viernes, 27 de mayo de 2022

Soñar con quien ya partió

  INQUIETUDES

1.- Soñar con alguien que ya partió

2- Saber morir

3.- La Ley de Igualdad

4.-  El conocimiento de la muerte


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SOÑAR CON ALGUIEN QUE YA PARTIÓ ....

                                


Es una bendición, se lo merecen ambas partes.

Ellos vienen a verte o viceversa, tú vas hacia ellos.

Físicamente, ya no están contigo, pero en espíritu están viviendo normalmente, estudiando, trabajando y lo que es importante, evolucionando.

A veces aparecen en tus sueños, para satisfacer tus anhelos, en un abrazo, una sonrisa, una palabra amistosa o un saludo.

Vienen a decirte que no te han olvidado, que te siguen cuidando, pero sobre todo, que te siguen queriendo.

Así que no te levantes triste porque se hayan ido, agradece que hayan venido a visitarte y a expresarte su amor.

Y lo más importante, siguen vivos, y un día se volverán a encontrar, y ese día será mágico.

- Johnny Moix -


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                             SABER MORIR

Morir. De este destino, ningún ser humano escapará. Y sin embargo, ¡cómo tememos ese momento! Con qué dolor pensamos la mayoría de nosotros en el momento de la muerte.
Nos han enseñado a temer a la muerte. Se nos presenta como sinónimo de lágrimas, de un instante de oscuridad, de separación definitiva de nuestros seres queridos.
Abismo y tristeza. Aprendemos que la muerte está hecha de luto y de misterios, de niebla y de añoranza.
Pero es necesario prepararse para la llegada de la hora final. Al fin y al cabo, cada día reduce nuestra estancia en la Tierra.
Desde que nacemos, cada respiración señala la reducción de nuestro tiempo en el planeta.
Como el ritmo de la vida material nos envuelve, casi sin darnos cuenta, dejamos de lado el recordatorio de que estamos dando un paso más hacia la muerte.
El fin es sólo del cuerpo físico, porque el alma -la esencia de lo que somos- existirá para siempre. Los siglos pasarán, pero nosotros - nosotros - sobreviviremos.
En este largo camino que es la vida, aprenderemos mucho. Otros amores, familiares, lugares y situaciones enriquecerán nuestra experiencia.
Y muchos otros organismos servirán de instrumentos para nuestro aprendizaje.
Por lo tanto, no te apegues demasiado al cuerpo. Es muy importante, pero es una herramienta de trabajo. En ella sólo tenemos una ayuda para nuestra educación.
Con la ayuda de este cuerpo vivimos en la tierra, construimos una familia y nos relacionamos con otros seres humanos. Es esencial para la vida en sociedad que entierre nuestro Espíritu.
En el contacto con otras personas tenemos la oportunidad de ejercitar la paciencia, la tolerancia, la solidaridad y la ética.
En definitiva, poner en práctica gestos y situaciones que son puras manifestaciones de amor.
¿Y no es ése el mayor objetivo de nuestra vida: descubrir, ejercitar y experimentar el amor?
No hay nada que temer en la muerte cuando la vida está llena de amor, cuando los días están perfumados por la bondad, cuando la conciencia es recta y el deber se cumple.
Los que viven así -con un corazón tranquilo y sembrando alegrías- esperan que la vida cumpla su ciclo natural.
Para ellos, la hora de la muerte es serena. Abrirá los portales de un mundo nuevo, lleno de descubrimientos: la Casa del Padre Celestial.
Un buen hombre muere como quien descansa después de un día de trabajo bien hecho. No tiene apego a nada, pues sabe que debe devolver a Dios todo lo que ha recibido.
La renovación es la regla general de la naturaleza. Cuando llega la muerte es el momento de devolver al mundo el frágil cuerpo, que se mezclará con las aguas y la tierra.
Se consumirá, alimentará a los microorganismos. Otros seres vivirán a partir de ahí.
Y el hombre que usó ese cuerpo estará lejos: abrirá sus brazos hacia el infinito. Sus ojos contemplarán estrellas, luces, colores y formas nunca soñadas.
Seguirá con su corazón en la celebración. Preparada para nuevas experiencias, dispuesta a aprender y a amar.

El poeta
Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura, escribió sobre su propia muerte:
Es hora de irse, mis hermanos, mis hermanas.
Ya he devuelto las llaves de mi puerta
Y renuncio a cualquier derecho a mi casa.
Fuimos vecinos durante mucho tiempo
Y recibí más de lo que podía dar.

Ahora el día se está rompiendo
Y la lámpara que iluminaba mi rincón oscuro se ha apagado. La convocatoria ha llegado y estoy listo para mi viaje.
No preguntes qué me llevo: voy con las manos vacías y el corazón confiado.

- Johnny Moix -

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La Ley de Igualdad

       Por esta ley todos aspiramos a sentirnos en una igualdad social que  le de sentido a la Ley de Justicia Divina, que actúa inmanente en todos los. ámbitos de la  naturaleza humana.

A simple vista no parece que exista esta ley en nuestro mundo, tan lleno de desigualdades humanas y de injusticias aparentes.

Sin embargo la ley de Igualdad existe naturalmente, y se manifiesta en cada persona como un sentimiento de unidad en lo común, como partes individuales de un todo común y social que nos engloba a todos, ya sea familia, pueblo, nación, etc. del mismo modo que son iguales o semejantes todas las hojas de un mismo árbol al que pertenecen las mismas, aunque nuestras imperfecciones humanas muchas veces llegan a eclipsar esos sentimientos de igualdad y de unidad.

Dios nos creó a todos iguales y nuestro comienzo en el caminar evolutivo fue igual y semejante para todos, aunque la andadura evolutiva de cada uno comenzó en diferente momento o época y el libre albedrío que Dios nos otorgó nos permitió seguir muy diversas sendas de los unos con respecto a los otros. Esto explica las diferencias espirituales y morales humanas, teniendo en cuenta además el hecho de que no todos hemos sido creados al mismo tiempo, unos han vivido más que otros, del mismo modo en que el anciano sabe de la vida más que el niño por la experiencia de los años vividos.

Vemos desigualdades en las condiciones humanas, intelectuales y morales, así como de aptitudes entre las personas; sin embargo la mezcolanza de todas las aptitudes, condiciones y desigualdades, en su diversidad y en su conjunto, es necesaria para el progreso social del conjunto humano.

Otra cosa bien distinta es el caso de las desigualdades sociales, que son a veces  producto y resultado global del orgullo, del egoísmo y de la falta de caridad de los humanos, pero también lo son muchas veces por el diferente mérito y el diferente nivel de esfuerzo y de trabajo de unos con respecto a otros. Es lógico que un hombre por un trabajo de mucha repercusión social, que le ha costado muchos años de esfuerzo y sacrificio para poder estar capacitado para hacerlo bien, sea remunerado por él, en un nivel mucho más alto que el que su trabajo no le ha supuesto un esfuerzo tan largo o intenso, por tanto los niveles sociales entre ambos vendrán dados por los niveles económicos respectivos, que nunca podrán ser iguales.

Por esta Ley de Igualdad, todos aspiramos a ver algún día superados en nuestro mundo las injusticias y las discriminaciones tanto individuales como colectivas o sociales, que permanecen aún como un viejo atavismo cada vez con menos sentido, por injusto y fuera de lugar. Así, vemos que el sentido natural de la igualdad va unido al sentido de la justicia.

El conocimiento y aceptación de la Reencarnación, nos ayudará a respetar y amar a nuestros semejantes, reconociéndolos como iguales a nosotros, aunque socialmente en la vida actual no seamos iguales ni estemos en los mismos niveles en cuanto a lo físico, lo social y lo moral.  Del mismo modo  admitimos o respetamos que haya prototipos físicos de muchos tipos: altos, bajos, gorditos, delgados, morenos, rubios, etc. En realidad, lo único que nos diferencia a unos de otros, es el diferente escalón que ocupamos en la larga escalera de la evolución .

- Jose L. Martín-

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EL CONOCIMIENTO DE LA MUERTE

Uno de los capítulos de más transcendencia de la  filosofía espirita es el conocimiento de la muerte.

De la resolución del problema de la muerte vendría la solución de innumerables problemas en torno de los cuales se debaten sin resultado fructífero la ciencia oficial y las religiones. Son cuestiones que se eternizan sin la firme esperanza de un acuerdo bajo las bases de la verdad y de la justicia.

La “salud y fraternidad” que subscriben los papeles oficiales, el “orden y progreso” que constituye la insignia de nuestra bandera ( la de Brasil), todos estos nobles ideales que deben guiar a los pueblos y erguir a las naciones, y sirven de soportes máximos de la ciencia y de la moral no ha tenido aplicación decisiva por faltar en ellos la linfa de la vida, única fuerza capaz de establecer el equilibrio de los pueblos y mantener la integridad de los gobiernos en el ejercicio de su tarea de gobernar con justicia y equidad.

¡ Esa linfa, esa fuerza solo puede nacer de la solución del problema de la muerte. sin la revelación de ese misterio, la humanidad continuará paralizada en su ascensión para la luz, los sabios permanecerán en el circulo vicioso de las concepciones abstractas y las religiones limitadas a la tierra nada más harán que recibir al hombre en la cuna y entregarlo en el Túmulo!

Religión sin ciencia, ciencia sin estudio, sin pesquisa, sin verdad, qué bienes podrán proporcionar a la inteligencia, que ya levantó su vuelo, y en un salto elevado de raciocinio sabe ya inquirir sobre su destino, para guiarse bien en el camino de la vida!

Los más graves `problemas humanos, repetimos, solo pueden ser resueltos cuando la muerte raja el velo del misterio y se presenta en su magnífica realidad.

Mas no se puede estudiar la muerte sin estudiar la vida, no se puede estudiar lo que no se ve sin conocerse lo que se ve.

Urge que comencemos nuestras pesquisas de lo conocido para lo desconocido, de lo visible para lo invisible, de la materia para la esencia, de lo físico para lo psíquico.

No ponemos en duda que la humanidad haya progresado y que la ciencia haya revelado, en el campo de la fisiología, misterios que parecían insondables. Basta recordar el descubrimiento de Harvey, que señala una fecha memorable en el progreso de la medicina, el de Jenner, abriendo el larguísimo campo de la microbiología al descubrir la vacuna; los trabajos de Bésale sobre el estudio anatómico del cuerpo humano; el de Bell sobre las funciones de los nervios espinales; el de Pasteur, uno de los más ilustres sabios del siglo XIX, aunque no fuese médico, ni farmacéutico, para ver que la fisiología no ha paralizado su acción progresiva, como suele acontecer en todas las ciencias.

¿Mas habrá  llegado a la meta, al non plus ultra de las realidades?

Es una pregunta que nadie será capaz de responder afirmativamente. Al contrario, los más competentes fisiólogos de nuestra época son unánimes al afirmar que la fisiología está muy ajena a la explicación de los fenómenos de ectoplasmia, así como de otros tantos, visibles y tangibles, que causan profunda perturbación a los doctos de nuestros tiempos. Del mismo modo, la química no explica las producciones de flores y de hierbas que aparecen repentinamente en las sesiones espiritas, no explica la agregación y desagregación de cuerpos, en esas mismas experiencias; y ni la física es capaz de dar la razón de la levitación de cuerpos, sin contacto aparente, contrariando las leyes establecidas de atracción y repulsión , o de gravedad.

La ciencia oficial, es innegable, está en las fajas de la infancia, es la razón por la que no tenemos conocimiento de la muerte.

Foméntese el estudio, invítese al sabio a progresar, ya que constituye dictador de leyes que rigen los fenómenos más conocidos de nuestro mundo; obligarlos a dejar la comodidad de sus salones tapizados, sustituyéndolos por el laboratorio, por el gabinete de análisis, de investigación, y muy en breve nuestra humanidad caminará por uno u otro camino en el que brillen las luces de los grandes ideales. Lo que la filosofía no alcanza, lo alcanza la psicología; lo que la química no puede resolver, una química más elevada nos dará la solución; lo que la física no hiciere, lo hará la física transcendente.

Elproblema de la muerte está íntimamente ligado a la solución del problema de la organización humana, o antes, de la organización del hombre. Sin el estudio imparcial y criterioso del hombre ese problema se conserva insoluble.

El inicio de este trabajo ya está magníficamente trazado por el Espiritismo.

Según los hechos espontáneos y provocados para la realización del gran desiderátum, se verificó que el hombre es un ser transcendente compuesto de cuerpo y espíritu, y que el espíritu es retenido al cuerpo por un mediador que lo envuelve llamado, por eso, periespiritu.

El conocimiento del periespiritu viene a llenar una gran laguna, esclareciendo muchos fenómenos de la fisiología.

Estudiándose al hombre a primera vista, se encuentra en él un primer motor, invisible e intangible, que es la vida. Más esta fuerza no puede dejar de tener una acción determinada, pues, como dice Geoffroy Saint Hilaire, “la vida es al mismo tiempo organizadora, conservadora y reparadora, conforme un modelo ideal.” Este modelo no puede absolutamente consistir en el hombre exterior, carnal, que se transforma sin cesar. Antes, debe ser en el periespiritu en el que se incorporan las moléculas materiales, los átomos que forman el organismo corporal.

En fin, el estudio del periespiritu es la base del estudio del hombre, en su ser complejo. Sin ese estudio es absolutamente imposible llegar al conocimiento de la muerte y su misterio.

Las propiedades funcionales del periespiritu resuelven aun cuestiones de alta importancia para la fisiología, como el agrupamiento en la forma orgánica de las innumerables células que constituyen nuestro cuerpo; la conservación de la individualidad física e intelectual, a pesar de la renovación perpetua de las moléculas, las relaciones entre lo físico y lo moral; y otras tantas, como tendremos ocasión de recordar más tarde.

Es llegada la época en la que el hombre tendrá la verdadera noción de su individualidad para mejor trabajar por su progreso.

La ciencia, si no quiere mantenerse retrasada, tiene la obligación de tomar en serio estos estudios, que constituyen el punto de partida de todos los conocimientos que deben ilustrar las generaciones venideras.

Cairbar Schutel- CASA EDITORA O CLARIM

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