sábado, 18 de octubre de 2014

Luto e Internet

LUTO  E INTERNET, UNA REFLEXIÓN ESPIRITA CRISTIANA

Casi todo lo que hace algunos años era almacenado en el medio físico es ahora archivado en computadoras, sean los emails (subtítulos de las tradicionales cartas), fotos, videos u otros tipos que tal vez  ni existen sin la web. Actualmente es natural poseer una “identidad” en Internet – un perfil en el Twuitter; en el Facebook, en el buz o en el bloc. Un fenómeno intrigante  ha surgido en ese ambiente habitual: el homenaje póstumo, ósea, una manera de reconocimiento y felicitación realizada posteriormente a la muerte de un internauta.
Algunos murales en el mundo de Internet se han convertido en monumentos a los  finados.  Se escriben mensajes de condolencia para la familia. Los comentarios csi siempre son sencillos. Se destaca que para algunos parientes de los fallecidos de la red son muy positivas las manifestaciones de cariño, por tratarse de un lugar  que para “siempre” van a ser extinguidos. Hay quien compara esos avisos  como visitas al cementerio. Creen ser así, muy bueno en el túmulo, un lugar virtual donde el desencarnado ya estuvo y dejó un poco de su esencia.
Surgió un punto curioso: cuando desencarnamos, quien utilizará nuestros datos? ¿Qué nuevos elementos serian esos? ¿Será que nuestra “identidad virtual” permanecerá congelada en un omnipresente sin futuro? Hay quien afirma que existen hoy más de 5 millones de fallecidos en la red social. ¿Qué adviene con el espolio digital después que un internauta desencarna? ¿Será que los datos (perfiles) de ellos, mantenidos en las redes sociales de internet, puede alterar el luto de los parientes?
Para algunos estudiosos, la permanencia en internet de una parte de la identidad virtual de la persona muerta altera un poco la forma  como lidiamos con la muerte. Las funcionalidades de las redes sociales ganan otros significados: un espacio para  troca de mensajes y links vira un espacio de homenajes póstumos y hasta de conversaciones transcendentales.
El luto (1), sea virtual  o real, puede variar mucho dependiendo de las personas, del tipo de muerte y de la cultura, más que el camino  más común es entender que la persona partió y redefinir  la vida con la ausencia del ente querido. Una de las teorías más consagradas para elucidar la reacción humana durante el luto es la de los “cinco etapas”, desarrollada por la psiquiatra  suiza y reencarnacionista  Elizabeth Kübler-Ross, en 1969, según Kübler-Ross, hasta superar una perdida, las personas en lutadas àsan por fases sucesivas de negación, rabia, negación, depresión y aceptación. Esa teoría está hasta en la cultura popular. Fue un tema  de un episodio reciente del serial americano Anatomía de Grey y se desempeñó como contenido ilustrativo para demostrar el funcionamiento del nuevo dispositivo de Apple, el IPAD.
Tal vez, en razón de la imponderable vida virtual, los estudios recientes señalizan que hay otras maneras de lidiar con la “partida” de quien amamos. Cerca del 50% de enlutados desenvuelven graves dificultades que afectan a la convivencia social, posiblemente porque el “aceptar perdidas” , especialmente aquellas referentes a los sentimientos es enormemente complejo y trabajoso para tales personas.
¿Si el luto no es esencialmente tan insoportable como se concebía y si la mayor parte de los enlutados consiguen suplantar bien una “perdida” porque razón algunas personas  no consiguen superar el trauma? Pues el 15% atraviesan años  sobreviviendo como en los primeros y más complicados periodos del luto. Esas personas  no consiguen  retomar la vida. rinden culto al dolor, en una especie de luto crónico, llamado por los psiquiatras de “luto patológico” o “luto complicado”. En las muertes traumáticas, como accidentes, suicidios, asesinato, puede haber una fase de negación más prolongada; la culpa  y la rebeldía pueden aparecer con más intensidad.
Transportando el sentimiento para la familia, el luto puede provocar crisis domésticas, pues exige la tarea de renuncia, de excluir e incluir nuevos papeles en la escena familiar. Se percibe entonces que ahí existe una confusión, pues esa crisis  puede estancar el desenvolvimiento de los parientes, factor que puede definir el proceso de un luto crónico colectivo.

Sigmund Freud, en  “luto y Melancolía”, nos remite a ponderaciones razonables sobre el desencadenar patológico de la “perdida” afectiva por la desencarnación. Entre otras tesis, el padre  de la psicoanalista asegura que el luto es la respuesta emocional benéfica, adecuada para el hecho de la “perdida”, ya que  hay necesidad  de reconocer el enlutado la muerte como evento, como realidad que se presenta y que, naturalmente, suscita constreñimiento. El luto  nos coloca ante del hecho, nos ofrece condiciones de obtener dentro de nosotros mismos ese impulso frente al que nos origina ansiedad; el es, consecuentemente, una manera desorganización psíquica.

Freud afianza que en la melancolía el enlutado se identifica con el muerto y, al deparar con esa “perdida”, la persona entiende que parte de ella  también está yendo; hay una identificación  patológica con el “fallecido”. Vemos entonces que en el luto  melancólico hay lo que Freud llama de estado psicótico, en el que el ego no soporta esa ruptura  y adolece gravemente.
Para nosotros espiritas, la muerte tiene otro significado, sobre todo para los que aquí permanecen. Tenemos conciencia de la inmortalidad, de la vida más allá del túmulo. Allan Kardec nos remite a Jesús y como con el Meigo Rabí certificamos que el fenómeno de la muerte es totalmente diferente. “En el túmulo de Jesús  no hay señal de cenizas humanas.  Ni pedrerías, ni mármoles lujosos con frases que indiquen allí la presencia de alguien.
Cuando los apóstoles visitaron el sepulcro, en la gloriosa mañana de la Resurrección, no había ahí ni luto ni tristeza. Allá encontraron un mensajero del reino espiritual que les afirmo: no está aquí.  Los siglos se desvanecen y el “túmulo [de Jesús] continua abierto y vacio, hace más de dos mis años” (2)
Siguiendo, pues, con Cristo, a través de la lucha de cada día, jamás encontraremos la angustia del luto por causa de la muerte de la persona amada, y si la vida incesante.

Jorge Hessen

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MUERTE Y LIBERACIÓN

Contra más violentos y vulgares son los comportamientos humanos, estos se convierten en presas más fáciles, sometidos a sus verdugos desencarnados. Los hacen sufrir  penosas exigencias, alimentándoles las fuerzas, mediante las densas emanaciones mentales y exteriorizaciones fluídicas, en las cuales ellos se saturan, formando grupos de asedio en amplia subyugación de reparación improbable. Les explotan las energías los Espíritus que, a su vez, pasan a depender de las victimas en infeliz parasitosis desequilibrada.

No hay muertes iguales, teniendo en cuenta las conquistas de cada persona, los requisitos espirituales que a cada cual tipifican, los apegos o no a la materia, las fijaciones y juegos de intereses, las dependencias físicas y mentales, la desencarnación varia de un hombre  a otro, el cual experimenta, a su debido tiempo, la perturbación correspondiente, al estado intimo en que se sitúa.

Morir no siempre significa liberarse. La muerte es orgánica, pero la liberación es de naturaleza espiritual.

Esa turbación espiritual puede demorarse breves minutos, en los Espíritus nobles, como consecuencia de la gran cirugía  y hasta siglos, en los más embrutecidos que nos e dan cuenta de lo que sucede….

En las desencarnaciones violentas, el periodo e intensidad del desajuste espiritual  corresponde a la responsabilidad que rodeó el proceso fatal.

En los accidentes de los que no se tiene verdadera culpa, una vez pasado el brusco choque, siempre dura el periodo de perturbación al que ocurre en condiciones de carencia moral, cuando la persona pasa a ser considerada en la condición de suicida indirecto.

Lo mismo sucede en los casos de homicidio, en que la culpa sea o no de quien perece, responde por los efectos en aflicciones que continúa experimentando.

Los suicidas, por la gravedad del gesto de rebeldía contra los códigos divinos, se lastiman y sufren muchos años  la desdicha, que enfrentan, en estado lamentable y complicado, el problema del que pretenden huir, sufriendo la persecución de crueles adversarios  que reencuentran  más allá de la tumba, que los someten  a cruciales procesos de sufrimientos en dolores morales y físicos, frente a la destrucción del organismo que fuera preparado  para un periodo más largo en la Tierra…

En las muertes violentas, las lamentaciones y los improperios  por la falta de fe religiosa, a la par de la angustia dolorosa y la rebeldía, promueven escenas  que al espíritu del fallecido, le produce desconsuelo, porque al atravesar momentos de alta sensibilidad psíquica,  automática vinculación con el cuerpo sin vida y la familia, se transforma en  una lluvia de centellas ardientes, que le alcanzan, hiriéndolo y dándole la sensación de ácidos  que lo corroen por dentro.

Al ser llamado y no poder comunicarse, experimenta dolores que lo hieren, además de la desesperación moral que lo domina.

La misericordia divina lo adormece en los primeros periodos para tratar de ponerlo a reposar, lo que difícilmente consigue por las exageradas lamentaciones de los familiares. Cuando logra hacerlo, al no haber sabido valorar los tesoros de la vida con la consiguiente preparación para el viaje inevitable, se siente confundido por el choque  de la desencarnación y se agita en angustiosas pesadillas, que son la liberación de imágenes perturbadoras de ls zonas profundas del inconsciente…

Para que se pueda completar una reencarnación desde el principio de la fecundación, transcurren años que se extienden hasta la primera infancia. Es natural que la desencarnación necesite de tiempo suficiente para que el espíritu se desprenda de los fluidos más groseros, en los cuales estuvo sumergido…

La violencia en la forma como ocurre en un accidente, mata solamente el cuerpo físico, sin que ellos signifiquen la liberación del ser espiritual.

Las enfermedades de larga duración, soportadas con resignación, Ayudan a liberar  al espíritu de la materia, teniendo el espíritu tiempo para pensar en las legitimas realidades de la vida., despegarse de las personas, pasiones y cosas, pensar con más propiedad en lo que le aguarda más allá del cuerpo, movilizar el pensamiento en círculos de aspiraciones superiores.

Al evocar a los familiares que ya partieron, se vincula a ellos por los delicados hilos de los recuerdos, recibe de los mismos la inspiración y ayuda al desprendimiento del organismo fisiológico.

Los dolores morales bien aceptados proveen aspiraciones y ansias de paz en otras dimensiones, desenvolviendo las fuerzas constrictoras que lo atan  al mundo de las formas.

El conocimiento de los objetivos de la reencarnación y el comportamiento correcto en el ejercicio de las funciones físicas contribuyen también, al desprendimiento en el fenómeno de la muerte.

Con esas acciones no se pretende transformar la vida, en un sufrir sin esperanzas, en una renunciación sin límites, lejos de la alegría y de la paz.

Debemos entrenarnos para enfrentar el instante de la muerte que inevitablemente nos llegará.

El Espíritu en el Más Allá, es el conjunto de sus experiencias vividas.

Nadie puede desperdiciar los dones de Dios y permanecer libre de la reparación.

 Trabajo extraído del libro “En las Fronteras de la Locura” Divaldo Pereira Franco

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  Ayuda de los cielos.
¿Cuántas veces usted miró a una pareja, paseando con las manos entrelazadas o abrazados y se pregunto como ellos pueden amarse, siendo tan diferentes? ¿Cuántas veces pensó como aquella mujer tan elegante puede amar a aquel hombre con aire tan torpe? ¿O como aquel hombre tan guapo, pareciendo un dios de la belleza puede amar a aquella mujer tan destituida de atractivos?
Toda vez que esas ideas nos atraviesan la mente, es porque estamos juzgando el amor por el exterior. Más, ya decía el escritor de El pequeño príncipe: “Lo esencial es invisible para los ojos.” A propósito, se cuenta que el abuelo del conocido compositor alemán Mendelssohn, estaba muy lejos de ser guapo. Moses era bajo y tenía una joroba grotesca. Un día, visitando a un comerciante en la ciudad de Hamburgo, conoció a su linda hija. Y luego se apasiono perdidamente por ella. Entretanto, la moza al verlo, enseguida lo repelió. Aquella apariencia deforme casi la enojo. A la hora de partir, Moses se lleno de coraje y subió las escaleras.
Se dirigió al cuarto de la moza para hablarle. Deseaba tener su última oportunidad de hablar con ella. La joven era una visión de la belleza y Moses quedó entristecido porque ella se rehusaba hasta incluso a hablar con él.
Tímidamente, él le dirigió una pregunta muy especial: ¿Crees en el matrimonio arreglado en el cielo?" ¡Mirando fijamente al suelo, ella respondió: "Yo creo!" “Yo también creo” – afirmó Moses – “Sabe, creo que en el cielo, cuando un niño se va a preparar para nacer, Dios le anuncia la niña con quien va a casarse. Pues cuando yo me preparaba para nacer, Dios me mostró mi futura novia. Ella era muy bonita y el buen Dios me dijo: “Su mujer será bella, con todo tendrá una joroba”. Inmediatamente, yo le suplique: “Señor, una mujer con una joroba será una tragedia. Por favor, permite que yo sea el jorobado y que ella sea perfecta.”
En ese momento, la joven, emocionada, miro directamente a los ojos de Moses Mendelssohn.
Aquella era la más extraordinaria declaración de amor que ella jamás imaginara recibir.
Lentamente, extendió la mano para el y lo acogió en el fondo de su corazón. Se caso con él y fue una devotada esposa.
El amor verdadero tiene lentes especiales para ver al otro. Ve, más allá de la apariencia física, la esencia. Y así, ama lo que es real. La apariencia física puede modificarse en cualquier momento. La belleza exterior puede sufrir muchos accidentes y modificarse, repentinamente.
Quien valoriza lo interior del otro es como un hábil especialista en diamantes que mira la piedra bruta y consigue descubrir el brillo de la preciosidad. Es como el artista que acaricia el mármol, percibiendo la imagen de la belleza que el encierra en su intimidad. Ese amor atraviesa los portones de esta vida y se eterniza en el tiempo, teniendo capacidad de acompañar al otro en muchas experiencias reencarnatorios. Esto es el verdadero amor.

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En el amor, el hombre sublima los sentimientos y marcha rumbo a la felicidad. En la perfecta identificación de las almas, el amor produce la bendición de la felicidad en régimen de paz.

Redacción de Momento Espirita.

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