Contenido de este blog en el día de hoy:
- Predominancia del mal sobre el bien
- Sanar el corazón....
- La Ciencia confirma el Más Allá
-¿Qué es el Magnetismo Animal ? |
PREDOMINANCIA DEL MAL SOBRE EL BIEN EN NUESTRA SOCIEDAD.
"Todos los hombres, a partir de la infancia,
hacen mucho más de malo, que de bueno".
Sócrates
Esta sentencia de Sócrates, más tarde ratificada por el apóstol Páblo en carta dirigida a los romanos (Rm, 7:9) al afirmar: Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, lo cual se refiere a la grave cuestión de la predominancia (todavía), del mal en nuestro Orbe.
En absoluta sintonia con esos dos Espíritus iluminados, está también Joanna de Ángelis, al enunciar durante una conferencia de Divaldo Pereira Franco: En cuanto que el bien y la virtud andan en la semioscuridad, el mal y el vicio ganan título de ciudadanía en las plazas públicas bajo los anuncios de promoción.
Afirma Allan Kardec, en la introducción del Libro El Evangelio según el Espiritismo, que la predominancia del mal en la Tierra sería una cuestión insoluble sin el conocimiento de la pluralidad de los mundos habitados y el destino del planeta Tierra, que supone apenas una parte mínima de la Humanidad.
Solamente el Espiritismo tiene condición de lanzar luces en los panoramas presentados por tal asunto, conforme comprobamos en las explicaciones contenidas en el libro citado, capítulos III a V. Allí pasamos a comprender por qué los medios de comunicación enfatizan tan pródigamente los escándalos, los crímenes y toda suerte de cosas más, tristes y de quejas: porque ese tipo de asuntos se vuelven apetecibles con su alta resonancia, para los Espíritus vinculados al planeta, elevando el nivel de audiencia que las emisoras persiguen.
La Humanidad encarnada y desencarnada de la Tierra, aún se complace en el mal. Es el estado evolutivo actual, que lleva a los Espíritus del Señor a la siguiente asertación: Los malos son intrigantes y audaces, los buenos son tímidos. Cuando estos lo quieran, predominarán.
Cuando el hombre moral sustituya al hombre carnal, la vida en la Tierra alcanzará niveles morales elevadísimos, nunca antes logrados. La preponderancia hasta hoy del hombre-materia es la que ha señalado la llegada de dolores acerbados y lastimosos desastres de orden moral y material en el mundo.
Todavía explica el maestro lionés: El hombre carnal, más preso de la vida corporal que de la vida espiritual, tiene en la Tierra penas y gozos materiales. Su felicidad consiste en la satisfacción fugaz de todos sus deseos. Su alma, constantemente preocupada y angustiada por las vicisitudes de la vida, se conserva en una ansiedad y en una tortura perpetuas.
El hombre moral,que se puso sobre las necesidades ficticias creadas por las pasiones, ya desde este mundo experimenta gozos que el hombre material desconoce. La moderación de sus deseos le da al Espíritu calma y serenidad. Dichoso por el bien que hace, no hay para él decepciones y las contrariedades le resbalan sobre el alma, sin que dejen ninguna impresión dolorosa.
Cuando abandone los patrones groseros de la materia, el hombre experimentará, entonces, la felicidad reservada a los buenos Espíritus, esto es, aquellos que conocen todas las cosas y ya no sienten ni odio, ni envidia, ni celos, ni ambición, ni ninguna de las pasiones que ocasionan la desgracia de los hombres. El amor que los une les es una fuente suprema de felicidad. No experimentan las necesidades, ni los sufrimientos, ni las angustias de la vida material. Son felices por el bien que hacen.
Con todo, la felicidad de los Espíritus es proporcional a la elevación de cada uno. Solamente los Espíritus puros gozan, exactamente, de la felicidad suprema, pero no todos los demás son infelices. Entre los malos y los perfectos, hay una infinidad de grados en los que los gozos son relativos al estado moral. Los que ya están bastante adelantados comprenden la ventura de los que les precedieron, y aspiran a alcanzarla. Pero, esta aspiración les supone una causa de estimulación, no de envidia. Saben que depende de ellos conseguirlo y para ello trabajan, pero con tranquilidad de conciencia y se consideran dichosos por no tener que sufrir lo que sufren los malos.
Cuando pensamos en los cambios que aún necesitan ser hechos para que la frase de Sócrates enunciada, pierda su contenido y su sentido, nos preguntamos: ¿ Cuando sucederá eso?, ¿Cuando vivirá la Humanidad bajo el palio de las enseñanzas de Jesús ?.
Para que llegue ese tiempo de sublimes buenas nuevas, es necesario comenzar ya, hoy, ahora, el dificil trabajo de lapidación de las aristas del arraigado orgullo y de la ancestral ignorancia de tan triste memoria, generadora de tantos descalabros de orden variado en la Historia de la Humanidad.
Los Benefactores de la Tierra siempre conduciéndonos a perseverar en el Bien, aun bajo el acicate de las más duras adversidades...
Es áspero, estrecho y árduo el camino evolutivo y Jesús nos alertó sobre eso cuando habló de las aflicciones (Jo.16:33) a que estaríamos sujetos en nuestro periplo terrestre. Pero por otro lado, Él afirmó que socorrería a las ovejas en apuros y estarían salvadas las que hasta el final perseverasen.
Revista nº 10 de Verdad y Luz
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LA CIENCIA CONFIRMA EL MÁS ALLÁ
Elizabeth Kübler-Ross: La connotada científica que confirmó que sí existe el Más Allá
Esta médico y psiquiatra suiza recabó centenares de testimonios de experiencias extracorporales, lo que la llevó a concluir que “la muerte no era un fin, sino un radiante comienzo”.
La doctora suiza Elizabeth Kübler-Ross se convirtió en el siglo XX en una de las mayores expertas mundiales en el tétrico campo de la muerte, al implementar modernos cuidados paliativos con personas moribundas para que éstas afrontaran el fin de su vida con serenidad y hasta con alegría (en su libro “On death and dying”, de 1969, que versa sobre la muerte y el acto de morir, describe las diferentes fases del enfermo según se aproxima su muerte, esto es, la negación, ira, negociación, depresión y aceptación). Sin embargo, esta médico, psiquiatra y escritora nacida en Zurich en 1926 también se transformó en una pionera en el campo de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte, lo que le permitió concluir algo que espantó a muchos de sus colegas: sí existe vida después de la muerte.
La férrea formación científica de esta doctora, que se graduó en psiquiatría en Estados Unidos, recibiendo posteriormente 23 doctorados honoríficos, se pondría a prueba luego de que a lo largo de su prolongada práctica profesional los enfermos moribundos a los que trataba le relataran una serie de increíbles experiencias paranormales, lo que la motivó a indagar si existía el Más Allá o la vida después de la muerte. Así, se dedicó a estudiar miles de casos, a través del mundo entero, de personas de distinta edad (la más joven tenía dos años, y la mayor, 97 años), raza y religión, que habían sido declaradas clínicamente muertas y que fueron llamadas de nuevo a la vida.
“El primer caso que me asombró fue el de una paciente de apellido Schwartz, que estuvo clínicamente muerta mientras se encontraba internada en un hospital. Ella se vio deslizarse lenta y tranquilamente fuera de su cuerpo físico y pronto flotó a una cierta distancia por encima de su cama. Nos contaba, con humor, cómo desde allí miraba su cuerpo extendido, que le parecía pálido y feo. Se encontraba extrañada y sorprendida, pero no asustada ni espantada. Nos contó cómo vio llegar al equipo de reanimación y nos explicó con detalle quién llegó primero y quién último. No sólo escuchó claramente cada palabra de la conversación, sino que pudo leer igualmente los pensamientos de cada uno. Tenía ganas de interpelarlos para decirles que no se dieran prisa puesto que se encontraba bien, pero pronto comprendió que los demás no la oían. La señora Schwartz decidió entonces detener sus esfuerzos y perdió su conciencia. Fue declarada muerta cuarenta y cinco minutos después de empezar la reanimación, y dio signos de vida después, viviendo todavía un año y medio más. Su relato no fue el único. Mucha gente abandona su cuerpo en el transcurso de una reanimación o una intervención quirúrgica y observa, efectivamente, dicha intervención”.
La doctora Kübler-Ross añade que “otro caso bastante dramático fue el de un hombre que perdió a sus suegros, a su mujer y a sus ocho hijos, que murieron carbonizados luego que la furgoneta en la que viajaban chocara con un camión cargado con carburante. Cuando el hombre se enteró del accidente permaneció semanas en estado de shock, no se volvió a presentar al trabajo, no era capaz de hablar con nadie, intentó buscar refugio en el alcohol y las drogas, y terminó tirado en la cuneta, en el sentido literal de la palabra. Su último recuerdo que tenía de esa vida que llevó durante dos años fue que estaba acostado, borracho y drogado, sobre un camino bastante sucio que bordeaba un bosque. Sólo tenía un pensamiento: no vivir más y reunirse de nuevo con su familia. Entonces, cuando se encontraba tirado en ese camino, fue atropellado por un vehículo que no alcanzó a verlo. En ese preciso momento se encontró él mismo a algunos metros por encima del lugar del accidente, mirando su cuerpo gravemente herido que yacía en la carretera. Entonces apareció su familia ante él, radiante de luminosidad y de amor. Una feliz sonrisa sobre cada rostro. Se comunicaron con él sin hablar, sólo por transmisión del pensamiento, y le hicieron saber la alegría y la felicidad que el reencuentro les proporcionaba. El hombre no fue capaz de darnos a conocer el tiempo que duró esa comunicación, pero nos dijo que quedó tan violentamente turbado frente a la salud, la belleza, el resplandor que ofrecían sus seres queridos, lo mismo que la aceptación de su actual vida y su amor incondicional, que juró no tocarlos ni seguirlos, sino volver a su cuerpo terrestre para comunicar al mundo lo que acababa de vivir, y de ese modo reparar sus vanas tentativas de suicidio. Enseguida se volvió a encontrar en el lugar del accidente y observó a distancia cómo el chofer estiraba su cuerpo en el interior del vehículo. Llegó la ambulancia y vio cómo lo transportaban a la sala de urgencias de un hospital. Cuando despertó y se recuperó, se juró a sí mismo no morirse mientras no hubiese tenido ocasión de compartir la experiencia de una vida después de la muerte con la mayor cantidad de gente posible”.
La doctora Kübler-Ross añadió “que investigamos casos de pacientes que estuvieron clínicamente muertos durante algunos minutos y pudieron explicarnos con precisión cómo los sacaron el cuerpo del coche accidentado con dos o tres sopletes. O de personas que incluso nos detallaron el número de la matricula del coche que los atropelló y continuó su ruta sin detenerse. Una de mis enfermas que sufría esclerosis y que sólo podía desplazarse utilizando una silla de ruedas, lo primero que me dijo al volver de una experiencia en el umbral de la muerte fue: «Doctora Ross, ¡Yo podía bailar de nuevo!», o niñas que a consecuencia de una quimioterapia perdieron el pelo y me dijeron después de una experiencia semejante: «Tenía de nuevo mis rizos». Parecían que se volvían perfectos. Muchos de mis escépticos colegas me decían: «Se trata sólo de una proyección del deseo o de una fantasía provocada por la falta de oxígeno.» Les respondí que algunos pacientes que sufrían de ceguera total nos contaron con detalle no sólo el aspecto de la habitación en la que se encontraban en aquel momento, sino que también fueron capaces de decirnos quién entró primero en la habitación para reanimarlos, además de describirnos con precisión el aspecto y la ropa de todos los que estaban presentes”.
La muerte no existe
La doctora Kübler-Ross aseguró que después de investigar estos casos concluyó que la muerte no existía en realidad, pues ésta sería no más que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda. ”Ninguno de mis enfermos que vivió una experiencia del umbral de la muerte tuvo a continuación miedo a morir. Ni uno sólo de ellos, ni siquiera los niños. Tuvimos el caso de una niña de doce años que también estuvo clínicamente muerta. Independientemente del esplendor magnífico y de la luminosidad extraordinaria que fueron sido descritos por la mayoría de los sobrevivientes, lo que este caso tiene de particular es que su hermano estaba a su lado y la había abrazado con amor y ternura. Después de haber contado todo esto a su padre, ella le dijo: «Lo único que no comprendo de todo esto es que en realidad yo no tengo un hermano.» Su padre se puso a llorar y le contó que, en efecto, ella había tenido un hermano del que nadie le había hablado hasta ahora, que había muerto tres meses antes de su nacimiento”.
La doctora agregó que “en varios casos de colisiones frontales, donde algunos de los miembros de la familia morían en el acto y otros eran llevados a diferentes hospitales, me tocó ocuparme particularmente de los niños y sentarme a la cabecera de los que estaban en estado crítico. Yo sabía con certeza que estos moribundos no conocían ni cuántos ni quiénes de la familia ya habían muerto a consecuencia del accidente. En ese momento yo les preguntaba si estaban dispuestos y si eran capaces de compartir conmigo sus experiencias. Uno de esos niños moribundos me dijo una vez: «Todo va bien. Mi madre y Pedro me están esperando ya.» Yo ya sabía que su madre había muerto en el lugar del accidente, pero ignoraba que Pedro, su hermano, acababa de fallecer 10 minutos antes”.
La luz al final del túnel
La doctora Kübler-Ross explicó que después que abandonar el cuerpo físico y de reencontrarse con aquellos seres queridos que partieron y que uno amó, se pasa por una fase de transición totalmente marcada por factores culturales terrestres, donde aparece un pasaje, un túnel, un pórtico o la travesía de un puente. Allí, una luz brilla al final. “Y esa luz era más blanca, de una claridad absoluta, a medida que los pacientes se aproximaban a ella. Y ellos se sentían llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que uno se pudiera imaginar. No hay palabras para describirlo. Cuando alguien tiene una experiencia del umbral de la muerte, puede mirar esta luz sólo muy brevemente. De cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente a esta luz, ellos se daban cuenta por primera vez de lo que hubieran podido ser. Vivían la comprensión sin juicio, un amor incondicional, indescriptible. Y en esta presencia, que muchos llaman Cristo o Dios, Amor o Luz, se daban cuenta de que toda vuestra vida aquí abajo no es más que una. Y allí se alcanzaba el conocimiento. Conocían exactamente cada pensamiento que tuvieron en cada momento de su vida, conocieron cada acto que hicieron y cada palabra que pronunciaron. En el momento en que contemplaron una vez más toda su vida, interpretaron todas las consecuencias que resultaron de cada uno de sus pensamientos, de sus palabras y de cada uno de sus actos. Muchos se dieron cuenta de que Dios era el amor incondicional. Después de esa «revisión» de sus vidas ya no lo culpaban a Él como responsable de sus destinos. Se dieron cuenta de que ellos mismos eran sus peores enemigos, y se reprocharon el haber dejado pasar tantas ocasiones para crecer. Sabían ahora que cuando su casa ardió, que cuando su hijo falleció, cuando su marido fue herido o cuando sufrieron un ataque de apoplejía, todos estos golpes de la suerte representaron posibilidades para enriquecerse, para crecer”.
La especialista, en este punto, hizo una recomendación a todos aquellos que sufren el trance de tener cerca a algún ser querido a punto de morir. “Deben saber que si se acercan al lecho de su padre o madre moribundos, aunque estén ya en coma profundo, ellos oyen todo lo que les dicen, y en ningún caso es tarde para expresar «lo siento», «te amo» o alguna otra cosa que quieran decirles. Nunca es demasiado tarde para pronunciar estas palabras, aunque sea después de la muerte, ya que las personas fallecidas siguen oyendo. Incluso en ese mismo momento se pueden arreglar «asuntos pendientes», aunque éstos se remonten a diez o veinte años atrás. Se pueden liberar de su culpabilidad para poder volver a vivir ellos mismos”.
La “conciencia cósmica “ de la doctora Kübler-Ross
La doctora Elizabeth Kübler-Ross, intrigada por todos estos asombrosos relatos, decidió una vez comprobar por sí misma su veracidad. Y, luego de ser inducida a una muerte artificial en un laboratorio médico de Virginia, experimentó dos veces estar fuera de su cuerpo. “Cuando volví a la conciencia tenía la frase «Shanti Nilaya», que por cierto no sabía qué significaba, dándome vueltas en mi cabeza. La noche siguiente la pasé sola, en una pensión aislada en medio del bosque de Blue Ridge Mountains. Allí, luego de sufrir inexplicables dolores físicos, fue gratificada con una experiencia de renacimiento que no podría ser descrita con nuestro lenguaje. Al principio hubo una oscilación o pulsación muy rápida a nivel del vientre que se extendió por todo mi cuerpo. Esta vibración se extendió a todo lo que yo miraba: el techo, la pared, el suelo, los muebles, la cama, la ventana y hasta el cielo que veía a través de ella. Los árboles también fueron alcanzados por esta vibración y finalmente el planeta Tierra. Efectivamente, tenía la impresión de que la tierra entera vibraba en cada molécula. Después vi algo que se parecía al capullo de una flor de loto que se abría delante de mí para convertirse en una flor maravillosa y detrás apareció esa luz esplendorosa de la que hablaban siempre mis enfermos. Cuando me aproximé a la luz a través de la flor de loto abierta y vibrante, fui atraída por ella suavemente pero cada vez con más intensidad. Fui atraída por el amor inimaginable, incondicional, hasta fundirme completamente en él. En el instante en que me uní a esa fuente de luz cesaron todas las vibraciones. Me invadió una gran calma y caí en un sueño profundo parecido a un trance. Al despertarme caí en el éxtasis más extraordinario que un ser humano haya vivido sobre la tierra. Me encontraba en un estado de amor absoluto y admiraba todo lo que estaba a mi alrededor. Mientras bajaba por una colina estaba en comunión amorosa, con cada hoja, con cada nube, brizna de hierba y ser viviente. Sentía incluso las pulsaciones de cada piedrecilla del camino y pasaba «por encima» de ellas, en el propio sentido del término, interpelándolas con el pensamiento: «No puedo pisaros, no puedo haceros daño», y cuando llegué abajo de la colina me di cuenta de que ninguno de mis pasos había tocado el suelo y no dudé de la realidad de esta vivencia. Se trataba sencillamente de una percepción como resultado de la conciencia cósmica. Me fue permitido reconocer la vida en cada cosa de la naturaleza con este amor que ahora soy incapaz de formular. Me hicieron falta varios días para volver a encontrarme bien en mi existencia física, y dedicarme a las trivialidades de la vida cotidiana como fregar lavar la ropa o preparar la comida para mi familia. Posteriormente averigué que “Shanti Nilaya» significa el puerto de paz final que nos espera. Ese estar en casa al que volveremos un día después de atravesar nuestras angustias, dolores y sufrimientos, después de haber aprendido a desembarazarnos de todos los dolores y ser lo que el Creador ha querido que seamos: seres equilibrados que han comprendido que el amor verdadero no es posesivo”.
La Dra. Elizabeth Kübler-Ross, luego que en 1995 sufriera una serie de apoplejías que paralizaron el lado derecho de su cara, falleció en Scottdale, Arizona, el 24 de agosto del 2004. Se enfrentó a su propia muerte con la valentía que había afrontado la de los demás, y con el coraje que aprendió de sus pacientes más pequeños. Sólo pidió que la despidieran con alegría, lanzando globos al cielo para anunciar su llegada.
En su lecho de muerte, por cierto, sus amigos y seres queridos le preguntaron si le temía a la muerte, a lo que ella replicó: «No, de ningún modo me atemoriza; diría que me produce alegría de antemano. No tenemos nada que temer de la muerte, pues la muerte no es el fin sino más bien un radiante comienzo. Nuestra vida en el cuerpo terrenal sólo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia. Nuestra muerte no es el fin o la aniquilación total, sino que todavía nos esperan alegrías maravillosas”.
Fuente: guioteca.com
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¿ Qué es el magnetismo animal?
Se llama así a la energía vivificante que pueden transmitir unas personas a otras, sin que la distancia física entre ellas sea un factor influyente en el que este proceso de transmisión energética que está dentro de los márgenes de la Naturaleza, se cumpla.
Este flujo de energía humana o “magnetismo” fue descubierto y experimentado por Mesmer, que en un principio creyó que los fluidos invisibles que se transmitían de unos seres a otros, era el mismo fluido que ejerce la fuerza de atracción o repulsión de los imanes; de ahí su nombre. Esta energía actúa y se transmite como un fluido que posee propiedades eminentemente curativas.
Este flujo de energía humana o “magnetismo” fue descubierto y experimentado por Mesmer, que en un principio creyó que los fluidos invisibles que se transmitían de unos seres a otros, era el mismo fluido que ejerce la fuerza de atracción o repulsión de los imanes; de ahí su nombre. Esta energía actúa y se transmite como un fluido que posee propiedades eminentemente curativas.
Se trata del mismo fluido vital que ciertos magnetizadores, capaces de almacenarla naturalmente en su organismo, la transmiten bajo el nombre de bio-energía, o Prana ( para los indúes), y en esta transmisión se cumple, naturalmente, la ley física de los vasos comunicantes: El fluido siempre circula desde el que tiene más hacia el que tiene menos, hasta equilibrar los niveles de ambos. Así acontece cuando se trata de la bio-energía propia del magnetizador que mediante su voluntad trata de transmitir estos efluvios imponderables hacia otra persona que presenta un bajo nivel de su energía vital o algún desequilibrio en la misma. Como en este caso “transmite” un fluido suyo, al final puede quedar mermado de estas energías vitales él mismo, porque cada persona tiene unos niveles o cantidades diferentes, según sea su alimentación, su grado de salud o de enfermedad, si su vida se desarrolla en un ambiente sano, etc., y cuando estos están desequilibrados en su distribución orgánica, o son insuficientes en general, sobreviene la enfermedad física y psíquica; por eso vemos que muchos de estos magnetizadores necesitan tener a mano agua fluidificada para reponer muy a menudo las energías que de ellos salen hacia sus pacientes u otras personas, y explica también la necesidad de mantener la salud con una vida saludable y sana, en la que no debe incluir ciertos alimentos y bebidas algo tóxicos para su organismo, pues esas energías que transmite para la curación y el restablecimiento de otras personas, no deben llevar contaminación alguna, porque el efecto de lo que se transmite podría no ser el deseado.
Sin embargo cuando el fluido transmitido a través de un médium sanador, procede de los planos espirituales, al no ser esta una energía acumulada en su organismo, la transmisión de la misma no le afecta física o psíquicamente, pues él solo actúa en este caso como un canal transmisor de energías sanadoras que desde un plano espiritual, los Espíritus encargados de esa función, con permiso de Dios, transmiten a través de él. En general la energía vital que transmiten, cuando hablamos de una mediumnidad de cura, en parte procede de ellos mismos y en muchos casos le es añadida desde el plano espiritual, dependiendo de las necesidades físicas y psíquicas del receptor.
Como responsable de lo que transmite, no deberá contaminar esas energías que a él le trasmiten para a su vez entregarlas a otra persona, para su mejora y sanación, por lo que deberá llevar una vida tranquila y sana, con una alimentación sana, sencilla y equilibrada. Este fluido es transmitido al enfermo por el médium curandero o sanador durante el acto de sanación o magnetización, dirigido con la fuerza de su fe, de su mente y de su voluntad, de modo que este fluido lo transmiten normalmente a través de los chacras de sus manos, a veces masajeando sobre la zona enferma, y otras veces sin llegar a rozar la piel del enfermo e incluso a notable distancia física de él. Curiosamente quien recibe este fluido suele experimentar una sensación física de “cosquilleo” o de calor sobre la piel de la zona tratada.
Según definición de los espíritus de los Doctores Demeure, Corvisant, etc, magnetizar es el acto de dirigir sobre un enfermo o sobre el sitio del mal, este agente fluídico, a fin de ocasionar calor o movimiento. Siguen diciendo estos Espíritus:
“El agente magnético puede penetrar en todo el cuerpo del enfermo y producir en él numerosos fenómenos; sus efectos son una aceleración en el movimiento tónico y también en la circulación de todos los fluidos; por estos hechos manejar el magnetismo animal es un arte y una facultad”. Y añaden: “Todos los hombres pueden aprenderlo y ejercerlo, según la energía de su fuerza, de su voluntad y de su salud”.
Según manifestó un médium en estado sonambúlico : “El hombre lleva en sí mismo tanto fluido como necesita para existir; pero no siempre tiene bastante para transmitirlo a los demás. Este fluido es elemental, ligero, sutil, de color blanquecino cuando emana de nuestro cuerpo y cuando es movido con viveza resulta brillante. Los enfermos cuando se les magnetiza, lo atraen según sus diferentes necesidades".
- Jose Luis Martín-
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