viernes, 31 de octubre de 2014

Mirando a nuestro interior


                 
    MIRANDO A NUESTRO INTERIOR


La evolución espiritual hoy en día es aspirada  por muchas criaturas y generalmente cuando pensamos en una persona evolucionada,  las vemos  en aquellas  que se dedican a alguna religión formalmente constituida.
No siempre percibimos que la religión  personal  la que cada uno ejerce en su corazón y con los nobles  y superiores fines, es lo que identifica el nivel evolutivo de las personas.  Pues hay muchas personas que aunque están desligadas formalmente de las religiones, son capaces   de tener pensamientos y actos muy nobles más que aquellas que se pasan la vida  profesando una religión o dedicándose  a tareas institucionales  caritativas. Hay mucha distancia entre saber y seguir enseñanzas religiosas y poseer una ética interna superior. Esa ética  es la que nos lleva al encuentro de nosotros mismos, al prójimo, a la sociedad y de Dios.
La verdad es que no es fácil identificar a una persona evolucionada, podemos citar algunas características, la cantidad de características no quieren decir  que todas estén en una misma persona. De alguna forma  alguna de ellas  están presentes en las personas espiritualmente evolucionadas.
No son personas necesariamente comprometidas con una religión ni se tornan gurús, maestros, iniciados o semi divinidades; tampoco  están en la prensa  o son líderes de sectas. Tampoco son héroes, don apenas personas.  No están recluidas en conventos ni en monasterios o montañas aisladas. Son seres humanos y  conviven normalmente con nosotros.
Las principales características de una persona evolucionada  son las siguientes:4
1.     Generalmente el trabajo que realizan atrae a las personas trayendo prosperidad.
2.     Su forma de vivir  hace crecer  a otras personas  que con ella convive,
3.     Sus experiencias con los otros  no generan dependencias concurriendo para  el libre pensar  y el libre actuar.
4.     Satisface naturalmente sus necesidades básicas de seguridad, de filiación, manteniendo normalmente estrechas relaciones de amor  y prestigio y, por último, de responsable libertad.
5.     Auto determinada, centrada en sus objetivos de vida, construyendo una perspectiva general para sí.
6.     Identificada con la naturaleza, tiene intimidad con todo  que lo que envuelve el medio ambiente.   
7.     Tiene una percepción superior  y holística de la realidad a su alrededor.
8.     Tiene la facilidad de comprender y aceptar las diferentes individualidades en la riqueza  de su diversidad.
9.      Es consciente de la existencia, en su mundo interior, de procesos inconscientes   a ser vividos.
10. Posee   una personalidad agradable y espontanea en contacto con las personas
11. Posee autonomía  de vivir  e independencia en la emisión de sus opiniones;
12. Tiene un sentido superior de juzgamiento con imparcialidad amorosa y originalidad en las ideas;
13. Desenvuelve una capacidad  de percepción critica de la realidad, sabiendo evitar  distorsiones provocadas por las necesidades personales;
14. Busca actuar siempre con autenticidad;
15. Posee sensibilidad emocional desarrollada  y capacidad de empatía creciente;
16. Respeto creciente a las preferencias religiosas, personales y colectivas;
17. Creciente capacidad de comprensión de la naturaleza humana  y receptivas para sus variadas actitudes;
18. Carácter pluralista y democrático con énfasis en el respeto a las diferencias políticas y étnicas;
19. Capacidad creativa desarrollada para el servicio de la Vida;
20. Cultiva la amistad, la estima, la belleza, la devoción, el conocimiento, la seriedad en todo lo que hace; la alegría en las relaciones, la simplicidad en vivir, el perdón y el amor  con las personas;
21. Vive bien socialmente con aptitudes para desempeñar  los papeles que la Vida ofrece, sin dejarse dominar por ellos;
22.  Se siente recompensada en lo que hace sin exigir aprobación externa  o premios sociales ;
23. Es responsable por lo que ejecuta  no eximiéndose de las consecuencias decurrentes;
24.  Le gusta trabajar en equipo, haciéndolo con eficiencia y competencia, preocupándose  en dar continuidad al que ejecuta, favoreciendo el surgimiento de nuevos liderazgos;
25. Busca eficiencia creciente en todo lo que hace;
26. Posee pensamiento flexible siendo capaz de cambiar de idea cuando otra, que no es la suya, le parezca mejor;
27. Generalmente sabe renunciar a la victoria,  a la ganancia personal, a favor de alguien o de un grupo o en beneficio colectivo;
28. Posee una personalidad disponible  y no anda en la defensiva ante los otros;
29. Busca ocupar su tiempo con actividades afines con sus propósitos de vida;
30.  Se ocupa  de los otros cuando las circunstancias favorecen que su acción provoque  el bienestar de ellos,  no dejando de reservar un tiempo para sí;
31. No deja escapar la oportunidad de favorecer la paz de alguien;
32. Tiene conciencia real de la propia muerte, que no le genera angustia, preocupación, sentimiento de pérdida o derrota;
33. Posee la capacidad de adaptarse con éxito al ambiente  que lo rodea, aceptando las tensiones, los papeles, los valores y padrones de conducta inherentes a la cultura en que vive;
34. Es una persona que ama  y sabe amar.

Amigos, pensemos un poco, en todos estos puntos, miremos nuestro interior y si deseamos  crecer, procuremos adquirir estas “cualidades”.
Os deseo un feliz fin de semana con mucho amor  y cariño, este texto lo extraje del libro “Felicidad sin culpa”
- Merchita-

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ANALIZANDO EL ORGULLO




¿Qué es el orgullo?

Es el elevado concepto que alguien se hace de sí mismo; es una especie de amor propio que nos inspira una idea exagerada de nuestro merito que nos incita a inculcarlo a otros; es un defecto del alma humana, invadiendo lo más intimo de la persona; es el vicio de la inteligencia, así como la humildad es su virtud. Como la inteligencia es la parte más noble del ser humano, su virtud es la mayor de todas las virtudes y su vicio es el peor de todos sus vicios.

El orgullo no encuentra hospedaje en una persona de inteligencia equilibrada; esta se rinde a la constatación de la verdad, que acabó con cualquier presunción. La realidad de nuestras propias limitaciones es el más eficaz de los convites a la humildad.

Es de los labios de los científicos y filósofos, esto es, de las personas realmente sabias que se recogen las más sorprendentes manifestaciones condenando cualquier tipo de orgullo. Una cultura que despertase el orgullo no sería una cultura con (mayúscula) – que se coloca ante la realidad con la intención de comprenderla – pues sería una cultura que presta culto a su propio ego.

El orgulloso no se preocupa de conocer la verdad, sino apenas en ocupar una posición en la que pueda ser el centro la norma; libre de cualquier subordinado, pretende que todo este sujeto a sí mismo.

La afirmación de que el orgullo es el padre de todos los vicios no es un lugar común, repetido por el uso, sino una verdad que justifica esa afirmación.

El orgulloso posee todos los vicios.

Es egoísta. Coloca su persona en el centro de todo, sirviéndose de una inteligencia incensada por el orgullo para justificar este egoísmo suyo.

Es injusto De hecho, justicia significa respetar los derechos de los demás, mientras que el orgulloso solo reconoce un derecho; el suyo, que no le impone ninguna especie de obligación, pues él ignora la correlatividad de los términos y la dialéctica de las relaciones en la vida en sociedad.

Es ingrato. Solo el recuerdo de cualquier dependencia, próxima o remota, ya lo hace sufrir y se libera de ella rechazándola; mientras que la gratitud envuelve el reconocimiento de que una mano extraña nos ayudó a ser lo que somos. Él es fruto solo de sí mismo, pues el orgullo no le permite compartir con otros sus merecimientos.

El no tiene religión. Quien no admite ninguna dependencia de Dios. ¿Cómo podría tolerar que su alma se vuelva agradecida al Creador? El sentimiento religioso se basa en el reconocimiento de que fuimos creados y de que existe un Dios que cuida de todo; sin embargo, el orgulloso, no precisó que lo ayudasen a nacer y tampoco precisa que lo ayuden a vivir: ¡Su orgullo cuidará de todo!

Es inmoral. Es incapaz de admitir vínculos morales para su comportamiento quien se juzga superior a las leyes. Sus actos no precisan respetar moral alguna, más imponen a otras normas morales.

Es fanfarrón. Está siempre hablando de si, atribuyéndose elogios por hazañas jamás realizadas; expone como proezas actos que solamente su exagerada jactancia considera como tales. Es prepotente, arrogante, insolente y violento. Y se podría señalar, no para demostrar que el orgullo es de hecho el padre de todos los vicios, sino porque  el orgulloso realmente los posee todos, incluso el de presentarse con actitudes humildes y modestas.

Cuando el orgulloso habla de los otros, lo hace con desprecio y con sentimientos de compasión. Está claro que conversar contigo sobre ti y sobre los otros ya sería un acto excepcional; habitualmente evita la compañía de los demás, incapaces de comprenderlo, recogiéndose a meditar sobre su incomprendida grandeza.

Solamente el orgulloso es capaz de entender su ego y de dialogar con su orgullo, los otros son míseros mortales que merecen el desprecio, o si él quisiera ser benévolo, su compasión. Ya que lo quiere así, déjenlo solo; no lo perturben en la meditación sobre sus merecimientos. De eso se encargará la amarga soledad, que lo punirá por su orgullo. Cuando tuviere necesidad de los otros, no los encontrará. Es el castigo que se merece. Solo que, entonces, nos acusará a todos de ser orgullosos. Es muy cierto que los defectos de los demás son los nuestros vistos en los otros.
Pero, ¿será que esta meticulosa excavación hecha en el alma vivida del orgulloso estará realmente exenta de un secreto deseo de  descubrir en él algo que existe dentro de nosotros mismos?

Está claro que el orgulloso hace mal en acusar a los otros de orgullo; pero, ¿Quién de nosotros estará totalmente inmune de un vicio que nació junto con el ser humano y que tal vez lo verá morir? Que no seamos totalmente víctimas de un vicio no significa que estemos totalmente exentos de el. Existen dos cosas irreales: un ser humano que sólo tenga vicios y por otro lado, un ser humano que solo tenga virtudes. 2Por detrás de la cortina del Yo” conservamos lamentable ceguera frente a la vida.8…)

En todo y en todas partes, nos apasionamos por nuestra propia imagen.

En los seres queridos, habitualmente nos amamos a nosotros mismos, porque, si demuestran puntos de vistas diferentes de los nuestros, aunque estos sean superiores a los principios que abrazamos, instintivamente disminuimos el cariño que les consagrábamos.

En las obras que hacemos del bien a que nos dedicamos, estimamos, por encima de todo, los métodos y procesos que se exteriorizan de nuestro modo de ser y entender, porque si el trabajo evoluciona o se perfecciona, reflejando el pensamiento de otras personalidades por encima de la nuestra, operamos casi sin percibirlo, con una disminución de nuestro interés  en los trabajos iniciados.

Aceptamos la colaboración ajena, pero sentimos dificultades para ofrecer el concurso que nos compete. Si  nos hallamos en una posición superior, donamos con alegría una fortuna al hermano necesitado que sigue con nosotros en condición de subalterno, a fin de contemplar con voluptuosidad nuestras cualidades nobles en el reconocimiento de largo curso al que se siente constreñido, pero rara vez concedemos una sonrisa de buena voluntad al compañero más rico o más fuerte, puesto por los designios divinos a nuestro frente.

En todos los pasos de la lucha humana, encontramos la virtud rodeada de vicios y el conocimiento dignificante casi sofocado por los espinos de la ignorancia, porque, infelizmente, cada uno de nosotros de modo general, vive buscando su propio “Yo”
Entre tanto, gracias a la Bondad de dios, el sufrimiento y la muerte nos sorprenden en la experiencia del cuerpo y más allá de ella, arrebatándonos a los vastos continentes de  la meditación y de la humildad, donde aprenderemos, poco a poco, a buscar lo que pertenece a Jesucristo, a favor de nuestra verdadera felicidad, dentro de la gloria de vivir.

Que el Divino Maestro continué bendiciéndonos y podamos, esforzarnos en reconocer nuestro propio orgullo, para que poco a poco, ingresemos en la senda de la Humildad. Pues Jesús decía:

“Que el reino de los Cielos es para los humildes y no para los orgullosos”.

Los hombres cultos y talentosos, según el mundo, tienen por lo general una opinión muy alta de sí mismos y de su superioridad, consideran a las cosas divinas como indignas de su atención. Su mirada se concentra hacia su persona, no pueden elevarse hasta dios.

A causa de su orgullo se rebelan en admitir el mundo Invisible, colocados en un pedestal, no desean descender. Jesús  nos quiso decir, que allí será admitido el que tenga simplicidad en el corazón y la humildad del espíritu; que el ignorante que posea esas cualidades será preferido al sabio que cree en si propio que en Dios. Cristo coloca la humildad en la virtud que acerca a dios y al orgullo entre los vicios que de Él alejan.

“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús diciendo. ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: cualquiera que se humille, como este niño, ese será el mayor en el reino de los Cielos.

Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante que era fariseo, estos le acechaban. (…) Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa refirió a los convidados una parábola diciéndoles:

Cuando fuerais convidados por alguien a alguna boda, no os sentéis en los primeros lugares, no sea que otro más distinguido este convidado y viniendo el que te convido, te diga: Da este lugar a este; y entonces te brinde el último lugar y lo ocupes con vergüenza. Ve siempre al último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de  los que se sientan contigo a la mesa. Porque el que se humilla será enaltecido y el que se enaltece será humillado.

Es el orgullo el que cierra los ojos al hombre, envanecido por su ciencia mundana. En la hora actual con las verdades reveladas por el Espiritismo, algunos incrédulos se asombran de que los espíritus realicen tan pocos esfuerzos para convencerlos de su autenticidad. Dios no quiere abrirles los ojos por la fuerza, puesto que se complacen en tenerlos cerrados. Llegara su vez, pero es menester antes que sientan las angustias de las tinieblas y reconozcan a dios, y no al azar, en la mano que hiere su orgullo. Dios escucha con bondad a quienes se dirigen a Él humildemente, y no a aquellos otros que se consideran más que Él.

Si rehúsan admitir la verdad, es porque su Espíritu no se haya todavía maduro para comprenderla, ni su corazón para sentirla. El orgullo es la catarata que empaña su vida. ¿De qué le sirve mostrar la luz a un ciego?

El terrible adversario de la humildad es el orgullo. Si Cristo prometía el reino de los Cielos a los más pobres es porque los grandes de la tierra se figuran títulos y riquezas son recompensas que se han  concedido a su merito, y que su esencia es más pura que la del pobre: creen que todo eso se les debe, de ahí que cuando Dios se los quita le acusen de injusto.

Ciegos los orgullosos, no se dan cuenta que dios no hace distinción en el cuerpo del rico y del pobre, ambos desnudos son iguales. El Creador no ha hecho dos especies de hombres. El rico es igual al pobre, esto al orgulloso le hace sublevarse diciéndose: ¿yo, nacido de noble casta, uno de los grandes de la Tierra? ¡Puedo ser igual a esa miserable que viste andrajosa! ¿Por qué lo puso Dios tan bajo y a mí, en cambio, tan arriba? y no son capaces de preguntarse ¿Qué eran antes de ser nobles y poderosos? ¿Quien no les dice que eran antes más pobres que los últimos de su servidumbre? Dios puede bajar, nuestra altiva frente, en el momento que más alta la ponemos. En la divina balanza todos los hombres pesan igual. Únicamente las virtudes los distinguen  a los ojos de dios. Todos los espíritus son de una misma esencia y todos los cuerpos han sido modelados con idéntica arcilla. Vuestros títulos y nombres no cambian en nada las cosas, quedan en el sepulcro.

El obrar bien con humildad, ara que vallamos poco a poco demoliendo los altares erigidos al orgullo.

No debemos lamentar, las calamidades que nosotros mismos hemos acumulado sobre nuestras cabezas. Desconocíamos la santa y Divina moral de Cristo; no nos asombremos, de que la copa de la iniquidad haya desbordado en todas partes.

El malestar se ha generalizado. ¿A que atribuirlo si no es a nosotros mismos? ¿Qué buscamos aplastarnos los unos a los otros? No podemos ser felices sin la mutua benevolencia, y ¿Cómo podría existir esta junto con el orgullo? El orgullo, he aquí la fuente de todos nuestros males.

Hemos de destruirlo, si no queremos ver la humanidad perpetuarse sus funestas consecuencias. Para esto, un solo medio se nos ofrece, pero ese medio es infalible, y consiste en tomar por regla invariable de conducta la ley de Cristo, ley que hemos rechazado, o falseado en su integración. Tenemos más estima a lo que brilla y halaga la vista, que a aquello otro que toca el corazón. El vicio que se desarrolla en la opulencia constituye el objeto de nuestras adulaciones, en tanto solo dedicamos una mirada desdeñosa al verdadero merito que está en la oscuridad.

Un rico libertino se presenta en cualquier parte, perdido de cuerpo y alma, y todas las puertas se le abren, todas las atenciones son para el, y al hombre de bien que vive de su trabajo solo nos dignamos a concederle apenas un saludo.

Cuando consideramos las personas según el peso del oro que poseen, o de acuerdo al apellido que llevan ¿Que interés tendrán ellas en enmendar sus faltas? Muy distinto seria si el vicio dorado fuese castigado por la opinión pública como lo es el vicio harapiento. Pero el orgullo se muestra indulgente con todo lo que halaga.

“Siglo este de concupiscencia y de dinero” hemos permitido que las necesidades materiales prevalezcan sobre el buen sentido y la razón. Todos queremos elevarnos por encima de nuestros hermanos y la sociedad está sufriendo las consecuencias.

Cuando el orgulloso alcanza limites elevados, es indicio cierto de una caída próxima, porque Dios hiere siempre a los soberbios. Si en ocasiones les deja ascender, lo hace para darles tiempo a reflexionar y enmendarse bajo la acción de los golpes, que de vez en cuando, asesta su orgullo para que les sirvan de advertencia. Pero, en vez de humillarse, el orgulloso se subleva. Entonces, es cuando han colmado la medida, i Dios los  derriba por completo, y su caída es tanto más terrible cuanto más alto habían subido.

Pobre raza humana, cuyo egoísmo ha corrompido todos los caminos, recobra, empero, tu valor: en su infinita Misericordia, Dios te envía un remedio poderoso para tus males, un socorro inesperado en tu extrema miseria. Abre los ojos a la luz. Ve aquí en estas palabras las almas que vuelven para reconducirte a tus verdaderos deberes. Con la autoridad que nos otorga la experiencia, te decimos, que son muy poca cosa las vanidades y grandezas de la pasajera existencia, si se las compara con la eternidad. Allá es el mayor quien ha sido el más humilde entre los pequeños de la Tierra. Que el que más amó a sus hermanos es quien será más amado en el Cielo. Que los poderosos de este mundo, si abusaron de su autoridad, se verán reducidos a obedecer a sus servidores. Que la Caridad y la Humildad, en suma, esas dos hermanas que marchan de la mano, son los títulos más valiosos para obtener gracia ante Dios.

Nunca nos entreguemos a la desesperanza, al abandono. No somos una piedra suelta en el lecho del río del destino, condenada a rodar incesantemente. Tenemos una meta, que nos aguarda y que alcanzaremos.

Analicemos nuestros actos mediante la reflexión, y descubramos las incalculables posibilidades de realización.

Es necesario que prestemos atención y cuidemos la conducta del vehículo carnal.
 - Mercedes Cruz Reyes-

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Mando y subordinación
No olvidar que el jefe es aquella persona que se responsabiliza por el trabajo del equipo. La mejor manera de reverenciar a quien dirige será siempre la ejecución fiel de sus obligaciones. Quien administra efectivamente necesita de la colaboración de quien obedece, pero si quien obedece necesita poner atención y respeto a quien administra, quien administra necesita tener bondad y comprensión para quien obedece, a fin de que la maquinaria de trabajo funcione con seguridad.Orientar es dedicarse. Aquel que realmente enseña es aquel que más estudia. Un jefe no tiene la obligación de revelar al subordinado los problemas que le preocupan el cerebro, tanto como el subordinado no tiene el deber de revelar al jefe los problemas que acaso lleve en su corazón.
Espíritu André Luiz 
Del Libro “Señal Verde”
Médium Francisco Cândido Xavier

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EL CONOCIMIENTO DE LA MUERTE


Cairbar Schutel

Uno de los capítulos de más transcendencia de la  filosofía espirita es el conocimiento de la muerte.
De la resolución del problema de la muerte la solución de innumerables problemas en torno de los cuales se debaten sin resultado fructífero a la ciencia oficial y a las religiones. Son cuestiones que se eternizan sin la firme esperanza de un acuerdo bajo las bases de la verdad y de la justicia.
La “salud y fraternidad” que subscriben los papeles oficiales, el “orden y progreso” que constituye la insignia de nuestra borla, todos estos nobles ideales que deben guiar a los pueblos y erguir a las naciones y sirven de soportes máximos de la ciencia y de la moral no ha tenido aplicación decisiva por faltar en ellos la linfa de la vida, única fuerza capaz de establecer el equilibrio de los pueblos y mantener la integridad de los gobiernos en el ejercicio de su tarea de gobernar con justicia y equidad.
Esa linfa, esa fuerza solo puede nacer de la solución del problema de la muerte. sin la revelación de ese misterio, la humanidad continuará paralizada en su ascensión para la luz, los sabios permanecerán en el circulo vicioso de las concepciones abstractas y las religiones limitadas a la tierra nada más harán que recibir al hombre en la cuna y entregarlo al Túmulo!
Religión sin ciencia, ciencia sin estudio, sin pesquisa, sin verdad, qué bienes podrán proporcionar a la inteligencia, que ya levantó su vuelo, y en un salto elevado de raciocinio sabe ya inquirir sobre su destino, para guiarse bien en el camino de la vida!
Los más graves `problemas humanos, repetimos, solo pueden ser resueltos cuando la muerte raja el velo del misterio y se presenta en su magnífica realidad.
Mas no se puede estudiar la muerte sin estudiar la vida, no se puede estudiar lo que no se ve sin conocerse lo que se ve.
Urge que comencemos nuestras pesquisas de lo conocido para lo desconocido, de lo visible para lo invisible, de la materia para la esencia, de lo físico para lo psíquico.
No ponemos en duda que la humanidad haya progresado y que la ciencia haya revelado, en el campo de la fisiología, misterios que parecían insondeables. Basta recordar el descubrimiento de Harvey, que señala una fecha memorable en el progreso de la medicina, el de Jenner, abriendo el larguísimo campo de la microbiología al descubrir la vacuna; los trabajos de Bésale sobre el estudio anatómico del cuerpo humano; el de Bell sobre las funciones de los nervios espinales; el de Pasteur, uno de los más ilustres sabios del siglo XIX, aunque no fuese médico, ni farmacéutico, para ver que la fisiología no ha paralizado su acción progresiva, como sueles acontecer a todas las ciencias.
¿Mas habrá  llegado a la meta, al non plus ultra de las realidades?
Es una pregunta que nadie será capaz de responder afirmativamente. Al contrario, los más competentes fisiologistas de nuestra época son unánimes en afirmar que la fisiología está muy ajena a la explicación de los fenómenos de ectoplasmia, así como de otros tantos, visibles y tangibles, que causan profunda perturbación a los doctos de nuestros tiempos. Por la misma forma, la química no explica las producciones de flores y hiervas que aparecen repentinamente en las sesiones espiritas, no explica la agregación y desagregación de cuerpos, en esas mismas experiencias; y ni la física es capaz de dar la razón de la levitación de cuerpos, sin contacto aparente, contrariando las leyes establecidas de atracción y repulsión , o de gravedad!
La ciencia oficial, es innegable, está en las fajas de la infancia, es la razón por la que no tenemos conocimiento de la muerte.
Foméntese el estudio, invítese al sabio a progresar, ya que constituye dictador de leyes que rigen los fenómenos más conocidos de nuestro mundo; obligarlos a dejar el comodismo de sus salones tapizados, sustituyéndolos por el laboratorio, por el gabinete de análisis, de pesquisa, y muy en breve nuestra humanidad caminará por uno u otro camino en el que brillen las luces de los grandes ideales. Lo que la filosofía no alcanza, lo alcanza la psicología; lo que la química no puede resolver, una química más elevada nos dará la solución; lo que la física no hiciere, lo hará la física transcendente.
El problema de la muerte está íntimamente ligado a la solución del problema de la organización humana, o antes, de la organización del hombre. Sin el estudio imparcial y criterioso del hombre ese problema se conserva insoluble.
El inicio de este trabajo ya está magníficamente trazado por el Espiritismo.
Según los hechos espontáneos y provocados para la realización del gran desiderátum, se verificó que el hombre es un ser transcendente compuesto de cuerpo y espíritu, y que el espíritu es retenido al cuerpo por un mediador que lo envuelve llamado, por eso, periespiritu.
El conocimiento del periespiritu viene a llenar una gran laguna, esclareciendo muchos fenómenos de la fisiología.
Estudiándose al hombre a primera vista, se encuentra en él un primer motor, invisible e intangible, que es la vida. Más esta fuerza no puede dejar de tener una acción determinada, pues, como dice Geoffroy Saint Hilaire, “la vida es al mismo tiempo organizadora, conservadora y reparadora, conforme un modelo ideal.” Este modelo no puede absolutamente consistir en el hombre exterior, carnal, que se transforma sin cesar. Antes, debe ser en el periespiritu que se incorporan las moléculas materiales, los átomos que forman el organismo corporal.
En fin, el estudio del periespiritu es la base del estudio del hombre, en su ser complejo. Sin ese estudio es absolutamente imposible llegar al conocimiento de la muerte y su misterio.
Las propiedades funcionales del periespiritu resuelven aun cuestiones de alta importancia para la fisiología, como el agrupamiento en la forma orgánica de las innumerables células que constituyen nuestro cuerpo; la conservación de la individualidad física e intelectual, a pesar de la renovación perpetua de las moléculas, las relaciones entre lo físico y lo moral; y otras tantas, como tendremos ocasión de recordar más tarde.
Es llegada la época en la que el hombre tendrá la verdadera noción de su individualidad para mejor trabajar por su progreso.
La ciencia, si no quiere mantenerse retrasada, tiene la obligación de tomar en serio estos estudios, que constituyen el punto de partida de todos los conocimientos que deben ilustrar las generaciones venideras.
CASA EDITORA O CLARIM

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