INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Lo que dice el Espiritismo
2.- Causas actuales de las aflicciones
3.- Deducciones filosóficas y morales de la Reencarnación
Frase de Krisnamurti
4.- Dudas acerca de la Justicia Divina
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LO QUE DICE EL ESPIRITISMO
Escuchen un momento los pobres de espíritu y nobles de corazón que, desconociendo en absoluto esta hermosa y compleja Ciencia que se llama Espiritismo, la desprecian por sistema, creyéndola necia y pueril distracción, propia de ignorantes o desequilibrados.
Nuestra doctrina, mostrando la igualdad perfecta, absoluta, del punto de partida de todos los hombres, borra las separaciones artificiales de clases elevadas por el orgullo y la ignorancia, y claramente prueba, que nadie tiene derecho a más respeto ajeno, que aquel a que se haga acreedor por la nobleza de su conducta.
El nacimiento y la posición social, para el Espiritismo racional que nosotros defendemos, no son sino accidentes temporales de los que nadie puede envanecerse, puesto que del mismo modo se pueden adquirir y perder en cualquier fase de las encarnaciones terrestres.
Enseña, pues, con testimonios positivos, la más verdadera y santa de las democracias y por consiguiente, es llegado el tiempo en que todos los velos deben rasgarse para dar paso a la consoladora Luz de la Verdad, a la Buena Nueva que Jesús prometió a la humanidad.
El Espiritismo , aporta pruebas tangibles de la inmortalidad del alma, y por tanto, es preciso que, afrontando todos los sarcasmos y prejuicios, se decidan a estudiarlo atentamente cuantos se precien de hombres serios y sensatos.
Los espíritus aferrados a sus concepciones tradicionales y rutinarias, llegará un día en que tendrán que abrir los ojos ante el deslumbrador foco de esta nueva Ciencia, que, apoyada sólidamente en hechos irrecusables, satisface el raciocinio.
El Espiritismo, además, con la certeza que proporciona al hombre de la sucesión y multiplicidad de sus vidas, y de la efectiva responsabilidad de todos nuestros actos, por insignificantes que los creamos, viene a resolver, en el momento presente, otra porción de cuestiones.
Las luchas sociales, que en nuestros días adquieren un carácter áspero y encarnizado, podrán suavizarse en gran escala, con el convencimiento espiritista de que la duración de una existencia no es más que un momento transitorio en la evolución eterna del Espíritu.
Con menos orgullo en los de arriba y menos envidia en los de abajo, nacerá la armonía y la más franca solidaridad, al contacto de estas consoladoras doctrinas, cuya base es la tolerancia. Y acaso nos sea dado ver desaparecer las luchas fraticidas, abortos de la ignorancia, disipándose ante las máximas de amor y fraternidad, que son la radiante corona que ostenta el Espiritismo.
- Revista Fraternidad Cristiana Espírita nº 48 -
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CAUSAS ACTUALES DE LAS AFLICCIONES
4. Las vicisitudes de la vida son de dos
especies, o si se quiere, tienen dos orígenes muy diferentes que conviene
distinguir: unas tienen su causa en la vida presente y otras fuera de
ella.
Remontando al origen
de los males terrestres, se reconocerá que muchos son la consecuencia
natural del carácter y de la conducta de aquellos que los soportan.
¡Cuántos hombres caen
por sus propias faltas! ¡Cuántos son víctimas de su imprevisión, de su
orgullo y de su ambición! infelices los medios de ganarse la vida con su
trabajo, como las deformidades, el idiotismo, la imbecilidad, etc.
Aquellos que nacen en
semejantes condiciones, seguramente, nada hicieron en esta vida para merecer una
suerte tan triste, sin compensación y que no podían evitar, impotentes
para cambiar por sí mismos y que les deja a merced de la conmiseración
pública.
¿Por qué, pues, seres tan infelices, mientras que a su lado, bajo un mismo techo, en la misma familia, otros son favorecidos bajo todos los aspectos?
¿Qué decir, en fin, de
esos niños que mueren en edad temprana y no conocieron de la vida más que
el sufrimiento?
Problemas que ninguna filosofía pudo resolver aún, anomalías que ninguna religión pudo justificar y que serían la negación de la bondad, de la justicia y de la providencia de Dios, en la hipótesis de que el alma sea creada al mismo tiempo que el cuerpo y que su suerte esté irrevocablemente fijada después de una estada de algunos instantes en la Tierra. ¿Qué hicieron esas almas que acaban de salir de las manos del Creador, para soportar tantas miserias en este mundo y merecer en el futuro, una recompensa o un castigo cualquiera, cuando no pudieron hacer ni bien ni mal?
Sin embargo, en virtud
del axioma de que todo efecto tiene una causa, esas miserias son efectos que deben tener una
causa; y desde que se admita un Dios justo, esa causa debe ser justa,
luego precediendo siempre la causa al efecto y puesto que aquella
no está en la vida actual, debe ser anterior a ella, es decir,
pertenecer a una existencia precedente. Por otro lado, no pudiendo
Dios castigar por el bien que se hizo, ni por el mal que no se hizo,
si somos castigados, es porque hicimos mal; si no hicimos mal en esta
vida, lo hicimos en otra. Esta es una alternativa de la que es imposible
evadirse y en que la lógica dice de que lado está la justicia de Dios.
El hombre, pues, no es castigado siempre o completamente castigado, en su existencia presente; pero nunca se evade a las consecuencias de sus faltas. La prosperidad del malo sólo es momentánea y si no expía hoy, expiará mañana, mientras que el que sufre, sufre por expiación de su pasado. La infelicidad que en un principio parece inmerecida, tiene su razón de ser y el que sufre puede decir siempre: “Perdóname, Señor, porque he pecado”.
7. Los sufrimientos por causas anteriores, son, con frecuencia, como los de las faltas actuales, consecuencia natural de la falta cometida; es decir, que por una injusticia distributiva rigurosa, el hombre sufre lo que hizo sufrir a los otros; si fue duro e inhumano, podrá a su vez ser tratado con dureza y con inhumanidad; si fue orgulloso, podrá nacer en una condición humillante; si fue avaro, egoísta, o si hizo mal uso de su fortuna, podrá ser privado de lo necesario; si fue mal hijo, podrá sufrir con sus propios hijos, etc.
Así se explican, por
la pluralidad de existencias y por el destino de la Tierra como mundo
expiatorio, las anomalías que presenta la repartición de la felicidad y la
infelicidad entre los buenos y malos en este mundo. Esa anomalía no existe
en apariencia, porque se toma su punto de vista desde la vida
presente; pero si uno se eleva con el pensamiento de manera que
pueda abarcar una serie de existencias, se verá que cada uno recibe
la parte que se merece, sin perjuicio de la que le es dada en el
mundo de los Espíritus y que la justicia de Dios jamás es interrumpida.
El hombre nunca debe perder de vista que está en un mundo inferior, donde sólo es mantenido por sus imperfecciones. A cada vicisitud debe decirse que si perteneciese a un mundo más elevado, eso no ocurriría y que de él depende no volver más a este mundo, trabajando por su perfeccionamiento.
8. Las tribulaciones de la vida pueden ser
impuestas a los Espíritus endurecidos o muy ignorantes para hacer una
elección con conocimiento de causa, pero son elegidas libremente
y aceptadas por los Espíritus arrepentidos, que quieren reparar el mal que hicieron e
intentar hacerlo mejor. Tal como aquél que habiendo hecho mal su tarea,
pide que se le permita empezarla de nuevo para no perder el beneficio de
su trabajo. Estas tribulaciones son, pues, a la vez, expiaciones por lo soportado en este mundo sea, necesariamente, el indicio de una falta
determinada; con frecuencia, son simples pruebas escogidas por el Espíritu
para acabar su depuración y apresurar su adelantamiento. Así, la expiación
sirve siempre de prueba, pero la prueba no es siempre una expiación;
pruebas o expiaciones, son siempre señales de una inferioridad relativa, porque
lo que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un Espíritu
puede, pues, haber adquirido un cierto grado de elevación, pero
queriendo avanzar más aún, solicita una misión, una tarea a cumplir, por
la que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto
más penosa haya sido la lucha. Tales son, especialmente, esas
personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de
nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de
su existencia precedente y que sufren con una resignación
muy cristiana, los mayores dolores, pidiendo a Dios para
soportarlos sin lamentaciones. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan las quejas y conducen
al hombre a revelarse contra Dios.
El sufrimiento que no excita lamentaciones, sin duda, puede ser una expiación; pero más bien es un indicio de que fue escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución, lo que es señal de progreso.
10. Los Espíritus no pueden aspirar a la felicidad perfecta sino cuando son puros; toda mancha les cierra la entrada en los mundos felices. Lo mismo sucede a los pasajeros de un navío infestado por la peste, a los que les está prohibido entrar en una ciudad hasta que se hayan purificado. Los Espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida adelantan cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el remedio que limpia la llaga y cura el enfermo; cuanto más grave es el mal, más enérgico debe ser el remedio. El que sufre mucho, debe decirse que tenía mucho que expiar y alegrarse de curar muy pronto; depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su resignación y no perderle los frutos con las lamentaciones, sin lo cual tendría que empezar de nuevo. asado que castigan y pruebas para el porvenir que preparan. Rindamos gracias a Dios que en su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no lo condena irrevocablemente por la primera falta.
9. Entre tanto, no es necesario creer que todo
sufrimiento soportado en este mundo sea, necesariamente, el indicio de
una falta determinada; con frecuencia, son simples pruebas
escogidas por el Espíritu para acabar su depuración y apresurar
su adelantamiento. Así, la expiación sirve siempre de prueba, pero
la prueba no es siempre una expiación; pero, pruebas o expiaciones, son
siempre señales de una inferioridad relativa, porque lo que es perfecto no
tiene necesidad de ser probado. Un Espíritu puede, pues, haber adquirido
un cierto grado de elevación, pero queriendo avanzar más aún, solicita una
misión, una tarea a cumplir, por la que será tanto más recompensado si
sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha. Tales son,
especialmente, esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada,
de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de
su existencia precedente y que sufren con una resignación
muy cristiana, los mayores dolores, pidiendo a Dios para
soportarlos sin lamentaciones. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan las quejas y conducen
al hombre a revelarse contra Dios.
El sufrimiento que no excita lamentaciones, sin duda, puede ser una expiación; pero más bien es un indicio de que fue escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución, lo que es señal de progreso.
Tomado de El Evangelio Según el Espiritismo
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DEDUCCIONES FILOSÓFICAS Y MORALES DE LA REENCARNACIÓN
La idea de
la reencarnación del espíritu inmortal,
aporta múltiples y profundas consecuencias filosóficas y morales, dando un
sentido mas profundo de nuestra realidad individual y existencial dentro del Universo,
porque por la reencarnación se cumple el
propósito moral de nuestra existencia, cual es la evolución del Ser.
La aceptación de este concepto fundamental, nos lleva a comprender la necesidad de llegar a amar a toda la Creación y sobretodo a nuestros semejantes, procurando ser cada vez más solidarios y altruistas, en coherencia con el conocimiento de la Divina ley del Amor y de la de las consecuencias de nuestros actos durante la vida, pues por ella comprendemos que el ayudar a los demás supone estar ayudándonos a nosotros mismos. Estos principios éticos nos señalan que al ser naturalmente libres los espíritus humanos, podemos actuar siempre siendo plenamente conscientes de nuestra íntima libertad para poder pensar y decidir, por lo cual, cada individuo debería ser instruido sobre las consecuencias de sus actos, pero sin imposición alguna en aras del respeto a su libertad. Esta libertad de acción viene a ser utilizada proporcionalmente a su grado de desarrollo ético individual.
De la idea de la reencarnación, también se puede deducir la gran importancia de poner en nuestras vidas los sagrados principios evangélicos de la Caridad y de la Fraternidad humanas.
La honradez en general de vida que se plantea ante nuestras conciencias como una necesidad, se desprende del conocimiento de la reencarnación y de las demás leyes espirituales que la acompañan, que son la esencia misma del sentido moral que debe primar en cada ser humano. La persona honrada y buena hace el bien por el bien mismo, sin buscar aprobación ni recompensa, ignorando odios y venganzas, y perdonando siempre; el honrado es afable con todos y caritativo para con los más débiles; la tolerancia y el respeto son la bandera que ondea en su corazón.
Los conceptos éticos y morales que se desprenden de la idea reencarnacionista y de las demás leyes espirituales, tal como las presenta el Espiritismo, podrían contribuir enormemente al progreso espiritual del Ser humano y por lo tanto de toda la sociedad humana, porque la aceptación de la existencia del Espíritu y de su reencarnación, resultan un serio oponente a los conceptos materialistas y egoístas de la vida, que por sus nefastas consecuencias son la mayor plaga que sufre la Humanidad porque entorpecen su avance espiritual y su felicidad.
Por la reencarnación, podemos comprender como evolucionamos de existencia en existencia humana, haciendo del progreso espiritual el objetivo esencial de la vida, pudiendo perfeccionarnos continuamente mediante nuestro esfuerzo por adquirir cada vez una mayor e ilimitada capacidad intelectual y moral, lo que nos abre un vastísimo horizonte de progreso moral y espiritual.
Quien tenga asumidos los principios éticos y morales que aporta el sentido espírita de la reencarnación, procurará en vez de imponer castigos o venganzas a los culpables de cualquier delito, instruirlos para su reforma moral como enfermos del alma a los que se debe ayudar a sanar, removiendo sus conciencias y previniendo sus acciones, porque comprenderá que la venganza y el castigo son inútiles para su mejoramiento y regeneración. Además sabrá creer y confiar en los mecanismos de actuación de la Justicia Divina, porque comprenderá como cada mala acción lleva implícita en sí misma su propio castigo o corrección.
El conocimiento espírita sobre las leyes de la reencarnación y la de Causa y Efecto, nos llevan a comprender la necesidad que todos tenemos de rechazar pensamientos y sentimientos negativos de cualquier índole, así como del esfuerzo por ayudar a los demás y de lo necesario e importante que es también mantener el cuerpo físico en buen estado, considerando que es un valiosísimo instrumento para nuestra evolución.
Si la reencarnación fuese más comprendida y aceptada por la humanidad en general, dejaría de tener sentido en nuestro mundo la existencia de lacras como el racismo, la xenofobia y todos los separatismos por diferencia de lenguas, culturas, credos, etc., incluidos también el machismo y el feminismo tan de moda actualmente. Todos los separatismos aludiendo a diferencias humanas, no son sino especies mas o menos encubiertas de egoísmo.
Al tener asumida la idea de la reencarnación, nadie podría despreciar a nadie por diferencias de la clase que sea , porque sería como despreciarse a sí mismo ya que en el pasado o en el futuro cada uno podríamos ser o haber sido como lo que ahora nos diferencia.
El conocimiento de las leyes que rigen la Vida, sobre todo el de la Reencarnación y la Ley de Consecuencias, nos lleva a saber desprendernos de todo lo que nos empequeñece o rebaja moralmente, enseñándonos cómo debemos vivir en armonía con nosotros mismos, con la Naturaleza y con los demás, dedicándonos a realizar esfuerzos para crecer espiritualmente cada vez más.
Así, un día llegaremos a comprender la igualdad absoluta y la solidaridad que debe unir a los seres humanos a través de nuestras vidas colectivas, lo que supone una lucha contra el orgullo y el egoísmo que nos impiden esta unión.
Cuando comprendemos y aceptamos esta ley junto a las demás leyes cósmicas que le dan forma y sentido, aunque a veces es difícil, llegamos a sentir una mayor benevolencia y comprensión hacia los que son más débiles o imperfectos moralmente , así como hacia los que a veces nos causan fastidio con sus pasiones y defectos humanos.
La reencarnación también nos lleva a comprender el por qué debemos asumir con ánimo y valor, el dolor o las circunstancias desfavorables de la vida así como las desigualdades e injusticias que podamos sufrir, porque estas no son caprichos arbitrarios de Dios o producto de la mala suerte, sino que las generaron nuestros propios actos en el pasado . Asimismo otras veces estas contrariedades constituyen por si mismas pruebas necesarias para nuestro progreso espiritual.
También se comprende la necesidad de desarrollar la paciencia y la resignación ante los problemas de la vida, sabiendo que son pruebas que debemos asumir y superar para nuestra evolución espiritual, sabiendo que cada cosa llega en su momento adecuado y cuando debe de llegar. En cualquier caso, sabemos que lo que nos sucede es siempre para nuestro bien aunque a veces venga disfrazado de mal. Por eso debemos siempre aceptar todo lo que nos venga en la vida aunque no lo comprendamos, sin pedir nada más y sin rebelarnos ante el dolor o ante las injusticias humanas que padezcamos, porque ya sabemos que no son casualidades ni mala suerte, sino que son pruebas necesarias para el desarrollo de nuestro espíritu, y que en cualquier caso, siempre son para nuestro bien. Por supuesto esto no significa que no debamos luchar contra los problemas que nos surjan, contra la injusticia o contra el dolor y la enfermedad, pues a veces estas pruebas son precisamente para que nos sacudamos la indolencia, desarrollemos nuestra voluntad y nuestra inteligencia, y nos fortalezcamos en el esfuerzo por erradicarlas.
El conocimiento de la Reencarnación y las consecuencias morales que se desprenden de ella así como de las demás leyes espirituales que la acompañan, nos debe conducir al bien y a la virtud, escapando así del engranaje de la ley de Consecuencias por la que cada acción , buena o mala, genera una reacción particular del mismo signo.
·
Que
tenemos el derecho y el deber de ser íntimamente libres y de gobernarnos a nosotros
mismos y a nuestros actos, en cualquier área de actividad.
·
Que
somos siempre responsables de las consecuencias de nuestras obras.
·
Que tenemos el derecho y el deber de procurar ser felices y de hacer felices a los
demás..
·
Que
nuestros derechos terminan allí en
donde comienzan los derechos ajenos.
·
Que debemos respeto y amor a los demás tanto como
a nosotros mismos.
·
Que
tenemos obligación de cuidar de nuestras
facultades y nuestra salud.
·
Que
debemos Amor a la Vida, a la Verdad y
a la Libertad.
·
Que la
honradez total en la vida es algo básico y fundamental..
·
Que
debemos guiarnos en la vida por un sentido ético y justo,rechazando la
tentación de beneficiarnos
de privilegios e injusticias.
·
Que
debemos considerarnos como simples depositarios
y responsables por las riquezas que tengamos, y
beneficiar con ellas a quienes lo
necesiten.
·
Que debemos
dejar siempre una
puerta abierta al
arrepentimiento y no condenar
nunca a nadie.
·
Que
debemos tratar a los demás como queremos ser tratados nosotros mismos.
·
Que
debemos perdonar siempre de corazón
y engrandecer nuestro espíritu devolviendo bien por mal.
·
Que
podemos disfrutar solamente de los
placeres que no perjudiquen ni hagan mal a nadie ni a nosotros mismos.
·
Que
debemos amar la Naturaleza
respetando sus leyes
y todos sus sistemas ecológicos,
respetando a los seres que
la habitan.
·
Que
debemos aceptar en conciencia que cada día
que amanece , supone una nueva y
maravillosa ocasión de
hacer algo por los demás, o de reconciliarnos con ellos.
·
Que
cada día es una nueva oportunidad , como
un regalo diario que se nos hace para que nos
podamos sentir en paz
y felices, haciendo algo por los
demás o por nuestro propio mejoramiento.
- Jose Luis Martín-
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-Krishnamurti-
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