lunes, 30 de mayo de 2011

Saludo matinal


Queridos amigos, hola buenos días,  seguimos caminando, y la vida continua, todos los que aun permanecemos en este planeta, seguimos estructurando unas reglas y métodos en los cuales nos hemos sumergido, intentando conseguir   la paz interior y exterior de nosotros y de todos aquellos que amamos y que viven a nuestro alrededor.
Para ello, salvo los ateos, abrazamos una religión, en la cual nos sentimos sumergidos e identificados,  y tratamos de aplicar bien los preceptos para no tener una peor vida cuando llegue a hora final, termine  nuestra estancia aquí en la tierra, y tengamos que pasar  al otro lado de la vida.
La religión es la expresión de las leyes eternas,  es necesaria e indestructible porque tiene su razón de ser  en la naturaleza del ser humano.  La religión bien entendida, debería ser un vinculo que uniese a los hombres entre si y los estrechase  con un mismo pensamiento al principio superior de todas las cosas.
La verdadera religión  no es una manifestación exterior; es un sentimiento,  y es en el corazón humano  donde está el verdadero templo de lo Eterno. No necesita formulas ni imágenes; se preocupa poco de los simulacros y de las formas de adoración, y no juzga  a los dogmas sino  por su influencia  en el perfeccionamiento de las sociedades. La verdadera religión abarca todos los cultos, todos los sacerdocios; se eleva por encima de ellos y les dice “¡La verdad está más alta!”
Sin embargo  no todos los hombres se encuentran actos para alcanzar esas cifras intelectuales. Es por eso que se imponen la tolerancia y la benevolencia.
El número de creyentes sinceros disminuye  día a día. La idea de Dios, en otro tiempo sencilla  y grande en las almas, ha sido desnaturalizada por el temor al infierno; ha perdido eficacia.  La ficción y la fantasía han engendrado el error, y este, condensado en el dogma, se ha erguido como un obstáculo en el camino de los pueblos.  La Luz ha sido velada por aquellos que se  consideraban  como los depositarios de ella, y las tinieblas se ha hecho en ellos y alrededor de ellos. Los dogmas han pervertido el sentido religioso, y el interés de casta  ha falseado el sentido moral. De aquí un cumulo de supersticiones, de abusos,  de prácticas idolatras cuyo espectáculo han lanzado a tantos hombres a la negación.
Vemos claro que la idea  que los hombres se forman de la verdad, se modifica con el tiempo. Hemos llegado al momento  de la historia  en que las religiones envejecidas se derrumban sobre sus bases;  y una renovación filosófica  y social se prepara. El progreso material e intelectual llama al progreso moral.
La religión debe perder  su carácter dogmatico y sacerdotal  para mostrarse científica;  la ciencia  se separará  de los escollos materialistas  para iluminarse como un rayo divino.
El mundo y los seres, descendientes de Dios, vuelven a Dios por una evolución constante. Los males con los que afligimos a nuestro prójimo nos persiguen  como  nuestra sombra sigue a nuestro cuerpo. Las obras inspiradas en el amor  a nuestros semejantes  son las que más pesan en la balanza  celeste.
Si trabajamos con los buenos, nuestros ejemplos serán inútiles; no debemos temer vivir entre los malos  para conducirlos al bien.  Pues el hombre virtuoso es semejante  al árbol gigantesco cuya sombra bienhechora   da a las plantas  que lo rodean  la frescura y la vida.
Nada cuanto existe puede perecer,  pues todo cuanto existe está contenido en Dios. Así, pues, los sabios no lloran a los vivos ni a los muertos. Porque saben que nadie deja de existir más allá de la vida presente.La ciencia y el amor son los dos factores esenciales del Universo. Mientras el ser   no adquiera amor,  se halla condenado  a proseguir  la cadena de las reencarnaciones terrenales.
La hora presente  es una hora  de crisis y de renovación. Para elevar el nivel moral, para detener   la superstición  y el escepticismo que conducen  a la esterilidad, el hombre necesita una concepción nueva del mundo y de la vida que,  apoyándose en el estudio de la naturaleza y de la conciencia, en la observación de los hechos, en los principios de la razón, fije la finalidad de la existencia  y regularice nuestra marcha hacia adelante.  Lo que necesitamos es una enseñanza  de la que se deduzca un móvil de perfeccionamiento,  una sanción moral y una certidumbre para el porvenir.
Esta enseñanza ya existe  y se vulgariza  todos los días.  En medio de las disputas y de las divagaciones de las escuelas,  una voz se ha dejado oír la de los Muertos. Desde el otro lado de la tumba, se han revelado más vivos que  nunca; ante sus instrucciones, ha caído el velo que ocultaba la vida futura. La enseñanza que nos dan  llega a reconciliar todos los sistemas encontrados, y de las cenizas del pasado  llegan a hacer brotar una nueva llama. En la filosofía de los Espíritus encontramos  la doctrina oculta que abarca todas las edades. Esta doctrina las hace revivir, reúne los restos esparcidos y los adhiere  unos a otros  con un poderoso cemento  para reconstituir un monumento capaz  de amparar  a todos los pueblos  y a todas las civilizaciones. Para asegurar  su duración. La sienta sobre la roca  de la experiencia directa, del hecho renovado sin cesar.  Gracias a ella, la certidumbre de la vida inmortal se precisa a los ojos de todos, con las innumerables existencias y los incesantes  progresos que nos reserva en la sucesión de las edades.
Semejante doctrina  puede transformar  a pueblos y a sociedades, llevando la claridad a todas partes donde existe la noche,  haciendo que se funda  con su calor  todo lo que hay de hielo y de egoísmo en las almas, revelando a todos los hombres las leyes  que los unen  con los vínculos  de una estrecha solidaridad.
Bendigamos la Doctrina Espirita, estudiémosla, para poder comprender este nuevo sentido de la vida, alcanzando así, ese progreso que nos eleva por encima de las cosas materiales. 
Os deseo un lindo viernes, con mucho amor y cariño, vuestra hermana  Merchita.
Trabajo extraído del libro “Después de la muerte” de León Denis.
(Ver el blog   elespiritadealbacete.blogspot.com)

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