lunes, 20 de octubre de 2025

El Periespíritu ( 2ª Parte )

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Arrepentimiento y expiación

2.- Desencarnaciones colectivas

3.- Una vivencia personal

4.- El Periespíritu  ( 2ª Parte )

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     ARREPENTIMIENTO Y EXPIACIÓN

                       


Habitualmente, consideramos el arrepentimiento y la expiación como una consecuencia del mal practicado, que origina el sufrimiento. Pero ¿Por qué sufrimos realmente? Los benefactores del espacio enseñan que “el sufrimiento es inherente a la imperfección” (1) sufrimiento ese que ocurre tanto en el mundo corporal como en el mundo espiritual. Se deduce de ahí que el mal y el sufrimiento están íntimamente relacionados a la imperfección, que denota ignorancia en su sentido más amplio.
Creados simples e ignorantes, los Espíritus necesitan de la experiencia en la carne, donde, por la acción de la materia y bajo la forja de las infinitas experiencias, desarrollan sus potencialidades almacenadas en germen en lo intimo de cada uno. No sin razón, enseñan los mentores del espacio que, para llegar al bien, los Espíritus pasan “no por la fila del mal, sino por la de la ignorancia” (2) En fin, tanto el mal como el sufrimiento pasan por la infracción de las leyes divinas por el hombre, que debe ejercitar su libre albedrío, por medio del cual aprender a ser responsable y a discernir lo correcto de lo errado, recogiendo de sus propios actos, de acuerdo con la ley del merecimiento, los beneficios y las cargas de sus aciertos y de sus errores.
En la sociedad son más numerosas las clases sufridoras que las felices, y eso pasa por el hecho de que la Tierra es un planeta de expiaciones y de pruebas, de las cuales el hombre se liberara “cuando se haya transformado en una morada del bien y de Espíritus buenos”. (3) Casi siempre, el hombre es el propio causador de sus sufrimientos materiales y morales, sobre todo de este último, que son las torturas del alma. El arrepentimiento constituye el pesar por alguna falta cometida, el cual se confunde con el remordimiento, estado de consciencia en que el Espíritu comienza a cuestionarse sobre la propia actitud. El arrepentimiento autentico es aquel en que la criatura, encontrándose en un abatimiento moral, admite el propio error y se propone sinceramente modificar el comportamiento. Aunque, como se verá, el arrepentimiento no basta por sí mismo. Aunque el arrepentimiento también ocurra en el estado corpóreo, si el Espíritu ya consigue distinguir el bien del mal, es después de la muerte física que se da ese arrepentimiento, con mayor intensidad. Es cuando libre de las cadenas de la carne, nota más nítidamente la situaciones en que se encuentra por saber de los propios actos, recapitulados en imágenes mentales, como si fuese una película de la propia vida, momento en que pasa a comprender mejor las imperfecciones que dificultan su felicidad.
La consecuencia del arrepentimiento del Espíritu, en el estado de desencarnado, es el deseo ardiente de una nueva existencia física para depurarse, en la cual tendrá, bajo el manto del olvido, la oportunidad de expiar y reparar sus faltas, muchas veces junto a aquellos a quien perjudico. Ya el arrepentimiento del ser, en estado corpóreo, despierta el deseo de iniciar una nueva vida, de aprovechar el tiempo perdido para reparar sus faltas. La redención espiritual es una fatalidad para las criaturas, en virtud de la ley del progreso. Quien sea malo hoy, será bueno mañana; quien sea bueno hoy, aun será mejor después. Sin embargo, esa redención, más allá de ocurrir de forma gradual, no acontece del mismo modo y en el mismo tiempo, en virtud de la diversidad del progreso de cada uno. Esa es la razón por la cual el arrepentimiento no siempre sucede de pronto, sobre todo en Espíritus endurecidos. Un día, aburridos de hacer el mal, ellos mismos desearan modificar su situación.
Dios nos concede innúmeras oportunidades de progreso, pero no siempre estamos dispuestos a atender a esas llamadas de amor que llegan de lo Alto. Como la ley del progreso no se compadece con la estancamiento, de los que permanecen estacionados, incluso sin hacer el mal, serán obligados a adelantar por las aguijones del dolor. (4) De ahí es un error creer que la reencarnación constituye un estimulo al adelantamiento y la renovación moral del Espíritu, porque “cuanto más nos demoramos en la reparación de una falta, más penosas y rigurosas serán, en el futuro, sus consecuencias”. (5)
El arrepentimiento, constituye solo el primer paso. Atenúa los dolores de la expiación, despertando la esperanza en el camino de la rehabilitación. Por tanto, para apagar los vestigios de una falta y sus consecuencias, es necesario un ciclo completo: arrepentimiento, expiación y reparación. Después la desencarnación, el Espíritu continúa siendo lo que es, con sus defectos y sus virtudes. No se purifica por el simple hecho de haber desencarnado. Las oraciones dirigidas a él solo tienen efecto cuando se arrepiente del mal cometido. Hasta que se encuentre esclarecido por el estudio y por la reflexión, continuará experimentando los efectos de su rebeldía. Ya la expiación, consiste en los sufrimientos físicos y morales que son consecuentes, sea en la vida actual, sea en la vida espiritual después de la muerte, o aun en una nueva existencia corporal” (6).
Por la expiación, sobre todo, aquella ocurrida en la existencia corpórea, el Espíritu experimenta lo que hizo al otro padecer, método pedagógico, generalmente escogido por el propio infractor en el mundo espiritual antes de encarnar, que le hizo comprender como es el dolor del otro, para que no incida mas en el mismo error: (…) Es en la vida corpórea que el Espíritu repara el mal de anteriores existencias, poniendo en práctica resoluciones tomadas en la vida espiritual. Así se explican las miserias y vicisitudes, parecen que no tienen razón de ser. Justas son todas ellas, sin embargo, como espolio del pasado – herencia que sirve a nuestra peregrinación para la perfectibilidad. (7) Por eso, la expiación no debe ser considerada un castigo, en la aceptación tradicional de la palabra, pero si la oportunidad de crecimiento y de auto-superación delante de las pruebas. Vencidas las etapas del arrepentimiento y de la expiación, resta al Espíritu el paso final a ser dado: la reparación del mal cometido, que “consiste en hacer el bien a aquellos a quien se había hecho el mal” (8)
Nunca es demás recordar que los Espíritus en evolución, no están solos en esa jornada. Todos recibimos el amparo de los protectores espirituales que trabajan incesantemente para auxiliarnos en nuestro levantamiento moral sin, entre tanto, interferir en nuestro libre albedrío, pues “el Espíritu debe progresar por impulso de la propia voluntad, nunca por ninguna subyugación” (9)
La reencarnación es mecanismo eficiente de las leyes divinas que permiten al Espíritu en evolución la reparación del mal cometido, en circunstancias adecuadas a sus verdaderas necesidades, delante de pruebas que deben ser vencidas. Muchos males pueden ser reparados en la misma existencia física. Otros, por su intensidad y gravedad, solamente pueden ser corregidos en el curso de dos o más encarnaciones y, a veces, solo en el curso de los milenios, en una especie de moratoria concedida al infractor. O sea, el Creador “siempre deja a los hijos una puerta abierta al arrepentimiento” (10)
Intrigado con esa cuestión, Kardec pregunto a los instructores de la vida mayor si podemos, ya en la existencia actual, reparar nuestras faltas, oportunidad en que ellos respondieron, positivamente, observando:
– Sí, reparándolas. Pero no creáis que las rescataréis tan sólo con unas pocas privaciones pueriles o legando a los demás vuestros bienes, para después de vuestra desencarnación, cuando ellos no los necesitéis. Dios no toma en cuenta en manera alguna un arrepentimiento estéril, siempre fácil y que no cuesta otro esfuerzo que el de golpearse el pecho. Perder el dedo meñique mientras se presta un servicio borra más culpas que el tormento del cilicio sufrido a lo largo de los años, sin otro objetivo que el bien de sí mismo. El mal sólo es rescatado por el bien, y la reparación no reviste ningún mérito si no afecta al hombre ni en su orgullo ni en sus intereses materiales. (…) (11)
Los desafíos de la existencia física son el convite permanente al ejercicio del bien, que consiste en la práctica de la caridad según lo entendía Jesús: “Benevolencia para con todos, indulgencia para las imperfecciones de los otros, perdón de las ofensas”. (12) Teniendo como propósito de vida tal recomendación, estaremos impulsando nuestro progreso espiritual, de forma permanente y segura, sin las esposas de las ilusiones terrenas, con la certeza de que nunca es tarde para recomenzar la construcción de un nuevo futuro, ¡sin arrepentimientos y expiaciones!
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                DESENCARNACIONES COLECTIVAS




“Todo el mal realizado, toda la sangre derramada, todas las lágrimas vertidas, recaen, tarde o temprano, fatalmente, sobre sus autores, sean individuos, sean colectividades.”  León Denís: “El Problema del Ser y del Destino”, cap. XVII

Una desencarnación colectiva sería la muerte simultánea, generalmente de forma violenta, de dos o más personas, y en la que se observaría, en muchas ocasiones, una coincidencia aparentemente inevitable (como si actuara una fuerza irresistible) en la reunión de las mismas.

En un interesante artículo de Kardec, inserto en “Obras Póstumas” (“Cuestiones y problemas: Las expiaciones colectivas”), se vierten afirmaciones tales como: - “Estas faltas colectivas, son las que expían colectivamente los individuos, que a ellas han concurrido, los cuales vuelven a encontrarse para sufrir juntos la pena del talión, o tener ocasión de reparar el mal que han hecho, socorriendo y asistiendo a los que maltrataron en otro tiempo”. - “No puede dudarse que hay familias, ciudades, naciones y razas culpables”.

Tanto Allan Kardec como León Denís parecen tener meridianamente claro, que las desencarnaciones colectivas son una consecuencia de errores pretéritos.

Sin embargo, últimamente hemos observado en algunos medios divulgativos espiritistas de Brasil, como, en referencia a la trágica muerte conjunta de cerca de 240 jóvenes en el incendio de una discoteca, se planteaba un enfoque diferente; en concreto se suponía que había sido una situación provocada únicamente por la desastrosa actuación de los organizadores del evento, sin que ello permitiera presuponer, además, que concurrieran factores problemáticos del pasado de las víctimas.

Además, se plantea esta teoría de forma extensiva a otras calamidades colectivas como las que, de tanto en tanto, sacuden a nuestras sociedades.

¿Cuál sería el enfoque correcto? Probablemente ninguno de los dos, si es que tuviéramos que quedarnos con uno solo de estos dos planteamientos. Sin embargo, creemos que muy probable-mente la opinión de Kardec y de Denís, sea la más adecuada en muchos de los casos.

Pensamos que no podemos obviar que la Ley de Causa y Efecto, “aprovecha” cualquier situación conflictiva para propiciar que quien o quienes necesiten pasar por una situación traumática, como las desencarnaciones violentas, puedan ser atraídos por esa “fuerza irresistible” a fin de neutralizar -total o parcialmente, ya que aparte de la expiación debe haber también una compensación a las víctimas de antaño, con la vivencia de esa circunstancia, su conflicto del pasado.

¿Quiere decir ello que los que perpetran esos trances no tienen responsabilidad alguna, ya que las víctimas debían padecer esa situación?

Evidentemente que sí tienen su propia responsabilidad, ya que la Ley Natural solamente propicia la conexión entre el suceso traumático y quienes precisan del mismo, pero no exonera de responsabilidad a los que lo provocaron en el plano material.

Hay muchas etapas del pasado, tenebrosas y muy duras, que exigen, no la pena del talión, pero sí una asunción de esa responsabilidad pretérita.

Comprendemos perfectamente que no todos los implicados van a necesitar dar ese paso; seguro que los habrá y que habrán resuelto esa problemática con esfuerzo y trabajo. Pero, para los que todavía no han sido capaces de superar esa situación, puede llegar un momento en que la Ley “piense” que ya no hay más moratorias, haciéndose necesario pasar por la desgracia colectiva (o individual, evidentemente, en muchos otros casos) para romper, de una vez por todas, las amarras con ese pasado.

Posiblemente la pregunta más incómoda sea esta: ¿Todas las víctimas de esas tragedias son responsables de tropelías del pasado? La respuesta pensamos que es afirmativa en casi todos los casos. Evidentemente es una suposición muy embarazosa ya que, además de una desencarnación terrible, afirmamos que son culpables antiguos que merecen o necesitan ese dolor.

Probablemente se puede ponderar mejor esa paradoja con la formulación de otra pregunta: ¿Puede afirmarse que esas personas son más culpables, más responsables que los demás? Ciertamente que no, ya que habrá, con toda seguridad, muchas otras, a su alrededor, con cargas del pasado mucho más importantes; pero, para esas, víctimas de la expiación colectiva, ha llegado el momento oportuno de “soltar lastre”; el resto, sin duda, irán o iremos encontrando nuestras propias oportunidades para solucionar nuestro pasado.

No debe extrañarnos que se den estas situaciones; no olvidemos que: “Los males del género humano son consecuencia de la inferioridad moral de la mayor parte de los Espíritus encarnados (1).”

Sin duda podemos formularnos más preguntas inquietantes, tales como: Todos los que viven esas experiencias colectivas, ¿debían estar allí, o tal vez pueda estar presente alguno ajeno a la misma? ¿Es posible que alguno de los que debiera estar pueda zafarse de tal trance?

Resumiendo: ¿Son todos los que están? ¿Están todos los que son? - ¿Son todos los que están?:

Creemos que no, necesariamente. En virtud de su libre albedrío, es posible que alguno que no tuviera que estar presente, sí lo esté por haberse resistido a quienes, seguramente, han intentado desde el Mundo Espiritual impedir su presencia

 ¿Están todos los que son?: Tampoco, pensamos. Puede haber algunos que, en virtud de su libertad personal, habrán podido zafarse de la actuación de esa fuerza aparentemente irresistible.

¿Quiere ello decir que quedarán al margen de responder por su responsabilidad pretérita? Evidentemente, no; será en otra oportunidad que la tendrán que asumir.

Probablemente, la percepción humana de este problema tan complejo no será nunca la más ajustada a la realidad espiritual, ya que, el género humano, aún tiene un temor enorme a la muerte, siendo ésta, al fin y al cabo, sólo un cambio de estado.

Cuando nuestra perspectiva sobre la muerte sea más natural, probablemente, comprenderemos más adecuadamente la justeza y necesidad de esas muertes traumáticas.

Ya decía Kardec (3): “Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura.”

(1) Allan Kardec , “¿Qué es el Espiritismo”, cap. III, núm. 132 (o núm. 128, en según que ediciones).

(2) Así, pues, hemos de suponer que esas personas ajenas al conflicto, ¿tendrán un sufrimiento inmerecido? Por un lado ese sufrimiento es resultado de su propia obstinación en no acceder a las sugerencias que querían ahorrárselo.

 Por otro lado hay que ser conscientes de que no hay sufrimiento inútil; por ello, de esa situación podrán extraer, sin duda, una experiencia positiva.

Veamos al respecto el núm. 738 de “El Libro de los Espíritus”: “Pero en esas calamidades, sucumbe lo mismo el hombre de bien que el perverso, ¿es eso justo?

“Durante la vida, el hombre lo refiere todo al cuerpo; pero después de la muerte, piensa de distinto modo, y según hemos dicho, la vida del cuerpo es poca cosa.

Un siglo de vuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que se prolongan durante lo que vosotros llamáis de algunos meses o de algunos días no son nada, son para vosotros una enseñanza que os aprovecha en el porvenir. “Pero las víctimas de esas calamidades, ¿no dejan de ser víctimas? “Si se considerase la vida tal como es, y cuán poca cosa es con relación al infinito, se le daría menos importancia.

Esas víctimas hallarán en otras existencias la completa compensación de sus sufrimientos, si saben soportarlos sin murmurar.”

(3) “El Evangelio según el Espiritismo”, cap. V

Extraído de la revista "Flama Espirita"

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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UNA VIVENCIA PERSONAL

 


En primer lugar un saludo y un buen deseo para todos.

 

Os quiero contar como llegué a tener conocimiento de la Doctrina Espirita y qué es el Espiritismo, palabra que muchas personas confunden su significado. Yo misma no había oído hablar mucho de ella.

 

Hace algún tiempo, en este lugar donde vivo, sé que mucha gente, hacía Espiritismo sin ninguna preparación y mal encaminado. Eso me daba miedo.

A mi no se me pasaba por la cabeza asistir a estas cosas porque me daba, como ya he dicho, mucho respeto. Aunque no obstante, siempre me llamaba mucho la atención leer cosas relacionadas con estos temas, con todo lo oculto, porque pienso que es bueno aprender para después saber lo que significan tantas cosas que nos pasan y no tenemos explicación.

 

Bueno, os cuento: 

Un buen día y en buena hora oí hablar que habían abierto una tienda esotérica en mi pueblo y allí me acerqué. Se lo conté a mi prima hermana y fuimos juntas. Nos gustaba mucho por cómo estaba decorada, el olor a incienso, había algo especial que no se cómo explicar, además nos sentíamos muy a gusto por lo que fuimos muchas más veces.

Compraba libros y nos enseñaban muchas cosas. Desde entonces seguimos viéndonos porque poco tiempo después comenzamos a estudiar la Doctrina Espirita, que a mí me ha cambiado la vida.

 A través de este estudio y de experiencias personales duras he comprendido el por qué de muchas cosas y de que nosotros mismos decidimos nuestra vida, que en nosotros está la decisión y la respuesta. Estoy segura de que si cada uno leyéramos un párrafo del “Evangelio Según el Espiritismo” nos sentiríamos mucho mejor ya que te ayuda a ver las cosas con otro color, a darte cuenta de si vas por el camino equivocado, te ayuda a saber perdonar, a hacer el bien y no esperar gratificaciones, a querernos sin dar más explicaciones y sobre todo a practicar la Caridad y a tener siempre nuestro pensamiento en Dios, que es nuestro creador y el de todas las cosas. Por todo esto nos tenemos que respetar y amar los unos a los otros.

 

Todo esto y muchas más cosas estoy aprendiendo y tratando de comprender, con estas dos personas tan maravillosas que tienen un corazón tan grande, que a veces se les escucha latir desde fuera y que hacen el bien sin límites. Doy las gracias a Dios por conocerlos y que Él los bendiga.

 

Si os animáis a venir al centro espirita con nosotros seguro que os gusta porque hacemos muchas actividades y nos divertimos mucho, hacemos excursiones y aprendemos a ser más humanos.

 

Me siento viva. Es bueno saber dar un sentido a todo lo que nos pasa. Estudiando espiritismo encontraremos las respuestas a tantas preguntas.

 

Un saludo y un abrazo.

 

Mª Ángeles.

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             EL PERIESPIRITU

2ª Parte ( continuación)



Densidad, es la propiedad  que trata de las medidas  de peso ( ponderabilidad)  y de luminosidad (frecuencia vibratoria  mental)  ambas relacionadas a la evolución del espíritu.

Penetrabilidad, se trata de la capacidad de atravesar barreras fisicas, si se hallan presentes las necesarias condiciones mentales.

Visibilidad, el periespiritu es normalmente invisible en los Espíritus encarnados;  los desencarnados menos evolucionados perciben el periespiritu  de sus semejantes y de los Espíritus  que le son inferiores. La visibilidad  es, no obstante,  común, en los Espíritus Superiores.

Sensibilidad, es la propiedad de percibir sensaciones, sentimientos, emociones. Estas percepciones  no son captadas  por medio de órganos  específicos, sino por todo el cuerpo periespiritual.

 Bicorporiedad o desdoblamiento, representa  la propiedad en que el Espíritu se hace en dos, es decir, el cuerpo físico es visto en un lugar (generalmente dormido en el lecho) y el periespiritu visto en otro lugar.

Unicidad, significa decir que cada persona trae el propio periespiritu la suma de sus adquisiciones evolutivas. No hay por tanto dos periespíritus iguales.

Mutabilidad, es la propiedad que permite  cambios en el periespiritu en el transcurso del proceso evolutivo. La mutabilidad ocurre en lo que se refiere a la substancia, a la forma y a la estructura periespirituales

Las funciones del periespiritu pueden ser sintetizadas  en cuatro: instrumental, individualizadora, organizadora y sustentadora.

La función individualizadora permite que el periespiritu sea el elemento  de unión entre  el espíritu y el cuerpo físico.

La función instrumental permite  la integración del espíritu  con los mundos espiritual y físico.

La función individualizadora está relacionada a la historia  y a las conquistas evolutivas de la persona y presenta características peculiares  a la identificación de cada individuo.

La función organizadora se dice respecto al papel de modelo que el periespiritu ejerce, determinando las líneas morfológicas  y hereditarias del cuerpo físico. Está función garantiza la manifestación de la ley de causa y efecto.

La función sustentadora, bajo el impulso de la mente espiritual, permite que el periespiritu  transfiera, paulatinamente, la energía vital para el cuerpo físico,  sustentándolo desde la formación hasta su completo desarrollo. Por medio de esta función el cuerpo físico tiene garantizada la vitalidad que lo sustentará durante el tiempo previsto para la reencarnación.

 El periespiritu es un foco de potencias. La fuerza magnética que ciertos hombres proyectan en abundancia  y que puede, de cerca o de lejos, influir, aliviar, curar, es una de sus propiedades. La fuerza psíquica, indispensable para la producción de los fenómenos espiritistas, tiene en el su asiento.

El cuerpo fluídico no es solo un receptáculo de fuerzas. Es también el registro vivo en donde se imprimen  las imágenes  y los recuerdos: sensaciones, impresiones y hechos, todo se fija en el, todo se graba. Cuando las condiciones  de intensidad y duración son demasiado débiles, no llegan hasta nuestra conciencia, más por esto no dejan de ser grabadas en nuestro periespiritu donde permanecen latentes. Otro tanto sucede  respecto a los hechos relacionados con nuestras vidas anteriores. El ser psíquico que se halla en estado de sonambulismo, desprendido parcialmente del cuerpo, puede volver a encontrar su encadenamiento. Así se explica el fenómeno de la memoria.

Las vibraciones del periespiritu se debilitan bajo la envoltura de la carne; pero vuelven  a encontrar su amplitud cuando el espíritu se desprende  de la materia y recobra  su libertad. Bajo la intensidad de sus vibraciones, las impresiones almacenadas en el periespiritu reaparecen. Cuanto más completo es el desprendimiento, más se ensancha  el campo de la memoria. Los recuerdos más lejanos se despiertan. El individuo  puede revivir sus vidas pasadas; así lo hemos comprobado muchas veces en nuestras experiencias. Muchas personas  sumidas por la influencia oculta  en el sueño sonambúlico,  reproducen los sentimientos, las ideas, los actos olvidados de la vida actual, de su primera juventud. Reviven hasta las escenas  de sus vidas anteriores, con el lenguaje, las actitudes, las opiniones  de la época y del centro.

 En tales casos parece que se manifiesta un espíritu diferente, que otra entidad se revela. Estos fenómenos  mal observados por ciertos experimentadores, han podido dar origen a la teoría  de las múltiples personalidades coexistiendo en una misma envoltura, teniendo cada una de ellas su carácter  y sus recuerdos propios.

El periespiritu no se halla encerrado en los límites del cuerpo, como si estuviera en una caja. Por su naturaleza fluidica  es expansible, irradia para el exterior  y forma en torno de su cuerpo, una especie de atmósfera  que el pensamiento y la fuerza de la voluntad  pueden dilatar  más o menos. Algunas personas sin estar en contacto corporal, pueden hallarse en contacto por su periespiritu e intercambiar, no obstante, impresiones, y algunas veces, pensamientos por medio de la intuición.

De manera semejante, los Espíritus se comunican  con los encarnados, a través de la mediumnidad. El médium y el espíritu comunicante entran en contacto,  uno con el otro, por los respectivo  periespíritus y cambian impresiones y sentimientos.

El periespiritu también tiene papel fundamental en las apariciones vaporosas o tangibles.

En las comunicaciones mediumnicas corrientes, el espíritu sufriente o necesitado puede encontrarse  en grado, moral e intelectualmente inferior al del médium que le transmite el mensaje. En esa situación, entre el médium y el Espíritu comunicante se establece  una ligación de orden fluidica,  en que el médium, a semejanza de un enfermero, permite que el Espíritu retrate y transmita a los circunstantes sus dolores, sus sentimientos, sus dificultades, su grado de entendimiento  moral-intelectual. Esa ligación del Espíritu con el médium y la manifestación consecutiva  de su estado – vía periespíritus -  solo son posibles con el consentimiento del médium, que atiende a la solicitud (consciente o no) del Espíritu comunicante.

El estado psíquico del Espíritu es obra suya. El grado de percepción  y comprensión  es el fruto  de largos esfuerzos.  El espíritu es  lo que el hace de si mismo en el recorrido  del ciclo inmenso de sus vidas. La envoltura fluidica, grosera o sutil, opaca o radiante, representa el valor exacto y la suma de sus adquisiciones. Sus actos, los pensamientos  persistentes, la tensión  de la voluntad hacia un objeto, toda la evolución de su ser mental repercuten en el periespiritu del espíritu, y según sea su naturaleza baja o elevada, sórdida o generosa,  dilatan, afinan o enturbian  su sustancia. De ello resulta,  que por la orientación  constante de sus ideas,  de sus aspiraciones,  de sus gustos, por sus obras en un sentido u en otro, el espíritu va construyendo poco a poco una envoltura sutil, poblada de bellas  y nobles imágenes, abierta a las más delicadas sensaciones, o bien una morada sombría, una cárcel oscura,  en donde, después de la muerte, el alma, limitada en sus percepciones, está sepultada como en una tumba. Así es como el hombre labra su bien o su mal, su dicha o su pena. Lentamente día a día, edifica su destino. Su obra está grabada en si mismo, visible para todos en el más allá. Mediante esta admirable disposición de las cosas, tan sencilla  como grandiosa, se realiza en el mundo de los seres la ley de causalidad o de la consecuencia  de los actos,  que no es otra  que la del cumplimiento de la justicia.

Y, por un efecto de las mismas causas,  desde esta vida,  el hombre atrae a si las influencias de arriba, las radiaciones etéreas o los groseros  efluvios de los espíritus  de pasión,  de desorden. Aquí esta la regla de las manifestaciones espiritas; no es otra que la ley misma de las atracciones y de las afinidades. Según el grado de sutileza de nuestra envoltura  y la intensidad de sus radiaciones, podemos, sin embargo,  en los momentos de desprendimiento, de éxtasis – y aun para algunos – en los de recogimiento y meditación – entrar en relación con el mundo invisible, percibir los ecos, recibir  las inspiraciones, vislumbrar los esplendores  de los mundos celestes, o bien sentir las influencias de los espíritus de la tinieblas.

La Doctrina Espirita, muestra la igualdad perfecta, absoluta, del punto de partida de todos los hombres, borra las separaciones artificiales  elevadas por el orgullo y la ignorancia, y perentoriamente prueba  que nadie tiene derecho  a más respeto ajeno que aquel  a que se haga  acreedor por la nobleza de su conducta. El nacimiento y la posición social  no son sino  accidentes temporales de los que nadie puede envanecerse, puesto que del mismo modo  se pueden adquirir  que perder en cualquier momento de la evolución.

Verdades tan consoladoras es bueno  que las esparzamos sin cesar a nuestro alrededor. Demostrando así que solo el esfuerzo individual puede proporcionarnos el progreso colectivo y que la misma Potencia  que nos ha conducido al estado de hombres, nos abrirá las perspectivas  infinitas de la vida espiritual, desenvolviéndose en la extensión sin limites del Cosmos.

- Trabajo realizado por Merchita-

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