LA PROVIDENCIA DIVINA.
La Omnisciencia Divina establece sus Códigos Soberanos de forma perfecta y sin ninguna improvisación, teniendo en cuenta los acontecimientos que se deberán desarrollar a medida que el progreso señale las conquistas que van siendo conseguidas.
Programando el ministerio de Jesús y la difusión de su doctrina de amor, hizo que Espíritus nobles se sumergiesen en la indumentaria carnal en diferentes períodos del pensamiento histórico, para que las criaturas pudiesen ampliar la percepción en torno a la futura gesta liberadora para las conciencias humanas. Desde tiempos inmemoriales, en los diversos países y culturas, misioneros sabios trajeron, por determinación divina, fragmentos de la Verdad que deberían facilitar el entendimiento de las Leyes de la Vida preparando el advenimiento del Mesías de Nazaret.
De ese modo, jamás faltaron a las criaturas terrestres las directrices de seguridad y las luces del entendimiento que les facultasen generar criterios capaces de despertar los valores eternos que se encontraban adormecidos en el germen del ser. De acuerdo con el nivel de conciencia de cada nivel de la evolución, así como de la dimensión del pensamiento, leyes rigurosas y orientaciones severas abrieron los espacios mentales del ser humano para comprender lentamente los objetivos existenciales y percibir su propia inmortalidad en cuyo océano de bendiciones se encuentra sumergido.
A medida que el perfeccionamiento moral se fue estableciendo, esos códigos de regencia de los destinos se fueron tornando amenos y más compatibles con los procesos naturales de la evolución. Se salía del primitivismo de los instintos para la ética de las costumbres, atenuando la belicosidad salvaje, de forma que la cultura y la civilización se inscribían en los compartimentos emocionales y mentales, purificando el carácter y el sentimiento, aunque en la actualidad aún se ostenten algunos remanentes de la brutalidad y de la sistemática vinculación con la violencia.
Conociendo como prevalecen las manifestaciones primarias sobre la naturaleza espiritual del ser en evolución, el Creador generoso facultó que los Genios del Bien y del Progreso insistentemente trabajasen las facultades de la razón y de la emoción humana, para poder asimilar el Mensaje incomparable del Maestro, dilatándole, al mismo tiempo, la capacidad de comunicación entre los diferentes pueblos perdidos en el laberinto de sus complejos dialectos e idiomas que les dificultaban la aproximación y la transmisión de los conocimientos.
Lentamente se fueron ampliando los horizontes de la Humanidad a través de las guerras, único camino para aquellos patrones de comportamiento del pasado, en los cuales predominaban la fuerza y la dominación arbitraria. Los burgos, aparentemente autosuficientes, se dieron cuenta entonces de la necesidad de que cada uno buscase la hegemonía sobre los demás, al tiempo en que se pudiesen fortalecer contra los enemigos comunes, ampliando de esa forma sus fortificaciones y pasando a invadirse recíprocamente unos a otros, estableciendo mecanismos de defensas para sobrevivir en los períodos de caos, relacionándose, así, entre ellos y adoptando lenguas que les facultasen la convivencia.
Expandiéndose los territorios físicos del mundo terrestre, se fueron tornando conocidos, sus culturas y hábitos, incluso bajo los clangores de las lamentables guerras. En ese momento, fue convocado a la reencarnación el Espíritu Alejandro Magno, de Macedonia, que nació en el año 356 a.C. con la misión de difundir el pensamiento y la lengua griega, habiendo sido discípulo de Aristóteles y admirador de Diógenes, de modo que los diferentes pueblos de la Eurasia pudiesen comprender el mensaje de Jesús, que sería divulgado por el Apóstol Pablo, también en ese idioma.
Poco después, reencarnándose el mismo Espíritu como hijo de Flavia Julia, el futuro Julio César iría a someter los diversos pueblos conocidos a una sola hegemonía, llevándoles el latín, para que al lado del griego, se tornase idioma universal bajo la inspiración de la Divinidad, con el mismo fin de expandir en el futuro por todo el mundo el mensaje de la Buena Nueva. Preparado el suelo de los corazones, Jesús vino a la Tierra, convirtiéndose en el divisor incomparable de la Historia.
Su propuesta de amor, rica de sabiduría, rompió las tinieblas densas de la ignorancia, abriendo claridades jamás alcanzadas antes para la construcción del Evangelio, y fue así porque en el mundo conocido casi todo se encontraba bajo el dominio de Roma, de donde partiría la Revelación que los Apóstoles Pedro y Pablo deberían difundir. Pablo, fascinado por las enseñanzas de Jesús, habiendo nacido en Tarso, (ciudad de Cilicia, que durante el Imperio Romano brilló por sus escuelas de Filosofía y retórica) donde aprendió el idioma de Atenas, mas sometida al yugo romano, estudió el latín y, descendiente de hebreos, hablaba el idioma de Israel, equipado, por tanto, para el ministerio impar de la diseminación del Reino por todas partes.
Posteriormente, después de la decadencia del Imperio Romano, Carlomagno fue llamado a la lid y volvió a reunir parte del mundo fragmentado, creando las condiciones sociológicas e históricas para el advenimiento del Espiritismo, que llegaría a la Tierra más de mil años después. Las luchas se sucedieron en la estela de los tiempos y la Humanidad se devastó en continuas guerras, cuando Francia fue invadida por Inglaterra, que traía el peso de la cultura anglosajona y amenazaba la ancestral estructura latina del país.
La Sabiduría Divina condujo entonces a la reencarnación a Juana de Arco, nacida, esta vez, en 1412, en la pequeñita Domremy, en Francia, para reunir y conducir a nuevas victorias al desorganizado ejército francés, coronando al débil Carlos VII, en Reims y cayendo víctima de la intolerancia y pusilanimidad de sus coetáneos, dejó el país en equilibrio, de forma que, en el momento oportuno, se pudiese concretar la programación establecida para el futuro. Cansada de los días del terror, con los códigos de los derechos humanos firmados y los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad desplegados, la vieja Galia recibió a Napoleón Bonaparte, nacido en Ajacio, en Córcega, en el año 1769 para reunir los Estados europeos, para que Allan Kardec pudiese decodificar el pensamiento de Jesús y actualizar el conocimiento espiritual a la luz de las conquistas de la moderna ciencia, así como conducir la investigación de laboratorio a las causas que generan la vida, valiéndose entonces del idioma de la cultura y de la diplomacia para alcanzar enseguida la difusión de la Doctrina a las diferentes Naciones.
Instalados los postulados del Espiritismo en el acervo cultural de la Humanidad, a los hombres, en perfecta y lúcida comunión con los Espíritus, cabe la tarea de hacer resplandecer la Doctrina de Jesucristo, instaurando la Era de la Inmortalidad y triunfando sobre las convenciones vigentes y del materialismo predominante en las Academias y en la conducta de muchos que profesan el Espiritualismo ancestral en sus diversas vertientes.
La Omnisciencia Divina, que programó el Espíritu para la gloria solar, le propicia, desde los orígenes de la Creación, los recursos adecuados para su autorealización y el desenvolvimiento de los valores adormecidos en lo íntimo, alcanzando, escalón a escalón, los elevados niveles de la sublimación y de la plenitud.
“Nadie huye al destino que le está reservado, que es la conquista de la paz real y la victoria total sobre las pasiones” Paso a paso, se va superando, incluso bajo las imposiciones del sufrimiento, cuando se niega a los nobles impositivos del amor, y elevándose, sin cesar, rumbo a la espiritualización.
La improvisación no forma parte de esas Leyes Soberanas, encontrándose delineados los objetivos existenciales y los recursos propios para que se torne factible el encuentro con las conciencias personal y divina. Corresponde al ser humano el deber de invertir esfuerzo y sacrificio incesantes, trabajando la conquista de las luces del conocimiento y las bendiciones del sentimiento, para apresurar su propia felicidad. Recordándose que Jesús dirige la nave terrestre y Dios administra el Universo, la marcha es inexorable rumbo a la Gran Luz que a todos nos baña desde ayer.
(Página psicografiada por el médium Divaldo Pereira Franco, en Hofheim, Alemania, el 10 de mayo de 2001)
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LOS QUE LLAMAMOS " MUERTOS " |
“Creed que aquellos a quienes llamáis muertos, están más vivos que vosotros, porque ellos ven lo que no veis, oyen lo que no oís, reconoced en aquellos que os vienen a hablar, a vuestros padres, a vuestros amigos y a todos aquellos que amasteis en la Tierra y que creíais perdidos sin retorno; infelices aquellos que creen que todo acaba con el cuerpo, porque serán cruelmente desengañados; infelices aquellos que tuvieren falta de caridad, porque sufrirán lo que hubieren hecho sufrir a los otros! Escuchad la voz de aquellos que sufren y que vienen a deciros: “Nosotros sufrimos por haber desconocido el poder de Dios y dudado de su misericordia infinita; sufrimos por nuestro orgullo, egoísmo, avaricia y de todas las malas pasiones que no reprimimos; sufrimos por todo el mal que hicimos a nuestros semejantes por el olvido de la caridad.”
¡Decid si una doctrina que enseña semejantes cosas es risible, si es buena o mala! No encarándola sino desde el punto de vista del orden social, ¡decid si los hombres que la practicasen serían felices o infelices, mejores o peores!
EL ESPIRITISMO EN SU MÁS SIMPLE EXPRESIÓN. ALLAN KARDEC. *****************
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