INQUIETUDES ESPÌRITAS
1.- Pensamientos y atracciones
2.- Doctrina espírita, alimento saludable para el Espíritu
3.- Nacionalismo o humanidad
4.- La cuestión de Dios en el Espiritismo
5.- Pensamientos y sentimientos
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PENSAMIENTOS Y ATRACCIONES
El amor a la ciencia no basta, ha dicho el profesor Falcomer: se necesita también la ciencia del amor. En los fenómenos no se trata únicamente de elementos físicos, sino que intervienen también agentes espirituales, seres mortales que, como nosotros, piensan, aman y sufren.
En las profundidades invisibles se extienden la inmensa jerarquía de las almas, desde las más oscuras a las más radiantes; y depende de nosotros atraer las unas y alejar las otras.
El único medio consiste en crear en nosotros, con nuestro pensamiento y nuestros actos, un foco radiante de pureza y de luz. Toda comunión es obra del pensamiento, y el pensamiento es la esencia misma de la vida espiritual. Es una fuerza que vibra con una intensidad creciente, a medida que el alma sube desde el ser inferior al espíritu puro y desde el espíritu a Dios.
Las vibraciones del pensamiento se propagan a través del espacio y nos traen pensamientos y vibraciones similares. Si llegamos un día a comprender la naturaleza y la extensión de esta fuerza, no tendremos más que elevados y nobles pensamientos. Pero el hombre se desconoce a si mismo, como ignora los recursos inmensos de este pensamiento creador y fecundo que duerme en él y con ayuda del cual podría renovar el mundo....
En nuestra inconsciencia y en nuestra debilidad, con frecuencia no atraemos hacia nosotros más que seres malos, cuyas sugestiones nos conturban. Así es como llega a alterarse la comunión espiritual y se oscurece por culpa de nuestra inferioridad...Fluidos envenenados se extienden por el haz de la Tierra, y la lucha tremenda entre el bien y el mal se desarrolla en el mundo invisible lo mismo que en el mundo material....
La atracción entre los pensamientos y las almas es toda la ley de las manifestaciones psiquicas.
Todo es afinidad y analogía en el mundo de lo invisible. Los que buscáis el secreto de las tinieblas, elevad muy arriba vuestros pensamientos con el fin de atraeros a los genios inspiradores, a las fuerzas de lo bueno y de lo bello. y elevadlos no tan sólo en los momentos de estudio y de experiencia, sino siempre, a todas las horas del día, como ejercicio saludable y regenerador. No olvidéis que estos son los pensamientos que, lentamente, afinan y depuran nuestro ser, engrandecen nuestras facultades, nos hacen aptos para sentir las más delicadas sensaciones, fuente de nuestra felicidad en el porvenir.
LEÓN DENIS.
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DOCTRINA ESPIRITA,MEDICAMENTO SALUDABLE PARA EL ESPÍRITU
Dios siempre nos da fuerzas para vencer las situaciones amargas. Jamás nos deja huérfanos el Supremo Padre, cuando de El más necesitamos. Es verdad que nunca podremos subsanar la falta del ser querido; pero, el Señor no nos dejará sin pan, sin la luz de la fe y sin los agasajos de la esperanza. El Padre nos auxiliará para que podamos subir la difícil montaña de la resignación y de la confianza, conduciendo el fardo que debemos soportar.
El hombre moderno se encuentra aturdido, las orgias de sangre, de sexo de drogas, lo hacen retroceder a los orígenes del primitivismo, revelando la quiebra de las conquistas extrínsecas y el malogro de la ética desasociada de las aspiraciones legitimas, convirtiéndola en algo ya pasado…
Las soluciones superficiales y apresuradas, complejas de profundidad, atenuando en la superficie los efectos, sin remover en las causas las legítimas raíces en que se fijan los males continuos.
Mediante el conocimiento de la reencarnación, de la pluralidad de existencias planetarias, se puede formar el cuadro esclarecedor para poder comprender las ocurrencias que escapan, aparentemente misteriosas, muchas veces inexplicables…
El hombre viene muchas veces a la tierra, ella es su cuna y escuela en la que evoluciona, demandando más altas adquisiciones espirituales. Sus experiencias exitosas o de fracasos, producen el engranaje en el que se moverá en el futuro.
A cada acción, corresponde una reacción equivalente. No siendo la muerte otra cosa que una transferencia de posición vibratoria, la vida mantiene su interacción y su armonía en las diversas situaciones en el cuerpo físico y fuera del, sin solución alguna de continuidad perturbadora.
Muchos de los problemas graves relacionados con la salud física y mental que la medicina depara a cada momento, tienen sus raíces en el pretérito espiritual del paciente.
Sus errores y sus adquisiciones, constituyen los agentes de su perturbación o de su paz.
Reencarnando cada uno de nosotros con la suma de nuestras propias experiencias, son diversas las situaciones personales, tal como observamos en el Mundo.
Vinculados a los desafectos de los cuales nos gustaría librarnos, sin lograrlo, sufrimos sus influencias maléficas.
Auto obsesiones, obsesiones y subyugaciones, son capítulos que merecen de la Patología Medica, un estudio simultaneo con los postulados del Espiritismo.
La reencarnación es la clave que explica nuestros enigmas.
Además de las valiosas terapéuticas que son aplicadas a los obsesado en la actualidad, se imponen los saludables y valiosos recursos de la fluido terapia y de las expresivas contribuciones doctrinarias de la Tercera Revelación, que trae de regreso los insuperables métodos evangélicos cuyo exponente máximo Jesús, es el Divino Médico de todos nosotros.
El amor y la oración, el perdón y la caridad, la fe y la esperanza, no son apenas virtudes vinculadas a las religiones pasadas, y si son insustituibles valores de higiene mental, de psicoterapia, de laborterapia, que son de urgencia para neutralizar las ondas crecientes del odio y de la rebeldía, de la venganza y de la y de la aflicción, de la intolerancia y de la desconfianza, de la falta de creencia y de la desesperación, que irrumpen y se instalan en el hombre, avasallándolo todo intempestivamente.
La Doctrina Espirita dispone de valiosos tesoros para poder adquirir la felicidad en la Tierra y después de ella.
Conocerla y practicar sus enseñanzas, representa una libertad dichosa para aquellos que aspiran disfrutar mejores días que anhelan la paz y que trabajan por el bien.
Por eso invitamos a los obsesado o perseguidos por espíritus obsesores e infelices, a que hagan la lectura de la Codificación Kardeciano, verdadero bloque monolítico de Ciencia, de Filosofía y de Religión.
Por encima de todas las deudas, se hallan los tesoros de la Excelsa Providencia, como flores que se abren inesperadamente perfumando la corona de espinas , impuesta al alma por los rescates ineludibles, disminuyendo así, los dolores ocasionados por los guijones férreos de la maceración libertadora…
Amigos Espirituales, responsables del curso de los acontecimientos educativos en pro de nuestra redención no liberan a sus tutelados de la carga del sufrimiento que necesitamos por impositivo de nuestros propios errores, que nos cumple recuperar, recomponiendo los paisajes humanos que quedaron yermos por nuestras actuaciones infelices. Si lo hicieran , sería una actitud más bien arbitraria injusta, lo que constituiría derogación de las leyes soberanas que rigen la Vida, pero inspiran decisiones felices, evitan celadas odiosas que aumentan el padecimiento debido a la rebeldía a la que nos arrojamos los incautos con la suma de cargas invisibles que arrastramos y nos imponemos, dañinas; impregnan fuerzas superiores que se originan en la oración y en el intercambio psíquico, que establecen y mantienen en sicoesfera de armonía y de esperanza; inducen personas y facultan factores que auxilian, atenuando las pruebas; iluminan las conciencias y activan los recuerdos del pasado, tomándolos de los archivos de la memoria, con el fin de que percibamos que la Indefraudable Justicia Divina es también Amor, y que el Amor es la más apurada metodología existente para la liberación y el aprendizaje del espíritu necesitado de evolución; amparan moralmente con su presencia, y se convierten en faroles íntimos que señalan el rumbo en la noche de las pruebas santificadoras.
Nadie que malbarate los valores de la vida, podrá permanecer con la conciencia en paz.
El abuso de la fuerza, del poder económico o social, de la autoridad, de la inteligencia o de lo que sea, produce la desdicha a la que el mal mayordomo se arroja, en prolongada y aflictiva recuperación.
Todos los valores positivos que afloran en nuestra vida exigen rendición de cuentas, en la cual son examinados la aplicación, el uso y los resultados de la actuación, concediéndose al usufructuario el respectivo salario, adicionado a los intereses a los que nos hagamos acreedores.
En el orden Divino, nadie explota, se aprovecha, pervierte o abusa del patrimonio del Padre, sin ser llamado a rendir graves cuentas…
Todo problema debe constituir un reto al valor moral del hombre, con el fin de que sea solucionado. Someterse pasivamente a cualquier coyuntura de dolor, ignorancia y sombra, resulta de tácita cobardía moral ante la lucha, en la cual todos debemos invertir y empeñar esfuerzos para obtener la superación de las dificultades y la instauración de los triunfos que forman seres dichosos.
No está lejano el día en que las “ciencias de la mente” recurrirán, al Espiritismo, verdadera “ciencia del alma y de la vida”, con el fin de obtener en su fuente los informes que les faltan, y de cuyos resultados saldrá beneficiada la Humanidad, colocándose definitivamente en el luminoso puente que unirá la Ciencia a la Religión, con lo que se originará una noble filosofía de vida para el ser humano que, entonces, nos sentiremos más felices y más hermanos de nuestro prójimo, de acuerdo con lo estatuido en las enseñanzas evangélicas.
En cualquier caso, la psicoterapia del Evangelio es el más eficaz medicamento para el alma, y consecuentemente, para la vida.
Trabajo realizado por Merchita
Extraído del libro: Tramas del destino, de Divaldo Pereira Franco.
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Nacionalismo o humanidad
A continuación detallaré algunas definiciones que la R.A.E. otorga a la palabra humanidad:
Apartado 5.- Sensibilidad, compasión ante las desgracias de otras personas.
Apartado 6.-Benignidad, mansedumbre, afabilidad.
Apartado 8.- Conjunto de disciplinas que giran en torno al ser humano,como la literatura, la filosofía o la historia.
Adicionalmente, una de sus acepciones indica: Capacidad de sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas.
Define también a la sociedad como: Conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes.
Sin embargo, define al nacionalismo como:
1.- Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad e historia. 2.Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse en estado independiente.
Apartado 6.-Benignidad, mansedumbre, afabilidad.
Apartado 8.- Conjunto de disciplinas que giran en torno al ser humano,como la literatura, la filosofía o la historia.
Adicionalmente, una de sus acepciones indica: Capacidad de sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas.
Define también a la sociedad como: Conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes.
Sin embargo, define al nacionalismo como:
1.- Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad e historia. 2.Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse en estado independiente.
Podemos ver que se trata de conceptos unilateralmente opuestos.
Los conceptos de humanidad y sociedad representan aperturismo, expansión, sentimiento de igualdad frente al resto de personas, abrazar, unir; también implican un sentimiento de interés y compromiso por el bien común, hacia los problemas de los demás.
No obstante, el sentimiento nacionalista en realidad es neutro; quién no ama sus raíces, quién no se siente identificado con sus valores, quién no vibra y se siente feliz por pertenecer a un pueblo, a su historia, a sus logros y quién no desea en lo profundo de su ser mejorar y dejar a sus deudos algo mejor de lo que recibió. Por lo tanto, no es reprobable el sentimiento de nacionalismo, el que todos en mayor o menor medida tenemos. Ahora bien, cuando este sentimiento lleva consigo el menosprecio a otros pueblos, el
separatismo y la discriminación del diferente; cuando se pretende defender lo propio de cualquier forma y a cualquier precio, cuando incluso se llega a la violencia, entonces estamos hablando de algo más que de nacionalismo, estamos entrando en el terreno de la falta de respeto, de la intolerancia y del exclusivismo que no son más que taras que cobran una mayor relevancia en esta época que tiende a la universalidad y la globalización. Estamos entrando sin duda en una nueva forma de vivir y de entender el mundo, y quien así no lo vea se verá inmerso en una serie de conflictos artificiales que no deberían producirse.
Mientras tanto, el ser humano convencional, el ser humilde y consciente de su universalidad, aquel que se siente viajero del mundo, predispuesto a ayudar y compartir las ventajas que le otorga la vida, se siente despreciado. humillado por el individuo nacionalista, egocéntrico y excluyente que con su visión difusa tergiversa el mundo que le rodea. Porque ese individuo que solo es capaz de ver su propio ombligo; que huye de quienes piensan de modo diferente, que solo ve en ellos inferioridad, trabas, problemas. Le mueve únicamente su interés y beneficio; vive para sí, para su idea, circunscribe el mundo a sus pingües rentas. Está íntimamente convencido de que quienes piensan diferente, quienes no comparten su sangre, bandera, idea y proclamas, su terruño, esos, no son dignos de ellos, no comparten sus motivaciones. Solo puede discriminarlos, apartarlos de su cerrada comunidad. Es por principio discriminador y conflictivo, excluyente, evita mezclarse con los demás…, él, que se siente superior, ¡diferente! ¡Más!, ¡mejor!, ¡que vive en su propio paraíso! ¡Cómo ceder!, ¡ integrarse! ¡Tamaña bajeza! ¡Tamaña humillación!
La persona que definimos tener calidad humana, que muestra sentimientos, que muestra deferencia hacia los demás (RAE, definiciones 5 y 6), es aquella que incluye a toda la raza humana en su acepción del término humanidad; que la siente como su propia familia y comparte con ella un mismo destino. Nada importan razas, credos, color de la piel o lugar de origen. Su enfoque es universalista, huye de las divisiones, de las exclusiones; se siente íntimamente ligado a la ley universal de progreso. Asume que toda persona, que toda nación y sus peculiaridades, ocupan diferente escalón en el progreso evolutivo global. Por ello, sus sentimientos se traducen en ayudar y colaborar al bien general.
Muy por el contrario, al ente nacionalista nada de eso le motiva. Rechaza
esa línea de pensamiento; en él prevalecen los intereses materiales, porque al fin y a la postre ¿qué otra cosa importa?. El nacionalismo, como ideología y según se ha venido demostrando históricamente, es una lacra; el origen de conflictos entre pueblos, de enfrentamientos, la matriz de innumerables guerras; conflictos que han destruido civilizaciones enteras durante eones; millones y millones de víctimas.
Lejos de sentir benevolencia, compasión, respeto y tolerancia hacia aquellos que excluyen de su círculo, muestran sin decoro su sentimiento supremacista, su odio, su menosprecio, su… superioridad. Estamos hablando de sentimientos excluyentes dentro de una sociedad que pretende ser civilizada; sentimientos ya superados por la práctica totalidad de pueblos que componen nuestro conglomerado social; por esta humanidad que es −apenas− una ínfima mota de polvo perdida entre doscientos mil millones de galaxias. Son mentes retrogradas, medievales, caducas, desfasadas. Muestran impúdicamente su involución social, sus miedos, sus temores, sus tendencias egoístas, sus proclamas, sus banderas. Sus pronunciamientos ya fueron superados por esta sociedad; sus equívocos les alejan del sentido universalista de la vida.
Porque esa ideología excluyente, esa que menosprecia a sus semejantes, ¡ si pudiese entender el origen de sus acólitos, su procedencia, planeta, continente, país o ciudad !; ¡ El origen de sus incontables existencias!
¡Mal camino llevamos! Del mismo modo que este planeta dejó de ser el centro del universo para una sociedad que no ha parado de evolucionar, en idéntica medida entiende que ningún pueblo puede considerarse hoy superior a otro. Podrá, evidentemente, ocupar algún peldaño superior en ciertas disciplinas, pero solo su posición debería ayudarle a comprender y apoyar a los pueblos mal posicionados. Al fin y a la postre “ todos compartimos un destino común en esta nave planetaria”.
Si cada individuo fuese capaz de entender que nada le pertenece, que nada es suyo, que los bienes que detenta son apenas un préstamo recibido de lo Alto para su evolución y emancipación del mundo material; si fuese capaz de entender que todo es temporal, que nada perdura, que todo queda atrás cuando viaja hacia el otro lado de la vida, ¡ Cuánto cambiaría esta sociedad nuestra! Todo individuo posee, apenas, el resultado de acciones, pensamientos y sentimientos; todo lo demás es una dádiva temporal, un instrumento para su evolución.
Los diferentes planos de vida muestran que el hombre es solo un pasajero del escenario físico que denominamos “Tierra”. Que nacer, vivir y morir −no importa dónde o cuándo− no le hacen diferente o mejor; que su lugar de nacimiento no le proporciona mayor o menor relevancia; que nacer y morir en determinado lugar es únicamente la experiencia que necesita para su crecimiento; que la vida es un regalo inapreciable que le ayuda a adquirir nuevos conocimientos, nuevas experiencias, progreso moral y sabiduría. Sabiduría, que es el único progreso útil en su carrera evolutiva.
Una vez superadas ciertas fases, llamémoslas “terrenales”, de su evolución, abandona la condición material y se eleva a planos superiores; percibe entonces la inutilidad de esas nimiedades que tanto le perjudicaron en su experiencia física; toma conciencia de los numerosos equívocos que desviaron su camino.
¡Y cuántas veces tuvo que repetir experiencias por errar el camino! ¡Y cada vez más duramente!
Los conceptos de humanidad y sociedad representan aperturismo, expansión, sentimiento de igualdad frente al resto de personas, abrazar, unir; también implican un sentimiento de interés y compromiso por el bien común, hacia los problemas de los demás.
No obstante, el sentimiento nacionalista en realidad es neutro; quién no ama sus raíces, quién no se siente identificado con sus valores, quién no vibra y se siente feliz por pertenecer a un pueblo, a su historia, a sus logros y quién no desea en lo profundo de su ser mejorar y dejar a sus deudos algo mejor de lo que recibió. Por lo tanto, no es reprobable el sentimiento de nacionalismo, el que todos en mayor o menor medida tenemos. Ahora bien, cuando este sentimiento lleva consigo el menosprecio a otros pueblos, el
separatismo y la discriminación del diferente; cuando se pretende defender lo propio de cualquier forma y a cualquier precio, cuando incluso se llega a la violencia, entonces estamos hablando de algo más que de nacionalismo, estamos entrando en el terreno de la falta de respeto, de la intolerancia y del exclusivismo que no son más que taras que cobran una mayor relevancia en esta época que tiende a la universalidad y la globalización. Estamos entrando sin duda en una nueva forma de vivir y de entender el mundo, y quien así no lo vea se verá inmerso en una serie de conflictos artificiales que no deberían producirse.
Mientras tanto, el ser humano convencional, el ser humilde y consciente de su universalidad, aquel que se siente viajero del mundo, predispuesto a ayudar y compartir las ventajas que le otorga la vida, se siente despreciado. humillado por el individuo nacionalista, egocéntrico y excluyente que con su visión difusa tergiversa el mundo que le rodea. Porque ese individuo que solo es capaz de ver su propio ombligo; que huye de quienes piensan de modo diferente, que solo ve en ellos inferioridad, trabas, problemas. Le mueve únicamente su interés y beneficio; vive para sí, para su idea, circunscribe el mundo a sus pingües rentas. Está íntimamente convencido de que quienes piensan diferente, quienes no comparten su sangre, bandera, idea y proclamas, su terruño, esos, no son dignos de ellos, no comparten sus motivaciones. Solo puede discriminarlos, apartarlos de su cerrada comunidad. Es por principio discriminador y conflictivo, excluyente, evita mezclarse con los demás…, él, que se siente superior, ¡diferente! ¡Más!, ¡mejor!, ¡que vive en su propio paraíso! ¡Cómo ceder!, ¡ integrarse! ¡Tamaña bajeza! ¡Tamaña humillación!
La persona que definimos tener calidad humana, que muestra sentimientos, que muestra deferencia hacia los demás (RAE, definiciones 5 y 6), es aquella que incluye a toda la raza humana en su acepción del término humanidad; que la siente como su propia familia y comparte con ella un mismo destino. Nada importan razas, credos, color de la piel o lugar de origen. Su enfoque es universalista, huye de las divisiones, de las exclusiones; se siente íntimamente ligado a la ley universal de progreso. Asume que toda persona, que toda nación y sus peculiaridades, ocupan diferente escalón en el progreso evolutivo global. Por ello, sus sentimientos se traducen en ayudar y colaborar al bien general.
Muy por el contrario, al ente nacionalista nada de eso le motiva. Rechaza
esa línea de pensamiento; en él prevalecen los intereses materiales, porque al fin y a la postre ¿qué otra cosa importa?. El nacionalismo, como ideología y según se ha venido demostrando históricamente, es una lacra; el origen de conflictos entre pueblos, de enfrentamientos, la matriz de innumerables guerras; conflictos que han destruido civilizaciones enteras durante eones; millones y millones de víctimas.
Lejos de sentir benevolencia, compasión, respeto y tolerancia hacia aquellos que excluyen de su círculo, muestran sin decoro su sentimiento supremacista, su odio, su menosprecio, su… superioridad. Estamos hablando de sentimientos excluyentes dentro de una sociedad que pretende ser civilizada; sentimientos ya superados por la práctica totalidad de pueblos que componen nuestro conglomerado social; por esta humanidad que es −apenas− una ínfima mota de polvo perdida entre doscientos mil millones de galaxias. Son mentes retrogradas, medievales, caducas, desfasadas. Muestran impúdicamente su involución social, sus miedos, sus temores, sus tendencias egoístas, sus proclamas, sus banderas. Sus pronunciamientos ya fueron superados por esta sociedad; sus equívocos les alejan del sentido universalista de la vida.
Porque esa ideología excluyente, esa que menosprecia a sus semejantes, ¡ si pudiese entender el origen de sus acólitos, su procedencia, planeta, continente, país o ciudad !; ¡ El origen de sus incontables existencias!
¡Mal camino llevamos! Del mismo modo que este planeta dejó de ser el centro del universo para una sociedad que no ha parado de evolucionar, en idéntica medida entiende que ningún pueblo puede considerarse hoy superior a otro. Podrá, evidentemente, ocupar algún peldaño superior en ciertas disciplinas, pero solo su posición debería ayudarle a comprender y apoyar a los pueblos mal posicionados. Al fin y a la postre “ todos compartimos un destino común en esta nave planetaria”.
Si cada individuo fuese capaz de entender que nada le pertenece, que nada es suyo, que los bienes que detenta son apenas un préstamo recibido de lo Alto para su evolución y emancipación del mundo material; si fuese capaz de entender que todo es temporal, que nada perdura, que todo queda atrás cuando viaja hacia el otro lado de la vida, ¡ Cuánto cambiaría esta sociedad nuestra! Todo individuo posee, apenas, el resultado de acciones, pensamientos y sentimientos; todo lo demás es una dádiva temporal, un instrumento para su evolución.
Los diferentes planos de vida muestran que el hombre es solo un pasajero del escenario físico que denominamos “Tierra”. Que nacer, vivir y morir −no importa dónde o cuándo− no le hacen diferente o mejor; que su lugar de nacimiento no le proporciona mayor o menor relevancia; que nacer y morir en determinado lugar es únicamente la experiencia que necesita para su crecimiento; que la vida es un regalo inapreciable que le ayuda a adquirir nuevos conocimientos, nuevas experiencias, progreso moral y sabiduría. Sabiduría, que es el único progreso útil en su carrera evolutiva.
Una vez superadas ciertas fases, llamémoslas “terrenales”, de su evolución, abandona la condición material y se eleva a planos superiores; percibe entonces la inutilidad de esas nimiedades que tanto le perjudicaron en su experiencia física; toma conciencia de los numerosos equívocos que desviaron su camino.
¡Y cuántas veces tuvo que repetir experiencias por errar el camino! ¡Y cada vez más duramente!
Cuando aborda el nuevo plano de vida, cuando recapitula, se horroriza, constata sus carencias evolutivas, siente que debe concienciarse de sus errores, recuperar fuerzas y repetir las experiencias a las que sucumbió. Su ignorancia le llevó a sobrevalorar situaciones, sentimientos; a tergiversar la razón de su existencia; a dar valor a hechos que no lo tenían.
Ignorante, el ser humano vive ausente, se aferra a las cosas materiales como clavos ardiendo, ignora que debe experimentar, a lo largo de existencias diferentes y nuevas, otras situaciones; tantas cuantas necesite para su aprendizaje. Desconoce que venir a la Tierra, a la carne, es una oportunidad para romper las amarras que le anclan, que le esclavizan, que le fanatizan; de levantar el vuelo; de romper sus limitaciones.
Todo cuanto representa individualismo, separatismo, amor propio, división, afán de poder, es apenas un sentimiento de inferioridad, de miedo, de temor; un sentimiento que le retrograda, que le relega a pasadas épocas de barbarie.
Desde el universalismo ¿qué valor tiene pertenecer a un lugar u otro?, ¿nacer y morir en un lugar concreto?, ¿poseer más o menos bienes;¿disfrutar de ciertos lujos? Todo ello, visto desde la distancia del tiempo y del espacio, resulta insignificante, pues al individuo solo le queda su capacidad de compartir, de ofrecer; nada le pertenece.
Cada nueva experiencia en la carne se traduce en situaciones diferentes que el individuo deberá experimentar: riqueza, pobreza, salud, enfermedad, bienestar, dolor, relevancia social, humildad, poder, miseria, nacer en un lugar privilegiado o hacerlo en otro miserable. Cada persona, cada individuo necesita experimentar situaciones diferentes que le ayuden en su desarrollo “moral”. No hablamos del hombre como ser evolutivo, de un ser material que posee un alma: estamos hablando de un alma en evolución, un alma
que utiliza cuerpos físicos, que experimenta innumerables circunstancias, lugares; de un ser universal, sin patria, color o religión.
Traeré a colación aquella frase del Rabí de Galilea dirigida al fariseo Nicodemo, cuando este le preguntó sobre la reencarnación: “El espíritu , como el viento, sopla donde quiere y no se sabe de dónde viene y hacia dónde va”. A lo largo de la vida física, todo hombre tiene a su disposición experiencias distintas para entender su destino; tendrá todas las oportunidades necesarias para consolidarse como verdadero hijo de Dios, un colaborador de su obra.
El ser humano se perjudica cuando piensa que sus males o limitaciones vienen por causa de otras personas; cuando cree que, culpando a los demás de sus sufrimientos, apartándose de ellos, puede resolver sus problemas. ¡Craso error! Nada así le ayudará en su evolución. Quizá obtenga algún beneficio material pisando a sus semejantes, pero la ley del amor, esa ley justa, sabia e inmutable, revertirá la situación; más pronto que tarde se volverá contra él.
La historia de la humanidad está repleta de mil y mil ensayos de esa realidad; ha demostrado que todos los imperios, grandes, pequeños, todos han tenido un principio y un final, casi siempre dramático, trágico. Sus abusos, sus excesos, su feroz avaricia les ha creado enemigos que han acabado destruyéndolos. Hemos vivido en la premisa de que el grande se come al pequeño, y ese es, en esencia, el origen del nacionalismo; de ahí su origen, su desproporción, su supremacía. Su supra-valoración les impide entender y aprovechar el valor de la unidad, del todo; que todos unidos avanzamos más. Resulta palpable que todos nos necesitamos. Es la ley de sociedad en acción. Ningún pueblo o sociedad puede subsistir sin el apoyo de los demás.
Tampoco les proporciona validez su número. El hecho de que miles de personas compartan sentimientos y actúen unidas no implica que tengan razón; la cantidad no es determinante, importa la idea última.
Porque un crimen sigue siéndolo. Reivindicado o no por cien o mil personas, el crimen sigue siendo lo que es, un crimen, un atentado contra la vida. Igual sucede a la hora de manifestarse violentamente cientos o miles de personas. La cantidad no les confiere la razón.
La humanidad ha podido avanzar merced al concurso y participación de todos sus miembros. Los avances sociales, los avances en todas las disciplinas de la sabiduría universal son también fruto de la herencia de pueblos antiguos; de pueblos en los que descollaron personajes insignes
en misión de mejora de la civilización. Por tanto, los avances sociales de la humanidad son obra de todos; cada individuo añade su participación, su grano de arena. Cuán lejos quedan las proclamas nacionalistas que buscan adueñarse de tierras, ventajas y prebendas que no son suyas; apropiarse de los derechos conseguidos por otros trabajando en pos del bien común. Y no hablo de años o centurias, sino de una labor milenaria. Nada pertenece al hombre, nada le es propio, nada detenta. Y ese es el único sentimiento que debería alumbrar el pensamiento del cada individuo, dirigir sus acciones.
Si la genética pudiese hablar, ¡cuántas cumbres caerían! Si merced a la genética se llegase a descubrir el origen de cada individuo −como ya se ha realizado experimentalmente−, descubriríamos que cada región de este planeta es solo un crisol de razas, de orígenes, de procedencias. Las continuas migraciones en el tiempo han propiciado una interrelación de razas, al punto de no existir, prácticamente en ningún lugar del planeta, la menor pureza de raza. Por otro lado, es un hecho probado que las grandes naciones han podido serlo merced a la colaboración de cientos y miles de personas que emigraron desde sus países en busca de un futuro mejor.Todos ellos contribuyeron al desarrollo y riqueza del pueblo que les acogió. Y tenemos ejemplos palpables allende los mares: EE.UU, Centro y Sudamérica y, en menor medida, Europa hoy, donde la afluencia de inmigrantes está cambiando su demografía social.
Tristemente, y alcanzado el estatus social que se desea, los inmigrantes sobran, molestan. Se les relega al olvido, se les quiere apartar, comienzan a ser un estorbo. Ese rechazo, en el fondo, qué es sino una manifestación del más puro egoísmo. Se les usa cuando se les necesita y se les desprecia después. Y en mayor medida si pertenecen a otras etnias.
Sentimiento reprobable, sentimiento nacionalista que genera antipatías, menosprecios y odios. No obstante, la ley de sociedad dicta que la verdadera justicia está basada en la equidad. Y esto únicamente se consigue mediante el respeto y la convivencia, la guía de los pueblos civilizados en busca del bien común.
Mientras tanto, el sentimiento de integración eleva al individuo por encima de sus limitaciones, le engrandece, le sublima; borra las semillas
de la mezquindad, del egoísmo; desarrolla el afecto, la compasión, la caridad. En contraposición, el supremacismo ensalza la personificación, el orgullo, la ambición; busca el poder, el dominio, se viste de banderas, encierra al individuo dentro de un caparazón de egoísmo en el que solo caben quienes comparten idéntica filosofía, su cerrada sociedad. El exclusivismo es apenas el germen de la involución, del estancamiento, del conflicto.
También desprecia el entendimiento, la comprensión, la tolerancia, el respeto. Ya que esas virtudes le molestan, molestan a su filosofía, al punto que solo aceptarán a quienes manifiesten sus mismas creencias; para el resto, barreras, incomprensión y discriminación.
Bajo el resplandor del universalismo toda persona posee idénticos derechos que otra. Podrá admitirse, podrá asimilarse o no, pero ignorar esta premisa demuestra la enorme ignorancia del separatista. Ignora, desconoce la razón de su presencia en el planeta. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Hacia dónde? Todo ser humano es, en esencia, igual a otro, y el progreso común debería ser, sin excepciones, la aspiración de todos los pueblos, el objetivo a seguir. Pero las conciencias fanatizadas, retrógradas, culturalmente contaminadas y manipuladas por oscuros intereses, buscan únicamente argumentos para separar, para destruir.
Esta sigue siendo todavía una asignatura pendiente en nuestra sociedad. Mientras determinados grupos trabajan en pos del nacionalismo, mientras permanecen ciegos en sus proclamas, continuará la lucha entre el conocimiento y la ignorancia, entre la luz y la oscuridad, entre el conflicto y la paz, entre el rechazo social y la comprensión.
Seamos pues capaces de abrir, aunque sea por un instante, la conciencia a realidades mayores; vislumbremos unidos un futuro común, esplendoroso, lleno de esa armonía que mueve el universo.
Ignorante, el ser humano vive ausente, se aferra a las cosas materiales como clavos ardiendo, ignora que debe experimentar, a lo largo de existencias diferentes y nuevas, otras situaciones; tantas cuantas necesite para su aprendizaje. Desconoce que venir a la Tierra, a la carne, es una oportunidad para romper las amarras que le anclan, que le esclavizan, que le fanatizan; de levantar el vuelo; de romper sus limitaciones.
Todo cuanto representa individualismo, separatismo, amor propio, división, afán de poder, es apenas un sentimiento de inferioridad, de miedo, de temor; un sentimiento que le retrograda, que le relega a pasadas épocas de barbarie.
Desde el universalismo ¿qué valor tiene pertenecer a un lugar u otro?, ¿nacer y morir en un lugar concreto?, ¿poseer más o menos bienes;¿disfrutar de ciertos lujos? Todo ello, visto desde la distancia del tiempo y del espacio, resulta insignificante, pues al individuo solo le queda su capacidad de compartir, de ofrecer; nada le pertenece.
Cada nueva experiencia en la carne se traduce en situaciones diferentes que el individuo deberá experimentar: riqueza, pobreza, salud, enfermedad, bienestar, dolor, relevancia social, humildad, poder, miseria, nacer en un lugar privilegiado o hacerlo en otro miserable. Cada persona, cada individuo necesita experimentar situaciones diferentes que le ayuden en su desarrollo “moral”. No hablamos del hombre como ser evolutivo, de un ser material que posee un alma: estamos hablando de un alma en evolución, un alma
que utiliza cuerpos físicos, que experimenta innumerables circunstancias, lugares; de un ser universal, sin patria, color o religión.
Traeré a colación aquella frase del Rabí de Galilea dirigida al fariseo Nicodemo, cuando este le preguntó sobre la reencarnación: “El espíritu , como el viento, sopla donde quiere y no se sabe de dónde viene y hacia dónde va”. A lo largo de la vida física, todo hombre tiene a su disposición experiencias distintas para entender su destino; tendrá todas las oportunidades necesarias para consolidarse como verdadero hijo de Dios, un colaborador de su obra.
El ser humano se perjudica cuando piensa que sus males o limitaciones vienen por causa de otras personas; cuando cree que, culpando a los demás de sus sufrimientos, apartándose de ellos, puede resolver sus problemas. ¡Craso error! Nada así le ayudará en su evolución. Quizá obtenga algún beneficio material pisando a sus semejantes, pero la ley del amor, esa ley justa, sabia e inmutable, revertirá la situación; más pronto que tarde se volverá contra él.
La historia de la humanidad está repleta de mil y mil ensayos de esa realidad; ha demostrado que todos los imperios, grandes, pequeños, todos han tenido un principio y un final, casi siempre dramático, trágico. Sus abusos, sus excesos, su feroz avaricia les ha creado enemigos que han acabado destruyéndolos. Hemos vivido en la premisa de que el grande se come al pequeño, y ese es, en esencia, el origen del nacionalismo; de ahí su origen, su desproporción, su supremacía. Su supra-valoración les impide entender y aprovechar el valor de la unidad, del todo; que todos unidos avanzamos más. Resulta palpable que todos nos necesitamos. Es la ley de sociedad en acción. Ningún pueblo o sociedad puede subsistir sin el apoyo de los demás.
Tampoco les proporciona validez su número. El hecho de que miles de personas compartan sentimientos y actúen unidas no implica que tengan razón; la cantidad no es determinante, importa la idea última.
Porque un crimen sigue siéndolo. Reivindicado o no por cien o mil personas, el crimen sigue siendo lo que es, un crimen, un atentado contra la vida. Igual sucede a la hora de manifestarse violentamente cientos o miles de personas. La cantidad no les confiere la razón.
La humanidad ha podido avanzar merced al concurso y participación de todos sus miembros. Los avances sociales, los avances en todas las disciplinas de la sabiduría universal son también fruto de la herencia de pueblos antiguos; de pueblos en los que descollaron personajes insignes
en misión de mejora de la civilización. Por tanto, los avances sociales de la humanidad son obra de todos; cada individuo añade su participación, su grano de arena. Cuán lejos quedan las proclamas nacionalistas que buscan adueñarse de tierras, ventajas y prebendas que no son suyas; apropiarse de los derechos conseguidos por otros trabajando en pos del bien común. Y no hablo de años o centurias, sino de una labor milenaria. Nada pertenece al hombre, nada le es propio, nada detenta. Y ese es el único sentimiento que debería alumbrar el pensamiento del cada individuo, dirigir sus acciones.
Si la genética pudiese hablar, ¡cuántas cumbres caerían! Si merced a la genética se llegase a descubrir el origen de cada individuo −como ya se ha realizado experimentalmente−, descubriríamos que cada región de este planeta es solo un crisol de razas, de orígenes, de procedencias. Las continuas migraciones en el tiempo han propiciado una interrelación de razas, al punto de no existir, prácticamente en ningún lugar del planeta, la menor pureza de raza. Por otro lado, es un hecho probado que las grandes naciones han podido serlo merced a la colaboración de cientos y miles de personas que emigraron desde sus países en busca de un futuro mejor.Todos ellos contribuyeron al desarrollo y riqueza del pueblo que les acogió. Y tenemos ejemplos palpables allende los mares: EE.UU, Centro y Sudamérica y, en menor medida, Europa hoy, donde la afluencia de inmigrantes está cambiando su demografía social.
Tristemente, y alcanzado el estatus social que se desea, los inmigrantes sobran, molestan. Se les relega al olvido, se les quiere apartar, comienzan a ser un estorbo. Ese rechazo, en el fondo, qué es sino una manifestación del más puro egoísmo. Se les usa cuando se les necesita y se les desprecia después. Y en mayor medida si pertenecen a otras etnias.
Sentimiento reprobable, sentimiento nacionalista que genera antipatías, menosprecios y odios. No obstante, la ley de sociedad dicta que la verdadera justicia está basada en la equidad. Y esto únicamente se consigue mediante el respeto y la convivencia, la guía de los pueblos civilizados en busca del bien común.
Mientras tanto, el sentimiento de integración eleva al individuo por encima de sus limitaciones, le engrandece, le sublima; borra las semillas
de la mezquindad, del egoísmo; desarrolla el afecto, la compasión, la caridad. En contraposición, el supremacismo ensalza la personificación, el orgullo, la ambición; busca el poder, el dominio, se viste de banderas, encierra al individuo dentro de un caparazón de egoísmo en el que solo caben quienes comparten idéntica filosofía, su cerrada sociedad. El exclusivismo es apenas el germen de la involución, del estancamiento, del conflicto.
También desprecia el entendimiento, la comprensión, la tolerancia, el respeto. Ya que esas virtudes le molestan, molestan a su filosofía, al punto que solo aceptarán a quienes manifiesten sus mismas creencias; para el resto, barreras, incomprensión y discriminación.
Bajo el resplandor del universalismo toda persona posee idénticos derechos que otra. Podrá admitirse, podrá asimilarse o no, pero ignorar esta premisa demuestra la enorme ignorancia del separatista. Ignora, desconoce la razón de su presencia en el planeta. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Hacia dónde? Todo ser humano es, en esencia, igual a otro, y el progreso común debería ser, sin excepciones, la aspiración de todos los pueblos, el objetivo a seguir. Pero las conciencias fanatizadas, retrógradas, culturalmente contaminadas y manipuladas por oscuros intereses, buscan únicamente argumentos para separar, para destruir.
Esta sigue siendo todavía una asignatura pendiente en nuestra sociedad. Mientras determinados grupos trabajan en pos del nacionalismo, mientras permanecen ciegos en sus proclamas, continuará la lucha entre el conocimiento y la ignorancia, entre la luz y la oscuridad, entre el conflicto y la paz, entre el rechazo social y la comprensión.
Seamos pues capaces de abrir, aunque sea por un instante, la conciencia a realidades mayores; vislumbremos unidos un futuro común, esplendoroso, lleno de esa armonía que mueve el universo.
- Fermín Hernández- Amor, Paz y Caridad.
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LA CUESTIÓN DE DIOS EN EL
ESPIRITISMO (I)
Cierta vez, un integrante del grupo de estudio que yo coordinaba, cuestionó la consideración de Dios como uno de los fundamentos del Espiritismo, argumentando que este no tiene dogmas y que la temática no parecía estar contemplada en la definición dada por Kardec en la Introducción de " Qué es el Espiritismo": El Espiritismo es una ciencia que trata de la naturaleza, origen y destino de los Espíritus, así como de sus relaciones con el mundo corporal". Para aquel compañero la afirmación de la existencia de Dios, sonaba como dogmática. No pude dejar de admitir una cierta dosis de razón en aquel cuestionamiento, ante la inviabilidad de la comprobación de la existencia divina- o de su inexistencia.
En el Espiritismo, la aceptación de Dios entre sus postulados básicos encuentra sustentación en el axioma de que "no hay efecto sin causa" (L.E. cuestión 4).
Estudiosos espíritas, particularmente del segmento laico, han percibido en el abordaje que Kardec y los Espíritus hacen sobre Dios en las obras de la Codificación, una concepción todavía antropomorfizada de Dios, a pesar de la lucidez con la que fue formulada la cuestión número 1 de "El Libro de los Espíritus" : ¿ Qué es Dios?, en vez de ¿Quien es Dios?- objetivamente respondida como " La Inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas".
Ese fenómeno, en la visión del algunos pensadores como Voltaire, Dostoievski y Nietzsche, parece referirse a un Dios creado a imagen y semejanza del hombre, contrariamente a lo relatado en el Antíguo Testamento.
De hecho, una lectura atenta de los escritos kardecianos identificará referencias a Dios, tanto bajo la óptica del Teismo, como en la de Deismo, haciendo confusa la comprensión acerca del "papel" de la divinidad con respecto a la Creación y a sus criaturas. En cuanto a la primera pregunta
Kardec y los Espíritus presentan a Dios en una visión Deista, en una arrojada desantropomortización, o sea, rechazando la divinidad de apariencia y cualidades humanas. En el transcurso de la codificación, Dios va a ser mostrado bajo el prisma de los atributos humanos potenciados hasta el infinito y que no obstante haber establecido leyes naturales y universales, interviene y participa personalmente en su Creación.
Como se conoce, el Teísmo es una doctrina común a las religiones monoteístas y sistemas filosóficos frecuentemente inclinados al fideismo (doctrina fundamentada en la fe), caracterizada por afirmar la existencia de un único Dios, de carácter personal y trascendente, soberano del universo y en intercambio con la criatura humana ( Wikipedia). Y el Deísmo es una posición filosófica naturalista que cree en la creación del universo por una inteligencia superior, apoyada en la razón, en el libre pensamiento y en la experiencia personal, en vez de en los elementos comunes de las religiones teístas tal como la revelación directa, o la tradición. Así, uno de los principios fundamentales de esta posición basada en la comprensión de que algo creó el universo físico, pero que no interfiere en él de manera evidente, como sugieren las religiones teístas, es que el deísmo no cree en la existencia de un dios providencialista (Wikipedia).
Kardec parece haber vacilado en romper con las tradiciones religiosas, especialmente con el Cristianismo en su concepción de un Dios personal e interventor. Esa posición de Kardec es reforzada en innumerables respuestas y mensajes dictados por los Espíritus codificadores, muchos de los cuales son oriundos de la Iglesia Católica.
- Salomao Jacob Benchaya- ( Revista Opinión espírita)
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PENSAMIENTOS Y SENTIMIENTOS
Comencemos por conocer y comprender que, los pensamientos y sentimientos son formas de energía; energía psíquica y energía espiritual; son vibraciones que emanan de las mentes y de las almas de los seres humanos, encarnados y desencarnados, cuya intensidad varía según el grado de desarrollo evolutivo de esas mentes y esas almas.
Como fácilmente podéis comprender en vosotros mismos, la mente nunca está quieta sino en constante función, generalmente ocupada con pensamientos no controlados. Debemos ser conscientes que, cuando pensamos estamos vibrando, estamos emitiendo ondas, pensamientos, con un grado de energía en proporción a la fuerza impartida por la mente y con un alto poder de atracción por afinidad. Cuando comprendáis bien este aspecto de la vida, os será más fácil comprender el por qué y el cómo de muchas cosas, que hasta ahora pueden haber sido misterio para algunas personas.
Son pocas las personas que conocen cuan poderosa es la mente y la fuerza del pensamiento, así como su incidencia sobre las actuaciones ya que, según pensamos así actuamos. Y muy pocas, poquísimas, son las que conocen la influencia enorme
que los pensamientos y sentimientos ejercen sobre el funcionamiento glandular y el sistema nervioso, reguladores de la salud; a más de la influencia que ejercen sobre la configuración del alma. Las formas, pensamientos que se plasman continuamente en los centros cerebrales, producen sustancias imponderables para la rudeza de los sentidos físicos; pero, de gran influencia en el sistema nervioso y glandular, llegando a acelerar o a retardar la producción hormonal normal, con las consiguientes consecuencias.
Pero, son aún menos las personas que conocen el poder creador y destructor de los pensamientos que, al unirse a otros emitidos por otras mentes que funcionan en la misma tónica vibratoria, forman grandes cúmulos en el espacio que en un momento dado pueden descender sobre cierto sector de la humanidad, atraídos por la misma frecuencia vibratoria de otras mentes, con el consiguiente efecto, bueno o malo, según su naturaleza.
Muchos de los éxitos en la vida, así como muchas de las desgracias que sufrimos, son causadas por nosotros mismos, porque las atraemos con nuestra actitud mental. Necesario es conocer que, de acuerdo con la actitud mental que adoptemos frente a la vida, así será la vida para nosotros. Si mis pensamientos son de pesimismo, o por una actitud mental desacertada, dejo invadir mi mente por pensamientos deprimentes, ruines o de temor, por ejemplo; yo mismo estaría creando unas condiciones mentales depresivas que amargarían mi vida. Más aún, si mi mente se coloca en una actitud sórdida, fría y antipática, estaré conformando (mentalmente) un mundo antipático, frío y de amargura; y me incapacitaré para triunfar en la vida y gozar de un más amplio y dilatado mundo que otros viven; porque, la mezquindad de mi actitud mental, no podrá establecer contacto con ese mundo, mientras no cambie de actitud mental. Pues, los pensamientos sostenidos atraen, por ley de vibración y afinidad, el material psíquico para su manifestación. No olvidemos que, lo que está presente en la mente, se manifestará en la vida; que, cada modalidad de pensamiento produce un fruto de su propia clase. Y que, cuando hay confusión de pensamientos en la mente, se experimenta confusión y desarmonía en la vida.
Sebastian de Arauco.
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