viernes, 22 de agosto de 2025

Quien no siembra no recoge

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-  ¡ No quería ser médium !

2.- Los Falsos Profetas

3.- Entre la Tierra y el Cielo

4.- Quien no siembra no recoge 

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                        ¡ NO  QUERÍA SER MÉDIUM !


     Había, entre los espiritistas que acudían a las sesiones de “La Buena Nueva”, un
joven, maestro de obras, llamado Eudaldo, el que habiendo perdido a su madre, estudió el Espiritismo, con el noble afán de saber si su madre vivía; se hizo muy amigo de Luis, de su familia y como consecuencia natural, yo también entré en el circulo de sus amistades.
     Comenzamos a notar que al dar principio las sesiones, Eudaldo, se levantaba y se
iba a la galería o a un pequeño huerto que servía de desahogo a la casa, y al preguntarle por qué no se quedaba a la sesión, me contestó:
     Muy sencillamente; porque en cuanto los médiums comienzan a hablar, me entra
un sueño irresistible, y yo conozco que este sueño no es natural, porque siento frío, calor, angustia, ganas de gritar, un peso en la cabeza, como si la tuviera llena de plomo; y como yo no quiero ser médium, por eso no quiero estar en la sesión; y el caso es que hago firme propósito de no venir hasta que la sesión se concluya, y estando en el café, me levanto maquinalmente y vengo; pero como a mí nadie me hará hacer las cosas contra mi voluntad, lo que es ser médium no lo seré.
     Luis le escuchaba sonriéndose, y al parecer no hacía el menor caso de sus entradas y salidas; y preguntándole yo un día qué le parecía todo aquello, contestó:
     -Nada de particular; Eudaldo será un gran médium a su tiempo; los espíritus le
dominan; si yo le hubiera dicho: quiero que seas médium, da media vuelta y no vuelve más al Centro; no le digas tú nada; dejadle que entre, salga, suba y baje y repita hasta la saciedad que no quiere ser médium; que tú que tanto recuerdas las sesiones de la Espirita Española, de Madrid, las tendrás aquí tan buenas y de tanta enseñanza como aquellas; Eudaldo es una buena adquisición para el Espiritismo, pero si fuéramos impacientes, todo se perdería; demos tiempo al tiempo.
     Eudaldo estuvo luchando con su mediumnidad más de un año; cuando una noche,
terminada la sesión, estaba él sentado junto a la mesa que había en el Centro del salón de sesiones, hablando y riendo a más y mejor.
     De pronto palideció, inclinó la cabeza sobre el pecho, cerró los ojos y exhaló un
profundo suspiro. Todos enmudecimos y al poco tiempo se despertó, diciendo:
     -¡Cuando yo digo que no quiero estar en este salón!... Vamos a tu cuarto Amalia,
que allí no me harán dormir.

     Diez o doce personas seguimos a Eudaldo, que al entrar a mi aposento, se sentó,
quedándose dormido instantáneamente; todos le rodeamos, y el médium después de
guardar silencio largo rato, dijo con voz conmovida lo siguiente:
     “-Hermanos míos, la hora ha llegado de que tengáis entre vosotros un médium que
os dará muy buenos resultados, y tú hermana mía... ¿No me conoces?... ¿No me recuerdas, 
Amalia?... Soy Benisia, soy el que te dio a conocer donde no te conocían; soy el que pronostiqué que llevabas un mundo en tu cabeza. Trabaja con afán, hermana mía; yo estoy contigo, yo he ido desarrollando al médium lentamente; sus comunicaciones te ayudarán en tu trabajo; trabajad unidos; tus amigos del espacio no te abandonan; agradece la protección divina y bendice a Dios en las alturas.
     Me han concedido la inefable dicha de ser yo el que os presente al nuevo médium,
ya que a mí me ha cabido la gloria de vencer la tenaz resistencia. Uníos por el amor,
hermanos míos; los que no se aman viven desterrados del cielo; Dios es amor, el amor nos acerca de él, el amor nos engrandece...
     ¡Bendito sea Dios, que todo es amor!”.

     Si grandes y encontradas emociones experimenté con la comunicación de mi
madre, la de Benisia me hizo sentir profunda satisfacción, y como el placer en la Tierra se manifiesta con lágrimas, lloré dulcemente, porque yo recordaba a Benisia con profunda gratitud.
    Cuando Eudaldo despertó, le conté lo ocurrido, y él se encogió de hombros, diciendo con alegre sonrisa:
     -Bueno, bueno; Luis dirá qué debo hacer.
     -Pues lo más sencillo, -Contestó Luis; -Asistir a las sesiones y dar tu comunicación:
pero aquí solamente, ¿Entiendes? Porque ahora sobre ti lloverán la mar de peticiones. El uno querrá saber de su madre, el otro de su padre, aquél de su abuelo, y siendo de buenas condiciones, te echarán a perder, y la mediumnidad es un tesoro que si se sabe conservar, dura toda la vida; en cambio, con el abuso, se convierte en pesadilla, y ¡Ay de aquél que llega a ser juguete de los espíritus!

     Eudaldo a los dos o tres días, entregó a Luis varias comunicaciones escritas, muy
buenas, mas Luis le dijo:
     -No quieras tantos bienes; con la mediumnidad parlante tienes suficiente para dar
luz a muchos ciegos; deshecha la escribiente, porque ésta llegaría a ser muy perjudicial. Vives de tu trabajo; necesitas las noches para descansar, los días para tus planos y tus medidas; la tarde del domingo es la que te queda libre, y ésta es la que puedes dedicar a las sesiones; siguiendo mis instrucciones, nunca te arrepentirás de ser médium parlante, harás mucho bien a la humanidad y te lo harás a ti mismo.

     Eudaldo apreció en lo que valían los consejos de Luis y hace catorce años que es
médium parlante del Centro “La Buena Nueva”, médium puramente mecánico; no
recuerda jamás ni un solo pensamiento de sus discursos, cada día, si cabe, son mejores sus comunicaciones; esposo modelo y padre cariñoso, cumple una gran misión en esta existencia.

- Amalia Domingo Soler -

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                                  LOS FALSOS PROFETAS

 


      Desde siempre, los que formamos este conjunto de seres que llamamos Humanidad hemos tenido que padecer en todas las épocas, la presencia de los llamados “Falsos Profetas”, que por orgullo, vanidad, afán de lucro, etc, nos han pretendido embaucar con mentiras que han querido hacer pasar como verdades, y para ello no han tenido escrúpulos en  utilizar  apariencias o disfraces de carácter moral, religioso o intelectual, totalmente falsos y solamente para  hacernos creer lo que a ellos les ha interesado o han deseado que creyéramos.

 Manipuladores de las mentes de personas de buena voluntad que se dejan engañar por el espejismo de la palabra de personalidades que se dicen divinas o enviadas; capaces de amenazar con infiernos y castigos eternos a aquellos desgraciados que no les sigan y cumplan aquello que  de modo mas o menos encubierto, se les propone u ordena.

      Es evidente  que   los charlatanes, embaucadores y sectarios, siempre han constituido  una plaga moral que ha desengañado finalmente a sus seguidores y víctimas , que  mas tarde han terminado por regresar a la senda de la cordura  y de la razón, que son el auténtico libro sagrado que Dios nos ha dado a cada uno para que hagamos uso de él, o sea, lo que podríamos llamar “divino don del raciocinio”.

    Solo por la calidad y la clase del fruto, podemos conocer el árbol. Esto quiere decir   que  debemos fijar la atención, no ya en los personajes, sino en lo que en verdad nos ofrecen o en lo que son capaces de ofrecer o dar de sí, comportamientos y palabras acordes con la más sublime enseñanza ética de los grandes Maestros y Guías espirituales que ha tenido esta humanidad, entre ellos, Jesús de Nazaret, Guía Supremo de toda la humanidad de nuestro planeta Tierra, y esta enseñanza, en síntesis, no es otra que la del Amor, como poderosa vibración, sentida y realizada hacia todos los seres que nos acompañan en este mundo nuestro.

    ¡ Qué importante es la fuerza del ejemplo!. En la época actual, bajo el pomposo título de creyente o de adepto de  tal o cual religión, nos encontramos frecuentemente con personas  cuyo mensaje muchas veces podemos traducir como:   “ Haz como yo te digo, pero no como yo hago”.  Por lo mismo debemos tener presente que hay seres de esta clase, tanto entre los que vemos en nuestro entorno material, como los que no vemos pero que no por eso es menor su presencia e influencia  desde el plano espiritual. Ellos incentivan y alientan  en una aproximación por Ley de Afinidad, a sus homónimos que ejercen como falsos profetas desde este lado de la existencia.

    Hemos llegado a un punto de madurez racional, moral y científica, en el que ya no nos debe bastar el que alguien de prestigio o renombre afirme una cosa para admitirla sin más  solo por este motivo. Aquello que se nos pone delante pretendiendo nuestra aprobación o aceptación, solo por el hecho de que lo dice nada menos que “tal personaje”, ya no es lo suficiente garantía como para admitirlo solo en razón del autor de su procedencia. No; lo diga quien lo diga y lleve el nombre o apariencia que presente, toda afirmación o consejo de carácter moral e intelectual deberá  siempre pasarse por el tamiz de la razón, puesto que el raciocinio es un don divino que para esto nos lo ha otorgado el Padre mediante el desarrollo de la inteligencia y del conocimiento.

   Por la misma razón, tampoco debemos negar o rechazar nada de antemano, porque creamos que no nos interesa o porque creamos que es un engaño. Pensemos y analicemos por nosotros mismos y después, decidamos.

   La sabiduría que forma la inteligencia, el conocimiento y la experiencia, a partes iguales,  como antes apuntaba, es el  único y verdadero  “libro sagrado natural” que Dios nos da y es el único del que podremos echar mano cuando tengamos dudas ante lo que “nos trata de vender” un posible “falso profeta”.

- José Luis Martín-

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                                       ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO
    Nos dice el Espíritu Manuel P. de Miranda, en el libro Senderos de Liberación, que «El origen del ser se pierde en las remotas eras de la Creación, cuando el psiquismo fue generado y comenzó a evolucionar, atravesando los reinos mineral, vegetal, animal, hoy hominal y mañana angélico, en dirección al porvenir sin límites.» 
   La Ciencia nos enseña que la evolución de las especies se ha producido a lo largo de milenios, de una manera lenta, progresiva y gradual, desarrollando formas cada vez más perfeccionadas, en una sucesión continua cuyos anillos tienen su punto de contacto con el que le precede y con el que le sigue, hasta llegar, después de innumerables siglos, al ser humano, el último eslabón de toda esa inmensa cadena evolutiva. 
   La Doctrina Espírita, por su parte, complementa dicha información añadiendo que toda esta larguísima epopeya evolutiva hasta alcanzar la fase humana ha sido la consecuencia de otra evolución, ignorada por la Ciencia: la evolución del psiquismo espiritual, que preside, condiciona y ha posibilitado, en todo momento, la evolución de las especies tal y como la conocemos hoy en día. Es decir, que la evolución es simultánea e interdependiente, la evolución es física pero, sobre todo, la evolución es espiritual. 
   Para facilitar una mejor e imprescindible visión global de la evolución, tanto en la parte física como en la parte espiritual, se debe tener siempre muy presente la advertencia que nos hace el Espíritu André Luiz, en el libro Evolución en dos mundos, cuando nos afirma que «No podemos limitar la experiencia del principio espiritual al plano físico, dado que, a través del nacimiento y muerte de la forma, sufre constantes modificaciones en los dos planos en que se manifiesta». 
   El principio espiritual, en esa larga peregrinación entre la Tierra y el Cielo, ha sufrido constantes modificaciones y mutaciones adaptativas en su “cuerpo astral”, las cuales refleja, automáticamente, en todas y cada una de sus nuevas experiencias en el mundo material, provocando, consecuentemente, la génesis orgánica en la esfera física. 
   De las informaciones y revelaciones que hemos ido recibiendo de la Espiritualidad Amiga podemos conocer que el principio espiritual, desde el mismo momento de su creación, ya lleva en su intimidad una especie de chip en el que está perfectamente marcada la finalidad para la que ha sido creado, con todas las infinitas posibilidades de desenvolvimiento con que Dios lo ha dotado y que lo deberá ir desarrollando paulatinamente en sus continuos contactos con la materia.
A partir de sus primeras manifestaciones, el principio espiritual ha de constituir un proceso único, obedeciendo a una disciplina y a una Causalidad Absoluta, que es Dios, donde tendrá que vivir la más fantástica de todas las odiseas, entre la Tierra y el Cielo, es decir, entre la esfera física y las esferas extrafísicas: la construcción y el modelaje de cuerpos cada vez más perfectos que le sirvan como medio de expresión y de exteriorización, a medida que sienta la necesidad de expresar mayores avances y nuevas facultades, conforme al impulso de ese chip, de ese molde mental, que lleva consigo desde su creación, hasta concretarse, después de innumerables milenios, en la especie humana. 
   Y para alcanzar esa meta que le aguarda, el principio espiritual, rudimentario y básico en sus inicios, recorrerá los reinos inferiores de la naturaleza, estacionándose en cada uno de ellos innumerables años. Allí se irá elaborando e individualizando, escalando muy lentamente, peldaño a peldaño, en múltiples y sucesivas repeticiones y experiencias en una metamorfosis continuada hacia formas cada vez más complejas en lo morfológico y una expansión constante y creciente en lo psíquico. Partirá de la inconsciencia total hasta alcanzar las últimas etapas de la escala animal, donde la realización del psiquismo ha hecho un inmenso progreso y los primeros albores del raciocinio y de la inteligencia, preámbulo del ser humano, empiezan a ser visibles, lo que prepara y faculta al principio espiritual para dar el paso más importante en su evolución hasta el momento, donde «sufre una transformación y se convierte en Espíritu, inaugurándose el periodo de la humanidad» (El Libro de los Espíritus, ítem 607-b). 
   La cuestión nº189 de El Libro de los Espíritus nos aclara que «En su origen, no tienen los Espíritus más que una existencia instintiva y apenas tienen conciencia de sí mismos y de sus actos. Sólo poco a poco se desarrolla la inteligencia». Como consecuencia de ello, a partir de las primeras experiencias del Espíritu y, durante muchísimo tiempo, existirá un largo periodo de transición en el que los rasgos y características provenientes de la animalidad aún estarán demasiado arraigadas en el ser humano, donde la lucha en esas primeras encarnaciones tendrá por móvil esencial, por encima de cualquier otra necesidad, exactamente las mismas cuestiones que en el animal, es decir, la satisfacción de todos los instintos y sensaciones materiales relacionados con la supervivencia y la conservación. 
   Pero la evolución es una ley divina ineludible, de manera que, instado y orientado por los Amigos de la Espiritualidad que lo custodian en su marcha, aquél ser humano primitivo que hasta entonces se regía sólo por instintos procedentes de la fisiología, con el transcurso del tiempo, empieza a indagar sobre las causas y el porqué de las cosas. La idea moral de la vida, más allá de las meras cuestiones de la supervivencia del día a día, comienza, por primera vez, a preocupar en la mente del ser humano, en el que irán surgiendo poco a poco otras necesidades y otras inquietudes más allá de las puramente de subsistencia, que le abrirán nuevas expectativas y lo harán evolucionar donde, paulatinamente, el instinto, el intelecto y el sentido moral se irán equilibrando. 
   El Espíritu, a partir de entonces, a medida que vaya incorporando nuevas actitudes en su existencia, logrará poco a poco despertar su conciencia y, por esa conciencia despierta, aparece el libre albedrío, la responsabilidad y los principios de la Ley de Causa y Efecto, que asegura al Espíritu la libertad de elección pero imponiéndole, al mismo tiempo, los resultados de esa elección, tanto en la esfera física como en el mundo espiritual. 
   El Espíritu, por tanto, no podrá, en una sola existencia como ser humano, desarrollar el sentido moral y alcanzar la perfección en el Amor y en el Conocimiento a la que está destinado, sino que necesitará de muchas experiencias, de todas las que sean necesarias. Empezará a escribir el libro de su Vida, página a página, reencarnación tras reencarnación, forjando poco a poco su historia, grabando en su propia intimidad todas sus derrotas y todas sus conquistas, todas sus miserias y todas sus grandezas, rumbo a ese porvenir sin límites que le aguarda. 
   Y, de este modo, reencarnación y desencarnación se irán alternando en la gran epopeya espiritual entre la Tierra y el Cielo, donde la cuna pondrá de manifiesto, en cada nuevo proceso reencarnatorio, que el pasado de cada uno de nosotros siempre nos acompaña y está presente, recibiendo, el Espíritu reencarnante el cuerpo físico adecuado para que pueda enfrentar las circunstancias y situaciones, favorables o no, pero que son las necesarias para el éxito en los trabajos y en el aprendizaje que le aguarda en su nueva jornada física. 
   Por otro lado, después de la tumba, el Espíritu se ha de encontrar, exactamente, con el resultado de su conducta y proceder en la Tierra en la precedente jornada corporal. Esas consecuencias comienzan en el mismo proceso de su desprendimiento del cuerpo material, así como en la posterior turbación espiritual; determinando, todo ello, el estado feliz o desventurado del Espíritu, así como su correcta adaptación al nuevo plano de vida que le aguarda, situándose en el correspondiente plano vibratorio, de acuerdo a su comportamiento mientras hizo uso del cuerpo físico. 
   Y, así, tantas veces como sea necesario, tantas reencarnaciones como cada uno de nosotros necesite, siendo el Espíritu, en todo momento, en ambos planos, heredero de sí mismo, de todo su pasado y de todas sus obras. Una vez llegado a este punto, de una manera serena, pero responsable y consciente, debemos preguntarnos: ¿hasta dónde podemos llegar en nuestra evolución espiritual? 
   En la cuestión nº116 de El Libro de los Espíritus se nos afirma, de una manera rotunda y contundente, que «todos los Espíritus llegarán a ser perfectos». En el libro Volví, el Espíritu que se presentó a nosotros como el Hermano Jacobo, nos dice que «toda criatura humana conquistará las condiciones del Sabio y del Ángel, en mayoría de edad divina». ¿Qué quiere decir, exactamente, eso de ser perfecto y de alcanzar la condición de Sabio y de Ángel? Dios, para mostrarnos cuál es el camino para alcanzar ese objetivo final al que estamos todos destinados, a lo largo de los tiempos, nos ha enviado diferentes profetas, sabios, misioneros..., siendo Jesús, de entre todos ellos, «el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al ser humano para que le sirviese de guía y modelo» (El Libro de los Espíritus, nº 625). 
   Jesús, nuestro Amigo y Maestro, modelo y guía de la humanidad, nos reveló algo realmente extraordinario y significativo que nos ha de indicar, claramente, hasta dónde podemos llegar en nuestra evolución espiritual: «En verdad os digo: el que cree en Mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores que éstas hará» (Evangelio de San Juan, 14:12). Jesús, profundo conocedor de las Leyes de Dios, con esas palabras nos dejó claramente expuesto que las perfectas Leyes Divinas funcionan igual para todos los seres. Es decir, Jesús también empezó desde cero, igual que todos nosotros, y necesitó de un aprendizaje, igual que todos nosotros, hasta llegar a ser el guía y modelo de la humanidad, del mismo modo que todos nosotros, algún día, alcanzaremos la perfección y esa condición de Sabio y de Ángel a la que hacía referencia el Hermano Jacobo. 
   Nos encontramos, todos nosotros, ahora, a esta altura de la evolución, a medio camino entre los instintos de la bestia, más o menos reprimidos y educados, y ese objetivo real de nuestra marcha, de la crisálida del ángel, del ser radiante y puro que podemos llegar a ser a través de la renovación moral y del esfuerzo constante. 
   El Espíritu de Verdad nos marca la siguiente directriz: «¡Espíritas! amaos: he aquí el primer mandamiento; ¡Espí- ritas! instruíos: he aquí el segundo» (El Evangelio según el Espiritismo, cap. VI, ítem 5). ¿Os podéis imaginar, aunque sea por un solo momento, si este ejemplo fuera contagioso y se expandiera como una epidemia por todas partes del mundo, lo que podría llegar a significar? Pues dejemos de imaginar y empecemos a trabajar para que ello pueda ser posible, porque el Espiritismo sólo es beneficioso y útil para aquél de quien se pueda decir: “Éste, sin duda, está luchando para ser hoy mejor que ayer”.
    Amalia Domingo Soler, la poetisa del Espiritismo, decía que hemos de llegar a Dios por el Amor y por la Ciencia. En consecuencia, practiquemos la caridad para ser buenos y estudiemos para ser sabios, avanzando en dirección a ese porvenir sin límites al que hacíamos referencia al principio, en nuestra gran epopeya espiritual entre la Tierra y el Cielo.
-Alfredo Tabueña-(Revista Espírita nº 8 de la FEE)

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         QUIEN  NO SIEMBRA NO RECOGE

     El pobre, por regla general carece de educación, así es que manifiesta todos los defectos de su carácter y de sus inclinaciones, porque como no está educado no sabe reprimir los ímpetus de su genio, y cuando una enfermedad le molesta y le hace sufrir, entonces da rienda suelta a sus arrebatos, a sus exigencias, se presenta el Espíritu con toda su rudeza, y en muchas ocasiones con toda su malignidad, pues sabido es que, el que mucho paga muchísimo debe, y vivir cincuenta y cuatro años entre tantas miserias físicas y morales como vivió el Padre Olallo Valdés, se necesita haber progresado tanto, tantísimo… que estamos plenamente convencidos que si lográramos ver al virtuoso sacerdote, creeríamos que su envoltura fluídica, su resplandeciente periespíritu era uno de los muchos soles que giran en el espacio, ¡Tanta luz deberá irradiar su Espíritu!

Cuando se considera la grandeza de algunos seres y la miserable ruindad de otros individuos, es cuando se aprecia en su inmenso valor el estudio del Espiritismo y el progreso indefinido del Espíritu, porque la enorme, e imponderable distancia que nos separa a unos de otros, es la prueba innegable del trabajo realizado por unos y de la inercia y estacionamiento de otros, y estos últimos (que estamos en mayoría) ¿Seguiremos tan desventurados que no tendremos voluntad, más que para cometer desaciertos y nuestra iniciativa sólo la utilizaremos para vegetar sin producir? Nuestra inteligencia (diamante preciosísimo) , ¿No encontraría nunca el lapidero del progreso, que le diera las deslumbrantes facetas de innumerables conocimientos científicos y la práctica evangélica de diversas virtudes?

Nacer y vivir condenados a producir disturbios, engendrar odios y formar asesinos… ¡Oh! Eso sería horrible, mientras viéramos que otros eran varones justos y mujeres impecables. ¿Por qué para ellos toda la luz y para nosotros toda la sombra? Si de igual manera venimos a este mundo ¿Por qué tan diversos destinos? Y nos dicen los espíritus en sus comunicaciones: porque los hombres disponen a su antojo de su tiempo que es ilimitado, y mientras los unos se consagran al estudio de la ciencia en una o en varias de sus encarnaciones, los otros se cruzan de brazos y se contentan con que los santones de las diversas religiones piensen por ellos. Mientras los unos gozan practicando la virtud en sus múltiples manifestaciones, los otros se complacen en obtener por el engaño, por el fraude, o la violencia, los bienes de los que supieron acumular riquezas desoyendo el gemido de los necesitados.

La Tierra es uno de los laboratorios de la Creación, y en ella trabajan los justos y los pecadores, cada uno en la fábrica o en el taller que él solo se ha formado. En la vida infinita no hay primeros ni últimos, porque los más buenos, los que en la Tierra llamáis redentores, mañana irán a otro mundo muchísimo más adelantado que el vuestro, y allí serán vulgares medianías, que aprenderán a ser grandes, imitando a otros espíritus muy superiores a ellos en talento y en virtudes, por consiguiente, como la condenación del réprobo no existe porque no hay Espíritu que no progrese, todos podéis ascender por la interminable escala del perfeccionamiento, no hay elegidos ni predestinados, no hay llamados ni preferidos, no hay más que el estricto plimiento de la más sabia de todas las leyes: sembrar y recoger, trabajar y obtener el fruto del trabajo, esa es la ley eterna del progreso.

Esto y mucho más nos dicen los espíritus que responden perfectamente, al lógico razonamiento que hemos hecho repetidas veces, cuando como ahora, rendimos un tributo de admiración a los verdaderos santos de la humanidad. Siempre hemos creído que querer es poder, no en el sentido material que se suele dar a este aforismo, no es el querer dar dinero a un necesitado, porque el que no tiene para sí mismo mal le puede dar a otro lo que él materialmente no posee, pero sí puede pedir y decir al rico: mira, en tal punto hay un ser que llora ¿Quieres enjugar sus lágrimas? ¿Quieres hacer tú lo que yo no puedo hacer?

El querer es poder, lo aplicamos nosotros al progreso del Espíritu cuando el hombre dice: quiero ser grande, llegar a la cúspide del saber y de la virtud, cúspide que se eleva según van pasando los siglos; este adelanto no se verifica ni en una ni en cien encarnaciones, pero llega el engrandecimiento del alma, esto es innegable. Los trabajadores de muchos siglos, son los que de vez en cuando llegan a la Tierra dispuestos a consolar a sus semejantes y a enseñarnos a deletrear en el abecedario del amor Divino, que es el amor universal. ¡Lectores de La Luz Del Porvenir! Leamos en el gran libro de la caridad, y seremos en otras edades ¡Redentores de los pueblos oprimidos, seremos sacerdotes del progreso, mensajeros de las verdades eternas comprendidas en dos palabras. Caridad y Ciencia!

Amalia Domingo Soler

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