Buenas tardes; hoy os presento:
- Entre la Tierra y el Cielo: la gran epopeya espiritual
-Fatalidad
-¿ Cómo es la Ley de Consecuencias ?
- Guías espirituales
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ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO: LA GRAN
EPOPEYA ESPIRITUAL
Nos dice el Espíritu Manuel P. de Miranda, en el libro Senderos de Liberación, que «El origen del ser se pierde en las remotas eras de la Creación, cuando el psiquismo fue generado y comenzó a evolucionar, atravesando los reinos mineral, vegetal, animal, hoy hominal y mañana angélico, en dirección al porvenir sin límites.»
La Ciencia nos enseña que la evolución de las especies se ha producido a lo largo de milenios, de una manera lenta, progresiva y gradual, desarrollando formas cada vez más perfeccionadas, en una sucesión continua cuyos anillos tienen su punto de contacto con el que le precede y con el que le sigue, hasta llegar, después de innumerables siglos, al ser humano, el último eslabón de toda esa inmensa cadena evolutiva.
La Doctrina Espírita, por su parte, complementa dicha información añadiendo que toda esta larguísima epopeya evolutiva hasta alcanzar la fase humana ha sido la consecuencia de otra evolución, ignorada por la Ciencia: la evolución del psiquismo espiritual, que preside, condiciona y ha posibilitado, en todo momento, la evolución de las especies tal y como la conocemos hoy en día. Es decir, que la evolución es simultánea e interdependiente, la evolución es física pero, sobre todo, la evolución es espiritual.
Para facilitar una mejor e imprescindible visión global de la evolución, tanto en la parte física como en la parte espiritual, se debe tener siempre muy presente la advertencia que nos hace el Espíritu André Luiz, en el libro Evolución en dos mundos, cuando nos afirma que «No podemos limitar la experiencia del principio espiritual al plano físico, dado que, a través del nacimiento y muerte de la forma, sufre constantes modificaciones en los dos planos en que se manifiesta».
El principio espiritual, en esa larga peregrinación entre la Tierra y el Cielo, ha sufrido constantes modificaciones y mutaciones adaptativas en su “cuerpo astral”, las cuales refleja, automáticamente, en todas y cada una de sus nuevas experiencias en el mundo material, provocando,consecuentemente, la génesis orgánica en la esfera física.
De las informaciones y revelaciones que hemos ido recibiendo de la Espiritualidad Amiga podemos conocer que el principio espiritual, desde el mismo momento de su creación, ya lleva en su intimidad una especie de chip en el que está perfectamente marcada la finalidad para la que ha sido creado, con todas las infinitas posibilidades de desenvolvimiento con que Dios lo ha dotado y que lo deberá ir desarrollando paulatinamente en sus continuos contactos con la materia. La Doctrina Espírita, por su parte, complementa dicha información añadiendo que toda esta larguísima epopeya evolutiva hasta alcanzar la fase humana ha sido la consecuencia de otra evolución, ignorada por la Ciencia: la evolución del psiquismo espiritual, que preside, condiciona y ha posibilitado, en todo momento, la evolución de las especies tal y como la conocemos hoy en día.
A partir de sus primeras manifestaciones, el principio espiritual ha de constituir un proceso único, obedeciendo a una disciplina y a una Causalidad Absoluta, que es Dios, donde tendrá que vivir la más fantástica de todas las odiseas, entre la Tierra y el Cielo, es decir, entre la esfera física y las esferas extrafísicas: la construcción y el modelaje de cuerpos cada vez más perfectos que le sirvan como medio de expresión y de exteriorización, a medida que sienta la necesidad de expresar mayores avances y nuevas facultades, conforme al impulso de ese chip, de ese molde mental, que lleva consigo desde su creación, hasta concretarse, después de innumerables milenios, en la especie humana.
Y para alcanzar esa meta que le aguarda, el principio espiritual, rudimentario y básico en sus inicios, recorrerá los reinos inferiores de la naturaleza, estacionándose en cada uno de ellos innumerables años. Allí se irá elaborando e individualizando, escalando muy lentamente, peldaño a peldaño, en múltiples y sucesivas repeticiones y experiencias en una metamorfosis continuada hacia formas cada vez más complejas en lo morfológico y una expansión constante y creciente en lo psíquico. Partirá de la inconsciencia total hasta alcanzar las últimas etapas de la escala animal, donde la realización del psiquismo ha hecho un inmenso progreso y los primeros albores del raciocinio y de la inteligencia, preámbulo del ser humano, empiezan a ser visibles, lo que prepara y faculta al principio espiritual para dar el paso más importante en su evolución hasta el momento, donde «sufre una transformación y se convierte en Espíritu, inaugurándose el periodo de la humanidad» (El Libro de los Espíritus, ítem 607-b).
La cuestión nº189 de El Libro de los Espíritus nos aclara que «En su origen, no tienen los Espíritus más que una existencia instintiva y apenas tienen conciencia de sí mismos y de sus actos. Sólo poco a poco se desarrolla la inteligencia». Como consecuencia de ello, a partir de las primeras experiencias del Espíritu y, durante muchísimo tiempo, existirá un largo periodo de transición en el que los rasgos y características provenientes de la animalidad aún estarán demasiado arraigadas en el ser humano, donde la lucha en esas primeras encarnaciones tendrá por móvil esencial, por encima de cualquier otra necesidad, exactamente las mismas cuestiones que en el animal, es decir, la satisfacción de todos los instintos y sensaciones materiales relacionados con la supervivencia y la conservación.
Pero la evolución es una ley divina ineludible, de manera que, instado y orientado por los Amigos de la Espiritualidad que lo custodian en su marcha, aquél ser humano primitivo que hasta entonces se regía sólo por instintos procedentes de la fisiología, con el transcurso del tiempo, empieza a indagar sobre las causas y el porqué de las cosas. La idea moral de la vida, más allá de las meras cuestiones de la supervivencia del día a día, comienza, por primera vez, a preocupar en la mente del ser humano, en el que irán surgiendo poco a poco otras necesidades y otras inquietudes más allá de las puramente de subsistencia, que le abrirán nuevas expectativas y lo harán evolucionar donde, paulatinamente, el instinto, el intelecto y el sentido moral se irán equilibrando.
El Espíritu, a partir de entonces, a medida que vaya incorporando nuevas actitudes en su existencia, logrará poco a poco despertar su conciencia y, por esa conciencia despierta, aparece el libre albedrío, la responsabilidad y los principios de la Ley de Causa y Efecto, que asegura al Espíritu la libertad de elección pero imponiéndole, al mismo tiempo, los resultados de esa elección, tanto en la esfera física como en el mundo espiritual.
El Espíritu, por tanto, no podrá, en una sola existencia como ser humano, desarrollar el sentido moral y alcanzar la perfección en el Amor y en el Conocimiento a la que está destinado, sino que necesitará de muchas experiencias, de todas las que sean necesarias. Empezará a escribir el libro de su Vida, página a página, reencarnación tras reencarnación, forjando poco a poco su historia, grabando en su propia intimidad todas sus derrotas y todas sus conquistas, todas sus miserias y todas sus grandezas, rumbo a ese porvenir sin límites que le aguarda.
Y, de este modo, reencarnación y desencarnación se irán alternando en la gran epopeya espiritual entre la Tierra y el Cielo, donde la cuna pondrá de manifiesto, en cada nuevo proceso reencarnatorio, que el pasado de cada uno de nosotros siempre nos acompaña y está presente, recibiendo, el Espíritu reencarnante el cuerpo físico adecuado para que pueda enfrentar las circunstancias y situaciones, favorables o no, pero que son las necesarias para el éxito en los trabajos y en el aprendizaje que le aguarda en su nueva jornada física.
Por otro lado, después de la tumba, el Espíritu se ha de encontrar, exactamente, con el resultado de su conducta y proceder en la Tierra en la precedente jornada corporal. Esas consecuencias comienzan en el mismo proceso de su desprendimiento del cuerpo material, así como en la posterior turbación espiritual; determinando, todo ello, el estado feliz o desventurado del Espíritu, así como su correcta adaptación al nuevo plano de vida que le aguarda, situándose en el correspondiente plano vibratorio, de acuerdo a su comportamiento mientras hizo uso del cuerpo físico.
Y, así, tantas veces como sea necesario, tantas reencarnaciones como cada uno de nosotros necesite, siendo el Espíritu, en todo momento, en ambos planos, heredero de sí mismo, de todo su pasado y de todas sus obras. Una vez llegado a este punto, de una manera serena, pero responsable y consciente, debemos preguntarnos: ¿hasta dónde podemos llegar en nuestra evolución espiritual?
En la cuestión nº116 de El Libro de los Espíritus se nos afirma, de una manera rotunda y contundente, que «todos los Espíritus llegarán a ser perfectos». En el libro Volví, el Espíritu que se presentó a nosotros como el Hermano Jacobo, nos dice que «toda criatura humana conquistará las condiciones del Sabio y del Ángel, en mayoría de edad divina». ¿Qué quiere decir, exactamente, eso de ser perfecto y de alcanzar la condición de Sabio y de Ángel? Dios, para mostrarnos cuál es el camino para alcanzar ese objetivo final al que estamos todos destinados, a lo largo de los tiempos, nos ha enviado diferentes profetas, sabios, misioneros..., siendo Jesús, de entre todos ellos, «el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al ser humano para que le sirviese de guía y modelo» (El Libro de los Espíritus, nº 625).
Jesús, nuestro Amigo y Maestro, modelo y guía de la humanidad, nos reveló algo realmente extraordinario y significativo que nos ha de indicar, claramente, hasta dónde podemos llegar en nuestra evolución espiritual: «En verdad os digo: el que cree en Mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores que éstas hará» (Evangelio de San Juan, 14:12). Jesús, profundo conocedor de las Leyes de Dios, con esas palabras nos dejó claramente expuesto que las perfectas Leyes Divinas funcionan igual para todos los seres. Es decir, Jesús también empezó desde cero, igual que todos nosotros, y necesitó de un aprendizaje, igual que todos nosotros, hasta llegar a ser el guía y modelo de la humanidad, del mismo modo que todos nosotros, algún día, alcanzaremos la perfección y esa condición de Sabio y de Ángel a la que hacía referencia el Hermano Jacobo.
Nos encontramos, todos nosotros, ahora, a esta altura de la evolución, a medio camino entre los instintos de la bestia, más o menos reprimidos y educados, y ese objetivo real de nuestra marcha, de la crisálida del ángel, del ser radiante y puro que podemos llegar a ser a través de la renovación moral y del esfuerzo constante.
El Espíritu de Verdad nos marca la siguiente directriz: «¡Espíritas! amaos: he aquí el primer mandamiento; ¡Espíritas! instruíos: he aquí el segundo» (El Evangelio según el Espiritismo, cap. VI, ítem 5). ¿Os podéis imaginar, aunque sea por un solo momento, si este ejemplo fuera contagioso y se expandiera como una epidemia por todas partes del mundo, lo que podría llegar a significar? Pues dejemos de imaginar y empecemos a trabajar para que ello pueda ser posible, porque el Espiritismo sólo es beneficioso y útil para aquél de quien se pueda decir: “Éste, sin duda, está luchando para ser hoy mejor que ayer”.
Amalia Domingo Soler, la poetisa del Espiritismo, decía que hemos de llegar a Dios por el Amor y por la Ciencia. En consecuencia, practiquemos la caridad para ser buenos y estudiemos para ser sabios, avanzando en dirección a ese porvenir sin límites al que hacíamos referencia al principio, en nuestra gran epopeya espiritual entre la Tierra y el Cielo.
- Alfredo Tabueña-
(Tomado de la Rev. Espírita nº 8 de la FEE)
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FATALIDAD
¿ Hay una fatalidad en los acontecimientos de la vida, según el sentimiento ligado a esta palabra; significa que todos los acontecimientos son predeterminados, y en ese caso, en que se queda el libre albedrío?
— La fatalidad solo existe en lo tocante a la elección hecha por el Espíritu al encarnar, de sufrir esta o aquella prueba; al escogerla él traza para sí mismo una especie de destino, que es la propia consecuencia de la posición en que se encuentra. Hablo de las pruebas de naturaleza física, porque en lo tocante a las pruebas morales y las tentaciones, el Espíritu, conservando su libre albedrío sobre el bien y el mal, es siempre dueño de ceder o de resistir. Un buen Espíritu, al verlo flaquear, puede correr en su auxilio pero no puede influir sobre él hasta el punto de cambiarle su voluntad. Un Espíritu malo, o sea, inferior, al mostrarle o exagerar un peligro físico, puede agitarlo o asustarlo, pero la voluntad del Espíritu encarnado no queda por eso menos libre de cualquier obstáculo.
852. Hay personas que parecen perseguidas por una fatalidad, independientemente de su manera de actuar; ¿la desgracia está en su destino?
— Son, tal vez, pruebas que deben sufrir y que ellas mismas escogieron. Aunque una vez que lleguéis al final de destino, lo que casi siempre es a consecuencia de vuestra propia falta, en medio de los males que os aflijan, cuidar de que vuestra conciencia esté pura y os sentiréis medio consolados.
Comentario de Kardec:
Las ideas justas o falsas que nos hacemos de las cosas que nos hacen vencer o fracasar, según sea nuestro carácter y nuestra posición social. Encontramos mas simple y menos humillante para nuestro amor-propio atribuir nuestros fracasos a la suerte o al destino, antes que a nosotros mismos. Si la influencia de los Espíritus contribuye algunas veces para eso, podemos siempre substraernos a ella, repeliendo las ideas malas que nos sean sugeridas.
853. Ciertas personas escapan a un peligro mortal para caer en otro; parece que no pueden escapar a la muerte. ¿No hay en eso fatalidad?
— Fatal, no es el verdadero sentido de la palabra, solo lo es el instante de la muerte. Llegado a ese momento, de una forma o de otra, este no podéis evitarlo.
853 – a) Así, ¿cualquiera que sea el peligro que nos amenace, no moriremos si nuestra hora no llegó?
— No, no morirás, y tienes de esto millares de ejemplos. Pero cuando llegue tu hora de partir, nada te librará. Dios sabe con antelación cual es el género de muerte por la que partirás de aquí, y frecuentemente tu Espíritu también lo sabe, pues eso le fue revelado cuando hizo la elección de esta o de aquella existencia.
854.¿ De la infalibilidad de la hora de la muerte, se sigue que las precauciones que se toman para evitarlo son inútiles?
— No, porque las precauciones que tomáis vosotros os son sugeridas con el fin de evitar una muerte que os amenaza; son uno de los medios para que ella no se verifique.
855. ¿ Cual es el motivo de la Providencia al hacernos correr peligros que no deben tener consecuencias?
—Cuando tu vida se encuentra en peligro, es esa una advertencia que tu mismo deseaste, a fin de desviarte del mal y volverte mejor. Cuando escapas a ese peligro, aun bajo la influencia del riesgo que pasaste, piensas con mayor o menor intensidad, bajo la acción más o menos fuerte de los buenos Espíritus, y te volverás mejor. El mal Espíritu retornando ( digo malo sobreentendiendo el mal que todavía existe en él), piensas que escaparás de la misma manera a otros peligros y dejas que tus pasiones se desencadenen de nuevo. Por los peligros que correis, Dios os recuerda vuestra debilidad y la fragilidad de vuestra existencia. Si examinamos la causa y la naturaleza del peligro, veremos que en la mayoría de las veces, las consecuencias fueron el castigo por una falta cometida o de un deber no bien cumplido. Dios os advierte para que reflexionéis sobre vosotros mismos y que os enmendéis.
-A. Kardec-
(Ver os itens 526 a 532.)(1)
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¿Cómo es la Ley de Consecuencias?
Ya conocemos que el Ser humano, además de tener un cuerpo físico y ser esencialmente un Espíritu, este Ser queda unido al mismo por otro cuerpo de energía densa, semimaterial, de un aspecto semejante al cuerpo carnal que se abandona con la muerte del mismo.
Esa envoltura periespiritual del Ser, se puede depurar, iluminar u oscurecer, según la clase de pensamientos y actuaciones del Ser espiritual que mora en ella, los cuales se reflejan. Así se entiende que todo acto y todo pensamiento, de la clase que sea, no pasa desapercibido, sino que actúa sobre el periespíritu, quedando registradas en él las consecuencias inevitables de los mismos.
Antes de renacer de nuevo como persona, el Ser Espiritual, de antemano lleva grabados en su periespíritu las matrices de cómo será su cuerpo físico futuro, según lo que necesita para su evolución en esa existencia humana, con las expiaciones físicas y hasta psíquicas que le son necesarias experimentar.
La Ley de Causa y Efecto valora y registra las vibraciones de los pensamientos, sentimientos, deseos y acciones de la vida de cada Ser humano, determinando así la clase de existencia, las pruebas y demás situaciones que tendrá que afrontar en el futuro, siempre buscando el reajuste y el equilibrio del Ser dentro de los cauces de la Ley del Amor. Es una forma sabia de enseñarnos a no repetir los mismos errores. Así se comprende que Dios mediante esta Ley no castiga, sino que corrige.
De hecho los que componemos la Humanidad actual no somos nada mas que los mismos Seres espirituales que ya vivimos en otras épocas como seres humanos, y hemos venido a esta vida a afrontar las consecuencias de nuestros actos del pasado que , a juzgar por como son las circunstancias que afectan en general a la Humanidad en su conjunto, debieron tener un balance negativo; por eso se dice con razón que la felicidad no es de este mundo.
Estas consecuencias las tendremos que afrontar para valorar finalmente lo positivo o negativo de nuestra conducta, conduciéndonos así a adquirir un recto pensar, un recto sentir y un recto actuar, de modo que toda nuestra vida discurra dentro de los cauces que señala la Ley del Amor, y el karma negativo que podamos afrontar actualmente, lo transformemos en un factor positivo..
Todas nuestras acciones pasadas y presentes, y todas las circunstancias particulares en las que se desenvuelve nuestra vida, se relacionan y se enlazan respectivamente con el presente y con el futuro, no existiendo ninguna circunstancia que no tenga que ver con lo vivido anteriormente.
Las actuaciones y pensamientos de cada uno, actúan como una Causa que genera unos efectos que se manifiestan en el plano físico, a veces de forma no inmediata, a modo de reajuste para equilibrar las consecuencias. Pero esto no supone fatalismo, porque si durante la vida humana el Ser adquiere méritos de valor moral, se desarticulan los condicionamientos impuestos para el sufrimiento y se restablece la armonía de los centros psicosomáticos que pasan a generar vibraciones de equilibrio que se manifiestan en el cuerpo físico en forma de salud, equilibrio mental, alegría etc. Por el contrario, si por indolencia, frivolidad o indiferencia, se acomoda en la vida sin hacer nada positivo, termina por despertar el mecanismo de la advertencia, desorganizando su salud física y causando como consecuencia el desajuste molecular del cuerpo físico ,así como las condiciones orgánicas favorables para que las enfermedades y dolencias aparezcan. Puesto que esta ley no es la de la fatalidad, en cada encarnación el karma se pude modificar a través de los actos positivos y la experiencia que se vive en la materia. La educación y las costumbres del pueblo en donde el Ser nace y vive, le dan nuevas características morales e intelectuales.
La ley de Consecuencias es, sobre todo, una ley cósmica de justicia, porque hace que antes o después experimentemos en nosotros mismos el resultado de nuestras acciones, “dándonos a beber de nuestra propia medicina”, que a veces nos resulta tan desagradable y amarga como saludable, porque, de paso, se equilibran y borran de nuestra Alma las consecuencias negativas de los errores del pasado, en esta vida o en otras anteriores.
Asimismo viene a significar el destino de las personas en cada vida, y este no es ciego o producto de la buena o mala casualidad o de la suerte, sino el resultado de esta ley justa y equitativa que nos proporciona las experiencias que necesitamos asimilar para corregirnos y evolucionar.
Tal y como dijo Einstein, Dios no juega a los dados la suerte del Ser humano; no existe, por tanto, la casualidad ni el azar en el entorno y circunstancias humanas; todo tiene una causa y un por qué, aunque no siempre seamos capaces de comprenderlo así.
Del mismo modo que esta ley, actúa para corregir acciones de mal, también funciona igualmente cuando actúa en el bien, recogiendo los beneficios del mismo, por eso cuando se actúa haciendo el bien a los demás, o incluso simplemente deseándolo para otro, ya se comienza a percibir el fruto correspondiente al recibir este bien para uno mismo, sintiéndolo en forma de satisfacción, paz interior, alegría, etc.
Por lo hasta aquí expuesto, vemos como esta Ley Espiritual y natural, tiene eminentemente un carácter moral y es conductora del Espíritu humano por los caminos de una correcta evolución. También es retributiva, pues siempre nos devuelve una retribución a modo de cosecha del mismo género de lo que cada uno sembramos antes voluntariamente. Al meditar en esta Ley, se comprende mejor el alcance de esta frase de Jesucristo: “ No hagas a tu hermano lo que no quisieras que te hicieran a ti”.
- Jose Luis Martín-
PARA MEDITARLO:
“ El mal que haces a los demás es lo mismo que hacerte mal a ti mismo. El día que comprendas esto, el perdón será muy fácil para ti”
Toni de Mello-“Testigo de la Luz”
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GUÍAS ESPIRITUALES.
Reflexión
Los guías espirituales nos ayudan a superar las adversidades en nuestra vida cotidiana,las fases de salud difíciles y a progresar espiritualmente.
A los guías espirituales los podemos ver u oír cuando nos hallamos en meditación o en un sueño profundo.
A veces hacen que sepamos de su presencia susurrándonos al oído,acariciándonos el pelo o proporcionándonos presentimientos o pensamientos intuitivos.
Otros signos de su presencia son una repentina sensación de “ telaraña “ en la cara,una fragancia floral o una súbita ráfaga de aire cálido,también nos hablan mediante la voz de la conciencia.
Estas pueden ser manifestaciones amistosas o advertencias de peligro.
La mayoría de nosotros recibimos mensajes directos de contacto espiritual mediante el sueño y sin importar si los recordamos o no,nuestro celebro los registra.
Si es posible,siempre al despertar hay que intentar transcribir de inmediato esos mensajes o pensamientos.
Ángeles C.M.
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