Doy la bienvenida a los lectores y seguidores de " Albacete espírita", que ya ha cesado en su tarea divulgativa.
Podemos ver aquí:
- El camino del bien
- Espíritus libres
- El método de Kardec
-El Espiritismo es universal
- Frase de Chico Xavier
-Comentarios de Merchita
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EL CAMINO DEL BIEN
629.- ¿Qué definición se puede dar de la moral?– “La moral es la regla para conducirse bien, vale expresar, la distinción entre el bien y el mal. Se basa en la observancia de la ley de Dios. El hombre se comporta bien cuando hace todo con miras al bien de todos, porque en tal caso está observando la ley de Dios”.
Antes de comenzar con esta exposición es preciso realizar algunas aclaraciones al respecto de lo que consideramos bien y mal, lo que es bueno y lo que es malo. Podríamos dedicar varios libros a elucidar este tema, sin embargo no es el objeto de este artículo.
Lo primero es establecer que el concepto de bien y mal está por encima del tiempo, época o lugar; es un concepto diáfano. Otra cosa es que el ser humano, a lo largo de los siglos, vaya evolucionando y comprendiendo mejor todo lo que a él le concierne, a su vida, a la sociedad; vaya perfeccionando su comportamiento, sus leyes, normas y conceptos de verdad. La verdad es una sola. Nosotros, como seres humanos, partimos de cero desde los albores de la humanidad y vamos cambiando, tanto las costumbres como las tradiciones, y todo aquello que en un momento pudo ser bueno, correcto y que todos aceptaban, cuando la sociedad avanza, adelanta y se va perfeccionando, muchas cosas van quedando caducas, ya no nos sirven, las vemos como disparates incluso, y por lo tanto se prescinde de todo ello.
Asimismo ocurre con la responsabilidad: somos responsables de nuestras acciones, pero en justicia también lo somos en virtud del grado de conocimiento y preparación que hemos adquirido; no se puede juzgar lo mismo a un sabio y erudito que es plenamente consciente de que puede trasgredir una ley o una norma, de aquel que apenas tiene conocimiento y desconoce los fundamentos de las leyes que nos rigen; aunque haya errado en sus comportamientos o acciones y tenga su parte de responsabilidad, goza del atenuante del desconocimiento y de la ausencia en su voluntad de haber querido transgredir la ley.
Al margen de los hechos, lo que trasciende es la intencionalidad del individuo, lo que esconde detrás de sus deseos, las miras y los objetivos que marcan el rumbo de su vida. Toda falta que deba de pagarse, o dicho de otro modo, corregirse. La moralidad es la regla que nos debe iluminar el camino en este sentido, hacer uso de la conciencia, la regla de oro que es no desear para los demás lo que no deseamos para nosotros mismos. Pero para esto debe anidar en nosotros un sentido de justicia y dignidad, entendiendo que esta moralidad es el camino a seguir, percibir y desarrollar, con la convicción de que estamos hechos para nuestro continuo perfeccionamiento, persiguiendo la unión con todos los individuos como parte de ese todo del que no podemos sustraernos.
El bien está basado en la búsqueda de la felicidad por medio del perfeccionamiento, la auto-superación personal, la contribución a la mejora de la sociedad, por la mejora de uno mismo; todo va en consonancia de lo que cada uno de nosotros vaya alcanzando; esta es la principal cuestión que hemos de asimilar, el hecho de que nos hacemos el bien a nosotros cuando lo procuramos también a los demás. Se trata, más que de hacer el bien fuera de nosotros, de hacer bien las cosas partiendo de uno mismo.
Cuando un padre corrige a su hijo, porque ve la necesidad y tiene la obligación de velar por él, instruyéndolo y evitando que pueda hacerse daño a sí mismo, debido a su falta de experiencia, el hijo podrá percibir que no es bueno para él porque su padre le privó de la libertad de hacer lo que él quería. Sin embargo, aunque al hijo le parezca mal y no lo comprenda, el padre está actuando bien y el tiempo le dará la razón. Luego, podemos comprender que las cosas muchas veces no son lo que parecen, pero el resultado final hace que todo vaya a su lugar.
El bien y el mal son conceptos claros, porque son aquello que sale de nuestro interior, y que según sean nuestros objetivos, intenciones e intereses, así serán los resultados, positivos o negativos. No es fruto de la casualidad ni de otro tipo de conjeturas. Es mucho más sencillo. En plan espiritual, todos tenemos capacidad más que suficiente para entender y diferenciar el bien del mal, sin más complicaciones; basta con escuchar la voz de nuestra conciencia y con sinceridad admitir que lo que hacemos a los demás lo querríamos para nosotros.
A nuestro entender, el concepto del bien y el mal va unido al concepto de evolución; aquel que está imbuido de un deseo de progreso sabrá marcarse sus límites, sabrá hasta dónde puede llegar, dónde termina su libertad y empieza la del otro, y tomará en cada momento de su vida la sabia decisión de vencer las tentaciones propias de la materia y de las debilidades que esta conlleva, por su propia naturaleza, al mismo tiempo que, reconociendo un ser Creador superior, Padre de todo lo creado, irá admitiendo y comprendiendo, a lo largo de su vida como espíritu, cada vez mucho mejor sus leyes.
No por mucho querer saber de filosofía podemos estar más acertados en nuestras conclusiones; a veces, un poco de humildad puede resolvernos planteamientos y papeletas que de otro modo podríamos necesitar de muchas vidas para llegar al mismo sitio, una vez cansados de darle vueltas a cuestiones que atañen más a nuestro interior, a la intuición, a la conciencia.
Para todos aquellos que ni siquiera aceptan que existe un Dios huelga todo lo demás, procurarán respetar las leyes de los hombres y, aunque no lo crean, obedecerán a los impulsos de su propia conciencia, que preside todos nuestros actos, creamos en ella o no, salvo que por intereses egoístas la desoigamos.
Como ocurre con todas las cosas y ya lo hemos mencionado más arriba, la moral es algo que también está sujeta a la propia evolución del individuo, y que va desde los que son capaces de matar a su propia madre a aquellos que son incapaces de pisar a una hormiga; la distancia moral que los separa es enorme, sin embargo la ley Universal, la ley De Dios, es igual para todos, con la salvedad de que a cada uno pedirá cuentas según su grado de evolución. Las matemáticas son una ciencia muy amplia, pero a los alumnos de primero no se les puede poner deberes de un alumno de último curso, ha de ir aprendiendo poco a poco; así es la moral, un concepto que aborda infinidad de valores, pero que vamos adquiriendo a lo largo de los siglos.
- El hombre, sujeto como está al error, ¿no puede equivocarse en la evaluación del bien y del mal, y creer que hace bien cuando en realidad está haciendo mal? -Jesús os lo dijo: Ved lo que quisieseis que se os hiciese o no se os hiciese. Todo está allí. No os equivocaréis. (Allan Kardec, El Libro de los Espíritus, El bien y el mal).
Del artículo publicado el mes anterior llegamos a la conclusión de que el espíritu es creado puro e inocente, careciendo de imperfecciones, y que tiene las mismas propiedades para practicar el bien como para practicar el mal. Tiene fuerza de voluntad, intuición, libre albedrío y conciencia; todas estas facultades le ayudan a escoger el camino por él deseado, estando claro que estas facultades o características de los espíritus se van desarrollando a medida que van alcanzando más y más elevación, pero desde su punto de partida y creación como espíritu libre e individualizado ya cuenta con estas características latentes.
Con lo cual, es de sentido común aceptar que en el camino del bien no es necesario pasar por el mal inevitablemente, adquirir todos los vicios y defectos en los que podemos hundirnos y complicarnos la evolución con vidas difíciles y tortuosas. Se puede escoger perfectamente el camino del bien, sin necesidad de pasar por el camino del mal.
En la misma obra “El Libro de los Espíritus”, pregunta 631: ¿Tiene el hombre, de por sí, los medios para distinguir lo que está bien de aquello otro que está mal? Sí, cuando cree en Dios y quiere saberlo. Dios le ha concedido la inteligencia para discernir lo uno de lo otro.
Como podemos observar en nuestro mundo, que es un mundo de expiación y de pruebas, cada uno de nosotros se halla en un estado de evolución, con diferentes cualidades, defectos y virtudes; hay una gran escala de espíritus, no todos pasamos por las mismas vicisitudes, ni reaccionamos igual ante las mismas circunstancias, muchas de ellas comunes a todos nosotros por compartir este tiempo y este espacio; los hay que aprenden más rápidamente de las experiencias que viven y no vuelven a cometer los mismos errores; los hay que, no sólo tropiezan una y otra vez en la misma piedra, sino que, además, convierten sus defectos en virtudes, confunden una cosa con la otra, no quieren reconocer que la mayoría de los males que les aquejan son debido a su modo de ser y de obrar.
Es menester comprender que sí que debemos pasar por las mismas pruebas, todos sin excepción, al igual que un alumnado tiene que aprender las mismas lecciones y superar los mismos exámenes, pero cada uno de ellos obtiene unos resultados, fruto de su estudio y de su esfuerzo; ahí no hay influencias ni favoritismo, porque las leyes universales no conceden privilegios a nadie; son iguales para todos, de lo contrario no se le podría llamar ley.
No todos hacemos el mismo uso de la fuerza de voluntad que Dios nos ha dado, muchos sólo lo hacemos en aquello que pueda redundar en nuestro beneficio, sin contemplar ni tener en cuenta las leyes de Dios. Estas las llevamos todos sin excepción escritas en la conciencia. No hacemos siempre un uso positivo de nuestra inteligencia, sino sólo para practicar y redundar en el mal, sin pensar en el daño que podemos causar a nuestro prójimo. De las mismas experiencias, mientras que unos aprenden y reaccionan hacia el camino del bien, aunque les cueste mucho dolor y sacrificio, otros sólo se satisfacen del mal que pueden provocar; está en ello implícito el libre albedrío y el uso de nuestra voluntad.
La voluntad es la herramienta que posee el espíritu para rechazar el mal, no caer en el camino de lo fácil y violar las leyes de Dios; si ésta no se emplea y además no se usa la inteligencia positivamente, es entonces cuando cometemos los errores y complicamos nuestro futuro evolutivo, que sembramos de sufrimientos en las próximas encarnaciones.
La intuición también le ayuda, pues tiene el canal limpio; así va aplicando sus valores y tomando unas u otras decisiones en ese entorno hostil en el que comienza su evolución. Habría también que considerar que el entorno o el medio ambiente en el que comienzan a tomar materia los espíritus cuando Dios los coloca en el principio del camino, debe ser el más adecuado para que comience a movilizar sus recursos y aproveche al máximo los pocos años que suelen durar las existencias en esos mundos primitivos. Aunque, por otro lado, entre una y otra encarnación no se demora mucho, porque lo que más necesita ese espíritu es tener muchas experiencias, encarnar lo más inmediato posible, para ir progresando de la forma más rápida. A medida que el espíritu se va elevando, los intervalos que permanece en el mundo espiritual entre una y otra existencia se hacen más largos.
Así pues, en el caso de un espíritu que comienza en la materia después de una existencia en la que no adquirió nada de maldad, no se puede elevar mucho, como es lógico y natural, pero siente una gran ilusión cuando se ve en el espacio y ve que ha obrado bien, resistiendo las tentaciones, desechando todo aquello que le puede perjudicar, y se propone volver a encarnar cuanto antes. Es el principio de su vida como espíritu; tiene un montón de ganas de tomar nuevas experiencias y nuevas encarnaciones, y va cumpliendo vida tras vida, durante el tiempo necesario, con todo aquello a lo que ha estado destinado y por ley de evolución se le ha ido encomendando con esas materias.
“El bien es todo aquello que está de acuerdo con la ley de Dios, y el mal, todo lo que de ella se aparta. Así pues, realizar el bien es conformarse a la ley de Dios. Hacer el mal, infringir dicha ley”. (El bien y el mal, Libro de los Espíritus, Allan Kardec).
Sigue así muchos siglos, la evolución no se da a saltos; aunque no adquiera nada de maldad la evolución se consigue lentamente. Toda esa etapa le ha servido y se va preparando para pasar a un mundo de regeneración; no es preciso que baje a un mundo de expiación, porque no tiene nada que expiar, pero antes debe pasar por un mundo de prueba. Entonces se prepara para que con nada más que tres encarnaciones, en las que se le pondrá a prueba en diferentes aspectos, pueda dar el salto, si las supera, a un mundo de regeneración. Con eso es suficiente para que pase a un mundo superior, en el que tiene que hacer otro trabajo distinto; ya la evolución que tiene es más fácil, porque la prueba fuerte la ha superado.
Así a grandes rasgos puede ser el proceso de evolución de un espíritu que, desde el principio de su vida como tal, no ha cogido nada de maldad ni de imperfecciones, siendo algo que logran muchos espíritus.
“Ya te lo hemos dicho. Los Espíritus fueron creados simples e ignorantes (ver párrafo 115). Dios deja al hombre que escoja el camino: tanto peor para él si opta por el malo… En tal caso, su peregrinaje será más largo”. El bien y el mal, Libro de los Espíritus, Allan Kardec.
El camino del bien por: Fermín Hernández Hernández
©2018, Amor, Paz y Caridad
ESPÍRITUS LIBRES
Consideramos aquéllos ya más evolucionados que, no habiendo completado aún su ciclo de reencarnaciones en el planeta, no están sujetos a tiempo fijo para su vuelta al plano físico, siendo esta vuelta voluntaria, en cuanto a tiempo.
Podemos incluir en este grupo, esa legión de seres que ya vibrando en amor fraterno, continúan en el plano extrafísico cooperando en algunas de las múltiples tareas de socorro, estudio, ayuda y progreso que se realizan en los planos invisibles del espacio.
Porque, necesario es conocer qué, en el espacio hay una actividad realizadora y no ese paraíso de beatitud contemplativa y ociosa, que es, tal vez, la mayor ilusión de los principios teológicos, que oscurecen el sentido divino de la verdadera religión; ya que es contrario a la ley universal de progreso, que es acción.
Después de un tiempo, que varía mucho en cada caso y que puede ser entre unos cincuenta a quinientos años, estos seres sienten que una fuerza inexplicable presiona su mente hacia una nueva encarnación en el plano físico, aunque el tiempo es muy variable y asimismo se dan muchos casos de retorno casi inmediato o de mucho menos tiempo que el señalado en general. Esta «fuerza»que les impulsa al retorno, es una manifestación de la Ley de Evolución que presiona al Espíritu hacia su progreso, a ascender hacia la meta, creando una especie de inconformidad que le hace sentir, cada vez más intensamente, el deseo de volver a la Tierra, ya con una mayor capacitación, a continuar la obra dejada al morir o comenzar una obra nueva, o bien a redimir viejas deudas pendientes todavía por errores en el pasado remoto, dejando esos ambientes maravillosos, que por ley le corresponde disfrutar.
Entonces es, cuando planifica, en el espacio, su programa a realizar, y baja a la Tierra para escoger el lugar, ambiente, futuros padres, etc. A veces, estos últimos ya están esperándole, por compromisos hechos en el espacio, que como humanos no recuerdan. Cuando ya se llega a cierto grado evolutivo, el ser encarnante puede hacer esta selección, y por ende es más responsable de los resultados. Y, para éstos, es indispensable una afinidad de sintonía psíquica de caracteres y tendencias, lo que se dice almas afines. De aquí las semejanzas, ya que los semejantes se atraen y generalmente siguen unidos a través de múltiples existencias en las edades.
Sebastián de Arauco.
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EL MÉTODO DE KARDEC
El método de Kardec pasó a ser el de la Doctrina misma, y en su propia sencillez lleva implícita la garantía de su eficiencia. Podemos compendiarlo así:
1º) Elección de colaboradores mediúmnicos insospechados, tanto en su aspecto moral como en lo que se refiere a la pureza de sus facultades y de la asistencia espiritual que recibían;
2º) análisis riguroso de las comunicaciones, desde el punto de vista lógico, así como su cotejo con las verdades científicas demostradas, descartándose todo material que no pudiera ser justificado lógicamente;
3º) control de las entidades espirituales comunicantes, por medio de la coherencia de sus comunicaciones y del tenor de su lenguaje, y
4º) consenso universal, es decir, concordancia de varias comunicaciones, obtenidas por médiums diferentes, en forma simultánea y en lugares diversos, acerca de un mismo tema.
Apoyado en tales principios, escudado con rigor en ese criterio, Kardec pudo poner por obra la difícil tarea de reunir la serie de informaciones que le permitieron organizar El Libro de los Espíritus. E interesa recordar que ese mismo criterio había sido enseñado en parte por el apóstol Pablo en su Primera Epístola a los Corintios. De suerte que las raíces del método kardeciano están ya en el Nuevo Testamento. Sin embargo, no es posible confundir el sistema doctrinario con los métodos de investigación científica de los fenómenos espíritas. En el trato mediúmnico, la premisa de la existencia del Espíritu y de la posibilidad de la comunicación ya está afirmada, y lo que importa allí es el contralor de la legitimidad del mensaje. En la indagación científica todo se halla aún por descubrir y probar.
Las investigaciones de la ciencia pueden variar hasta lo infinito en lo que atañe a procedimientos y métodos, de acuerdo con el enfoque de cada investigador. Pero las sesiones mediúmnicas no podrían sustraerse al método kardeciano, por cuanto se ha comprobado en la práctica –hace ya un siglo- como el único realmente eficaz y que procede, según hemos visto, de las reuniones mediúmnicas de la era apostólica.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS.* 14
ALLAN KARDEC
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EL ESPIRITISMO ES UNIVERSAL
No pertenece ni a ningún hombre ni a ningún ego.
Es la enseñanza de los Espíritus Superiores, y no hay que olvidar que su objetivo esencial es hacer a los hombres mejores, iniciándonos en la Vida futura y guiando a la Humanidad por el sendero de la justicia y del Amor Universal.
No tiene sacerdotes, ni rituales, ni dogmas, ni jerarquías. Quien cree que es una religión más, debiera leer los Libros de la Codificación Espírita Kardeciana.
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" Nunca hubo en el mundo tantos templos de piedra como los hay ahora para las manifestaciones de religiosidad; pero nunca hubo en el mundo tal volumen de desencanto en las almas, como el que hay ahora."
- Chico Xavier -
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COMENTARIOS DE MERCHITA
Queridos amigos, hola buenos días, todo Espíritu es autor de su destino, grabando en cada experiencia carnal las conquistas y perjuicios que surgen de su conducta. De ese modo, el atavismo que lo lleva a una aparente caída en la escala inferior de la evolución, se trata apenas de un disturbio que el Espíritu se impone para aprender a valorar la vida, mediante expiaciones engrandecedoras y pruebas regeneradoras. En el caso, de criminales natos, en cada uno de ellos, se identifica, el Espíritu primario, en proceso de ajuste a las leyes del orden y de la disciplina, desarmonizado en el grupo social.
El proceso de evolución, es lento, porque aquellos que en él estamos involucrados, optamos por lo inmediato, que son las ilusiones que aparentemente aportan las responsabilidades y las luchas, intoxicando nuestros centros de discernimiento y entorpeciendo la razón.
Sin embargo, hay luz por todas partes, porque el amor de Nuestro Padre está convidando a la renovación y al trabajo, a la conquista de si mismo como paso inicial para la adquisición de la alegría, de la paz y de la felicidad de vivir. Día vendrá, y ya se anuncia, en que el evangelio de Jesús tocará los corazones con más profundidad y el ser humano se levantará de los valles por donde deambula, subiendo la montaña de la liberación, a fin de contemplar y disfrutar los horizontes infinitos de la plenitud. Hasta que llegue ese momento todo el que ame y este despierto para las responsabilidades que le corresponden, debe darse la mano y unirse con aquellos que como él se sienten, sirviendo sin reclamar, ampliando el campo de las realizaciones ennoblecedoras.
Los esclarecimientos y las advertencias ofrecidas por el Espiritismo, constituyen un barco seguro para la travesía en el proceso evolutivo. Son muchos los que, aun informados de la realidad de la vida, optan por las engañosas pasiones de breve duración, entorpeciendo la conciencia en los vapores del egoísmo y de los deseos irrefrenables que los conducen al fracaso. Las herencias negativas y las múltiples vinculaciones con el vicio, crean residuos que permanecen por un largo periodo impregnados en el periespiritu, impidiendo lograr el objetivo que nos proponemos. Para que eso no acontezca, se hace imprescindible todo el empeño y sacrificio personal, renunciando a las fuertes tendencias perturbadoras, a fin de realizar la transformación moral obligatoria para lograr la felicidad.
El conocimiento no basta a persona alguna para ofrecer resistencia ante las inclinaciones para el mal y el desorden interior.
Después de conseguir la enseñanza y el aprendizaje, se hace imprescindible vivenciarlas, paso a paso, momento a momento, manteniendo la vigilancia y la coherencia en la conducta, a fin de no comprometerse negativamente, desviándose del camino de la rectitud.
En lo que se refiere al bien que produce, a la excelencia de los resultados que proporciona, a la calidad de onda de que está constituido, se transforma en un excepcional recurso terapéutico que podemos utilizar en cualquier lugar donde nos encontremos y que, los desencarnados lúcidos y trabajadores frente a la mayor facilidad de elaborarlo, se torna en un instrumento de los más preciosos para la construcción del equilibrio, brindando salud.
Las fijaciones mentales son un trabajo de prolongado curso, realizadas por aquellos que las estiman. Cuando son de calidad inferior, se mantienen perjudicando y enloqueciendo. Es natural que su destrucción ocurra también de manera lenta, a fin de ser evitados los choques emocionales en el comportamiento de los pacientes. La violencia no forma parte de los Códigos Soberanos, porque es una expresión del atraso espiritual de aquel que la desencadena.
Sin acordarnos, que somos lo que cultivamos en nuestro pensamiento. Sembramos vientos mentales y cosechamos tempestades morales avasalladoras. Como no resolvamos la solución de los problemas íntimos, transformando nuestra conducta mental, adquiriendo una lúcida comprensión de las Leyes de Dios para vivenciarlas, estaremos rodeados por los tesoros de la felicidad sin notarlos, por el contrario, debatiéndonos por los lugares en donde nos encontramos.
Es a través del Amor y por medio de la oración los que nos vincula al pensamiento Divino y del cual se extraen fuerzas vigorosas para transmitirlas a favor de los necesitados que, a medida en que van siendo absorbidas, el cuadro en que se encuentran los enfermos se modifica para mejor, alterando el comportamiento emocional y psíquico, para finalmente, propiciarles la recuperación del equilibrio.
Amigos os deseo un día feliz con mucho amor y cariño
Merchita
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