Hoy veremos:
- Ser Espírita
-El Por qué de la Vida
-La Turbación de la muerte
-¿ Contesta la Reencarnación a los grandes interrogantes?
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SER ESPÍRITA
SER ESPIRITA, ¿ ES PONERSE UNA ETIQUETA ? ¿ NO SE DEBE DECIR QUE ERES ESPIRITA ? ¿ AUNQUE LO SEAS Y TE IDENTIFIQUES CON ESTA NOBLE Y BELLA DOCTRINA ?
Reflexión
Me he encontrado con personas de la opinión, muy respetable, sin duda, que dicen que si dices por ejemplo que eres Espirita, te estás poniendo una etiqueta o bien, que estás haciendo una separación entre tú y las demás personas.
Mi pensamiento al respecto es que no creo o me cuesta creer, que las personas que no les importa decir , que son espiritas, sean espiritas por etiqueta, naturalmente lo somos por convicción, porque creemos y nos identificamos con la Filosofía Espirita, no por ponernos ninguna etiqueta, lo que no me parece tener mucho sentido .
Aunque de todo hay en el mundo, puede haber ulguna excepción, pero ser espirita por ponerse una etiqueta, ¿que sentido puede tener ?, ninguno.
* Todos * los espiritas, indudablemente, lo somos por convicción.
Cada cual tiene su forma de pensar, que no tiene porque ser la misma en todas las personas y mientras no se dañe a nadie, todas las diferentes formas de pensamiento son muy respetables.
Yo respeto casi todo, aunque a lo mejor no lo comparta.
Si conoces a fondo la doctrina, te esfuerzas en ser mejor persona e ir desprendiendote de tus imperfecciones, en definitiva, te propones conducirte por buen camino y tienes la conciencia tranquila, qué de malo tiene que seas espirita, yo no le veo el problema, sinceramente, aunque hay muchos fanáticos religiosos que sí se lo ven.
Ademas para mi es muy importante la divulgación Espirita, por el motivo de que la doctrina nos puede servir de mucha ayuda para conocer el mundo espiritual, el por qué de las cosas y lo que es mas importante, ayuda muchísimo al deseo de progresar y evolucionar espiritualmente, porque en definitiva es para lo que estamos aquí, para evolucionar cuanto sea posible.
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Si estudias la doctrina espirita e intentas ser mañana mejor de lo que fuiste hoy, puedes decir que eres espirita, nada malo ni negativo veo en ello.
Si te defines, por ejemplo, como espiritual, también te estas poniendo una etiqueta, puesto que no todas las personas lo son, hay personas que no creen que haya mas que la materia, que No existe el espíritu.
Cada cual es según los pensamientos y creencias que tengamos; SOMOS DE ACUERDO CON LO QUE MÁS NOS SENTIMOS IDENTIFICADOS, según nuestro grado de evolución.
Angeles C.M
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EL POR QUÉ DE LA VIDA.
De nuestras observaciones y de nuestras búsquedas, se deduce una gran ley: la pluralidad de las existencias del alma. Vivimos antes del nacimiento y reviviremos después de la muerte. Esta ley da la clave de problemas hasta ahora insolubles. Sólo ella explica la desigualdad de las condiciones, la variedad de las aptitudes y de los caracteres. Conocimos o conoceremos sucesivamente las fases de la vida social, atravesaremos todos los medios. En el pasado estábamos como estos salvajes que pueblan los continentes atrasados. En el futuro podremos elevarnos a la altura de los genios inmortales, de los espíritus gigantes que, semejantes a faros luminosos, alumbran la marcha de la humanidad.. La historia de ésta, es nuestra historia. Con ella recorrimos las vías arduas, sufrimos las evoluciones seculares que relatan los anales de las naciones. El tiempo y el trabajo: he aquí los elementos de nuestros progresos.
Esta ley de la reencarnación muestra de manera brillante la justicia suma que reina sobre todos los seres. Por turno forjamos y quebramos nosotros mismos nuestras cadenas. La pruebas horrorosas entre las que sufren algunos de nosotros son, en general, la consecuencia de su conducta pasada. El déspota renace esclavo; la mujer alta, la vanidosa de su belleza, repetirá en un cuerpo informe y miserable; el ocioso volverá mercenario, encorvado a una tarea ingrata. El que hizo sufrir sufrirá a su vuelta. Inútil buscar el infierno en regiones desconocidas o lejanas, el infierno está en nosotros, se esconde en los pliegues ignorados del alma culpable, y sólo la expiación puede dar término a sus dolores. No hay penas eternas. ¿Pero, diremos, si otras vidas precedieron al nacimiento, por qué perdimos la memoria? ¿Cómo podremos expiar con éxito las faltas olvidadas?
¡La memoria! ¿No sería un pesado grillete atado a nuestros pies, saliendo apenas de etapas de furor y bestialidad que debió ser este pasado de cada uno de nosotros? ¡A través de las etapas pasadas, cuántas lágrimas vertidas, cuánta sangre derramada por nuestros hechos! Conocimos el odio y practicamos la injusticia. ¡Qué carga moral sería esta perspectiva larga de faltas para un espíritu todavía endeble e inseguro!
LEÓN DENIS
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LA TURBACIÓN DE LA MUERTE
En el tránsito de la vida corporal a la vida espiritual se produce también otro fenómeno de
una importancia capital: es el de la turbación. En este momento, el alma experimenta un sopor que paraliza momentáneamente sus facultades y neutraliza, en parte al menos, las sensaciones. Está, por expresarlo así, cataleptizada, de modo que casi nunca es testigo consciente del último suspiro.
Decimos casi nunca, porque hay un caso en que puede tener conciencia de ello, como veremos después. La turbación puede, pues, considerarse como el estado normal en el instante de la muerte.
Su duración es indeterminada, varía de algunas horas a algunos años. A medida que se disipa, el alma está en la situación de un hombre que sale de un sueño profundo. Las ideas son confusas, vagas e inciertas. Se ve como a través de una niebla, poco a poco la vista se aclara, la memoria vuelve, y se reconoce.
Pero este despertar varía según los individuos. En unos es tranquilo y experimentan una
sensación deliciosa, mientras que en otros está lleno de terror, de ansiedad, y produce el efecto de una terrible pesadilla.
7. El momento del último suspiro no es, pues, el más penoso, porque, ordinariamente, el
alma no tiene conciencia de sí misma. Pero antes sufre por la disgregación de la materia durante las convulsiones de la agonía, y después, por las angustias de la turbación. Apresurémonos a declarar que este estado no es general. La intensidad y la duración de este sufrimiento están, como hemos dicho, en razón de la afinidad que existe entre el cuerpo y el periespíritu. Cuanto más grande es esta afinidad, mayor es y más penosos son los esfuerzos del espíritu para separarse de sus lazos.
Pero hay personas en las cuales la cohesión es tan débil, que la separación se opera por sí misma y naturalmente. El espíritu se separa del cuerpo como un fruto maduro cae de su tallo. Esto sucede con las muertes tranquilas y de apacible despertar en la otra vida.
8. El estado moral del alma es la causa principal que influye sobre la mayor o menor
facilidad de la separación. La afinidad entre el cuerpo y el periespíritu está en razón de la adhesión del espíritu a la materia. Está en su máximum en el hombre cuyas preocupaciones se encuentran todas en la vida y goces materiales, y es casi nula en aquel cuya alma purificada se ha identificadocon anticipación con la vida espiritual. Puesto que la lentitud y la dificultad de la separación están en razón del grado de depuración y desmaterialización del alma, depende de cada uno hacer el tránsito más o menos fácil o penoso, agradable o doloroso.
Sentado esto, a la vez como teoría y como resultado de la observación, nos queda por
examinar la influencia de la clase de muerte sobre las sensaciones del alma en el último momento.
9. En la muerte natural, la que resulta de la extinción de las fuerzas vitales por la edad o la
enfermedad, la separación se opera gradualmente. En el hombre cuya alma está desmaterializada y cuyos pensamientos se han desprendido de las preocupaciones terrestres, la separación es casi completa antes de la muerte real. El cuerpo vive todavía con vida orgánica cuando el alma ha entrado ya en la vida espiritual, y no está ligada al cuerpo sino por un lazo tan débil. que rompe a la última palpitación del corazón. En este estado, el espíritu puede haber recobrado ya su lucidez y ser testigo consciente de la extinción de la vida de su cuerpo, considerándose feliz por haberse librado de él. Para él la turbación es casi nula. Esto no es más que un momento de sueño pacífico, de donde sale con una indecible impresión de dicha y de esperanza.
En el hombre material y sensual, aquel que ha vivido más para el cuerpo que para el espíritu, para quien la vida espiritual es nada, ni siquiera una realidad en su pensamiento, todo ha contribuido a aflojarlos durante la vida. Al aproximarse la muerte, la separación se hace también por grados continuos. Las convulsiones de la agonía son indicio de la lucha que sostiene el espíritu que, a veces, quiere romper los lazos que le retienen, otras se aferra a su cuerpo, del cual una fuerza irresistible le arranca violentamente, como si dijéramos a pedazos.
10. El espíritu se adhiere tanto más a la vida corporal cuanto no ve nada más allá. Siente que se le escapa y quiere retenerla. En lugar de abandonarse al movimiento que le arrastra, resiste con todas sus fuerzas, pudiendo así prolongar la lucha durante días, semanas y meses enteros. Sin duda en este momento el espíritu no tiene toda su lucidez. La turbación ha comenzado mucho tiempo antes de su muerte, pero por esto no sufre menos, y la vaguedad en que se encuentra, la incertidumbre de lo que vendrá a ser de él, aumentan sus angustias. Llega la muerte, y no se ha acabado todo. La turbación continúa, siente que vive, pero no sabe si es de la vida material o de la vida espiritual. Lucha todavía hasta que las últimas ligaduras del periespíritu se rompen. La muerte ha puesto término a la enfermedad efectiva, pero no ha tenido sus consecuencias. Mientras existen puntos de contacto entre el cuerpo y el periespíritu, el espíritu siente los achaques de aquél, y sufre.
Allan Kardec.
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¿Contesta la reencarnación a los grandes interrogantes?
Todos, nos hemos preguntado alguna vez en lo más íntimo: ¿De dónde venimos? ;¿Qué somos?; ¿Por qué estamos aquí?; ¿Hacia donde iremos?
Estas cuestiones son y han sido siempre las grandes interrogantes que siempre se planteó el Ser humano, y siempre han inquietado a los grandes filósofos y pensadores a lo largo de la historia.
A la hora de consultar respuestas a estas eternas preguntas íntimas sobre nuestro origen y nuestro destino, el recurso de consultar la gran memoria de la Humanidad, resulta casi obligado y nos da la base y el equilibrio para que asentemos estos conocimientos en lo más profundo de nuestro Ser, impulsándonos por el camino del progreso moral.
Hay quien intenta no pensar en ello, por cobardía ante posibles respuestas de la Verdad, que prefiere ignorar porque intuye como contrarias a los apegos y vicios que placenteramente le esclavizan en su vida material, o también por la pereza de que se pueda sentir obligado por su conciencia a cambiar cosas en su forma de relacionarse con los demás cotidianamente, cuando estas cosas suponen formas de vivir muchas veces ancladas en la comodidad y en el egoísmo. También los hay que buscan respuestas a estas inquietudes, porque solo cuando se logran estas respuestas se es más consciente para poder dirigir la vida del modo más correcto.
Sin embargo al meditar y estudiar la reencarnación en todos sus motivos, sus facetas y sus por qué, encontramos la clave a todas las cuestiones que podemos llevar pendientes en nuestro interior a la espera de encontrar algún día las respuestas adecuadas.
Venimos evolucionando a través de muchas vidas humanas a lo largo de muchas eras, en un proceso largo y continuo. Somos Seres pensantes procedentes o hijos de la Gran y Primera Causa de todo cuanto existe.
Estamos en el mundo para algo más que comer, dormir y divertirnos: Todos tenemos una misión y un objetivo a cumplir en la vida y nuestro progreso evolutivo depende de ello.
Y por último, al recordarnos la reencarnación, que somos, no un cuerpo con un alma, sino un alma que tiene un cuerpo, deducimos que tras esta vida, nos espera otra en el plano espiritual, diferente pero mejor que esta, a la espera de tener una nueva oportunidad de seguir el camino de nuestro progreso hacia el Padre.
- Jose Luis Martín-
“Gracias te doy, ¡ oh Padre, Señor del Cielo y de la Tierra !, porque ocultaste estas cosas a los sabios y entendidos, y las revelaste a los pequeños”
-Evangelio de S.Mateo cap.XI,V.25-
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