INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.-Oraciones espíritas y reuniones
2.- La pluralidad de existencias
3.- Conócete a ti mismo
4.- Vicios
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Antigüedad y Origen de la Doctrina de la Reencarnación
- El capítulo reconoce que la idea de la reencarnación no es nueva, sino que «procede de Pitágoras» y que este la tomó de «los filósofos indios y egipcios, entre los cuales existía desde tiempo inmemorial».
- La antigüedad de la doctrina es vista como una «prueba favorable» de su seriedad.
- Se establece una distinción importante entre la metempsicosis antigua (que incluía la transmigración a animales) y la doctrina espírita moderna, que «rechazan del modo más absoluto la transmigración del alma del hombre a los animales y vice-versa».
La Reencarnación como Ley Natural y Progresiva
- El espiritismo se presenta como una «leyes de la naturaleza» que debe haber existido «desde el origen de los tiempos».
- La doctrina espírita de la reencarnación se ofrece bajo un aspecto «más racional, más conforme con las leyes progresivas de la naturaleza y más en armonía con la sabiduría del Creador, despojándola de todos los accesorios de la superstición».
- Se menciona que los Espíritus han enseñado esta doctrina de forma generalizada en «comarcas distintas» y «desde antes de su publicación».
Refutación de Objeciones Comunes
- Se aborda la objeción de aquellos que rechazan la reencarnación simplemente porque «no les conviene» o porque «bastante tienen con una sola existencia». Los espíritus responden: «si creen que Dios les haya pedido parecer y consultado su gusto para arreglar el universo» y que «si deben volver a vivir corporalmente, lo harán, se reencarnarán».
- Se compara esta objeción con un enfermo que no quiere sufrir más mañana, señalando que el sufrimiento es necesario hasta la curación.
- Se argumenta que la doctrina espírita sobre la reencarnación no es tan terrible como algunos creen, ya que «la condición de la nueva existencia depende de ellos: que será feliz o desgraciada, según lo que en la Tierra hagan, y que pueden elevarse tanto, desde esta vida, que no abrigarán temores de caer nuevamente en el lodazal».
La Reencarnación como Explicación de las Desigualdades Innatas.
- Kardec, haciendo «abstracción de la enseñanza de los Espíritus» y tratándolo como «estudio filosófico», plantea varias preguntas fundamentales sobre las desigualdades humanas si solo existiera una vida:
- «¿Por qué el alma manifiesta aptitudes tan diversas e independientes de las ideas proporcionadas por la educación?»
- «¿De dónde proviene la aptitud extraordinaria de algunos niños de tierna edad para tal arte o ciencia, mientras otros no pasan de ser incapaces o medianías durante toda su vida?»
- «¿De dónde proceden las ideas innatas o intuitivas de unos, de las cuales carecen otros?»
- «¿De dónde vienen en ciertos niños esos instintos precoces de vicios o virtudes, esos sentimientos innatos de dignidad o de bajeza que contrastan con la sociedad en que han nacido?»
- «¿Por qué haciendo abstracción de la educación, están más adelantados unos hombres que otros?»
- «¿Por qué hay salvajes y hombres civilizados?»
- Se descarta la explicación de que las aptitudes diversas dependan del organismo, calificándola de «doctrina más monstruosa e inmoral» que reduciría al hombre a una «máquina, juguete de la materia».
- También se descarta la idea de que Dios crea almas desiguales desde el principio, ya que sería contraria a su «justicia y con el amor que igualmente profesa a sus criaturas».
- Se propone que «una sucesión de existencias anteriores progresivas» es la única explicación: «Los hombres nacen con la intuición de lo que ya han aprendido. Están más o menos adelantados según el número de existencias que han recorrido».
- Esta teoría se presenta como «sencilla, natural y lógica», en contraste con otras teorías que no explican los hechos observados.
La Reencarnación y el Futuro del Alma
- Las dificultades se extienden al considerar el futuro del alma si solo hay una existencia. Se cuestiona la posición de salvajes y civilizados, de quienes trabajan para mejorarse y quienes no, de quienes obran mal por falta de instrucción, de los que mueren antes de recibir la luz, y de los niños que mueren tempranamente.
- Se argumenta que si «Admitid las existencias consecutivas y todo se explica conforme a la justicia de Dios. Lo que no ha podido hacerse en una existencia se hace en otra. Así es como nadie escapa a la ley del progreso, cada uno será recompensado según su mérito real, y ninguno queda excluido de la felicidad suprema».
Compatibilidad de la Reencarnación con la Religión
- Se aborda la posible objeción de que la reencarnación no es admitida por la Iglesia.
- Se argumenta que la doctrina es «eminentemente moral y racional» y, por lo tanto, «no puede ser contrario a una religión que proclama que Dios es la bondad y la razón por excelencia».
- Se compara la situación con descubrimientos científicos anteriores (como el movimiento de la Tierra) que inicialmente parecieron contradecir los textos sagrados, pero que la Iglesia finalmente aceptó.
- Se afirma que el principio de la reencarnación «se deduce, por otra parte, de muchos pasajes de las Escrituras y se encuentra notoriamente formulado de un modo explícito en el Evangelio».
- Se cita el pasaje de Mateo (Cap. XVII, v. 9, 10, 11) donde Jesús identifica a Juan Bautista como Elías reencarnado: «Pues en efecto, Elías ha de venir, y entonces restablecerá todas las cosas. Pero yo os declaro que Elías ya vino, y no lo conocieron, sino que hicieron con él todo cuanto quisieron. Así también harán ellos padecer al Hijo del hombre”. Entonces entendieron los discípulos que les había hablado de Juan Bautista.»
- Se cita también el pasaje de Juan (Cap. III, v. 3-5) sobre nacer de nuevo como una posible referencia a la reencarnación: «En verdad, en verdad te digo, que si un hombre no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.»
- Se concluye que la enseñanza espírita es «eminentemente cristiana», basada en principios como la inmortalidad del alma, la justicia de Dios, el libre albedrío y la moral de Cristo.
La Reencarnación como Ancla de Salvación y Lógica
- Independientemente de la creencia, se reitera que si la reencarnación existe, «no se dejará de sufrirla… a pesar de la creencia contraria».
- Se destaca que la adopción de la pluralidad de existencias por parte del autor no se debe únicamente a su origen espírita, sino a que «nos ha parecido la más lógica, y porque únicamente ella resuelve cuestiones hasta ahora insolubles».
- Se enfatiza que «el primer mérito de la idea de la pluralidad de existencias es, para nosotros, el de ser lógica. Tiene otro, que es el de estar confirmada por los hechos: hechos positivos y, por decirlo así, materiales».
- Se resume que la doctrina de la pluralidad de existencias es «la única que explica lo que, sin ella, es inexplicable; que es eminentemente consoladora y conforme con la más rigurosa justicia, y que es el ancla de salvación que Dios en su misericordia ha dado al hombre».
Conclusión
El capítulo V de «El Libro de los Espíritus» presenta un caso convincente a favor de la pluralidad de existencias como una ley natural fundamental. Argumenta que esta doctrina, aunque antigua, es la única explicación lógica y justa para las profundas desigualdades observadas en las aptitudes y el desarrollo moral e intelectual de los seres humanos. Ofrece una visión esperanzadora del progreso continuo del alma a través de múltiples vidas, alineada con la justicia y misericordia divina. Se defiende su compatibilidad con el cristianismo, interpretando pasajes bíblicos como evidencia de su presencia en enseñanzas antiguas. El capítulo concluye que la reencarnación es una doctrina racional, consoladora y esencial para comprender la naturaleza del alma y su destino.
Glosario :
- Reencarnación: Regreso del alma a la vida corporal para progresar espiritualmente.
- Pruebas: Circunstancias difíciles que permiten al Espíritu demostrar y fortalecer sus virtudes.
- Mérito: Resultado del esfuerzo personal en el camino del bien.
- Progreso moral: Desarrollo de la conciencia, la justicia y la caridad.
- Fatalidad: Creencia errónea en un destino inamovible; el Espiritismo enseña que hay libre albedrío.
- Dogma: Punto fundamental de una doctrina aceptado sin discusión.
- Metempsicosis: Creencia antigua en la transmigración del alma entre cuerpos humanos y animales, rechazada por el Espiritismo.
- Espiritismo: Doctrina fundada por Allan Kardec basada en la comunicación con los Espíritus y la reencarnación.
- Pluralidad de existencias: Principio espírita que enseña que el alma vive múltiples vidas corporales sucesivas para progresar.
- Intuición: Capacidad de comprender una idea sin razonamiento consciente.
- Ideas innatas: Conocimientos o percepciones presentes en el alma desde el nacimiento, resultado de experiencias pasadas.
- Libre albedrío: Capacidad de tomar decisiones con libertad, sin imposición externa.
- Elías: Profeta del Antiguo Testamento, citado en el Evangelio como ejemplo de reencarnación al identificarse con Juan Bautista.
- Juan Bautista: Profeta que bautizó a Jesús, considerado la reencarnación del profeta Elías.
- Nicodemo: Fariseo mencionado en el Evangelio de San Juan, con quien Jesús habló sobre la necesidad de “nacer de nuevo”.
CONÓCETE A TI MISMO
Cada
uno es el redentor de sí mismo, y en mi humilde concepto creo que para llegar a
ser un verdadero Apóstol del progreso es preciso ante todo redimirse uno
propio, teniendo en cuenta que para lograr un fin tan elevado es necesario
cumplir al pie de la letra el sabio consejo de Solón: Conócete a ti
mismo.
Conocerse
a sí mismo: He aquí lo importante del problema: Muchos creerán que conocerse es
confesarse culpable, no; hay que ir más allá, mucho más. Conocerse a sí mismo,
según mi opinión, debe ser (después de un previo y concienzudo examen de todos
los hechos buenos y malos), procurar mejorar vuestras costumbres, introduciendo
en la sociedad una reforma completa lo mismo en el orden físico, moral que
intelectual, establecer un régimen progresivo en armonía con las aspiraciones
del Espíritu humano y oponerse a la propagación del mal, la desinteresada práctica
del bien.
Esto
que de seguro encontrará detractores porque en todos los tiempos ha habido
fariseos dispuestos a destruir toda obra útil y beneficiosa, al fin lograréis
realizarlo, porque Dios quiere siempre el triunfo de su obra, y no es posible
que la voluntad Suprema, cuyo poder es infinito, quede eclipsada por la
voluntad finita del mísero gusano de la Tierra, el hombre.
Tan
importante le es al hombre aprender a conocerse a sí mismo, como saber, porqué
está en la Tierra, de donde viene, y a donde va. Si para progresar
intelectualmente ha sido preciso luchar con el valor de los héroes y la fe de
los mártires, ¿Ha de serlo menos para progresar moralmente? Claro que no;
porque el progreso moral y el intelectual deben marchar acordes uno con el
otro, prestándose mutuo apoyo.
Al
hombre del Mundo Tierra le falta por descubrir un sencillo pero profundo
secreto: ¿Sabéis cuál es? ¿Lo ignoráis? Pues voy a decíroslo: Es aprender a
conocerse a sí mismo. Porque una vez que haya estudiado sin prevención su
propio yo y los defectos de que tan plagado está, habrá ganado un paso en su
camino histórico a través de los siglos.
El
Espiritismo, abre un inmenso horizonte al hombre para que con ayuda de las
profundas enseñanzas, que a torrentes se derraman por doquier, aprendáis a
estudiar en el gran libro de la vida, vuestro modo de ser y la razón de esa
infinita variedad que se observa en el género humano. ¡Qué grandioso es este
aforismo y que mal comprendido por los hombres!
Todo
nuestro afán es conocer a los demás; si pudiéramos sujetarles a nuestros
caprichos, seríamos máquinas dirigidas por mil impulsos diferentes, todos
deseamos conducir o bien ser el mentor de nuestros hermanos, sin tener en
cuenta, que mal puede enseñar el que no sabe; mientras no nos conozcamos a
nosotros mismos no podremos convertirnos en maestros de los demás.
El
verdadero sabio es el que sabe conocerse a sí mismo, si las criaturas en vez de
afanarse por descubrir las debilidades de sus hermanos, pusieran todo su
cuidado en conocer las suyas, y librarse de ellas, ¡Qué cambio tan grande se
operaría en nosotros! Nos asemejaríamos al que se operó en los que le
presentaron a nuestro divino maestro Jesús, la mujer adúltera, y que iban
dispuestos a matarla a pedradas creyendo en su ignorancia, que cumplían con la
justicia juzgando a su hermano, pero al penetrar en sus corazones aquellas
sublimes palabras de, el que de vosotros esté sin pecado que le arroje la
primera piedra primero, (palabras mágicas) pues por ellas cada uno se vio tal
cual era, y avergonzados de sí mismo huyeron sin dignarse mirar a la que poco
antes se creían tan superiores a ella.
¡Cuánto
bien nos reportaría este estudio! Daríamos un gran paso en el progreso moral
que tan atrasado llevamos por desgracia, hemos dado un paso gigantesco en el
intelectual, esto es evidente; si volviéramos la vista al siglo XVII y XVIII
nos encontraríamos a tal altura que nos debe llenar de satisfacción el
desarrollo de nuestras inteligencias, pero ¿Somos felices por esto? ¿Nuestro
Espíritu está satisfecho? ¡Ah! No; todos sentimos un mal estar general, todos
nos lamentamos de un sufrimiento extraño en todas las esferas de la escala
social, todos señalamos el mal, los de arriba a los de abajo y los de abajo a
los de arriba y una lucha a muerte se sigue de estas acusaciones, creen los de
abajo, que tirando a los de arriba cesará su sufrimiento y los de arriba que
pisando a los de abajo serán felices. ¡Qué gran error! Los hombres se necesitan
mutuamente, no hay una criatura por inútil que nos parezca que no esté llenando
su cometido en el laboratorio de la creación, así como nuestros cuerpos se
componen de diferentes moléculas que juntas forman nuestro organismo, el cuerpo
social se compone de átomos que todos juntos componen el gran todo de la
sociedad, pero para que este cuerpo tenga vida, es preciso que todos estos
elementos de que está compuesto llenen su cometido, de lo contrario, el
desnivel no tarda, y el cuerpo desfallece, he aquí nuestra sociedad actual,
sabia sí, pero anémica y vacilante, no tiene vigor para avanzar y desfallece,
¿Y cómo no?, Si le falta la sangre que vigoriza que es la moral, sí, la moral,
el principal elemento del cuerpo social, y mientras esta no impere en los
hombres no podrán encontrar la felicidad que buscan con tanto afán. Los que
están arriba deben pensar siempre, que los de abajo son su base, deben
considerarlos como una parte de sí mismo, no perdiendo de vista que sin
pedestales no hay estatuas y los de abajo que sin la ayuda de los de arriba les
es imposible ascender, así es que debemos todos ayudarnos mutuamente conociendo
cada uno la misión que tiene que llenar junto a su hermano, y procurar
cumplirla sin fijarse en los que indolentes y perezosos se abandonan y dejan de
cumplir un deber tan sagrado, que no se perjudican solo así mismos sino a todos
sus hermanos en común.
¿Y
qué diremos de los espiritistas de esta gran falange que está puesta a la
cabeza de la familia humana? Para estos, no sólo quisiera tener la elocuencia
de esos grandes hombres que han inmortalizado su nombre, sino, la persuasión de
nuestro maestro y modelo Jesús, para que, no mi palabra que tan pobre es, sino,
mi deseo y el amor que para ellos siente mi Espíritu; a estos, quisiera
hacerles ver la misión tan grande que tienen que llenar llevando la luz a los
ciegos en la fe, a estos, les diré con Jesús; que si un ciego guía a otro,
ambos caerán en el hoyo, no, vosotros no debéis caer porque tenéis a vuestra
disposición la filosofía Espiritista, o sea el libro de los Espíritus,
consultarle, interrogarle sin cesar, y sobre todo practicar las enseñanzas que
él os dé, si así lo hacéis él os conducirá al puerto, él os dirá que jamás
despreciéis a vuestro hermano, por más que lo veáis caer, por el contrario, que
le busquéis, que le deis la mano, y con una reflexión razonada y sentida, no
sólo le haréis reparar sus faltas, sino, que, con vuestro apoyo le librareis de
una segunda caída, considerando, que vosotros en su lugar desearíais hicieran
lo mismo, teniendo presente, que, con la vara que midamos nos volverán a medir,
entre vosotros deben de desaparecer esas susceptibilidades que son el mayor de
los enemigos, siendo el orgullo disfrazado, vuestros centros deben ser
depurativos de vuestro Espíritu en donde todos busquéis el adelanto moral,
confesando vuestros defectos y señalándoselos los unos a los otros no deseando
más que en cada sesión ser mejores que en la anterior.
Cuando
tratéis de los defectos de vuestros hermanos, que no sea vuestra intención
censurar sus debilidades sino conspirar contra ellas y buscar el mejor medio de
dejarle libre de aquel enemigo, parapetándoos vosotros para no dejarle entrar
en vuestra morada.
Los
espiritistas, forman una familia más íntima que las demás escuelas, y por lo
mismo, deben considerarse una parte integrante de sí mismos; y cuando le vean
caminar extraviado no se le debe abandonar sino ver y poner todo vuestro
cuidado en hacerle volver al redil como el buen pastor busca sus ovejas,
nosotros, tenemos la obligación de velar por nuestros hermanos así como nos
prestamos ayuda para las enfermedades del cuerpo; debemos prestárnosla para las
de nuestro Espíritu, todos, todos estamos enfermos del Espíritu, pero nuestra
enfermedad, es semejante a la tisis, que cuanto más avanza menos se apercibe el
enfermo de su gravedad, y más sueños de color de rosa reflejan en su
imaginación calenturienta, pero nosotros no debemos ser engañados como lo son
estos infelices, sino que debemos preguntarnos los unos a los otros: ¿Qué falta
hemos cometido hoy? Y con caridad y humildad, ir quitando cada día una piedra
de nuestro camino, si así lo hacéis, a vuestros centros descenderán Espíritus
de Luz, verdaderos maestros que os conducirán a Dios; comenzareis a ser felices
porque cumpliréis con vuestro deber, si por el contrario, os dirigís a vuestros
centros henchidos de orgullo creyéndoos superiores a vuestros hermanos
dispuestos a tirarle la primera piedra, no en su presencia sino cual Judas
vendiendo a su maestro con el ósculo de paz, ¿Qué os ha de suceder? ¿Qué
ascendiente podéis tener para que los espíritus del Señor vengan a vosotros?
Ninguno: He aquí el estacionamiento del Espiritismo, porque son muchos los
llamados pero pocos lo elegidos. No me cansaré de repetirlo, la causa de todos
nuestros males está en nosotros, procuremos conocernos y seremos felices.
Por
Amalia Domingo Soler de su libro “La Luz del Camino”
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VICIOS
Todos los vicios son malos, pero es la soberbia la más temible, pues siembra tras de si todos los demás vicios. Cuando penetra en el alma, se adueña de ella, se acomoda a su gusto y se fortifica en ella hasta el punto de hacerse inexpugnable. Ella es la hiedra monstruosa siempre preñada y cuyos vástagos son monstruosos como ella.
Todo el que se deja inundar por ella, es un desgraciado porque no podrá liberarse de ella sino es a costa de terribles luchas, a consecuencia de sufrimientos dolorosos, de existencias oscuras, de todo un porvenir de envilecimiento y de humillación, pues es el único remedio para los males que engendra la soberbia.
Este vicio constituye el azote más grande de la humanidad. De el proceden todos los desgarramientos de la vida social, las rivalidades de clases y de pueblos, las intrigas, el odio y la guerra. Inspirador de locas ambiciones, ha cubierto la tierra de sangre y de ruinas, y es también es el quien causa nuestros sufrimientos de ultratumba, pues sus efectos se extienden hasta más allá de la tumba.
No solo nos desvía la soberbia del amor a nuestros semejantes, sino que hace imposible todo mejoramiento, abusando de nuestro valor y cegándonos con nuestros defectos. Solo un examen riguroso de nuestros actos y de nuestros pensamientos nos permite reformarnos. Y el soberbio es el que menos puede conocerse. Engreído de su persona, nada puede desengañarle, pues aparta con cuidado todo aquello que puede esclarecerle; odia la contradicción, y solo se complace en la sociedad de los halagadores.
Corrompe las obras más meritorias. A veces, incluso las torna perjudiciales para quienes las realizan. El bien, realizado con ostentación, con un secreto deseo de ser aplaudido y glorificado, se vuelve contra su autor. En la vida espiritual, las intenciones, los móviles ocultos que nos inspiran a hacer las cosas reaparecen como testigos, abruman al soberbio y reducen a la nada sus méritos ilusorios.
La soberbia nos oculta toda la verdad. Para estudiar con fruto el Universo y sus leyes, se necesita, ante todo, la sencillez, la sinceridad, la rectitud del corazón y de la inteligencia, virtudes desconocidas por el soberbio.
El hombre sencillo, humilde de corazón, rico en cualidades morales, llegará más pronto a la verdad, a pesar de su inferioridad posible de sus facultades, que el presuntuoso, vano de ciencia terrestre y sublevado contra la ley, que le rebaja y destruye su prestigio.
La enseñanza de los Espíritu nos pone de manifiesto, bajo su verdadera luz, la situación de los soberbios en la vida de ultratumba. Los humildes y los débiles de este mundo se encuentran allí más levados; los vanidosos y los poderosos, empequeñecidos y humillados. Los unos llevan consigo lo que constituye la verdadera superioridad: las virtudes, las cuapreocupaciones y sus grandes pesares. Con una profunda amargura, ven por encima de elloslidades adquiridas con el sufrimiento; en tanto que los otros han de abandonar a la hora de la muerte títulos, fortuna y vano saber. Todo lo que constituye su gloria y su felicidad se desvanece como el humo. Llegan a los espacios pobres, despojados, y esa súbita desnudez, contrastando con su pasado esplendor, aviva sus , en la luz, a aquellos a quienes desdeñaron y despreciaron en la Tierra. La soberbia, la ávida ambición no puede atenuarse y extinguirse sino mediante vidas atormentadas, vida de trabajo y de renunciación, en el transcurso de las cuales el alma soberbia en si misma, reconoce su debilidad y se abre a mejores sentimientos.
En las horas de peligro, todas las distinciones sociales, los títulos y las ventajas de la fortuna se miden en su justo valor. Todos somos iguales ante el peligro, el sufrimiento y la muerte. Solo su valor moral los distinguirá. El más grande en la Tierra puede convertirse uno de los últimos en el espacio, y el mendigo puede vestir un traje resplandeciente. No tengamos la vanidad de los favores y de las ventajas pasajeras. Nadie sabemos lo que nos reserva el mañana.
Extraído del libro “Después de la Muerte” de León Denis
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