viernes, 15 de diciembre de 2017

La paternidad: Una misión




Hoy tenemos para seguir con nuestra formación:

- El Umbral: Expiación de espíritus inferiores
- La Beneficiencia
-Di siempre la verdad
- Elevación y Meditación
- La paternidad: Una misión


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El Umbral : Expiación  de espíritus inferiores



                                  
Viernes 15 de  diciembre  de 2017

Queridos amigos, hola buenos días, hemos llegado al final de la semana, es viernes, y  mañana seguramente muchos descansaran, hasta el lunes, que buena es la vida en un país organizado, con unas reglas para bien vivir, vemos que  muchas veces aunque nuestras situación  material no sea  buena, si tenemos una mente equilibrada, todo lo sobrellevaremos con más resignación, siempre  se nos olvida que cualquier tormenta que nos caiga, con un paraguas sus efectos serán menos catastróficos, por eso el equilibrio emocional es importantísimo.

   La ley de causa y efecto nos enseña que tarde o temprano cada quien cosecha lo que siembra. Esta es una ley universal que rige tanto el mundo material como el mundo espiritual. Así es que somos los constructores de nuestra felicidad o desdicha en el mundo espiritual. Nadie nos juzga en la vida futura. Nadie decide nuestro destino. Somos nosotros los únicos responsables. Si no nos preparamos  de antemano, al momento de nuestra desencarnación se activarán mecanismos automáticos que nos enviarán al lugar que nos corresponde.

   Pobres de los que desesperan y deciden terminar con su vida, porque lejos de encontrar el descanso siguen con sus padeceres que aumentan por su cobardía, y el Umbral  les espera, que según Adré Luiz, fue al que el fue cuando desencarno, pues aunque no se quito la vida con un arma, si lo hizo no tratando a su cuerpo como debía, los excesos del alcohol le llevaron a enfermarlo,

    “El Umbral comienza en la superficie terrestre. Es la zona oscura de cuantos en el mundo no se resolvieron a atravesar las puertas de los deberes sagrados a fin de cumplirlos, demorándose en el valle de la indecisión o en el pantano de los numerosos errores...Por tanto, el Umbral funciona como región destinada al agotamiento de residuos mentales; una especie de zona purgatoria, donde se quema por cuotas el material deteriorado de las ilusiones que la criatura adquirió al mayor menospreciando la sublime oportunidad de una existencia terrenal... Hay legiones compactas de almas irresolutas e ignorantes, que no son suficientemente perversas para ser enviadas a colonias de reparación más dolorosa, ni bastante nobles para ser conducidas a planos de elevación. Constituyen legiones de habitantes del Umbral, compañeros inmediatos de los hombres encarnados, separados de ellos apenas por leyes vibratorias... Allí viven y se agrupan los rebeldes de toda especie... Pues el Umbral está repleto de desesperados. Por no encontrar al Señor a disposición de sus caprichos... esas criaturas se rebelan y demoran en mezquinas edificaciones”.

   Todos los espiritas saben muy bien lo que es el Umbral saben que su  significado es una región espiritual próxima a nuestro plano, donde irán los espíritus endeudados, perturbados y desequilibrados, después de la vida terrestre. Allí están, de forma transitoria, los que en la Tierra no se condujeron como debieron. Los desertores de los sagrados deberes filiales, paternales, o fraternales. Es una región oscura a donde vamos conducidos por nuestra insensatez, desidia o por los apegos a las cosas materiales. Allí nuestra realidad es construida por nosotros, por nuestros pensamientos.


    Siempre en nuestra ignorancia y en existencia pasadas hemos temido a un infierno del que no se podía salir, al que estábamos condenados al fuego perenne, la condenación eterna, y eso sirvió para que muchos hermanos ignorantes se volvieran peores pues no tenían salvación. Con la doctrina espirita todo ha cambiado, estaremos si no somos buenos, en un lugar desagradable y sufriendo por nuestros males, pero esa condena será hasta que nosotros queramos, porque si nos volvemos para el bien, saldremos enseguida, un hombre verdaderamente arrepentido puede obrar maravillas en sí, siempre estaremos encarcelados en nuestra cárcel pero con puertas de salida, no hay condena eterna, no hay un Padre justiciero, y si un Padre amoroso, que nos espera a todos.

   Sabido es que el pensamiento es energía. En el mundo de los espíritus esa energía tiene plasticidad y toma forma. Y según le explicó Lisias a André Luiz, ese es el propósito preciso para demorarnos en esta región, quemar a plazos el material de nuestras creaciones mentales desequilibradas, los excesos, o como él mismo señaló “todo lo que no tiene finalidad para la vida superior”. De lo que se desprende que tanto la necesidad de visitar el Umbral y, en tal caso, la duración como la intensidad de la estadía, dependerán del progreso espiritual y moral adquirido por cada persona.

Dice André Luiz que “Nuestra posición mental determina el peso específico de nuestro envoltorio espiritual y, consecuentemente, el hábitat que le compete. Mero problema de patrón vibratorio”.
Ahora, si quisiéramos escapar de los mundos ásperos, groseros, sombríos en los que abunda la tristeza y el dolor y nos preguntamos cuál es la ruta hacia las moradas felices aparejadas para nosotros por Jesús, la respuesta nos llega a través de los milenios. La voz de Cristo resuena por los siglos para indicarnos la ruta: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.

Amigos, no podemos decir que no tenemos un protector para navegar en este mundo, nadie podrá decir ante la Justicia Divina que la ausencia de recursos  les hizo zozobrar en el camino, todos tenemos acceso a ese manuscrito que Jesús nos dejó, procuremos leer y aprender sus lecciones para merecer el cielo que todos queremos conquistar…

Os deseo un buen fin de  semana y que la Luz del padre ayude a todos y de una manera especial a los compañeros que nos han pedido auxilio, “Señor no nos abandones”.  Merchita 



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                      LA BENIFICIENCIA 



11. La beneficencia, amigos míos, os dará en este mundo los más puros y más dulces goces; los goces del corazón que no son turbados por el remordimiento, ni por la 
indiferencia. ¡Oh! si pudiéseis comprender todo lo que encierra de grande y suave la 
generosidad de las almas bellas, sentimiento que hace que se mire a otro como a sí 
mismo, y que uno se despoja con gusto para vestir a su hermano. ¡Que Dios os permita, 
mis queridos amigos, poderos ocupar en la dulce misión de hacer felices a los otros! No  hay fiestas en el mundo que puedan comparar a esas fiestas alegres, cuando, 
representantes de la divinidad, volvéis la calma a las pobres familias que sólo conocen la 
vida de las vicisitudes y amarguras, cuando súbitamente véis a esos rostros ajados brillar 
de esperanza, porque no tenían pan; a esos desgraciados, y sus tiernos hijos, que 
ignorando que vivir es sufrir, gritaban, lloraban y repetían esas palabras que penetraban 
como un cuchillo agudo en el corazón maternal. ¡Tengo hambre....! ¡Oh! comprended cuán deliciosas son las impresiones de aquel que ve renacer la alegría allí en donde un momento antes no veía otra cosa que desesperación. 

     ¡Comprended cuáles son vuestras obligaciones hacia vuestros hermanos! Marchad, 

marchad al encuentro del infortunio; marchad a socorrer sobre todo las miserias ocultas, 
porque éstas son las más dolorosas. Marchad, queridos míos, y acordáos de estas 
palabras del Salvador: "Cuando vistáis a uno de estos pequeños, pensar que a mí es a 
quien lo hacéis!" 

    ¡Caridad!, palabra sublime que resume todas las virtudes, tú eres la que debe 
conducir los pueblos a la felicidad; practicándote se crearán goces infinitos para el porvenir, y durante su destierro en la tierra, tú serás su consuelo, el principio de los goces que disfrutarán más tarde cuando se abracen todos juntos en el seno del Dios de amor. Tú eres, virtud divina, la que me has procurado los solos momentos de felicidad que he tenido en la Tierra. Que mis hermanos encarnados puedan creer la voz del amigo que les habla y les dice: En la caridad debéis buscar la paz del corazón, el contentamiento del alma, el remedio contra las aflicciones de la vida.¡ Oh! cuando esteis a punto de acusar a Dios, echad una mirada por debajo de vosotros, y veréis cuántas miserias hay que consolar; ¡cuántos pobres niños sin familia; cuántos ancianos sin tener una mano amiga para socorrerles y cerrarles los ojos cuando la muerte los llama! 

    ¡Cuánto bien puede hacerse! Oh, no os quejéis; por el contrario, dad gracias a Dios, y 

prodigad a manos llenas vuestra simpatía, Vuestro amor, vuestro dinero a todos aquellos que desheredados de los bienes de este mundo, languidecen en el sufrimiento y en el aislamiento. Aquí en la tierra recogeréis goces muy dulces, y más tarde...¡Dios sólo lo sabe! (Adolfo, obispo de Argel. Bordeaux, 1861). 

12. Sed buenos y caritativos, esta es la llave de los cielos que tenéis en vuestras manos, toda la felicidad eterna está encerrada en esta máxima; Amáos unos a otros. El alma no puede elevarse en las regiones espirituales sino por abnegación y amor al prójimo; sólo encuentra felicidad y consuelo en los impulsos de la caridad; sed buenos, sostened a vuestros hermanos, dejad a un lado la horrible plaga del egoísmo; llenando este deber, se os abrirá el camino de la felicidad eterna. Por lo demás, ¿quién de entre vosotros no ha 
sentido latir su corazón, dilatarse su alegría interior al oir contar un bello sacrificio o una 
obra verdaderamente caritativa? Si sólo buscaseis el deleite que proporciona una buena 
acción, estaríais siempre en el camino del progreso espiritual. Los ejemplos no faltan; 
sólo las buenas voluntades son raras. Mirad la multitud de hombres de bien cuya piadosa 
memoria os recuerda la Historia. 

   ¿No os ha dicho Cristo todo lo que concierne a estas virtudes de caridad y de 
amor? ¿por qué dejáis a un lado esas divinas enseñanzas? ¿por qué se cierran los oídos a sus divinas palabras y el corazón a todas sus dulces máximas? Yo quisiera que se fijase más la atención y hubiese más fe en las lecturas evangélicas, pues se abandona ese libro y se ha hecho de él una palabra vacía, una carta cerrada: se echa al olvido ese código admirable, y vuestros males provienen del abandono voluntario que hacéis de ese resumen de leyes divinas. Leed, pues, esas páginas ardientes del afecto de Jesús, y meditadlas. 

   Hombres fuertes, ceñíos; hombres débiles, haced armas de vuestra dulzura, de 
vuestra fe y tened más persuasión, más constancia en la propagación de vuestra nueva doctrina; sólo hemos venido a daros ánimo para estimular vuestro celo y vuestras virtudes, sólo para esto nos permite Dios que nos manifestemos a vosotros; pero si se quisiera, no habría necesidad de otra cosa que de la ayuda de Dios y de su propia voluntad; las manifestaciones espiritistas sólo se han hecho para los ojos cerrados y corazones indóciles. 

    La caridad es la virtud fundamental que debe sostener todo el edificio de las 
virtudes terrestres; sin ellas, las otras no existen. Sin la caridad no hay esperanza en una vida mejor, no hay interés moral que nos guíe; sin caridad no hay fe, porque la fe sólo es un rayo puro que hace brillar a un alma caritativa. 

    La caridad es el áncora eterna de salvación en todos los globos; es la más pura   
emanación del mismo Criador: es su propia virtud que El da a la criatura. ¿Cómo fuera 
posible desconocer a esta suprema bondad? Con este pensamiento, ¿cuál seria el corazón con suficiente perversidad para rehusar y rechazar ese sentimiento enteramente divino? ¿Cuál sería el hijo bastante malo para sublevarse contra esta dulce caricia: la caridad? 
Yo no me atrevo a hablar de lo que he hecho, porque los espíritus tienen también el pudor de sus obras; pero creo que la que he empezado, es una de las que deben contribuir más al alivio de vuestros semejantes. Veo que los espíritus muchas veces piden por misión continuar mi tarea; veo a mis buenas y queridas hermanas en su piadoso y divino misterio; las veo practicar la virtud que os recomiendo, con toda la alegría que procura esa existencia de abnegación y sacrificios: para mí es una felicidad grande el ver tan honrado su carácter, estimada su misión y dulcemente protegida. 

   Hombres de bien, de buena y grande voluntad, uníos para continuar la grande obra de 

propagación de la caridad: vosotros hallaréis la recompensa de esta virtud en su mismo 
ejercicio: proporciona todos los goces espirituales desde la vida presente. Uníos, amáos 
unos a otros según los preceptos de Cristo. Amén. (San Vicente de Paul. París, 1858.) 

13. Yo me llamo la caridad, soy el camino principal que conduce a Dios; seguidme, porque soy el objeto al que debéis todos aspirar. 

   Esta mañana he hecho mi paseo habitual, y con el corazón lastimado vengo a 
deciros: ¡Oh! amigos míos,qué miserias, qué lágrimas y cuánto tenéis que hacer para secarlas todas! He procurado vanamente consolar a las pobres madres; las he dicho al oído: ¡Animo! ¡hay buenos corazones que velan por vosotras, no os abandonarán, paciencia! Dios está aquí, sois sus amadas, sois sus elegidas. Parece que me oyen y vuelven a mí sus grandes ojos extraviados, pues leía en su pobre rostro que su cuerpo, ese tirano del espíritu, tenía hambre, y que si mis palabras serenaban un poco su corazón, no llenaban su estómago. 

    Repetía otra vez, ¡ánimo, ánimo!, y entonces una pobre madre, joven aun, que   
amamantaba a su hijito, lo ha tomado en sus brazos y lo ha levantado como rogándome 
que protegiese a aquel pobre pequeño ser que sólo sacaba de su seno estéril un alimento 
insuficiente. 

    En otra parte, amigos míos, he visto a pobres ancianos sin trabajo y en breve sin 
asilo, presa de todos los sufrimientos de la necesidad, y avergonzados de su miseria, no   atreverse, no habiendo mendigado nunca, a implorar la piedad de los viandantes. Con el 
corazón conmovido de compasión, yo que nada tengo, me he puesto a mendigar para ellos, y voy por todas partes estimulando la beneficencia e inspirando buenos sentimientos a los corazones generosos y compasivos. Por esto vengo hoy, amigos míos, y os digo: allá hay desgraciados cuya artesa está sin pan, su hogar sin fuego y su cama sin abrigo. No os digo lo que debéis hacer, dejo la iniciativa a vuestros corazones; si yo os trazara vuestra línea de conducta, no tendríais el mérito de vuestra buena acción, sólo os digo: Soy la caridad, y os tiendo la mano para vuestros hermanos que sufren. 

    Mas si pido, también doy, y doy mucho; ¡os convido al gran banquete, y os 
facilito el árbol en que os saciaréis todos! ¡Mirad qué hermoso es y cuán cargado está de flores y de frutos! Id, id; coged todos los frutos de ese hermoso árbol, que es la beneficencia. En el lugar que ocupaban las ramas que habréis cogido, pondré todas las buenas acciones que haréis y llevaré este árbol a Dios para que lo cargue de nuevo, porque la beneficencia es inagotable. Seguidme, pues, amigos míos, a fin de que os cuente en el número de los que se alisten a mi bandera; no tengáis miedo; yo os conduciré al camino de la salvación; porque soy la Caridad. (Caritá, martirizada en Roma. Lyon, 1861). 

El Evangelio según el Espiritismo. Allan Kardec.

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              DI SIEMPRE LA VERDAD 


Procura siempre decir la verdad, pero cuida de no utilizarla como un látigo que hiere. 

No seas de los que afirman con cierto aire de desdén: "yo digo la verdad así ésta duela". 

Es verdad que algunas verdades duelen, y esto es inevitable por cuanto algunas veces las personas deseen negar la realidad. 

Ahora bien, si en tus manos está suavizar el dolor que proporciona una verdad dura, entonces preséntala con dulzura, sin mentir, esto es caridad también. 

La diplomacia es el arte de guardar las buenas relaciones dirimiendo los conflictos entre las partes sin detrimento de la verdad. 

Fray Alfonso/ Ubaldo Rodríguez. 
Libro: MENSAJES TERAPÉUTICOS PARA TU VIDA.


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                             ELEVACIÓN Y MEDITACIÓN


                                   
    Observa el profundo firmamento: los astros que lo pueblan son las etapas de tu largo peregrinaje, las estaciones de la gran vía donde tu destino te lleva. 

^¡Ven, elevemos nuestras almas; planea un instante conmigo mediante el pensamiento, entre los soles y los mundos! ¡Más alto, siempre más alto en el éter insondable! Allá abajo, la Tierra no es más que un punto en la vasta extensión. Ante nosotros y por sobre nosotros, los astros se multiplican. Por todas partes, esferas de oro y brillos de esmeraldas, záfiros, amatistas y turquesas describen sus movimientos rítmicos. Hacia nosotros boga un astro enorme, arrastrando cien mundos planetarios en su órbita, cien mundos que evolucionan en sabias elipses. Apenas entrevisto, helo aquí que ya huye, siguiendo su carrera, con su espléndido cortejo.... 


    Detrás de ellos se presentan diez soles de diferentes colores, agrupados en una atmósfera luminosa que les rodea como una banda de gloria. 


    Y siempre, los sistemas suceden a los sistemas, paraísos o presidios flotantes, mágicos mundos envueltos de azul, de oro y de luz. Más lejos, los vagabundos cometas, las pálidas nebulosas de las cuales cada átomo es un sol en formación. Aprende una cosa: todos estos mundos son las moradas de otras sociedades de almas. La familia humana extiende su imperio por todas partes; hasta en las lejanas estrellas, cuyas temblorosas luces emplean miles de años para llegar hasta nosotros; por todas partes tenemos hermanos celestes. Todas estas moradas estamos destinados a conocerlas y disfrutarlas. Nosotros reviviremos en esas tierras del espacio, en nuevos cuerpos, a fin de adquirir fuerzas, conocimientos, más grandes méritos y elevarnos más alto aún en nuestro perpetuo andar. 
Estos mundos son otras tantas escuelas para el alma, campos de evolución para cultivar nuestra inteligencia y, al mismo tiempo, construirnos organismos fluídicos más y más delicados, depurados y perfectos. Después de las luchas, las tormentas y los reveses de mil arduas existencias; después de las pruebas y los dolores de los ciclos planetarios, vendrán los siglos de dicha sobre esos astros de felicidad cuyas dulces claridades proyectan hasta nosotros rayos de paz y alegría. Después, las gloriosas misiones, los nobles apostolados, la honrosa tarea de provocar el despertar, el desarrollo de las almas dormidas y ayudar, igualmente, a nuestras hermanas más jóvenes en sus peregrinaciones a través de las regiones materiales. 


    ¡Finalmente, alcanzaremos las sublimes alturas, el cielo de éxtasis donde vibra más potente y melodiosa la divina idea; donde el tiempo y el espacio se desvanece y la luz y el amor unen sus radiaciones; donde la Causa de las causas en su incesante fecundidad produce para siempre la vida eterna y la eterna belleza! 


    En nuestros días, el cielo ya no puede ser lo que fue durante tanto tiempo para la ciencia humana, es decir, un espacio vacío, triste y desierto. El infinito se anima y se transforma. El círculo de nuestra vida se agranda en todos los sentidos. Por mil lazos nos sentimos unidos. La vida del cielo es la nuestra; su historia es nuestra historia. Se abren fuentes desconocidas de sensación, de meditación. El porvenir toma ante nuestros ojos un carácter completamente diferente. Una profunda impresión nos invade ante la idea de tan grandes destinos. Nos encontramos unidos para siempre a todo lo que vive, ama y sufre. De todos los puntos del espacio, de todos esos astros que brillan en la inmensidad, parten voces que nos llaman, las voces de nuestros hermanos mayores que nos dicen: Anda, anda, elévate por el trabajo; haz el bien; cumple el deber. Ven a nosotros que, como tú, hemos penado, luchado y sufrido en los mundos de la materia. ¡Ven a proseguir con nosotros la ascensión hacia Dios! 
LEÓN DENIS 
                             
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            LA PATERNIDAD UNA MISIÓN

             582. ¿Se puede considerar a la paternidad como una misión?        - Es, sin disputa, una misión. Se trata al mismo tiempo de un deber muy grande y que compromete, más de lo que el hombre cree, su responsabilidad para el porvenir.
    Dios ha puesto al hijo bajo la tutela de sus padres para que éstos lo encaminen por la senda del bien, y facilitó su tarea dando al niño una organización frágil y delicada, que lo torna accesible a todas las impresiones.
    Pero hay quienes se ocupan más en enderezar los árboles de su huerto y lograr que den muchos y buenos frutos, que en corregir el carácter de su hijo. Si éste sucumbe por su culpa, a ellos corresponderá la pena, y los sufrimientos del niño en la vida futura recaerán sobre los padres, porque no habrán hecho lo que de ellos dependía en pro del adelanto del hijo por la senda del bien.
583. Si un niño se vuelve malo a pesar de los cuidados de sus progenitores, ¿son éstos los responsables?
- No, pero cuanto peores sean las disposiciones del niño, más pesada resultará la labor y mayor será el mérito si los padres logran apartarlo del falso camino.
583 a. Si un niño se convierte en un buen adulto, pese a la negligencia o malos ejemplos de sus progenitores, ¿corresponde a éstos algún beneficio?
- Dios es justo.
EXTRAÍDO DE El Libro de Los Espíritus - Allan Kardec

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