domingo, 25 de agosto de 2019

La Ira

        INQUIETUDES  ESPÍRITAS
1.-  Emigraciones e inmigraciones de los espíritus
2.-  A los educadores
3.-  La Ira
4.-  Helen Duncan
5.-  La Caridad: Principio Universal
        Frase de interés





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Emigraciones e inmigraciones  de los Espíritus 

35. En el intervalo entre sus existencias corporales, los Espíritus se encuentran en estado de erraticidad y forman la población espiritual del ambiente del globo. A través de las muertes y de los nacimientos, ambas poblaciones, la corporal y la espiritual, se mezclan 
incesantemente la una con la otra. Hay, pues, a diario, emigraciones del mundo corporal hacia el mundo espiritual e inmigraciones del  mundo espiritual hacia el mundo corporal: ese es el estado normal. 

36. En ciertas épocas, reguladas por la sabiduría divina, esas emigraciones e inmigraciones se producen en masas más o menos considerables, a consecuencia de las grandes revoluciones que les acarrean la partida simultánea en cantidades enormes, que de 
inmediato son sustituidas por cantidades equivalentes de encarnaciones. 

Por consiguiente, es preciso considerar los flagelos destructores y los cataclismos como ocasiones de llegadas y partidas colectivas, recursos providenciales para la renovación de la población corporal del globo, que se robustece mediante la introducción de nuevos elementos espirituales más purificados. Por cierto, si bien en esas catástrofes se produce la destrucción de un gran número de cuerpos, sólo se trata de vestimentas desgarradas, ya que ningún Espíritu perece: apenas cambia de ambiente. En vez de partir aisladamente, 
lo hacen en multitud; esa es la única diferencia, ya que por una causa o por otra, tarde o temprano, fatalmente deberán partir. 

Las renovaciones rápidas, casi instantáneas, que se producen en el elemento espiritual de la población a consecuencia de los flagelos destructores, aceleran el progreso social; si no fuera por las emigraciones e inmigraciones que de tiempo en tiempo vienen a darle un impulso violento, ese progreso sólo se realizaría con extrema lentitud. 

Es de notar que las grandes calamidades que diezman a las poblaciones están seguidas invariablemente por una era de progreso en el orden físico, intelectual o moral y, por consiguiente, en el estado social de las naciones en las que estas tienen lugar. 

Eso se debe a que tienen por finalidad producir una transformación en la población espiritual, que es la población normal y activa del globo. 

37. Esa transfusión que ocurre entre la población encarnada y la desencarnada de un mismo planeta, se efectúa también entre los mundos, ya sea individualmente en las condiciones normales, o de forma masiva en circunstancias especiales. Hay, pues, emigraciones e inmigraciones colectivas de un mundo hacia otro, de donde resulta la introducción, en la población de uno de ellos, de elementos absolutamente nuevos. Nuevas razas de Espíritus, que vienen a mezclarse con las existentes, constituyen nuevas razas de hombres. Ahora bien, como los Espíritus no pierden nunca lo que han conquistado, llevan consigo la inteligencia y la intuición de los conocimientos que poseen y, por consiguiente, imprimen su carácter peculiar a la raza corporal que van a animar. Para eso no necesitan que se creen nuevos cuerpos exclusivamente para su uso. 

La especie corporal existe, de modo que siempre encuentran cuerpos listos para recibirlos. Por lo tanto, sólo son nuevos habitantes. 

A su llegada a la Tierra integran primero la población espiritual, para después encarnar como los demás. 

La Génesis - Capítulo XI * 238 
ALLAN KARDEC 


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A LOS EDUCADORES




     El ilustre escritor brasileño Augusto Cury enumera en su libro intitulado "Padres brillantes, profesores fascinantes", lo que considera los siete pecados capitales de los educadores:

    El primer de ellos es corregir el educando públicamente.
   Un educador jamás debería exponer una debilidad de una persona, por peor que  sea, delante de los demás.
   Un educador debe valorar más a la persona que se equivoca que su equívoco.

     El segundo es expresar autoridad con agresividad.
     Los educadores que imponen su autoridad son aquellos que le tienen miedo  a sus propias fragilidades.
     Para que se tenga éxito en la educación, es necesario considerar que el diálogo es una herramienta educacional insustituible.

      El tercero es ser excesivamente crítico: obstruir a la infancia del niño.  Los débiles condenan, los fuertes comprenden, los débiles juzgan, los fuertes perdonan. Los débiles imponen sus ideas a fuerza, los fuertes las exponen con afecto y seguridad.
    
      El cuarto es punir cuando se esté con rabia y poner límites sin dar explicaciones.
      La madurez de una persona se revela por la manera inteligente con que  corrige a alguien. Jamás ponga límites sin dar explicaciones.
     Para educar, use primero el silencio y después las ideas. Elogie el educando antes de corregirlo o criticarlo.
    Diga cuanto él es importante, antes de apuntarle el defecto. Él recibirá mejor sus observaciones y le amará para siempre.
    
       Quinto: ser impaciente es desistir de educar.
     Es necesario comprender que por detrás de cada educando esquivo, de cada joven agresivo, está un niño que necesita de afecto.
    Todos queremos educar a jóvenes amables, pero son los que nos frustran que testan nuestra calidad de educadores. Son los hijos complicados que testan la grandeza de nuestro amor.

      El sexto, es no cumplir con la palabra.
    Las relaciones sociales son un contrato firmado en el palco de la vida.  No lo rompa. No disimule sus reacciones. Sea honesto con los educandos. Cumpla lo que promete.
La confianza es un edificio difícil de ser construido, fácil de ser demolido y muy difícil de ser reconstruido.

      Séptimo: destruir la esperanza y los sueños.
    El mayor fallo que los educadores pueden cometer es destruir la esperanza y los sueños de los jóvenes.
Sin esperanza no hay estradas, sin sueños no hay motivación para caminar.
    El mundo puede caer sobre una persona, ella puede haber perdido todo en la vida, pero, si tiene esperanza y sueños, ella tiene brillo en los ojos y alegría en el alma.

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    Usted que es padre, profesor o responsable por la educación de alguien, considere que hay un mundo a ser descubierto dentro de cada niño y de cada joven.
      Solamente no consigue descubrirlo quien está encarcelado dentro de su propio mundo.
    Recuérdese que la educación es la única herramienta capaz de transformar el mundo para mejor, y que esa herramienta está en sus manos.
     De su uso adecuado depende el presente y dependerá el futuro. El joven es el presente y el niño es la esperanza del porvenir.
    Piense en eso y haga valer la pena  su título de educador. Eduque. Construya un mundo mejor. Plante en el suelo de los corazones de niños y jóvenes las flores de la esperanza.

Equipo de Redacción del Momento Espírita, con base en el libro "Padres brillantes, profesores fascinantes", de Augusto Cury, ed. Sextante.


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                                                                  LA IRA

Nuestra vida tiene algunos ingredientes indeseables que atentan contra nuestro equilibrio interno. En muchas ocasiones somos portadores de problemas en nuestro campo mental y las tribulaciones diarias nos apartan a menudo de la seriedad para arrastrarnos al camino de los desbordes del comportamiento.

Sumado a eso tenemos un orgullo tenaz que nos abruma con órdenes para reaccionar de tal o cual manera, o bien afloran los deseos insatisfechos que se expresan con la apariencia de la rabia. En otras ocasiones surge el miedo en la mente, proveniente del pasado, con muy diferentes camuflajes (es el jefe con miedo a sus subordinados, es el marido con miedo a perder el contro de su hogar, etc), e impulsa al individuo a estar permanente en guardia contra los otros y a expresarse con ira la mayor parte de las veces.

El psiquiatra Mira y López calificó la ira como el gigante rojo del alma. Tal es el color en la cara de quien siente rabia, una de las emociones que más perjudican al ser humano. Los perjuicios mentales y físicos causados por la ira son enormes. Es sabido que el exceso de adrenalina en el cuerpo desbarata los sistemas de defensa del organismo, y la ira es una orden mental para que esta hormona sea fabricada por encima de los límites naturales. Se trata por cierto, de un gigante negativo del alma, fruto de los remanentes de nuestra animalidad ancestral, de los restos emocionales inferiores de nuestra psiquis, que demandan adecuada corrección.

Enumeramos a continuación algunos puntos básicos en relación con la ira:

a) Interiorización de la ira: se produce cuando el individuo almacena un contenido energético deletéreo. Siempre está rumiando su disgusto. Eso lo lleva a transformarse en un enfermo crónico al que posiblemente le aparecerá una úlcera, malestares, desesperación, infecciones diversas. Es lo que se llama "morirse de la rabia", con sus manifestaciones de ira bajo la forma de cólera interior (rencor), odio, etc.

b) Niveles de ira: la ira puede manifestarse en diferentes grados: forma leve (contrariedades, resentimiento leve), protesta interna (cuando permanecemos ofendidos),rebelión personal (cuando trasladamos la protesta al ofensor), rabia o furia (cuando se perdió el sentido común y el control sobre los actos).

c) Camuflajes de la ira: nos referimos a sus disfraces. Por ejemplo el impulso reivindicativo ( sed de justicia), la crítica (susceptibilidades, censuras, etc), la ironía (por miedo a manifestar su des contento usa la ironía), etc. Para el Dr. MIra y López el odio no es más que una cólera en conserva, es decir, una cólera crónica por temor a una reacción del otro o del sistema, temor a una sanción moral y social, o temor a la imposibilidad de llegar al objeto de nuestro odio. Es muy común que aflore el odio entre religiosos, entre razas, entre políticos o entre familias.

d) Ira y miedo: no se puede sentir ira si antes no se ha sentido miedo. El miedo al fracaso, por ejemplo, enciende la chispa de la cólera. Un simple mosquito en la habitación podrá provocar la cólera cuando no hemos conseguido resolver una situación previa.

El estallido de ira no es más que un desborde tumultuoso de energías dañinas. Por lo común se dice que conviene que la persona libere ese exceso energético con gritos, gestos e imprecaciones diversas. Sin embargo, cuando educamos la mente para el cultivo de actitudes de bondad, de plegaria o de meditación, para la buena música y la respiración profunda, ya estamos moderando las energías del alma en busca de paz interna.

Cada uno canaliza y libera sus energías psíquicas por medio de los conductos que le son más afines. Un individuo inclinado a la sensualidad, verterá sus energías por los canales de su organización genésica, mientras que el intelectual o el escritor abrirá las compuertas cerebrales para exteriorizar su contenido energético. De la misma forma haráel ser que alcanzó un elevado nivel de evangelización y bondad. Derramará su potencial psíquico por la vía del corazón y esparcirá aromas de paz por donde quiera que vaya.

- Jason de Camargo- (Educación de los sentimientos)

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                      HELEN DUNCAN


                                
  El rico fenomenismo espírita ha contado con médiums extraordinarios, los cuales merced a sus facultades paranormales, posibilitaron la verificación de hechos de elocuencia tal, que únicamente, personas prejuiciadas, religiosa o culturalmente, pueden negar autenticidad a la realidad espiritual que los provoca.

  Hoy recordamos a Helen Duncan, escocesa, una de las más notables médiums de materialización, que durante veintisiete años de su vida, demostró que la muerte no existe para el Espíritu que anima la materia, sino únicamente en el orden físico para la materia carnal.

  Las sesiones de Helen Duncan eran realizadas con luz roja para no dificultar la objetivación de los espíritus comunicantes. El Guía Espiritual bajo cuya dirección se realizaban las sesiones, respondía al nombre de Alberto Stewart. Uno de los destacados asistentes a esos trabajos fue el poeta y escritor William Butler Yeate, que presenció durante varias semanas la concreción ectoplásmica de entidades espirituales.

  En el año 1939, en el seno de la Iglesia Espiritualista Nacional, de Causeway Lane, se llevaron a cabo dos memorables sesiones; transcribimos parte de la publicación en "La Revue Spirita Belge" :

  "La Sra. Duncan ha sido desvestida, registrada y vuelta a vestir con un traje negro ya revisado por tres damas presentes a la reunión y luego constatado por todos. Se comprobó que el vestido no tenía nada blanco. El gabinete se componía de dos cortinas. Detrás de las cortinas dos sillas; la Sra. Duncan se introdujo en el gabinete y después de unos momentos, diecisiete formas materializadas y vestidas de blanco salieron del gabinete. Entre ellas, haciendo contraste con el físico de la médium de contextura robusta, aparecieron espíritus delgados y frágiles. Un niño de 13 años, pareciendo muy feliz, salió del gabinete y conversando con su tío le dijo: "Por nada del mundo desearía volver a vivir aquí abajo; soy muy feliz".

  Otra entidad, hermana de un señor presente, salió del gabinete por un costado, en lugar de hacerlo por el medio de las dos cortinas; como alguien le hizo la observación, ella respondió: "Ocupaos de vuestras cosas, no me señaléis mi conducta; me ha sido necesario todo el día para llegar hasta aquí y se hallar mi propio camino".

  Otra forma materializada vino con una criatura en brazos. Fue reconocida por una persona presente, como una compañera de taller, que murió por alumbramiento...

   El relato de cada una de las formas materializadas, identificadas por alguno de los presentes, dio a la sesión un carácter probativo incuestionable, a la vez que puso de manifiesto la potencialidad mediúmnica de Helen Duncan.

    El cuerpo de Helen Duncan fue cremado por pedido de ella, y el servicio de incineración fue dirigido por el Reverendo Thomas Jeffrey, ministro de la Iglesia Escocesa, que se hizo  Espirita, dado que asistió durante quince años a las sesiones de Helen Duncan. Fue tal la entrega y capacidad de esta notable médium, que el Reverendo Jeffrey, en el servicio de cremación, la describió como la Juana de Arco Escocesa.

(Tomado del Órgano de la Federación Argentina de Mujeres Espíritas  "La Colmena", nº81 ) 

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LA CARIDAD: 
PRINCIPIO UNIVERSAL


La caridad es, sin duda alguna, la asignatura pendiente de nuestra humanidad. Sin caridad no podríamos entender el amor; la caridad es la hermana mayor de ese valor tan grande e incomprendido, “el amor”; la mayor potencia del espíritu, la virtud por excelencia, la energía que irradia nuestro Creador y que impregna y envuelve el universo infinito.
Es bueno y conveniente que cada cierto tiempo repasemos y estudiemos esta virtud sin otro propósito, que ver hasta qué punto forma parte de nuestra personalidad y  de nuestras vivencias cotidianas. Esto significará que estamos en el camino; si no es así, algo no acabamos de entender o bien no estamos aún maduros para recibir los dones del amor, y nos resistimos a dejar el materialismo y el egoísmo a un lado. Lo que sí es cierto es que para avanzar en el largo y difícil camino del progreso, sin esfuerzos, sin sacrificios y sin renuncias, poco es lo que podemos avanzar, por muy elevados que podamos vernos; pues en tal caso, nos estaremos engañando a nosotros mismos.
Así como el Amor envuelve todo el universo, siendo su fuerza motriz, generadora de toda la energía y fuente de luz y vitalidad, también nos hermana, armoniza y une en una especie de simbiosis colectiva a todos los seres entre sí, a todos aquellos que ya vibran en ese estado de conciencia superior. Nuestro mundo será mucho mejor a medida que cada vez sean mas los que practican la caridad y el perdón, entendiéndose sin necesidad de otro lenguaje.
La caridad, que es llevar nuestro amor a los otros, tiene múltiples beneficios. Por ejemplo, tiene el poder de transformar a quien lo recibe, porque algo le dejamos en su interior, parte de nuestra alma se queda en él; puede tener un reconocimiento de ese poder de elevación que también él lleva dentro. Si se practicaran la caridad, la comprensión, la dulzura con mayor profusión y por parte de todos aquellos que poseen condiciones para ejercerla, otro ambiente se respiraría en nuestra sociedad. Al propio tiempo, al que las pone en práctica lo purifica, lo ennoblece, lo eleva por encima de las limitaciones e impurezas que todavía arrastra.
Tiene tantas versiones la caridad bien entendida que todos podemos practicarla, si no de un modo, de otro. Unos podrán ejercerla mediante la limosna, que cuando se hace con amor y con respeto es una bella forma de caridad, ya que muchos necesitan para poder llevar el alimento a su boca; otros, mediante la buena actitud, el respeto, la tolerancia y el afecto; otros divulgando el conocimiento espiritual, algo muy importante y necesario; otros mediante una sonrisa, un gesto, un apoyo, un aliento; mediante la oración; cuidando sus hogares y su familia con el mayor cariño y dedicación; cuidando de sus mayores… todo aquello que salga de nuestra alma con el dulce objeto de servir de ayuda y de guía hacia los demás es un gesto de amor y caridad.
Si se nos educara durante la más tierna infancia en los valores del dar, y hubiéramos recibido más amor y entrega por parte de quienes nos deben servir de ejemplo y modelo, la sociedad estaría mucho más humanizada, dando paso a la solidaridad y a todos aquellos valores que sostienen la paz y la fraternidad entre los pueblos.
La mayor urgencia del amor: dar lo que se es y también lo que se posee.   (A.C. Comín)
La caridad, la tolerancia, el respeto -el amor, en suma- son valores esenciales que nos ayudan a crecer, a dar de nosotros mismos; son la base de la existencia, una necesidad de expresión de nuestro ser espiritual; sin ellos, carecería de sentido haber llegado hasta aquí.
Dar un poco de lo que nos sobra no cuesta nada. Es el precio que tenemos que pagar para acercarnos a Dios, esa fuente de amor que todo lo llena. El amor y la caridad son la conexión que necesitamos para acercarnos a nuestro Creador, dando un salto cualitativo en busca de nuestra identidad espiritual. La felicidad no la podemos conseguir en este mundo, no es el objeto de esta vida, sino adquirir el carácter y la fortaleza para desprendernos de nuestro yo inferior que nos impide elevarnos. Para ese culmen la vida nos brinda infinidad de experiencias, probándonos a fin de que superemos cuantas lecciones se nos presenten para adquirir el grado de perfección que debemos lograr en cada existencia, y expiando los viejos errores: “aquello que se siembra se ha de recoger”.
La caridad no es una acción solamente, es una intención, un sentimiento, una llama que arde dentro de nuestro interior y que siente la necesidad de trasmitir su luz y su calor al exterior. La acción es el fruto, la consecuencia de la explosión de amor y de respeto por la vida que va emanando de esa chispa divina que llamamos espíritu, y que llega un momento en nuestra evolución que va creciendo conscientemente.
Una vez que el hombre ha llegado a un grado de elevación no puede dejar de ponerse en acción y emprender actividades que le acerquen a sus hermanos; tiene que ayudarles, serles útil, tiene que sentirse unido a ellos, porque la obra de Dios consiste en la unión por medio del amor de todos sus seres. Todos llegaremos a ese nivel, a ese grado; mientras tanto, entre los seres humanos tenemos que forjar una especie de cadena en la que todos, como eslabones, debemos estar unidos, ayudando los que están más adelantados a los que están en el otro extremo. Esa cadena, si está unida, va trasmitiendo la ayuda desde un extremo al otro. Por amor nunca se rompe, esa es la ley. Los de arriba la cumplen; nunca hemos estado solos, siempre han descendido de los planos mas elevados multitud de hermanos mayores para trasmitirnos sus enseñanzas a través también de su ejemplo. Somos los de abajo los que cortamos la cadena, ya que el egoísmo es un aislante que nos separa de nuestros hermanos.
Ejercer la caridad es una responsabilidad y un deber moral.
 Fermín Hernández-Amor, Paz y Caridad
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La prueba del éxito en la educación no es lo que un muchacho sabe, según los exámenes, al salir del colegio, sino lo que está haciendo diez años más tarde. (Robert Baden-Powel)
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