jueves, 9 de julio de 2020

Dignidad en la vida y en la muerte

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

 1.- El maravilloso cerebro emocional de las personas resilientes
 2.- Dignidad en la vida y en la muerte
 3.- Influencia oculta de los espíritus en nuestros pensamientos y acciones
 4.- ¿Por qué las religiones cristianas siguen ignorando la reencarnación ?






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 El maravilloso cerebro emocional de las personas resilientes


                                     

Las personas resilientes saben que nadie es inmune al sufrimiento, a la adversidad. Comprenden que cuando aparecen esos instantes de oscuridad y desesperanza, tenemos dos opciones: dejarse vencer o sobreponernos, luchar con todas las estrategias que nos sea posible, porque la vida es maravillosa si no se le tiene miedo.

Te gustará saber que el término “resiliencia” proviene en realidad del campo de la física. Hace referencia a la cualidad de algunos materiales para resistir la presión y doblarse con flexibilidad para volver a forma original. Ahora bien, la resiliencia, aplicada a la psicología presenta otra dinámica existencial más interesante: la de hacernos crecer.

Cuando te enfrentes al dolor entiende que el protegerte bajo una armadura no siempre va a funcionarte: puede ser tu propia jaula. Es mejor enfrentarnos cuerpo a cuerpo a nuestro enemigo para comprenderlo y obtener así conocimiento, sabiduría.

Personas resilientes: un cerebro que aprende a afrontar el estrés

El concepto de resiliencia empezó a utilizarse en los años 40 en el campo de la psicología infantil. Se intentaba comprender de qué manera afrontaban los niños más desfavorecidos los problemas familiares y la adversidad en sus entornos.

Durante mucho tiempo se mantuvo la idea de que la resiliencia tenía un origen genético, es decir, la persona que había sufrido estrés postraumático a lo largo de su vida transmitía “ese gen” a sus hijos, de manera que éstos, serían más vulnerables y tendrían más dificultad para integrar experiencias complejas.

La infancia debe ser un privilegio para la vejez, ahí donde poder volver para recordar momentos felices. Si no los hubo, si nuestro niño interior sigue herido, es momento de sanarlo, de hacerlo avanzar siendo resilientes.

El origen genético de la resiliencia acabó dejándose a un lado con los años para orientarse más en factores psicosociales y neurológicos.

Un ejemplo de ello es un estudio llevado a cabo por Dennis Charney, de la Universidad de Medicina de Icahn en el Monte Sinaí, y Steven Southwick de la Universidad de Medicina de Yale, donde se determinó de qué manera funciona el cerebro de las personas resilientes y las no resilientes. Estos serían los principales datos a tener en cuenta.

Origen neurológico de la resiliencia


Hay personas que se adaptan mucho mejor que otras a las situaciones de estrés o presión.
El origen estaría en un control más efectivo a nivel neurológico de hormonas como la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol.

Ante una amenaza estos tres neurotransmisores aparecen en el cerebro, pero cuando el foco amenazante desaparece, la persona más resiliente hará desaparecer al momento estas tres hormonas. En cambio, la personalidad menos resiliente seguirá sintiendo esa amenaza psicológica de forma persistente porque en su cerebro existirá aún ese exceso de cortisol, adrenalina, y noradrenalina.

El cerebro de las personas resilientes se caracteriza también por un uso muy equilibrado de la dopamina. Este neurotransmisor, relacionado con la recompensa y la gratificación nos es muy útil para hacer frente a la adversidad.

Algo a tener en cuenta es que en estados de estrés crónico y ansiedad nuestro cerebro deja de liberar dopamina, el neurotransmisor del placer, de ahí que aparezca la indefensión y la dificultad para actuar con resiliencia.

Claves para aprender a desarrollar tu resiliencia

Un aspecto que no debemos olvidar es que la resiliencia es una habilidad, y por tanto, una capacidad que podemos desarrollar y entrenar. Para que nuestro cerebro encuentre ese equilibrio neuroquímico es necesario gestionar de forma adecuada nuestras emociones.

Somos un universo único lleno de emociones, pensamientos, sueños y sensaciones. Alejémonos de la orilla de la desesperanza y pongamos orden en ese caos: la resiliencia necesita armonía y equilibrio interno.

Llegar a ser resilientes es un proceso y un aprendizaje que debería enseñarse en las escuelas. De hecho, el propio Martin Seligman, padre de la psicología positiva, ha iniciado un interesante programa en varios colegios de primaria con excelentes resultados.

A modo de resumen, estas serían las principales claves para aprender a ser resilientes :

Nunca te dejes abrumar por tus propias emociones como si fueran grilletes que te paralizan. Imagina que llevas una brújula emocional interna que te permite mantener el control sobre tu mente, para ganar en atención y eficacia.

Sé tú mismo, no busques la aprobación ajena ni intentes gustar a todo el mundo. Todo ello te aleja de tus propios intereses, de tu propio equilibrio.

No te dejes llevar por el fatalismo ni caigas tampoco en un positivismo “poco realista”. Se trata de ver las cosas con objetividad entendiendo, además, que la adversidad es parte de la vida.

Céntrate en el aquí y ahora, lo que importa es el presente: no anticipes cosas que no han ocurrido, ni te sigas lamentando de cosas que ya han pasado.

Ayuda y deja que te ayuden. Cuida de tus relaciones sociales y construye vínculos positivos que valgan la pena, ahí en donde apoyarte y crecer como persona en libertad e integridad.

Tú no eres tus errores ni tus tristezas, tampoco las personas que eligieron dejarte atrás en algún momento. Eres más grande que todo ello, porque toda decepción es finita y la esperanza infinita.

(Colaboración aportada por Viviana Gianitelli)


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DIGNIDAD EN LA VIDA Y EN LA MUERTE



                            
"Cada cosa tiene su valor; sin embargo el ser humano tiene dignidad"
- Emmanuel Kant-

Momentos trágicos como los traídos por el Covid-19, demuestran cuan distanciada está  la realidad social humana  de aquellas concepciones teóricas presentes en sus intenciones, e incluso contempladas en sus legislaciones.

 Sí es correcto afirmar que las leyes de una nación reflejan el ideal que sus ciudadanos guardan en su alma colectiva, también es incontestable el  concluir cuan lejos estamos de ver reconocida la dignidad humana, modernamente tan bien definida en los estatutos legales de las naciones democráticas.
Un extraterrestre que aquí llegase y tuviese su primer contacto real con el mundo, examinando diversas Constituciones de diversos países democráticos, vería que en todas ellas, el ciudadano tiene derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo y a la seguridad, por lo cual pensaría seguramente que ha llegado al mejor de los mundos.

A pesar de todo, en la práctica, la ausencia superlativa y masiva de cualquiera de esos derechos, puede ser constatada repetidamente a cada momento. Basta que miremos desde nuestra ventana, o que recorramos las calles de nuestras ciudades o que nos aventuremos a ingresar en un presidio, o en una escuela pública de un barrio pobre o en una casita humilde de las muchas que rodean las grandes ciudades. La pobreza extrema, la miseria, la enfermedad, la mendicidad, el hambre, la carencia de recursos para cubrir esas necesidades básicas, aparecen a cada paso y se extienden fuera de las  grandes urbes hasta las zonas del extra-radio  en donde a veces se concentran en poblados estos focos de pobreza, con seres humanos que son excluídos sociales de todas clases. Son seres humanos a los que se les robó la dignidad que les es inherente por la simple condición de ser humanos.

Una pandemia como esta, por su deslumbrante visibilidad, nos trae en todo momento dentro de nuestras casas, la comprobación cabal de esa usurpación de la dignidad humana. Nos permite testimoniar en tiempo real, escenas de horror con los enfermos muriendo en los pasillos de los hospitales, dentro de las ambulancias, o abandonados a su propia suerte en la calle o en sus casas. Revela el macabro espectáculo dantesco de decenas o de centenares de cuerpos, siendo sepultados en fosas comunes, sin que se de a los familiares tan siquiera de hacerles las tradicionales exequias de despedida de sus seres queridos.

Como espiritistas, nos queda la esperanza de que las dimensiones espirituales más próximas a nosotros, estarán mejor preparadas para ofrecer a esos espíritus condiciones más dignas en la transición , la acogida y el consuelo, extensible a sus seres queridos encarnados.

La muerte, por su significado en el proceso evolutivo de la vida, se debiera de producir siempre en condiciones de plena dignidad humana. Aquella misma dignidad teóricamente reconocida en el ser humano en cualquier fase de su vida material, necesariamente ha de acompañarlo en todo su proceso de enfermedad y decadencia física, independientemente de sus condiciones económicas y sociales, extendiéndose al tratamiento respetuoso de sus restos mortales y del amparo material y psicológico de sus seres queridos. Por tanto, la sociedad debería estar siempre preparada, evitando ser sorprendida por las grandes tragedias que son inherentes en el Planeta y sus previsores habitantes . Preocuparse con la muerte es requisito esencial de la vida. Ojalá que la dura prueba por la que pasa la humanidad, le confiera que más que el ideal consciente- lo que teóricamente ya es una conquista social- sea una realidad concreta y efectiva de la dignificación humana, en la vida y en la muerte. Sólo así se crean escenarios reales, estimuladores del progreso infinito del espíritu inmortal.

Garantizar el reconocimiento de su dignidad natural es factor intrínseco al proceso del espíritu. Ya bastan los sufrimientos naturales que la vida en la Tierra impone al espíritu en su proceso de crecimiento. Inflingirle dolores evitables que violan sus derechos fundamentales, es retomar la ultrapasada vigencia de los fundamentalismos que clasificaban a nuestro planeta como un valle de lágrimas, en donde fuimos condenados para purgar nuestros pecados.

- Editorial de la Rev. CEPA-Opinión-
(Traducción de Jose L.Martín) .

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INFLUENCIA OCULTA DE LOS ESPÍRITUS EN NUESTROS PENSAMIENTOS Y ACCIONES.

459 – ¿Influyen los Espíritus en nuestros pensamientos y acciones?

– En este aspecto su influencia es mayor de la que creéis, porque, con frecuencia son ellos quienes os dirigen.

460 – ¿Tenemos pensamientos propios y otros que nos son sugeridos?

– Vuestra alma es un Espíritu que piensa. Ya sabéis que os alcanzan varios pensamientos al mismo tiempo, sobre el mismo asunto y con frecuencia muy contradictorios entre sí; entonces, los hay siempre vuestros y nuestros, y esto es lo que os hace andar inciertos;
porque tenéis dos ideas que se combaten.

461 – ¿Cómo podemos distinguir los pensamientos que nos son propios de los que nos son sugeridos?
– Cuando un pensamiento es sugerido, es como una voz que os habla. Los pensamientos propios son en general los del primer instante. Por lo demás, no os es muy interesante esta distinción y con frecuencia es útil no conocerla, pues el hombre actúa con mayor libertad. Si se decide por el bien, lo hace por su voluntad, y si toma el mal camino, sólo tiene mayores responsabilidades.

462 – ¿Los hombres de talento y genio toman siempre las ideas de su naturaleza íntima?

– A veces las ideas proceden de su propio Espíritu, pero, con frecuencia le son sugeridas por otros Espíritus que los juzgan capaces de comprenderlas y dignos de transmitirlas. Cuando no las encuentran en sí mismos, acuden a la inspiración; hacen una evocación sin
sospecharlo.
    Si fuese útil que pudiésemos distinguir claramente nuestras propias ideas de las que nos son sugeridas, Dios nos habría dado los medios, como nos los dio para distinguir el día de la noche. Cuando una cosa es vaga, es que así debe ser para nuestro bien.

463 – A veces se dice que siempre es bueno el primer impulso. ¿Es exacto?
– Puede ser bueno o malo según la naturaleza del Espíritu encarnado. Siempre es bueno en aquel que escucha las buenas inspiraciones.

464 – ¿Cómo distinguir si un pensamiento sugerido procede de un Espíritu bueno o malo?
– Estudiadlo; los Espíritus buenos sólo el bien aconsejan. A vosotros os toca distinguir.

465 – ¿Con qué objeto nos impelen al mal los Espíritus imperfectos?
– Para haceros sufrir como ellos.
– ¿Eso disminuye sus sufrimientos?
– No; pero lo hacen por envidia de ver seres más dichosos que
ellos.
– ¿Qué clase de sufrimiento quieren ocasionar?

– Los que resultan de pertenecer a un orden inferior y de estar alejado de Dios.

466 – ¿Por qué permite Dios que los Espíritus nos exciten al mal?

– Los Espíritus imperfectos son instrumentos destinados a probar la fe y la constancia de los hombres de bien. Tú, como Espíritu,debes progresar en la ciencia de lo infinito y por esto pasas por las pruebas del mal para llegar al bien. Nuestra misión es la de ponerte en el buen camino, y cuando las malas influencias actúan sobre ti es que las atraes con el deseo del mal, porque los Espíritus inferiores vienen a cooperar al mal, cuando tienes la voluntad de practicarlo.
    Ellos sólo te pueden ayudar en el mal cuando quieres el mal. Si tienes propensión al homicidio, estarás rodeado de una nube de Espíritus que fomentarán en ti esa idea; pero otros te rodearán también que influirán en el sentido del bien, lo que equilibra la balanza y te deja la dirección.
    Así Dios deja a nuestra conciencia la elección del camino que debemos seguir, y libertad de ceder a una u otra de las contrarias influencias que ejercen sobre nosotros.

467 – ¿Podemos librarnos de la influencia de los Espíritus que solicitan el mal?
– Sí; porque no se apegan más que a los que los solicitan por sus deseos o los atraen con sus pensamientos.

468 – ¿Los Espíritus cuya influencia es rechazada por medio de la voluntad, renuncian a sus tentativas?
– ¿Qué quieres que hagan? Cuando nada pueden hacer, ceden su puesto; mientras tanto, aguardan el momento favorable, como el gato atisba al ratón.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.

                                                
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¿ Por qué las religiones  Cristianas siguen ignorando la Reencarnación del Espíritu  ?

   La Reencarnación sigue siendo un tema tabú para las iglesias cristianas que siguen ignorando a propósito un  hecho tan natural como el nacimiento y la muerte, que son parte de la Vida. Tal vez porque a estas alturas de la Historia humana, los dirigentes de las mismas no se pueden permitir el lujo de admitirla sin más. Después de tantos siglos de ignorarla voluntariamente, las actuales  autoridades  eclesiales si la aceptasen, se verían obligados a modificar o anular algunos dogmas, sustituyéndolos  por otros diferentes, lo cual sería un claro signo de inestabilidad de una doctrina religiosa que ha sido impuesta a lo largo de los siglos como verdades indiscutibles, y claro está, que si en épocas pasadas el Espíritu Santo en los Concilios dijo o no dijo algo, ahora no podría rectificar nada de lo establecido, pues sería algo así como si el mismo Dios reconociese haber cometido errores o el haber engañado a propósito a los  adeptos  cristianos de épocas anteriores. 
Los Jerarcas de la Iglesia llevan mucho tiempo  a lo largo de la historia, elevados en un  rango social desde el que se proclamaron poseedores de la verdad absoluta con la asistencia del Espíritu Santo, como si Dios fuese un adepto de la Iglesia y no fuese el mismo Dios para el resto de la humanidad.  Así  han condenado como herejía todo aquello que se oponía a lo que ellos postulaban, creyéndose detentores exclusivos de la voz de Dios y de Su Voluntad.
  Los jefes de las iglesias y las religiones que ignoran la reencarnación porque la creen un enemigo del dogma establecido, al cual se contrapone, creen que si la admitiesen finalmente, esto afectaría y pondría en peligro su integridad dogmática, porque tendrían que admitir ante sus fieles que alguna vez han cometido errores o que se han equivocado, cuando en su orgullo la doctrina Papal de la Iglesia Católica la proclamaron infalible, atribuyéndose el apoyo y asistencia del Espíritu Santo en exclusividad para el Papa en cuestiones doctrinales;  por tanto  lo que este haya proclamado  o condenado para los miembros de la iglesia no tiene discusión  porque el Espíritu Santo tiene que ser  infalible. No dando crédito a la reencarnación o ignorándola, dejan liquidada cualquier duda o entredicho a su credibilidad, posición, e influencia social y política.
Las religiones cristianas saben  que si admitiesen  un solo error en sus verdades “infalibles”, sería como volcar una ficha de dominó situada en fila con las demás: el resto de sus “verdades” dogmáticas mantenidas en pie caerían en cadena inmediatamente una tras otra.
El poder eclesial teme  la reencarnación  porque  por ella se deduce que cada uno tenemos en nuestra mano la llave de la dicha o la desdicha, y nos muestra como cada uno somos artífices de nuestro propio destino, por lo que no dependemos de sacerdotes, ni de intermediarios con Dios que nos recomienden y salven, ni tampoco de templos de piedra, ni de sacramentos, ni liturgias  para salvarnos de ningún castigo ni  de ningún  fuego eterno.
     La Teología cristiana no admite que  sus fieles  puedan poner en tela de juicio ningún dogma ni que nadie pueda buscar la Verdad por otros caminos diferentes a  los que ella establece, impidiendo que los fieles puedan pensar por sí mismos y obligando a sostener una fe ciega y hasta irracional, bajo la amenazas de excomuniones y de condenas al fuego eterno si alguien osare pensar por sí mismo.
Con la expansión del Cristianismo por Europa a partir del Siglo Tres, por el Concilio de Constantinopla, desapareció el concepto de la reencarnación, que fue barrido y perseguido por la Iglesia que impuso sus dogmas por la fuerza y así creó los Tribuales de la Inquisición, una institución eclesial muy refinada en sus métodos de conversión por el terror y  la muerte, con los que combatía las herejías. Estas herejías eran doctrinas que de algún modo contradecían o se oponían a la doctrina oficial de la Iglesia, y entre ellas estaba la idea de la reencarnación. Los métodos de la “Santa Inquisición” no fueron, desde luego, ningún ejemplo de la Caridad que enseñó Jesús a los primeros cristianos.
En la actualidad también sigue siendo un gran escollo para la aceptación de esta idea, el materialismo y el ateísmo, ambos hijos de tanta intransigencia eclesial, tantas veces irracional  y dogmática , así como de tanta ignorancia espiritual, que han eclipsado la Luz de los auténticos valores morales del Evangelio, ignorando grandes Verdades que han sofocado en medio de tantas teologías y liturgias complejas y sin sentido.
No obstante es justo señalar que algunos obispos y sacerdotes católicos, “desmarcándose” de la doctrina oficial de la Iglesia, sí han tenido la valentía de reconocer a titulo personal la idea de la reencarnación  más o menos claramente.

- Jose Luis Martín-
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“La mayor religión y la más necesaria es aquella que, basándose en la creencia en Dios, en la inmortalidad del alma y en la Justicia Divina mediante el renacimiento, se convierte en bendición que favorece a todos”
-Espíritu Marco Prisco a través de Divaldo Pereira Franco(Glosario Esp.Cristiano)



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