1.- Unos sabios consejos
2.- Pérdida de seres queridos
3.- El gran enigma de Dios
4.- ¿La mediumnidad es regalo de Dios?
5.- Retrato de Jesús
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UNOS SABIOS CONSEJOS
No deje de soñar, mas enfrente sus realidades cotidianas.
Reduzca sus quejas, al mínimo, si no las puede dominar del todo.
Hable, tranquilizando a quien le escucha.
Deje que los demás su propia existencia, tanto como usted desea vivir la existencia que Dios le dio.
No deje de creer en el poder del trabajo.
Nunca se crea que el bien pueda ser practicado sin dificultad. Cultive la perseverancia en lo que sea mejor, jamás sea testarudo en sus puntos de vista.
Acepte sus desilusiones con realismo, extrayendo de ellas el valor de la experiencia, sin perder el tiempo con lamentaciones improductivas.
Convénzase de que usted solamente solucionará sus problemas si no huye de ellos.
Recuerde que decepciones, apuros, desengaños y pruebas, son marcas en el camino de todos y que, por eso mismo, para evitar los entorpecimientos de la obsesión, lo que importa no es que el sufrimiento nos visite, sino nuestra reacción personal ante él.
(André Luiz, del libro “Paz y Renovación”, Francisco Cândido Xavier)
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PÉRDIDA DE SERES QUERIDOS
A lo largo de estos últimos meses hemos hecho un recorrido por las distintas interpretaciones históricas, culturales y religiosas que ha ido desarrollando el ser humano respecto a la muerte y todo aquello que la rodea en el ámbito cristiano; una idea que ha ido evolucionando muy lentamente con el paso de los siglos. Hemos hablado también de que las religiones, con sus tradiciones, desde tiempo inmemorial, han arraigado en el inconsciente colectivo una visión muy particular sobre lo que significa la extinción de la vida en este mundo físico; la hemos asumido psicológica y socialmente de una manera que por lo general nos provoca incertidumbre, angustia y dolor. Una visión poco convincente, de la que es complicado salir sin una mente abierta que nos permita explorar otras maneras de ver este hecho tan natural.
Por otro lado, la misma ciencia oficial ha trabajado y trabaja por desentrañar aquellos misterios, aquellos desafíos que la vida nos presenta para mejorar en todos los sentidos y tratar de comprender los mecanismos de la misma. No obstante, al fenómeno de la muerte no le ha prestado suficiente atención. Una parte de la ciencia, la más ortodoxa y materialista, la ha encasillado dentro del apartado de las creencias religiosas o dogmáticas. Su planteamiento ante la muerte sería el siguiente: “Una vida humana se encuentra en estado terminal o se acaba de extinguir; la ciencia ya no puede hacer nada; caso cerrado”.
La tristeza y el sufrimiento, son por regla general, el estado que caracteriza a las personas cuando se enfrentan a la pérdida de los seres queridos, un proceso por el que todos tenemos que pasar en distintos momentos de nuestras vidas.
A esta reacción que tenemos en respuesta a una muerte se la denomina duelo. Se trata de un estado psicológico que varía de unas personas a otras; depende también de factores como pueden ser el tipo de muerte, la edad del fallecido o el papel que jugaba en nuestras vidas. En función de todas esas circunstancias, el duelo se puede alargar más o menos en el tiempo.
El problema surge cuando, en función del carácter psicológico de la persona y la carencia de unas convicciones espirituales claras respecto al futuro y la vida en el Más Allá, esa tristeza, que en principio es natural se cronifíca, se convierte en un círculo vicioso del que no se sabe o no se tienen recursos para salir, degenerando en una depresión u otro disturbio de carácter psicológico o psicosomático. En casos así es preciso, en primer lugar, acudir a especialistas para que les ayuden a resolver el problema y que la pérdida deje de ser, al menos, un foco de perturbación en su vida.
Por todo ello, resultaría conveniente trasladar a la sociedad las investigaciones científicas que existen sobre este tema. También profundizar en aquellas ideas filosóficas y espirituales llenas de lógica y sentido común que nos proporciona el Espiritismo respecto a los principios espirituales que rigen al ser. Incluso con los testimonios recibidos de seres queridos en manifestaciones espontáneas de carácter mediúmnico y que la doctrina espírita viene estudiando desde hace más de 150 años. Con todo ello se conseguiría mitigar el choque emocional de una pérdida, y serviría como consuelo y también como esperanza de un reencuentro futuro.
A lo largo de estos últimos meses hemos hecho un recorrido por las distintas interpretaciones históricas, culturales y religiosas que ha ido desarrollando el ser humano respecto a la muerte y todo aquello que la rodea en el ámbito cristiano; una idea que ha ido evolucionando muy lentamente con el paso de los siglos. Hemos hablado también de que las religiones, con sus tradiciones, desde tiempo inmemorial, han arraigado en el inconsciente colectivo una visión muy particular sobre lo que significa la extinción de la vida en este mundo físico; la hemos asumido psicológica y socialmente de una manera que por lo general nos provoca incertidumbre, angustia y dolor. Una visión poco convincente, de la que es complicado salir sin una mente abierta que nos permita explorar otras maneras de ver este hecho tan natural.
Por otro lado, la misma ciencia oficial ha trabajado y trabaja por desentrañar aquellos misterios, aquellos desafíos que la vida nos presenta para mejorar en todos los sentidos y tratar de comprender los mecanismos de la misma. No obstante, al fenómeno de la muerte no le ha prestado suficiente atención. Una parte de la ciencia, la más ortodoxa y materialista, la ha encasillado dentro del apartado de las creencias religiosas o dogmáticas. Su planteamiento ante la muerte sería el siguiente: “Una vida humana se encuentra en estado terminal o se acaba de extinguir; la ciencia ya no puede hacer nada; caso cerrado”.
La tristeza y el sufrimiento, son por regla general, el estado que caracteriza a las personas cuando se enfrentan a la pérdida de los seres queridos, un proceso por el que todos tenemos que pasar en distintos momentos de nuestras vidas.
A esta reacción que tenemos en respuesta a una muerte se la denomina duelo. Se trata de un estado psicológico que varía de unas personas a otras; depende también de factores como pueden ser el tipo de muerte, la edad del fallecido o el papel que jugaba en nuestras vidas. En función de todas esas circunstancias, el duelo se puede alargar más o menos en el tiempo.
El problema surge cuando, en función del carácter psicológico de la persona y la carencia de unas convicciones espirituales claras respecto al futuro y la vida en el Más Allá, esa tristeza, que en principio es natural se cronifíca, se convierte en un círculo vicioso del que no se sabe o no se tienen recursos para salir, degenerando en una depresión u otro disturbio de carácter psicológico o psicosomático. En casos así es preciso, en primer lugar, acudir a especialistas para que les ayuden a resolver el problema y que la pérdida deje de ser, al menos, un foco de perturbación en su vida.
Por todo ello, resultaría conveniente trasladar a la sociedad las investigaciones científicas que existen sobre este tema. También profundizar en aquellas ideas filosóficas y espirituales llenas de lógica y sentido común que nos proporciona el Espiritismo respecto a los principios espirituales que rigen al ser. Incluso con los testimonios recibidos de seres queridos en manifestaciones espontáneas de carácter mediúmnico y que la doctrina espírita viene estudiando desde hace más de 150 años. Con todo ello se conseguiría mitigar el choque emocional de una pérdida, y serviría como consuelo y también como esperanza de un reencuentro futuro.
La muerte es un cambio a otra dimensión, recuperar la libertad sin el yugo de la carne.
Para una mejor comprensión, y aunque próximamente lo abordaremos con mayor profundidad, es necesario analizar grosso modo el estado en que se encuentran los seres queridos una vez han dejado el cuerpo físico. Varía extraordinariamente de unos casos a otros. De cualquier manera, tenemos la obligación moral de ayudarles durante ese proceso, en la medida de lo posible. Lo más importante es adoptar una actitud mental positiva, acompañándola con una oración sentida y sincera que le va a ayudar a superar ese trance, hacia su reingreso y adaptación a la nueva vida en el mundo espiritual.
No podemos olvidar que el pensamiento es una forma de energía muy poderosa, es un lenguaje universal que llega a las almas con quienes establecemos un diálogo. Cuando se trata de seres queridos ya desencarnados, el círculo afectivo se estrecha y la comunicación no verbal es más intensa.
Dependiendo de las circunstancias particulares, si el estado del recién fallecido no es bueno, los pensamientos positivos y las oraciones dirigidas al Creador le pueden aliviar de una manera importante. En la obra El Cielo y el Infierno, de Allan Kardec, encontramos numerosos testimonios de espíritus sufrientes que a través del vehículo mediúmnico agradecen la ayuda recibida, e incluso ruegan a familiares y a todos los presentes que no se olviden de seguir pidiendo por ellos.
Si se trata del caso de suicidas, la situación se complica exponencialmente. En estos casos, se deben redoblar los esfuerzos por mantener en el tiempo las oraciones para su propio beneficio, puesto que, aunque siempre varía de unos casos a otros, los sufrimientos son importantes. De tal forma, la ayuda que se les puedan dispensar siempre la agradecen de una manera especial, dada su difícil situación.
Por otro lado están aquellos que, debido a su estado espiritual equilibrado, se encuentran felices por retornar a la patria espiritual. Poseen mayor facilidad para sintonizar con los pensamientos de familiares y amigos. Las oraciones también las reciben con agrado, refuerzan los lazos espirituales ya existentes y les hacen más felices si cabe. Se establecen unos vínculos entre los dos planos que permiten a unos y a otros permanecer en contacto, aunque dichos espíritus, pasado un cierto tiempo, se encuentren ya desempeñando otras funciones o tareas en el mundo espiritual.
Tanto en unos casos como en los otros, lo que nunca se debe hacer es dejarse llevar por la desesperación o el desánimo. Hay que tratar de evitar a toda costa el “apego” emocional y psíquico hacia los desencarnados, puesto que una reacción de esa naturaleza les ocasiona ansiedad, tristeza y perturbación.
No tenemos el derecho de reclamar como si la muerte fuese una injusticia, o de rebelarnos ante esta circunstancia humana. Por mucho que hayamos podido amar a otras personas, no podemos permitir que esos sentimientos se contaminen de egoísmo, por el hecho de perderlas de nuestra vista.
Hay que plantearse la situación de otra manera muy distinta, no tan traumática. En el Evangelio según el Espiritismo encontramos sabias palabras al respecto por el espíritu de Sansón, recibida en el año 1863, que reproducimos aquí:
Existen infinidad de mensajes que hablan a propósito de esta circunstancia dolorosa; hijos u otros familiares que desencarnaron y se ven obligados a buscar, por los distintos medios a su alcance, la manera de manifestarse a sus seres queridos para que puedan comprobar que ya no sufren y que son felices, que la separación es pasajera; puesto que ese dolor y tristeza de los familiares les supone una angustia que les impide avanzar y disfrutar de la felicidad que se han ganado. O en el caso de espíritus que se encuentran en una situación precaria espiritualmente, la angustia y el sufrimiento de los familiares hace que se complique mucho más su estado. Sin ninguna duda, no tenemos el derecho de actuar así; muchas veces, producto de la ignorancia, del egoísmo y la falta de conocimiento de la realidad espiritual.
La muerte es un fenómeno natural y hasta necesario; forma parte del proceso natural de la vida.
No puede existir crecimiento sin transformación, sin cambios continuos.
¿Nos podemos imaginar una sociedad en donde nadie pudiera cambiar de trabajo o de vivienda? ¿O una sociedad en donde nadie tuviera la posibilidad de abandonar el hogar; padres, hermanos y abuelos para formar su propio hogar? ¿Se imaginan una sociedad donde nadie pudiera viajar para explorar otras culturas, otras gentes, y tuvieran que estar apegados a sus casas, a sus padres, y a sus barrios indefinidamente?… ¿Por qué la muerte no ha de ser un cambio a mejor?
Hemos de comprender que dichas separaciones no son un “Hasta siempre, sino un hasta pronto”. Hemos de hacer un esfuerzo por comprender que, aunque se disponen a recoger aquello que sembraron durante su última existencia, con su partida siempre estarán en buenas manos, y que necesitan continuar su proceso de crecimiento espiritual en el otro plano, fuera ya del yugo y de las preocupaciones penosas del plano material.
Si de verdad les amamos su felicidad debería ser lo primero.
José Manuel Meseguer- Amor, Paz y Caridad
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Se ha abusado tanto de la idea de Dios a través de los siglos; se han torturado e inmolado en su nombre a tantas inocentes víctimas; bajo el nombre de Dios se ha regado de tal manera el mundo con sangre humana, que el hombre moderno se ha apartado de El. Consideramos que la responsabilidad de este estado de cosas ha de recaer sobre los que han hecho del Dios de bondad y de eterna misericordia un dios de venganza y de terror. Pero no nos corresponde el establecer responsabilidades. Nuestro objeto es más bien el de buscar un terreno de conciliación y de aproximación en el que todos los buenos Espíritus puedan reunirse.
Sea lo que fuere, los hombres modernos, en gran mayoría, reniegan de cargar sobre ellos las ideas de Dios, de ley y de obligación alguna; no quieren comprender que la libertad sin la sabiduría y sin la razón es impracticable. La libertad sin la virtud conduce a la licenciosidad, y ésta a la corrupción, al relajamiento de los caracteres y de las conciencias, en una palabra, a la anarquía. Solamente cuando hayan pasado por nuevas y más duras pruebas, consentirán en reflexionar. Entonces la verdad se abrirá paso y la grande frase de Voltaire se mostrará evidente ante nuestros ojos: "¡El ateísmo y el fanatismo son los dos polos de un mundo de confusión y de horror!" (Histoire de Jenni).
Es verdad que se nos habla mucho de altruismo, o, dicho de otra manera, del amor a la humanidad, y se pretende que este sentimiento debe bastar. Pero, ¿cómo se hará del amor a la humanidad una cosa vívida, realizable, cuando no se llega, no ya a quererse, sino a soportarse los unos a los otros? Para agrupar los sentimientos y las aspiraciones es preciso un ideal poderoso. ¡Pues bien!, este ideal no lo encontraréis en el ser humano, finito y limitado; como tampoco lo hallaréis en las cosas de este mundo, todas pasajeras y transitorias. Sólo existe en el Ser infinito, eterno. Él sólo es lo bastante vasto para recoger y absorber todos los anhelos, todas las fuerzas, todas las aspiraciones del alma humana para avivarlas y fecundarlas. ¡Este ideal es Dios!
Mas, ¿qué es este ideal? Es la perfección. ¡Siendo Dios la perfección realizada es al mismo tiempo el ideal real, el ideal viviente!
- LEÓN DENIS- (EL GRAN ENIGMA, DIOS Y EL UNIVERSO)
Sea lo que fuere, los hombres modernos, en gran mayoría, reniegan de cargar sobre ellos las ideas de Dios, de ley y de obligación alguna; no quieren comprender que la libertad sin la sabiduría y sin la razón es impracticable. La libertad sin la virtud conduce a la licenciosidad, y ésta a la corrupción, al relajamiento de los caracteres y de las conciencias, en una palabra, a la anarquía. Solamente cuando hayan pasado por nuevas y más duras pruebas, consentirán en reflexionar. Entonces la verdad se abrirá paso y la grande frase de Voltaire se mostrará evidente ante nuestros ojos: "¡El ateísmo y el fanatismo son los dos polos de un mundo de confusión y de horror!" (Histoire de Jenni).
Es verdad que se nos habla mucho de altruismo, o, dicho de otra manera, del amor a la humanidad, y se pretende que este sentimiento debe bastar. Pero, ¿cómo se hará del amor a la humanidad una cosa vívida, realizable, cuando no se llega, no ya a quererse, sino a soportarse los unos a los otros? Para agrupar los sentimientos y las aspiraciones es preciso un ideal poderoso. ¡Pues bien!, este ideal no lo encontraréis en el ser humano, finito y limitado; como tampoco lo hallaréis en las cosas de este mundo, todas pasajeras y transitorias. Sólo existe en el Ser infinito, eterno. Él sólo es lo bastante vasto para recoger y absorber todos los anhelos, todas las fuerzas, todas las aspiraciones del alma humana para avivarlas y fecundarlas. ¡Este ideal es Dios!
Mas, ¿qué es este ideal? Es la perfección. ¡Siendo Dios la perfección realizada es al mismo tiempo el ideal real, el ideal viviente!
- LEÓN DENIS- (EL GRAN ENIGMA, DIOS Y EL UNIVERSO)
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¿LA MEDIUMNIDAD ES
UN REGALO DE DIOS?
"No son los que disfrutan de la salud los que necesitan un médico".
Mientras Jesús estaba en la mesa en la casa de este hombre (Mateo), muchos recaudadores de impuestos y personas de mala vida se acercaron a la mesa, quienes se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos; - ¿Qué les dijeron los fariseos al notarlo a los discípulos: ¿Cómo come su Maestro con los recaudadores de impuestos y las personas de mala vida? - Después de escucharlos, Jesús les dijo: No son los que están sanos los que necesitan un médico. (Mateo, cap. IX, vv. 10 a 12.)
Jesús se acercó, principalmente, a los pobres y desheredados, porque ellos son los que más necesitan consuelo; de los ciegos dóciles y de buena fe, porque piden ser vistos, y no de los orgullosos que piensan que tienen toda la luz y no necesitan nada.
Estas palabras, como tantas otras, encuentran su aplicación en el Espiritismo. Hay quienes se preguntan que a veces la mediumnidad se da a personas indignas, capaces de abusar de ella. Parece, dicen, que una facultad tan preciosa debe ser el atributo exclusivo de quienes más lo merecen.
Digamos, en primer lugar, que la mediumnidad es inherente a una disposición orgánica, de la cual cualquier hombre puede ser dotado, como ver, oír, hablar. Ahora, no hay nadie que el hombre, debido a su libre albedrío, no pueda abusar, y si Dios no hubiera otorgado, por ejemplo, la palabra sino a aquellos incapaces de pronunciar cosas malas, mayor sería el número de tontos que el de los que hablan Dios le ha dado poderes al hombre y le da la libertad de usarlos, pero no deja de castigar a quienes los abusan.
Si solo a los más dignos se les concediera la capacidad de comunicarse con los Espíritus, ¿quién se atrevería a pensarlo? ¿Dónde estará, el límite entre dignidad e indignidad? La mediumnidad se confiere sin distinción, para que los Espíritus puedan traer luz a todas las capas, a todas las clases de la sociedad, tanto a los pobres como a los ricos; a los rectos, para fortificarlos en el bien, a los viciosos para corregirlos. ¿No son estos últimos los pacientes que necesitan un médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del pecador, lo privaría de la ayuda que lo puede desarraigar? Los buenos espíritus vienen en tu ayuda y su consejo, dado directamente, es de una naturaleza para impresionarte más vívidamente que si lo hubieras recibido indirectamente. Dios, en su bondad, para salvarte la molestia de llegar lejos, pone la luz en tus manos. No será mucho más culpable si no quieres verlo? ¿Puede excusarse con su ignorancia, cuando él mismo escribió con sus manos, vio con sus propios ojos, escuchó con sus propios oídos y pronunció su condena con su propia boca? Si no aprovecha, entonces será castigado por la pérdida o perversión de la facultad que se le otorgó, y en cuyo caso, los espíritus malignos lo aprovechan para obsesionarse y engañarlo, sin perjuicio de las verdaderas aflicciones con las que Dios castiga a los servidores indignos y corazones que el orgullo y el egoísmo se han endurecido.
La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habituales con espíritus superiores. Es solo una aptitud para servir como un instrumento más o menos dúctil para los espíritus, en general. El buen medium, por lo tanto, no es quien se comunica fácilmente, sino el que simpatiza con los buenos espíritus y solo recibe ayuda de ellos. Es solo en este sentido que la excelencia de las cualidades morales se vuelve omnipotente sobre la mediumnidad.
(Fuente: El Evangelio según el Espiritismo, cap. XXIV, ítems 11 y 12.)
( Tomado del Blog de Tavares)
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RETRATO DE JESÚS
" Sabiendo que deseas conocer cuanto voy a narrar, te informo que en nuestros tiempos un hombre, el cual vive actualmente pleno de grandes virtudes, llamado Jesús, que es inculcado por el pueblo como el profeta de la verdad, y sus discípulos dicen que es hijo de Dios, Creador del cielo y de la Tierra y de todas las cosas que se hallan y hayan estado en ella; en verdad, ¡ Oh César !, cada día se oyen cosas maravillosas de ese Jesús: resucita a los muertos, cura los enfermos, en una sola palabra : es un hombre de estatura justa y muy bello en el aspecto, y hay tanta majestad en su rostro, que aquellos que lo ven son forzados a amarlo o a temerlo. Tiene los cabellos color de almendra muy madura, son distendidos hasta las orejas, y de las orejas hasta las espaldas, son del color de la tierra, pero más relucientes.
Tiene en medio de su frente una línea separando los cabellos, en la forma en uso por los nazarenos, su rostro es lleno, el aspecto es muy sereno, ninguna arruga o mancha se ve en su cara, de un color moderado; la nariz y la boca son irreprensibles.
La barba es espesa, mas semejante a los cabellos, no muy larga, pero separada por el medio, su mirada es muy afectuosa y grave; tiene los ojos expresivos y claros, lo que sorprende es que resplandezcan en su rostro como los rayos del sol, pero nadie puede mirar fijamente su semblante, porque cuando brilla, asusta, y cuando enternece hace llorar; se hace amar y es alegre con gravedad.
Dícese que nunca nadie lo vio reír, más bien llorar. Tiene los brazos y las manos muy bellas; en la plática alegra mucho, pero raramente lo hace y, al aproximarse a él, se verifica que es muy modesto en la imagen y en la persona. Es el hombre más bello que se pueda imaginar, muy semejante a su Madre, la cual es de una belleza muy singular, no habiéndose visto jamás una mujer tan bella.
Si Tu Majestad ¡ oh Cesar !, deseas verlo, como en aviso pasado escribiste, dame órdenes, que no faltaré en mandarlo lo más deprisa posible.
De letras, se hace admirar en toda la ciudad de Jerusalén, pues sabe todas las ciencias y nunca estudió nada. Él camina descalzo y sin nada en la cabeza. Muchos se ríen viéndole así, pero en su presencia, hablando con él, tiemblan y se admiran.
Dicen que un hombre tal nunca fue oído por estas partes. En verdad según me dicen los hebreos, no se oyeron, jamás, tales consejos, de gran doctrina, como enseña este Jesús; muchos judíos lo tienen como Divino y muchos me querellan, afirmando que es contra la ley de Tu Majestad; yo sufro grandes molestias a causa de estos malignos hebreos.
Dícese que este Jesús nunca hizo mal a quien quiera que sea, mas, por el contrario, aquellos que le conocen y que han practicado con él, afirman haber recibido grandes beneficios y salud, pero a tu obediencia estoy siempre dispuesto y aquello que Tu Majestad ordene será cumplido.
Publio Léntulus, Presidente de Judea.
Séptima lindizioni, segunda luna.
( Este documento fue encontrado en el archivo del Duque de Cedanini, en Roma. Esta carta, donde se hace el retrato físico y moral de Jesús, fue enviada de Jerusalén al Emperador Tiberio César, en Roma, en los tiempos de Jesús)
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