavorable de nadie en el mundo, porque todos los que en el se encuentran hoy, en mejor estado, ya estuvieron, en vidas progresivas, en la misma o peor situación, y  podrán, aun, volver aquella misma o aun peor condición, si no se pusieran sintonizados con las realidades espirituales.
Así entendido, pueden quedar seguros los lectores novatos en estos asuntos, de que las lecciones absorbidas  del Racionalismo Cristiano, llevan a la criatura a considerar, respetuosamente, a todos los seres en sus variadas experiencias.
La Doctrina Racionalista  Cristiana está representada con muchas obras, por cierto, en cada una de ellas, nuevos escenarios son revelados al estudioso.
Es necesario comprender que  puede una fracción de los conceptos generales presentados en una coletanea como esta, no abrazar todo cuanto el lama sedienta de conocimientos procura, y, en este caso, el consejo  que se podrá dar es el de proseguir en la investigación, en el estudio, hasta alcanzar la satisfacción ansiada.
Es incontestable  que aquellos que hoy forman parte de la comunidad Racionalista Cristiana, encontraran en aquel ambiente  la única explicación para sus antiguas dudas e incertezas, y una vez aclaradas y eliminadas, se pondrán en buenas condiciones para rectificar el camino de la vida,  satisfaciendo sus exigencias. Esta es una recompensa que no tiene precio y puede ser expuesta, con seguridad, como testimonio de la verdad.
 Muchos de los que acuden a las Casas Racionalistas Cristianas, afectados por el dolor, por la desgracia, por la desesperación y por la no creencia, fueron esclarecidos por el estudio atento de las obras divulgadas por la institución, y son hoy criaturas valerosas y dignas, útiles a la colectividad y a la familia, por el conocimiento que obtuvieron , el cual les abrió un nuevo panorama de confianza en el futuro y les posibilitó dar al presente una orientación racional y activa, recolectora de ponderables beneficios.
Ojala, pues, haya encontrado el lector atento en estos escritos medios de formular una conclusión satisfactoria, en el sentido de pulverizar alguna imagen que, eventualmente, le haya dificultado la comprensión de lo que se ve exteriorizado. Si no hubiese una convicción  bien nítida de que la  humanidad precisa raciocinar por el racionalismo Cristiano para su recuperación moral, no valdría la pena perder tiempo y trabajo en editar tantas obras que, al final no son escritas para producir lucros monetarios.
Los esclarecimientos que se alcanzan con estos estudios llevan al individuo, cualquiera que sea el, a no guardar solo para si lo que aprendió, y por eso cumple el deber cristiano de transmitirlo al semejante, con la buena voluntad, aquello que se puede decir verdadero, útil e ignorado para que la luz se haga en todos los espíritus. Este es un postulado  del cristianismo puro.
La Biblia fue escrita  en una época en la que la evolución general  en el planeta era considerablemente menor, y en aquel tiempo ciertas cosas podían ser dichas y merecer crédito, más que hoy cae en el ridículo quien pretendiera sustentar la mayoría de sus proposiciones.
Más allá de eso, el velo que separa a la humanidad de este para el otro lado de la vida, no había sido aun roto, razón por la cual la imaginación había de trabajar sola  y componer imágenes fantasiosas que en los días presentes  no se pueden sustentar más. Nadie pretende que crean piamente en todo, más si que investiguen, estudien y concluyan  a la luz de a razón, del buen sentido y de la lógica. La sentencia del “Cree o muere” es hoy una farsa sin expresión. Todos tienen el deber de raciocinar, de deducir, de sacar lecciones concluyentes, y bien fundamentadas.
No hay sabiduría en los religiosos que creen en Dios, solo porque los otros dicen que existe; creer en la Inteligencia Universal es sentirla en la Naturaleza, es sentirlo en uno mismo, es encontrar la razón de su existencia en las pruebas  de su acción.
Todo cuanto en el racionalismo Cristiano se escribe tiene un único fin, que es el de llevar al prójimo el conocimiento adquirido a la cara real de la vida. Nada se quiere imponer, contrariando creencias  arraigadas. La naturaleza no da saltos, y el fruto  solo maduro a su debido tiempo; luego, no se va  a forzar a una madurez que ha de venir con el tiempo oportuno, ni se pretende que el individuo que no está maduro para cierto aprendizaje, esté dispuesto  a recibirla.
Por eso, la cuestión espiritual es tratada con máxima amplitud y condescendencia, no habiendo, se repite, la menor intención de desviar a los creyentes de sus creencias. Estos escritos son destinados a aquellos que pueden ya esposar otras ideas con un sentido más dilatado, en los campos de las investigaciones espirituales.
Los que así se muestran preparados, han de sacar el competente 

provecho y servirse de este vehículo, de aprendizaje, para 

ascender a planos más altos. No hay privilegios  en una marcha 

ascensional. Todos tomaran parte en ella, apenas con diferencia 

de tiempo o de épocas.

El Racionalismo Cristiano es un alma fraternal que no repudia a 

nadie por diferencia de raza o por ideas religiosas; el es amigo, 

indistintamente, de católicos o protestantes, espiritas o ateos, 

porque lo que vale en el individuo no es, aquello en lo que el 

cree, mas si en la limpieza de su alma, su dignidad personal, la 

manera de respetar a su semejante y los ejemplos elevados en su 

vida de relación.

Los lectores de las obras Racionalistas Cristianas, pueden, 

sentirse así cómodos, seguros de que no serán molestados con 

imprudentes catequesis, como se hace por ahí, cuando se quiere 

sacar provecho material de incentivos.

El individuo que camina forzado se torna un ser inconformista, 

desambientado, y, en la primera encrucijada, desaparece, dando 

mal ejemplo. En el Racionalismo Cristiano se pugna por la 

calidad, y no por la cantidad, sabido cómo es que en la tierra 

pocos son los que se muestran deseosos e inclinados a participar 

de las fiestas espirituales; La mayoría camina con los pies en la 
tierra, preocupado por los manjares suntuosos que regalan a los sentidos.
De cualquier forma, las obras Racionalistas Cristianas continúan siendo procuradas, cada vez más, porque  mientras unos parten de esta vida, otros vuelven, y cada vez es mayor el interés por las cosas del espíritu.
Muchos de los que ascienden a sus mundo, después de la desencarnación, no pueden justificar allí su ignorancia con relación a los Principio espirituales por los cuales  no se interesaron cuando estaban encarnados, y harán todo lo posible para que no les suceda, al volver,  lo mismo y ser de nuevo envueltos por las olas de la negligencia y del desanimo.
Todas estas advertencias, tienen el aviso de  alerta de quienes atravesaron largos caminos por los valles inhóspitos de la experiencia y pueden, hoy, después de sucesivas reencarnaciones, en millares de años recorridos, escribir, con convicción, acerca de las verdades que el Racionalismo cristiano proclama.

Por el Racionalismo Cristiano se sabe que las perspectivas no 

son risueñas para aquellos que se descuidaran en el presente, de 

la vida futura. De ahí la necesidad de cada uno cuidar mejor de 

sí, pesando sus responsabilidades y de ellas adquiriendo mayor 

conciencia.

Ese resultado será conseguido con la lectura y meditación, 

urgiendo no dejar de lado la práctica, que deberá formar parte 

integrante de la vida. Las obras editadas  por el Cristo Redentor, 

inclusive el “Racionalismo cristiano” deben ser estudiadas 

diariamente, meditándose mucho sobre las enseñanzas allí 

contenidas.

Innegablemente se trata de criaturas que están ganando terreno 

en el campo de la evolución. Es de  regocijarse con tal hecho, por 

saberse que tiene una repercusión  favorable en los planos más 

altos de la jerarquía espiritual.

El Astral Superior, al lanzar en la Tierra su Doctrina 

Racionalista Cristiana, lo hizo con el propósito  de que ella fuese 

encontrada por seres madurados para el espiritualismo, y sabia, 

como sabe, cuáles son esos. Conviene, así, no perder la 

oportunidad  que pasa, pues tal vez no vuelva tan pronto, a notar 

cada uno que la haya encontrado, sus advertencias, sus 

esclarecimientos y enseñanzas.  

Una vez que ese acontecimiento  no es producto del acaso, más si 

tiene sus raíces sumergidas en el pasado y significa el reflejo de 

procedimientos  anteriores, recientes y remotos, entonces  es una 

razón más para que la criatura medite, con seriedad, sobre el 

asunto.

Aquellos que aspiran determinados objetivos que solo pueden ser 

alcanzados con conocimiento espiritual, no deben extrañar que 

ese conocimiento les venga al encuentro, para después 

desarrollarse el escenario objeto de sus ansias, formuladas en 

alguna ocasión.

Hay épocas en que la aspiración por una elevación mayor del 

alma se manifiesta más intenso  de lo que en otras, como 

resultado  del medio en el que el individuo vive, de los dramas 

que lo envuelven y de otros factores psicológicos,  más con la 

aspiración elevada, están siempre presentes los deseos de una 

vida mejor, y esta puede ser conseguida conduciéndose  la 

criatura por el camino de la espiritualidad.

  Puede ser afianzado, con seguridad, que el estado moral de la 

criatura que haya procedido en la vida según las reglas de la 

moral cristiana, difundidas por el Racionalismo Cristiano, 

cuando llegue a  su Mundo de Luz, de los más confortadores, y 

todos podrán obtener esa conquista para su felicidad, la cual solo 

podrá ser completa cuando sea practicada y compartida por los 

demás miembros de su grupo; para eso cada uno de ellos habrá 

de hacer su parte, decididamente, con la comprensión clara de 

sus profundos resultados.

Traducido al Español Por Merchita, extraído del libro “Racionalismo Cristiano”
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                Sufrir bien y sufrir mal

18. Cuando el Cristo dijo: “Bienaventurados los afligidos, porque de ellos es el reino de los cielos”, no se refería a aquellos que sufren en general, porque todos los que están en este mundo sufren, ya estén en un trono o sobre la paja; pero, ¡ah!, pocos sufren bien; pocos comprenden que solamente las pruebas bien soportadas pueden conducirles al reino de Dios. El abatimiento es una falta; Dios os niega los consuelos porque os falta valor.La oración es un sostén para el alma, pero no basta, es preciso que esté apoyada en una fe viva en la bondad de Dios. Con frecuencia, se os ha dicho, que no coloca fardos pesados en hombros débiles; el fardo es proporcional a las fuerzas, como la recompensa será proporcional a la resignación y al valor; mayor será la recompensa cuanto menos penosa sea la aflicción; pero esta recompensa es preciso merecerla y por esto la vida está llena de tribulaciones. El militar que no es enviado al campo de batalla, no está contento, porque el reposo de la retaguardia en el campamento no le proporciona el ascenso; sed, pues, como el militar y no deseéis un descanso que debilitaría vuestro cuerpo y embotaría vuestra alma. Quedad satisfechos cuando Dios os envía a la lucha. Esa lucha no es el fuego de la batalla, sino las amarguras de la vida, donde es necesario, algunas veces, más valor que en un combate sangriento,porque aquél que se mantendría firme ante el enemigo, se doblará bajo el constreñimiento de una pena moral. El hombre no es recompensado por esta clase de valor, pero Dios le reserva laureles y un lugar glorioso. Cuando os alcance un motivo de inquietud o de contrariedad, esforzaos por superarlo, y cuando lleguéis a dominarlos ímpetus de la impaciencia, de la cólera o de la desesperación, podréis decir con justa satisfacción: “yo fui más fuerte”.Bienaventurados los afligidos, puede, pues, traducirse de este modo: Bienaventurados aquellos que tienen ocasión de probar su fe, su firmeza, su perseverancia y su sumisión a la voluntad de Dios, porque tendrán centuplicados los goces que les faltan en la Tierra y después del trabajo vendrá el descanso.  
(Lacordaire ,Havre, 1863).

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS (El Evangelio según el Espiritismo)

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           De la perpetuidad del Espiritismo 

En un artículo anterior, hablamos de los progresos incesantes del Espiritismo. ¿Esos progresos serán duraderos o efímeros? ¿Es un meteoro que brilla con un resplandor pasajero como tantas otras cosas? Es lo que vamos a examinar en algunas palabras. Si el Espiritismo fuera una simple teoría, una escuela filosófica que se basara en una opinión personal, nada le garantizaría la estabilidad, pues podría agradar hoy y ya no agradar mañana; en un tiempo dado, podría ya no estar en armonía con las costumbres y el desarrollo intelectual y, entonces, caería como todas las cosas anticuadas, que se quedan rezagadas respecto al movimiento. En fin, podría ser reemplazado por algo mejor. Así ha sido de todas las concepciones humanas, de todas las legislaciones, de todas las doctrinas puramente especulativas. 

El Espiritismo se presenta en condiciones completamente diferentes, como lo hemos hecho observar muchas veces. Se basa en un hecho: el de la comunicación del mundo visible y del mundo invisible. Ahora bien, un hecho no puede ser anulado por el tiempo como una opinión. Sin duda, el Espiritismo no es admitido todavía por todo el mundo; ¿pero qué importan las negaciones de algunos cuando es constatado, cada día, por millones de individuos, cuyo número crece sin cesar y que no son ni más necios ni más ciegos que otros? Vendrá, pues, un momento en el que ya no encontrará a negadores, como no los hay ahora para el movimiento de la Tierra. ¡Cuántas oposiciones ese último hecho provocó! Por mucho tiempo, a los incrédulos no les faltaban buenas razones aparentes para ponerlo en duda. «¿Cómo creer –decían ellos– en la existencia de antípodas, que caminan cabeza abajo? ¿Y si la Tierra gira, como se supone, cómo creer que estemos, nosotros mismos, todas las veinticuatro horas, en esta posición incómoda sin darnos cuenta de eso? En esa situación, no podríamos quedar más fijos en la Tierra que si deseáramos caminar por un techo, los pies en el aire, a manera de moscas. ¿Y además, qué sería de los mares? ¿El agua no se derrama cuando se inclina el jarrón? Esa cosa es simplemente imposible, por lo tanto es absurda y Galileo es un loco». 

Sin embargo, al ser un hecho esa cosa absurda, triunfó sobre todas las razones contrarias y todos los anatemas. ¿Qué faltaba para ser admitida su posibilidad? El conocimiento de la ley natural en la cual se basa. Si Galileo se hubiera contentado en decir que la Tierra giraba, todavía en la época actual no se le creería; pero las negaciones cayeron ante el conocimiento del principio. Pasará lo mismo con el Espiritismo; como se basa en un hecho material que existe en virtud de una ley explicada y demostrada que le quita todo carácter sobrenatural y maravilloso, es imperecedero. Aquellos que niegan la posibilidad de las manifestaciones están en el mismo caso de aquellos que negaban el movimiento de la Tierra. La mayoría niega la causa primera, es decir, el alma, su sobrevivencia o su individualidad; no es sorprendente, pues, que nieguen el efecto. Juzgan en base al simple enunciado del hecho y lo declaran absurdo, como antiguamente se declaraba absurda la creencia en los antípodas. 

¿Pero qué puede la opinión de ellos contra un fenómeno constatado por la observación y demostrado por una ley de la naturaleza? Al ser el movimiento de la Tierra un hecho puramente científico, su constatación no estaba al alcance del vulgo; fue necesario aceptarlo basándose en la fe de los sabios. Pero el Espiritismo tiene más a su favor: puede ser constatado por todo el mundo, lo que explica su propagación tan rápida. Todo descubrimiento nuevo de alguna importancia tiene consecuencias graves en mayor o menor grado. 

El del movimiento de la Tierra y de la ley de la gravitación que rige ese movimiento ha tenido consecuencias incalculables. La ciencia ha visto abrirse, ante sí, un nuevo campo de exploración y no se podrían enumerar todos los descubrimientos, las invenciones y las aplicaciones que han sido el efecto de eso. El progreso de la ciencia ha llevado al de la industria y el progreso de la industria ha cambiado la manera de vivir, las costumbres, en suma, todas las condiciones de ser de la humanidad. 

El conocimiento de las relaciones del mundo visible y del mundo invisible tiene consecuencias aún más directas y más inmediatamente prácticas, porque está al alcance de todas las individualidades y les 
interesa a todas. Al tener que morir necesariamente cada persona, nadie puede ser indiferente a lo que ocurrirá consigo mismo después de su muerte. Por la certidumbre que el Espiritismo da del futuro, cambia la manera de ver e influye sobre la moralidad. Sofocando el egoísmo, modificará profundamente las relaciones sociales de individuo a individuo y de pueblo a pueblo. 

Muchos reformadores de pensamientos generosos han formulado doctrinas más o menos seductoras; pero esas doctrinas sólo han tenido, en su mayoría, un éxito de secta, temporal y circunscrito. Ha sido y será siempre así de las teorías puramente sistemáticas, porque no les está dado a las personas en la Tierra concebir algo completo y perfecto. El Espiritismo, al contrario, al apoyarse no sobre una idea preconcebida, sino sobre hechos patentes, está a cubierto de esas fluctuaciones y sólo puede engrandecerse a medida que esos hechos sean difundidos, mejor conocidos y mejor comprendidos. Ahora bien, ningún poder humano podría impedir la divulgación de hechos que cada uno puede constatar; constatados los hechos, nadie puede impedir las consecuencias que derivan de ellos. Esas consecuencias son acá una revolución completa en las ideas y en la manera de ver las cosas de este mundo y del otro; antes de que este siglo haya transcurrido, esa revolución estará consumada. Pero, se dirá, al lado de los hechos tenéis una teoría, una doctrina; ¿quién os dice que esa teoría no sufrirá variaciones; que la de hoy será la misma en algunos años? Sin duda, puede sufrir modificaciones en sus detalles a consecuencia de nuevas observaciones; pero al ser obtenido el principio en lo sucesivo, no podrá variar y mucho menos ser anulado; está allí lo esencial. 

Desde Copérnico y Galileo, se ha calculado mejor el movimiento de la Tierra y de los astros, pero del hecho del movimiento ha quedado el principio. Hemos dicho que el Espiritismo es, ante todo, una ciencia de observación; es lo que le da fuerza frente a los ataques de los cuales es objeto y da a sus adeptos una fe inquebrantable. Todos los razonamientos con que se les objeta a los adeptos caen ante los hechos y esos razonamientos tienen tanto menos valor a los ojos de los adeptos cuanto saben que son interesados. En vano, se les dice que eso no es así, o que es otra cosa; ellos contestan: «No podemos negar la evidencia ». Incluso si hubiera sólo un adepto, éste podría creerse el juguete de una ilusión; pero cuando millones de individuos ven la misma cosa, en todos los países, se concluye lógicamente que son los negadores los que se engañan. 

Si los hechos espíritas solamente tuvieran como resultado satisfacer la curiosidad, seguramente sólo causarían una preocupación momentánea, como todo lo que es inútil. Pero las consecuencias que derivan de ellos tocan el corazón, vuelven felices a las personas, satisfacen las aspiraciones, colman el vacío profundizado por la duda, lanzan luz sobre la temible cuestión del futuro; mucho más, se ve una causa poderosa de moralización para la sociedad; esas consecuencias tienen, pues, un gran interés; ahora bien, no se renuncia fácilmente a lo que es una fuente de felicidad. No es, de seguro, ni con la perspectiva de la nada, ni con la de las llamas eternas, que se apartará a los Espíritas de su creencia. 

El Espiritismo no se alejará de la verdad y no tendrá nada que temer de las opiniones contradictorias, mientras su teoría científica y su doctrina moral sean una deducción de los hechos observados de manera escrupulosa y concienzuda, sin prejuicios ni sistemas preconcebidos. Es ante una observación más completa que todas las teorías prematuras y arriesgadas, nacidas en el origen de los fenómenos espíritas modernos, han caído y se han fundido en la imponente unidad que existe hoy en día y contra la cual persisten no más que escasas individualidades, que disminuyen todos los días. Las lagunas que la teoría actual todavía pueda contener se colmarán de la misma manera. 

El Espiritismo está lejos de haber dicho su última palabra en cuanto a sus consecuencias, pero es inquebrantable en su base, porque esa base se asienta sobre hechos. Que los Espíritas no tengan, pues, temor: el futuro es de ellos; que dejen que sus adversarios se debatan bajo la opresión de la verdad, que los ofusca, pues toda negación es impotente contra la evidencia, que triunfa inevitablemente por la propia fuerza de las circunstancias. Es una cuestión de tiempo y, en este siglo, el tiempo camina a paso de gigante bajo el impulso del progreso. 

Allan Kardec 
Revista Espírita 1862-1865

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                              CRISOL 

 
¿Cómo es posible que el Espíritu quiera nacer entre personas de mala vida? 
“Es preciso que sea enviado a un medio en el que pueda sufrir la prueba que ha pedido. ¡Así es! Tiene que haber analogía. Para luchar contra el instinto de la delincuencia, es necesario que el Espíritu se encuentre entre personas de esa clase.” 
El Libro de los Espíritus. Pregunta No. 260
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Muchas veces, en la Tierra, en la posición de cultivadores de la delincuencia, conseguimos escapar de los centinelas del castigo. 
Faltas no previstas en la legislación terrestre, como son ciertos actos de crueldad y muchos crímenes de la ingratitud, muros adentro de nuestra vida particular, casi siempre acarrean la caída y la perturbación, la enfermedad y la muerte de criaturas que la Divina Bondad nos pone en el camino. 
Otras veces, positivamente manchados con el estigma de la culpa, conseguimos aligerar nuestras penas o exonerarnos de ellas sobornando conciencias engañosas, en el recinto de los tribunales. 
Sin embargo, la recta justicia nos espera infalible y, más allá de la muerte, aun incluso cuando hayamos legado al mundo vastas parcelas de cultura y méritos, he aquí que las marcas de ignominia nos resaltan del ser, expuestas entonces a la Gran Luz. 
En esa crisis inesperada, nosotros mismos imploramos retorno y readmisión en los cursos de trabajo en que habíamos desmandado la deserción y la omisión, a fin de resarcir los débitos que los hombres no conocieron, pero que vibran, obcecados, en el fondo de nuestras almas. 
Es así que volvemos al crisol hirviente de la purgación, reanudando en los hilos de la consanguinidad la presencia de aquellos que más herimos, para devolverles en ternura y devoción los patrimonios dilapidados, rearticulando los eslabones de la armonía que nos ligan a todos en la universalidad de la vida, ante la Ley. 
Veneremos de ese modo en el hogar humano, no sólo el templo de cariño en que abastecemos las fuerzas en el ejercicio del bien eterno, sino igualmente la ruda escuela de la regeneración en que reanudamos la convivencia con los viejos adversarios que nosotros mismos creamos, para que resurjan en la forma de aversiones instintivas y desafectos ocultos, que nos constriñen cada hora a la lección de la renuncia y al mensaje del sacrificio. 
Y por más inquietante que nos figuremos la experiencia en el reformatorio doméstico, guardemos en su interior extrema devoción al deber, perdonando y ayudando, comprendiendo y amparando sin descansar, pues solamente aquel que se engrandeció entre las cuatro paredes de su propia casa, en verdad es el que puede servir a la obra de Dios en el vasto campo del mundo. 

Emmnauel.
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LOS MÉDIUMS INVOLUNTARIOS O NATURALES.

Esta facultad no es por sí misma el indicio de un estado patológico, porque no es incompatible con una salud perfecta. Si el que la posee sufre, es por razón de una causa extraña; así los medios terapéuticos son impotentes para hacerla cesar. Puede, en algunos casos, ser consecuencia de cierta debilidad orgánica, pero nunca es causa eficiente. No se podría, pues, razonablemente,concebir ninguna inquietud al punto de vista higiénico; no podrá tener ningún inconveniente, a no ser que si el sujeto que ha llegado a ser médium facultativo, abuse de la facultad, porque entonces habría en él emisión demasiado abundante de fluido vital, y a consecuencia debilidad de los órganos.
Por lo mismo que estos fenómenos corresponden al orden moral, se debe evitar con un cuidado no menos escrupuloso todo lo que pueda sobreexcitar la imaginación. Se saben los accidentes que puede ocasionar el miedo, y se sería menos imprudente si se conocía todos los casos de locura y de epilepsia que tienen son origen en los cuentos de hechiceros y brujerías. ¿Qué sería, pues, si se persuadía que es el diablo? Los que difunden tales ideas no saben la responsabilidad que contraen: pueden matar. Pues el peligro no es sólo para el sujeto, es también para los que le rodean, que pueden asustarse pensando que su casa es una guarida de demonios. Esta funesta creencia es la que ha causado tantos actos atroces en los tiempos de ignorancia. Con un poco más de discernimiento, sin embargo, se hubiera podido pensar que quemando el cuerpo poseído por el diablo, no se quemaba al diablo.
Lo que es preciso hacer cuando una facultad semejante se desenvuelve espontáneamente en un individuo, es dejar al fenómeno seguir su curso natural: la Naturaleza es más prudente que los hombres; la Providencia, por otra parte, tiene sus miras, y el más pequeño puede ser instrumento de los más grandes designios. Pero es menester convenir en que este fenómeno adquiere algunas veces proporciones fatigosas e importunas para todos; (1) pero he aquí en todos los casos lo que deberá hacerse.
En el cap. V., de las Manifestaciones físicas espontáneas hemos dado ya algunos consejos con este objeto, diciendo que es necesario procurar ponerse en relación con el Espíritu para saber de él lo que quiere. El siguiente medio está igualmente fundado sobre la
observación.
Los seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son, generalmente, Espíritus de un orden inferior, y que se pueden dominar por el ascendiente moral; este ascendiente es el que es preciso tratar de adquirir.

EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.

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