Para hoy, os presento:
- Satisfacción por el deber cumplido
-Escándalos
- Sueños y apariciones espectrales
- Kardec, una Fe para todos los Credos.
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SATISFACCIÓN POR EL DEBER CUMPLIDO
El deber cumplido nos da una satisfacción indecible que genera el ambiente de paz en el alma, haciéndonos comprender el valor de la honra mezclada con la sinceridad. Existen dos deberes delante de nosotros: uno que el Señor estableció desde los comienzos de la creación y el otro que aceptamos para nuestra propia evolución. Asumimos compromisos en variadas franjas y debemos cumplirlos, fortaleciendo así nuestra conciencia. El alma fuera de la carne, que olvida de sus deberes delante de sus compañeros y de la vida, se sentirá debilitada en lo que toca a sus caminos. Es algo dentro del alma que habla más alto que sus costumbres; es la voz de la vida juntamente con lo que palpita en el corazón en resonancia con las leyes de Dios. No existe tranquilidad interna sin el cumplimiento de los deberes, y quien nos llama más acentuadamente para los caminos rectos es el Evangelio; el Evangelio es rico de reglas capaces de despertar en nosotros la luz del entendimiento espiritual y abrir nuestros ojos para vernos a nosotros mismos. No existe alegría interna, aquella que nace del centro del alma, sin que estemos con nuestras obligaciones al día. No engañamos a las leyes; ellas existen antes que nosotros y no dejan escapar ni una tilde que sea, en la orden divina. El espíritu, cuanto más sabio, más se presta al cumplimiento de sus actividades legales; tanto es derecho en lo claro como en lo oscuro; tanto junto a alguien como solo; no se asusta con maniobras de quien quiera que sea, por no deber nada; confía siempre en Dios por conocer de cerca Su justicia y Su amor; al ser visitado por el dolor, la recibe con tranquilidad y procura leer pacientemente su mensaje; no hiere a nadie, conociendo en todas las criaturas su propia continuación y, finalmente, siente amor en todas las direcciones de la vida. El deber cumplido implica en tantas otras virtudes ejercitadas y cuanto más da inicio a la vivencia de los conceptos de la Buena Nueva, más siente acercarse a su corazón la felicidad. ¡Como es bueno descubrir esas cosas, humanas y divinas! Ellas nos traen seguridad en todos nuestros pasos y abre nuestra mente para la Mente Mayor. El primer terreno que debemos conquistar en la batalla con nosotros mismos es la alegría; ella activa a todos nuestros centros de fuerza, alimentándolos de energía sublimadas que consiguen liberar nuestros sentidos para las cualidades superiores; entretanto, es bueno que nos acordemos que satisfacción valerosa es aquella enraizada en el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Compañero mío, podéis todos los días aumentar vuestra satisfacción, dependiendo de lo que vengáis a sentir y hacer. Con vosotros, existen todas las facilidades y posibilidades para el perfeccionamiento. Haced un auto-análisis y corregid lo que exista de equivocado dentro de vuestro mundo íntimo. Si no lo conseguís la primera vez, volved de nuevo a enfrentaros a los enemigos interiores; si, aun una vez más, no lo conseguís, volved a la lucha, batallando cuantas veces sean necesarias, que los cielos ayudan siempre a quien desea mejorar. Procurad la satisfacción por el deber cumplido, pues esta es la mejor alegría del alma y el mejor trabajo del hombre. Todas las cosas buenas son difíciles. La vida recta es ingeniosa y nadie sube sin esforzarse; tampoco llega a las alturas sin sacrificios. Sacrificad, hermano mío, vuestro egoísmo para que se transforme en abundancia; ablandad vuestro odio, para que se transforme en amor; revertid vuestra violencia en no-violencia. Dando esos primeros pasos en la senda de luz, vuestros pies se acostumbrarán a andar por ellos mismos, dando y trayendo paz para vuestros caminos. El gran premio que nos trae la satisfacción por el deber cumplido es la salud. La armonía espiritual se tronará inquilina y permanecerá con nosotros siempre que cumplimos nuestros deberes delante de la vida y delante de Dios. | |||
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ESCÁNDALOS
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SUEÑOS Y APARICIONES ESPECTRALES...
R É G I S F E L T I N
Los sueños siempre han fascinado a los hombres. Desde mediados del siglo XX, los científicos han tratado de dar de respuesta al origen de los sueños con la neurobiología o su función en las relaciones entre el consciente y el inconsciente; pero pocos científicos han tomado en cuenta la dimensión espiritual; sin embargo, en la historia la ciencia no siempre ha sido exclusiva.
La apertura de miras científica favoreció los estudios sobre las manifestaciones en estado de sueño; se produjo entonces un acercamiento verdadero entre la manifestación espiritual y el fenómeno de los sueños.
Desde el origen del espiritismo, Allan Kardec enseñó que el alma humana es capaz de salir momentáneamente de su cuerpo y que el sueño es un medio de lograrlo. Si bien un desdoblamiento material del ser humano parece estar en oposición con todos nuestros conocimientos anteriores, y hasta con las leyes biológicas, es innegable que cada día descubrimos hechos que nos obligan a modificar nuestras antiguas opiniones, y hasta a aceptar lo contrario de las ideas reinantes.
He aquí una historia que puede parecer increíble pero que sin embargo fue certificada como auténtica. Fue estudiada desde todos los puntos de vista por la Society for Psychical Research (SPR), precursora de todas las sociedades de parapsicología, que contó entre sus miembros a hombres eminentemente reconocidos por su erudición en las ciencias: William Crookes, Oliver Lodge, William Barrett, Frédéric Myers, Henri Sidwick, Russel Wallace…
La historia se desarrolló en 1863 a bordo del navío de paletas City of Limerick a la salida de Dublín con destino a Nueva York. En un camarote, dos pasajeros que se habían conocido en un viaje anterior se encontraban reunidos de nuevo; William Tait era un rico irlandés y Harold Wilmot un empresario norteamericano que regresaba a Connecticut donde le esperaban su mujer y sus hijos. En la cabina, los dos hombres trataban de saber cuál de los dos tomaría la litera de abajo; solucionaron el problema a cara o cruz y fue así
como William Tait dormiría en la litera de arriba.
Si bien Harold Wilmot se durmió a los cinco minutos, ese no fue el caso de Tait.. Afuera, había una tempestad; con un nudo en el estómago, Tait permaneció sentado en su cama iluminada por el débil resplandor de una vela.
Súbitamente, tuvo la impresión de que algo claro se había movido en el camarote. Inclinándose, descubrió con estupor a una joven rubia vestida con una bata blanca a rayas azules. Parecía venir del pasillo por la puerta que él mismo había cerrado con llave, y se dirigía hacia las literas. Después de haber lanzado una mirada furtiva y molesta a Tait, se inclinó sobre Wilmot y depositó un beso sobre su frente. Apenas Tait volvió la mirada para enderezarse la joven había desaparecido.
Dos preguntas acosaban a Tait: ¿cómo había podido entrar aquella mujer si la puerta estaba cerrada? Y, ¿quién era ella? Después de muchas reflexiones, Tait llegó a la conclusión de que la mujer era la amante de Wilmot a quien éste le había entregado la llave de su camarote.
Seguro de su análisis al día siguiente, presionó un poco a Wilmot para que le hiciera algunas revelaciones respecto a aquella intrusión nocturna, pero debió rendirse a la evidencia, Wilmot no sabía en absoluto quién era aquella mujer.
Wilmot le confió entonces un sueño sorprendente; esa misma noche, tuvo un sueño, con su esposa que venía a abrazarlo en su camarote. Durante toda la mañana, los dos hombres cotejaron sus recuerdos y concluyeron que la señora Wilmot había actuado exactamente igual en el sueño que en la realidad.
Al llegar a Connecticut, Wilmot llevó a Tait a su casa para esclarecer esta extraña historia. Cuando la señora Wilmot vino a recibirlos, el irlandés tuvo un shock: era exactamente la mujer que había visto en el camarote.
Después de algunos momentos de reflexión, la señora Wilmot tuvo la intensa sensación de reconocer a Tait como el personaje de uno de sus sueños.
He aquí lo que les dijo: “Imagínense que una tarde, me quedé dormida y tuve un sueño muy preciso. Estaba vestida con una bata y recorría el mar, en medio de una gran tempestad. Iba en busca del barco de ustedes. De repente, vi un vapor pintado de negro. Aterricé sobre el puente, atravesé un salón y entré en un camarote. Allí había un hombre acostado arriba y me miraba fijamente.
Estaba rojo y tenía una barba exactamente como la suya, señor… Quedé confundida un instante, luego me acerqué a ti, Harold, y te besé en la frente… después de lo cual me retiré…”
Harold Wilmot se echó a reír: “¡En plena tempestad…! Con tu bata amarilla…”
“¡Ah, no! Yo llevaba la nueva bata que acabo de comprar. Es muy bonita, esta tarde la verás; es blanca, con rayas azules…”
Los especialistas consideran el caso Wilmot como un fenómeno completo, pues el doble de la señora Wilmot no sólo salió de su sueño para presentarse en el sueño de su marido, sino que fue vista por un testigo en estado de vigilia. La SPR concluye que este caso de excepción fue un caso de “aparición telepática.”
Sin embargo, es importante distinguir dos grandes tipos de manifestaciones: las que atribuimos a alucinaciones y las de fenómenos que hacen aparecer fantasmas de vivos. El caso de las falsas apariciones incluye diferentes formas de distorsiones de la realidad, en las cuales la ilusión es un error de los sentidos, y es producida por un funcionamiento defectuoso de los órganos sensoriales.
Encontramos luego la alucinación patológica engendrada, por ejemplo, por un agotamiento intelectual. Hay la alucinación sugerida durante la hipnosis y también la alucinación hipnopómpica o hipnagógica, que es la que se produce entre la vigilia y el sueño.
En lo que concierne a la “aparición telepática”, los casos presentan diferencias.
En primer lugar, el fantasma “ódico” que es una emanación involuntaria del sujeto con una inercia total. El fantasma ódico no es el periespiritu, es decir el envoltorio, el cuerpo espiritual del alma. Es sencillamente una imagen fluídica sin organización interior, sin inteligencia, sin nada de lo que caracteriza tan particularmente el verdadero desdoblamiento.
Luego, hay la aparición por clarividencia: el sujeto ve una escena lejana. La observación establece que la acción telepática puede provocar la clarividencia del sujeto, es decir la visión a gran distancia, independientemente de la oscuridad y de los obstáculos interpuestos. En este caso nos encontramos en presencia de una segunda facultad anímica, pues el órgano fisiológico de la visión no es utilizado. Se comprueba igualmente la clarividencia por retrocognición,es decir una visión del pasado, para los acontecimientos pasados; los hechos relativos a esta visión retrospectiva son clasificados como retrocognición.
Cuando la clarividencia se ejercita hacia el porvenir, toma el nombre de premonición. La aparición semi material, el agente y el (los) perficiente(s) son visibles uno para el otro. La aparición con materializaciones de vivos se demuestra por una acción mecánica sobre la materia; están presentes las propiedades físicas de la materia: es lo que llamamos bilocación.
La bilocación es un fenómeno que hace aparecer el cuerpo de un ser encarnado en dos lugares a la vez, cosa imposible si no se razona más que a nivel de la materia, pues entonces habría que hablar, como decía Gabriel Delanne, no de bilocación sino de dislocación. La particularidad de la aparición del espíritu en lugares de acceso imposible, plantea la pregunta del desplazamiento. Como el fantasma fluídico no está materializado, la materia no le opone ningún obstáculo, la atraviesa como la luz al vidrio; la propiedad de aparecer luego hasta la materialidad y luego desaparecer es característica de este estado
especial que llamamos fluídico.
En el siglo XIX, Myers, eminente psicólogo, llegó a la conclusión de la posibilidad de bilocación de un soñador: “Supongo que la vida de sueño que se desarrolla de manera continua paralelamente a nuestra vida despierta, es bastante poderosa como para determinar de vez en cuando una disociación suficiente para hacer posible que un elemento cualquiera de nuestra personalidad sea percibido a cierta distancia de nuestro organismo”. (F. Myers,La personalidad humana).
He aquí otra historia registrada por la SPR, que nos deja entrever otras posibilidades del espíritu en estado de sueño.
El rastro escrito del fantasma: el fantasma de Terranova Nos encontramos en el mes de marzo de 1882, en el Atlántico Norte. El carguero inglés Swallow, comandado por el capitán Blackman, navegaba cerca de Terranova.
Eran las ocho de la mañana. En su camarote, el segundo Robert Bruce se ocupaba en determinar la posición. Cuando terminó llamó a través del tabique al capitán, su vecino, que también debía estar inclinado sobre sus mapas. Al no obtener respuesta, fue a llamar a la puerta de su superior, intrigado por el silencio entró al camarote y quedó petrificado pues detrás de la mesa se encontraba sentado un desconocido que lo miraba con cierto interés. Como no respondía a las preguntas de Bruce más que con una sonrisa, este último buscó
al capitán en el puente para reportarle el hecho. Seguro de la presencia de un polizón a bordo, los dos hombres volvieron a bajar al camarote pero estaba vacío. Al comandante no le agradó la broma y comenzó a sermonear a Bruce cuando, inclinándose sobre la mesa, pudo leer sobre la pizarra: “¡Diríjase al Noroeste!”. El capitán ordenó nuevas búsquedas; había que cerciorarse de que no hubiera un desconocido en el barco. Pero no había nada que hacer, ninguna búsqueda aportó pruebas de un eventual impostor. Entonces el capitán hizo desfilar a la tripulación por su camarote haciendo escribir a cada uno la misteriosa frase; pero ninguna escritura era idéntica. Impresionado y al mismo tiempo de naturaleza supersticiosa, mandó a poner rumbo al Noroeste. A medida que las horas pasaban, el capitán tenía la intuición de que ese cambio de rumbo no sería en vano. Fue cuando a eso de las cuatro de la tarde, un marinero percibió algo, desde lejos, un navío inglés atrapado en el hielo y los hombres de a bordo agitando los brazos. El capitán ordenó el salvamento. Este barco procedía de Quebec y se dirigía a Liverpool cuando fue inmovilizado por
el hielo.
Robert Bruce estaba desconcertado pues tenía la impresión de que conocía a uno de los supervivientes. Se entabló una discusión entre los dos hombres, y fue cuando éste le confesó a Robert Bruce que había tenido un sueño curioso.
Estaba en el camarote de un carguero inglés como este, sentado detrás de una mesa y se encontró con un hombre igual a su interlocutor. Cuando se iba, escribió “¡Diríjase al Noroeste!” y entonces el sueño terminó. Robert Bruce presentó entonces la pizarra al hombre que palideció al ver el mensaje pues era el suyo. Robert Bruce confesó que fue gracias a ese mensaje que cambiaron de rumbo, lo cual permitió el salvamento.
La particularidad de esta historia es que además de la visión se añade la facultad inteligente y material; en efecto, el espíritu en estado de sueño escribe una frase sobre una pizarra dando una orden precisa de dirección.
¿Cómo puede un espíritu sujetar un objeto y manipularlo? Sir Oliver Lodge compara las materializaciones con lo que ocurre en el molusco. “El molusco puede extraer del agua la materia de su concha, así como el animal puede asimilar la materia de la que se alimenta y convertirla en músculos, huesos, piel o plumas. Es así como estas entidades vivientes que en circunstancias ordinarias no impresionan nuestros sentidos, aunque estén en constante
relación con nuestro universo psíquico y que poseen una especie de cuerpo etéreo (o más bien, radiante), pueden utilizar las moléculas terrenales cercanas, para confeccionar con ellas una especie de estructura material capaz de manifestarse a nuestros sentidos. La inmaterialidad es sólo una ficción. En los espíritus se trata, a lo sumo, de un grado atenuado de consistencia que no tiene efecto sobre nuestros sentidos”.
La emancipación del alma se realiza con frecuencia durante el sueño y el cuerpo fluídico toma su fuente energética del organismo material del sujeto.
Albert de Rochas dedujo sus conclusiones y pudo observar las relaciones íntimas que vinculan al fantasma con el cuerpo orgánico del sujeto y también el cansancio del médium después de las sesiones en que se han producido exteriorizaciones de motricidad. El periespiritu, absorbe las fuerzas vivas del organismo, que cae entonces en un estado de sueño donde todas las funciones son atenuadas. Este mecanismo está emparentado con los de materializaciones de espíritus desencarnados con los médiums. Así, sin por ello ser médium, una ley fisiológica dirige este fenómeno; la desincorporación completa del espíritu
no puede hacerse sino cuando el cuerpo material está sumido en un sueño profundo.
Un aporte de fantasma de un vivo
El siguiente hecho está muy documentado y puede ser considerado entre los fenómenos más difíciles de explicar en el orden del espiritismo. Fue publicado en el manual Pocket Book de 1814 de los “Amigos de la religión” por Jung Stilling, a quien le fue relatado como una experiencia personal por el barón de Sulza, chambelán del rey de Suecia. Cuenta este barón que habiendo ido a visitar a un vecino, regresó de esa casa a eso de la medianoche, hora en la que, en verano en Suecia, está lo bastante claro como para que pueda leerse la
impresión más fina. “Cuando llegaba a mis dominios”, dijo, “mi padre vino a mi encuentro delante de la entrada del jardín; estaba vestido como siempre, y tenía en la mano un bastón que mi hermano había tallado. Lo saludé y conversamos largo tiempo juntos. Llegamos así hasta la casa y a la entrada de su cuarto. Al entrar vi a mi padre desnudo, tumbado en su cama y profundamente dormido; en el mismo instante la aparición se desvaneció. Poco
después, mi padre despertó y me miró con aire de interrogación. ‘Mi querido Edouard’, me dijo, ‘alabado sea Dios que te vuelvo a ver sano y salvo, pues he estado muy angustiado por ti en mi sueño; me pareció que te habías caído al agua y estabas en peligro de ahogarte’. Ahora bien, agregó el barón, aquel día yo había ido al río con uno de mis amigos a pescar cangrejos, y estuve a punto de ser arrastrado por la corriente. Le conté a mi padre que había visto su aparición a la entrada de la propiedad y que habíamos tenido juntos una larga conversación.
Me contestó que le ocurrían con frecuencia hechos semejantes”. Puede atribuirse a la clarividencia del padre durante el sueño el conocimiento del peligro encarado por su hijo en el día; y la inquietud que le angustiaba pudo ser la causa de la exteriorización del alma que se combinó aquí con una materialización muy acentuada. La conversación prolongada del señor de Suiza con su hijo es una primera prueba, y asistimos además al transporte por
la aparición de un objeto material: el bastón sobre el cual se apoyaba el doble.
¡Un fantasma que bebe!
Examinemos ahora el caso del Sr. Wilson cuyo testimonio fue relatado en 1876 en el libro del doctor Britten, Man and his relations (El Hombre y sus afinidades). El viernes 19 de mayo de 1854, el Sr. Wilson se durmió sentado delante de su escritorio. Soñó entonces con un viaje por la ciudad de Hamilton al oeste de Toronto durante el cual ejercía su oficio de cobrar dinero a ciertos deudores.
Después de esta gira, quiso visitar a una mujer que se interesaba mucho por el espiritismo. Tocó a la puerta y una criada vino abrirle y le informó que la señora D. había salido. El fantasma pidió un vaso de agua y luego pidió transmitir sus cumplidos a la dueña de la casa. En ese momento terminó el sueño.
Algunos días más tarde, Wilson recibió una carta de la señora D. rogándole dejar su dirección en su próxima visita pues tuvo mucha dificultad para encontrarla. Describía con precisión lo que Wilson había hecho en su sueño:
“El viernes pasado, vino a mi casa; pidió que se le sirviera un vaso de agua, dio su nombre y me hizo transmitir sus cumplidos”.
Intrigado por la correspondencia de su sueño con aquel hecho, Wilson decidió ir a casa de la mujer con varios amigos y enfrentar al personal de la casa. Dos criadas reconocieron al señor que había venido aquel 19 de mayo presentándose como el Sr. Wilson pero en cambio él fue incapaz de identificar a estas dos personas. El reconocimiento de la persona real fue completo, lo cual nos confirma que el fantasma se parece absolutamente al cuerpo físico.
Independientemente de las pruebas de la materialización del doble provistas por diversas acciones como tocar el timbre y hablar. Nos encontramos aquí en presencia de otro problema tan imprevisto como los que hemos encontrado hasta ahora, y es el de saber en qué se convierte el agua que el fantasma quizás absorbió, aunque el relato no menciona expresamente que el agua haya sido bebida por la aparición. Si se admite la materialidad del fantasma, es decir que es el calco del organismo corporal, debemos suponer que haya introducido el líquido por las vías digestivas y que permaneció allí hasta el momento en que
se produjo la desmaterialización, es decir hasta el momento en que los elementos corporales vuelven al cuerpo del sujeto del cual han sido prestados.
Todas estas historias tienen en común características generales que las identifican como una manifestación de fantasmas de vivos. La primera circunstancia vinculada a este fenómeno es la salida del alma que se realiza con frecuencia durante el sueño.
El alma puede ser vista por una persona en forma telepática o bien por varios testigos que la describen idénticamente, lo cual prueba una materialidad sustancial del fantasma. El hecho de no recordar el sueño no significa que este fenómeno se haya producido inconscientemente sino sencillamente que no ha dejado huella en la conciencia ordinaria, la que preside la vida despierta. La certeza de la existencia objetiva de un fantasma es comprobada por su acción sobre la materia. La observación más importante que se desprende del estudio de los hechos, es que el doble de un ser humano que sea visible donde se origina no está revestido de otra forma que no sea la de su organismo físico. Las
manifestaciones intelectuales y escritas permiten identificar al individuo cuyos rasgos representa el fantasma (caso de Robert Bruce). El origen de la energía empleada por la aparición para manifestarse físicamente está en el organismo material del sujeto. El desprendimiento completo del alma parece que no puede producirse en forma algo duradero sino cuando el cuerpo material del sujeto se encuentra sumido en profundo sueño. El espíritu liberado del cuerpo cruza el espacio a gran velocidad y se dirige, por así decirlo, magnéticamente hacia el ser al cual debe aparecerse. Parecería que el sentimiento amoroso favorece el acercamiento de los espíritus aun cuando el espíritu emancipado no sepa donde se encuentra, tal es el caso de la señora Wilmot.
Parece evidente que el estudio de un organismo tan importante como el cuerpo fluídico será de una fecundidad sin igual para los físicos, los fisiólogos y los psicólogos, cuando estén seguros de su existencia, pues desempeña un papel de primer orden, y completamente insospechado, en los fenómenos de los sueños.
LE JOURNAL SPIRITE N° 76 ABRIL 2009
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EL HOMBRE COMO SER COMPLETO: MATERIAL Y ESPIRITUAL
Juan Miguel Fernandez
George Mivart, el célebre naturalista inglés, analizando psicológicamente al hombre, aclara que EL HOMBRE «difiere de los otros animales por las características de la abstracción, de la percepción intelectual, de la conciencia de sí mismo, de la reflexión, de la memoria racional, de su capacidad de juzgar, de la síntesis e inducción intelectual, del raciocinio, de la intuición, de las emociones y sentimientos superiores, del lenguaje racional y del verdadero poder de la voluntad». Las enciclopedias definen al hombre como un «animal racional, moral y social, mamífero, bípedo, bímano, capaz de un lenguaje articulado que ocupa el primer lugar en la escuela zoológica: ser humano…» El momento más elocuente de su proceso evolutivo se dio cuando adquirió la conciencia para discernir el bien del mal, la verdad de la mentira.
Estudiado ampliamente a través de los siglos, Pitágoras afirmaba que el hombre «es la medida de todas las cosas». Sócrates y Platón establecieron que «era el objeto más directo de la preocupación filosófica, siendo el resultado del ser o Espíritu inmortal y del no ser o su materia, que unidos le proporcionaban el proceso de la evolución». Desde el punto de vista psicológico, la persona es un ser que se expresa en múltiples dimensiones, desde su contenido humanista, comportamentalista y existencial, a nuevos potenciales que estructuran al ser pleno.
La psicología occidental, difiriendo de la oriental, mantuvo el concepto de persona en los límites cuna-sepulcro con la estructuración transitoria, en tanto que la oriental sustenta la idea de una realidad trascendente, a pesar de su inseparable expresión de la forma y relatividad corporal. Los estudios transpersonales, incorporando las tesis orientales, consideran a la persona como un ser integral, cuyas dimensiones pueden expresarse en varias manifestaciones, tales como la consciencia, el comportamiento, la personalidad, la identificación, la individualidad, en un ser complejo de expresión trinitaria.
La persona, observada desde el punto de vista inmortal, es preexistente al cuerpo y su origen se pierde en los milenios pasados del proceso evolutivo, para desarrollarse de acuerdo a una finalidad que se manifiesta en cada experiencia corporal, la reencarnación, como adquisición de nuevos conocimientos, facultades y funciones, que conducen al crecimiento y a la felicidad. En el Espiritualismo idealista «el espíritu tiene la primacía en todo lo que se relaciona con el mundo y la vida humana», en tanto que para el materialismo «el espíritu no es más que una forma de actividad de la materia que en determinada fase de su evolución de las formas simples hacia otras más complejas, adquirió la conciencia».
A través de los siglos, la filosofía buscó demostrar que la persona es distinta del individuo y del ser psicofísico, que dio margen a consideraciones prolongadas por parte de los pensadores y de variadas escuelas, procurando ofrecer al hombre los caminos para ser feliz en continuas tentativas de interpretar la vida y entenderla. Los filósofos atomistas lo reducían todo al capricho de las partículas, las cuales al desarticularse se aniquilaban a través del fenómeno biológico de la muerte.
La filosofía espírita nos enseña que el hombre es un conjunto de elementos que se ajustan e interpenetran en una misma estructura biológica. El cuerpo carnal y el cuerpo espiritual se originan en el mismo elemento primitivo, es decir, en el fluido cósmico universal. Ambos son materia, aunque en estados diferentes. A través de El Libro de los Espíritus sabemos que el hombre está formado por:
1º El cuerpo físico o ser material análogo a los animales y animado por el mismo principio vital. Es el envoltorio material que precisamos para desenvolvernos en este plano de existencia.
2º El alma o ser inmaterial, espíritu encarnado en el cuerpo, ser eterno y preexistente, que sobrevive al cuerpo físico después de la muerte.
3º El lazo que une el alma al cuerpo somático, principio intermediario entre la materia y el espíritu, al que se denomina “periespíritu”, que está constituido por varios tipos de fluido, energía o de materia hiperfísica.
Recordemos que en el mismo instante de la fecundación en el óvulo, la primera célula llamada “cigoto” comienza su trabajo para ir construyendo el cuerpo físico y espiritual, en función de sus necesidades reencarnatorias. Y lo hace a través de los genes y cromosomas que nos dan las características físicas necesarias para las lecciones, pruebas y expiaciones que tengamos destinadas en cada existencia. O lo que es lo mismo, en cada reencarnación se preparará con nuestra colaboración, o sin ella, el organismo físico adecuado para la nueva tarea que hemos de emprender.
La envoltura física no sólo vendrá equipada para las tareas a las que nos hemos comprometido en el mundo espiritual, sino que además traerá consigo la posibilidad de que puedan producirse ciertos desequilibrios orgánicos como reparación de faltas e imprudencias cometidas anteriormente. Todo ello dependerá, por supuesto, de nuestro comportamiento y de nuestra capacidad de asumir los retos que se nos plantean. Nuestro actual vehículo físico responde perfectamente a la situación de nuestro periespíritu después de la anterior reencarnación, cumpliéndose así la «ley de causa y efecto».
Una vez que esta realidad ha aparecido ante nuestros ojos, debemos analizar y meditar seriamente cuál es el comportamiento a seguir, qué cosas debemos rápidamente cambiar, cuál es el camino para mantener nuestra mente armónica e impedir que se produzcan alteraciones que nos van a afectar también físicamente. Es de máxima importancia en el complejo humano el moderno «modelo organizador biológico», es decir, el periespíritu, porque su función es la de personalizar, individualizar e identificar el espíritu, guardando la apariencia humana de su última encarnación. En él las experiencias de las múltiples reencarnaciones están archivadas, sufriendo con los tóxicos ingeridos por el hombre. Su plasticidad es afectada por los desgastes del alcohol, de las drogas, de la nicotina, de las tentativas de suicidio, etc., grabándole los disturbios patológicos, tales como la esquizofrenia, la epilepsia, el cáncer, el mal de Hansen, entre otros, que en un momento propio favorecen la sintonía con microorganismos que desordenadamente se multiplican y abordan el campo orgánico. ¿Qué ocurre entonces…? En futuras reencarnaciones estas lesiones repercutirán como enfermedades patológicas, enseñando al hombre a través del dolor la obligación de valorizar la vida y el respeto a Dios.
No debemos olvidar que el periespíritu es el conductor de la energía que establece la duración de la vida física, así como es el responsable de la memoria de las existencias pasadas, que se archivan en las telas sutiles del inconsciente actual, proporcionando reflejos o recuerdos esporádicos de las experiencias ya vividas. Saludable y optimista debe ser para que el amor sea la base fundamental en este momento de cultura, tecnología, ciencia y de desamor. La humanidad ha llegado a un punto en que la tecnología aliada a la ciencia ha logrado casi todo, pero el amor es aún, sin embargo, una aventura. Nunca hubo tanta gente en la Tierra, más de 7.000 millones de personas, con tantos millones en soledad. El hombre marcha a solas. Es por ello que, si queremos purificar nuestra alma, debemos cuidar de nuestro vehículo físico para el aprendizaje en la «escuela terrestre» con buenos pensamientos y acciones. En consecuencia, cambiar la constitución de nuestro periespíritu, ya que, como viajeros de la eternidad, hoy estamos construyendo nuestro mañana.
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Kardec, Una Fe Para Todos
Los Credos
Si hacemos un análisis del objetivo mayor del Espiritismo, es decir: la fraternidad universal – aquella que brillando en la consciencia de la mayor parte de la humanidad terminará instaurando un nuevo sistema de valores a nivel planetario-, intuimos que ese paso trascendental es indisociable sin la práctica de la verdadera caridad, aquella que nos enseñan los Espíritus superiores a través de la gran Filosofía Espírita, es decir: perdón de las ofensas, aceptación del prójimo, pese a las diferencias y bien para con todos.
Hacia aquí deben conducirse en mayor medida todas las propuestas ciudadanas y toda la organización institucional del orden social.
Pero esto no será posible tampoco sin la interacción, primero, y la unificación progresiva de todos los credos, después, mediante esfuerzos y programas dirigidos hacia el bien común, en lugar de tratar de anularse unos a otros al estar más preocupados en la hegemonía personal (o de secta), que en la lucha desinteresada por el progreso humano.
Allan Kardec, pedagogo y codificador de la revelación espiritista, reflejó muchas veces, pero sobre todo en obras como: “El evangelio según el espiritismo”, “El espiritismo en su más simple expresión” y en “Obras póstumas”, que las religiones de la humanidad comparten las mismas bases, bases que, por si solas, serían suficientes para fundar la moral universal que es lo que une a todas por encima de los aspectos culturales de superficie.
Por los motivos que hemos explicado, y por los desafortunados momentos que Pestalozzi sufrió en su Instituto de Iverdun por causa de las desavenencias en materia religiosa entre el profesorado, los desencuentros entre religiones fue una cuestión que preocupaba al joven Allan Kardec desde su pre-adolescencia. Por esto, el codificador, desde muy temprano, se identificó más con la moraldel Cristianismo que por una religión determinada.
Pestalozzi, creador de la escuela popular y abierta, pese haber tenido una crianza en la fe (protestante), decía que la verdadera religión no era otra cosa sino la moralidad, en el sentido de aquello que nos hace mejores. A pesar de inculcar en sus alumnos elevados ejemplos de fe, nobleza de intenciones y la práctica del bien para todos, fue criticado más de una vez por protestantes y católicos, para quienes, desde su celo exaltado, eso no era suficiente para decirse cristiano.
En su desempeño como profesor y director de instituto, y en su abierta inclinación por la enseñanza libre e igualitaria (para los dos sexos), Kardec apostaba por la educación laica y por el acceso a la misma de las niñas (por entonces, prácticamente apartadas del sistema educativo).
Seguramente, como tantos profesores laicos, tuvo que lamentarse más de una vez por el monopolio de las escuelas e institutos religiosos privados, que no contentos con recibir subvenciones y regalías de toda clase, hacían de todo por presionar y desprestigiar la labor de las instituciones que intentaban sobrevivir fuera del ámbito religioso.
Ya en su madurez, en la sublime invitación de lo Alto para ponerse al frente de la sistematización de la filosofía espiritista, encontraría el elemento esencial y más integral para concretizar el antiguo sueño de juventud.
El cultivo sano y enriquecedor de una espiritualidad sin dogma se encontraba implícito en las enseñanzas del pedagogo suizo de Iverdun, y en él, el joven Kardec encontró de seguro fuente de inspiración que sintonizaba armoniosamente con los secretos ideales de su alma elevada.
Como vemos, aún mucho antes de entregarse a su papel como codificador de la doctrina de los espíritus, Kardec ya albergaba ocultas aspiraciones y secretos sentimientos sobre el papel de las religiones en la historia humana… cuales debieran ser los errores a vencer y las nuevas pautas que adquirir, si es que el interés es el progreso de las criaturas hacia Dios y no la hegemonía de los estamentos humanos sobre las conciencias.
Tras estas reflexiones, el espiritista debe ser siempre y en toda circunstancia un elemento pacificador, sobretodo cuando se encuentre ante determinados choques ideológicos provocados entre filosofías y religiones del mundo, no solo por ser coherente con una de las propuestas del Espiritismo (la fe razonada, la tolerancia y la unificación de las conciencias… paso inevitable para que la fraternidad brille en el horizonte terreno), sino también por el recuerdo conmovedor de aquel ideal juvenil del maestro de Lion.
Y lo de arriba vale tanto para la correcta actitud frente a los diferentes credos, como para nosotros mismos -los que compartimos el mismo ideal de los Espíritus superiores-, pues es de obligación moral, respeto y coherencia doctrinaria el esfuerzo por matizar nuestras opiniones y sopesar nuestros impulsos ególatras…
No se concibe que alguien que se diga espírita exhiba un carácter condenatorio o intransigente, fuera o dentro de las filas espiritistas (por mucho que se revista de brillantes reseñas y acertadas exhortaciones doctrinarias).
El Espiritismo es un alerta contra los excesos del ego humano y cualquier forma de ignorancia; ayer lo fue ante la ortodoxia y la exclusión educacional de los menos favorecidos, como hoy lo sigue siendo ante cualquier expresión de fundamentalismo ideológico, sea este de naturaleza religiosa, científica o institucional.
Por Juan Manuel Ruiz Glez para ZonaEspirita
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