domingo, 14 de enero de 2018

INTELIGENCIA Y MORALIDAD




De nuevo, hoy vamos a  leer:

- Espíritus felices
- Espíritu y Periespíritu
-Nadie viene destinado para ser un criminal
-Inteligencia y moralidad




                      

                                        
                   ESPÍRITUS FELICES

                       LA CONDESA PAULA
Esta era una mujer joven, bella, rica, de un ilustre nacimiento según el mundo, y además un modelo cumplido de todas las buenas cualidades del corazón y del espíritu. Murió a los treinta y seis años, en 1851. Era una de esas personas cuya oración fúnebre se resume en todas las bocas con estas palabras: ¿Por qué se lleva Dios a tales personas tan pronto de la Tierra? ¡Venturosos aquellos que de este modo hacen bendecir su memoria! Era buena, dulce e indulgente para con todo el mundo. Siempre dispuesta a excusar o atenuar el mal en lugar de envenenarlo. Jamás la maledicencia manchó sus labios. Sin ceño ni fiereza, trataba a sus inferiores con la benevolencia que nada tenía de baja familiaridad, sin manifestarles ni altivez ni protección humillante. 


Comprendiendo que las gentes que viven de su trabajo no son rentistas, y tienen necesidad de su jornal, ya sea por su estado, ya para vivir, jamás aplazó el pago de un salario. La idea de que alguno pudiera sufrir por su falta de pago, hubiera sido para ella un remordimiento de conciencia. No era de esas personas que encuentran siempre dinero para satisfacer sus caprichos y no tienen nunca para pagar lo que deben. No comprendía que fuese de gran tono para un rico tener deudas, y se hubiera humillado si se hubiese podido decir que sus abastecedores le hacían adelantos. Así es que a su muerte sólo hubo llantos, sin ninguna reclamación. 

Su caridad era inagotable, pero no esa caridad oficial que se hace en público. En ella era la caridad del corazón y no la de la apariencia. Sólo Dios sabe las lágrimas que secó y las 
desesperaciones que calmó, porque sus buenas acciones sólo tenían por testigos al Todopoderoso y a los desgraciados a quienes asistía. Sobre todo sabía descubrir esos infortunios ocultos, que son los más punzantes, y socorrerlos con la delicadeza que eleva la moral en lugar de rebajarla. 

Su posición y las altas funciones que ejercía su marido, le obligaban a un tren de vida del 
que no podía prescindir. Pero satisfaciendo las exigencias de su posición sin mezquindad, había establecido un orden que, evitando los despilfarros ruinosos y los gastos superfluos, le permitía tener bastante con la mitad de lo que hubiera costado a otros, sin que por esto hubieran brillado más. 

Así es como podía sacar de su fortuna una parte mayor para los necesitados. Había separado de la misma un capital importante, cuyos intereses estaban destinados a este objeto sagrado para ella, y consideraba que tenía eso de menos para los gastos de su casa. De esta manera encontraba el medio de conciliar sus deberes para con la sociedad y para con la desgracia. 

2. Se puede decir que esta señora era el vivo modelo de la mujer benéfica, trazado en El Evangelio según el Espiritismo, cap. XIII. 

Evocada doce años después de su muerte por uno de sus parientes iniciado en el Espiritismo, dio la comunicación siguiente, en respuesta a diversas preguntas que se le dirigían. 

3. Extractamos de esta comunicación, cuyo original está en lengua alemana, las partes instructivas para el objeto que nos ocupa, suprimiendo lo que es de interés de la familia. 

“Tenéis razón, amigo mío, de pensar que soy dichosa. Lo soy, en efecto más de lo que pueda expresarse, y no obstante, estoy lejos todavía del último escalón. Estaba, sin embargo, entre los felices de la tierra, porque no me acuerdo de haber sentido pena real. Juventud, salud, fortuna, homenajes, tenía todo lo que constituye la felicidad entre vosotros, pero, ¿qué es esta dicha al lado de la grandeza que se goza aquí? ¿Qué son vuestras fiestas más espléndidas en que se ostentan los más ricos adornos, al lado de estas asambleas de espíritus resplandeciendo con una brillantez que vuestra vista no podría soportar, y que es el patrimonio de la pureza? ¿Qué son vuestros palacios y vuestros salones dorados al lado de las moradas aéreas, de los vastos campos del espacio matizados de colores, que harían palidecer al arco iris? ¿Qué son vuestros paseos a pasos contados en vuestros parques, al lado de esas correrías a través de la inmensidad, más rápidas que el relámpago? ¿Qué son vuestros horizontes limitados y nebulosos al lado del espectáculo grandioso de los mundos, moviéndose en el Universo sin límites bajo la poderosa mano del Altísimo? ¡Qué tristes y chillones son vuestros conciertos más melodiosos, al lado de esta suave armonía que hace vibrar los fluidos del éter y todas las fibras del alma! ¡Qué tristes e insípidas son vuestras mayores alegrías, al lado de la inefable sensación de dicha que penetra incesantemente todo nuestro ser como un efluvio 
benéfico, sin mezcla de ninguna inquietud, de ningún sufrimiento! Aquí todo respira amor, 
confianza, sinceridad. Por todas partes amigos, en ninguna parte envidiosos y celosos. Tal es el mundo en que estoy, amigo mío, y a donde llegaréis infaliblemente, siguiendo el camino recto. 
“No obstante, se cansaría uno pronto de una ventura uniforme. No creáis que nuestro mundo esté exento de peripecias. No es un concierto perpetuo, ni una fiesta sin fin, ni una beata contemplación durante la eternidad, no. Es el movimiento, la vida y la actividad. Las ocupaciones, aunque exentas de fatigas, tienen una incesante variedad de aspectos y de emociones por los mil incidentes de que están salpicadas. Cada uno tiene su misión que cumplir, sus protegidos a quienes asistir, amigos en la Tierra a quienes visitar, rodajes de la Naturaleza que dirigir, almas en sufrimiento que consolar. Se va, se viene, no de una calle a la otra, sino de un mundo al otro: Se congregan y se separan para congregarse otra vez. Se citan en un punto, se comunican lo que ha hecho cada uno. Se felicitan de los resultados obtenidos. Se conciertan y asisten recíprocamente en los casos difíciles, en fin, os aseguro que nadie tiene motivo de aburrirse un instante. 

“En este momento la Tierra nos preocupa mucho. ¡Qué movimiento entre los espíritus! ¡Qué numerosas cortes afluyen a ella para concurrir a su transformación! Se diría que una nube de trabajadores ocupados en desmontar un bosque a las órdenes de jefes experimentados, derriban los unos los viejos árboles con el hacha y arrancan sus profundas raíces. Los otros desmontan. Éstos labran y siembran y aquéllos edifican la nueva ciudad sobre las ruinas carcomidas del viejo mundo. 

Mientras tanto los jefes se reúnen, tienen consejo y envían mensajeros a dar ordenes en todas direcciones. La Tierra debe ser regenerada en un tiempo dado: es preciso que los designios de la Providencia se cumplan. Por esto cada uno acude a la obra. No creáis que sea simple espectadora de este gran trabajo: me avergonzaría de permanecer inactiva cuando todo el mundo trabaja. Una importante misión me está confiada y me esfuerzo en cumplirla lo mejor que puedo. 

“No he llegado al lugar en que estoy sin luchas en la vida espiritual, persuadida de que mi 
última existencia, por meritoria que os parezca, no hubiera bastado para conseguirlo. Durante muchas existencias he pasado por las pruebas del trabajo y de la miseria, que había voluntariamente elegido para fortificar y purificar mi alma. He tenido la dicha de salir victoriosa de ellas, pero quedaba una que vencer, la más peligrosa de todas: la de la fortuna y del bienestar material, un bienestar sin mezcla de amargura: ahí estaba el peligro. Antes de intentarla, he querido sentirme bastante fuerte para no sucumbir. Dios tuvo cuenta de mis buenas intenciones, y me hizo la gracia de sostenerme. Muchos otros espíritus, seducidos por las apariencias, se apresuran a elegirla. 

Demasiado débiles, por desgracia, para arrostrar el peligro. las seducciones triunfan de su 
inexperiencia. 

“Trabajadores, he estado en vuestras filas. Yo, la noble dama, como vosotros, he ganado mi pan con el sudor de mi frente. He sufrido las privaciones, he soportado intemperies, y esto fue lo que desarrolló las fuerzas viriles de mi alma. Sin eso hubiera probablemente caído en mi última prueba, lo que me hubiera hecho retroceder mucho. Como yo, tendréis también a vuestra vez la prueba de la fortuna, pero no os apresuréis a pedirla demasiado pronto. Y vosotros que sois ricos, tened siempre presente que la verdadera fortuna, la fortuna imperecedera, no está en la Tierra, y comprended a qué precio podéis merecer los beneficios del Todopoderoso.” 

En la tierra condesa de ***** 

EL CIELO Y EL INFIERNO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC. 

Superó una difícil prueba, la de la riqueza, que de no haber sido superada, le hubiese hecho estancarse por mucho tiempo. 
Ella, con sus buenas cualidades morales la supo superar.



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ESPÍRITU Y PERIESPÍRITU
José Aniorte Alcaraz


       El Universo y nuestro mundo espiritual, todavía hoy, a pesar de los grandes descubrimientos científicos realizados, continúa siendo el gran desconocido. Hay muchas teorías sobre este tema, unas malintencionadas, otras mantenidas por el orgullo de personas que se creen en posesión de toda la sabiduría, siendo en realidad objeto de la ignorancia.
Yo, sin considerarme naturalmente, un maestro, después de cincuenta y seis años de estudio, razonando, investigando y comprobando con total independencia, tengo mi propia teoría, pues cada maestro tiene su librito; teoría que estoy dispuesto a cambiar o rectificar, cuando encuentre otra más convincente.
Nos dice “El Libro de los Espíritus”: en el Universo todo se eslabona, todo efecto es la consecuencia de una causa. Nuestra evolución empieza en un átomo, pasa por el mineral, el vegetal, el animal, el hombre y finalmente el arcángel. En el mismo libro se pregunta: ¿dónde está la inteligencia?, respuesta: en su base, en el Universo; otra pregunta: ¿qué es el Espíritu?, respuesta: principio inteligente del Universo. Por consiguiente, si el Espíritu o principio inteligente, tiene su origen en el Universo y reside en él, no puede estar durmiendo en el mineral o soñando en el vegetal.
 El principio inteligente no duerme ni sueña, es una partícula Divina, que está latente, esperando que la materia reúna las condiciones óptimas necesarias para poder ser utilizada por el “Principio Inteligente”. Así es como el Espíritu inmortal, se sirve de la materia animalizada, desde su estado más primitivo, para empezar su evolución desde un átomo. Pasando por el largo y extenso período de la vida animal, en este estado el alma está adormecida, no puede imaginar su situación, no tiene idea de su existencia; no alcanza a comprender la diferencia existente entre la vida y la muerte. Para ella sólo existe un instinto, que sin duda puede ser inteligente, pues independiente de su voluntad, se manifiesta según las necesidades, como pueden ser: la naturaleza de las especies, el clima o la difícil situación a la que cada especie tiene que sobrevivir.
En esta compleja y ardua situación, el alma se forma, se ensaya y lentamente se prepara, hasta que al fin, comienza a sentir de forma confusa, un impulso nuevo y desconocido; siente por primera vez la aspiración y el deseo de individualizarse.
En esta circunstancia, es cuando se produce la gran metamorfosis, y el alma animal emprende un nuevo período, para convertirse en alma humana. Todo esto realmente maravilloso, cuenta con la ayuda de los buenos espíritus que están al servicio de Dios. Somos creados por Dios, y Él dirige nuestro destino, hasta que nosotros estamos preparados para asumir la responsabilidad y el control del mismo.
La materia en su estado primitivo, está dispersa por todo el Universo, en realidad es el principio de todo, el principio de la vida. Con sus continuas transformaciones, crea los elementos necesarios para la evolución del Universo, siendo éste una creación de Dios.
En nuestro planeta la evolución de la materia, empieza en un átomo como partícula organizada. Siguiendo el proceso de evolución nos centramos en la materia inerte, emprendiendo su desarrollo en los elementos minerales, que tras un laborioso proceso inconsciente, cuando aparece el ambiente y el medio adecuados, atrae al principio vital, dándose la transformación hacia la materia animada, que tras circunstancias mucho más sofisticadas y el medio propicio para animalizarse, el principio inteligente que espera la oportunidad para el comienzo de su evolución, utiliza la materia orgánica, junto con el fluido vital, para el comienzo de la evolución animal.
El principio inteligente, desde su estado más primitivo, empieza su larga e interminable carrera evolutiva en la escala animal, sin pasar por la escala mineral o vegetal. A través de los tiempos, pasando por distintas especies, sin conciencia de su  existencia, sigue adelante por un impulso divino que despierta en él un instinto primario, pero necesario para sobrevivir en el ámbito que se encuentra. Este instinto, lentamente y a través de los considerables periodos evolutivos, de especies diferentes, también se transforma en una inteligencia animal, limitada; porque no puede saber ni sentir la razón de su existencia, ni distinguir la vida de la muerte. Su inteligencia instintiva, es el medio que posee de subsistencia.
Durante estos prolongados e incontables períodos, el alma se está consolidando y preparando para el gran futuro que le espera.
No está dormida, sino aturdida, porque puede sentir pero no tiene la capacidad de manifestar lo que siente, y paciente espera hasta poder reunir las condiciones para hacerlo. Desde el primer momento que el alma tiene contacto con la materia animalizada, lo hace envuelta en su cuerpo astral, pues sería imposible que el principio inteligente, pudiera utilizar la materia sin un cuerpo fluídico o intermediario.
El alma revestida de los fluidos más animalizados, de los instintos más vulgares y primitivos, tiene que vivir y sentir, caminando valientemente a través de los tiempos; ignorando su identidad pero conservando en lo más íntimo de su ser, la partícula divina, que un día, cuando esté en disposición para formar parte de la humanidad y asumir la responsabilidad de sus actos, se individualizará, y conseguirá la elevación y redención de su Espíritu.
El alma del animal, es un alma animalizada, con su inseparable cuerpo astral compuesto de fluidos primitivos; tiene vida animal pero no vida espiritual, sobrevive a la muerte sin tener consciencia de su existencia. Recorre los largos caminos de su evolución, sin tener responsabilidad de ello. El animal esté donde esté, continúa siendo animal, porque tiene unas limitaciones que nunca podría superar por vía directa.
El alma animal no puede convertirse en alma humana, aunque tenga latente en su interior, el principio divino del ángel. Para salir de esta situación, tiene que pasar por la gran transformación.
Cuando llega el momento se produce el cambio, como la completa metamorfosis de las mariposas; convirtiéndose el alma animal, en alma humana. El alma animal, después de esta metamorfosis, se siente confundida, como si acabara de nacer o despertara de una terrible pesadilla; no recuerda nada pero lentamente, con recelo y por primera vez, siente el deseo incesante de superarse para salir de la oscuridad y liberarse de la envoltura animal.
Desde este momento, aún tiene un período muy largo de ensayos en la escala animal, para reafirmar su individualidad, recomponer su cuerpo fluídico o periespíritu, despojándose gradualmente de todas las impurezas animalizadas, que su mente espiritual, inconscientemente, ha tenido que alimentar durante tanto tiempo vivido en el mundo inferior.
Una vez que rehace su estructura mental y fluídica, ya se encuentra en condiciones para empezar un nuevo ciclo evolutivo como ser pensante de la humanidad. Es preciso aclarar que en nuestro planeta, salvo alguna excepción extraordinaria, el animal no tiene ninguna posibilidad de alcanzar el estado de evolución que acabo de describir.
Este proceso es propio de otros mundos inferiores a éste; en la Tierra, el animal siempre es animal. En “El Libro de los Espíritus” nos dice: “hay entre el alma de los irracionales y la humana tanta diferencia, como la existente entre el alma del hombre y Dios”. Aquéllos que afirman que en un principio, la vida en este planeta fue por generación espontánea, están diciendo algo muy cierto, que ni ellos mismos comprenden el significado de lo que dicen.
Allan Kardec definió al periespíritu con una forma vaporosa; él sabía en aquellos momentos, hace ciento cincuenta años, que tocar este punto en profundidad, en lugar de conseguir instruir a los lectores, los llevaría a la confusión. Hoy podemos afirmar que en su estado natural, podría muy bien ser un cuerpo vaporoso, porque se compone de una combinación de fluidos semimateriales, extraídos o tomados del fluido Universal.
El Espíritu para nosotros es inmaterial, no tiene forma, lo podemos sentir, pero no lo vemos. Es tan sensible que para poder dirigir nuestro cuerpo o tener contacto con él, es imprescindible disponer de un cuerpo intermediario y semimaterial, como es el periespíritu.
Cuando el Espíritu reencarna para una nueva existencia, lo hace a través de su cuerpo astral; se protege con él y no llega a tener contacto directo con su cuerpo físico. La unión del Espíritu con el cuerpo se efectúa por medio de su envoltura fluídica. Por su naturaleza sutil, el periespíritu sirve de unión entre el Espíritu y la materia.
El alma queda unida al germen por este mediador fluídico, que se va adaptando y estrechando lentamente, siguiendo las fases progresivas de la gestación, hasta completar la formación del cuerpo físico.
Desde la concepción hasta el nacimiento, la unión se lleva a cabo con cierta lentitud, molécula a molécula; bajo el flujo creciente de los elementos materiales y la fuerza vital que es facilitada por los movimientos vibratorios del periespíritu infantil, que se reduce al mismo tiempo que la conciencia del alma queda adormecida.
Durante el periodo de gestación, el periespíritu se impregna de fluido vital, para convertirse en el regulador de la energía que necesitan los elementos materiales del cuerpo en formación. La individualidad y la memoria del Espíritu, se conservan y a su debido tiempo, se manifiestan en el plano físico.
Cuando se completa la vida uterina, se produce el nacimiento, siendo en este momento cuando el Espíritu, a través del periespíritu toma el control de su cuerpo. El periodo de crecimiento será largo, durante el cual el Espíritu tiene que modelar su nueva envoltura y hacer de ella un instrumento capaz de manifestar sus cualidades y sentimientos.
Durante el sueño, en el transcurso de la vida infantil, el Espíritu recibe la ayuda espiritual necesaria, para recuperar fuerzas y seguir el curso de su nueva reencarnación. Durante su estancia en el plano espiritual, el Espíritu, para manifestarse lo hace con su cuerpo fluídico; sin él sólo sería una especie de ser invisible.
El Espíritu nunca puede separarse de su cuerpo astral, con él se convierte en un ser real, reflejando la imagen del Espíritu; es el archivo de sus memorias, es además una especie de conciencia que a través de su imagen, recuerda al Espíritu los aciertos o desatinos que ha practicado con su forma de vida.
Cuando el Espíritu está en el plano físico, fácilmente puede engañarse a sí mismo y engañar a los demás, porque un espíritu malévolo, puede tener un cuerpo bello, proporcionando una apariencia falsa de la realidad.
Cuando después de la muerte se regresa al mundo de la verdad, donde cada uno se sitúa en el lugar que le corresponde, donde no existen los favores, ni las influencias, pero sí existe el cielo y el infierno que llevamos con nosotros, como creación propia, encontrándonos allí atrapados por un mundo de sombras o un mundo de luz, según la imagen que predomine con más fuerza en nuestra mente.
En esta situación es cuando podemos contemplar el verdadero aspecto del Espíritu, que según la conducta seguida en el plano físico, volverá con un cuerpo más luminoso o menos, o con un cuerpo plagado de heridas, envuelto por las sombras, implorando una ayuda que nadie le puede dar, porque sólo él a través de su arrepentimiento, la podrá obtener.
El mundo espiritual “superior” aún continúa siendo para nosotros el gran desconocido, pero el mundo incorpóreo más cercano a nosotros, podemos decir que es muy semejante al nuestro. No obstante, existe una parte completamente diferente; el Más Allá es un mundo de sentimientos, y nuestra humanidad, se desenvuelve entre pasiones y sensaciones.
Los espíritus “comunes” viven entre nosotros, y tienen un cuerpo tan semejante al nuestro, que algunos se confunden y en determinadas circunstancias, piensan que aún tienen el mismo cuerpo que tenían antes de morir. Estos espíritus están en todas partes, en nuestra casa, en el campo, en las ciudades, en los medios de transporte, en lugares de ocio...
Es un mundo que se agita alrededor nuestro, y se acerca a nosotros por afinidad. Los hay de todas clases y en situaciones diferentes; cada uno tiene sus dificultades y persigue su objetivo.
 La apariencia del Espíritu cambia según el estado mental en el que se encuentra. Su aspecto se refleja con claridad en su cuerpo astral, y los fluidos que le recubren, causan malestar o bienestar cuando se aproximan a nosotros.
La lectura de este libro no está dedicada a los analistas ni a los científicos, sino a los humildes y necesitados que han vivido engañados por los dogmatismos fanáticos de las religiones del pasado y del presente.
Lo que escribo aquí no es un tema nuevo, ya se ha publicado en otros libros, pero la actual publicación pretende ser más directa y sencilla; comprensible para aquéllos que desconocen el tema por falta de estudio, y puedan comprender con menos dificultad, esta verdad que es la única realidad de nuestra vida. Todas las revelaciones nuevas, han sido rechazadas sin mostrar algún interés por conocerlas, pero esta realidad tiene una contestación lógica para todas las preguntas.
Mi querido lector, acepta estas enseñanzas que llegan gratuitamente a tus manos, y nunca tendrás que hacerte preguntas, sin obtener la respuesta adecuada.

José Aniorte Alcaraz
                                 

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NADIE VIENE DESTINADO PARA SER UN 
                           CRIMINAL

El hombre que comete un homicidio ¿sabía, al elegir su vida, que se convertiría en criminal? 
- No. Conocía que al optar por una existencia de luchas había posibilidades para él de dar muerte a un semejante, pero ignoraba si lo haría, porque casi siempre hay en el hombre deliberación antes de cometer el crimen. Ahora bien, el que delibera sobre algo es en todos los casos libre de hacerlo o de no hacerlo. Si el Espíritu supiera por anticipado que, ya en su condición de hombre, debía ser autor de un homicidio, estaría entonces predestinado a ello… Y sabed que no hay nadie que se halle predestinado al crimen, y que todo asesinato, como cualquier otro acto, es siempre el resultado de la voluntad y del libre albedrío. 
Por otro lado, confundís continuamente dos cosas muy diversas: los sucesos materiales de la existencia y los actos de la vida moral. Si en ocasiones hay fatalidad, es en esos acontecimientos materiales cuya causa está fuera de vosotros y que son indepen-dientes de vuestra voluntad. En cuanto a los actos de la vida moral, ellos emanan siempre del hombre mismo, que en todos los casos tiene, por tanto, la libertad de elegir. Para esos actos, pues, no hay jamás fatalidad. 
862. Existen personas a las cuales nada sale bien y a quienes un genio malo parece perseguir en todas sus empresas. ¿No se puede llamar a esto fatalidad? 

- Es fatalidad, si quieres denominarla así, pero resulta de la elección de la clase de existencia, porque tales personas han querido ser probadas mediante una vida de desilusiones, a fin de ejercitar su paciencia y su resignación. No obstante, no creas que esa fatalidad sea absoluta. Es a menudo el resultado del camino erróneo que han tomado y que no está en relación con su inteligencia y aptitudes. El que quiere cruzar a nado un río y no sabe nadar tiene muchas posibilidades de ahogarse. Así sucede en la mayoría de los acontecimientos de la vida. Si el hombre sólo iniciara empresas que estuviesen en relación con sus facultades, casi siempre obtendría buenos resultados. Lo que le pierde es su amor propio y su ambición, que lo desvían de su senda y le hacen tomar por una vocación lo que en realidad es el deseo de satisfacer ciertas pasiones. Fracasa y tiene la culpa, pero en lugar de atribuírselo a sí mismo prefiere acusar de ello a su mala estrella. Uno que hubiese sido un buen operario y que se hubiera ganado honradamente la vida, sería en cambio un mal poeta y moriría de inanición. Para todo el mundo habría lugar si cada cual supiera ocupar el que le corresponde. 

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS 
ALLAN KARDEC. 

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           INTELIGENCIA Y MORALIDAD

265. La inteligencia está lejos de ser una señal cierta de superioridad, porque la 
inteligencia y la moral no siempre marchan juntas... Un Espíritu puede ser bueno, benévolo 
y tener conocimientos limitados, mientras que un Espíritu inteligente e instruido puede 
ser muy inferior en moralidad. 
Se cree con bastante generalidad que, preguntando al Espíritu de un hombre que 
ha sido sabio en una especialidad sobre la Tierra, se obtendrá con más facilidad la verdad; 
esto es lógico y, sin embargo, no es siempre verdadero. La experiencia demuestra 
que los sabios, lo mismo que los otros hombres, sobre todo aquellos que han dejado la 
Tierra hace poco, están aun bajo el imperio de las preocupaciones de la vida corporal; no 
se desprenden inmediatamente del Espíritu de sistema. Puede, pues, suceder, que bajo 
las influencias de las ideas que tuvieron cuando vivían y con las cuales se hicieron un 
titulo de gloria, vean menos claro de lo que nosotros lo pensamos. No damos este 
principio como una regla, mucho le falta; decimos únicamente que esto se ve, y que por 
consiguiente su ciencia humana no siempre es una prueba de infalibilidad como Espíritu.. 

EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS 
ALLAN KARDEC 

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