jueves, 14 de agosto de 2025

El temor a la muerte

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Yo quiero ser espírita

2.- Expiación y elevación moral

3.- La muerte llega para todos

4..- El temor a la muerte

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                YO QUIERO  SER ESPÍRITA                         

                
 Hace unos años, un hermano hizo esta pregunta, y quedó dando vueltas en mi mente una y otra vez. En la meditación matutina del 28/1/2010 recibí esta comunicación :

....Es el espiritismo una doctrina clara y sencilla. Su propósito principal es ayudar al hombre a ser mejor ser humano, y practicar esta doctrina es cultivar el amor entre todos los hermanos como nos enseñó Jesús. Por tanto es una filosofía cristiana.

El deber de un espirita es conocerse bien a si mismo, con sus virtudes , debilidades y defectos para poder así, trabajar en su mejoramiento y hacerlo de forma  consciente para tratar de superar  sus imperfecciones.

Para lograrlo solo es necesario dedicar todos los días un rato a la meditación y al autoanálisis. A través del espiritismo, si lo practicamos sinceramente, esto es, si llevamos una vida coherente con nuestra formación espírita, seremos mejores hijos, hermanos, padres, esposos, amigos, en definitiva, seremos mejores seres humanos.

El espiritismo nos enseña que somos espíritus inmortales, que no debemos temer a la muerte, pues el espíritu sobrevive a este momento, que no es mas que un tránsito hacia otra forma de existencia, que es la vida espiritual. Que la vida espiritual es la verdadera vida del espíritu, y que en ella continuamos aprendiendo y acumulando experiencias que nos hacen mejores.

 También nos enseña que todos  reencarnamos, que ya hemos vivido anteriormente y que continuaremos viviendo en el futuro y que poniendo en práctica lo aprendido  iremos convirtiéndonos en espíritus cada vez mejores y acercándonos paso a paso a la luz Divina, al Ser creador de todo el universo, a esa energía cósmica que llamamos Dios.

Y la doctrina nos enseña también que esta vida actual es parte de un grupo de existencias que forman un  ciclo de varias vidas con el objetivo de adquirir unos valores pendientes de conquistar, siendo asís un camino hacia el progreso, pues Dios ha creado el universo regido por leyes naturales y el progreso y el perfeccionamiento del alma es una de ellas.

Y la doctrina  también nos muestra una verdad sencilla e infalible, cuya comprensión nos va a ayudar a comprender nuestras circunstancias y como podemos cambiarlas; esta verdad es la ley de Afinidad por la que atraemos a nuestras vidas circunstancias, personas y espíritus afines a nuestros pensamientos. Es decir, que la calidad de nuestro pensamiento determina la calidad de la energía que vibra a nuestro alrededor y con ello de aquello que atraemos. De ahí la importancia de nuestra elevación moral.

Somos los artífices de nuestra propia vida y destino, tenemos libre albedrío para practicar el bien o apartarnos de él; para esforzarnos cada día en ser mejores y comprender que con amor, paciencia, tolerancia y bondad, construimos un futuro mejor para nosotros mismos y para aquellos que nos rodean.

Y la Doctrina Espírita es mucho más, es la justicia existente por  la ley de Causa y Efecto, que nos enseña que cada acción nuestra tiene un resultado y una consecuencia acorde con la misma, y esta consecuencia de nuestros actos vendrá a nosotros indefectiblemente, ya sea en esta vida o en una vida futura, porque la reencarnación del espíritu es un hecho demostrado. Y esta ley llamada también Ley de Consecuencias, nos explica las desigualdades que tanto nos acongojan; y es también una luz que nos inspira a cultivar el bien.

Hay mucho mas para descubrir en la doctrina espírita, pero estas sencillas razones que hemos expuesto, bastan por si solas para decir: "Yo quiero ser Espírita"

psicografiado 28 de enero 2010


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            EXPIACIÓN Y ELEVACIÓN MORAL

Todas esas vidas oscuras, atormentadas, dolorosas, son crisoles en que el alma se despoja de sus impurezas, donde las pasiones bajas se transmutan poco a poco, por divina alquimia, en pasiones elevadas de bien. Pero, por la falta del conocimiento de las leyes que rigen la vida, en muchas de las veces se rebelan, con lo cual impiden el proceso depurador (catarsis) como será explicado al tratar el próximo capítulo sobre el dolor; pero, pasado el período de prueba, ya en el plano extrafísico, aprecian que esa vida de dolor no ha sido estéril y sí beneficiosa.
¡Tengamos compasión de esos seres, ya que son espíritus arrepentidos! Ayudémosles, con amor, a pagar sus viejas deudas, aunque sea con un pensamiento de compasión y cariño.
Siendo Dios, amor supremo, que sólo por expansión de Su amor dio vida a cuanto existe, sin pedir ni esperar de sus criaturas sino que sean felices eternamente, y para cuyo objeto ha creado leyes sabias, y que con harta frecuencia violamos; se deduce que, el dolor NO es enviado por EL, sino consecuencia de nuestros errores en el pasado, del dolor sembrado por nosotros conscientemente. Son las trasgresiones, las faltas en contra de la sublime Ley Universal del Amor, las que atraen al alma dolorosas consecuencias. Asimismo que, las obras de amor, grandes o pequeñas, son las que atraen mayor felicidad y progreso.
Todo bien, todo esfuerzo que hagamos desinteresadamente con amor en beneficio de alguien, no se pierde. No importa que hayamos recibido ingratitudes y hasta traiciones pues la Ley todo lo recoge y nos lo devolverá tarde o temprano. El tiempo, tal como lo entendemos en la vida humana, no existe en la vida eterna del Espíritu.
Reconstruir por la fraternidad y el amor todo lo que destruye el odio de los hombres, es y será siempre la obra que salvará la humanidad.
La superioridad de nacimiento de ciertos seres, es el resultado de sus obras anteriores. Somos espíritus más o menos jóvenes o viejos, hemos vivido múltiples vidas, hemos probado los placeres y dolores, la riqueza y la pobreza, hemos pasado por vidas de esclavos y de amos, avanzando siempre hacia más elevados destinos.
La riqueza proporciona magníficas oportunidades de estudio, permitiendo darle al Espíritu una cultura más amplia, y pone en sus manos los medios de aliviar a sus semejantes de los sufrimientos de la miseria y contribuir a su mejoramiento. Por desventura, la generalidad de las gentes presionadas por el egoísmo y por las atracciones del medio ambiente, no piensan más que en sí mismas, por desconocimiento de las consecuencias. La riqueza, endurece, con harta frecuencia, el corazón humano, impidiendo escuchar el llamado del Espíritu que se manifiesta por medio de esa sensación de compasión y lástima. No escuchar ese llamado, es desperdiciar una magnífica oportunidad de progreso.
Y el progreso en una existencia, da derecho para nacer bajo mejores auspicios, lo que proporciona una vida más feliz. Y cuando ese progreso haya llegado a cierto grado, será para vivir en plena luz, sin las alternativas de la vida y de la muerte en los planos físicos.
A medida que el ser humano avanza en su eterno camino de ascensión, su inteligencia y demás facultades se desarrollan como consecuencia del ejercicio de su mente, así como nuevos y más amplios horizontes con nuevas experiencias y nuevos conceptos se presentan ante él que le atraen. Es la ley universal del progreso que le llama, que le invita a avanzar en su eterno camino de ascensión; pero, no siempre el individuo responde a este llamado. En las más de las veces, cede a las atracciones de su medio ambiente circundante, siendo arrastrado por el espejismo de las sensaciones, y se estanca, retardando su progreso. Pero, como el estatismo es contrario a la Ley, ésta actúa de un modo NO siempre agradable, y por medio de circunstancias que los humanos denominamos adversas, le conduce amorosamente (como hacen los buenos padres con sus hijos) hacia el ejercicio de sus facultades, obligándole a la solución de dificultades y superación de obstáculos, con lo cual se capacita para mayores realizaciones, contribuyendo con ello a su propio progreso y evolución.
Concluiremos insistiendo en que, la condición de nuestra vida actual es el resultado de nuestras vidas precedentes, porque todas las vidas humanas del Espíritu, son solidariamente responsables, ya que la Ley actúa sobre el ser espiritual, que es siempre el mismo en sus sucesivas encarnaciones.
TODA ACCIÓN —BUENA O MALA— ES SIEMPRE LIBRE EN SUS ORÍGENES, PERO NO DESPUÉS; YA QUE DE INMEDIATO PERTENECE AL DETERMINISMO DE LAS CAUSAS, QUE IMPONE LAS REACCIONES CONSECUENCIALES.
Y así, el bien o el mal que hagamos, ya de hecho ya por pensamiento (por ser el pensamiento una fuerza poderosa) o de palabra; recaerá sobre nosotros mismos en forma de alegrías o dolores, creando destinos felices o desdichados.

Sebastián de Arauco.

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              La muerte llega para todos                                


¿Ya has observado? Siempre que las noticias nos muestran las tragedias del mundo, acreditamos que nunca nada igual nos alcanzará.

¿Te diste cuenta que, normalmente, compartimos la idea que el mal alcanzará solamente a la casa del vecino?

Con esos conceptos, vivimos despreocupados. No siempre utilizamos la prudencia necesaria para alejarnos de ciertos eventos inconvenientes.

Cuando la muerte ronda los hogares continuamos creyendo que el nuestro está protegido de esa visita terrible.

Por eso, cuando ella se presenta es siempre una sorpresa para nosotros.

Pero nadie huye a la muerte. Por lo tanto, es importante que a diario meditemos un poco acerca de ella.

Recordamos que, después del término de la Segunda Guerra Mundial, murió la amada hermana de Albert Einstein.

Él había estado con ella días antes de su muerte.

Ambos estaban debilitados y enfermos. Albert había recibido el diagnóstico de un aneurisma de la aorta abdominal. Había tenido una crisis y con fuertes dolores abdominales estuvo internado en un hospital para un largo tratamiento.

Bromeando, él dijo a su hermana:

Maja querida, creo que enfrentaré la gran jornada para el espacio antes de ti. Por eso, aquí estoy para las despedidas.

Maja le respondió:

No, hermano querido, partiré antes. En un sueño reciente vi a nuestros padres. Entendí por las señas de las manos de nuestra madre que mi partida será en breve.

Albert la abrazara, hablándole al oído:

Sea lo que sea, siento que brevemente nos encontraremos.

Al recibir la noticia de la muerte de su hermana, mira al infinito y susurra:

¡Que Dios te bendiga! Como te he dicho, brevemente nos encontraremos.

Ni rabia, ni desesperación. Actitud de quien tenía la certeza de la Inmortalidad.

Continuó trabajando. Aunque dolorido no se dejaba vencer.

Recibía a los amigos, viajaba profiriendo charlas acerca de sus teorías y contestaba a todas las preguntas de los periodistas.

El rompimiento del aneurisma abdominal agravó su cuadro anémico. En el 18 de abril de 1955 a la 1 hora y 15 minutos de la madrugada, muere Albert Einstein, en Princeton, Nueva Yérsey.

Él providenciara su testamento legando sus inventos y documentos científicos, experimentados o no, a la Universidad de Jerusalén.

Sabía que la muerte lo rondaba. Se preparó para recibirla, manteniéndose activo y sereno.

Él tenía la certeza de la Inmortalidad.

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Atendiendo a su pedido, su cuerpo fue cremado y sus cenizas esparcidas en un local ignorado.

Él donó su cerebro a Thomas Harvey, patólogo del Hospital Princeton.

El hecho causó un gran impacto entre los físicos e intelectuales filosóficos.

Pero era necesario respetar al deseo del mayor conocedor de cálculos matemáticos y teorías acerca de la Física.

Redacción del Momento Espírita con base en datos biográficos de Albert Einstein.

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                EL TEMOR A LA MUERTE


Dentro de nuestra actividad doctrinaria acostumbramos a impartir conferencias charlas relacionadas con los temas del Espíritu. Cierto día, después de una exposición, una joven, en el tiempo dedicado al coloquio, preguntó: ¿ Porqué tengo tanto miedo a la muerte?

.- Por el desconocimiento sobre la realidad espiritual – contestamos.

Efectivamente, los pueblos occidentales carecemos en general, por desgracia, del conocimiento suficiente para saber que el alma es inmortal, que la vida continúa después de la muerte física. Si ya desde nuestra más tierna edad nos enseñasen a comprender que el espíritu, no muere, nuestra mente estaría despierta a este acontecimiento irreversible. Aunque lo hayamos oído muchas veces es algo en lo que no nos paramos a meditar, a pesar de su gran importancia.
       Son pocas las personas que en su existencia corporal se esfuerzan por vivir las enseñanzas del Evangelio de Jesús, creyendo que los esfuerzos y sacrificios, así como las vicisitudes soportadas durante su vida en la Tierra, les han de garantizar la liberación del Espíritu cuando pasen al otro lado.

       Existen dos factores muy importantes que perturban a los encarnados en la última hora creándoles serías dificultades, y que les retienen más tiempo del debido junto a su cadáver, después de haberles considerado “muertos”. Uno de ellos es el proverbial “miedo” a la muerte. Y el otro factor, proviene de los lamentos familiares que en su desesperación e ignorancia terminan por imantar al “fallecido” a su lecho de dolor, dificultándole la liberación rápida del espíritu.

       No basta que el ser humano haya sido educado brillantemente o que posea una cultura adelantada, acumulada a través de los muchos años de estudio, ya que generalmente valoran las cosas del mundo material y confunden el verdadero sentido de la vida del espíritu inmortal con los efectos transitorios de la existencia física. Cuando se enfrentan con el terrible momento de la “muerte”, en donde la vida corporal se escapa sin posibilidad alguna de retención, el miedo domina su cerebro y se apegan desesperadamente a los últimos resquicios de vitalidad, solicitando más tiempo para desatar los lazos de la existencia terrena. Incluso algunos por su tremendo temor y mostrando su disconformidad, terminan por encarcelar su espíritu en el cuerpo agonizante. En vez de predisponer la mente hacia la invitación libertadora del espíritu, prefieren el apego al instinto animal que lucha encarnecidamente para impedir que su espíritu se libere.

       También la aflicción, la desesperación y el rechazo de la familia y amigos que le rodean producen filamentos densos de magnetismo que imantan al espíritu desencarnante a su cuerpo material como si fuesen gruesas cuerdas vivas que sostienen el alma en agonía. Entonces, al estar presos en las mallas esclavizantes de la poderosa red magnética, se ven obligados a presenciar los lamentos, gritos y desesperaciones que vibran alrededor de él. Y es tan perjudicial esa afectiva misión, establecida a través de los lazos magnéticos de sus seres queridos, que en muchos casos, algunos espíritus de reconocida elevación espiritual, llegan a programar para que su desencarnación se produzca durante el sueño o alejados de la familia, con el fin de que los individuos puedan “morir” sosegados. Así, como los desenlaces súbitos ocurridos fuera del hogar en donde la desesperación de los parientes no les puede afectar el espíritu, que ya está liberado de los lazos que le ataban a la vida física.

        Es conveniente reflexionar que si para los encarnados la muerte de un familiar significa una tragedia insuperable y a su vez un drama doloroso, el mismo acontecimiento para sus parientes ya desencarnados, se transforma en un hecho jubiloso, pues en realidad se trata del retorno de un ser querido a su verdadero hogar, a la “Patria Espiritual”.

        No hay separación absoluta; lo que realmente existe es que el espíritu devuelve a la tierra su vestimenta carnal, usada e inservible, que le fuera prestada para el rápido aprendizaje a través de algunos años terrenales.

        La desencarnación tiene características muy particulares; cada uno recoge aquello que siembra, en el tiempo exacto y previsto de la Ley Divina.

     Cierto es que en el momento de desencarnar aparecen junto a nosotros espíritus amigos o de familiares que nos asisten en la hora crítica. De eso no tenemos duda. Pero también podremos encontrarnos con dificultades que se anteponen a la mayoría de los desencarnados, principalmente a causa de su comportamiento con otros seres a los que perjudicaron, cuyas influencias amenazan a los recién llegados de la Tierra.

       Podremos tener la protección de la asistencia benefactora que nuestros amigos invisibles nos prestan, pero esa defensa dependerá mucho del caudal de virtudes que posea el espíritu desencarnante y del modo como haya vivido en la materia, porque es común, que los encarnados obedecen más a los instintos de las pasiones animales que a la razón espiritual; poco a poco se dejan envolver por las sugestiones maléficas de los malhechores de las sombras, que desde el Más Allá les preparan anticipadamente para que sintonicen mejor con sus vibraciones inferiores.

     Es por ello que aún, todavía, estamos a tiempo de preparar el camino de nuestras buenas acciones, pues serán lo único que nos llevaremos cuando esa hora llegue para nosotros. Porque recordemos que la muerte es un fenómeno biológico que transfiere al ser de una realidad hacía otra, sin extinción de la vida.

Juan Miguel Fernández Muñoz

 

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