INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- La muerte, bajo la perspectiva espiritista
2.- Viviremos siempre
3.- Imposibilidad de las penas eternas
4.- Vicios y placeres
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LA MUERTE, BAJO LA PERESPECTIVA ESPIRITISTA.-
El Espiritismo facilita la comprensión del proceso de la muerte y la situación del espíritu después de ella, por los conocimientos que ofrece, los sentimientos que inspira y las disposiciones en las que se coloca el Ser, a quien hace comprender la necesidad de mejorarse permanentemente, librándose del enfermizo terror a la muerte y educándolo en el natural y saludable instinto de conservación. La confianza en nosotros mismos, asegurada por una esperanza llena de optimismo y alegría, accionada por la certeza de nuestra inmortalidad, nos conducirá a un equilibrio psíquico y fisiológico adecuado, y a la conquista de un porvenir siempre más prometedor. No existen muertos; los que se fueron viven la vida espiritual, y desde el espacio en donde se encuentran, se interesan por nosotros y siguen su progreso.
La humanidad ha dedicado a las almas que partieron, un día señalado; `pero no debiera ser tan solo un día, sino que en todos los momentos debemos dedicarles amorosos pensamientos, para que se fortalezcan y puedan acercarse más a nosotros.
Nuestros seres queridos viven y siempre que pueden están a nuestro lado, preocupados por nuestro progreso espiritual, aliviándonos en nuestras aflicciones e inspirándonos bellos y sabios pensamientos.
Así, gracias al Espiritismo, el hombre contemporáneo dejará de encarar la muerte con perplejidad, angustia y temor que caracterizó a sus antecesores, debido a las falsas nociones religiosas o materialistas que les inculcaron. Espíritus amantes del progreso, que ya han superado muchas de sus imperfecciones morales, miran las cosas y los acontecimientos con un criterio más exacto. Comprenden los beneficios de cada existencia y continúan con el deseo vehemente de seguir adelante en su progreso, pero aquellos que en la Tierra han llevado una existencia apegada a lo material y no han vivido sino para el placer y la satisfacción de sus egoísmos, que, en una palabra, no han tratado de estimular sus facultades superiores y si han desarrollado su inteligencia ha sido para servir al mal, al error o a sus intereses personales, cuando llegan al mundo espiritual llevan consigo sus vicios, sus pasiones, su apego a lo material, y en lugar de remontar el vuelo como los otros, ávidos de luz y progreso, se hallan auto-condicionados por el dolor y la angustia, aferrándose traumatizados a los elementos terrenos y sufriendo largos periodos de turbación.
Se expresa así, una ley de densidad espiritual, por la que los individuos apegados a los bienes terrenos, al desencarnar, quedan psíquicamente cargados en su periespíritu de partículas materializadas, que los hacen pesados e incapacitados para elevarse a los planos superiores, al contrario que los seres idealistas, cuyo cuerpo psíquico, leve, se despega con facilidad del mundo físico y se proyecta a las altas esferas espirituales. Entre ambas situaciones extremas existe toda una gama de posiciones intermedias, que responde a la escala de valores que rige a la inmensa mayoría de los seres humanos, y en la que cada uno determinará su ubicación ahora y en la vida póstuma, de acuerdo con sus pensamientos y con sus obras.
Afortunadamente, actúan en el Mundo Espiritual, Entidades Benefactoras que acompañan a la criatura recién desencarnada, incluso antes de su estado de agonía, ayudándoles a calmar sus dolores, a reencontrar su estado de conciencia, a adaptarse a su nuevo hábitat, y a disponerse para continuar su trabajo evolutivo.
- Lic. Jon Aizpúrua- de su obra "Tratado de Espiritismo".
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Hijo, no humilles a los ignorantes y a los débiles, todos somos viajeros de la vida eterna. Desde la cuna al túmulo atravesamos apenas un acto de inmenso drama de nuestra evolución para Dios. Algunas veces, el señor viste el traje pobre del operario humilde para conocer en el las duras necesidades, y el operario humilde viste el suntuoso traje del señor para conocer las duras obligaciones en la tarea administrativa.
Cuando un hombre menos precia las oportunidades de tiempo y dinero que el Cielo le confía, vuelve al mundo en otro cuerpo, experimentando la escasez de todo. No escarnezcas del herido. Tu boca podrá cubrirse de cicatrices.
No recojas los bienes que no te pertenecen. Tus brazos son susceptibles de caer paralíticos, sin que puedas acariciar lo que es tuyo provisoriamente.
No camines al encuentro del mal, porque el mal dispone de recursos para sorprenderte tal vez con la perturbación y con la muerte.
Ayuda y pasa adelante, expandiendo un corazón compasivo para con todos los dolores y lleno de amor y perdón para todas las ofensas.
Cuando no puedas elogiar, cállate y espera, porque la lengua viciada en la definición de los defectos ajenos regresa al mundo en plena mudez.
Quien llega a través de una infancia risueña, en la mayoría de los casos es alguien que torna al campo de la carne a fin de restaurarse y aprender. Así como la flor se destina al fruto que alimenta, tu conocimiento debe producir la bondad que construye y santifica.
Acuérdate que largo es el camino y que necesitaremos cambiar de cuerpo. En la dirección de la victoria final, tantas veces como fueran necesarias, hasta que la indispensabilidad de la vestimenta física se desvanezca con las sucesivas encarnaciones…
Cosecharemos de la sementera que hagamos. No desprecies, así, a los menos felices. El malhechor y el vagabundo que se dejaron esclavizar por los demonios de la negligencia son igualmente nuestros hermanos, ayudémoslos, a través de todos los medios a nuestro alcance.
No siempre el verdadero infortunado es aquel que se debate en un lecho de sufrimiento. No olvides al infeliz bien trajeado que cruza las avenidas de la ignorancia, sin paz y sin luz.
Hijo mio, volveremos aun a la tierra, probablemente muchas veces… El servicio de redención así lo exige. Ama a todos. Auxilia indistintamente. Siembra el bien, al margen de todos los caminos. Recurriremos al amparo de muchos. Es de la Ley del Señor que no avancemos sin los brazos fraternos unos de los otros.
¡Prepara, desde ahora, la colaboración de que necesitarás, a fin de proseguir, en paz, montaña arriba! Se hermano de todos, para que te sientas, desde hoy, en el centro de la gran familia humana, y el Señor Supremo te bendecirá.
Por el Espíritu Néio Lúcio
Do livro Alvorada cristã.
Psicografia de Francisco Cândido Xavier.
LA IMPOSIBILIDAD DE LAS PENAS
ETERNAS
Imaginemos un joven de veinte años, como tantos que existen actualmente, ignorante, de instintos viciosos, que niega la existencia de su alma y la de Dios, entregado al descontrol y a cometer toda clase de perversidades. Posteriormente, en un medio favorable, ese joven trabaja, se instruye, se corrige gradualmente hasta convertirse en un creyente piadoso. ¿No es ese un ejemplo palpable del progreso del alma durante la vida, ejemplo que se reitera todos los días? Ese hombre muere a edad avanzada como un santo, y por cierto su salvación está asegurada. Con todo, ¿ cuál habría sido su destino si un accidente lo hubiera llevado a la muerte cuarenta o cincuenta años antes? En esa época reunía todas las condiciones necesarias para que fuera condenado; de modo que, una vez condenado, toda forma de progreso le estaría vedada. Nos encontramos, pues, ante un hombre que sólo se salvó porque vivió más tiempo, y que, según la doctrina de las penas eternas, se habría perdido para siempre si hubiera vivido menos, tal vez como consecuencia de un accidente fortuito. Dado que su alma pudo progresar en un momento determinado, ¿por qué razón no habría podido progresar también después de la muerte, en caso de que una causa ajena a su voluntad le hubiera impedido hacerlo en vida? ¿Por qué Dios le habría negado los medios? El arrepentimiento, aunque tardío, no habría dejado de llegar. En cambio, si desde el instante mismo de su muerte se le hubiese impuesto una condena irremisible, su arrepentimiento habría sido infructuoso por toda la eternidad, y su aptitud para progresar habría quedado anulada para siempre.
( A. Kardec- El Cielo y el Infierno )
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