lunes, 3 de julio de 2023

Emancipación del alma

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- La vida futura

2- Alma y Espíritu

3.-Pasiones humanas y su influencia en el proceso evolutivo

4.- Emancipación del Alma

                                                ***************************


                                                                    


                       La Vida futura

Todo se encadena y se une en el Universo, tanto en lo moral como en lo físico, según nos dicen los Espíritus. Las penas y las recompensas se reparten entre los individuos mediante el juego natural de las cosas. Tanto el bien como el mal vuelven a su punto de partida. Hay faltas cuyos efectos se producen en el transcurso de la vida terrestre, y otras que son más graves sus consecuencias se dejan sentir en la vida espiritual, y a veces también en encarnaciones ulteriores..
Los espíritus rebeldes van a expiar su obstinación, a mundos inferiores. La generación actual desaparecerá gradualmente y la nueva le sucederá del mismo modo, sin que haya perturbación en el orden natural de las cosas.
En vez de nacer en ella un niño inclinado al mal, vendrá un Espíritu más adelantado e inclinado al bien.
La enseñanza de los Espíritus nos dice que el espíritu sufre las consecuencias naturales de sus actos, que recaen sobre el y le glorifican o le mortifican. El ser sufre en la vida de ultratumba no solamente por el mal que ha hecho, sino también por su inacción y su debilidad. En una palabra esa vida es obra suya, tal y como la formo con sus manos. El sufrimiento es inherente al estado de imperfección, se atenúa con su progreso y desaparece cuando el espíritu a vencido a la materia.
El castigo del Espíritu malo continúa no solamente en la vida espiritual, sino también en encarnaciones sucesivas que lo arrastran hacia mundos inferiores, donde la existencia es precaria y el dolor reina soberano. Tales mundos son los que podríamos llamar el infierno, la separación del cuerpo para estos espíritus es muy penosa y llena de turbación y de angustia. La ilusión de la vida terrena sigue para el por algunos años , son incapaces de darse cuenta de su estado y de romper los lazos que lo encadenan al mundo en el que vivieron, puesto que nunca se preocuparon por su origen , solo vivieron para la vida material y para sus placeres. Se desesperan cuando sienten la indiferencia de los que lo rodean, que no los ven, ni los sienten, errantes y tristes, sin rumbo, sin esperanza , en los lugares que les son familiares, son almas en pena, cuya presencia se ha supuesto en alguna moradas, y cuya realidad queda establecida todos los días por medio de numerosos y ruidosas manifestaciones.
La situación del espíritu después de la muerte, resulta únicamente de las aspiraciones y de los gustos que desarrollo en si. Siempre se manifiesta la ley inexorable de la siembra y la recolección. El que puso todos sus goces, toda su felicidad en las cosas de este mundo, en los bienes de la Tierra, sufre cruelmente en cuanto se ve privado de ellos. Toda pasión lleva su castigo en si misma.
El Espíritu que no ha sabido emanciparse de los apetitos groseros, de los deseos brutales, se convierte en juguete de ellos, sin poder darles satisfacción. Despojado de todo lo que constituía su grandeza terrena, la soledad y la privación le esperan en el espacio.
Peor aun es la situación de los Espíritu crueles y rapaces, de los criminales de toda especie, de aquellos que hacen correr la sangre o pisotean la justicia. Las quejas, las maldiciones, de sus victimas resuenan en sus oídos durante un tiempo que se les hace una eternidad. Sombras irónicas y amenazadoras le rodean y lo persiguen sin descanso. No hay para esos espíritus retiro alguno lo suficientemente profundo, lo bastante escondido, y en vano buscan el reposo y el olvido. Solo la entrada en una vida oscura, la miseria, el rebajamiento y la esclavitud pueden atenuar sus males. Los egoístas, los hombres exclusivamente preocupados en su bienestar, se preparan un penoso porvenir. No habiendo amado a nadie más que solo a si mismos; no habiendo ayudado, consolado ni tranquilizado a nadie, no encuentran simpatía ni cariño en la otra vida. Aislados y desamparados, ven transcurrir el tiempo monótono y lento. Un tedio taciturno le oprime, el pesar por las horas perdidas y por la existencia desperdiciada, el odio hacia los intereses miserables que les absorbían, todo ello es una tortura que les devora. Sufren, vagan, hasta que un pensamiento caritativo acude a ellos y luce en su oscuridad como un rayo de esperanza; hasta que esclarecidos por un espíritu bienhechor se deciden a entrar en un camino mejor.
La situación de los suicidas es a veces, mas mala aun. El suicidio es una cobardía, un crimen, y sus consecuencias son terribles. El suicidio no libera de los sufrimientos físicos. El espíritu continúa ligado a ese cuerpo carnal que creía haber destruido; sufre lentamente todas las fases de la descomposición, y las sensaciones dolorosas se multiplican en lugar de desminuir. Lejos de abreviar su padecimiento, lo prolonga indefinidamente; su malestar y perturbación persisten durante mucho tiempo después de la destrucción de la envoltura material. Le será preciso afrontar de nuevo los padecimientos de los cuales quería escaparse, con la muerte, y que fueron originados en su pasado. Deberá soportarlos en las peores condiciones, volver a andar paso a paso el camino sembrado de obstáculos, y para ello, tendrá que sufrir una encarnación más penosa aun que aquella de la que quiso huir.
Los sufrimientos de los ajusticiados, después de la ejecución, son espantosos, la mayor parte son presa de una sobreexcitación aguda, de atroces sensaciones que los vuelven furiosos. El horror de sus crímenes, las miradas de sus victimas, que parecen perseguirles y traspasarles como cuchillos, las alucinaciones y los sueños espantosos, esa es la suerte que les espera. La mayor parte de ellos, para encontrar una derivación de us males, se lanzan sobre los encarnados de tendencias semejantes y les impulsan al crimen. Otros, devorados por el remordimiento como por un fuego inextinguible, buscan sin tregua refugio seguro que no hallan. A cada paso que dan, a su alrededor, en todas partes, creen ver cadáveres, figuras amenazadoras y charcos de sangre.
Los espíritus malos sobre los cuales recae el peso de sus faltas están en la imposibilidad de prever el porvenir. No conocen nada de las leyes superiores. Los fluidos que los envuelven se oponen a la relación con los Espíritus elevados, que quisieran arrancarles de esas inclinaciones; pero no pueden hacerlo, a causa de su forma grosera, casi material de estos espíritus y del campo restringido de sus percepciones.
Devorados por la envidia y por el odio, con el fin de distraerse de sus preocupaciones, muchos buscan a los hombres débiles y propicios al mal. Se encarnizan con ellos y les inculcan funestas inspiraciones; pero, poco a poco, de estos nuevos excesos se deducen nuevos sufrimientos. La reacción del mal causado les encierra en una red de fluidos más sombríos. Las tinieblas se hacen más densas, se forma un circulo estrecho, y la reencarnación, penosa y dolorosa, se yergue ante ellos.
Los que se han arrepentido y que se han resignado, ven próximo el tiempo de los padecimientos y se han decidido a satisfacer la eterna justicia. Los remordimientos, como un pálido resplandor, iluminan sus almas con una luz vaga y permiten a los buenos espíritus que se deslicen en ellos para prodigarles aliento y consejos.
Lo mismo ocurre con toda alma que abandona el mundo. Nuestras evocaciones despiertan la atención del fallecido y facilitan su separación corporal. Nuestras oraciones ardientes, semejante a chorros luminosos o a vibraciones armoniosas, les iluminan y dilatan su ser. Les resulta agradable pensar que no están abandonados a si mismos en la inmensidad, que existen aun seres en la Tierra que se interesan por su suerte y desean su felicidad. Aunque esta no pueda ser obtenida en ningún caso mediante esas oraciones, no por eso dejan de ser saludables par el espíritu, al que arrancan de la desesperación y le dan fuerzas fluídicas necesarias para luchar contra las influencias perniciosas y salir de su ámbito.
Los Espíritus desdichados atienden nuestras llamadas y nuestras evocaciones. Nuestros pensamientos simpáticos les envuelven como en una corriente eléctrica, les atraen hacia nosotros y nos permiten conversar con ellos a través e los mediúms.
El Espíritu sufre en la vida espiritual, las consecuencias de todas las imperfecciones, de las cuales no se despojó, durante la vida corporal. Su estado feliz o infeliz es inherente al grado de su depuración o de sus imperfecciones.
Toda imperfección es una causa de sufrimiento y de privación de goce, y no hay ni una sola imperfección que no lleve consigo consecuencias deplorables e inevitables.
Los espíritus infelices están excluidos de los mundos felices, donde perturbarían la armonía; permanecen en los mundos inferiores, donde expían sus faltas por las tribulaciones de la vida y se purifican de sus imperfecciones, hasta que merezcan encarnarse en mundos más avanzados, moral y físicamente.
Ningún Espíritu está en las condiciones de no poder mejorarse nunca; pues de ese modo estaría fatalmente destinado a una eterna inferioridad y escaparía de las leyes del progreso que rige providencialmente a todas las criaturas.
Cualquiera que sea la inferioridad y la perversidad de los Espíritus, Dios jamás los abandona. Todos tienen su ángel de la guarda, que vela por ellos, espía sus movimientos y se esfuerza en suscitar en ellos buenos pensamientos, el deseo de progresar y reparar en una nueva existencia el mal que hicieron. El actúa de una forma oculta, sin ninguna presión. El espíritu debe mejorarse por su propia voluntad, y no a consecuencia de cualquier constreñimiento. Debe actuar bien o mal en virtud de su libre albedrío, sin estar inducido en un sentido u otro.
La situación del espíritu, desde su entrada en la vida espiritual, es la que se ha preparado, por la vida corporal. Más tarde, le es dada una nueva encarnación para la expiación y la reparación, por medio de nuevas pruebas, pero no siempre las aprovecha, en función de su libre albedrío, si no lo hace es una tarea que deberá empezar de nuevo cada vez en condiciones más penosas, de suerte, de que el que sufre mucho en la Tierra, puede decir, que tenia mucho que expiar.
La misericordia de Dios, es infinita, pero no es ciega. El culpable, al cual perdona, no está exonerado mientras no haya satisfecho a la justicia, sufre las consecuencias de sus faltas. Dios siempre deja la puerta abierta para la vuelta al bien.
Todo hombre pudiendo deshacerse de sus imperfecciones, por efecto, de su voluntad, puede ahorrarse los males que son su consecuencia y asegurar su felicidad futura.
Tal es la ley de la Justicia Divina; a cada uno según sus obras asi en la Tierra como en el Cielo.
Las enseñanzas de los Espíritus han iluminado el camino de la vida, han resuelto los oscuros problemas del porvenir, han fortificado la fe vacilante y han restablecido la justicia sobre bases inquebrantables
La nueva generación que debe fundar la era del progreso moral, se distingue por la inteligencia y una razón precoz, unidas al sentimiento innato del bien y de las creencias espiritualistas, lo cual es señal segura de un cierto grado de adelantamiento anterior.
Los cielos elevados son la patria de la belleza ideal y perfecta donde todas las artes se inspiran.
La ciencia moderna, de a cuerdo con la enseñanza de los Espíritus, nos presenta el Universo sembrado de innumerables mundos habitados. El cielo está en todas partes; por todas partes se encuentra lo inconmensurable, lo insondable y lo infinito; en todas partes hay un hormigueo de soles y de esferas, en medio de los cuales la Tierra no es nada más que una unidad insignificante.
En el seno de los espacios, no hay más que moradas circunscritas a las almas. Siendo libres y puras, estas recorren la inmensidad y van a donde las llevan sus afinidades y sus simpatías. Los espíritus inferiores, grávidos por la densidad de sus fluidos, permanecen como aferrados al mundo donde han vivido, circulando por la atmósfera o mezclándose con los humanos.
Los goces y las percepciones del Espíritu no resultan del ambiente que ocupa, sino de su estado personal y de los progresos realizados. Cada uno lleva en si su gloria o su infierno.
La condición del Espíritu en la vida de ultratumba, su elevación, su felicidad, todo depende de su facultad de sentir y de percibir, que es proporcional a su grado de adelanto.
Los Espíritus nos enseñan sobre la vida de ultratumba que no es un lugar para la estéril contemplación ni para la beatitud ociosa. Todas las regiones del Universo están pobladas por Espíritus atareados. Por todas partes hay almas que suben y descienden, se agitan en el seno de la luz o en las regiones oscuras. En un punto, se aglomeran los auditorios para recibir las instrucciones de los Espíritu elevados. Más lejos, se forman grupos para festejar a un recién llegado. En otra parte otros espíritus combinan los fluidos, les presentan mil formas y mil tintes maravillosos y los preparan sutiles usos a que los destinan los espíritus superiores.
Otras multitudes se aglomeran alrededor de los planetas y los siguen en sus evoluciones; multitudes sombrías, turbadas, que fluyen sin saberlo sobre los elementos atmosféricos. Espíritus luminosos las atraviesan, más rápido que el relámpago, proporcionando auxilios y consuelos a los encarnados que los imploran. Cada uno desempeña su papel y contribuye a la gran obra a la medida de su merito y de su adelanto. El universo entero evoluciona. Al igual que los mundos, el Espíritu prosiguen su carrera eterna, atraídos hacia un estado superior, entregados a diversas ocupaciones. Progreso por realizar, ciencia por adquirir, dolor por extinguir, remordimientos por calmar, amos a los humanos, expiación, abnegación, sacrificio, todas estas etapas, todos estos móviles les estimulan, les impulsan, les precipitan hacia su progreso. En esta inmensidad reinan incesantemente el movimiento y la vida. Todo se transforma, se engrandece, se eleva. La inmovilidad, la inacción es el retroceso, es la muerte. Bajo el impulso de la gran Ley, seres y mundos, almas y soles, todo gravita y se mueve en la orbita gigantesca trazada por la voluntad divina.
Es como si la esperaran después de un largo viaje. Todos los que participaron de sus buenos y de sus malos días, todos los que con ella se engrandecieron, lucharon, lloraron y sufrieron, se aglomeran para recibirla, y despertándose súbitamente su memoria, se producen explosiones de felicidad, efusiones que la pluma no sabría describir.
El Espíritu bueno y puro es inaccesible al espanto. Ese infinito, silencioso y frió para los Espíritus inferiores, se anima muy pronto para el y le deja oír su voz poderosa. El alma, separada de la materia, percibe poco a poco las vibraciones melodiosas, del éter, las delicadas armonías que descienden de las colonias celestes; oye el ritmo imponente de las esferas. Esos cantos de los mundos, esas voces del infinito que resuenan en el silencio, los percibe y los penetra de ellos hasta el arrebatamiento. Recogida, embriagada, henchida de un sentimiento grave y religioso, de una admiración que no puede ser saciada, el alma se baña en las olas del éter, contempla las profundidades siderales, las legiones de Espíritus, sombras frágiles, ligeras que flotan y se agitan en ámbitos de luz. Asiste a la génesis de los mundos; sigue el desenvolvimiento de las humanidades que los pueblan, y en este espectáculo comprueba que en todos los lugares la actividad, el movimiento y la vida se unen ordenadamente en el Universo. Los espíritus puros llevan en si su luz y su felicidad; le siguen a todas partes; forman parte integrante de su Ser.
Los espíritus puros llevan en si su luz y su felicidad; le siguen a todas partes; forman parte integrante de su Ser.
Cualquiera que sea su grado de adelanto, el Espíritu que acaba de abandonar la Tierra no puede aspirar a vivir indefinidamente esa vida superior. Sujeto a la reencarnación, esa vida no es para él más que una etapa de reposo, una compensación a los malos padecidos, una recompensa ofrecida a sus meritos. Se empapa y se fortifica en ella para luchas futuras. Pero, en el porvenir que le espera, no volverá a encontrar ya las angustias y los cuidados de la vida terrena. El Espíritu elevado está llamado a renacer en mundo mejor dotados que el nuestro. La escala grandiosa de los globos contiene numerosas gradas dispuestas para la ascensión de las almas; cada una de estas asciende a ellas gradualmente.
En las esferas superiores a la Tierra, la materia tiene menos imperio. Los males que esta engendra se atenúan a medida que el ser, progresa, y acaban por desparecer. Las necesidades corporales son casi nulas y los duros trabajos, desconocidos. La existencia, es más larga que la nuestra, transcurre en el estudio, en el compartir las realizaciones de una civilización perfeccionada que tiene por base la moral más pura, el respeto de los derechos de todos, la amistad, y la fraternidad. Los horrores de la guerra, las epidemias, las plagas, no tienen acceso, ni la enfermedad, y los groseros intereses, (causa de tantas codicias en la Tierra) no dividen allí a los Espíritus.
Estos datos de las condiciones de habitabilidad de los mundos están confirmados por la ciencia. Por medio del espectroscopio, que ha analizado sus elementos constitutivos, a calcular su poder de atracción y a pesar su masa. La astronomía nos demuestra que las estaciones varían de duración e intensidad, según la inclinación de los mundos con relación a su orbita. Nos enseña que Saturno tiene la densidad de la madera de arce; Júpiter, poco más o menos, la del agua. Nos dice que en Marte la pesadez de los cuerpos es la mitad menos que en la Tierra.
Un día, cuando el espíritu, después de haber recorrido el ciclo de las existencias planetarias, después de haberse purificado con sus renacimientos y sus emigraciones a través de los mundos, ve cerrarse la serie de encarnaciones y abrirse la vida espiritual definitiva, la verdadera vida del alma, de donde están desterrados el mal, la sombra y el error.
El Espíritu goza de la alegría y la paz, convive con espíritu esclarecidos, pacientes y dulces, se une a ellos por un afecto que no se turba por nada, participa de sus aspiraciones, de sus ocupaciones , de sus gustos, se comprenden , se sustentan, se aman , libres de las necesidades y de la muerte, jóvenes sin preocupación de los siglos…. Luego después de estudiar, admirar , glorificar la obra infinita, penetra más profundamente en los divinos misterios, , reconoce por toas partes la justicia, la belleza, y la bondad celestial, se identifica con ellas y se nutre de ellas, sigue a los genios superiores en su tarea, en sus misiones, ellos intentan igualarlos , subir más arriba, siempre hay nuevos goces, nuevos trabajos, nuevos progresos los esperan.; tal es la vida eterna, magnifica, desbordante , la vida del espíritu purificado por el sufrimiento.
Los Espíritus superiores poseen en su grado eminente el sentido de lo bello. Es la fuente de de sus más puros goces, y todos saben realizarlo en obras, al lado de las cuales palidecen las obras maestras de la Tierra. Para el alma superior, el arte, bajo sus multiples aspectos es una oración, un homenaje rendido al Principio eterno.
Siendo fluídico el Espíritu, obra sobre los fluidos del espacio. Su voluntad poderosa los combina, los dispone a su gusto, les presta los colores y las formas que responden a su finalidad. Por medio de estos fluidos, se ejecutan obras que desafían toda comparación y todo análisis.
En las moradas etéreas se celebran fiestas espirituales. Los espíritus puros, radiantes de Luz, se agrupan por familias. Suaves armonías (al lado de las cuales las de la Tierra no son más que ruidos discordantes) les encantan, y en el espacio infinito se les aparece el espectáculo maravilloso de los mundos girando en la extensión y uniendo sus notas a las voces espirituales, el himno universal que sube hasta Dios.
El amor, la confianza, la sinceridad presiden estas reuniones donde son recogidas las instrucciones de los mensajeros divinos, donde son aceptadas nuevas tareas que contribuyen a elevar mas. Unos consienten en velar por el progreso y por el desenvolvimiento de las naciones y de los mundos; otros encarnan en las tierras del espacio para cumplir en ellas misiones de abnegación, para instruir a los hombres en la moral y en la ciencia; otros, (los Espíritus guías o protectores) se dirigen a cualquier alma encarnada, le prestan su apoyo en el áspero camino de la existencia, la conducen desde el nacimiento hasta la muerte durante varias vidas sucesivas, acogiéndola al final de cada una de estas en el umbral del mundo invisible.
En todos los grados de la jerarquía espiritual, el Espíritu desempeña su papel en la obra inmensa del progreso y contribuye a la realización de las leyes superiores.
Cuanto más puro es el espíritu, más intensa, más ardiente se hace en él la necesidad de amar, de hacer participe de sus goces y de su gloria, de su felicidad a todos los que sufren, a todos los que se encadenan en los abismos de la existencia inmortal. Su amor se va extendiendo poco a poco a todos los seres al dirigirse sin parar hacia Dios, Padre de las almas, centro de todos los poderes afectivos.
Son tres grandes fases: la vida material, la vida espiritual y la vida celestial, reaccionan una sobre la otra forman un todo que constituye el campo de acción de los seres.
La superioridad del espíritu se reconoce en su vestimenta fluidica. Todo Espíritu es una hoguera de luz por mucho tiempo velada, comprimida, invisible, que se desarrolla con los valores morales, crece lentamente y aumenta en extensión y en intensidad. Al principio es como un fuego oculto entre cenizas, y que se revela con suaves chispas y luego con una llama tímida y vacilante. Un día se convierte en una aureola; luego se activa, se extiende y abarca al Espíritu por entero, que resplandece como un sol o como esos astros errantes que recorren los abismos celestes, dejando tras de si una aureola luminosa. Para obtener este grado de esplendor es preciso un conjunto de trabajos, de obras fecundas; una acumulación de existencias que a los humanos les parece una eternidad.
La vida humana intercepta las propiedades radiantes del espíritu. La luz del alma está oculta bajo la carne, el hombre puede comprobarlo, en sus buenas acciones, en los impulsos generosos, la mantienen y la aviva. En los momentos de expansión, de caridad, de amor, es cuando el alma siente como una llama, como una radiación que emana de su ser. Esta Luz íntima es la que hace a los oradores, a los apóstoles a los héroes. Ella es la que cautiva a los auditorios, la que entusiasma a los pueblos y les hace realizar grandes cosas
Si queremos recorrer rápidamente la cadena magnifica de los mundos y llegar a las regiones etéreas, arrojemos lejos de nosotros todo lo que nos haga el paso pesado que dificulta nuestro vuelo. ¡Devolvamos a la Tierra lo que es de la Tierra, y no aspiremos nada más que los tesoros eternos: trabajemos, oremos, consolemos, ayudemos y amemos, amemos hasta la inmolación! ¡Cumplamos con nuestro deber, aun a costa del sacrificio y de la muerte! Así sembraremos el germen de nuestra felicidad para el porvenir.
León Denis
                              *******************************************

                           ALMA Y ESPÍRITU
                 
                         
El alma del hombre es un Espíritu encarnado. Para secundarlo en el cumplimiento de su tarea, Dios les dio, como auxiliares, a los animales que le son sumisos y cuya inteligencia y carácter son proporcionales a sus necesidades. 
12. El perfeccionamiento del Espíritu es fruto de su propio esfuerzo; no pudiendo, en una sola existencia corpórea, adquirir todas las cualidades morales e intelectuales que deben conducirlo al objetivo, él lo alcanza por una sucesión de existencias, en cada una de las cuales da algunos pasos adelante en el camino del progreso. 
13. En cada existencia corporal el Espíritu debe llevar a cabo una labor en proporción con su grado de desarrollo; cuanto más ruda y trabajosa sea tanto mayor será el mérito en cumplirla. De esta manera, cada existencia es una prueba que lo acerca al objetivo. El número de esas existencias es indeterminado. 
Depende de la voluntad del Espíritu abreviarlo esforzándose activamente por su perfeccionamiento moral; del mismo modo que depende de la voluntad del obrero, 
que debe entregar un trabajo, el disminuir la cantidad de días que emplea en hacerlo. 
14. Cuando una existencia fue mal empleada y sin provecho para el Espíritu, debe   recomenzarla en condiciones más o menos penosas, debido a su negligencia y su mala voluntad; del mismo modo, en la vida, se puede ser constreñido a hacer al día siguiente, lo que no se hizo en la víspera o a rehacer lo que se hizo mal. 
15. La vida espiritual es la vida normal del Espíritu y es eterna; la vida corpórea es transitoria y pasajera: no es sino un instante en la eternidad. 

El espiritismo en su mas simple expresión. 
Allan Kardec.

                                                    ****************************

                                                                        

PASIONES HUMANAS Y SU INFLUENCIA EN EL PROCESO EVOLUTIVO.

Toda pasión es extremista en su exteriorización. Y aquí está el aspecto negativo de la pasión, aun cuando ésta sea nacida de un ideal sano; pues, el gran mal de toda pasión, está en la intransigencia que el apasionado sostiene, por considerar (sinceramente en muchos de los casos y convencionalmente en otros) que él es el único que tiene la razón o está en la verdad.
Y esta convicción no le permite reconsideraciones acerca de su actitud, de su posición, ni escucha otras razones. La facultad analítica de su mente no funciona por falta de interés en ello y porque su estado emotivo perturba esa facultad de raciocinio y paraliza la voluntad, quedando el individuo a merced de la pasión, como la veleta al viento.
Y perturbadas esas facultades, el afectado es dominado por la turbulencia vibratoria que incide, con mayor o menor intensidad, sobre sus facultades psíquicas: sensorial y emocional; y esta última, a su vez, sobre la mente, produciendo ese estado de apasionamiento que conduce a la intransigencia, creando antagonismos y separaciones en la vida de relación y del hogar.
Y cuando las pasiones son colectivas, consecuencia generalmente del fanatismo ideológico o religioso, crea antagonismos colectivos, conduciendo a las luchas fratricidas y persecuciones sangrientas abominables.
Las pasiones nacidas del celo ideológico, cuando el individuo es víctima del fanatismo, le arrastran a estados emocionales violentos, produciendo un desequilibrio mental-emocional que le lleva a la intransigencia y hasta la violencia, de consecuencias múltiples en las relaciones humanas.
Y de estos estados pasionales, no se han salvado ni las organizaciones religiosas que, según lo demuestra la historia de la humanidad, han llegado al más alto grado de intolerancia y a los excesos y crímenes más abominables.
El gran mal de los estados pasionales, está en el desequilibrio mental producido por la excitación emocional, consecuencia de la falta de control por parte del afectado, sobre sus reacciones; debido a la falta de vigilancia. Y esta falta de vigilancia sobre sus reacciones, mantiene al afectado en un desconocimiento de su condición apasionante, no percibiendo el comienzo de la turbulencia vibratoria emocional. Y aquí entra en función la ley de atracción, esa ley cósmica que hace que cada cosa atraiga a su semejante, convirtiendo la mente del apasionado en un centro receptivo de fuerzas extrañas, ondas-pensamiento errabundas, de la misma naturaleza pasional, intensificando la pasión.
A más de esto, el afectado atrae hacia sí (por afinidad) seres del plano invisible, con las mismas pasiones, que incidirán sobre su mente, empujándole a la ejecución de actos de los cuales habrá de arrepentirse, una vez pasado el efecto perturbador de la pasión.
Para no caer en el estado perturbador de cualquier pasión, necesario es: evitar caer en el fanatismo, que lleva a la intransigencia; respetar las ideas y opiniones de los demás, ya que los demás tienen el mismo derecho que uno; vigilar constantemente los sentimientos y pensamientos (ya que ellos motivan nuestros actos), a fin de evitar la explosión emocional perturbadora.
No obstante, no debemos confundir la pasión con el entusiasmo; ya que éste, cuando está bien orientado, es una fuerza psicodinámica positiva y realizadora. Nadie podrá triunfar en cosa alguna, si carece de entusiasmo; pues, éste despierta el deseo, el cual es imprescindible para poner la voluntad en acción.
¿En qué modo influyen las pasiones en el proceso evolutivo?
En que obstruyen el mismo, retardando el avance espiritual, mientras no sean superados esos aspectos negativos.
Si dominado por una pasión —los celos (amorosos o ideológicos), por ejemplo— yo cometiere la bajeza de una mala acción, colocaría un obstáculo en mi camino de ascensión, el cual me impediría avanzar hasta tanto no fuere dicho obstáculo retirado o superado. Y de continuar en ese estado pasional, por falta de análisis de mí mismo, seguiría cometiendo errores, y por ende colocando más obstáculos, que serían otros tantos impedimentos de avance.
Dicho de otro modo. Las consecuencias creadas por esas malas acciones, recaerían sobre mí, e impedirían el avance en mi camino evolutivo, hasta tanto yo no sufriere las consecuencias dolorosas, por mí libremente creadas.
Solamente después de haber pagado por mis errores, cometidos en momentos de obcecación pasional, podría
proseguir adelante en el proceso evolutivo. Aun cuando esto se dice muy pronto, ello puede significar un período largo, de hasta siglos de expiación en los casos graves.
Por todo lo expuesto, puede apreciarse fácilmente la influencia negativa de las pasiones, cuales ellas sean, en el proceso evolutivo del Espíritu; así como también en la armonía de las relaciones sociales y del hogar, y su influencia en la salud.

Sebastián de Arauco.


                                                          ********************

                EMANCIPACIÓN DEL ALMA
                                                                     

   En tanto que el cuerpo físico descansa, el Espíritu puede "salir" del cuerpo, vagar a su alrededor o alejarse, encontrándose con otros espíritus, bien sea encarnados, pero en desdoblamiento, o desencarnados, manteniendo sin embargo su vínculo con el organismo por medio de un cordón fluídico, pudiendo llegar a producirse el fenómeno de la bilocación, por el que puede hacerse físicamente visible a otras personas y percatarse de acontecimientos o cosas que allí se desarrollan. Esa aparición es, por lo general, de poca concreción, inconsistente y fugaz, y corresponde a la denominación de "Agénere", dada por Kardec. Al retornar al cuerpo físico, puede recordar o no, lo que ocurrió durante el desdoblamiento. Muchas veces no recuerda con exactitud los hechos, sino imágenes simbólicas de ellos, como también sucede en los sueños.
    Durante el sueño, los sentidos corporales disminuyen su agudeza, pero los sentidos espirituales no pierden ninguna de las condiciones perceptivas; por el contrario, se afinan sus facultades al retomar una parte considerable de su acervo intelectual. Muchos poetas, compositores y científicos, han concebido sus obras en este estado de desprendimiento natural, y en múltiples ocasiones, se han revelado mensajes premonitorios que se verifican rigurosamente a posteriori.
    El mundo espiritual y el mundo físico se entremezclan de continuo; el plano de la vida espiritual no es una cosa intangible. sino una realidad natural en la que ocurre la prolongación de la vida del mundo físico. El hombre no es solo un ser físico, biológico o psicológico: es un ser espiritual.
    El  Espíritu, causa de todos los seres inteligentes, es lo que piensa, lo que desea, lo que ama, es el centro de fuerzas en donde residen todas nuestras potencialidades. Sustancia sutilísima por esencia, el alma constituye en el hombre su verdadera personalidad, su yo indestructible, su conciencia, manifestándose en inteligencia, sentimientos, emociones, memoria y voluntad. Estas cualidades provienen de adquisiciones en sus anteriores encarnaciones y de lo obtenido en la encarnación actual. El cuerpo, expresión tangible de nuestra existencia, es lo que se muere y extiende en el espacio, lo que se forma y descompone por las combinaciones de la materia. La muerte separa y disuelve los elementos materiales del cuerpo, pero su espíritu no se disuelve ni se aniquila. Como la larva se transforma en crisálida y de esta irrumpe la mariposa, así el espíritu se depura y progresa en sucesivas existencias, revistiendo formas diversas en la escala ascensional de la vida. Cada cual afirma su espiritualidad por la conciencia que tiene de su pensamiento, y su materialidad por la manifestación de su vida en el seno de la naturaleza.
- Jon Aizpurúa-
                                              ********************







No hay comentarios: