lunes, 6 de julio de 2020

¿Reencarnación o resurección?

     INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- En la Escuela terrestre
2.- El por qué de la vida
3.- ¿Reencarnación o resurección?
4.- Dulce reencuentro
5.- Ángeles de la Guarda; Espíritus Protectores, Familiares o Simpáticos






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                     EN LA ESCUELA TERRESTRE
"Sin embargo, los males más numerosos son los que el hombre crea a través de sus vicios, los que se derivan de su orgullo, su egoísmo, su ambición, su codicia, sus excesos en todo: allí la causa de guerras y calamidades que esto conlleva, disensiones, injusticias, opresión de los débiles por parte de los más fuertes, después de todo, de las enfermedades. Dios promulgó leyes llenas de sabiduría, con el único propósito del bien; en sí mismo el hombre encuentra todo lo necesario para cumplirlas; su conciencia traza su ruta, la ley divina está grabada en su corazón y, por lo demás, Dios constantemente le recuerda, a través de sus mesías y profetas, a todos los espíritus encarnados que traen la misión de aclararlo, moralizarlo y mejorarlo, en estos últimos tiempos, por la multitud de espíritus desencarnados que se manifiestan en todas partes. Si el hombre se ajustara estrictamente a las leyes divinas, no hay duda de que se libraría de los males más agudos y viviría feliz en la Tierra. Si este no es el caso, es en virtud de su libre albedrío: entonces usted sufre las consecuencias de su curso ".
(Allan Kardec, The Genesis, Capítulo III, ítem 6)

Considerando que el planeta Tierra es el trabajo del Creador elaborado a través de Jesucristo para la recepción de cuántos Espíritus lo purificarían para su incursión en los planes divinos de la Inmensidad, todos los fenómenos que infelizmente y atormentan a la familia humana encarnada en el globo, además de todos los las almas que permanecen esclavizadas a la corteza en situaciones desequilibradas y desequilibradas son su responsabilidad, en vista del libre albedrío ya conquistado por cada uno.
Hay dos formas efectivas de influir en el hábitat terrestre: la acción directa del hombre en la naturaleza, diezmando o adictivo debido a sus ambiciones e ignorancia de las leyes que lo gobiernan, y a través de las emisiones mentales de sus pensamientos diarios, constantemente repetido. El efecto de la acción humana sin estudio y por mero interés comercial intoxica las fuentes naturales y pervierte el orden armónico de la cadena hoy llamada ecosistema. Esto, en términos objetivos, visible y predecible es la razón material de las catástrofes que azotan a todos los países y todos los pueblos, con variaciones de acuerdo con la naturaleza del entorno en el que sobreviven. La otra razón es la densidad y el contenido venenoso de esa densidad trabajado por el conjunto de pensamientos liberados por la mayoría aún adictos o pervertidos por la manipulación sin escrúpulos de los gobiernos,
En la lista de calamidades físicas, vemos el desequilibrio del agua de lluvia, mares, sequías, aire debido a la contaminación, tierras intoxicadas y empobrecidas, la extinción de especies de plantas y animales y la proliferación de plagas que explican el exceso, ya que El hombre ha roto la cadena armoniosa y controladora de estos sucesos, y así sucesivamente. En la otra órbita de acción nefasta, encontramos que la psicosfera es favorable a la proliferación de obsesores desencarnados que estimulan la violencia y la desigualdad moral entre las personas encarnadas, autorizando enfermedades e incluso la locura, ya que hay vibraciones y larvas psíquicas en funcionamiento en las mentes humanas debido a este efecto. colusión tóxica e inmoral entre desencarnado y encarnado. El poder cambiante y cambiante de diversos virus,
Los brotes psíquicos, cuando son colectivos, son expresiones de estas intoxicaciones nocivas que, como olas poderosas y abrumadoras, llevan consigo almas endurecidas y se entregan libremente a la laxitud moral, como una forma de intensificar su enfermedad y obligarlos a tomar medidas sanitarias debido a los sufrimientos impuestos. Allí, las obsesiones funcionan y estas obsesiones, si se estudian cuidadosamente, revelarán la naturaleza moral en descomposición y todas las consecuencias de esto, involucrando las fuerzas orgánicas del individuo y las fuerzas fisiopsíquicas del término medio, donde se pueden identificar las vibraciones psíquicas y las larvas por matrices. de los virus letales que rondan la historia humana de vez en cuando.
La eugenesia y todos los estudios científicos en el mundo son importantes y válidos para frenar las proliferaciones dañinas e inesperadas, pero la moral de los hombres y mujeres de la Tierra será efectivamente responsable de limpiar la psicosfera enfermiza y permitir el verdadero progreso y bienestar de todos. , en todas las naciones, porque entonces se implantará la justicia y la humanidad real, ¡como una plataforma ideal para el florecimiento del Evangelio vivo!
YVONNE A. PEREIRA
(Mensaje psicografiado por Wagner Paixão, en Mário Campos, MG, el 18/04/2020).


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                             EL POR QUÉ DE LA VIDA


A mi hermano y hermana, ten fe en tu destino, porque es grande. Naciste con facultades incultas, aspiraciones infinitas, y la eternidad se te consagra para desarrollar las unas y satisfacer las otras.

[Crecer de vida en vida, alumbrarte por el estudio, purificarte por el dolor, adquirir una ciencia siempre más vasta, cualidades siempre más nobles; he aquí lo que está reservado para ti.]

Dios hizo más todavía por ti, te dio los medios de colaborar en su obra; de participar en la ley del progreso ilimitado, abriendo nuevas vías a tus semejantes, elevando a tus hermanos, atrayéndoles a ti, iniciándoles a los esplendores de la verdad y de la belleza, a las sublimes armonías del universo.

¿No es eso crear, transformar almas y mundos? ¿Y este trabajo inmenso y fértil en goces, no es preferible a un descanso triste y estéril? 
¡Colaborar con Dios! ¡Hacer en todo y por todas partes el bien, la justicia! ¿Qué hay Más grande, más digno para tu espíritu inmortal?

Fragmento tomado del libro: “el por qué de la vida” -León Dennis.

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¿Reencarnación o resurrección?

Es nuestra intención clarificar ambos conceptos, estableciendo las diferencias entre ambos, y aprovechar de paso la importancia de los mismos en cuanto a la presencia de estas ideas en el movimiento iniciado por Jesús de Nazareth en la Palestina del siglo I, así como en las referencias del propio Maestro Galileo a esta ley inalterable y universal de las vidas sucesivas que podemos encontrar, todavía hoy, en los Evangelios-
“Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? Jesús respondió: ni pecó este hombre, ni sus padres; nació ciego para que las obras de Dios puedan ser reveladas en él”.
Acto seguido hizo lodo con tierra y saliva, lo colocó en los ojos del ciego y le pidió que se los lavase en el estanque. Cuando regresó, el hombre comenzó a ver. En la doctrina judía, los hijos sufrían los pecados de los padres. De ahí la pregunta de los discípulos respecto a los progenitores del ciego. Pero en el primer interrogante, y conociendo que era ciego de nacimiento, le preguntaron si la causa de la ceguera era por sus propios pecados. ¿Dónde pecó, antes de nacer ciego? Sin duda, no hubieran considerado esta cuestión a menos que creyesen que el hombre había tenido una existencia anterior en la que pudo haber pecado.
En la respuesta de Jesús encontramos una explicación más profunda que viene a confirmar la reencarnación y la preexistencia del alma: …para que las obras de Dios se revelen a través de él”. Había nacido así no por sus acciones pasadas, sino porque libremente, antes de reencarnar, había aceptado esa prueba acordando soportar la ceguera hasta que se encontrara con aquel que le devolvería la vista, para mayor gloria del poder de Dios.
En los evangelios canónicos, y en mayor medida en los apócrifos, existen pasajes notables en los que se pone de manifiesto la enseñanza de Jesús sobre la reencarnación, así como la naturalidad con la que se expresaba al respecto, ya que tanto en la cábala judía (parte esotérica de la religión hebrea) como en algunas sectas religiosas judías (especialmente los fariseos) y en parte del pueblo, la idea de los renacimientos sucesivos no era ignorada en absoluto.
Sin embargo, para comprender el contexto de la idea de la Resurrección en la Palestina del siglo I hay que recurrir a las fuentes históricas. Flavio Josefo, historiador de la época, explica al respecto de la Resurrección cuáles eran las creencias de las tres sectas religiosas predominantes en Israel. Los “saduceos” eran parte de la élite sacerdotal, y como tales, gozaban de privilegios económico-sociales de casta y no creían en la Resurrección, sino que “mantenían la vieja creencia de que después de la muerte el alma perece con el cuerpo”. Para ellos, la mejor recompensa era una vida larga en la Tierra; pues para el judaísmo primitivo no existía una creencia en la Resurrección.
La segunda secta religiosa que menciona Josefo son “los Esenios”, que eran fundamentalmente una comunidad religiosa ascética, con rigurosas reglas de comportamiento que sí creían en la inmortalidad del alma y en un Juicio Final. Y por último, Josefo nos habla de “los fariseos” y textualmente señala: “piensan que el alma es imperecedera, que las almas de los buenos pasan de un cuerpo a otro, y las de los malos sufren castigo eterno” (F. Josefo – Historia de los Judíos S. I)Es decir, creen en la transmigración, o Reencarnación, antes que en la Resurrección. 
Confirmaciones a esto existen varias, una de las más evidentes aparece en los evangelios cuando el propio Jesús pregunta a sus discípulos: “¿quién dice la gente que soy yo?”, y los discípulos le responden: “algunos creen que eres Juan el Bautista o Elías reencarnado” (Juan ya había sido decapitado por Herodes). En más de tres ocasiones, en tres escenarios y conversaciones diferentes de varios evangelios, Jesús pone de manifiesto que Juan el Bautista es la reencarnación del profeta Elías.
De este análisis histórico se desprende que, salvo los saduceos, el resto de grupos creían en la inmortalidad del alma, en una vida de ultratumba, pero de ningún modo en la Resurrección de la carne. Al contrario, son mucho mas numerosos los testimonios sobre la creencia en la inmortalidad y la corruptibilidad del cuerpo, más concretamente por parte de Pablo de Tarso, respecto a la resurrección del propio Jesús.
Un ejemplo claro de esto lo tenemos en la primera carta de Pablo de Tarso a los Corintios, que es el testimonio escrito más antiguo (50 d.C.) que existe sobre la Resurrección de Jesús. En esa época, los manuscritos de los evangelios que nos han llegado todavía no existían, el primero de ellos, de Marcos, se hizo alrededor del año 80 d.C. En esa carta, Pablo escribe sobre la Resurrección de Jesús haciendo referencia a las apariciones del Maestro después de su muerte; explica la corruptibilidad del cuerpo físico y el nuevo cuerpo espiritual (1) que todos tenemos después de la muerte. El verbo griego que utiliza en las descripciones significa “ser visto, aparecer”, y confirma la exclusión de cualquier interacción de tipo físico, es decir, de cualquier resurrección de la carne. 
Para Pablo la Resurrección de Jesús no ha sido corporal sino espiritual, reduciendo la Resurrección a las apariciones del cuerpo espiritual de Jesús (una materialización de su periespíritu).  Y a nivel general, Pablo confirma que mientras el cuerpo físico es débil, feo y corruptible, el cuerpo espiritual será fuerte y hermoso. La frase en Corintios 15, 35-12:
(1) “Alguno dirá: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo? Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrestres. Se resucita en incorrupción, se resucita en gloria, en poder. Se resucita en un cuerpo espiritual”.
Este cuerpo espiritual recibe diferentes nombres: cuerpo astral, cuerpo aúrico, periespíritu, etc., y no es otra cosa que el lazo intermedio entre el cuerpo físico y el alma. Es un cuerpo de carácter electromagnético que está comandado por la voluntad, los pensamientos y los sentimientos del alma, y que cuando la persona muere se marcha con ella al otro lado de la vida, dando lugar al espíritu. El periespíritu adopta la misma forma que tenía en la Tierra, pues el alma no tiene forma; este molde es un doble energético del cuerpo material, de ahí que las apariciones después de muerto presenten la misma forma e imagen que tenía el cuerpo físico en vida.
Así pues, de todo esto se infiere que la sociedad judía de la época en la que nace Jesús tiene variadas opiniones al respecto de la vida después de la muerte, siendo  mayoritaria la opinión de los fariseos, que el pueblo compartía, y mediante la cual la creencia en la vida de ultratumba y en una recompensa o castigo mediante la vuelta a la vida en un cuerpo físico prueba que la idea de la Reencarnación era de dominio popular. Esta creencia de los fariseos se asemeja enormemente a la idea de la Reencarnación que defendían algunas escuelas griegas, como los órficos,  los pitagóricos y los discípulos de Sócrates y Platón.
Otra prueba del arraigo de la idea de la Reencarnación entre el pueblo llano es la  sorpresa que el propio Jesús siente cuando Nicodemo (doctor de la Ley) va a verle de noche para preguntarle (Juan III-7). El diálogo es así: “Señor, ¿qué he de hacer para entrar en el reino de los cielos?”. Y Jesús le responde: “En verdad te digo que para entrar en el reino de los cielos te es preciso nacer de nuevo”. Contesta Nicodemo: “Pero ¿cómo puede un hombre viejo entrar de nuevo en el vientre de su madre?”. Responde Jesús: ¿Eres doctor en la Ley de Moises y no sabes esto?“; por tanto, no te extrañes que te haya dicho: os es preciso nacer de nuevo en agua (nacimiento biológico) y en espíritu ”
La extrañeza de Jesús ante la ignorancia de Nicodemo sobre la Reencarnación es otra prueba más de que la idea de las vidas sucesivas formaba parte de los principios y creencias de buena parte de la gente sencilla de Israel en el siglo I. 
De hecho, durante los tres primeros siglos del Cristianismo primitivo, la teología cristiana basaba la justicia divina, la caridad y la necesidad de perdonar los agravios en la idea de la inmortalidad del alma por medio de la Reencarnación. Prueba de ello fueron las creencias de los gnósticos o de los primeros padres de la iglesia (Clemente, Orígenes de Alejandría, Agustín, etc.) que aceptaban la reencarnación porque el propio Maestro Jesús la había enseñado a sus discípulos y divulgado notoriamente numerosas veces, como consta igualmente en el nuevo testamento.
A partir del siglo IV, la ortodoxia, unida al poder político del emperador Constantino que hace del Cristianismo la religión del imperiocomienza a deteriorar y tergiversar el mensaje puro y primitivo del Maestro cuando no conviene al poder político, que usaba la nueva religión como instrumento de poder y control de la población. En ello colaboraron algunos obispos cristianos, y ya en los concilios del siglo IV se declaran las primeras herejías (Arrio, Eusebio, Pablo de Samosata, etc.), se persigue a quienes mantienen la pureza del cristianismo (el propio Orígenes sufrirá persecución) y se subordina la religión cristiana a los intereses políticos del momento. E incluso, con mayor saña, fueron perseguidos aquellos cristianos que no compartían la visión política u ortodoxa que la nueva iglesia iba construyendo a costa de demoler el mensaje puro, sencillo y elevado del Maestro Galileo.
Entre los conceptos que sufren una verdadera tergiversación, la pre-existencia del alma antes de entrar en la vida física es anulada (de este tema hablaremos más adelante), sustituyéndola por la falacia e incongruencia de que el alma es creada por Dios junto al cuerpo en el momento del nacimiento. Lo mismo ocurre con la ley de la Reencarnación, que es cuestionada, pues menoscababa con ello la autoridad de la Iglesia, al no depender de esta última para la salvación y no ser ya imprescindible para el hombre. Las propias palabras de Jesús: “el espíritu es como el viento, no sabéis de dónde viene (pre-existencia) ni a dónde va” (reencarnación) dejaban en evidencia el supuesto poder de la Iglesia sobre los asuntos espirituales del alma más allá de la tumba.
A todo esto se une el interés del poder político y el personal de Teodora, esposa del emperador Justiniano, que para esconder sus numerosos crímenes, que debería saldar en próximas vidas, influye para eliminar definitivamente la creencia cristiana de la Reencarnación, creyendo que así quedaría exenta de sus responsabilidades con la ley de causa y efecto. Y por ello en el siglo VI, concretamente en el Concilio de Constantinopla (553 d.C.) es cuando el emperador Justiniano promulga el siguiente edicto:
“Todo aquel que sostenga la mística idea de la pre-existencia del alma y la maravillosa opinión de su regreso, será anatematizado”
Qué mayor prueba histórica de la creencia en la Reencarnación por parte de los  primeros cristianos hasta el siglo VI, que declarar oficialmente la persecución y castigo para quienes la mantuviesen como principio de su propia religión. Era sin duda una creencia extendida y aceptada por la mayoría, de lo contrario no se hubiesen molestado en aniquilarla.
Las conclusiones mas inmediatas que podemos extraer de todo lo explicado son que, en tiempos de Jesús, el concepto de la Reencarnación era conocido, motivo por el cual el pueblo comprendía sus enseñanzas en este sentido. También confirmamos con todo esto que la palabra Resurrección hacía referencia a seguir vivo después de la muerte en estado espiritual, en el “cuerpo espiritual” que es la representación del alma y el periespíritu. En ningún caso se tiene en cuenta la Resurrección de la carne, salvo en la teología cristiana posterior, que fue modificada con arreglo a los nuevos postulados que negaban la preexistencia del alma y la vuelta a la vida de ésta en sucesivos renacimientos en la carne.
Es, pues, concluyente el hecho de que cuando los autores de la época se refieren a Resurrección hacen referencia a la “vuelta a la vida” en el plano espiritual con un “cuerpo glorioso”, lleno de luz, como el que presentaba el Maestro cuando se apareció a María Magdalena, a Pedro, a los Doce o a los Quinientos seguidores, que a plena luz del día pudieron verlo y escucharlo en estado espiritual en el Valle de Galilea. Todo esto lo encontramos en las Cartas de Pablo.
A la hora de retomar la realidad de los hechos y de la tradición filosófica e histórica, mencionaremos que, sin duda, la Reencarnación era una idea conocida por todos los pueblos de la antigüedad. También el pueblo Judío, que recibía constantes influencias de otras civilizaciones que lo habían conquistado (Asirios, Babilonios, Griegos, Seleúcidas, Romanos, etc.), no podía estar exento de esas influencias culturales y religiosas.
Además de la creencia en la Reencarnación, la postura de la ciencia sobre la Resurrección de la carne descarta definitivamente este concepto. Siendo así que, en algunos momentos o algunos autores, dieron a la palabra Resurrección el sentido que tiene efectivamente la Reencarnación; no como Resurrección de la carne sino como Resurrección del alma inmortal que nunca muere y viaja a través del tiempo y de las eras, para experimentar nuevas oportunidades en las Vidas Sucesivas.
 Antonio Lledó FlorAmor, Paz y Caridad

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                 DULCE REENCUENTRO
En verdad, vivimos nuevos tiempos en la faz de la Tierra. Tiempos en los que, cada día, nos encontramos con seres especiales reencarnados entre nosotros. No importa la raza, la nacionalidad, el credo religioso o no tener ninguna creencia. Ellos son especiales. Traen conceptos espiritualizados acerca de la vida, del mundo, del destino final de las criaturas de Dios.
Una amiga nos contó que una noche, su hija, en la inocencia de sus tres años de edad, se acurrucó a su lado en la cama. De hecho, todas las noches eran así. La niña venía a su cama y allí se acostaba durante unos minutos, antes de dirigirse a su propia cuna.
Era en esos momentos, nos dijo la madre, que siempre ocurrían diálogos interesantes. Algunos de ellos la sorprendían en gran medida. Era como si aquella niña, que llevaba el azul del cielo como dos joyas brillantes en su rostro, se pusiese a pensar, sumergiéndose en la dulzura y en la sabiduría de un pasado intensamente vivido.
¿Mamá, antes de nacer yo era un angelito?
La madre se quedó imaginando cómo debería responder. Y decidió adentrarse en el clima de la inocencia infantil, concordando.
Y antes de que fueras mamá ¿dónde vivías?
Con paciencia y ampliando el diálogo, la madre respondió que vivía con sus padres, los abuelos de la pequeña. Enriqueció con detalles, hablando de la casa grande, de las ventanas azules, del inmenso jardín, en otra ciudad, muy lejos de allí.
Pero mamá, y antes de que fueras la hija del abuelo y de la abuela, eras un angelito como yo ¿verdad?
Creo que sí, fue la breve respuesta de aquella joven que se quedó reflexionando dónde terminaría todo aquel raciocinio. Entonces, la niña se desató a hablar:
Claro mamá, estabas en el cielo junto a mí. Luego, naciste y yo me quedé allá. Después, el papá del cielo me dijo que eligiera a mi madre. Y yo te elegí a ti. Ves, ahora estamos juntas de nuevo.
La conversación se detuvo. Los ojos de la madre se convirtieron en perlas de luz y dos lágrimas brillaron, cayendo por su rostro. Ella estrechó a su tesoro junto al corazón. Y mientras la pequeña se acomodaba para el sueño, ella se puso a pensar:
Cuántos filósofos se detienen años estudiando los misterios de la vida que nunca muere, de la vida que se repite en la Tierra, en el espacio, en otros mundos. Estudian la doctrina secreta de los hindúes, de los egipcios, de los griegos para encontrar esas verdades que, aún hoy en día, muchos hombres no las admiten, considerándolas simples tonterías. Sin embargo, su pequeña, en la extraordinaria sabiduría de un Espíritu milenario allí revestido de carne, de forma relajada y sencilla, sintetizó la trayectoria de dos Espíritus que se aman.
Dos Espíritus que, posiblemente, han consolidado lazos de afecto hace milenios y se han propuesto seguir lado a lado en la conquista del progreso. En algún momento, como madre e hija. En otro… ¿quién sabe cómo?
*El mayor Sabio que ya ha visitado la Tierra, enseñó: ¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre.
Estableció allí la gran verdad de que todos somos una gran y única familia: la familia universal. Estrechando los lazos, estableciendo puentes de amor y reencontrándonos aquí, en esta vida; allá, en la Espiritualidad y otra vez de vuelta.
Pensemos en eso: ¿cuántos reencuentros estamos teniendo en esta vida?
Redacción del Momento Espírita,con base en hecho y cita del Evangelio de Mateo, capitulo 12,

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  Ángeles de la guarda. Espíritus protectores, familiares o simpáticos 
489... ¿Hay Espíritus que se apegan a un individuo en particular, con el objeto de protegerlo?
- Sí, el hermano espiritual. Es el que llamáis Espíritu bueno o genio bueno.
490. ¿Qué se ha de entender por “ángel de la guarda”?
- El Espíritu protector de un orden elevado.
491. ¿Cuál es la misión del Espíritu protector?
- La de un padre para con sus hijos: conducir a su protegido por la buena senda, ayudarle con sus consejos, consolarlo en sus aflicciones, sostener su valor en las pruebas de la vida.
492. El Espíritu protector ¿está apegado al individuo desde el nacimiento de éste?
- Desde su nacimiento hasta su muerte, y con frecuencia le sigue después de ella en la vida espíritu, e incluso durante muchas existencias corporales, porque tales existencias no son sino fases muy cortas con relación a la vida del Espíritu.
493. La misión del Espíritu protector ¿es voluntaria u obligatoria?
- El Espíritu está obligado a velar por vosotros porque aceptó esa tarea, pero le cabe elegir a aquellos seres que le son simpáticos. Para unos es un placer. Para otros, una misión o deber.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS.
ALLAN KARDEC
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