domingo, 13 de marzo de 2022

El Espíritu y su llegada al Más Allá

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-   Quien no siembra no recoge

2.-  El deber moral

3.- El Espíritu. Su llegada al Más Allá

4.-Ante las dificultades, avanzar siempre



                                                    



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                   Quien no siembra no recoge 

El pobre por regla general carece de educación, así es que manifiesta todos los defectos de su carácter y de sus inclinaciones, porque como no está educado no sabe reprimir los ímpetus de su genio, y cuando una enfermedad le molesta y le hace sufrir, entonces da rienda suelta a sus arrebatos, a sus exigencias, se presenta el Espíritu con toda su rudeza, y en muchas ocasiones con toda su malignidad, pues sabido es que, el que mucho paga muchísimo debe, y vivir cincuenta y cuatro años entre tantas miserias físicas y morales como vivió el Padre Olallo Valdés, se necesita haber progresado tanto, tantísimo... que estamos plenamente convencidos que si lográramos ver al virtuoso sacerdote, creeríamos que su envoltura fluídica, su resplandeciente periespíritu era uno de los muchos soles que giran en el espacio, ¡Tanta luz deberá irradiar su Espíritu!

Cuando se considera la grandeza de algunos seres y la miserable ruindad de otros individuos, es cuando se aprecia en su inmenso valor el estudio del Espiritismo y el progreso indefinido del Espíritu, porque la enorme, e imponderable distancia que nos separa a unos de otros, es la prueba innegable del trabajo realizado por unos y de la inercia y estacionamiento de otros, y estos últimos (que estamos en mayoría) ¿Seguiremos tan desventurados que no tendremos voluntad, más que para cometer desaciertos y nuestra iniciativa sólo la utilizaremos para vegetar sin producir? Nuestra inteligencia (diamante preciosísimo) , ¿No encontraría nunca el lapidero del progreso, que le diera las deslumbrantes facetas de innumerables conocimientos científicos y la práctica evangélica de diversas virtudes?

Nacer y vivir condenados a producir disturbios, engendrar odios y formar asesinos... ¡Oh! Eso sería horrible, mientras viéramos que otros eran varones justos y mujeres impecables. ¿Por qué para ellos toda la luz y para nosotros toda la sombra? Si de igual manera venimos a este mundo ¿Por qué tan diversos destinos? Y nos dicen los espíritus en sus comunicaciones: porque los hombres disponen a su antojo de su tiempo que es ilimitado, y mientras los unos se consagran al estudio de la ciencia en una o en varias de sus encarnaciones, los otros se cruzan de brazos y se contentan con que los santones de las diversas religiones piensen por ellos. Mientras los unos gozan practicando la virtud en sus múltiples manifestaciones, los otros se complacen en obtener por el engaño, por el fraude, o la violencia, los bienes de los que supieron acumular riquezas desoyendo el gemido de los necesitados.

La Tierra es uno de los laboratorios de la Creación, y en ella trabajan los justos y los pecadores, cada uno en la fábrica o en el taller que él solo se ha formado. En la vida infinita no hay primeros ni últimos, porque los más buenos, los que en la Tierra llamáis redentores, mañana irán a otro mundo muchísimo más adelantado que el vuestro, y allí serán vulgares medianías, que aprenderán a ser grandes, imitando a otros espíritus muy superiores a ellos en talento y en virtudes, por consiguiente, como la condenación del réprobo no existe porque no hay Espíritu que no progrese, todos podéis ascender por la interminable escala del perfeccionamiento, no hay elegidos ni predestinados, no hay llamados ni preferidos, no hay más que el estricto cumplimiento de la más sabia de todas las leyes: sembrar y recoger, trabajar y obtener el fruto del trabajo, esa es la ley eterna del progreso.

Esto y mucho más nos dicen los espíritus que responden perfectamente, al lógico razonamiento que hemos hecho repetidas veces, cuando como ahora, rendimos un tributo de admiración a los verdaderos santos de la humanidad.

Siempre hemos creído que querer es poder, no en el sentido material que se suele dar a este aforismo, no es el querer dar dinero a un necesitado, porque el que no tiene para sí mismo mal le puede dar a otro lo que él materialmente no posee, pero sí puede pedir y decir al rico: mira, en tal punto hay un ser que llora ¿Quieres enjugar sus lágrimas? ¿Quieres hacer tú lo que yo no puedo hacer?

El querer es poder, lo aplicamos nosotros al progreso del Espíritu cuando el hombre dice: quiero ser grande, llegar a la cúspide del saber y de la virtud, cúspide que se eleva según van pasando los siglos; este adelanto no se verifica ni en una ni en cien encarnaciones, pero llega el engrandecimiento del alma, esto es innegable. Los trabajadores de muchos siglos, son los que de vez en cuando llegan a la Tierra dispuestos a consolar a sus semejantes y a enseñarnos a deletrear en el abecedario del amor Divino, que es el amor universal.

¡Lectores de La Luz Del Porvenir! Leamos en el gran libro de la caridad, y seremos en otras edades ¡Redentores de los pueblos oprimidos, seremos sacerdotes del progreso, mensajeros de las verdades eternas comprendidas en dos palabras. Caridad y Ciencia! 

Por Amalia Domingo Soler

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                            El deber moral

   El deber moral es el conjunto de obligaciones del ser humano para consigo mismo, para con sus semejantes y para con todos los seres que pueblan el Universo entero.

  Estos deberes y obligaciones morales no son idénticos para todos, pues varían en cada persona, según sea su nivel evolutivo y de conocimiento espiritual..

   En el “Evangelio según el Espiritismo”, se puede leer: “el hombre que cumple su deber ama a Dios más que a las criaturas, y ama a las criaturas más que a sí mismo. Es a la vez juez y esclavo de su propia causa”.

   León Denis, dice al respecto: El deber moral es la regla por la que el ser humano se debe conducir en las relaciones con sus semejantes y con el universo entero. Es alegre para unos y temible para otros; inflexible siempre se yergue ante nosotros”.

  El deber moral que se acepta como meta y objetivo inmediato y se cumple ennoblece el alma y la fortalece, transmitiendo al Ser un sentimiento de tranquilidad interior, una satisfacción y una sensación de plenitud y crecimiento que son imprescindibles para gozar de la felicidad interior, íntima e intensa, que es la auténtica felicidad, apenas lograda por muy pocos en este mundo.

   Este deber siempre es correlativo con el derecho, y ambos son como las dos caras de la misma moneda: el uno no tendría razón de ser sin el otro.

 El cumplimiento de los deberes siempre es una obligación que puede ser de varias clases, tal como por ejemplo, el deber hacia nosotros mismos, respetándonos y gobernándonos con prudencia, esforzándonos en la conquista y práctica de lo útil, lo digno y lo bello.   

   El Deber profesional que exige a nuestra conciencia el llevar a cabo concienzudamente nuestras obligaciones laborales.  

   El Deber social, que nos incita a amar a los demás, trabajando y esforzándonos  por ayudar a  cualquier semejante.

   Tenemos también el deber moral de luchar contra las adversidades de la vida, como pruebas necesarias para nuestra evolución espiritual, no dejándonos dominar por la apatía, la pereza, o el desánimo. No deberíamos conformarnos nunca ante el sufrimiento sin intentar luchar por vencer o disminuir lo malo de la vida. Todos tenemos la obligación moral de no ser cobardes ante los problemas que plantea la existencia.

    El conjunto de los diferentes deberes morales, se manifiesta en la valentía del alma cuando enfrenta las dificultades de las pruebas y luchas de cada día. Este sentido del deber es ilimitado en la conciencia de cada persona y forma parte de nuestro deber moral e íntimo para con Dios.

   El cumplimiento del deber supone la puesta en marcha  de grandes virtudes, sobre todo la de la Caridad que es la mayor virtud, así como es de importancia capital la obligación moral de los deberes bien cumplidos, entre los que se incluye la Caridad, el de la entrega a la familia, el de la Humildad, el deseo de servicio y dedicación al prójimo, el del Perdón, etc. En síntesis:  el deber de hacer siempre el bien en todo momento y lugar.

- Jose Luis Martín-

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El espíritu
y su llegada al más allá



 Inmensas caravanas de emigrantes de la Tierra, llegan continuamente al Más Allá

    Procedentes de los más variados rincones del Orbe, llevan impreso en el espíritu, las señales vigorosas que reflejan los últimos instantes transcurridos en el vehículo celular.

   Llevan consigo el equipaje  de los hechos acumulados durante su tránsito por el mundo de las expresiones físicas. La desencarnación no modificó sus hábitos ni costumbres; no les otorgó títulos ni conquistas, no les quito meritos ni realizaciones. Cada uno se presenta  tal cual vivió. No existe el milagro de la transformación.

    El deseo de la muerte es muy profundo cuando perdemos a un ser muy querido, la vida sin él, nos resulta imposible, y la primera opción es para muchos partir con él. Es el deseo interno de querer morir para   volver a encontrarse con el amor  en las regiones de la Espiritualidad.

    Con el corazón oprimido, inclinados hacia el ser que nos deja, , vemos extenderse  lentamente sobre sus facciones  la sombra del más allá. La lumbre interior solo lanza ya  pálidos y temblorosos resplandores; cada vez es más débil, y luego se extingue… Todos nos hemos preguntado alguna vez, sobre este misterio que es la muerte. Es un problema que a todos nos interesa, ya que en todos ha de cumplirse la ley. Nos interesa saber, si en esta hora, todo se ha terminado; si la muerte no es más que un taciturno reposo en el aniquilamiento o, por el contrario, es la entrada en otra esfera de sensaciones.

    Por todas partes se levantan problemas, en todas partes el sufrimiento reina como un soberano; por todas partes  el aguijón de la necesidad y del dolor estimula al movimiento desenfrenado, al vaivén terrible de la vida y de la muerte. La muerte es el signo de interrogación colocado siempre ante nosotros; la primea pregunta  a la cual suceden  innumerables preguntas y cuyo examen ha hecho la preocupación, la desesperación de las edades, la razón de ser de una multitud de sistemas filosóficos.

    Llorar a los muertos es hacerles sufrir, ya que la muerte no existe, a pesar del concepto  que tengan los materialistas  y muchos religiosos… Morir es renacer, volver el espíritu a su verdadera patria, que es la espiritual.  ¿Por qué entregarnos a la desesperación  o al desconsuelo, si los que suponemos muertos  están vivos?

    La ausencia del ser querido es la que nos suele torturar; a veces no existe la duda de que sigue viviendo, pues lo que sentimos es su presencia a nuestro lado.

    Ahí está  el gran equivoco, en querer pensar que el ser querido  no existe porque ya no está ; la ausencia que nos falta es la del cuerpo, pues el Espíritu que ama  jamás se aparta de los que han quedado en la retaguardia, mientras se lo permitan sus nuevas posibilidades. Y cuando pueden  intentan, comunicarse…

    En las practicas  espiritas orientadas  según las enseñanzas de Kardec, los Espíritus se comunican sin ninguna evocación individual y siempre nos convocan a la meditación en torno a las responsabilidades que nos correspondan, reprendiéndonos a veces con mansedumbre, guiándonos con sabiduría y hermanándose con nosotros  gracias a la experiencia que tienen, tras haber vencido  la jornada  en la densa organización corporal. Al testificar  la continuidad de la vida, comprueban que la justicia divina no falla y que concede a cada uno  lo que es merecedor, según como se haya conducido cuando estaba encarnado. Reaparecen ante nosotros con las características de la personalidad que les hemos conocido y se hacen identificar hasta  la saciedad para que nos tranquilicemos, a fin de darnos coraje  para enfrentar nuestros necesarios embates.

    Es el Evangelio lo que nos da exuberantes demostraciones de la inmortalidad y de la comunicabilidad de los pseudomuertos. Toda la Biblia está salpicada de constantes noticias de la comunicación entre los dos planos de la vida.: el físico y el espiritual, expresándose de las más  variadas maneras: visiones, sueños, profecías, obsesiones, curas espirituales, bilocaciones, apariciones, materializaciones, desmaterializaciones, intervenciones, etc.  Referida como un don por el Apóstol Pablo, la mediúmnidad está siempre presente en las páginas del Libro de los Libros, como un puente de luz entre los hombres encarnados y los Espíritus.

    Como una luz penetrante, la revelación de la vida más allá de la tumba es un incentivo y un consuelo para los que de la Tierra solamente conocen pruebas, dolores muy agudos, limitaciones y amarguras, y es una bendición superior para los que dan amor al prójimo, sacrificándose por el bien general y practican la renuncia  y la dedicación a su prójimo.

    Son inherentes al hombre   las posibilidades  de alcanzar  los ideales superiores y sublimes, las aspiraciones mayores  y el mantener el rostro vuelto  hacia las legítimas realidades espirituales.

   Nadie muere, la muerte es una ilusión de nuestros débiles sentidos, y de los  muy pobres códigos con que pretendemos  descifrar los designios divinos,  no consiguen traducir la magnitud de las excelsas leyes de la vida.

    Siendo  la muerte un nuevo nacimiento  hace que los verdaderos amores, lejos de distanciarse ante la realidad del despertar espiritual, se estrechen aun más y se transformen en lazos de una incomparable belleza y en promesas de una luz insuperable, y continúan palpitando los nobles sentimientos que se mantenían en la jornada vencida. una vez que los tejidos se disgregan en el lodo del sepulcro y el espíritu liberado asciende, si supo avanzar en las tareas elevadas, sin las amarras coercitivas de la retaguardia.

    Al principio, todo parece fascinante y deslumbrante. Es como una esfera de sueño y un país de encantamiento. Sin embargo, transcurridas las primeras horas y pasada la ligera turbación, se es atendido por dedicados amigos que les han precedido y se empieza a comprender, a discernir y a establecerse, casi feliz, en la nueva realidad. Podríamos compararlo, como el que se despierta después de haber sufrido una operación quirúrgica, poco a poco se integra  en la Comunidad en la que despierta.

    Todo lo que poseemos es un préstamo de la vida. Todos tenemos  más fuerza y coraje de lo que suponemos. Las potencialidades del hombre  se desarrollan en la lucha. Además, con los espíritus Amigos, aprendemos, que  todos los dolores  y frustraciones  nos pertenecen por adquisición del pasado  y que podemos libertarnos  de los mismos en el presente o en el futuro.

    No conseguimos  entender las grandezas de nuestro Padre. En el Cielo  hay parajes, nidos de belleza, donde el espíritu ya superó las formas  y los límites  de la cárcel pegajosa de la carne, allí resplandecen el amor y la vida.

    ¿Por qué pensar solamente en la encarnación transitoria, sin tener en cuenta  las expresiones del infinito? En el barro de la coyuntura actual  y en las altas temperaturas  del sufrimiento purificador, construyamos el indestructible castillo  de las venturas venideras.  Tengamos en mente que la Eternidad es el tiempo que es: ni pasado, ni futuro, y por lo tanto insistamos en la perpetua elaboración de lo correcto y de lo éticamente perfecto. Las aflicciones de ahora  se transformarán en tranquilidad para siempre  y el amor cantará su definitiva balada a los oídos de nuestra dichosa alegría.

    El alma una vez que termina su etapa reencarnacionista, continúa creciendo en amor y conocimiento  fuera de las vibraciones de la Tierra, en otros planos evolutivos.

    Se evoluciona por etapas. En una Encarnación adquirimos la corona de la cultura, en otra la palma del amor.  Son muy raros los que consiguen adquirir sabiduría y bondad, cultura  de la inteligencia y cultura del amor de en una sola vez.  El hombre sabio, sin amor, puede tornarse un monstruo. Al desencarnar, notará  que habrá cultivado el cerebro, pero tendrá el corazón vacío, y deberá entonces iniciar una gran jornada  recorriendo la senda estrecha del sufrimiento, sin el conocimiento, en las expiaciones purificadoras.

      El amor, en todas partes es el alma del Universo, manifestación de Dios.

    Aun los espíritus  condenados a trabajos forzados, inveterados perseguidores de la paz de muchos otros espíritus - seres infelices que solo esparcen  la desdicha que poseen – no están privados del auxilio divino otorgado por abnegados mensajeros que velan por ellos, los asisten y los amparan.

    En cualquier lugar e incesantemente, la devoción de los buenos, refleja la paternal providencias Divina.

    Morir, lejos de significar  un descanso en las mansiones celestiales  o expurgar sin remisión en las zonas infernales, es pura y simplemente, comenzar a vivir…

    La muerte a todos nos espera, y la vida es la gran respuesta a todos los enigmas.

    Ya se ha escrito y hablado mucho sobre la vida más allá de la muerte, mas es necesario repetir, divulgar, acostumbrar  al hombre a las cuestiones espirituales.

    En los tiempos actuales, el mensaje consolador y claro de las “Voces del Cielo” tiene régimen de urgencia y ante las perspectivas atrayentes del futuro con Jesús, se formulan votos de paz  con excusas sinceras hacia aquellos Espíritus valerosos, perspicaces y estudiosos, que ciertamente, no encontrarán en la tierra lo que necesitan  para sedimentación de la cultura  y ampliación del conocimiento.

    La vida en el más allá prosigue sin grandes modificaciones, ofreciendo a cada alma  en el crisol evolutivo, las bendiciones o puniciones  a que se ha hecho acreedora.

    Están los atormentados por el sexo que continúan ansiosos. Esclavos del placer que prosiguen inquietos. Compañeros de la ilusión  que permanecen engañados. Aficionados a la mentira que se enloquecen  bajo la impresión de imágenes desordenadas. Amigos de la ignorancia que caminan perturbados.

    Solamente las almas esclarecidas y experimentadas en la batalla redentora, marchan en plena libertad, disfrutando de la dadiva de la esperanza entre sonrisas y realizaciones.
Allí se verifica el verdadero sentido de la fe. En vez de ser la aceptación pasiva de la creencia religiosa, es sobre todo, un programa de ascensión y de renovación interior.

      La conducción de la claridad pura del Cristianismo en la mente y en el corazón, es una elevada concesión del Cielo que nadie quebrantará impunemente.

    Para el hombre común, la felicidad se resume en el problema de la posesión. Generalmente se piensa que la felicidad es ser dueño de algunas monedas o esclavo de algunos millones. Muchos son los que anhelan el goce  que la posesión del dinero puede comprar. Otros se tranquilizan con lo que la posesión ya les dio. Sin embargo, se ha constatado, que los que poseen riquezas no son felices. La felicidad  no es una consecuencia  de lo que se tiene  o se deja de tener. Es una construcción intima  que depende de nuestra actitud de encarar lo que tenemos o lo que dejamos de tener. Muchas veces, quien posee algo, queda dominado por lo que tiene, así como  otros que nada tienen, se tornan esclavos de ese “no tener nada”.

    El hombre cuando desencarna es cuando comprende las palabras de Jesús cuando nos hablo de la “pureza de corazón” enseñándonos  a adquirir  los tesoros inalienables del espíritu, con los cuales el hombre es feliz.

    La vida espiritual es muy semejante a la corporal, a pesar de que la vida del encarnado no es semejante a la del más allá. Sin embargo, en el mundo de la erraticidad, el Espíritu puede adquirir  elucidaciones y enseñanzas  que no puede desdeñar, considerando el valor  de que son portadores.  Mientras marchamos por la carne, no disponemos  de los cuidados  especiales necesarios a la observación de los hechos, situándolos en su lugar correspondiente como beneficios celestiales para nuestros espíritus ansiosos de evolución. Es común que modifiquemos los conceptos de los mensajes que nos son dirigidos transfiriéndolos para el prójimo y jamás aceptándolos como rumbo cierto para nosotros mismos. Sin embargo, en la vida espirita eso no es posible, porque estando despiertos a la verdad y sedientos de ella, buscamos en cada acontecimiento o narración, aparentemente sin importancia, lo que nos pueda ser útil, de manera  de poder apaciguar  los conflictos íntimos y disminuir las aflicciones del arrepentimiento.

    Desde la cuna al sepulcro, marchamos bajo la tutela del Señor, asistidos por abnegados desencarnados que no desfallecen en sus deberes de guiarnos por el rumbo ennoblecedor. Aquí, es la inspiración que nos llega ampliando el horizonte de nuestra alma, obligándonos a introducirnos en el sendero de las indagaciones fascinantes, levantando velos, aclarando conflictos, descifrando problemas, ofreciendo directivas. Allí, es la naturaleza vestida de luz: arroyos, ríos y mares, flores y pájaros, vetustos arboles y pequeños vegetales, animales e insectos  que existen en todas partes, alboradas y crepúsculos, sol y lluvia, minerales de diversos valores  que las ambiciones humanas, hijas del egoísmo y del orgullo convirtieron en preciosos  y vulgares, encendiendo el fuego de la posesión, por los cuales tantos se empeñan y luchan por obtener… Más allá, es el dolor – mensajero de la verdad, benefactor anónimo  e incomprendido – la voz del sufrimiento, invitando a la continencia  y al equilibrio, advirtiéndonos con relación al desgaste de la valiosa maquina física; el dolor moral, llamándonos a la meditación  y al análisis de las acciones; el dolor espiritual, manifestado en ausencias, frustraciones emocionales, agonías y soledad del alma, hablándonos en forma intuitiva sobre  el mal uso de la libertad, aprisionando la mente  en evocaciones dolorosas, que a pesar de esbozarse apenas en la tela mental, marcan los sentimientos con señales  angustiosas; el dolor  nostalgia y otros tantos dolores… todos perseverantes, llamándonos la atención, advirtiéndonos.

    Muchas almas cuando están al otro lado, se sumergen en los recuerdos, meditando seriamente sobre sus acciones en la tierra, y reparan en que el arrepentimiento es un gran colaborador para la paz interior, pero cuando solo nos ofrece la oportunidad del trabajo gracias al cual se opera nuestra renovación. Abatirse bajo  el peso del fardo de lo que está “hecho”, es desperdiciar la feliz oportunidad del resarcimiento. Hemos de tratar de resurgir íntimamente  del “túmulo de las cosas muertas”.

    Todos tenemos en el pasado, labores para reparar y caminos interrumpidos en la marcha evolutiva, que aun debemos vencer. El tiempo, ese amigo silencioso y confiado, nos enseña a no apresurarnos, para no sufrir el peligro de cansarnos y detenernos nuevamente, aunque también nos elucida con relación al estancamiento por las probabilidades que involucra criar raíces… Viajero incansable, él representa nuestras mejores y más caras esperanzas. Para nuestros espíritus endeudados, el tiempo, ligado al trabajo, es un tesoro que no podemos desdeñar, y aparte de ello, tenemos también la oración, ese tónico reconfortante que nos da coraje y que siendo de tan gran importancia, no sabemos valorar.

    Con el tiempo, tenemos la oportunidad.
    Con el trabajo, conseguimos el aprovechamiento de la oportunidad.
    Y con la oración, santificamos la ocasión y la acción.
    Todos los que atraviesan el océano físico, se dan cuenta de cuan difíciles son los primeros tiempos después de que la indumentaria carnal que nos vistió durante largos años, continua envolviéndonos y reteniéndonos en el laberinto cruel de las evocaciones y sensaciones habituales.

    La reencarnación, casi siempre, representa,  una inmersión en las aguas oscuras y peligrosas del mar del olvido. La gran mayoría de las almas vuelven a la carne como criminales en el exilio, para que dentro de ese olvido, logren considerar las actitudes mezquinas e infelices, rectificando pensamientos y aprendiendo a respetar la vida en el contacto con el dolor.

    El dolor físico desanuda químicamente  los lazos que encadenan al Espíritu en la carne; le aparta los fluidos groseros que le envuelven – aun después de la muerte – y le retienen en las regiones inferiores. No maldigamos el dolor; solo él nos arranca  de la indiferencia, de la voluptuosidad. esculpe nuestra alma y le da su forma más pura, su más perfecta belleza.

    Estas enseñanzas nos hacen perder el carácter espantoso a la muerte; la dejan reducida a una transformación necesaria, a una renovación. En realidad, nada muere. La muerte no es más que aparente. Solo la forma exterior cambia; es el principio de la vida –el alma- continua en su unidad permanente, indestructible. Se recobra más allá de la tumba, ella y su cuerpo fluídico, en la plenitud de sus facultades, con todas sus adquisiciones, luces, aspiraciones, virtudes, potencias, con las que nos enriquecemos en las existencias terrenales. He aquí los bienes imperecederos del que nos habla el Evangelio cuando nos dice: “Ni los gusanos ni el moho corroen, y los ladrones no pueden arrebatárnoslos.” Estas son las únicas riquezas que nos es posible llevar con nosotros y utilizar en la vida del porvenir.

    La muerte y la reencarnación – esta que la sigue a aquella en un tiempo dado – son dos formas esenciales del progreso. Al romper  las costumbres estrechas que habíamos contraído, nos restituyen a otro medio diferente; dan a nuestro pensamiento un nuevo ímpetu: nos obligan a adaptar  el Espíritu a las mil fases del orden social universal.

    Cuando llega el atardecer de la vida; cuando nuestra existencia, semejante a la página de un libro, va a volverse para dejar su puesto a una página en blanco, a una página nueva, el bueno pasa revista a sus actos.

    El cuerpo humano, vestimenta de carne, despojo miserable, vuelve al laboratorio de la Naturaleza; pero el Espíritu, después de haber realizado su obra, se lanza a una vida más avanzada, hacia esa vida espiritual que sucede  a la existencia corporal como el día sucede a la noche, y separa cada una de nuestras encarnaciones.

    La muerte es la gran reveladora. En las horas de padecimiento, cuando la sombra se hace a nuestro alrededor, algunas veces nos hemos preguntado: ¿por qué naci? ¿por qué no me quede en la profunda noche, allá donde no se siente,  donde no se sufre, donde se duerme el eterno sueño? Y en esas horas de dudas, de ahogo, de angustia, una voz suena en nuestro interior que nos dice:

    Sufre para engrandecerte y purificarte. Sabe que tu destino es grande. Esta fría tierra no será tu sepulcro. Los mundos que brillan en la superficie de los cielos son tus moradas del porvenir, la herencia que Dios  reserva a sus hijos. Eres por tanto un ciudadano del Universo; perteneces a los siglos futuros como a los siglos pasados, y en la hora presente  preparas tu elevación. Soporta, pues, con calma  los males elegidos por ti mismo. Siembra en el dolor  y en las lágrimas la semilla que brotará en tus próximas vidas; siembra también para los demás, como otros han sembrado para ti. Espíritu inmortal, avanza con paso firme por el sendero escarpado hacia las alturas desde donde el porvenir se te mostrará sin velo. La ascensión es ruda, y el sudor inundará con frecuencia tu rostro; pero, por la cima, veras asomarse la luz, verás brillar en el horizonte el sol de la verdad y de la justicia…

    La voz que  nos habla así es la de los muertos, la de las almas amadas que nos han precedido en la región de la verdadera vida, que muy lejos de dormir bajo las losas, velan por nosotros. Desde el fondo de lo invisible nos contemplan y nos sonríen. ¡Adorable y Divino misterio! Se comunican con nosotros. Nos dicen: Basta de dudas estériles; trabajad y amad, ¡Un día, cuando hayáis cumplido vuestra tarea, la muerte nos reunirá!

    Por la voz de los Espíritus, la voz de los muertos se ha hecho oir. La verdad ha salido de nuevo de la sombra, más bella y más esplendorosa que nunca. La voz ha dicho: muere para renacer, renace para engrandecerte y elévate con la lucha y el sufrimiento. Y la muerte no es ya una causa de espanto, , pues detrás de ella vemos a la resurrección. Así, ha nacido el Espiritismo. A la vez ciencia experimental, filosofía y moral, que nos proporciona un concepto general del mundo y de la vida basado en la razón y en el estudio de los hechos y de las causas, concepto más vasto, más esclarecido y más completo que cuantos les han precedido.

    Las voces de nuestros hermanos mayores, nos dicen que recordemos que la vida es corta. Y que mientras dure debemos esforzarnos  en adquirir lo que venimos a buscar, que es el verdadero perfeccionamiento. Luchando con valor contra las viles pasiones, y de vemos hacerlo con el Espíritu y el corazón, corrigiendo nuestros defectos, suavizando el carácter y fortificando la voluntad. ¡ que el pensamientos se  aparte de las vulgaridades terrenales y se abra orientado hacia el cielo luminoso!

    Recordando que todo lo que es material es efímero. Las generaciones pasan como las olas del mar; los imperios se derrumban, los mundos mismos desaparecen y los soles se apagan; todo pasa y se desvanece. Pero hay tres cosas que resplandecen por encima del espejismo de las glorias humanas, que son: la Sabiduría, la Virtud y el Amor. ¿Conquistarlas con nuestros esfuerzos, y cuando las hayamos conseguido, nos elevaremos por encima de lo pasajero y transitorio, para empezar a gozar de lo que es eterno!

Trabajo realizado por Merchita, extraído del libro “Más Allá de la muerte” de Divaldo Pereira Franco y del libro “Después de la muerte” de León Denis

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           ANTE LAS DIFICULTADES,                               AVANZAR SIEMPRE
                                                                                              

Nuestro paso por la Tierra no es una experiencia llena de parabienes, perfumes y rosas. No vivimos en un vergel de felicidad y virtudes, como si se tratase de un cuento de hadas. Nada de eso, la realidad es bien distinta.

Somos espíritus aún muy necesitados de aprendizaje, rescates y esfuerzos continuados para desembarazarnos de la cáscara de inferioridad que arrastramos desde tiempo inmemorial. Dios nos crea sencillos e ignorantes, y traza un camino; pero el libre albedrío permite escoger… y a veces se escoge mal, complicándonos extraordinariamente el viaje hacia la plenitud.

Es verdad que la vida no es un camino de rosas, pero tampoco un valle de lágrimas. Nadie vive algo que no merezca o necesite. Para llevar adelante todas las potencialidades existentes en el ser, para que esa chispa divina latente adquiera fulgor, necesita el trabajo y el esfuerzo. No existe otro camino.

La mentora Joanna, madre amorosa inspirada por el Maestro Jesús, da valiosos consejos para superar las numerosas dificultades que se presentan en el camino diario. Ideas prácticas que pueden ayudar a alcanzar el éxito en la compleja tarea de evolución personal e intransferible.

(*) Si surge una dificultad, impidiéndote la caminata, no pierdas el tiempo. Detén el paso y bordea el obstáculo.

Hay obstáculos con los que no merece la pena perder el tiempo, están fuera de nuestras posibilidades. A veces se trata de situaciones que no dependen de uno, e incluso no nos pertenecen.

Detén el paso” nos dice la Mentora, para efectuar un rápido análisis de la situación e inmediatamente proseguir, y hacerlo con fe y confianza. Hay que bordearlos y seguir adelante.

Durante la existencia física, no siempre vamos a comprender todo en el primer momento. Tampoco controlar cuanto nos sucede. Madurar implica asimilar, poco a poco, el mensaje, la enseñanza que traen los acontecimientos de la vida y las pruebas que corresponda superar. No se pueden acelerar los procesos naturales, pero tampoco merece la pena estancarse ante la menor dificultad.

Si algún problema inesperado amenaza tu equilibrio, no te aflijas. Silencia la rebeldía y busca solucionarlo conforme a tus posibilidades.

En especial aquellas personas que acostumbradas a controlar todos los aspectos de su vida, personas muy organizadas que les gusta aprovechar el tiempo y vivirlo intensamente, personas que sufren muchas veces por inconvenientes súbitos que rompen la rutina establecida por ellos mismos. Estas situaciones suelen provocar una enorme contrariedad, nerviosismo y desasosiego.

No te aflijas” dice Joanna. El conato de rebeldía hay que apagarlo con pensamientos constructivos, en aras de solucionar cualquier imprevisto que, no obstante, requiere ser resuelto, o simplemente ejercitando la paciencia cuando es solo cuestión de tiempo. Cuando uno trabaja su interior en situaciones de esta índole nunca pierde el tiempo, aunque lo parezca, puesto que está ejercitando unos valores que le serán muy útiles en el futuro.

Si alguien a quien amas ha cambiado de conducta con relación a ti, o te abandonó, mantente sereno.

Duelen mucho los desafectos, las ingratitudes, los cambios bruscos de comportamiento en las personas que amamos, en quienes teníamos depositada una confianza plena. No obstante, el gran reto ante esas situaciones amargas radica en mantener la serenidad interior. El ser humano no puede detenerse mucho tiempo a la hora de analizar el impacto emocional o sentimental que un distanciamiento así o una ruptura puede provocar. También hay que bordearlo y continuar. Cada quien es libre en sus actos, por tanto no nos corresponde forzar ninguna situación contraria a la voluntad de las personas.

También ocurre que inconvenientes de esa naturaleza pueden llegar a ser una bendición, pues ayudan a abrir los ojos ante una realidad que antes quizás negábamos o que podíamos tener idealizada, o que simplemente no veíamos.

Suelen ser unos cambios amargos, dolorosos; cambios que generan contrariedades, pero que son para bien, situando la Divina Providencia las cosas en su lugar, para que no exista un entorpecimiento mutuo, y de ese modo proseguir cada uno por el camino con libertad.

El rebelde y el desertor, con sus actitudes intempestivas, ya han perdido la razón. Permanece pues en paz.

Tanto el rebelde como el desertor tienen un problema que les atañe solo a ellos. Y aunque poseemos libertad para enmarañarnos en sus problemas, en sus actitudes poco edificantes, podemos tomar otro camino más coherente, constructivo y edificante.

No merece la pena alterarse porque otras personas de nuestro círculo social o familiar adopten ese tipo de actitudes, contrarias a la fraternidad o la solidaridad. También aquí hay que mantener la paz y guardar el equilibrio para poder seguir con calma, aunque se pudiera estar rodeado de aguas turbulentas.

Lo que ahora pierdas, lo obtendrás más adelante.

Solo los que poseen una fe sólida, los que persisten en el bien, los que saben en qué dirección caminan, están en condiciones de obtener los objetivos anhelados. No importa cuánto se pueda perder ahora, las ingratitudes, las deserciones, los sinsabores. Todo ello pertenece a las pruebas escogidas −conscientemente− antes de encarnar, para conseguir unos objetivos concretos. Por lo tanto, pese a todo, y aunque el entorno parezca caótico, se debe mantener la serenidad en el camino y la confianza en el porvenir, mantener siempre el paso firme y seguro.

Todo lo que te pase, sabiendo comportarte, será siempre para tu bien futuro.

Las dificultades hay que convertirlas en posibilidades de crecimiento, aprendiendo a comportarse dentro de unos valores ético-morales. La vida conspira permanentemente hacia la plenitud, orienta y conduce hacia la felicidad consciente y plena.

Puesto que poseemos el germen, la chispa divina, con todas sus potencialidades, y la ruta que amorosamente nos traza el Creador, “nada hay que temer”; “estamos en muy buenas manos”. Solo queda ser dóciles, dejarse conducir por las manos sabias de quien creó todo y que nos espera al final del camino, ya perfeccionados y purificados con la pureza primitiva con que salimos de su regazo.

 José Manuel Meseguer  Amor, Paz y Caridad.

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