Hoy presentamos :
- La ayuda espiritual que recibimos
-Veinte preguntas con el Dr. William James
-Cristianismo y Espiritismo
- En el nombre de Jesús
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LA AYUDA ESPIRITUAL QUE RECIBIMOS
Cuando decidimos encarnar en una materia, es porque sabemos que nuestro perfeccionamiento se consigue más deprisa, con todas las posibilidades y situaciones que nos proporciona el cuerpo físico.
Para eliminar parte de las deudas que tenemos, elaboramos un cuidadoso proyecto de las experiencias y pruebas de recuperación de tropiezos vividos con anterioridad, que necesitamos vivir en esa próxima existencia, para sacar lo mejor de nosotros. Las dificultades estarán en función de nuestra imperfección moral. Mientras más grande sea y en función de la actitud, más ayuda nos proporcionaran para superar las pruebas que fallamos en el pasado y para eliminar defectos que aún tenemos arraigados y nos ocasionan sufrimiento.
Los proyectos en el astral siempre se hacen con la ilusión de cumplirlos, pero al encarnar nos encontramos con el cuerpo físico, instrumento necesario, pero a su vez obstáculo para desarrollar los compromisos con facilidad, porque, dentro de la materia estamos muy limitados, ya que, todas las potencialidades del espíritu se quedan latentes, el recuerdo de lo que veníamos a hacer disminuye, por lo tanto poner en práctica el programa y la comunicación con el mundo espiritual resulta más difícil.
Nuestro programa ésta confeccionado según las necesidades de lo que tenemos que rescatar y corregir. Ahí es cuando empezamos a recibir la ayuda de los hermanos que nos aprecian, ya que nos aconsejan lo que podemos hacer, lo que es conveniente dejar para más adelante y las pruebas que tenemos que pasar obligatoriamente si queremos aprovechar la existencia carnal.
Al mismo tiempo y previamente, se compromete con nosotros un hermano, que nos acompañará en toda la existencia que estamos preparando, es decir, desde que nacemos hasta la muerte física. Son seres más elevados que nosotros que nos conocen y nos quieren, pretenden que aprovechemos el tiempo en la materia; es considerado como el guía, ángel de la guarda, ángel bueno…
Él está a nuestro lado para proteger, orientar, intuir…, si queremos escuchar, el camino que nos hemos marcado y avisar si nos estamos saliendo de lo que hemos acordado de antemano.
Como él se ha comprometido con nosotros a guiarnos y cuidarnos durante nuestra estancia en la tierra, sigue con nosotros aunque rechacemos su ayuda o su presencia, él siempre continúa ahí para auxiliarnos. Nos ayuda a enfocar esa fuerza, y nos facilita las cosas comunicándose con nosotros, e indicando cuál es la mejor manera de actuar. Son compasivos y no juzgan, nos dejan que hagamos las cosas a nuestra manera y entienden que tenemos que cometer nuestros propios errores para aprender.
Uno de los motivos que nos hace rechazar la ayuda puede ser el orgullo, que tantas veces nos entorpece haciéndonos creer que somos capaces de valernos por nosotros mismos, que somos autosuficientes para superar esas situaciones que tanto nos molestan y no nos dejan avanzar en nuestra evolución.
Otro motivo de rechazo viene motivado por la sociedad que nos rodea. Es muy fácil dejarse llevar por ella, no complicarse la existencia, haciendo en cada momento lo que nos pide el cuerpo y así olvidarnos por completo el compromiso que hemos traído.
La ayuda espiritual la recibiremos si estamos receptivos. Mientras más nos materialicemos y nos centremos sólo en los quehaceres diarios, en las preocupaciones del trabajo, en las relaciones sociales, etc., crearemos una distancia con ellos. Bien es cierto que los aspectos materiales son necesarios pero no hasta el punto de abstraernos de manera que, no nos dejen elevar el pensamiento en algún momento al Padre, porque esto significa que en algo estamos fallando, ya que tampoco nuestro guía podrá ponerse en contacto con nosotros porque el canal se irá cerrando y porque tenemos libre albedrío para decidir qué tipo de vida queremos llevar.
Al ir centrándonos en el plano material, los valores morales que tengamos van a ir cambiando, según nos vayamos relajando y no nos esforcemos en mejorar interiormente. Esto en nuestra relación con los demás va a repercutir de manera considerable y siempre de forma negativa. En ocasiones al llevar esta clase de vida, podemos entrar en estados de melancolía, tristeza o depresiones, porque al no realizar lo que hemos venido hacer, se establece un desequilibrio en nuestra vida, de donde es difícil salir, pero con oración, ayuda y voluntad de cambiar se sale. Además, el protector que tenemos al lado nos socorrerá y nos infundirá ánimos para que lo logremos.
El amparo lo tenemos siempre que lo pidamos, en todas las dificultades, situaciones complicadas, pero recordemos que nos inspiran para ayudarnos; no son apuntadores que nos dicen lo que tenemos que hacer, ya que el que toma la decisión última en cada situación es el propio encarnado. Ellos nunca imponen nada, son pacientes y saben que, lo que no hagamos en esta existencia, lo haremos en la próxima.
En alguna ocasión el hermano espiritual se puede alejar del protegido si ve que son inútiles sus consejos, porque el encarnado ha cerrado los oídos y su vida en la tierra tiene un proceder de comportamientos dañinos que atraen a hermanos negativos que lo envuelven en un ambiente nocivo; no obstante, apenas le llama acude.
Invariablemente la ayuda espiritual que nos es enviada desde el plano espiritual, cuando la pedimos, nos será mucho más fácil reconocerla si estamos en buena predisposición para recibirla, esto se consigue con un trabajo interior que se hace día a día, entonces veremos cómo desde el astral nos inspiran en aquellas situaciones que tenemos que superar para avanzar espiritualmente, teniendo presente que la asistencia que recibimos es exactamente la que “necesitamos”, a veces, no la que “desearíamos”, por lo cual, en ocasiones podemos pensar que no nos escuchan.
En conclusión, si nos centramos y sabemos que es lo que queremos lograr en esta existencia, y tanto nuestros pensamientos como nuestras acciones están encaminados hacia lo espiritual, la ayuda que recibiremos será inmensa y lo mejor es que estaremos en predisposición de reconocerla y aceptarla.
Gloria Quel
©2015, Amor,paz y caridad
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CRISTIANISMO Y ESPIRITISMO
Alteración del Cristianismo. Los Dogmas
Como paletas de oro en las ondas turbias de un río, la Iglesia mezcla, en su enseñanza, la pura moral evangélica a la vacuidad de sus propias concepciones.
Acabamos de ver que, después de la muerte del Maestro, los primeros cristianos poseían, en su correspondencia con el mundo invisible, abundantes fuentes de inspiraciones. Las utilizaban abiertamente.
Mas las instrucciones de los Espíritus no siempre estaban en armonía con las opiniones del sacerdocio naciente, que, si en esas relaciones encontraban un amparo, en ellas muchas veces encontraban también una crítica severa y, a veces, aun una condenación.
Se puede ver en el libro del padre de Longueval (55) como, a medida que se constituyó la obra dogmática de la iglesia, en los primeros siglos, los Espíritus se alejaron poco a poco de los cristianos ortodoxos, para inspirar a los que eran entonces designados bajos el nombre de heresiarcas.
Montanus, dice también el abad Fleury (56), tenía dos profetizas, dos señoras nobles y ricas, llamadas Priscila y Maximila. Cerinthe también obtenía revelaciones (57) superiores.
Apolonio de Tiana estaba entre esos hombres favorecidos por el cielo, que son asistidos por un “espíritu sobrenatural”: (58). Casi todos los maestros de la escuela de Alejandría eran inspirados por genios superiores.
Todos esos Espíritus, apoyándose en la opinión de S. Pablo: “conocemos solo en parte y profetizamos también parcialmente”, (I Corintios, XIII, 9) - traían, decían ellos, una revelación que venía a confirmar y completar la de Jesús.
Desde el siglo III, afirmaban que los dogmas impuestos por la Iglesia, como un desafío a la razón, no eran mas que un oscurecimiento del pensamiento de Cristo. Combatían el fausto ya excesivo y escandaloso de los obispos, sublevándose enérgicamente contra lo que a sus ojos era una corrupción de la moral (59).
Esa oposición creciente se tornaba intolerable a los ojos de la Iglesia. Los "Heresiarcas", aconsejados y dirigidos por los Espíritus entraban en lucha abierta contra ella. Interpretaban el Evangelio con una amplitud que la Iglesia no podía admitir, sin causar la ruina de sus intereses materiales. Casi todos se tornaban neoplatónicos, aceptando la sucesión de las vidas del hombre y lo que Orígenes denominaba "los castigos medicinales", o sea, puniciones proporcionales a las faltas del alma, reencarnada en nuevos cuerpos para pagar las faltas del pasado y purificarse por el dolor. Esa doctrina, enseñada por los
Espíritus, y cuya sanción Orígenes y muchos padres de la Iglesia, como vimos,encontraban en las Escrituras, estaba mas de acuerdo con la justicia y misericordia divinas. Dios no puede condenar a las almas a suplicios eternos, después de una vida única, y sí debe proporciona los medios de elevarse mediante existencias laboriosas y pruebas aceptadas con resignación y soportadas con coraje.
Esa doctrina de esperanza y de progreso no inspiraba, a los ojos de los jefes de la Iglesia, el suficiente terror a la muerte y al pecado. No permitía afirmar sobre bases convenientemente sólidas la autoridad del sacerdocio. El hombre, pudiendo pagar por si mismo sus faltas, no necesitaba de los padres. El don de profecía, la comunicación constante con los Espíritus, eran fuerzas que, sin cesar, minaban el poder de la Iglesia. Esta, asustada, resolvió poner fin a la lucha, sofocando el profetismo. Impuso silencio a todos los que, invisibles o humanos, con la intención de espiritualizar al Cristianismo, afirmaban ideas cuya elevación la amedrentaba.
Después de haber, durante tres siglos, reconocido el don de profecía, el de mediunidad accesible a todos, conforme la promesa de los apóstoles, un soberano medio de elucidar los problemas religiosos y fortificar la fe,
la Iglesia llegó a declarar que todo lo que provenía de esa fuente no era mas que pura ilusión u obra del demonio.
(55) Historia de la Iglesia Gala, t. I, pag. 84.
(56) Hist. ecles., libr. V, 6.
(57) Hist. ecles. , Libr. II, 3.
(58) Ibid., libr., I, 9.
(59) Padre de Longueval, "Historia de la iglesia gala", I, 84. 24
Ella se declaró, de lo alto de su autoridad, la única profecía viva, la única revelación perpetua y permanente.
Todo lo que de ella no provenía fue condenado, maldecido. Todo ese lado grandioso del Evangelio, del que hemos hablado; toda la obra de los profetas que lo completaba y aclaraba, fue destinado a la sombra. No se trató mas de los Espíritus ni de la elevación de los seres en la escala de las existencias y de los mundos, ni del pago de las faltas cometidas, ni de progresos efectuados y trabajos realizados a través del infinito de los
espacios y del tiempo.
Se perdieran de vista todas las enseñanzas; a tal punto se olvidó la verdadera naturaleza de los dones de profecía que los modernos comentadores de las Escrituras dicen que «la profecía era el don de explicar a los fieles los misterios de la religión» (60). Los profetas eran, según ellos, «el obispo y el sacerdote que juzgaban,
por el don del discernimiento y las reglas de la Escritura, si lo que fuera dicho provenía del espíritu de Dios o del espíritu del demonio»: - contradicción absoluta con la opinión de los primeros cristianos, que en los profetas veían inspirados, no de Dios mas de los Espíritus, como lo dice S. Juan, en el pasaje de su primera Epístola (IV, I), ya citada.
Un momento, se habría podido creer que, aliada a la profunda perspicacia de los filósofos de Alejandría, la doctrina de Jesús iba a prevalecer sobre las tendencias del misticismo judeo-cristiano y lanzar a la Humanidad en la amplia senda del progreso, a la fuente de las altas inspiraciones espirituales. Mas los hombres desinteresados, que ansiaban la verdad por la verdad, no eran bastante numerosos en los concilios. Doctrinas que mejor se adaptaban a los intereses terrenos de la Iglesia, fueran elaboradas por esas célebres asambleas, que no cesaran de inmovilizar y materializar a la Religión. Gracias a ellas y bajo la soberana influencia de los pontífices romanos que se elevó, a través de los siglos, esa amalgama de dogmas extraños, que nada tiene de común con el Evangelio y le son muy posteriores - sombrío edificio en que el pensamiento humano, semejante a un águila enjaulada, impotente para extender las alas y no viendo mas que un pedacito de cielo, fue
encerrado durante tanto tiempo como en una catacumba.
Esa pesada construcción, que obstruyó el camino a la Humanidad, surgió en la Tierra en 325 con el concilio de Nicea, y fue concluida en 1870 con el último concilio de Roma. Tiene por cimiento el pecado original y por coronamiento la inmaculada concepción y la infalibilidad papal.
Es por esa obra monstruosa que el hombre aprende a conocer ese Dios implacable y vengativo, ese infierno siempre hambriento, ese paraíso cerrado a tantas almas valerosas, a tantas generosas inteligencias, y fácilmente alcanzado por una vida de algunos días, terminada después del bautismo - concepciones que han impelido a tantos seres humanos al ateísmo y a la desesperación.
CRISTIANISMO Y ESPIRITISMO
LEÓN DENIS
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EN EL NOMBRE DE JESÚS
"Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" ( San Mateo, 18:20).
Prefacio. Para estar reunidos en nombre de Jesús no basta hallarse juntos físicamente, sino que es preciso estarlo también en lo espiritual, por la comunión de intenciones y pensamientos dirigidos hacia el bien. Entonces sí se encuentra Jesús en medio de la reunión: Él, o los espíritus puros que lo representan. El Espiritismo nos permite comprender de qué manera pueden los espíritus hallarse entre nosotros. Están ahí con su cuerpo fluídico o espiritual, y con la apariencia que nos permitiría reconocerlos si se hicieran visibles. Cuanto más elevados se hallan en la jerarquía espírita, tanto mayor es su poder de irradiación. Así poseen el don de ubicuidad y pueden encontrarse en varios lugares simultáneamente. Basta, para ello, un rayo de su pensamiento.
Con las palabras citadas en el parágrafo anterior quiso Jesús mostrar el efecto de la unión y la fraternidad. No es la mayor o menor cantidad de personas la que le atrae, puesto que en lugar de dos o tres hubiera podido decir diez o veinte, sino el sentimiento de caridad mutua que a esas personas anima. Ahora bien, para esto es suficiente que haya dos. Pero si esas dos oran cada cual por su lado, aunque ambas se dirijan a Jesús, no habrá entre ellas comunión de pensamientos, sobre todo si no son movidas por un sentimiento de benevolencia recíproca. Y si se miran con malos ojos, con aborrecimiento, envidia o celos, entonces las corrientes fluídicas de sus pensamientos se rechazan en vez de unirse por un común impulso de simpatía, y en tal caso, no están reunidas en nombre de Jesús, el cual no es más que el pretexto de la reunión y no su verdadero motivo.....
Esto no implica, en modo alguno, que Él permanezca sordo a la voz de una sola persona. Si no dice que acudirá a cualquiera que le llame, es porque ante todo exige amor al prójimo, del cual podemos dar mayores pruebas cuando estamos en compañía de otros, que encontradonos solos, y también a causa de que todo sentimiento de tipo personal lo aleja. De ello se sigue que sí, en medio de una nutrida asamblea, sólo dos o tres personas se unen de corazón mediante el sentimiento de una auténtica caridad, en tanto el resto de los asistentes se aíslan y se concentran en pensamientos egoístas o de carácter mundano, Jesús estará con aquéllas y no con estos otros.
Así pues, no es la simultaneidad de los presentes en las palabras, en los cánticos o en los actos litúrgicos lo que constituye una reunión en nombre de Jesús, sino la comunión de pensamientos acordes con el espíritu de caridad personificado en Él.
Tal debe ser el carácter de las reuniones espíritas serias, de aquellas en que se desea con sinceridad el concurso de los buenos espíritus.
El Evangelio según el Espiritismo.
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