domingo, 28 de febrero de 2016

SUFRIR EN LA VIDA



             La Pascua, según el Espiritismo
El Espiritismo no celebra la Pascua, pero respeta las manifestaciones de religiosidad de las diversas iglesias cristianas, y tampoco prohíbe que sus adeptos manifiesten su religiosidad.
La Pascua o Pasaje, simboliza la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud sufrida durante siglos en Egipto, pero en el Cristianismo conmemora la resurrección de Cristo, que se dio en la Pascua judaica del año 33 de nuestra era, y celebra la continuidad de la vida.
El Espiritismo, aunque siendo una Doctrina Cristiana, entiende de forma diferente algunos de las enseñanzas de las Iglesias Cristianas. En la cuestión de la resurrección, para nosotros, los espíritas, Jesús apareció a María de Magdala y a los discípulos, con su cuerpo espiritual, que llamamos periespíritu. Entendemos que no hubo una resurrección corporal, física. Jesús de Nazaret no necesitó derogar las leyes naturales de nuestro mundo para afirmar su concepto de misionero. Su doctrina de amor y perdón es mucho mayor que cualquier milagro, incluso la resurrección.
Esto no invalida la Fiesta de la Páscoa si la encaramos en su simbolismo. La Pascua Judaica puede ser interpretada como nuestra liberación de la ignorancia, de las maldades humanas, para el conocimiento, el comportamiento ético-moral. La travesía del Mar Rojo representa las dificultades para la transformación. La Pascua Cristiana, representa la victoria de la vida sobre la muerte, del sacrificio por la verdad y por el amor. Jesús de Nazaret demostró que se puede ejecutar hombres, pero no se consigue matar las grandes ideas renovadoras, los grandes ejemplos de amor al prójimo y de valorización de la vida.
Como la Pascua Cristiana representa la victoria de la vida sobre la muerte, queremos dejar firmado el concepto que aprendemos en el Espiritismo, que la vida sólo puede ser definida por el amor, y el amor por la vida. Fue por eso que Jesús de Nazaret afirmó que vino al mundo para que tuviéramos vida en abundancia, es decir, plena de amor.
 Este artículo fue publicado íntegro por la Revista Católica MISIONES – de la Orden Consolata
        Mensaje traducido por el Grupo el Amor en Acción-España- 
Isabel Porras - João Cabral
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       EL SUICIDIO, ¿ ES SOLUCIÓN ?

Comenzaremos con la interrogante, ¿es el suicidio una solución?
Si la vida terminara con la muerte del cuerpo físico, sí; el suicidio sería una solución a los problemas o motivos que inducen a tomar tan drástica determinación.
Pero, ¿termina, realmente, la vida con ese accidente que denominamos muerte?
Enfáticamente, podemos aseverar: LA VIDA NO TERMINA CON LA MUERTE DEL CUERPO FÍSICO.
Como puede apreciarse a través del análisis de los temas tratados, el cuerpo físico es tan sólo un instrumento de manifestación del ser real, del Espíritu, que es inmortal; el cual tiene vida propia y cuerpo de manifestación, aunque en otra dimensión fuera del alcance de nuestros sentidos físicos.
Con conocimiento pleno de este aspecto del fenómeno humano, podemos afirmar que, el suicidio es el mayor de todos los disparates que el hombre o la mujer pueden cometer.
¿Por qué? —preguntará alguno. Porque, LOS SUFRIMIENTOS QUE ESPERAN AL SUICIDA, SON HORRENDOS.
La primera decepción que aguarda al suicida, es sentir que no ha muerto, que el intento de suicidio ha sido frustrado; pues, siente que sigue existiendo, que no ha muerto; siente bullir en su mente los mismos problemas o motivos que le llevaron a esa determinación extrema. Comprueba, con gran amargura, que su intento de privarse de la vida, que su determinación de desaparecer, que su holocausto, han sido en vano. Y con esta comprobación, se desespera, y en muchas de las veces sigue empecinado en destruirse; llegando en su desesperación, hasta la locura; y en muchos de los casos, tiene la sensación de vagar por un espacio tenebroso, como loco, tratando de huir de sí mismo, sin poder conseguirlo. Otros casos hay que, comprendiendo que no han muerto, ya que siguen sintiendo con más intensidad, sin poder desechar de sí, los problemas o motivos que le indujeron al suicidio; comienza para ellos una etapa de dolor, cuya duración está en relación a los motivos que les hayan impulsado a cometer tal dislate.
Y, ¿por qué el recuerdo de esos problemas no desaparece? —preguntará algún lector. Porque existen en su mente, que no muere.
Y por si todo esto .fuera poco, hay algo más que es necesario conocer a fin de que, si en algún momento de vuestra vida, vuestra mente llegare a ofuscarse, podáis vencer la tentación del suicidio, conociendo las consecuencias.
El suicida, no tan sólo NO ha podido liberarse de sus problemas, de sus preocupaciones, de sus sufrimientos; no tan sólo se halla impotente ante el suplicio que significa para él la visión clara, patética de los motivos que le indujeron al suicidio; sino que, en las más de las veces se ve rodeado de una penumbra u oscuridad impenetrable y siniestra, con la sensación de los dolores terribles que ocasionaron la muerte del cuerpo físico.
El ahorcado, por ejemplo, que buscó en la muerte el sueño eterno, en muchos de los casos experimenta, durante largo tiempo, la sensación de estar colgado y no poder desprenderse o también junto a aquello de lo cual trató de huir. ¿Y por qué esto? Porque, en esa otra dimensión, la mente es la fuerza motora, y donde ponga su pensamiento ahí se traslada, aun cuando no lo desee.

Sebastián de Arauco.
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SUFRIR EN LA VIDA
¿Por qué sufrimos tanto en la vida? Te preguntas ¿Por qué Dios me ha abandonado? Pero, ¿Sabes qué?, tú mismo elegiste las pruebas.... 
Es parte de lo que tienes que expiar en esta vida, no culpes a Dios por eso, porque él es incapaz de abandonarte y el culpar a DIOS, afectaría tus faltas cometidas por consecuencia de La ley de Causa y Efecto. 
Dios ha establecido las reglas y nada tiene que ver con los sufrimientos y las vicisitudes que te encuentras en la vida. No porque no le intereses, sino que las reglas se tienen que cumplir en igualdad de condiciones para todos. No sería prudente ni justo, que se tuvieran ventajas cuando el adelantamiento espiritual debe ser individual. 
Dios no castiga ni premia... 
a lo que nosotros los espíritus encarnados nos toca vivir. 
El Libro de Los Espíritus nos dice: 
V.- Elección de las pruebas 
258. En estado errante, y antes de iniciar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida? 
- Él mismo escoge el tipo de pruebas a que quiere ser sometido, y en esto consiste su libre albedrío. 
258 a. ¿No es entonces Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo? 
- Nada acontece sin permiso de Dios, por cuanto es Él quien ha establecido todas las leyes que rigen el Universo. ¡Preguntaréis por qué ha hecho tal ley en lugar de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Él le deja toda la responsabilidad de sus actos y de sus consecuencias, sin obstruir para nada su porvenir. Suya puede ser la senda del bien, así como la del mal. Pero si cae derrotado le quedará un consuelo: el de que todo no terminó para él, y que Dios, en su bondad, le deja libre para reiniciar lo que hizo mal. Además, es menester distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de aquello otro que es obra del hombre. Si un peligro os amenaza, no seréis vosotros quienes lo hayáis creado, sino Dios. Pero podéis exponeros voluntariamente a él, porque habéis visto en él un medio para vuestro propio adelanto, y Dios lo permite.259. Si cabe al Espíritu elegir el género de pruebas que deberá afrontar, ¿se deduce de ello que todas las adversidades que experimentamos en la vida han sido previstas y escogidas por nosotros? 
- "Todas" no es la palabra adecuada, porque no es cuestión de afirmar que hayáis seleccionado y previsto cuanto ha de aconteceros en el mundo, hasta las cosas de menor cuantía. Lo que elegisteis es una clase de pruebas: los detalles son consecuencia de la posición en que os halléis y a menudo de vuestras propias acciones. Si, por ejemplo, el Espíritu ha querido nacer entre malhechores, sabía a qué consecuencias se exponía, pero no conocía de antemano cada uno de los actos que iba a realizar. Tales actos son el efecto de su voluntad o de su libre arbitrio. El Espíritu sabe que al optar por semejante camino le aguarda determinado tipo de lucha. Conoce, pues, la índole de las vicisitudes por las que va a pasar, pero ignora si tal acontecimiento se producirá antes que tal otro. Los detalles nacen de la fuerza de las circunstancias. Sólo puede prever los sucesos importantes, aquellos que influirán sobre su destino. Si tomas un sendero escabroso sabes que deberás adoptar grandes precauciones, porque tienes posibilidades de caer, pero desconoces en qué lugar exacto se producirá tu caída, y quizá no caigas si eres lo bastante prudente. Si caminas por la vereda y te cae sobre la cabeza una teja desde lo alto, no creerás que estaba escrito, como vulgarmente se afirma. 

Frank Montañez-
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                                     PRUEBAS

"Solo cuando sentimos en nuestro interior el dolor, es cuando comienzan los cuestionamientos sobre la situación a la que hemos llegado. Este mundo físico en el que nos desarrollamos está lleno de pruebas que tan solo impulsan nuestro crecimiento" Libro "El hombre que no sabía que había muerto" 
José Manuel Fernández

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          ANTE LOS QUE PARTIERON

Ningún sufrimiento, en la Tierra, será tal vez comparable al de aquel corazón que se incline sobre otro corazón helado y querido que el ataúd transporta para el gran silencio. 
Ver la nube de la muerte estamparse, inexorable, en la fisonomía de los que más amamos, y cerrarles los ojos en el adiós indescriptible, es como despedazar la propia alma y proseguir viviendo… 
Digan aquellos que ya estrecharon en el pecho a un hijito transfigurado en ángel de la agonía; un esposo que se despide, procurando en balde mover los labios mudos; una compañera, cuyas manos consagradas a la ternura penden extinguidas; un amigo que se cae desfallecido para no erguirse más, o un semblante materno acostumbrado a bendecir, y que no consigue expresar nada más, sino el dolor de la extrema separación, ¡a través de la última lágrima!
Hablen aquellos que, un día, se inclinaron, abatidos de soledad, al frente de un túmulo; los que se arrojaron en oración en las cenizas que recubren el último recuerdo de los entes inolvidables; los que cayeron, pasando de la salud, cargando en el seno el ataúd de los propios sueños; los que tantearon, gimiendo, la losa inamovible, y los que sollozaron de angustia, en lo adicto a los propios pensamientos, preguntando, en vano, por la presencia de los que partieron…
Todavía, cuando semejante prueba le toque a la puerta, reprima la desesperación y diluye la corriente de la amargura en la fuente viva de la oración, porque los llamados muertos son apenas ausentes y las gotas de llanto les fustigan el alma como lluvia de hiel.
También ellos piensan y luchan, sienten y lloran.
 Atraviesan la faja del sepulcro como quien se desprende de la noche, pero, en la madrugada del nuevo día, se inquietan por los que quedaron... Les oyen los gritos y las suplicas, en la onda mental que rompe la barrera de la gran sombra y se estremecen cada vez que los lazos afectivos de la retaguardia se rinden a la información o se vuelcan para el suicidio.
Se lamentan en cuanto a los errores practicados y trabajan con ahínco, en la regeneración que les habla al respecto.
Estimúlate a la práctica del bien, repartiéndote los dolores y las alegrías.
Prejubílense con tus victorias en el mundo interior y consuelate en las horas amargas para que no te pierdas en el frío del desencanto.
Tranquiliza, de ese modo, a los compañeros que piden el Más Allá, soportando valientemente la despedida temporal, y honrales la memoria, abrazando con nobleza los deberes que te legaron.
Recuerda que, en el futuro próximo que imaginas, respiraras entre ellos, comulgándoles las necesidades y los problemas, por cuanto terminarás también el propio viaje en el mar de las pruebas redentoras...
Y, venciendo para siempre el terror de la muerte, no nos será lícito olvidar que Jesús, nuestro Divino Maestro y Héroe del Túmulo Vacío, nació en una noche oscura, vivió entre los infortunios de la Tierra y expiró en la cruz, en una tarde pardusca, sobre un monte empedrado, pero resucitó a los cánticos de la mañana, en el fulgor de un jardín.

Emmanuel - Espíritu(“Religión de los Espíritus”, 58, Francisco C. Xavier, FEB)

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